Notas
Notas
. El término «cálculos» (計, jì) puede traducirse de diversas maneras, pero todas contienen la idea de plan, evaluación o examen de una situación. Se trata de cálculos que sirven para comparar las fuerzas de los dos bandos y así poder determinar cuál de ellos cuenta con ventaja. Jì también significa «estratagemas», como en el célebre tratado Las 36 estratagemas.
. Muchos párrafos de El arte de la guerra comienzan con la expresión «dice el maestro Sun» (孫子曰, ), que puede traducirse como «el maestro Sun dice» o «el maestro Sun dijo». Es una fórmula propia de la tradición oral o de la recopilación de dichos de un maestro. Recuerde el lector que zi (子) significa «maestro».
. El tratado se inicia con una enumeración, rasgo que podría indicar una tradición oral, pues resulta útil para la memorización, aunque también es una característica frecuente en el pensamiento chino de cualquier época. Con respecto a los cinco factores, dao (道, dào) o tao es quizás el concepto filosófico más conocido del pensamiento chino. Suele asociarse al taoísmo, pero todos los pensadores de la antigua China lo emplean; entre ellos, Confucio. Se ha traducido como «Camino» o «Vía», a menudo en mayúscula, pero también como «verdad», «Dios», «naturaleza» o «realidad». Empleado como uno de los cinco factores básicos de la guerra, su significado está entre «virtud» y «rectitud», pero hemos preferido mantener el término original dao para conservar el estilo del autor y, al mismo tiempo, su intención filosófica, puesto que Sun Tzu, en esta ocasión, emplea dao para referirse a la armonía entre el pueblo y su soberano, quien debe poseer las cualidades que hacen que sea considerado un monarca justo, alguien por quien merece la pena morir si fuera necesario.
En relación con «cielo» (天, tiān), en este contexto se refiere tanto a la climatología como a la estación del año en la que puede tener lugar la guerra, pero también a la luz o la oscuridad y al día o la noche. Por su parte, «tierra» (地, dì) remite al terreno desde un punto de vista geográfico (lo distante y lo cercano), pero también topográfico (terreno fácil y difícil). Es uno de los asuntos que más interesa a Sun Tzu, pues le dedica cuatro capítulos: el ocho («Las nueve variaciones»), el nueve («El ejército en marcha»), el diez («La forma del terreno») y el once («Los nueve escenarios»).
El término «método» (法, fă) alude a la organización, la cadena de mando y el control de los recursos o logística. A veces se ha traducido fă como «disciplina», lo que no es una mala decisión, pues confirma la importancia que Sun Tzu concede a este aspecto. Hemos preferido la palabra «método», entre otras razones, porque El arte de la guerra se llama en realidad «Los métodos militares del maestro Sun» (孫子兵法, ). En ciertas ocasiones, se ha preferido traducir fă por «arte», pero con un sentido semejante al de «técnica».
Por último, el general debe tener el «mando» (將, jiāng) absoluto de las tropas, por lo que no está obligado a obedecer al soberano en el campo de batalla.
. «Lo oscuro y lo claro» (陰陽, yīn-yáng) es el único concepto chino que puede competir con el dao en popularidad. Suele referirse a cualquier par de opuestos, como lo femenino y lo masculino, lo débil y lo fuerte, lo recto y lo sinuoso. Sin embargo, Sun Tzu no emplea aquí yin y yang para referirse a los célebres opuestos cósmicos, sino a la diferencia entre lo que está iluminado y lo que no lo está, un significado muy cercano a la etimología de yang y yin: la parte soleada y la parte en sombra de una montaña.
. Muchos pensadores chinos creían que el mejor sistema para obtener la obediencia del pueblo y de los soldados era emplear recompensas y castigos (lo cual se podría comparar con el uso de estímulos positivos y negativos de la psicología moderna). Gracias a las recompensas se consigue que el soldado repita el comportamiento que nos interesa; sin embargo, mediante los castigos se logra que no reincida en un mal comportamiento. Naturalmente, si el castigo es algo extremo, como una decapitación, no tendrá ningún efecto sobre quien lo reciba, aunque sí sobre quienes lo observen, que temerán perder su propia cabeza. Muchos psicólogos, como Daniel Kahneman, aseguran que el único refuerzo efectivo es el positivo, pero es cierto que un temor excesivo también puede afectar al comportamiento, como bien saben los militares o los tiranos que han empleado el terror en sus conquistas o como instrumento político, desde los asirios y Gengis Kan hasta Lenin, Hitler o Stalin.
. Al comienzo del capítulo, Sun Tzu enumeró cinco factores que debían analizarse antes de emprender una guerra. Tras la evaluación, el estratega debe hacerse las siguientes preguntas:
1. Una acerca del dao: ¿qué gobernante tiene el dao?
2. Una acerca del mando: ¿qué general es el más capaz?
3. Una acerca de la tierra: ¿a quién favorece el terreno?
4. Una acerca del cielo: ¿a quién favorece la climatología?
5. Tres acerca del método: ¿qué oficiales y soldados están mejor entrenados?, ¿en qué ejército se emplean mejor las recompensas y los castigos?, ¿quién aplica mejor el método?
6. Una que pertenece al método, pero también al dao: ¿qué ejército es más poderoso?
Aunque Sun Tzu no se ocupa en detalle del entrenamiento de los militares, el que una de las preguntas aluda a los oficiales y soldados mejor entrenados parece revelar su preocupación por el tema. Por otra parte, distingue entre esa pregunta y la de «¿Qué ejército es más poderoso?», lo que parece indicar que diferenciaba entre la fuerza de un ejército y la capacidad militar de los soldados y oficiales, que en ocasiones puede compensar su inferioridad en número de efectivos o en armas de guerra.
. La frase «El general que no aplique mis cálculos será derrotado: debes destituirlo» es una de las más ambiguas del libro, porque no está claro si Sun Tzu está hablando de sí mismo o de un estratega indeterminado. Existen al menos tres posibles interpretaciones:
1. El general que aplique mis métodos vencerá y debe ser conservado; el que no los siga será derrotado y debe ser despedido.
2. Si se aplican mis métodos se obtendrá la victoria y yo me quedaré. Si no se aplican, la derrota es segura y yo me marcharé.
3. Si se aplican mis métodos y se me contrata, se obtendrá la victoria y me quedaré. Pero si se me contrata sin aceptar mis métodos, la derrota será segura y me marcharé.
La tercera opción se podría aplicar al caso de un entrenador de fútbol que promete convertir al equipo en campeón, siempre y cuando se le permita aplicar sus métodos en los entrenamientos y los partidos, además de otorgarle poder para fichar o despedir jugadores. En el terreno de la empresa se puede comparar con un emprendedor que acepta trabajar en un proyecto solo si antes se ha aprobado su plan de negocio; o en el mundo de las series de televisión, con un guionista o showrunner que no solo vende su proyecto y sus guiones, sino que se encarga asimismo de ponerlos en marcha e incluso dirigirlos. En definitiva, el buen estratega debe supervisar todos los factores, incluidos los logísticos.
. En el capítulo cinco («El potencial estratégico») Sun Tzu explicará estos dos conceptos: «energía» o «energía potencial», y «momento» o «instante adecuado».
. Si combinamos la idea de que la guerra es el arte del engaño con la primera afirmación de Sun Tzu de que la guerra es lo más importante para el estado, parece lógico concluir que «el engaño es lo más importante para el estado».
. El buen estratega debe esconder siempre sus intenciones. Resulta esencial engañar al enemigo, de modo que se fije en las apariencias, pero sin conocer la realidad. Esta es la primera lista de engaños por parte de Sun Tzu: fingir incapacidad y falta de preparación o, al contrario, aparentar fuerza y preparación cuando carecemos de estas cualidades; hacer creer que estamos más lejos o más cerca según nos interese; intentar que el enemigo caiga en nuestras emboscadas o se desvíe de la ruta correcta tentándolo con cebos, ofreciéndole regalos envenenados, distrayéndolo o alejándolo de los lugares que nos interesan desde el punto de vista estratégico. Además, debemos lograr que el enemigo no nos conozca y conocer nosotros al enemigo, para saber cómo actuar en cada momento, por ejemplo: rehuyendo el combate si es superior, preparando nuestra defensa hasta que llegue una ocasión propicia, aprovechando las debilidades del general enemigo, desatando su ira incontrolable o haciendo que se confíe cuando nos mostremos humildes y temerosos. Teóricos como Barton Whaley insisten en que la sorpresa es un factor fundamental y que siempre está asociada al engaño de alguna manera.
. La frase «No hay que divulgar las estratagemas» puede interpretarse de diferentes maneras:
1. No es posible conocer de antemano ciertas estratagemas, porque dependen de las circunstancias cambiantes de la guerra.
2. No podemos divulgarlas o hacerlas públicas, puesto que ni siquiera es posible conocerlas.
3. Son el arte secreto del general y no deben ser reveladas en un tratado militar como El arte de la guerra. Es decir, si se emplea una de estas estratagemas no se debe divulgar, puesto que perdería toda su efectividad. Para Sun Tzu, el estratega debe ser inescrutable.
. ¿Debemos entender que Sun Tzu se refiere a un cálculo como el que podría llevar a cabo el Alto Mando de un ejército moderno moviendo piezas sobre un tablero, o solo habla de forma metafórica? A favor del cálculo literal existen pasajes significativos en libros de la época de Sun Tzu como el Mozi, donde el estratega pacifista Modi y su rival reproducen el asedio a una fortaleza con un cinturón y fichas improvisadas. Tras perder en esa batalla virtual, el rival de Modi renuncia a asediar la fortaleza auténtica. Otros autores opinan que Sun Tzu no se refiere a un cálculo con piezas o barras de conteo, sino que solo manifiesta que los estrategas que saben planificar la guerra son superiores a los que se lanzan al combate sin previsión o examen alguno.
Ahora bien, aunque entendamos que se realiza un cálculo, se supone que, antes o después de obtener el resultado final, se deben tener en cuenta los consejos de Sun Tzu en El arte de la guerra. Así, al examinar la situación topográfica, quizás hemos concluido que el enemigo sale ganando, pero ¿qué sucedería si empleásemos una estratagema que cambiase esa ventaja en desventaja o que hiciese que el enemigo no pudiera aprovecharla? Esa estratagema podría cambiar el cálculo inicial y convertirlo de desfavorable en favorable.
En cuanto a la interpretación según la cual Sun Tzu se refiere con los cálculos a algo parecido a una consulta al Yijing (I Ching) mediante varillas de milenrama o caparazones de tortuga, es probable que esos oráculos también se llevaran a cabo en el mismo lugar, por ejemplo, en el templo ancestral, pero la lectura de El arte de la guerra nos muestra que Sun Tzu no se refiere a ellos cuando habla de cálculos y evaluaciones. Hacer intervenir lo sobrenatural en la pragmática estrategia de Sun Tzu es tan arbitrario como introducir el mundo paranormal en una aventura de Sherlock Holmes: quizás sea divertido y sorprendente, pero se salta toda la lógica del personaje.
. Un li (里, ) equivale a 415,8 metros. No se sabe con seguridad si el autor está redondeando las cifras o si habla de manera precisa. Mil li equivalen a unos 415 kilómetros. Hemos preferido mantener el término sin traducir, precisamente para conservar el número redondo (1.000) del original.
. Sun Tzu calcula los gastos de una guerra a partir de un ejército de cien mil hombres. Esta es una de las razones a favor de datar el texto en la época de los Estados Combatientes (475-221 a. e.), puesto que se considera que en la época anterior, Primaveras y Otoños (722-475 a. e.), no había ejércitos de tales dimensiones. Sin embargo, Sun Tzu no menciona la caballería como cuerpo del ejército, lo que sería coherente con Primaveras y Otoños, cuando la caballería no era una fuerza decisiva y todavía se les concedía mucha importancia a los carros de combate.
Con la expresión «carros acorazados», Sun Tzu se refiere a los carros que podían transportar suministros, armas o los instrumentos necesarios para la defensa o el asedio. También podía tratarse de plataformas de ataque contra las murallas.
Una de las innovaciones que hicieron a la infantería cada vez más decisiva fue la armadura en láminas, que se podía fabricar en serie. A ello se añadió la ballesta y un mayor uso de las espadas de hierro.
. Con los «señores feudales», Sun Tzu se refiere posiblemente a los feudos que pertenecen a nuestro propio estado, que podrían aprovechar conflictos exteriores para rebelarse. Tanto en la época de Primaveras y Otoños como en la de Estados Combatientes, cada uno de los estados principales tenía bajo su influencia varios feudos más pequeños, que a menudo se aliaban con los estados vecinos. Se dice que el rey Helü de Wu y su sucesor Fuchai, aconsejados por el estratega Sun Wu, sobornaron a dos estados feudales de Chu para conseguir el éxito en su invasión.
. Sun Tzu rechaza de manera tajante la «guerra prolongada» (兵久, bīng jiŭ), por considerarla un camino seguro al desastre: «Ningún estado ha obtenido ventajas de una guerra prolongada». Este es uno de los aspectos que lo alejan de su lector Mao Zedong, que mantuvo durante veintitrés años una guerra interminable, con invasión japonesa incluida, contra su enemigo Chiang Kai-shek.
Con una gran precisión lógica, Sun Tzu afirma que la precipitación es una estupidez, pero que eso no implica que la demora sea sabia; es decir, que algo sea malo no quiere decir que su inverso sea bueno. Por otra parte, no hay que confundir precipitación con rapidez, que sí puede ser muy beneficiosa en una guerra o en una batalla.
Sun Tzu hace un listado de todos los desastres que acarrea un conflicto militar —como la pobreza, la falta de alimentos, los gastos sin fin y la ruina de los fondos públicos— y de nuevo recomienda una guerra corta, en la que no sea necesario transportar tropas por segunda vez ni conseguir víveres para la campaña militar en una tercera ocasión. Es llamativo que no dedique ninguna mención explícita a quienes más sufren en la guerra: los soldados.
. Como los ejércitos necesitan víveres y suministros, los agricultores y comerciantes aprovechan para subir los precios, porque podrán vender sus productos a los oficiales encargados del abastecimiento y a la milicia que llega a cada lugar. El consumo de los militares provoca que los habitantes de esos territorios ya no puedan acceder a sus propios productos. Algunos traductores emplean el término «inflación» para referirse a este aumento de precios. Para evitar la inflación en tiempos de guerra, el maquiavélico político Shang Yang prohibía que los comerciantes se relacionasen directamente con los soldados, así como el tráfico privado de grano y otros bienes, además de toda práctica corrupta o especulativa.
. Una vez descritos los costes de la guerra y los problemas que reclutar soldados y agotar las reservas de alimentos pueden suponer para un estado, Sun Tzu ofrece una solución: alimentarse gracias al enemigo, esto es, robarle víveres o saquear sus campos y graneros. De este modo, se puede aliviar la carga sobre el propio estado. Eso sí, existe el peligro de confiar en exceso en lo que se le puede arrebatar al enemigo, como sucedió en las campañas de Rusia de Napoleón o Hitler, cuando los rusos quemaron sus campos y casas para no dejar nada en manos de los invasores.
La razón de que una carga de alimentos del enemigo valga por veinte de las nuestras es que nos evita acarrear esas provisiones o que nos veamos obligados a realizar un segundo o un tercer transporte de suministros. Por otra parte, se evita que los agricultores de nuestro estado tengan que producir más comestibles para nuestros soldados. Como es obvio, arrebatar al enemigo sus víveres también lo debilita. No obstante, a pesar de estas razones, Ralph Sawyer señala que muchos estrategas militares piensan que el saqueo y el robo de alimentos es un error, pues puede hacer que aumente la resistencia del enemigo.
. En la China antigua, los soldados solían ignorar los motivos por los que debían participar en una nueva guerra. Había que ofrecerles razones para que arriesgaran sus vidas, estuvieran dispuestos a matar a desconocidos y no desertaran. Sun Tzu recurre al aspecto psicológico, de modo que sus soldados odien al enemigo y estén listos para exponerse a la muerte. Así, el botín de guerra es un ejemplo de aquello a lo que se refería Sun Tzu en el primer capítulo, cuando mencionaba las recompensas y castigos: se les puede prometer a los soldados que sus esfuerzos y su sacrificio en el campo de batalla les reportarán un premio.
. Al cambiar las banderas y estandartes de los carros enemigos, no solo los incorporamos a nuestro ejército, sino que enviamos un mensaje psicológico positivo a nuestros soldados, y uno negativo a los soldados rivales.
Tratar bien a los enemigos puede ser una medida humanitaria o interesada. Cuando se trata bien a los prisioneros, se incita a los soldados enemigos a no ofrecer una resistencia extrema y a rendirse con más facilidad. Además, como sería coherente con el capítulo, Sun Tzu recomienda que no solo nos alimentemos con los víveres del enemigo y nos apoderemos de sus carros, sino que invitemos a los soldados rivales a unirse a nuestro ejército. Se sabe que en la antigua China era bastante frecuente cambiar de bando durante la guerra.
El capítulo concluye que el desgaste que supone una guerra pueden compensarlo las ventajas que se obtienen del enemigo, es decir: sus carros, sus estandartes y los prisioneros, que siempre pueden ser útiles en una negociación y convertirse en nuevos reclutas o en espías proveedores de información. Este tipo de estrategia llegará a su extremo con la táctica muy empleada en China de contratar a los bárbaros para luchar contra los bárbaros; también coincide con la idea de ciertas artes marciales de usar la fuerza del enemigo, empleando su propio impulso contra él.
. Una de las frases más célebres de El arte de la guerra es «Quien se conoce a sí mismo y al enemigo vencerá en cien batallas y nunca será vencido», pero no hay que olvidar lo que Sun Tzu dice aquí: «Cien victorias en cien batallas no es lo más excelente, sino vencer al enemigo».
. El buen estratega no solo elabora sus propios planes, sino que también conoce las intenciones del enemigo. Si sabe qué pretende hacer su enemigo, entonces puede anticiparse y desbaratar sus maquinaciones, llevándolo a admitir la derrota o a renunciar a presentar batalla.
. Aprovechar las disensiones internas resulta a menudo muy útil en una invasión, pero también es preciso tener cuidado para que nuestros propios señores feudales no nos causen problemas. Esa es una de las razones por las que Sun Tzu desaconseja una guerra prolongada. Otros tipos de alianzas que podemos sabotear o que debemos cuidar, según el caso, son la del pueblo con su soberano, la del pueblo con su ejército e, incluso, la de los oficiales con su general o la del general con su soberano.
. Solo debe recurrirse al enfrentamiento directo si se han agotado todas las vías incruentas.
. Sun Tzu detesta atacar ciudades amuralladas, probablemente porque en su época existían estrategas itinerantes, seguidores del guerrero pacifista Modi, que se especializaron en su defensa y resultaba casi imposible conquistarlas. En el libro atribuido a este estratega, el Mozi, se describen con todo detalle las maneras de hacer frente a los asedios.
. La mayoría de los traductores opina que Sun Tzu se refiere siempre al bando contrario: «Es mejor vencer en la guerra sin destruir el estado enemigo». Sin embargo, Roger Ames cree que Sun Tzu aplica la primera parte de la comparación al estado propio, y la segunda, al enemigo: «Lo mejor es conservar nuestro estado intacto y lo segundo mejor es destruir el estado enemigo». Es decir, lo importante es obtener la victoria; pero, si además nuestro estado queda intacto, es excelente. Se puede interpretar asimismo de manera indeterminada, sin aludir específicamente a uno de los bandos: «Lo mejor es mantener un estado intacto; destruirlo es menos bueno». Esta solución es más interesante desde el punto de vista estratégico.
. La expresión «todo bajo el cielo» (天下, tiānxià) se refiere generalmente a la humanidad o a una porción de esa humanidad, como el territorio chino o los habitantes de un estado. A veces tiene un sentido más amplio y alude a toda la naturaleza. En este caso sería equivalente a la expresión «todo el mundo».
. Tras insistir en cómo se debe hacer una guerra y el orden de preferencia en los métodos que se han de emplear, Sun Tzu parece revelarnos que todos estos consejos no se basan en la benevolencia o la compasión, sino en el egoísmo: si hacemos lo que nos recomienda, nuestro ejército permanecerá intacto y conservaremos nuestras riquezas. Es decir, se trata no tanto de no dañar al enemigo, sino de no debilitarnos nosotros. Sun Tzu insiste en la idea de vencer sin luchar, sin matar y sin destruir, lo que quizás no demuestra un sentimiento humanitario de la guerra, pero sí al menos que el autor no tiene un gusto desmedido por la matanza y la violencia. En definitiva, si se puede ganar una guerra sin que muera nadie, es lo mejor que puede suceder.
. Si hemos llegado a la conclusión de que no hay más remedio que luchar, entonces debemos hacerlo de manera diferente en función de la proporción de fuerzas. Si somos muy superiores al enemigo, debemos rodearlo con una maniobra envolvente, no solo para tener ventaja en el terreno de batalla, sino también para forzarlo a la rendición —al verse en inferioridad de condiciones—, e impedir que escape. Si somos claramente superiores, pero no tanto como para rodear al enemigo, lo mejor es atacar. Cuando doblamos al enemigo en número, no está claro si Sun Tzu recomienda dividir al enemigo o dividir nuestro propio ejército. Desde el punto de vista de la estrategia, las dos opciones pueden ser interesantes. Dividir al enemigo para golpearlo con más facilidad o dividir nuestras propias fuerzas para, como dice Rodríguez Bellerín, emprender acciones regulares e irregulares que puedan desbaratar por completo al enemigo. Cuando estamos en igualdad de fuerzas, hay que saber combatir, nos dice Sun Tzu, que sin duda piensa que en esta situación el estratega debe aplicar estratagemas y engaño, para así desequilibrar la balanza a nuestro favor. Ahora bien, si estamos en inferioridad, debemos asegurar nuestra defensa. Por último, si somos claramente inferiores en número, tenemos que huir. Sun Tzu repite de manera casi textual la última de Las 36 estratagemas: «Huir puede ser la mejor estrategia». Eso sí, también existe una sabiduría de la huida: hay que conservar las fuerzas más o menos intactas y prepararse para reagruparlas o unirse a otras. La más célebre de estas huidas es, sin duda, la retirada de diez mil griegos en territorio persa, contada por Jenofonte en la Anábasis. En China, la epopeya nacional es la Larga Marcha, en la que el ejército comunista, rodeado por las fuerzas nacionalistas, escapó del cerco, recorriendo más de 9.000 kilómetros en 370 días.
. Para Sun Tzu, en el campo de batalla el único que manda es el general, quien no debe recibir órdenes de nadie, ni siquiera del soberano, quien, al no ver lo que sucede en el campo de batalla, no puede decidir qué hacer en cada momento. En los ejércitos modernos, con el desarrollo de las comunicaciones, la presencia del soberano o incluso de los generales en el terreno de batalla se volvió cada vez menos necesaria y, a finales del siglo XIX, empezó a convertirse en algo excepcional. Además, la precisión de las nuevas armas de fuego ponía en un riesgo mucho mayor la seguridad del gobernante. Hay que tener en cuenta que, ya para la época de las guerras napoleónicas, Bonaparte era casi el único que dirigía personalmente las batallas.
Por otra parte, es interesante el rechazo al pensamiento por analogía que presenta Sun Tzu: no es lo mismo gobernar un reino que dirigir un ejército. Esto se puede aplicar a los políticos y economistas de salón, que aseguran que dirigir la economía de un país es como dirigir la economía de una familia, o que gobernar un país es igual que gobernar una comunidad de vecinos. Es cierto que puede haber similitudes, pero también hay enormes diferencias. Lo que puede ser excelente en la familia o la comunidad de vecinos puede resultar sencillamente inaplicable en una ciudad o en un estado. La idea es, por supuesto, diametralmente opuesta a la que se expresa en el Daodejing taoísta: «Regir un estado es como freír un pequeño pez».
. Es importante que las jerarquías se respeten y que no exista arbitrariedad. Se detecta aquí una insinuación acerca de los privilegios de los nobles y los señores feudales, que intentaban imponer sus propias reglas e impedían que en el ejército se reconocieran los méritos auténticos, lo que obligaba al general a contar con aristócratas que no estaban preparados para la guerra.
. Se ha mantenido la expresión «tres ejércitos» (三軍, sān-jūn) sin traducir, porque no se sabe con seguridad a qué se refiere Sun Tzu. A veces se interpreta como caballería, carros e infantería, pero otras veces como la división del ejército en tres grandes grupos.
. Las cinco claves para lograr la victoria son las siguientes:
— Hay que ser capaz de calibrar la situación en ambos bandos y determinar si nos beneficia o perjudica un enfrentamiento directo.
— Se debe saber manejar tanto tropas grandes como pequeñas. También se ha interpretado como que el general debe saber en qué momento es preferible utilizar una tropa grande y en cuál una pequeña.
— Es necesario que haya cohesión en el ejército, que todos luchen con un mismo objetivo.
— Conviene detectar la ocasión propicia. Carl von Clausewitz decía que una cosa es la guerra imaginada y otra la real, y que las cosas pocas veces salen como se han planeado. Llamaba a esto «fricción», tomando el término de las ciencias físicas. La paradoja es que también es necesario prepararse para lo imprevisto y la fricción, de manera que seamos capaces de reaccionar en un momento de crisis. El entrenamiento regular y sistemático es una de las maneras de prepararnos para lo imprevisto, además de resultar muy útil para mantener al ejército siempre en buena condición física.
— Por si no ha quedado claro, Sun Tzu concluye su enumeración de las claves para la victoria repitiendo que es fundamental que el soberano no interfiera en los planes y maniobras, y que el general sea excelente.
. La sentencia favorita de Mao Zedong de El arte de la guerra es «Conoce al enemigo y conócete a ti mismo, y no serás vencido en cien batallas». En el terreno de la estrategia, Sun Tzu va más lejos que Sócrates y su «Conócete a ti mismo», pues de nada sirve conocernos si ignoramos las virtudes y defectos del enemigo. Este conocimiento de lo propio y de lo ajeno tiene mucha relación con la defensa y el ataque.
. El término xing (形, xíng), que aparece en el título, se puede traducir como «posición», «formación», «configuración», «apariencia» o «forma». El capítulo se ocupa de las posiciones o configuraciones que debe adoptar un ejército, tanto para asegurar su seguridad en la defensa como para aprovechar sus posibilidades de ataque. Es un concepto semejante al de la guerra de posiciones moderna.
. Los filósofos de la época de Primaveras y Otoños y de Estados Combatientes usaban muy a menudo un tipo de argumentación llamado daiyan («hablar en nombre de otro»), que consistía en apelar a «la Antigüedad». Se remontaban a la época gloriosa de los Zhou Occidentales, e incluso a la de los emperadores legendarios, como Yu o el Emperador Amarillo, del mismo modo que hoy en día nosotros hablamos de «los griegos». Este recurso es equivalente a lo que durante la Edad Media europea se llamaba el «argumento de autoridad», puesto que consiste no ya en ofrecer buenos argumentos, sino en asegurar que proceden de alguien prestigioso.
. La traducción de buke sheng (不可勝, bùkě shèng) puede ser «invulnerabilidad», «inatacabilidad», «inconquistabilidad», etcétera. Se trata de lograr que el enemigo no pueda atacarnos y de garantizar una defensa perfecta, que nos permita esperar hasta que descubramos un punto débil en el bando rival. Sun Tzu considera que es imperdonable que un estratega no sepa garantizar su propia invulnerabilidad. Sin embargo, lo que no está en su mano es conseguir que el enemigo sea vulnerable. Si el enemigo es tan buen estratega como lo somos nosotros, entonces no nos ofrecerá un flanco débil. Eso sí, Sun Tzu recomienda todo tipo de estratagemas para lograr que el enemigo sea vulnerable, casi siempre a través de la sorpresa y el engaño. Sin embargo, en último término, la responsabilidad será del enemigo por haberse dejado engañar. También Garri Kaspárov, el gran campeón de ajedrez, declaró que el ajedrez «es tablas», es decir, que uno de los jugadores debe cometer un error para que se produzca una victoria.
. La paradoja de saber cómo vencer y no poder lograrlo se explica porque, aunque conozcamos la manera de vencer al enemigo, para lograrlo debemos esperar un error por su parte. También debemos contar con que las condiciones iniciales de nuestro cálculo no varíen y que la fricción o lo imprevisto no entorpezcan nuestros planes. De ahí la importancia de establecer cálculos y planes, y de ser capaces después de ponerlos en práctica, así como de la habilidad para hacer frente a los imprevistos.
. Las «nueve tierras» (九地, jiŭ dì) y los «nueve cielos» (九天, jiŭ tiān) se refieren a los mil y un lugares en los que se puede esconder alguien, y a los mil y un lugares por los que alguien se puede mover.
. «La vulnerabilidad es el ataque» se puede interpretar como una continuación de las ideas ya expresadas: debemos asegurar nuestra invulnerabilidad —la defensa— y confiar en que el enemigo sea vulnerable, porque eso nos brindará una oportunidad para atacarlo. Así, uno de los errores que cometen los jugadores novatos de ajedrez consiste en diseñar ingeniosos ataques sin asegurar su propia defensa, con lo que pierden la partida cuando más cerca creían tener el triunfo.
Cao Cao ofrece otra interpretación: si el enemigo se defiende perfectamente, entonces es invulnerable; pero, si me ataca, entonces se vuelve vulnerable. Mientras permanezca tras sus muros, poco podré hacer; sin embargo, si se decide a lanzar un ataque, entonces podré encontrar oportunidades y puntos débiles que aprovechar. Esto podría relacionarse con una idea que se desarrolla en el siguiente capítulo: hay que tender cebos al enemigo para que abandone sus posiciones, para que salga de lo que hoy en día se ha popularizado con la expresión «zona de confort», porque de este modo resultará más vulnerable. Sun Tzu no suele aprobar nunca el tomar riesgos y prefiere permanecer en una zona de confort, excepto cuando lleva a sus hombres a luchar o morir.
Ames interpreta esta frase de la siguiente manera: cuando el enemigo no tiene medios suficientes, debemos atacarlo; pero, cuando tiene medios suficientes, debemos defendernos. Sawyer propone una interesante variación: si disponemos de pocas tropas, solo podemos defendernos, pero no atacar. También, por supuesto, se puede entender que, si observamos que el enemigo se limita a defenderse, esto puede significar que sus medios son escasos; pero, si lanza un ataque, es porque cree poseer medios de sobra.
Este es uno de los pasajes en los que la versión de El arte de la guerra encontrada en Yinqueshan difiere de la versión tradicional de manera notable, aunque no todos los traductores coinciden. Según el grupo Denma, en la versión de Yinqueshan se dice: «Si tus fuerzas son inferiores, ataca». A primera vista puede parecer absurdo, pero tiene cierta lógica, pues, si somos inferiores, un ataque puede sorprender a un enemigo confiado en su superioridad, además de que no quedamos a merced de sus maniobras.
. Sun Tzu desarrolla un argumento con cierto aroma taoísta, que recuerda algunos pasajes del Daodejing, puesto que se opone a la imagen del estratega célebre por sus hazañas, como lo fueron Sun Wu (según la leyenda) o Sun Bin (según los cronistas), los dos candidatos a autor de El arte de la guerra. El buen estratega debe permanecer en el anonimato y no ser conocido por sus gestas. Sus mayores victorias las obtiene sin hacer la guerra y no suele recordarse su nombre en los anales militares. Así se dice en el Daodejing: el sabio «se conoce y no se exhibe, se ama y no se ensalza». Sin duda hay aquí una lección importante: muchos de los grandes héroes, quizás la mayoría, son anónimos; son aquellos que lograron no tanto hacer frente a un conflicto, sino impedir que tuviera lugar. No se los recuerda, porque en los libros de historia se menciona a los que vencen o son vencidos en guerras escandalosas y batallas ruidosas, con algunas excepciones notables, como Mahatma Gandhi y Nelson Mandela. Pero la mejor guerra es la que no tiene lugar, y la mayor victoria, la que nadie conoce. El summum, sin duda, es cuando el enemigo ni siquiera sabe que ha sido derrotado.
. Nunca se debe luchar si no se tiene garantizada la victoria. Al menos por propia iniciativa, pues otra cosa es que el enemigo nos obligue a luchar, por ejemplo en una emboscada.
. Sun Tzu recupera dos de los cinco factores fundamentales de la guerra, el dao y el método, cuando dice que «el buen estratega cultiva el dao y aplica el método». ¿Qué significa dao en este contexto? Lo más tentador es responder que el dao del general, del soberano, de los soldados o del pueblo es algo parecido a la virtud en el sentido clásico, o a la excelencia en el mundo actual (por ejemplo, en términos de marketing empresarial o de excelencia universitaria). Es decir, aquello que hace que algo sea excelente: el soberano en cuanto que soberano y el estratega en cuanto que estratega.
. Sun Tzu regresa a los cálculos del primer capítulo y ofrece una enumeración de lo que debe hacer un general que siga su método: medir, calcular, estimar y comparar.
. El agua que cae desde gran altura es una célebre metáfora para referirse a la potencia acumulada por un ejército, cuyo empuje no puede detenerse de ninguna manera. Es un anticipo del tema que se tratará en el siguiente capítulo, dedicado a la energía potencial o «situación estratégica».
. En este capítulo se examina uno de los conceptos fundamentales de El arte de la guerra, «el potencial estratégico» (勢, shì), que suele traducirse por «energía», pero que tiene un significado más amplio: «energía potencial», «potencial», «poder o fuerza dormida, latente o en espera» o, incluso, «configuración», «situación» y «situación estratégica». También está muy relacionado con lo que Marcel Granet llamó la «propensión de las cosas», aquello a lo que una cosa tiende. Se trata, en definitiva, de una energía que se acumula o de la que se dispone, pero que no se emplea hasta que llega el momento adecuado. Junto con la energía potencial, Sun Tzu analiza su complemento indispensable, el jie (節, jié), que podríamos traducir como «ocasión propicia» o «momento adecuado», pero también como «descarga» o «disparo», pues no solo alude al momento en el que algo sucede, sino también al hecho mismo de descargar esa energía que hemos acumulado, de soltar el gatillo de la ballesta o dejar caer las piedras cuesta abajo.
Resulta muy interesante la manera en la que Sun Tzu combina este par de conceptos con otra oposición fundamental de su arte estratégico: la que se refiere al uso de los métodos ordinarios y los extraordinarios. Por otra parte, Sun Tzu deja muy claro que el buen estratega no vence en las guerras gracias a los soldados, sino a cómo los emplea para que se adapten a sus planes y maquinaciones estratégicas.
. Sun Tzu dice que, si es igual de fácil manejar a muchos hombres que a pocos, es gracias a la «división» (分, fēn) y la «numeración» (數, shù), por un lado, y a las formas y los nombres. Es decir, mediante la organización y las formaciones militares. Dirigir un gran ejército consiste en organizar las diversas secciones en una jerarquía descendente a partir del mando supremo. El general dirige a un puñado de hombres, sus oficiales, mientras que cada oficial tiene que ocuparse de la formación que le corresponda en orden decreciente: división, batallón, destacamento, escuadra, brigada…
. «Formas y nombres» (形名, xíngmíng) se refiere a los diversos signos, señales, emblemas, banderas, uniformes e insignias que permiten a los soldados identificar a superiores, iguales e inferiores, para saber dónde se deben situar, a quién deben obedecer y a quién mandar, como una pieza en una maquinaria o como una parte de un organismo perfecto.
A veces se traduce por «estandartes y gongs», en vez de por «formas y nombres». La razón es que en el Mozi, el tratado de estrategia pacifista, se emplea esa expresión para indicar que los soldados reciben órdenes sonoras (mediante los gongs) y visuales (a través de los estandartes e insignias).
. «Extraordinario y ordinario» (奇, qí, 正, zhèng) es una de las dicotomías fundamentales de El arte de la guerra y quizás la más polémica. Es un error afirmar que Sun Tzu sea partidario tan solo de los métodos extraordinarios y que desprecie los ordinarios. El lector podrá darse cuenta en este capítulo de que el pensamiento estratégico de Sun Tzu combina de manera ingeniosa y equilibrada lo directo y lo indirecto, lo ordinario y lo extraordinario, lo convencional y lo no convencional, lo ortodoxo y lo heterodoxo, e incluso la energía potencial y el momento propicio. Para el gran estratega chino, son tan importantes la preparación minuciosa y el cálculo, como la improvisación en función de las circunstancias.
Los caminos más seguros hacia el fracaso pueden ser tanto la improvisación constante, como un plan calculado minuciosamente pero que no se modifica cuando las circunstancias lo exigen. En el equilibrio y dominio de ambos aspectos se encuentra la gran estrategia suntzuniana.
Por otra parte, lo directo y lo indirecto se definen muchas veces en función de lo que espera el enemigo. Si espera un ataque frontal, entonces un ataque por los flancos o en forma de golpes rápidos y fugaces será indirecto; pero, si cree que vamos a emplear la estrategia de atacar y huir (hit and run), entonces podremos sorprenderlo lanzando un ataque frontal, que puede ser devastador por lo inesperado. Como dice el estratega Sun Bin: «En los asuntos de la guerra, no existe una estrategia invariable que pueda usarse en todas las ocasiones». El gran experto en estrategia Barton Whaley considera que el concepto de lo indirecto está estrechamente relacionado con el empleo del engaño y la sorpresa.
. «Vacío y lleno» (虛實, xū-shí) es una de las oposiciones básicas no solo de El arte de la guerra, sino del pensamiento chino, muy célebre gracias a El libro del camino y la virtud (Daodejing o Tao te king). En esta ocasión, Sun Tzu se refiere a que un huevo, a pesar de que presente a la vista una apariencia sólida, está casi vacío, por lo que el impacto de un cuerpo lleno, como es una piedra, hará que se rompa. Lo lleno de la piedra encontrará lo vacío del huevo. El capítulo seis de El arte de la guerra se dedica de manera específica a lo lleno y lo vacío.
. Es necesario conocer las cinco notas, los cinco colores o los cinco sabores, pero sus posibilidades de combinación son inagotables. Hay que prepararse para lo extraordinario, lo inusual, lo inesperado, mediante el dominio de lo que se puede conocer de antemano. Los buenos improvisadores saben que su arte se sustenta en un duro trabajo previo y un entrenamiento continuo. Hay que tener en cuenta que, cuando Sun Tzu habla de combinar lo extraordinario y lo ordinario, no alude a dos elementos inmutables, sino que se trata más bien de dos etiquetas que sirven para referirse a los métodos más habituales u ortodoxos, y a los menos habituales o heterodoxos.
. Con «energía potencial» (勢, shì), Sun Tzu apunta a todo lo que podemos emplear en una batalla o guerra, desde las fuerzas militares a las ventajas sobre el terreno, desde la climatología o la orografía hasta la información acerca de los planes o los movimientos del enemigo. Mark Edward Lewis lo define con gran precisión: «el poder que las circunstancias de la campaña le proporcionan a un ejército». Es una energía o poder latente del que disponemos y que debemos emplear en el momento oportuno.
. Un estratega debe dominar tanto la «energía potencial» (勢, shì), como el «momento adecuado» (節, jié). En primer lugar, debe acumular un gran potencial estratégico, ya sea gracias al terreno, la fuerza bélica o cualquier otra circunstancia. Después, debe elegir el momento preciso para emplear con la máxima eficacia ese potencial. Esa energía potencial, como la que tiene el agua al caer desde gran altura, debe descargarse en el momento adecuado, al igual que un halcón que cae sobre su presa o una flecha que se dispara de una ballesta. Para disparar la ballesta debemos cargarla, pero, para hacer efectivo su mortal poder acumulado, debemos no solo dispararla, sino poder dispararla y saber dispararla.
Como sucede con cualquier táctica de Sun Tzu, se puede emplear también este conocimiento del shi y el jie contra nuestro rival; por ejemplo, si huimos y de este modo logramos que no pueda descargar su energía potencial acumulada, como hicieron los rusos con Napoleón, al rehuir el enfrentamiento directo contra el ejército francés, que poco a poco fue perdiendo su inmensa energía potencial en las heladas tierras de Rusia.
. Stephen Owen señala que el «gatillo» o «disparador de la ballesta» (機, jī) acabó por ser un sinónimo de «ocasión» o de aquello que da inicio a algo, el brote de un proceso: «Debemos ser capaces de actuar en un momento adecuado para iniciar el proceso que llevará a una determinada conclusión». Shen Dao decía: «Si la flecha de una ballesta débil vuela alto, es porque el viento la sostiene». Es decir, no obtendremos el mismo resultado si lanzamos la flecha hacia arriba o hacia abajo, con buena visibilidad o sin ella, con viento calmo o con un fuerte vendaval en contra. Por eso, se debe entender el «potencial estratégico» (勢, shì) como casi equivalente a la totalidad de los estados de cosas implicados en una situación dada.
. Sun Tzu nos ofrece nuevas paradojas: caos que nace del orden, miedo que nace del coraje y debilidad que nace de la fuerza. Podemos entenderlas como ejemplos del ciclo inagotable entre lo ordinario y lo extraordinario, pero también como apariencias engañosas que mostramos al enemigo: parece haber caos y desorden, parece haber miedo y debilidad, pero en realidad hay orden, valor y fuerza.
Otra posible interpretación de las paradojas aludiría a la capacidad del general para disponer sus tropas sin forma aparente, mediante una organización invisible que él es capaz de ver, pero el enemigo no. Es decir, entendiendo la guerra como un sistema de signos que hay que cifrar, para que el enemigo no nos lea, y descifrar, para leer al enemigo. Se trata de ocultar la disposición de nuestras tropas, divisiones, escuadras y batallones bajo un caos aparente, y, al mismo tiempo, detectar la disposición real que el enemigo pretende ocultar. Uno de los trucos de Napoleón para engañar a sus enemigos consistía en cambiar los nombres de sus regimientos.
. El estratega hábil pone un cebo al enemigo para atraerlo a una emboscada y descargar entonces un golpe fatal. También se pueden emplear maniobras de distracción para cansar al enemigo y confundirlo, con lo que mantenemos nuestras fuerzas intactas mientras las suyas se desgastan.
. La conclusión del capítulo es que el estratega debe confiar en la organización, en la disposición de las tropas, en los métodos para mover al propio ejército y engañar al enemigo, antes que en la fuerza militar pura o en los soldados. Eso no quiere decir que sus soldados no estén preparados, bien entrenados y organizados, pero, al fin y al cabo, los soldados son como troncos y piedras: si los sitúas en una pendiente, caerán rodando. Las piezas del juego del ajedrez son importantes, porque sin ellas no se puede jugar la partida, pero cada pieza hace solo lo que ya sabemos que puede hacer. Si cambiamos las piezas de un ajedrez de ébano y marfil por tapones de corcho con el nombre de cada pieza, podremos ganar la misma partida empleando las mismas estrategias: las piezas en sí mismas no son importantes, sino la función que representan sobre el tablero. Sun Tzu desprecia a los soldados con iniciativa propia, valientes o capaces de grandes hazañas, y elogia a los que siguen las órdenes como simples piezas de un mecanismo.
. El título «Lo lleno (虛, xū) y lo vacío (實, shí)» se ha interpretado con un sentido taoísta. Es cierto que puede existir cierta relación con las paradojas del taoísmo, pero Sun Tzu se refiere siempre a asuntos concretos de estrategia, como las ventajas y desventajas de una situación militar. El estratega debe detectar las debilidades y fortalezas, y usarlas a su favor. Para alcanzar sus objetivos, tiene que actuar con decisión, pues a menudo debe transformar lo débil en fuerte, lo lleno en vacío y lo duro en blando, o a la inversa. En este sentido, El arte de la guerra se aleja de las ideas taoístas de la no-acción o wuwei, y recomienda un esfuerzo constante de la voluntad para modificar las circunstancias. También resulta obvio que Sun Tzu no coincide con el elogio del vacío, que se asocia a «lo chino», pues prefiere sin ninguna duda todas las virtudes de lo lleno.
. Conviene llegar antes de la hora prevista, porque quien llega primero tiene las de ganar. En este aspecto, tampoco debemos adaptarnos al enemigo, sino que es preferible que sea él quien se adapte a nosotros, los puntuales. Además, si llegamos antes, nuestro ejército podrá establecerse y descansar antes de la batalla. La anticipación también nos permite examinar el terreno y poner cebos y trampas. Una de las técnicas para afrontar un examen o una reunión que se prevé tensa es llegar antes al lugar y habituarse al espacio, en vez de hacerlo con prisas y estrés en el último momento. Por último, quien llega antes puede elegir la posición más favorable, un aspecto al que Sun Tzu da mucha importancia.
. Aunque puede parecer que Sun Tzu alude al wuwei o no-hacer taoísta (o hacer espontáneo), es más bien lo contrario. Para que el enemigo se mueva, nuestra actividad debe ser incesante. Debemos llevar la iniciativa para que sea el enemigo el que corra y se fatigue detrás de nosotros, y no al revés. En ciertas ocasiones, incluso debemos hostigarlo: «Si el enemigo está descansado, fatígalo». En definitiva, hemos de llevar a cabo una actividad constante pero bien calculada. Tener la iniciativa es uno de los principios básicos del ajedrez, por lo que a veces se puede sacrificar una pieza para recuperarla.
. Para recorrer grandes distancias sin cansarse, lo mejor es hacerlo por lugares en los que se puede evitar el enfrentamiento con fuerzas enemigas. En algunas circunstancias, sin embargo, se pueden llevar a cabo largas marchas, para así llegar antes de lo esperado o evitar el encuentro con tropas enemigas, aunque eso obligue a escoger caminos tan difíciles como los que tomó Aníbal en su paso hacia Italia.
. El enemigo está más preparado para defender los puntos que considera vitales, por lo que es importante detectar los lugares que el enemigo no considera dignos de ser defendidos, pero que también podrían ser vitales. Por ejemplo, se pueden cortar sus comunicaciones o sus fuentes de suministro al atacar un lugar al que no presta atención. Se le puede forzar a defender ciertos lugares mediante un movimiento de distracción de nuestro ejército, para, al mismo tiempo, desplazar en secreto nuestras mejores tropas hacia los enclaves que ahora han quedado sin defensa. En el Zhuangzi se cuenta la anécdota de un carnicero que mantuvo su cuchillo afilado durante años porque era tan hábil al despiezar un buey que, en vez de cortar, lo que hacía era separar, avanzando con habilidad entre las junturas. Los malos carniceros desgastan el cuchillo golpeando los huesos y seccionando tendones y nervios. El buen estratega evita desgastarse en esfuerzos y combates inútiles.
Por otra parte, el buen estratega no solo ataca lo que no está defendido, sino que defiende lo que nadie ataca. Esto puede referirse tanto a asegurar una defensa inexpugnable como a maniobras de distracción con el fin de hacer creer a nuestros rivales que nuestros puntos vitales son otros que los reales.
. No tener forma es uno de los principios básicos del arte del engaño. Del mismo modo que debemos detectar y descifrar la forma del enemigo, es necesario ocultar la nuestra. El samurái japonés Miyamoto Musashi insiste en Escritos sobre las cinco ruedas en que hay que tener una forma sin forma y un ritmo sin ritmo. Es importante no tener un ritmo reconocible, no caer en hábitos, repeticiones o métodos que puedan detectarse. Si me balanceo hacia un lado con un compás repetitivo cada vez que voy a asestar un golpe, mi rival aprovechará ese patrón para golpearme en el momento en el que levanto la guardia.
No tener sonido se puede interpretar de manera literal o metafórica: como una nueva alusión a pasar inadvertido o como la recomendación de no hacer ningún ruido, por ejemplo al desplazar las tropas durante la noche o cuando preparamos una emboscada contra el enemigo. Es en este sentido en el que hay que entender el célebre consejo de Bruce Lee: «Vacía tu mente, carece de forma, sin forma como el agua. Pones agua en una botella y se convierte en la botella. La pones en una tetera y se convierte en la tetera. El agua puede fluir o puede golpear. Sé agua, amigo».
. «El buen estratega decide el destino del enemigo»: en esta afirmación se resume de manera excelente la idea de que el buen estratega no solo maneja sus propias tropas, sino también las del enemigo; controla en cierto modo sus movimientos y hace que actúe, sin saberlo, en nuestro beneficio.
. En muchas ocasiones el efecto sorpresa se consigue gracias a la rapidez. Mao Zedong entrenaba a su ejército para que fuera capaz de recorrer grandes distancias en poco tiempo y así sorprender al enemigo. Por otra parte, la velocidad aumenta si aprovechamos lo hueco y lo vacío, es decir, si avanzamos por las zonas no defendidas, para evitar a los enemigos que podríamos encontrarnos en otras rutas.
. Aunque el enemigo se proteja tras una muralla, tendrá que abandonar su protección si atacamos puntos vitales, como los campos que proporcionan alimento a sus soldados o su capital indefensa. La estratagema tiene una segunda parte, pues podemos atacar al ejército que acude al rescate de la capital. El Ejército Rojo de Mao empleaba esta táctica, conocida como «asedia la ciudad y ataca a las tropas de rescate».
. El buen estratega busca los lugares no defendidos (vacíos), lo cual le permite avanzar. Tenemos que contemplar las fortalezas enemigas, sus tropas y sus ciudades como si fueran las irregularidades de un terreno que detienen el curso de la corriente de agua, que es nuestro ejército. Al observar esas irregularidades, esos lugares «llenos», debemos evitarlos. De este modo, nuestro ataque será incontenible, porque golpearemos los lugares «vacíos» o no defendidos. En vez de atacar sus fuerzas más poderosas, podemos desbaratar primero las más débiles.
La línea trazada en el suelo de la que habla Sun Tzu no tiene propiedades mágicas, sino solo metafóricas. Se refiere a que si logramos que el enemigo mire hacia otro lado en vez de a nuestra más preciada posesión, esto nos permitirá defendernos sin necesidad de ningún soldado. Esta es una de Las 36 estratagemas: «La ciudad vacía», en la que para distraer la atención del enemigo, confundirlo y hacerlo cambiar de intención, fingimos ser más débiles de lo que somos, de modo que crea que le estamos preparando una emboscada. Un principio de la prestidigitación consiste en hacer que el público mire hacia otro lado, al distraerlo con movimientos circulares de una mano (que atraen más la atención), mientras la otra se mueve discretamente en línea recta.
. Hay que insistir en que «sin forma» se refiere a no tener forma reconocible para el enemigo. El hecho de no ofrecer una forma visible hace que el enemigo no sepa dónde y cómo golpearnos, lo que le obliga a dividir sus fuerzas para proteger lugares que, en realidad, no nos interesan, o bien intenta encontrarnos donde no estamos, con lo que su superioridad numérica disminuye.
. Sun Tzu insiste en que debemos atacar lo que el enemigo no defiende. Hemos de detectar los lugares no defendidos y, al mismo tiempo, ocultar nuestros puntos vitales. Entramos así en el terreno del sigilo, pero también del espionaje, la desinformación y la contrainformación.
. Sun Tzu concibe los ejércitos como organismos con cabeza, cuerpo y cola. Su visión es holística, pues contempla todo, y no solo las partes dispersas. Sabe que cuando la vanguardia está en problemas, la retaguardia debe reaccionar, y a la inversa. Cuando el cuerpo principal de un ejército es golpeado, eso puede afectar tanto a la vanguardia como a la retaguardia. Una de las maneras de debilitar al enemigo consiste en dividirlo, pero otra es atacar una de sus partes, de preferencia la más débil, para obligar a las otras a reaccionar. Existen mil y una variantes en las que esta estrategia resulta útil. Así, cuando no podemos luchar con éxito contra su cuerpo de élite, podemos desbaratar su retaguardia y robar sus suministros hasta causarle un daño tan devastador que se vea obligado a desplazar esas fuerzas de élite, abandonando a la presa que tenía cogida entre los dientes. Es decir, si no puedes herirlo en la cabeza, golpéalo en los pies.
. Al no revelar nuestra forma al enemigo, pero sí conocer la suya, podemos conseguir que se divida y, entonces, golpear cada una de esas unidades con una fuerza superior. Lenin aplicaba el principio de la separación de fuerzas en la estrategia política: «Marchar separados, golpear juntos». En definitiva, Sun Tzu propone que, si las fuerzas del enemigo son superiores, debemos evitar el enfrentamiento e intentar desunir su cabeza y su cola, impedir que vanguardia y retaguardia se protejan la una a la otra.
. Esta referencia al antiguo reino de Yue es uno de los argumentos más convincentes a favor de una datación temprana de El arte de la guerra y su atribución a Sun Wu, porque se dice que este estratega trabajó hacia el año 500 a. e. para los reyes del reino de Wu en su lucha contra el gran reino de Chu y, después, contra el estado vecino de Yue. En este pasaje parece aludirse a ese segundo conflicto.
. Sun Tzu aconseja incitar al enemigo a que nos ataque, obligarlo a actuar de modo que muestre sus puntos débiles. Para ello, podemos emplear todo tipo de recursos: espiarlo («descubre los fallos en sus planes»); examinar su manera de atacar y defenderse, o su reacción ante una determinada situación («ponlo a prueba», «provócalo»); descubrir sus debilidades y fortalezas («sus terrenos de vida y muerte»); y conocer sus formaciones y organización («haz su forma visible»). Naturalmente, debemos dedicar el mismo esfuerzo a conseguir que el enemigo no obtenga esas informaciones de nosotros. Gracias a estos métodos, empezaremos a adquirir ventaja, que podremos aumentar mediante el engaño y todo tipo de estratagemas.
. Hay que saber adaptarse a las circunstancias cambiantes para detectar qué se debe hacer en cada momento. Hemos de emplear un método, tener reglas y confeccionar planes, pero también ser capaces de modificarlos y elaborar otros según las circunstancias o la información. Por eso no se debe confundir una descripción con una verdadera explicación. Describir cómo fue una batalla victoriosa es fácil, pero saber por qué fue victoriosa es bastante más complejo. De ahí que Sun Tzu afirme: «Todo el mundo puede ver cómo he alcanzado la victoria, pero nadie puede saber cómo lo he hecho».
. Del mismo modo que el agua se adapta a las irregularidades del terreno y fluye aprovechando lo vacío (aquello que no le ofrece resistencia), el buen estratega descubre, pone a prueba y se adapta a las condiciones del enemigo. Quienes han comentado la obra destacan esta adaptabilidad del agua que deben tener nuestros soldados y nuestras configuraciones, pero muy pocos se dan cuenta de que la adaptabilidad del agua también nos ayuda a manipular al enemigo: si es el enemigo el que imita al agua y se adapta a las dificultades del terreno, entonces podemos conducirlo, mediante cebos («canalizaciones o surcos»), hacia todo tipo de emboscadas y encerronas.
. Hay que entender en su pleno sentido la recomendación de no tener forma. No solo consiste en mantener la invisibilidad, algo que pocas veces es posible, sino en crear formas engañosas, que no permitan al enemigo hacerse un mapa mental de la situación a la que se enfrenta, para así sumergirlo en la confusión. Una estrategia que ha obtenido éxito en una batalla no garantiza que lo tenga en otra ocasión: nuevas circunstancias, nuevas formas.
. Los cinco elementos son la tierra, el agua, el fuego, la madera y el metal. Todo cambia y nada permanece, por lo que debemos detectar los cambios, anticiparnos a ellos e, incluso, provocarlos. El mismo sentido tienen las metáforas del paso de las estaciones y del aparecer y desaparecer del sol y la luna; Sun Tzu se refiere a las estaciones y al sol y la luna de manera metafórica, pues nos recomienda que no nos adaptemos a un ciclo recurrente y repetido. Si un estratega se mostrara tan previsible como la sucesión de los cinco elementos, o si imitara la regularidad del sol y la luna, sería una víctima fácil, puesto que revelaría una forma y un ritmo que el enemigo podría aprovechar. Además, se perdería el factor sorpresa. La importancia de la metáfora no está en las fases sucesivas de las estaciones o del sol y la luna, sino en el cambio en sí.
. Los primeros seis capítulos de El arte de la guerra se han dedicado a los planes y los preparativos militares, a la importancia de las formaciones o posiciones militares, a la energía potencial, a la elección del momento adecuado y a conocer nuestras fuerzas y debilidades, así como las del enemigo, además de al uso del engaño y la astucia. Cuando todo lo anterior ha quedado resuelto, llega el momento del combate, donde se deben poner en práctica los planes y enfrentarse a la realidad en vez de a lo imaginado. A la hora de la batalla, la meteorología nos puede sorprender con una tormenta; el terreno, con zonas llenas de fango en las que es imposible avanzar; y nuestros soldados pueden reaccionar con terror incontrolable al ver un ejército enemigo más fiero de lo esperado. Debemos afrontar todo aquello que Clausewitz llamaba «fricción», es decir, lo inesperado y lo imprevisible.
. El estratega debe ser capaz de convertir en «recto» (直, zhí) lo «torcido» o «sinuoso» (迂, yū), extraer lo bueno de lo malo y descubrir «las ventajas en la adversidad». Lo torcido también se refiere a un camino que nos conduce a nuestro objetivo, pero que puede ser inesperado, como el de Aníbal cuando escogió la ruta más difícil para llegar a Italia. Como sucede siempre en El arte de la guerra, estos conceptos se aplican a la inversa al enemigo: debemos ofrecer cebos y señuelos para que se desvíe de su camino o caiga en nuestras trampas y emboscadas.
. En muchas ocasiones es difícil elegir la línea de acción: ¿debemos llegar antes, pero con el ejército debilitado, o llegar más tarde, pero con una organización invulnerable al ataque enemigo? ¿Hemos de llegar con todo el ejército, pero descubrir que el enemigo dispone de la ventaja de asentarse en el campo de batalla y tendernos emboscadas? ¿O bien debemos llegar antes con nuestras tropas de élite e impedir que el enemigo consiga una ventaja posicional? ¿Tenemos que decidirnos por una guerra de posiciones o por una guerra de movimientos?
. Sun Tzu quizás se refiere a los señores feudales del territorio enemigo, aunque podrían ser también (o al mismo tiempo) los de nuestro propio estado. Es decir, debemos intentar crear disensiones entre nuestro enemigo y sus aliados; y, por el contrario, mantener firmes y seguras nuestras propias alianzas. En cuanto a los guías locales, son fundamentales cuando nos internamos en terreno enemigo, pero debemos ser muy prudentes, porque podrían conducirnos a una trampa.
. Aunque la distinción «unir y separar» puede parecer equivalente al par «dividir y numerar» examinado en el capítulo cinco, su sentido no es del todo coincidente. En aquella ocasión, se trataba de «dividir y numerar» (分數, fēnshù) para así poder manejar grandes tropas gracias a la cadena de mando que va desde los altos oficiales a las diferentes unidades. En este caso, sin embargo, se trata de «separar o unir» (分合, fēnhé) a nuestras tropas en función de las necesidades de la batalla y de las diversas escaramuzas.
. El estratega debe poseer la rapidez del viento, la solidez de una montaña y la ferocidad o voracidad del fuego. No todos los comentaristas están de acuerdo en que la cualidad del bosque resida en ser «compacto», «denso» o «tupido», por lo que proponen «sólido» y «firme», pero también «silencioso»: un ejército capaz de acercarse al enemigo con su inmensa fuerza, pero sin apenas ser advertido. Y ¿qué valor tiene la fugacidad desde un punto de vista estratégico? Tal vez se refiere al hit and run, «golpear y correr», no permanecer en un mismo lugar; causar un daño intenso, pero desaparecer al instante, sin dar oportunidad de devolver el golpe. Es un valor muy cercano a la imprevisibilidad.
. Saquear el territorio enemigo y repartir el botín ayudan a mantener la moral alta, al mostrar a los soldados que la guerra les reporta beneficios a pesar de los riesgos. Al mismo tiempo, se debilita la moral del enemigo y se reducen sus suministros.
. Esta cita de un libro de estrategia por parte de Sun Tzu parece probar que El arte de la guerra no fue el primer libro de estrategia chino, como sostienen algunos.
. A Sun Tzu no le gustan los héroes ni los soldados con iniciativa, sino los obedientes. Un valiente puede comprometer los planes de su general y dar un ejemplo de indisciplina, pues si no obedece las órdenes y es recompensado, parece legítimo imitar su actitud. Gongs, tambores, banderas y estandartes sirven para que los soldados con iniciativa la refrenen y no puedan escudarse en la ignorancia para sus acciones temerarias. Del mismo modo que los valientes no avanzan, tampoco los cobardes retroceden.
. Considerar que las señales visuales y las sonoras son como los ojos y los oídos de los soldados es una buena metáfora, aunque parece más adecuada la comparación final que hace Sun Tzu, cuando explica que las banderas y gongs se adaptan a los cambios que se producen en los oídos y los ojos de los soldados, a quienes, como en la confusión del campo de batalla pierden casi todas sus capacidades perceptivas, se les deben transmitir mensajes más llamativos. Por otra parte, podemos pactar señales falsas con nuestro ejército para engañar al enemigo, como hacen los jugadores de baloncesto cuando cambian de tanto en tanto los números con los que se indican las jugadas. Además, debemos ser capaces de descifrar las señales del enemigo, tarea fundamental de los espías.
. La energía de los soldados varía a medida que van transcurriendo las horas del día. Es intensa por la mañana, decrece al mediodía y se debilita mucho cuando anochece, momento en el que los soldados sienten nostalgia de sus hogares. Debemos atacar al enemigo en sus momentos de baja energía, por ejemplo mediante un ataque sorpresa nocturno con tropas a las que hemos hecho descansar durante el día. Como es obvio, también hemos de evitar al enemigo cuando está en su máximo de energía.
. La «energía» (氣, qì) es un concepto fundamental en el pensamiento chino. Basta con pensar en el «qigong» o «chi kung» (氣功, qìgōng), las técnicas para controlar la energía física y mental, que van desde la gimnasia a la medicina tradicional china, la relajación, el control de la respiración o la meditación budista o taoísta. El significado del término qi es semejante al de «soplo», «aire» o «viento», y muy cercano al pneuma griego, por lo que también se ha identificado con el «alma», el «espíritu» o la «energía vital». En su origen, sin embargo, parece proceder de la palabra para designar el «vapor». A Sun Tzu le interesa señalar el hecho de que la energía física y mental de los soldados varía en función del momento del día o del esfuerzo realizado.
. La «inteligencia» o la «mente» (心, xīn) del general es más compleja que la de los oficiales y los soldados, y debe ser capaz de establecer la disciplina frente al caos y la calma en el desorden. La «inteligencia» o «mente» se expresa en chino con la palabra «corazón», del mismo modo que en el hebreo bíblico, o como Aristóteles cuando dice que la sede de la mente o inteligencia está en el corazón.
. Para ser superiores en lo que se refiere a la fuerza, debemos confrontar lo siguiente:
— La distancia con la lejanía: es decir, que el ejército enemigo recorra grandes distancias y el nuestro no.
— La fatiga con el descanso: que nuestro ejército esté descansado y el del enemigo, fatigado.
— La abundancia con el hambre: que dispongamos de alimentos y suministros, y el enemigo no (por ejemplo, mediante el saqueo).
. Los momentos en los que se percibe el «cambio» (變, biàn) son los más propicios para tomar la iniciativa, ya se trate de atacar, de defender o de desplazarse para aprovechar una situación favorable o evitar quedar en inferioridad. Hay que estar muy atento a estos momentos de transformación o transición entre dos situaciones.
. La conclusión de este capítulo es que el general competente debe dominar estos cuatro factores:
— La energía: saber cuándo existe más o menos energía.
— La inteligencia: la reflexión, la disciplina y la psicología.
— La fuerza: saber cuándo el enemigo (o nuestro ejército) está más descansado.
— El dominio del cambio, de las variaciones en uno u otro bando.
Como síntesis, Sun Tzu ofrece varias reglas básicas en el combate:
— No avances cuesta arriba, pues te expones a muchos peligros, como el cansancio de tus hombres y que te lancen rocas, agua o cualquier elemento que pueda rodar. Tampoco tendrás una buena visión del enemigo y él sí podrá observar tu disposición. Por último, las desbandadas de un ejército cuesta abajo, perseguido por un enemigo que viene desde lo alto, son muy peligrosas.
— No ataques a un enemigo con una colina a sus espaldas. Por las mismas razones que en el caso anterior, y porque la colina le servirá de protección al tenerte en la posición inferior sin poder atacarlo por su retaguardia.
— No persigas a un enemigo que finge huir. Cuando un enemigo huye, asegúrate de que no está fingiendo y, en cualquier caso, no te precipites en la persecución. A ser posible, reserva siempre una parte de tu fuerza y de tu impulso.
— No ataques a tropas de élite. Obviamente, son las más peligrosas y conviene ser muy prudente al enfrentarse a ellas.
— No muerdas un señuelo. Debes estar siempre alerta y desconfiar de todo, para no creer en ventajas que solo son aparentes.
— No ataques a un ejército que regresa. Tiene su hogar a la vista y, por ello, sus fuerzas y su decisión serán mayores.
— Deja una vía de escape a un ejército cercado. El enemigo desesperado puede luchar hasta la muerte. Fuchai, quizás aconsejado por Sun Wu, empleó este método contra el reino de Chu: dejó que el enemigo atisbara una vía de escape y después cayó sobre él, una vez rota la tensión que lo habría llevado a resistir.
— No presiones a un enemigo desesperado, por las mismas razones ya expuestas.
Si a todo lo anterior le añadimos el arte de dominar a las masas mediante banderas, estandartes, división y unión, tenemos que concluir con Sun Tzu de manera magnífica que «esto es el arte de la guerra».
. El título de este capítulo, «Las nueve variaciones» (九變, Jiŭ biàn), ha provocado muchas discusiones. El problema radica en ver de dónde sale el número «nueve». En opinión de Minford, Sun Tzu se refiere a diez prohibiciones, aunque no habría que contar la décima: «Hay órdenes del soberano que no se deben obedecer», puesto que se aplicaría a las nueve anteriores. Otros consideran que nueve, como sucede en muchos textos chinos antiguos, es sinónimo de «muchas» o «innumerables».
. Es el soberano quien da inicio a la guerra, pero es el general el que la organiza y la desarrolla.
. Sun Tzu enumera diversos terrenos a los que debemos prestar atención:
— «Terreno devastado» (圮地, ): un territorio en el que no se pueden obtener alimentos y que es demasiado inhóspito para asentarse.
— «Terreno de encrucijada» (衢地, qú dì): un territorio que se encuentra entre tres o más estados. Una de las fronteras es la del reino contra el que se combate, pero las otras no son necesariamente las del atacante, sino que pueden ser de estados o feudos fronterizos con las tierras del enemigo, por lo que es un buen momento para establecer alianzas.
— «Terreno cercado» (圍地, wéi dì): permanecer en un terreno cercado por montes o accidentes naturales que no nos dejan una salida clara es como encerrarse uno mismo en una prisión.
— «Terreno mortal» (死地, ): el terreno en el que tendrá lugar la batalla; el general deberá emplear todas las estratagemas para triunfar.
. No es seguro a qué cinco ventajas se refiere Sun Tzu. Una posibilidad es que se trate de los cinco factores del primer capítulo: el dao, el cielo, la tierra, el mando y el método. También podrían ser los cinco terrenos que acaba de mencionar: devastado, de encrucijada, aislado, cercado y mortal.
. Hay que saber cuáles son los caminos, ejércitos enemigos, ciudades y terrenos perjudiciales o peligrosos, para evitarlos. En Las cuatro variaciones, uno de los fragmentos relacionados con El arte de la guerra que se encontraron en Yinqueshan, se repite este pasaje casi exacto, pero además se describen los caminos que no se deben seguir, las tropas que no hay que atacar, las ciudades que no hay que tomar, los territorios que no hay que disputar y las órdenes que no hay que obedecer:
— Los caminos que no se deben seguir son aquellos que no resultan fiables al avanzar y que nos sitúan en una posición en la que retroceder también resulta peligroso.
— Las tropas que no debemos atacar son aquellas con superioridad táctica, algo que solo podemos apreciar si estamos a una cierta distancia, de ahí que no debamos atacar cuando no disponemos de esa visión amplia.
— Las ciudades que no debemos tomar son aquellas que, a pesar de que podemos capturarlas, no reportan ningún beneficio para la vanguardia de nuestro ejército, y tampoco puede conservarlas nuestra retaguardia. Es un esfuerzo inútil.
— Los territorios que no hay que disputar son aquellos que carecen de cualquier interés estratégico o en los que es imposible mantenerse o alimentarse.
— En cuanto a las órdenes del soberano que no se deben cumplir, son las que contradicen las anteriores «cuatro variaciones», es decir, todo lo que se ha explicado respecto a caminos, tropas, ciudades y territorios.
. Con «beneficios y daños» se alude a los señores feudales, probablemente los del propio estado, a los que el buen estratega debe causar daño o, al menos, debilitar para prevenir sus rebeliones, y a los que mantiene siempre ocupados de manera que no puedan tramar nada contra él. La mención a los señores feudales nos recuerda que es tan importante saber defenderse como atacar, y que nunca hay que confiar en los demás, ya se trate de señores feudales o de enemigos, sino que hay que estar preparado para cualquier eventualidad.
. Conocernos a nosotros mismos es tan esencial como conocer al enemigo. Aquí Sun Tzu insiste en el asunto y examina las debilidades que pueden llevar a un general a la derrota. Son debilidades que, a veces, parecen virtudes, de ahí la importancia de detectar el peligro que encierran:
— Temeridad: pensadores como Aristóteles han distinguido entre valentía y temeridad. La primera es una cualidad positiva, pero la segunda es solo valentía irracional e irrazonable.
— Cobardía: si la temeridad es el exceso de la valentía, la cobardía lo es de la prudencia. Un general que actúa llevado por el miedo a morir es también una víctima fácil.
— Cólera: la ira o cólera es otra emoción que nos hace olvidar lo razonable y prescindir del cálculo y la evaluación objetiva de cada situación, porque pervierte nuestra percepción y acción.
— Sentido del honor: en la China antigua existía un concepto del honor exagerado, equivalente a la honra de la España del Siglo de Oro, que hacía que se llevaran a cabo acciones desmesuradas, como la venganza y el suicidio, para salvaguardar el honor. Un general con un exagerado sentido del honor es un blanco fácil. Paradójicamente, a menudo resulta igual de fácil manipular a las personas honestas que a las corruptas.
— Preocupación por sus hombres: demasiada benevolencia hacia sus soldados puede hacer que un general sea débil. En el próximo capítulo, Sun Tzu insistirá en que hay que ganarse la admiración de los soldados, pero también en que se deben aplicar los castigos con rigor y eficacia.
. Del mismo modo que tenemos que seleccionar a los soldados y entrenarlos, hemos de realizar pruebas de selección, o casting, de generales y oficiales para evitar a quienes cuentan con aquellos defectos que resultan fatales en una guerra. Debemos observar asimismo estos defectos en el enemigo: atacar el sentido del honor de sus generales, enfurecerlos, amenazarlos con un peligro real o imaginario, o tentarlos para que se lancen de cabeza en una trampa o emboscada, aprovechando su temeridad.
. «El ejército en marcha» (行軍, Xíngjūn) se divide en dos partes extensas. En la primera, Sun Tzu se ocupa de nuevo del terreno y de cuatro posiciones distintas que deberemos adoptar según nos encontremos en montañas, ríos, pantanos y marismas, o en terreno llano. También describe los lugares más peligrosos para un ejército y aquellos en los que se debe extremar la prudencia, los llamados «territorios celestes». La segunda parte del capítulo se ocupa de la semiótica o el lenguaje de signos de la guerra: cómo podemos saber, gracias a diversos signos, en qué situación se encuentra el enemigo y si es un momento propicio para atacar o para permanecer a la espera.
. Sun Tzu recomienda que siempre nos situemos en la posición más elevada y en zona soleada, pero sin alejarnos demasiado de los valles. Las razones son más o menos evidentes:
— Ves al enemigo con claridad: desde lo alto puedes observar los movimientos del ejército rival y descubrir sus intenciones.
— Es más fácil descargar un golpe cuesta abajo que al contrario («No avances cuesta arriba»), así como tirar piedras, agua o flechas.
— En las alturas, el aire suele ser más sano y su movimiento impide que se propaguen las enfermedades.
— Si estás en un lugar soleado, aparte de otras ventajas, será el enemigo el que quede cegado por los rayos del sol al mirar hacia lo alto.
Sin embargo, es en los valles donde suele encontrarse alimento, agua y hierba para los caballos y otros animales, por lo que no conviene quedarse aislado en zonas montañosas. Como señala Lionel Giles, hay que acampar en elevaciones, pero no en lo alto de las colinas.
. En los ríos conviene situarse en la parte alta y ceder al enemigo la baja. En primer lugar, porque es más fácil navegar corriente abajo. Además, si estás en la parte inferior, el enemigo podría envenenar las aguas fluviales o abrir los diques y provocar una inundación que arrase tu campamento o haga zozobrar tus barcos. En cuanto al consejo de atacar al ejército enemigo cuando cruza un río, es una de las estrategias más repetidas de la antigua China y se empleaba ya antes de Sun Tzu. Se supone que en la Antigüedad este tipo de artimañas estaban prohibidas por las leyes del honor, como se cuenta en la célebre anécdota del duque Xiang de Song, quien, en el año 638 a. e., impidió a su general atacar a las tropas de Chu cuando estaban cruzando un río, a pesar de que las fuerzas enemigas eran superiores; la consecuencia de esta cortesía fue la derrota total de las tropas de Song. Mao Zedong afirmaba con vehemencia que ellos, los comunistas, no eran como el duque de Song.
. Las zonas de marismas son terrenos muy peligrosos, de los que conviene huir cuanto antes. Las plantas acuáticas cercanas revelan que el terreno es más o menos firme y poco profundo. En la versión de El arte de la guerra encontrada en Yinqueshan, hay un pasaje bajo el epígrafe «Formas del terreno» que se compone de dos partes, una dedicada a las colinas y otra a los pantanos: «Mantén las colinas y las elevaciones a tu derecha y a tu espalda, mantén el agua y los pantanos frente a ti y a la izquierda». Como se ve, la posición recomendada no es la misma en lo que se refiere a los pantanos que en la versión transmitida por la tradición.
. Literalmente: «La muerte delante, la vida detrás», pero los comentarios son casi unánimes al considerar que esas expresiones se refieren a «terreno en descenso delante y terreno elevado detrás».
. Debemos buscar el mejor terreno para que los carros y la caballería se desplacen. En cuanto a tener tierras elevadas a la derecha, se cree que era por la posición del escudo, que se sostenía en la mano izquierda, de manera que el soldado quedaba protegido por ese lado y contaba con la protección de la montaña en el derecho.
. Sun Tzu emplea de nuevo el «argumento de autoridad», que en China se llamaba daiyan: usar el pasado para justificar el presente. El Emperador Amarillo (Huang Di) es un monarca legendario al que se considera antepasado de los chinos. Según la tradición vivió o reinó entre el 2697 y el 2597 a. e.
. De nuevo las palabras empleadas son yang («soleado)» y yin («oscuro»), pero Sun Tzu se refiere de manera específica a la zona iluminada y a la zona en sombra, y no a los célebres opuestos. Insistimos, en cualquier caso, en que a Sun Tzu no le interesan desde el punto de vista estratégico las especulaciones místicas acerca de los opuestos yin y yang, y siempre que habla de algo parecido es para rechazarlo. Esas concepciones sí aparecen con algo más de fuerza en El arte de la guerra II, de Sun Bin, supuesto descendiente de Sun Tzu.
. Siempre es preferible que sea el enemigo el que se encuentre cerca de los terrenos peligrosos, porque, además de evitar nosotros el peligro, podemos situar al enemigo entre la espada y la pared, es decir, entre nuestro propio ejército y el terreno peligroso.
. Ciertos terrenos son peligrosos porque le permiten al enemigo esconderse o aprovecharlos para tendernos emboscadas y trampas.
. El buen uso de las recompensas y los castigos es fundamental para un general y para gobernar un estado, como ya dijo Sun Tzu en el primer capítulo. Su uso excesivo puede revelar que se están dando recompensas para evitar motines, o que se castiga porque se ha perdido la autoridad moral sobre el ejército.
. El estratega debe ser capaz de leer los signos creados, a propósito o sin querer, por el enemigo. Tiene que observar con atención el humo, los árboles, los pájaros, los movimientos en el campamento y el comportamiento de los soldados. Es un arte que se puede comparar con el de Sherlock Holmes: del mismo modo que el célebre detective leía los signos en la escena del crimen, Sun Tzu lee los del campo de batalla.
Las descripciones de cada signo son tan explícitas que no precisan de una explicación. Ahora bien, hay que recordar que cualquiera de ellos puede convertirse en su inverso y que debemos evitar dejar señales visibles de nuestras intenciones o acciones. Por otra parte, si el enemigo sabe que nosotros interpretaremos estos indicios de la manera que aquí se describe, entonces puede fingir esas acciones para engañarnos. Y, como es evidente, también podemos fingir nosotros y crear signos falsos.
. Aunque todos los signos sean favorables, nunca debemos confiarnos, pues pueden ser falsos y, además, el enemigo, a pesar de encontrarse en una situación desfavorable o incluso desesperada, quizás esté dispuesto a luchar hasta la muerte.
. Aunque Sun Tzu dice que el general debe ganarse la autoridad moral sobre los soldados, también insiste en la importancia de no descuidar la disciplina, puesto que puede verse llevado por la benevolencia o el afecto hacia sus soldados. Por ello, entre los cinco factores fundamentales de la guerra que enumera en el primer capítulo, a veces se traduce el quinto, el método, como «disciplina».
. En «La forma del terreno» (地形, Dìxíng), Sun Tzu también se ocupa de los terrenos. ¿Cuál es la diferencia entre los que examina aquí y los del capítulo siete o los del once? En cierto modo, en el capítulo anterior se refería a terrenos peligrosos, como selvas, pozas y pantanos, y otros lugares que debemos evitar; mientras que aquí su visión es más amplia y nos habla de territorios en los que podemos establecernos o plantear batalla.
. El «terreno accesible» (通形, tōng xíng) es el que está bien comunicado, al que se puede acceder con facilidad y en el que se pueden recibir suministros y refuerzos.
. El «terreno intrincado» (挂形, guà xíng) es un lugar engañoso, enmarañado o traicionero. Zhao Benxue afirma que se trata de un territorio en el que es fácil entrar, pero no tan fácil salir, por ejemplo porque descendemos taludes que después no se pueden ascender si nos persiguen.
. En el «terreno indeciso» (支形, zhī xíng) resulta difícil tomar una decisión. La ausencia de elementos que nos empujen a actuar de una u otra manera provoca indecisión. Por eso, lo mejor es retroceder, dejando señuelos al enemigo para que se decida a abandonar su posición segura, y entonces desencadenar nuestro ataque cuando menos lo espere.
. El «terreno estrecho» (隘形, ài xíng) está encerrado entre grandes paredes. No es necesariamente un desfiladero entre montañas, sino un lugar en el que se puede plantear batalla, siempre y cuando seamos nosotros quienes lleguemos primero y controlemos los pasos. Si es el enemigo quien bloquea los pasos, es preferible rehuir la lucha.
. En el «terreno accidentado» (險形, xiăn xíng) hay desfiladeros, colinas, ríos, alturas y pendientes. Como ya sabemos, es necesario que ocupemos las alturas soleadas (yang), por lo que, si el enemigo ha llegado antes, lo mejor es retirarse. A los peligros de emboscadas, lanzamiento de piedras o agua, se unen los de posibles desprendimientos naturales, desbordamiento de ríos o tormentas inesperadas, que en una posición rodeada de alturas o en un valle profundo pueden resultar fatales.
. En el «terreno distante» (遠形, yuăn xíng) nos encontramos muy lejos del enemigo, por lo que no está claro qué estrategia debemos seguir: si avanzamos, seremos nosotros quienes nos agotemos frente a un enemigo que se mantiene fresco. Naturalmente, estas consideraciones tienen sentido si las fuerzas son equivalentes.
. La fuerza de choque de la vanguardia puede ser de importancia fundamental en una batalla. Los cuerpos de élite, entre ellos la caballería y los que soportan el primer choque, son determinantes. No todos los estrategas piensan de la misma manera y muchos consideran que la mejor fuerza debe conservarse para dar el golpe decisivo en un momento comprometido del combate.
. Existen seis situaciones desastrosas a las que se puede ver enfrentado un ejército:
— La «huida» (走, zŏu): Sun Tzu no se refiere a la huida como estratagema, sino como calamidad: la huida del ejército tras una derrota por culpa de las decisiones equivocadas del general.
— La «insubordinación» (弛, chí): puede producirse si el mando es débil y las tropas son débiles: en ausencia de un mando claro, los oficiales y soldados más decididos ocuparán ese vacío y la indolencia y la insubordinación serán un peligro constante.
— La «parálisis» (陷, xiàn): puede suceder cuando contamos con un gran general y con estupendos oficiales, pero con una tropa muy deficiente.
— El «colapso» (崩, bēng): ocurre cuando surgen problemas entre el general y sus oficiales. Este era un peligro muy frecuente en la China antigua, pues se contaba con oficiales que pertenecían a diferentes feudos o que eran nobles no siempre satisfechos con su posición jerárquica. Cuando cada oficial toma decisiones sin tener en consideración la estrategia general, la mejor manera de describir el resultado es «colapso».
— El «caos» (亂, luàn): el general debe esforzarse por ser claro en sus órdenes, para no confundir a sus oficiales ni a su ejército. La precisión de las órdenes, el carácter decidido de generales y oficiales, y la falta de vacilaciones son fundamentales para mantener la disciplina y confianza de las tropas. Aunque la prudencia es una de las grandes virtudes de cualquier estratega y Sun Tzu nos ha advertido de los peligros de la temeridad, se debe transmitir siempre seguridad, pues los hombres se están jugando la vida.
— La «derrota» (北, běi): un general debe saber dirigir tropas, pequeñas o grandes, pero también debe saber cuándo utilizar unas y cuándo las otras. El peligro de emplear una fuerza inferior contra una poderosa es la derrota.
. Se concluye de manera elocuente que el terreno, el factor tierra, es un verdadero aliado del ejército, y que debemos considerarlo tan importante como el número de nuestras tropas o las armas de que disponemos. Por eso ha de evaluarse con la máxima atención.
. Sun Tzu insiste de nuevo en que, en el terreno de batalla, el único que debe mandar es el «general» (將, jiāng), incluso aunque para ello deba desobedecer las órdenes o deseos del «soberano» (主, zhŭ).
. Sun Tzu exhorta al general a que trate a sus soldados como a sus propios hijos, con benevolencia, participando de sus dificultades y compartiendo sus momentos buenos y malos, pero también con una férrea disciplina que impida que se conviertan en niños malcriados. Dice Maquiavelo en El príncipe: «De aquí surge una controversia: si es mejor ser amado que temido o viceversa. Se contesta que correspondería ser lo uno y lo otro, pero, como resulta difícil combinar ambas cosas, es mucho más seguro ser temido que amado».
. Sun Tzu termina el capítulo retomando la idea de que debemos conocer al enemigo, y también a nosotros mismos. Eso nos garantizará la victoria en cien batallas. Cuando el general sabe que es invulnerable (porque se ha asegurado de serlo) y que el enemigo es vulnerable, entonces tan solo necesita conocer el terreno. En consecuencia, la victoria será segura si nos conocemos a nosotros mismos, si conocemos al enemigo... y si también conocemos el terreno.
. Si en el capítulo anterior Sun Tzu se refirió a seis tipos de terreno, ahora, en «Los nueve escenarios» (九地, Jiŭ dì), va a examinar otros nueve. En el primer caso se trataría en gran medida de cuestiones topográficas y geográficas que afectan al terreno, mientras que aquí Sun Tzu parece referirse a escenarios bélicos o a situaciones estratégicas más complejas, es decir, lo que se conoce como el «teatro de operaciones».
. Estos son los nueve tipos de terreno, pero entendidos de una manera amplia, como situaciones en las que se puede encontrar un ejército o como escenarios bélicos:
— «Escenario de dispersión» (散地, sàn dì): estamos en nuestro propio territorio y eso hace más fácil que los soldados de nuestro ejército quieran regresar a sus hogares.
— «Escenario de deserción» (輕地, gīng dì): porque nuestros soldados, al hallarse cerca de su propio territorio, pueden desertar por temor a seguir internándose en territorio enemigo.
— «Escenario estratégico» (爭地, zhēng dì): porque puede resultar favorable a quien lo domina; puede ser, por ejemplo, un paso estrecho de fácil defensa, como el de las Termópilas, donde unos cientos de soldados espartanos, tespios y tebanos detuvieron al inmenso ejército persa durante el tiempo necesario para que el resto de los estados griegos se preparara para la invasión. Algunos comentaristas se han preguntado a qué se debe que Sun Tzu diga que en el escenario estratégico no se debe atacar. La razón parece ser que, cuando el enemigo ocupa ese terreno, cuenta con ventaja; mientras que, si somos nosotros quienes lo ocupamos, lo mejor será mantenernos en él, ya que podríamos perder la ventaja si lo abandonáramos para lanzar un ataque.
— «Escenario abierto» (交地, jiāo dì): porque es un lugar en el que resulta fácil el abastecimiento y que las tropas se asienten sin peligros evidentes.
— «Escenario de encrucijada» (衢地, qú dì): porque es un terreno fronterizo, de confluencia entre feudos o estados. Además de estrechar los lazos con los aliados, debemos crear disensiones en el bando contrario.
— «Escenario crítico» (重地, zhòng dì): porque el riesgo de desastre es máximo. Cao Cao dice que es un territorio en el que la retirada es difícil debido a que avanzar es peligroso y retroceder ya no es posible.
— «Escenario de destrucción» (圮地, ): puede tratarse de un terreno poco sólido, quizás inundado o pantanoso, por el que resulta muy difícil desplazarse.
— «Escenario cercado» (圍地, wéi dì): es un terreno en el que resulta difícil entrar o salir y en el que es fácil tender emboscadas, pero también sufrirlas.
— «Escenario mortal» (死地, ): un terreno en el que lo único que podemos hacer es luchar, como dicen Cao Cao y Li Quan, porque enfrente tenemos una montaña infranqueable, ríos a los lados, y la retirada es imposible.
. Del mismo modo que nosotros tenemos que permanecer siempre unidos, debemos conseguir que el enemigo no lo esté. Hemos de separar su vanguardia y su retaguardia, impedir la conexión entre las grandes y las pequeñas divisiones, y entre las tropas de élite y el grueso del ejército. También debemos fomentar la división entre la tropa y los oficiales o entre el general y los oficiales. Se puede lograr mediante un ataque directo o indirecto, atacando las vías de comunicación y abastecimiento, o bien, como veremos en el capítulo trece, mediante el espionaje, la desinformación y la contrainformación.
. Muchas operaciones triviales no lo son cuando se llevan a cabo con tal rapidez que el golpe resulta imparable por lo inesperado. Muchos ejércitos han logrado salvarse gracias a la rapidez. La sorpresa casi siempre está asociada al engaño, pero la velocidad es uno de los mejores métodos para sorprender al enemigo. En ciertas ocasiones no podemos ir más rápido, pero sí podemos hacer creer al enemigo que avanzaremos mucho más despacio y así sorprenderlo.
. A medida que se penetra en territorio enemigo, la unión entre la tropa se va haciendo cada vez más intensa, pues los soldados se encuentran lejos de su territorio y dependen de sus compañeros, de los oficiales y del general para su supervivencia. En el escenario de deserción, es decir, cuando apenas hemos entrado en territorio enemigo, no hay que detenerse, puesto que los soldados podrían pensar en regresar a sus hogares. Hay que penetrar más profundamente para que se queden en cierto modo huérfanos y consideren al general como a su padre, como el único que puede hacerlos regresar a sus hogares tras una campaña victoriosa.
. Sun Tzu recomienda el método de poner a los soldados y oficiales ante una situación tan desesperada que tengan que elegir entre luchar con todas sus fuerzas o morir, para que así den lo mejor de sí mismos. Es algo que se puede aplicar en cualquier situación, como cuando en un trabajo nos encontramos ante una deadline (literalmente, «línea mortal») o plazo límite de entrega que nos impide seguir procrastinando o buscando excusas para no emplearnos a fondo. También, como es obvio, tiene que ver con el mecanismo del estrés, que hace que nuestro organismo reaccione con recursos insospechados en situaciones de tensión máxima. Sin embargo, este es un principio al que no podemos recurrir siempre. En los ejércitos modernos se intenta que los soldados sientan que no están situados una y otra vez en la delgada línea que separa la vida de la muerte, porque también es recomendable que crean que saldrán con vida de la siguiente batalla gracias a su superioridad numérica, militar o estratégica. La confianza es beneficiosa y hace que un ejército luche con más eficacia a medio y largo plazo.
El consejo de poner a los soldados en peligro de muerte para que se revuelvan como fieras y den lo mejor de sí mismos se debe aplicar de manera inversa cuando somos nosotros quienes contamos con ventaja, y por eso Sun Tzu recomienda no poner al enemigo ante una situación de vida o muerte, pues entonces dará lo mejor de sí mismo, cosa que, por supuesto, no nos conviene. Por eso debemos dejar siempre al enemigo una salida aparente o una esperanza de escapar.
. Un buen general logra que sus soldados hagan lo que tienen que hacer sin que sea necesario perseguirlos de un lado a otro con órdenes y castigos. El secreto no está en la no-acción, sino en todo lo contrario: consiste en llevarlos a situaciones en las que actuarán por su propia voluntad debido a que se encuentran aislados en territorio enemigo o en un peligro extremo.
. Sun Tzu se muestra contrario a los métodos de adivinación y a cualquier superstición, que no solo no tienen ninguna utilidad real para ganar una batalla o una guerra, sino que también pueden afectar psicológicamente de manera negativa al ejército. Ahora bien, incluso en el caso de que los augurios fueran correctos, podríamos interpretar el pasaje de una manera cínica: «Si los augurios dicen que vamos a ganar la batalla, pero que casi todos los soldados morirán, mejor que ellos no se enteren».
. Este pasaje ha recibido diversas interpretaciones. En algunos casos se traduce como si se dijera que los oficiales o soldados no disponen de riquezas y que tampoco esperan una larga vida. Parece más razonable entender que lo que quiere expresar Sun Tzu es que los oficiales no renuncian sin más a las riquezas que poseen, y no es que los soldados no deseen una larga vida. Lo que sucede es que, llevados por las circunstancias, unos y otros se ven obligados a separarse de sus riquezas o a enfrentarse a la muerte.
. Una nueva referencia histórica que nos lleva a la época de Primaveras y Otoños y al reino de Wu en los años en los que se dice que estuvo allí Sun Wu. El aquí mencionado Zhuan Zhu fue contratado por el futuro rey Helü para que asesinara al rey Wang Liao en el año 515 a. e. El asesinato se cometió escondiendo una daga dentro de un pescado servido en un banquete. Zhuan Zhu logró sacar la daga y matar al rey, pero después murió a manos de la guardia real.
El otro personaje es Cao Gui, quien, después de que el estado de Qi venciera al estado vecino de Lu en el 681 a. e. y le arrebatara parte de su territorio, se acercó al triunfador, el señor de Huan, y lo amenazó con una daga, exigiéndole que deshiciera la anexión por considerarla injusta. El señor de Huan aceptó y Cao Gui se retiró sin que nadie le hiciera daño.
. La serpiente Shuairan (率然, shuàirán) tiene la particularidad de que se defiende rápidamente con la cabeza si le atacan la cola, con la cola si le atacan la cabeza, o con la cabeza y la cola si le atacan el cuerpo. Es el ejemplo perfecto de un organismo en el que todas las partes contribuyen a un mismo fin, en este caso su propia supervivencia. El ejército debe ser como un organismo y por eso la serpiente Shuairan es una metáfora de las formaciones militares.
. Según la leyenda, el estratega Sun Wu ayudó al reino de Wu primero contra Chu y después contra Yue, por lo que esta referencia a la enemistad entre Wu y Yue es uno de los argumentos a favor de la datación de El arte de la guerra en la época en la que estos dos reinos se enfrentaron, hacia el año 500 a. e.
. Sun Tzu parece aludir a lo que los psicólogos llaman un «superobjetivo»: si dos personas o dos pueblos se odian, pero se enfrentan a un desafío que amenaza a ambos, como una barca que se hunde, pueden llegar a unirse y colaborar. Por eso se dice de manera irónica que la mejor manera de que la humanidad por fin se uniera sería una invasión alienígena.
. Al parecer, son técnicas destinadas a impedir la huida de los soldados. Al estar los caballos trabados y las ruedas de los carros atrancadas en el barro, no es posible usarlos para escapar de la batalla. También podría referirse a un sistema de defensa que consistiría en situar los carros en formación, como vemos en las películas del salvaje Oeste, con los carromatos formando un círculo defensivo. En cualquier caso, la intención de Sun Tzu es insistir en que las buenas técnicas para dirigir a un ejército y ejercer el mando requieren que los soldados colaboren en la causa común movidos por su deseo de supervivencia y por intereses compartidos, no solo por obligación o temor.
. Lo «duro» (剛, gāng) y lo «blando» (柔, róu) parecen aludir de manera general a lo favorable y lo desfavorable, a las condiciones que nos ayudan y las que nos perjudican, a los momentos en los que somos superiores y aquellos en los que estamos en inferioridad. Pero también puede referirse a cómo un ejército debe aprovechar los puntos débiles del enemigo para golpear con toda la fuerza, al mismo tiempo que evita sus puntos fuertes o duros.
. Este pasaje confirma que Sun Tzu considera que el arte del buen estratega consiste en situar a sus hombres ante situaciones en las que no tengan más remedio que actuar de la manera que él desea que actúen.
. Sun Tzu insiste en la necesidad del secreto, el misterio, el silencio y la inescrutabilidad del general. Los planes del general no deben ser conocidos por el enemigo, pero tampoco por sus propios oficiales. En primer lugar, porque podría haber espías infiltrados. Además, porque si no se conocen con exactitud los objetivos, tampoco se sabe si se ha fracasado o no. Si se anuncia un objetivo, la decepción puede ser muy grande de no alcanzarse. Los prestidigitadores y magos nunca anuncian qué es lo que van a hacer exactamente, lo que les permite presentar un pequeño fracaso como si fuera un pequeño éxito. Otra de las razones que motivan el secreto es que muchos soldados no querrían seguir participando en una maniobra que puede llevarlos a una muerte casi segura.
En cualquier caso, el general no debe olvidar que en el campo contrario también puede haber buenos estrategas, así que tiene que descartar las primeras estratagemas que se le ocurran. Hay que rechazar lo primero que nos ofrece la intuición, como un buen detective (Sherlock Holmes: «Nunca me fío de las primeras impresiones») o como un buen guionista («Siempre rechazo las primeras ideas para un desenlace»), porque eso se le ocurrirá también a nuestro enemigo o a nuestra audiencia. Nuestros planes deben resultar insondables.
. Con «tirar la escalera y quemar los barcos» se refiere a que hay que mostrar al propio ejército que la única opción que tenemos es vencer o morir, y que no hay camino de regreso fácil, por lo que la única posibilidad de salvación consiste en luchar y vencer.
. Sun Tzu ofrece una nueva síntesis del arte de la invasión; aunque es un poco repetitiva, no carece de interés, pues ciertos asuntos se expresan aquí con más claridad y algunos pasajes sirven para decidir cómo interpretar ideas expresadas anteriormente.
. Puede parecer sorprendente que, junto con las nueve situaciones o escenarios y las ventajas de avanzar o retroceder, Sun Tzu aluda al conocimiento de las emociones humanas, pero en realidad ese es el tema que ha estado tratando a lo largo de casi todo el capítulo, al decirnos que la mejor manera de dirigir un ejército consiste en poner a los hombres en situaciones sin salida o lejos de sus hogares, porque eso hará que actúen como queramos. Más que confiar en discursos o arengas, a la manera de grandes estrategas como Alejandro Magno, Julio César e, incluso, Napoleón, Sun Tzu considera que la situación estratégica es mucho más efectiva. De todos modos, también considera importantes los discursos y las arengas, como cuando en el capítulo dos recomienda despertar la cólera de los soldados o su deseo de recompensas para animarlos a luchar.
. Conviene conocer las verdaderas intenciones de los señores feudales para no establecer alianzas que se pueden volver contra nosotros. También se debe contar con guías locales y con un profundo conocimiento del territorio por el que vamos a movernos.
. El «hegemón» (霸王, bàwáng) era el gobernante que se convertía, previo acuerdo con los otros estados, en el representante del poder Zhou. Esta mención al hegemón es coherente con la atribución de El arte de la guerra a Sun Wu, el estratega de los reyes Helü y Fuchai de Wu (hacia el año 500 a. e.), pues, a pesar de ser un estado sureño recién incorporado a los estados de los Zhou, Wu presumía de un parentesco lejano con ellos. Además, se sabe que el rey Fuchai de Wu reclamó la hegemonía y que quizás la obtuvo. El significado de bawang o «rey hegemónico» es «el que gobierna mediante la fuerza». El título dejó de usarse pocas décadas después de la época de los reyes Helü y Fuchai.
. Las alianzas son un elemento clave en cualquier estrategia militar, pero Sun Tzu desconfía de ellas. Aquí parece dejar claro que un rey hegemónico solo debe depender de sí mismo y no sostenerse en alianzas; además, debe impedir que sus enemigos se alíen o formen ejércitos propios.
. Se insiste en el carácter imprevisible del estratega, en su no sometimiento a ninguna regla o hábito, en su capacidad de sorpresa y en su inescrutabilidad. Es uno de los momentos en los que Sun Tzu se expresa con menos disimulo y de manera más maquiavélica. Sin embargo, este tipo de comportamiento puede dejar de dar tan buenos resultados cuando el enemigo ya nos conoce bien, es decir, a medio y a largo plazo.
. Si se coloca a los soldados en una situación desesperada, no tendrán otro remedio que dar lo mejor de sí mismos si quieren sobrevivir.
. Otra de las célebres sentencias de Sun Tzu es que podemos matar o, al menos, vencer al general enemigo a mil li de distancia. Se puede lograr mediante estratagemas o atacando los planes del enemigo, fingiendo adaptarnos a sus designios para sorprenderlo de la manera más inesperada.
. El comentarista Chen Hao sugiere que este bien más preciado del enemigo pueden ser ventajas estratégicas o personas y objetos importantes.
. Sun Tzu insiste una y otra vez en que solo se debe luchar cuando estamos por completo seguros de que la victoria será nuestra. Mientras tanto, debemos evitar el combate, buscar las debilidades del enemigo y conducirlo a todo tipo de trampas y emboscadas. Hay que esperar el momento oportuno, la ocasión propicia. Ahora bien, Sun Tzu no descarta que tarde o temprano se produzca una batalla decisiva, un concepto muy napoleónico o clausewitziano, que sorprenderá a algunos admiradores de Sun Tzu.
. Sun Tzu alaba una cualidad considerada femenina en la antigua China: la de la muchacha inocente e ingenua que parece no esconder nada y de la que nadie desconfía. Mediante esta fingida inocencia se logra que el enemigo no sospeche de nuestras intenciones, que se descuide y deje un resquicio o una puerta abierta, por la que debemos entrar sin dudarlo.
. En este breve capítulo, «El ataque con fuego» (火攻, Huŏ gong), Sun Tzu se ocupa de asuntos que se relacionan con el factor más descuidado de los cinco fundamentales: el cielo, es decir, la climatología y todo lo que se relaciona con las estaciones, como el viento y la lluvia, el frío y el calor o la luz y la oscuridad. Su intención es señalar los días o los momentos más propicios para un ataque con fuego.
. Si tenemos en cuenta la tendencia de Sun Tzu a elegir aquello que suponga menos esfuerzo, gastos y coste en vidas humanas, el orden de preferencia podría ser el contrario al del texto: lo más preferible sería quemar las comunicaciones, y lo menos, quemar a los soldados.
. Las constelaciones mencionadas se corresponden con Sagitario, Pegaso, Cráter y Cuervo. Son cuatro de las veintiocho constelaciones en las que dividían los astrónomos de la China antigua la esfera celeste. Hay que tener en cuenta que no se trata de una interpretación astrológica, sino astronómica, pues esas constelaciones marcan ciertos momentos del año. Victor Mair señala que no existe ninguna prueba de que el viento sople con más fuerza en los días en los que la luna se sitúa bajo las cuatro constelaciones mencionadas por Sun Tzu.
. Hay que suponer que hemos logrado tener espías infiltrados o traidores en el campamento enemigo, o que nuestros exploradores han logrado entrar en él y encender un fuego.
. A algunos lectores no les queda claro cuáles son las cinco maneras de atacar con fuego:
— Atacar si el fuego se produce en el interior del campamento enemigo.
— Permanecer a la espera si no se observan signos de pánico ante el fuego.
— Encender un fuego desde fuera si es el momento oportuno, y para evitar ser nosotros víctimas de él.
— No combatir con fuego con el viento en contra.
— Tener en cuenta que el viento no se mantendrá con la misma intensidad durante la noche como durante el día.
. Aunque el agua también resulta útil en un ataque contra el enemigo, el fuego lo es mucho más, porque puede causar la destrucción total.
. Si hemos movilizado un ejército y hemos consumido el dinero del tesoro público, conduciendo a nuestros hombres al peligro máximo, lo menos que debemos hacer es llevar ese esfuerzo hasta su lógica consecuencia: la victoria definitiva, en especial si la tenemos al alcance.
. A veces se pierden guerras porque el general no ha podido actuar hasta el final debido a que el soberano se lo ha impedido. También se puede entender como que el gobernante debe reflexionar antes de iniciar una guerra y que, una vez sopesados los factores a favor y en contra, el general debe actuar hasta el final para alcanzar la victoria y obtener los máximos beneficios. El problema es que no siempre es fácil saber cuándo se debe detener una guerra. En ocasiones, llegar hasta el final puede tener efectos contraproducentes, al perderse la oportunidad de imponer una paz ventajosa.
. Sun Tzu termina este capítulo con un nuevo llamamiento a la prudencia y el cálculo, a no dejarse llevar por la furia y a valorar con cuidado el empleo de la fuerza o el sacrificio de los soldados.
. El uso de «espías» (用間, yòng jiān) es uno de los capítulos más interesantes de El arte de la guerra. En él se señala de manera contundente la importancia que tiene la información en cualquier conflicto, un concepto de relevancia extrema en la actual guerra de la información en las redes.
. Sun Tzu apela a la responsabilidad del general y el soberano al emprender una guerra, que puede llegar a arruinar un estado.
. Esta mención a «setecientas mil familias» se debe a que se organizaba a los agricultores en grupos de ocho familias, en forma de cuadrado en torno a un cuadrado central. El cuadrado central era de uso común o bien para el estado. Si organizamos un ejército de cien mil hombres, eso significa que el hijo varón de uno de los cuadrados irá a la guerra y que setecientas mil familias (los siete cuadrados exteriores) tendrán que trabajar más para suplir el esfuerzo de los ausentes y alimentar a las familias que mantienen a sus hijos varones en la guerra (el octavo cuadrado exterior). Por no hablar de los recursos extraordinarios que la propia guerra demanda.
. La batalla decisiva es un concepto que ya vimos al final del capítulo once y que define la estrategia napoleónica: concentración de la fuerza, detección y ataque al punto clave, y posterior destrucción del ejército enemigo. Eso sí, Napoleón tuvo casi siempre la fortuna de que sus enemigos estaban dispuestos a perder una y otra vez, es decir, que aceptaban enfrentarse a él en batallas decisivas. Cuando los enemigos están en inferioridad de condiciones, suelen recurrir a estrategias como la guerra de desgaste, evitando así las batallas decisivas, como recomienda Sun Tzu y como hicieron los españoles y los rusos contra Napoleón.
. Frente a los gastos infinitos de una guerra, es absurdo no emplear unas cuantas monedas para conocer la verdadera situación del enemigo: es decir, para pagar a los espías.
. Sun Tzu deja muy claro que el «conocimiento previo» (先知, xiānzhī) no se puede obtener mediante métodos de adivinación. Aun así, añade que tampoco se puede conseguir por analogía o comparación, ni mediante el cálculo o la deducción, sino tan solo mediante la observación, la investigación sobre el terreno y la obtención de información relevante, para lo que son fundamentales los exploradores, los guías locales y, de manera especial, los espías.
. Nadie debe saber cómo trabajan los espías ni quiénes son. El secreto a su alrededor debe ser absoluto. Es la «madeja invisible» (神紀, shén jì), o la «trama», la «red», la «maraña», el «ovillo»...
. La madeja invisible se compone de cinco clases de espías:
— «Espías nativos» (鄉間, xiāng jiān): son los que habitan en el estado enemigo.
— «Espías internos» (內間, nèi jiān): son los que se reclutan entre los oficiales de nuestro enemigo. Como sucede con cualquier consejo de Sun Tzu, se puede aplicar tanto al enemigo como a nuestro propio bando.
— «Espías dobles» (反間, făn jiān): se reclutan entre los espías que ha enviado contra nosotros el enemigo. Son lo más importantes.
— «Espías muertos» (死間, ): reciben información falsa y la difunden en el bando enemigo, así que lo más habitual es que al final sean ejecutados; de ahí que se les llame «espías muertos».
— «Espías vivos» (生間, shēng jiān): son los que regresan con la información y van y vienen de un estado a otro.
. Es preciso distinguir lo verdadero de lo falso para no ser víctima de los espías y evitar caer en la trampa del enemigo, puesto que un espía doble puede ser también un espía triple. O puede que se trate de un espía muerto, enviado por el enemigo para hacer pasar por verdadera la información falsa. Nunca hay que olvidar que, aunque los espías nos permiten conocer la verdad, también pueden trasmitir mentiras, a favor o contra nosotros.
. Además de usar nuestros propios espías, debemos descubrir a los del enemigo, para lo que resultan muy útiles aquellos que hemos captado para nuestra causa entre los del enemigo, es decir, los espías dobles. Debemos descubrir a esos espías y, en vez de matarlos, seducirlos con grandes recompensas. Los espías nos han de facilitar hasta el último detalle del campo enemigo: los nombres de los generales, de sus oficiales, de la gente de la corte, de los suministradores de armas o alimentos. Cualquier información puede resultar útil.
Sun Tzu nos propone una aguda gradación en el uso de los espías. La clave está en los espías dobles. Gracias a ellos podemos obtener información en el campo enemigo, pues, como es obvio, fingen que todavía trabajan para nuestros rivales. Su información nos permite reclutar espías nativos entre la gente del estado rival, pero también internos, en la corte o las instituciones más importantes. Además, mientras que algunos de estos espías se convertirán en espías vivos, otros los emplearemos como espías muertos, es decir, para divulgar falsa información.
. Yi Zhi se rebeló contra el tirano Jie Gui, último rey de los Xia, y en consecuencia fue un traidor a su pueblo, puesto que se convirtió en espía para los Shang.
Lü Ya es Jiang Ziya o Lu Shang, es decir, el Taigong o Gran Duque, un legendario estratega anterior a Sun Tzu. El Taigong ayudó al rey Wen y a sus sucesores a acabar con el último rey y tirano de los Shang, Zhou Xin. Los Yin son la dinastía Shang.
Aproximadamente 500 metros.
The Art of War. Sun Tzu's Military Methods, traducción de Victor Mair, Nueva York, Columbia University Press, 2009.
Daniel Tubau examina estas semejanzas en detalle en su libro El arte del engaño, Barcelona, Ariel, 2018.