Isis Sin Velo - [Tomo I]

Capítulo 55

OPINIÓN DE HARE

Mitiguemos el brillo de este programa con el juicio crítico del insigne Hare, quien dice a este propósito: “La filosofía positivista de Comte es, en último término, puramente negativa, pues afirma la inutilidad de perder tiempo en indagar los inescrutables orígenes de las leyes de la naturaleza. Por considguiente, esta doctrina se funda en la ignorancia de las causas y medios de las leyes en que forzosamente ha de permanecer el hombre, a pesar de las pruebas referentes al mundo espiritual. Así es que, mientras el ateísmo queda recluido en los dominios de la materia, el espiritismo se mueve en un campo de tan dilatado espacio como la eternidad con relación a una vida humana y como las insondables regiones sidéreas respecto al área habitable de nuestro planeta” (14).

En suma, el positivismo arremete igualmente contra la teología, la metafísica, el espiritismo, el ateísmo, el materialismo y la ciencia, con amenaza de invalidarse a sí mismo. Opina De Mirville que, según la filosofía positivista, “la mente humana no logrará equilibrarse hasta que la psicología se considere como un laxante cerebral y la historia como un laxante social”. El Mahoma moderno empieza por despojar al hombre del alma y de la fe en Dios, para hundir después inadvertidamente en las entrañas de su propia doctrina la afiladísima espada de la metafísica, cuyos golpes presumiera evitar. De este modo no quedan en su sistema ni vestigios de filosofía.

De un discurso pronunciado en 1864 por Pablo Janet, miembro del Instituto de Francia, sobre el positivismo, entresacamos el siguiente párrafo:

“Hay algunos talentos educados y nutridos en las ciencias exactas y experimentales, que sienten instintiva inclinación a la filosofía, pero sin que puedan satisfacerla más que con elementos ajenos, y su ignorancia de las ciencias psicológicas les lleva precisamente a combatirlas, con lo cual presumen haber fundado una nueva filosofía positiva que, bien mirada, no es ni más ni menos que una incompleta y mutilada hipótesis metafísica. Se arrogan la infalible autoridad, propia tan sólo de las ciencias de experimentación y cálculo, siendo así que su defectuoso sistema es del mismo orden mental que los que combaten. De aquí lo deleznable de su posición y el descrédito de sus ideas, que muy luego serán esparcidas a cuatro vientos” (15).

Los positivistas norteamericanos se han esforzado incesantemente en derrumbar el espiritismo. Para que se vea hasta dónde llega su imparcialidad, recordaremos que preguntan si los dogmas de la Inmaculada Concepción, de la Trinidad y la Eucaristía, resisten al examen de la fisiología, de las matemáticas y de la química, para decir después que más absurdas todavía son las quimeras del espiritismo. Perfectamente. Pero ¿hay absurdo teológico ni quimera espiritista que aventaje en depravada imbecilidad al positivista concepto de la fecundación artificial? Por una parte declaran incognoscibles las causas primeras, y por otra suplantan en el porvenir la vívida e inmortal compañera del hombre con un tipo de mujer imposible, semejante al fetiche indio de Obeah, día tras día repleto de huevos de serpiente para que el sol los empolle.

En nombre del sentido común cabe preguntar por qué ha de motejar de supersticiosos a los místicos cristianos y de orates a los espiritistas una titulada religión que con tan repulsivos absurdos tiene partidarios entre los mismos académicos y pone en boca de su propio fundador, para admiración de sus discípulos, rapsodias tan extravagantes como la siguiente:

“Me admira cada día más la creciente coincidencia entre el advenimiento social del misterio femenino y la disminución de la fe en el sacramento de la Eucaristía. La Virgen ha suplantado a Dios en la mente de los católicos meridionales. El positivismo realizará la utopía medioeval que consideraba la raza humana nacida de una virgen madre”. Después de exponer el modus operandi, prosigue Comte diciendo: “La difusión del nuevo procedimiento produciría muy luego una raza sin los inconvenientes de la herencia y más a propósito que la procreación vulgar para el nacimiento de caudillos espirituales y aun temporales, cuya autoridad dimanara de un origen verdaderamente superior que no retrocedería ante ninguna investigación” (16).

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