LIBRO IV
LIBRO IV
Prólogo
Mientras preparaba la edición de mis apuntes sobre mulomedicina, muchas veces se vio interrumpido mi trabajo por los lamentos de ciudadanos y amigos que lloraban las enfermedades y muertes del ganado vacuno, ruinosas en grado sumo, pidiéndome encarecidamente que diera a conocer al público todo lo que se hubiera escrito en favor de la salud de animales tan útiles.
Cediendo, pues, a estos muy nobles deseos de mis amigos, 2 he seleccionado los contenidos principales de diferentes autores y con estilo llano los he recogido en un libro muy breve, cuyo éxito mayor será que no disguste al erudito y logre entenderlo el boyero.
De máximo estímulo me han sido la utilidad de los propios 3 bueyes y la gratitud que merecen, sin los cuales en modo alguno podrá la tierra cultivarse ni el género humano alimentarse. Pues todas las legumbres y cereales se deben a los bueyes y a los arados, e incluso se perdería la utilidad de las viñas si no se fatigaran los carros transportando sus rodrigones.
¿Y qué diremos de la compra de diferentes mercancías, 4 cuando incluso entre los objetos muebles todo lo que es de bastante peso se hace casi imposible de mover sin vehículos de transporte? Y también los demás animales y las propias aves de corral obtienen del trabajo de los bueyes su alimento. En efecto, ¿de dónde el ingenio de los propietarios sacaría cebada para los caballos, de dónde comida para los perros, de dónde sustento para los cerdos si no se cosechara el grano con el trabajo de los bueyes?
5 Y para no alargarme, a los bueyes debe sus alimentos todo ser capaz de alimentarse. Unos pueblos utilizan mulas; otros, camellos; algunos pocos, elefantes, aunque de forma limitada: pero ningún país puede prescindir de los bueyes. 6 En fin, volviendo a los escritos de hombres de sumo juicio, bajo cuya autoridad se asegura que la Justicia abandonó la Tierra al sentirse atropellada por la matanza de animales y retornó a la comunidad celestial[1]: ¿qué mayor gloria que una diosa tan equitativa fuera obligada a huir de la Tierra por la muerte de los bueyes y en cambio permanecía aquí mientras se cometían asesinatos?
7 Conviene, pues, aplicarse a una doble tarea: a conservar su salud intacta y, si contrae una enfermedad por azar, por negligencia o a consecuencia del trabajo, a curarla por el método de una adecuada medicina.
1Cuidados para que los bueyes se conserven sanos
Para que los bueyes vivan muchos años y estén sanos, conviene que el boyero o el propietario tomen medidas para que durante los rigores invernales estén protegidos en un recinto muy caliente y, 2 si es posible, próximos siempre a una hoguera. Pues por una especie de favor natural el fuego es siempre beneficioso para estos animales, bien porque hace transpirar todo el humor superfluo y pernicioso, o porque expulsa el frío cogido durante la pastura o el trabajo, o porque con el vapor de las llamas se curan las partes internas.
El pesebre deberá estar bien construido para que no se 3 pierda nada de forraje entre los pies de los animales. El establo hay que situarlo en un lugar seco y limpiarlo a menudo, cubriendo diariamente el suelo con forraje que no sirva para alimento, a fin de que los bueyes se tumben en condiciones de mayor sequedad y blandura.
Igual aplicación se pondrá también, cuando se trae de la 4 faena a los bueyes, en bañarles el cuello con vino tibio y friccionarlo durante mucho tiempo. Y cuando vuelven cubiertos de 5 lodo del camino o de los pastos, antes de llevarlos al establo, hay que lavarles los pies empleando agua a fin de que las inmundicias adheridas a su cuerpo no le produzcan úlceras, o no ablanden sus pezuñas o, al menos, no les causen molestias cuando estén comiendo ni desasosiego cuando quieran dormir.
Al igual que en invierno hay que preservarlos del frío con 6 todos los medios, en los meses de verano hay que tratar de buscarles aire fresco. Por eso conviene tenerlos de día a la sombra y por la noche al sereno. Pues, si se abrasan de calor, 7 no contraen menos enfermedades que si se aterecen. Además, es muy útil darles a tragar cada siete días un huevo crudo con una hemina de sal y un sextario de vino por cabeza.
Es bueno también mezclar ajo machacado y sebo de 8 macho cabrío, añadir también y majar verbena, agregar ruda y harina de yeros y hacérselo tragar con vino. Hay que evitar 9 sobre todo que se fatiguen por correr demasiado o por largos viajes, o que se vean agobiados por cargas demasiado pesadas, pues al excesivo cansancio le sigue la enfermedad y todo animal es débil si se revienta a trabajos.
10 Respecto al agua, esta clase de animales no la necesitan muy clara ni sufren de forma especial por beberla sucia. No obstante, es deber del boyero diligente el procurar que la beban 11 siempre limpia y de la mejor calidad. Hay que poner el máximo esmero en tenerlos siempre saciados de alimentos convenientes y copiosos y en que estén gordos, pues toda enfermedad tiene su principio en la delgadez: al animal agotado lo revienta más rápidamente el trabajo, le hace sufrir el calor y lo penetra el frío.
12 Por tanto, en los meses de estío, no bastan los pastizales, hay que añadirles follaje de diversa clase y que esta variedad haga disminuir su inapetencia. En invierno, hay que engordarlos no sólo con paja, sino también con heno, cebada y lo más 13 frecuentemente con yeros. Nadie reparará en gastar demasiado en alimentos si se detiene a pensar cuántas pérdidas más ocasionan las muertes de los bueyes por escasez de aquéllos.
2De las enfermedades de los bueyes y, en primer lugar, del máleo
Contra las enfermedades de los bueyes hay que tener unas precauciones no menores que contra las de los caballos. En efecto, al ganado equino lo destruye por contagio la enfermedad denominada máleo al propagarse en sus diversas manifestaciones a muchos animales; a los bueyes los mata también esa misma enfermedad, aunque unos la denominan de una forma y otros de otra, siendo conocida por la gente comúnmente como acano.
2 Si esta enfermedad ataca alguna vez a un buey, se reconoce por estos síntomas: tiene el pelo erizado y está decaído, los ojos inmóviles, la cerviz agachada y le fluyen babas continuamente de la boca, tiene un andar más torpe, la espina dorsal muy rígida, total inapetencia y poca rumia.
3 Si procuras socorrerlo en los primeros momentos, se librará del peligro, pero si por descuido se aplica el remedio demasiado tarde, el mal pestífero, muy arraigado, se fortalece y no puede ser vencido.
Así pues, cuando el buey empieza a sentir disgusto, le 4 alivia esta poción útil contra cualquier clase de enfermedad: majas en el mortero tres onzas y media de escila cortadas por menudo y además raíces de álamo joven arrancadas de la tierra y bien lavadas, echas tres libras de ello en siete sextarios de vino añadiendo un sextario de sal y le haces tragar a cada buey un sextario durante siete días.
Y si quieres «acorazar» a los bueyes todo el año contra las 5 enfermedades incurables, al comenzar la primavera, es decir, desde los idus de febrero, le darás a diario durante quince días seguidos esa poción: es tan saludable, según la experiencia demuestra, que los bueyes tratados así no son atacados durante todo el año por ninguna enfermedad contagiosa.
También la composición siguiente preserva de las enfermedades 6 y además aumenta las fuerzas de los animales: majas muy bien hojas de alcaparra, hojas de mirto silvestre, hojas de ciprés, tres onzas de cada especie; lo pones a remojo en un congio de agua, lo dejas al sereno una noche y le das luego al buey en ayunas un sextario diario durante tres días. Esta poción eficaz para endurecer a los animales hay que hacerla cuatro veces al año, en los últimos días de primavera, verano, otoño e invierno.
Esta composición cura enfermedades y dolencias: machaca 7 muy bien tres onzas de bayas de laurel, de genciana, de aristoloquia alargada, de mirra y de betónica, mézclalo con vino y de ello le das al animal por la boca tres heminas diarias durante tres días consecutivos.
También unos dientes de ajo machacados purgan la cabeza 8 de los animales inyectándolos con vino por las fosas nasales. Se les hace tragar huevos crudos con miel y así desaparecen la inapetencia y las náuseas. Es útil echar sal en el forraje y esparcir también sobre él por la mañana marrubio triturado, con aceite y vino. También es bueno darles incienso en polvo 9 con vino, bien echándolo por las fosas nasales o haciendo que lo tome por la boca. También los productos hortícolas suministran a los bueyes otras medicinas no menos útiles, pues si uno maja una buena cantidad de puerros, ruda, apio y hierba sabina, lo mezcla con vino y le da a beber tres heminas diarias, 10 los alivia en sus enfermedades. Hay muchos que maceran en agua un tallo de nueza blanca picado, sérpol y un trozo de escila, y les dan a tragar tres heminas diarias durante tres días: esta poción les limpia el vientre y robustece las fuerzas.
11 Para curar las entrañas se considera especialmente saludable el alpechín, con tal de mezclarlo con la misma proporción de agua y de que el animal se acostumbre a beberlo. Pero como rechaza la bebida que desconoce, pese a tener sed, se espolvorea primero sobre los alimentos, después se le da la medicación con una poca cantidad de agua, por último se mezclan a partes iguales y se les da a pasto.
12 Si se hace correr a los bueyes en cualquier estación, pero sobre todo en verano, esto les aligera el vientre hasta dar en riesgo mortal o bien les produce accesos de fiebre. En efecto, como este animal es pesado por naturaleza y está adaptado al trabajo más que a la velocidad, se siente muy castigado si se le fuerza a una labor inusual. Es también peligroso que se acerquen a sus pesebres los cerdos o las gallinas, pues cuando un buey come con el forraje excrementos de gallina, al punto se ve atormentado por dolores de vientre muy fuertes y, tras hincharse, se muere.
13 Conviene ayudarlo de esta forma: mezclas tres onzas de simiente de apio con medio sextario de vino y dos libras de miel, tras calentarlo se lo viertes por la boca, lo fuerzas a andar y haces que le den masajes entre varios hasta que la poción le mueva el vientre.
14 También se cree que es un remedio saludable moler cifi con vino y dárselo por la boca. También es de mucha utilidad contra el estiércol de aves mezclar aceite y lejía de olmo o ceniza de cualquier clase de madera, con tal que esté bien cribada, y hacérselo tragar líquido y tibio.
Si el buey ha tragado excrementos de cerdo, al instante 15 sufre el contagio destructor de la conocida enfermedad del máleo. Cuando éste ataca a un rebaño de ganado mayor, bestias de carga, ganado vacuno o caballos duendos, es preciso sacar al instante de la finca todos los animales de los que se tiene la mínima sospecha y distribuirlos en sitios donde no haya ningún ganado pastando, para que ni se perjudiquen mutuamente ni causen daño a otros. Pues al pacer corrompen los pastos y al beber, las fuentes, los establos y los pesebres; y aunque los bueyes estén sanos, perecen al aspirar el olor de los apestados. Hasta el punto de que hay que arrojar también los cadáveres de los muertos fuera de los límites de la granja y sepultarlos a mucha profundidad bajo la tierra, no sea que los propios cuerpos de los sanos se contaminen en sus entrañas y perezcan.
3De las clases de peste bovina y del tratamiento de los afectados
Es verdad que la peste se denomina con un sólo término[2], pero comprende muchas y diferentes variedades que no me da pereza detallar para que las persoñas diligentes puedan advertirlas con cierta facilidad al tiempo mismo de su aparición.
2 Existe el muermo húmedo cuando a los bueyes les mana humor de la boca y las narices, seguido de inapetencia y malestar. El muermo es seco cuando no aparece ningún humor, pero el animal cada día adelgaza y empeora y no tiene las ganas de comer habituales. Es articular cuando los bueyes cojean a veces de los pies delanteros y a veces de los traseros, aun teniendo las pezuñas sanas.
3 Existe también el subrenal, cuando la debilidad empieza atacando la parte trasera del animal y parece como si le dolieran los riñones. Es farciminoso, cuando les salen a los bueyes por todo el cuerpo pequeños tumores, que revientan y da la impresión de que se curan, pero salen de nuevo en otras partes.
4 Existe además el subcutáneo, cuando a los bueyes les brota y fluye un humor maligno en diferentes partes del cuerpo. Existe la elefantiasis, cuando brotan en la piel, a semejanza de la sama, pequeñas cicatrices en forma de lentejas. Existe la locura, que, pese a estar bien alimentados los bueyes, los priva de los sentidos, de forma que ni oyen ni ven como de costumbre. De esta enfermedad perecen muy pronto aunque se les vea alegres y gordos.
5 Todos estos muermos están cargados de efectos contagiosos y si atacan a un solo animal, pasan con rapidez a todos y así provocan a veces la destrucción de la cabaña animal entera o de todos los animales domados. Por eso, cuando caen enfermos los animales, hay que aplicarse con todo celo en apartarlos y llevarlos a lugares donde no paste ningún animal. Con esto se evitará que su propio contagio ponga en peligro a todos y que luego, como suele ocurrir, vengan los necios a imputar al castigo divino lo que ha sido desidia del propietario.
Pero además, estas enfermedades tan funestas hay que 6 derrotarlas y curarlas con remedios muy selectos. Compras 7 pánace a los perfumistas. Llaman «eringe» a una planta que nace en la costa, cerca de las olas; tiene una flor como dorada o de color amarillento, sus hojas son como las del cardo silvestre y esparce sus raíces en una gran extensión bajo las arenas de las playas: arrancas esas raíces y, tras dejarlas secar a la sombra, las conservas en un lugar oscuro. Son muy útiles contra el máleo tanto de los caballos como de los bueyes.
Con ellas se compone esta poción: machacas bien a la 8 vez tres onzas de raíz de pánace, otras tantas de raíces de eringe y además tres onzas de semillas de hinojo, añades un sextario de harina de trigo previamente tostado y luego molido. Todo esto lo rocías con agua hirviendo y a cada buey le das nueve bolas de ello con miel o sapa[3].
Además, recoges sangre de tortuga marina y se la haces 9 tragar con vino. Como es difícil encontrar esta tortuga, dicen que sirve la común. Que la práctica decida si es fundada o no tal opinión, pues en las fuentes no se menciona la tortuga de tierra.
Mezclas a partes iguales polvo de mirra, de cañafístula y 10 también de incienso y echas diariamente por las fosas nasales del buey media onza de ello con un sextario de vino añejo. Este remedio lo administras durante tres días.
Además, las enfermedades que acabamos de mencionar 11 son «amargas» y no se vencen sino con pociones amargas, pues, según las reglas de la medicina, lo contrario se cura con pociones contrarias[4]. Por eso, debes mezclar bien en igual proporción polvo de ajenjo y de altramuces crudos y también de centáurea o peucédano y das a los bueyes por la boca tres cucharadas diarias con un sextario de vino añejo y tres onzas de aceite.
12 También la experiencia ha enseñado que es un remedio instantáneo el siguiente: la raicilla de la planta consíligo, que unos llaman «pulmonaria» y otros simplemente «raicilla», la coges con la mano izquierda y antes de salir el sol, porque se cree que así goza de mayor eficacia; luego, se graba con una aguja [o un pincho] de cobre una especie de círculo sobre la parte más ancha de la oreja y se pincha de forma que al romperse la piel brote un poco de sangre. 13 Tras hacer eso por ambas caras, perforas con la aguja el centro del redondel e introduces la raicilla en ese mismo agujero: cuando pase al otro lado, fluye por la herida todo el veneno pestífero hasta que sólo el círculo que ha sido marcado se empieza a pudrir y se cae, quedando así sanado el animal.
14 Se echan por las fosas nasales hojas de muérdago majadas con vino y así se alivia a cada buey o a rebaños enteros cuando les ataca el muermo.
15 También son muy útiles los sahumerios: mezclas a partes iguales azufre, betún, ajo, orégano, granos de coriandro y lo esparces sobre carbones encendidos; mantienes cubiertas durante mucho tiempo las cabezas de los bueyes sobre la vasija en que hayas encendido los sahumerios para que el humo llene su boca, cabeza y fosas nasales y así penetre en 16 el cerebro y las entrañas como remedio saludable. Pero también es muy bueno sahumarle todo entero para expulsar lejos de él la plaga perniciosa del muermo y evitar que contamine a los demás el contagio de la epidemia.
Hemos hablado de los remedios generales contra las enfermedades contagiosas que atacan a la vez a todos los animales; ahora añadiremos los remedios contra los males que sobrevienen a cada uno por separado y que no se transmiten a los otros.
4De la indigestión
Es muy nociva la indigestión, cuyos síntomas son éstos: frecuentes eructos, inapetencia, ruido de tripas, contracciones de músculos y escasa agudeza visual. Debido a ello, ni rumia el buey ni se limpia a lametones como suele.
Será útil hacerle tragar dos congios de agua caliente, pero que se pueda beber; inmediatamente después cueces un poco treinta coles y se las das con vinagre y mantienes al animal privado absolutamente de cualquier otro alimento.
Otras personas, a los que padecen indigestión los retienen 2 cerrados en el establo y no les dan de comer. Además, majan cuatro libras de ramones de lentisco y de acebuche, lo mezclan con una libra de miel y un congio de agua, lo ponen al relente durante una noche y después se lo echan por las fauces. Luego, al cabo de una hora, les echan cuatro libras de yeros macerados y molidos y les prohíben cualquier otra comida o bebida. En efecto, si se desatiende la indigestión, 3 se hinchan luego el estómago y los intestinos, provoca mugidos al animal, no le permite tomar bocado ni quedarse quieto, lo fuerza a tumbarse y revolcarse, y mueve con frecuencia el rabo.
Es un remedio confirmado por la experiencia atarle fuertemente con una cuerda o bramante la parte del rabo más cercana a las nalgas, echarle por las fauces un sextario de vino templado con una hemina de aceite y luego hacerle recorrer mil quinientos pasos a marcha ligera: si persiste el dolor, hay que cortar en redondo sus pezuñas e, introduciendo la mano untada de aceite, extraer por el ano los excrementos y forzarlo a correr de nuevo.
4 Si tarda demasiado en mejorar, se majan durante mucho tiempo tres cuartas partes de laurel y se echan con una proporción doble de agua caliente. Si esto no da resultado, se majan en el mortero dos libras de hojas de mirto silvestre, se mezclan con dos sextarios de agua caliente y se le echan por las fauces con un recipiente de madera. Luego, se le extrae sangre debajo del rabo pinchando la vena a cuatro dedos del ano. Cuando ésta ha salido en cantidad suficiente, se detiene el flujo atando el rabo con papiro; luego, se hace correr al buey hasta que jadee.
5 No obstante, antes de la extracción de la sangre, se emplean estos remedios: se mezclan con cuatro heminas de vino cuatro onzas de ajos machacados y después de la poción se le obliga a correr; además, se trituran dos onzas de sal con diez onzas de cebollas y se mezcla también miel cocida. Tras hacer luego con ello supositorios bastante alargados y bien sólidos los introducen en el ano para que suelten el vientre, y luego se obliga al buey a correr.
6 También se calma el dolor de estómago y de tripas si el animal ve ocas nadando y sobre todo ánades. Pues el ánade, con sólo que lo vean[5], sana rápidamente a los mulos y a los caballos.
7 Sin embargo, a veces no surte efecto ninguna medicina y sobreviene luego el padecimiento de cólicos, cuyo síntoma consiste en defecar una materia sanguinolenta y mucilaginosa. Se obtiene un remedio específico con quince bayas de ciprés y quince agallas bien machacadas, un queso muy curado de peso igual al de la suma de aquéllas, se muele todo a la vez, se mezcla con cuatro sextarios de vino áspero y se le da a beber, suministrándole además ramones de lentisco, mirto y acebuche.
Si el vientre empieza a soltar flujo continuo y verdoso, 8 mina el cuerpo y las fuerzas del buey y lo deja inservible para el trabajo porque no llega a su médula nada de los alimentos, ya que en tales deposiciones verdosas expulsa por el vientre más que lo comido.
Cuando ocurre esto, el primer día se le ha de prohibir la 9 comida y la bebida, sin permitirle tampoco beber al segundo día; pero hay que darle ramones de acebuche, de caña silvestre y asimismo bayas de lentisco y de mirto; y ni siquiera al cabo de tres días se le dejará beber, a no ser muy poca cantidad.
Hay quienes machacan en dos sextarios de agua caliente 10 una libra de hojas de laurel tierno e igual cantidad de abrótano hortense, y así se lo vierten por las fauces y les dan los alimentos que antes señalamos.
Algunos tuestan en el fogón dos libras de bagazo de 11 uva, lo machacan, se lo dan a beber con un sextario de vino áspero y les echan a comer a menudo los ramones mencionados.
Y si no tiene diarrea ni dolor de tripas, pero rechaza los alimentos, tiene la cabeza muy cargada y se le caen también lágrimas y moquillo nasal, practíquese una cauterización en el centro de la testuz hasta el hueso y hágase un corte en las orejas con el bisturí y para que se curen las quemaduras hechas en la cauterización, hay que frotarlas con orina rancia del propio buey, mientras que la incisión de las orejas se cura con pícula y aceite.
5De las ránulas en la boca
Las ránulas producen en los bueyes una peligrosa repugnancia a los alimentos. Hay que abrirlas y frotar las heridas con ajo machacado junto con sal, a fin de que la fricción provoque la salida de todo el líquido. Se cree que es mejor sajar la ránula con una caña afilada; después se enjuaga la boca con vino. Al cabo de una hora, se le dan hojas verdes o follaje. Se les mantiene a comida blanda hasta que cicatricen las heridas causadas. Si no tienen ránulas y, sin embargo, tampoco tienen ganas de comer, les echas por las fosas nasales ajo machacado con aceite.
6De la fiebre de los bueyes
Si el buey comienza a tener fiebre —cuya señal distinguirás por la palpitación de las venas y el calor de todo el cuerpo—, se le debe privar por completo de alimento durante un día, y al siguiente, en ayunas, le extraes un poco de sangre bajo la cola. Una hora después, cueces treinta pequeñas coles, se las haces tragar con aceite y garo y le darás esta dieta en ayunas durante cinco días.
2 Además, le pones ramones de lentisco o de olivo o cualquier follaje muy tierno y pámpanos, si hay en esa época. También debes limpiarle el hocico con una esponja y darle a beber agua fría tres veces al día, manteniendo siempre al buey bajo techo mientras tenga fiebre y no soltándolo a pacer antes de que haya curado.
3 Éstos son los síntomas del animal febril: le manan lágrimas, tiene pesadez de cabeza, los ojos semicerrados, los labios húmedos de babas, el tracto respiratorio demasiado largo, con cierto entrecortamiento, y con frecuencia emite también quejidos.
7Para la tos de los bueyes
La tos de los bueyes es preciso curarla con no menor diligencia que la de los caballos. Si es reciente, se le da por la boca en ayunas un sextario de harina de cebada con un huevo crudo y una hemina de vino de pasas. También se mezcla grama partida en trozos y machacada con harina de habas molidas y flor de harina de lentejas, se echa en dos sextarios de agua caliente y tras agitarlo bien se les vierte por la boca.
La tos crónica la sanan dos libras de hisopo maceradas 2 en tres sextarios de agua: tras ablandarse se machacan, se mezclan con dos tercios de harina de lentejas y se le da por la boca; después, se le da a beber con el cuerno el agua en la que se maceró y coció el hisopo. También lo curan el jugo 3 exprimido del puerro, mezclado con aceite, y su propia fibra con harina de cebada. Asimismo, se le dan en ayunas sus raíces bien lavadas y majadas con harina de trigo, y hacen desaparecer la tos más arraigada. El mismo efecto producen yeros sin vainas molidos con cebada perlada, mezclándolos con agua tibia o hidromiel y vertidos por su garganta a modo de salivato[6].
8Del apostema
El absceso supurante, llamado apostema, se abre mejor con el bisturí luego, tras hacer salir el pus o la sangre corrompida, se enjuaga con orina caliente de buey la propia cavidad que la contenía y se cura con hilas de lino, estopas o trozos de lienzo empapados en pez líquida y aceite.
2 Y si no se puede vendar la parte en que está la llaga, se instilan en ella gotas de sebo de cabra o de buey con una hoja de metal caliente.
Hay bastantes personas que, después de cauterizar la parte dañada, la enjuagan con orina humana rancia, cuecen luego en cantidades iguales pez líquida con manteca de cerdo rancia y untan con ello la herida.
9De la cojera causada por la sangre
Cuando por alguna enfermedad la sangre baja a los pies de los bueyes, les produce cojera. Si esto sucede, examina la pezuña: notarás que está más caliente de lo habitual y el buey no aguanta que se le oprima fuerte la parte enferma. Pero si la sangre aún se encuentra en las patas, por encima de las pezuñas, se la disemina en tres días con una fricción de sal molida; si no surte efecto este tratamiento, practíquese una incisión.
2 Si ya ha bajado a las pezuñas, haces una sajadura superficial entre las dos uñas con un cuchillo, limpias el interior y luego aplicas estopa empapada en sal y vinagre, calzas el pie con una sandalia de esparto y, sobre todo, presta la máxima atención a que el buey no meta el pie en agua y a que esté estabulado en sitio seco.
3 Si no se extrae esta sangre, produce un absceso que tardará en curar una vez que supure. Primero se cercena con el bisturí y se limpia hasta lo sano; después, se llena de paños calientes con vinagre, sal y aceite; a continuación, se cura instilando con un hierro al rojo gotas de manteca de cerdo y sebo de macho cabrío a partes iguales, y de este modo se consigue sanarlo.
4 Si la sangre se encuentra en la parte interna de la pezuña y no encuentra vía de salida y sin embargo cojea el animal, hay que cortar por lo sano en la extremidad de la propia pezuña, y de ese modo sale la sangre. Se envuelve luego el pie con estopa o trozos de lienzo empapados en sal, aceite y vinagre, y se le protege con una sandalia de esparto. La zona central de la pezuña no conviene abrirla por la cara inferior, a no ser en el punto en que ha brotado el absceso. Si cojea por dolor muscular, hay que darle friegas con aceite y sal en las rodillas, corvas y patas, hasta que sane.
10Para la hinchazón de las rodillas
Si se hinchan las rodillas, hay que aplicarles fomentos de vinagre muy caliente o ponerles linaza o mijo molido y rociado con hidromiel; asimismo, se aplican alrededor de las rodillas esponjas empapadas en agua hirviendo, una vez escurridas y rociadas de miel, y se atan con vendas.
Si la hinchazón contiene líquido, se aplica encima levadura 2 o harina de cebada cocida con vino de pasas o con hidromiel y, cuando el absceso esté maduro, se saja con el bisturí y, tras salir el pus, sana del todo, tal como arriba hemos mostrado. También pueden sanar las heridas abiertas con el bisturí la 3 raíz de lirio, la escila con sal, la sanguinaria, que los griegos llaman polígono[7], o el marrubio.
Todo dolor físico, si no presenta herida y es reciente, se elimina mejor con fomentos; si es antiguo, se cauteriza, y sobre la herida se instilan gotas de manteca de cerdo o de cabra.
11Para la sarna
La sarna se cura frotándola con ajo machacado. Con idéntico tratamiento se cura también la mordedura del perro rabioso o la herida producida por el diente del lobo. También se cree que curan ambas mordeduras los salazones añejos.
2 Pero contra la sarna es más eficaz la medicina siguiente: se machacan ajedrea de buey[8] y azufre, se añade amurca y se cuecen con aceite y vinagre, y cuando comience a entibiarse, se esparce sobre ello alumbre de pluma molido: este medicamento es eficaz sobre todo si se unta a pleno sol.
Para curar las úlceras, se espolvorean con agallas trituradas. También se curan echándoles jugo de marrubio con hollín.
12De la piel adherida
Hay una plaga nociva para el ganado bovino —los campesinos la denominan coriago—, consistente en que la piel está tan adherida al dorso que tirando de ella con las manos no se logra despegarla de las costillas. Esta afección sólo aparece cuando el buey ha caído en un estado de emaciación debido a alguna enfermedad o se ha enfriado cuando estaba sudando al realizar un trabajo, o lo mojó un fuerte aguacero mientras transportaba extenuado una carga.
2 Como estas circunstancias son perniciosas, debemos procurar que, al volver de la faena los bueyes, acalorados aún y jadeantes, se les rocíe con vino y se les introduzcan en las fauces pequeños trozos de pan tenidos a remojo.
En caso de que contraigan la citada enfermedad, es útil cocer bien laurel, frotar mucho a contrapelo la espina y el lomo del animal con una mezcla de agua caliente, aceite y vino, coger la piel y tirar de ella por todas partes como separándola 3 de las costillas. Esto debe hacerse en un recinto muy caldeado o al aire libre y a pleno sol.
Hay bastantes personas que mezclan bagazo de uva con manteca de cerdo y, templado, lo utilizan como medicina tras el fomento antes referido.
13De la tisis
Se da también una enfermedad grave cuando se exulceran los pulmones: a consecuencia de ello sobrevienen la tos, el enflaquecimiento y, por último, la tisis, que pueden causar la muerte[9]. Se le introduce raíz de pulmonaria en una oreja, perforada tal como antes dijimos[10], se mezcla una hemina de jugo de puerro con igual cantidad de aceite y se le dan a beber durante muchos días con un sextario de vino.
14De la hinchazón del paladar
A veces también la hinchazón del paladar causa repugnancia a los alimentos y suspirio continuo. Es útil practicar una incisión en el paladar con el bisturí para que fluya la sangre, y le darás a comer yeros sin vaina macerados y follaje verde o cualquier pasto suave, hasta que cure. Si en el trabajo se magulla el cuello, es un remedio muy eficaz practicar una sangría en la oreja o, si no se le ha hecho esto a tiempo, triturar la hierba que se denomina avia[11] y aplicarla encima.
15Para la cerviz gacha
Si la cerviz está dislocada y gacha, miraremos hacia qué lado se inclina y extraemos sangre del lado opuesto, en la vena que se ve más dilatada en la oreja: primero hay que golpearla con un sarmiento para abrirla con el bisturí una vez que esté hinchada y, tras extraer la sangre, se vuelve a sacarla del mismo punto al día siguiente, y se le deja descansar del laboreo durante 2 dos días. Al tercer día, se le impone una tarea liviana y poco a poco se le incorpora al ritmo habitual de trabajo.
Si la cerviz no está torcida hacia ninguno de los dos lados y se ha hinchado en la parte central, se extrae sangre de las dos orejas. Si no se sangra dentro de los tres días desde que el buey contrajo el mal, comienza a hincharse su cuello, se ponen tirantes los tendones y la dureza que así se origina no le deja soportar el yugo.
3 Para semejante mal sabemos de cierto que existe un medicamento apropiado: se cuece junto un compuesto a dosis iguales de pez líquida, tuétano de buey, sebo de macho cabrío, manteca rancia de cerdo y también aceite añejo. Hay que usarlo de este modo: cuando se desunce al buey tras la faena, en el mismo abrevadero en que está bebiendo se moja con agua su cerviz hinchada, se frota bien con dicho medicamento y se unta tras enjugarla.
4 Si por causa de la hinchazón rechaza totalmente el yugo, hay que darle descanso del laboreo durante unos pocos días, mojarle la cerviz con agua fría y untarla con litargirio. Por su parte, Celso recomienda para la hinchazón de la cerviz machacar la planta que se denomina avia, y aplicarla como antes he indicado.
Es menos importante la molestia de las callosidades que infestan el cuello, pues se curan fácilmente instilando sobre 5 ellas gotas de aceite con una lucerna encendida. Sin embargo, es mejor prevenir que no nazcan ni se hagan tampoco calvas en el cuello. Éste solamente calvea cuando por efecto del sudor o la lluvia se ha mojado la cerviz durante la faena. Si ocurre esto, conviene esparcir sobre el cuello, antes de desuncirlo, polvo de ladrillo triturado, y, cuando los bueyes estén ya bien secos, untarlos luego con aceite.
16Si se hiere con la reja
Si la reja del arado lesiona el talón[12] o la pezuña, envuelve pez dura y manteca de cerdo con azufre y lana sucia, aplícalo sobre la herida y quémalo con un hierro candente. Este tratamiento dará muy buen resultado si pisa un clavo o se perfora la pezuña con un cascajo puntiagudo o con una piedra. Pero si la herida en la pezuña es muy profunda, se corta alrededor con el bisturí a cierta distancia y luego se cauteriza según he indicado. Luego, se cura calzándola con una sandalia de esparto y echándole vinagre durante tres días.
Si la reja ha herido la pata, se le aplica lechetrezna, que 2 los griegos llaman titímalo, mezclada con sal.
17De las pezuñas desgastadas
Asimismo, los pies desgastados se lavan con orina de buey bien caliente. Luego, se le obliga a pisar brasas de sarmientos y se les untan las pezuñas con pez líquida mezclada con aceite y manteca de cerdo.
En cualquier caso, cojean menos si, tras desuncirlos después de la faena, se les lavan los pies con agua fría y se les frota con manteca de cerdo rancia los corvejones, las articulaciones del pie y la hendidura de la pezuña.
18De la lesión de los brazos
A menudo, también se dislocan los brazos bien por la aspereza del camino o al romper las tierras duras en la primera arada o al luchar contra las raíces con que la reja tropieza. Cuando ocurre esto, se extrae sangre de las patas delanteras. Si se lesionó el brazo derecho, del izquierdo, y si el izquierdo, del derecho. Si se ha dañado mucho los dos, se abren también las venas en las patas traseras.
19De la rotura de las puntas de los cuernos
Si se les quiebra la punta de los cuernos, se recubren con trozos de lienzo empapados de sal, aceite y vinagre y, sin desatarlos, se vierten por encima esos mismos productos durante tres días. Al cuarto día, se aplica con esmero manteca de cerdo machacada con pez seca y corteza de pino, en igual proporción, y, por último, cuando ya cicatrizan, se frotan con hollín.
20Para los gusanos
Es frecuente que las heridas descuidadas produzcan gusanos. Éstos, si se mojan por la mañana con agua fría, perecen entumecidos por el frío. Si este procedimiento no surte efecto, se machaca marrubio o puerro y mezclándolo con sal se aplica encima; o se espolvorea cal viva o se les echa jugo de calabaza verde con 2 vinagre. A todas las heridas conviene aplicarles pez líquida y aceite añejo con manteca de cerdo y untar también las partes externas alrededor de las heridas con el mismo medicamento para que no se infesten de moscas que puedan criar gusanos cuando se posen en las heridas.
21De las mordeduras de culebras
La mordedura de las culebras es mortal para los bueyes, pero también es nocivo el veneno de animales más pequeños. Pues a menudo en los prados, cuando el buey sin darse cuenta se tumba encima de alguna víbora o culebra sin ojos, al sentirse aplastadas les clavan sus dientes. También la musaraña, que los griegos llaman mígale, aunque pequeña de cuerpo, suele causar no pequeño daño.
Pues bien, el veneno de la víbora se expulsa sajando con el bisturí la hinchazón que produce la picadura y aplicando encima la hierba que denominan personacia[13], majada con sal.
Se cree que es más eficaz su raíz si se la aplica majada o 2 si se encuentra síler[14] de monte, un trébol que nace en lugares escarpados, dotado de muchísima eficacia contra los venenos, de fuerte olor, parecido al betún, razón por la que los griegos le dan el nombre de asfaltio; en nuestro idioma en cambio lo llamamos, debido a su forma, trébol puntiagudo[15], pues brota con hojas verdes, largas y con espinas y produce un tallo más grueso que el de prado.
Viértase por la garganta del animal con vino el jugo de 3 esta planta y pónganse encima de la herida las propias hojas majadas con sal. Y si no se encuentra esta planta en verde, se recogen sus semillas y, molidas, se le dan a beber con vino: se majan sus raíces y su tallo y, mezcladas luego con harina de cebada, sal e hidromiel, se ponen encima de la escarificación.
Es también un remedio instantáneo machacar cinco libras 4 de cogollos tiernos de fresno con otros tantos sextarios de vino y cuatro libras de aceite, verter por las fauces el zumo exprimido e igualmente poner sobre las partes dañadas cogollos del mismo árbol con sal molida.
La mordedura de la culebra sin ojos produce hinchazón y absceso; y esto mismo origina también la de la musaraña. La de aquélla se cura pinchando con una aguja de bronce la zona dañada y untándola con greda de Cimola diluida en vinagre.
La lesión producida por la musaraña se cura metiendo el 5 propio animal en aceite y ahogándolo, y restregando con él la zona mordida por sus dientes. Si no se tiene éste a mano, se cura el mal de la llaga poniendo sobre ella comino molido mezclado con pícula y manteca de cerdo, cuando al cocerlos ligeramente empiecen a tomar aspecto de malagma.
6 Si se ha producido un absceso antes de desaparecer la hinchazón, es muy bueno abrir el tumor con una hoja de metal al rojo o un cauterio, cauterizar todo lo que esté corrompido y luego untarlo con pez líquida y aceite. Algunos envuelven la musaraña viva con arcilla de alfarero, la cuelgan del cuello de los bueyes y así los preservan de las mordeduras de estos bichos.
22Para las enfermedades de los ojos
Las enfermedades de los ojos en su mayoría se curan con miel. En efecto, si se hinchan, se espolvorea harina de trigo en hidromiel y se aplica. Si aparece una mancha blanquecina en el ojo, mitigan la afección la sal gema de Hispania, o la amoniacal, o cualquier otra, mezcladas con miel. La misma eficacia tiene una concha de sepia machacada e insuflada en el ojo con un tubo tres veces al día. Es también eficaz la raíz que los griegos denominan silfio y que en nuestra lengua se llama «raíz de láser».
2 De ésta, trituras la cantidad que quieras con una décima parte de sal amoniacal y lo insuflas en el ojo por un tubo. Esta raíz, majada e impregnada con aceite de lentisco, limpia por completo el mal.
23Contra el lagrimeo
Si los párpados destilan humor y la vista se empaña de lágrimas —afección que llaman epífora—, se espolvorea polenta de cebada en hidromiel y, aplicada sobre los párpados y cejas, detiene el lagrimeo. 2 También la semilla de pastinaca silvestre[16] y el jugo de la planta que llaman armoracia[17] triturados con miel calman los dolores de ojos. Pero, siempre que emplees miel u otros jugos dulces en los medicamentos, acuérdate de untar primero alrededor de los ojos con pez líquida y aceite para que no se infesten de moscas, abejas o avispas, que el dulzor de la miel atrae.
24Contra la sanguijuela
Muchas veces la hirudo, es decir, la sanguijuela, si el buey la traga con el agua o la comida y se adhiere a las fauces, chupa la sangre y, al aumentar de tamaño, las ocluye: hay que tocarla con aceite y lograrás extraerla. Pero si esto ocurre demasiado adentro, de forma que no se puede sacarla con la mano, introduce una caña o sonda con agujeros y le echas por ella aceite caliente, pues al contacto con él decaerá inmediatamente la agresividad del bicho.
También el olor de chinches echadas sobre brasas, tan 2 pronto como alcanza a la sanguijuela, la arranca de la herida. Y si se ha agarrado al estómago o al intestino, se mata con aceite caliente vertido por un cuerno; también morirá enseguida mojándola con salmuera o con orina humana.
25Descripción del potro
Hay que explicar también la construcción del aparato en el que se encierra a toda clase de ganado vacuno y caballar para curarlo. De esta forma, quien practica la cura puede acercarse con seguridad al cuadrúpedo y éste no se lesiona sus miembros al oponer resistencia, ni puede rechazar las medicinas.
Se entarima el suelo con tablones de roble en una superficie de nueve pies de longitud, dos pies y medio de anchura en la parte delantera y cuatro en la parte correspondiente a las patas traseras del animal.
Se ensamblan con tablas los lados de este aparato, de tal 2 forma que el animal, como metido en una jaula, no pueda salirse; pero debe construirse un poco más ancho el potro por la parte trasera y más estrecho por la delantera. En esta parte hay 3 que acoplar un cabrio atravesado en forma de yugo para atar en él las cabezas de los caballos y los cuernos de los bueyes. En cuanto al resto del cuerpo, se atará con sogas a estacas clavadas en el suelo, para presentarlo inmovilizado a disposición de quien vaya a curarlo. Este aparato es habitualmente empleado para las curas de toda clase de ganado mayor.
26Contra la hemorragia[18]
Para la hemorragia en las caballerías, si el flujo es de las narices, escribes esto en una hoja limpia y la cuelgas de su cuello con una cuerda: «el fuego enfría, el agua da sed, la comida da hambre, la mula pare[19]; tasca y masca[20] todas las venas».
27Para las luxaciones
Otro remedio para las luxaciones. Cantas este ensalmo: «betat relta, acum[21] no sabe a mostaza ni frictim».
28Para las lombrices, «cosos» y «tíneas»
Cueces bien una hemina de grana de coriandro y un sextario de centeno; tiras el agua; machacas bien el coriandro y mezclas ambos ingredientes con una hemina de vinagre fuerte. Agitas de nuevo todo ello y luego se lo das con el cuerno a los animales durante tres días.