El conde de Montecristo

Notas

Notas

Véase p. 1025; Dumas, , Éd. Bouquins: «Yo me revolvía […] gritando con todas mis fuerzas: “¡Adiós, papá! ¡Adiós, papá!”». [Traducción de Joaquín García Bravo, Barcelona, Viuda de Luis Tasso, s.f., vol. I, p. 269]. El epígrafe de este apartado es «Aparición», que también dará nombre a un capítulo de , y de muchas otras novelas de Dumas, como si se reuniera por unos instantes con su padre.

Según indica H. Clouard, , París, Albin Michel, 1955, p. 302.

, op. cit., vol. IV, pp. 415-416.

Dumas, , París, Calmann-Lévy, s.f., p. 67.

Señalemos, no obstante, que Montecristo le dice a Andrea Cavalcanti: «El tiempo ese de los Antony ha pasado ya» (p. 618). No cita ni a Horace (el sádico protagonista de ) ni a Georges.

, op. cit., vol. IV, p. 754.

., caps. XCV y XCVI.

., vol. II, p. 293. Veremos que la novela gira en torno a esta antítesis.

Traducción de José María Cuenca de Lucherini, en Dumas, , Madrid, Impr. Manuel de Ancos, 1858, p. 344.

«Como todos saben, los de Schiller es una de las acusaciones más atrevidas y más terribles que se han lanzado contra la antigua sociedad». (, op. cit., cap. LIII, «Los salteadores», p. 318. En este capítulo se describe una representación de la obra).

En un artículo de 1857 reproducido en 1860 en el primer volumen de las .

Según los cálculos de C. Schopp fueron solo dos.

H. Clouard, , op. cit., p. 301.

Marie-Fortunée Cappelle, de casada Pouch-Lafargue. Publicó unas (1841).

«Un caso muy célebre de envenenamiento de un marido por el arsénico». [Traducción de Joaquín García Bravo, en , Barcelona, Luis Tasso, s.f., p. 162].

, op. cit., vol. IV, pp. 414-415.

., p. 417.

La segunda parte (con la indicación «fin de la segunda parte», que entre el folletín y la edición en libro desaparece) se detiene en el capítulo XXXIX (XVII de la segunda parte, en esta edición). Entre el 26 de noviembre de 1844 y el 20 de junio de 1845, Dumas interrumpe la publicación de . La tercera parte aparece en el siete meses después de concluida la segunda.

, op. cit., caps. XIX-XV.

Cap. XII de la segunda parte. Nombre del protagonista de , melodrama de Carmouche, Jouffroy y Nodier que vio Dumas en la Porte-Saint-Martin en 1823, y que explica en los capítulos LXXIV-LXXVII de . Es una adaptación de un relato de Byron (1816) terminado por Polidori. Lord Ruthwen pasa por la muerte y la resurrección, pero es un vampiro; de ahí las alusiones a la tez pálida y sospechosa de Montecristo por parte de sus jóvenes amigos.

Dumas, , acto IV. [Traducción de Álvaro Arauz, Madrid, Escelicer, 1963, p. 75]. Son las palabras que reprodujo Baudelaire en su salón de 1846 tras citar (XVIII, «Del heroísmo de la vida moderna»).

., prólogo en verso.

«El conde […] se quedó pálido como la muerte» (p. 742).

«Ya veréis como es un vampiro» (p. 452).

Segunda parte, cap. XIII.

«Acordaos de los antiguos romanos en el circo, de las cazas en que se mataban trescientos leones y un centenar de hombres» (p. 388).

Dumas, , Murat, Milady, Carlos I de Inglaterra, Luis XVI y María Antonieta…

Por haber hecho liberar a una mujer por el sultán, y a un hombre por el Papa.

Cf. «La vida que había vivido y su resolución de no retroceder ante el peligro le habían dado ocasión de saborear los goces desconocidos a los demás hombres» (p. 878) y , op. cit., vol. IV, p. 416: «Mi primer deseo es siempre ilimitado; mi primera inspiración es siempre para lo imposible».

«Hacía algunos días que Montecristo conocía lo que no se atrevía a creer hacía mucho tiempo, es decir, que había aún dos Mercedes en el mundo, y que podía aún ser dichoso» (p. 959). Dumas redescubrió tantas veces el amor…

«Desde la muerte del pequeño Eduardo, se había operado una gran transformación en el conde de Montecristo» (p. 1123).

El suicidio es un tema importante en la novela: se lo plantean Dantés y Morrel padre, y Morcef se quita la vida.

«Os amaré como amaba a mi padre», le dice Edmundo (p. 162).

«Fuerte como Judith o Dalila» (p. 1000).

«No era la primera vez», señala Dumas (p. 999).

, Madrid, Valdemar, 1997.

Véase e .

Véase su importante retrato en las pp. 537-538, digno de Saint-Simon o Tocqueville.

Véase F. Marceau, , París, Gallimard, 1955, pp. 388 y ss., 428 y 448.

Robert Macaire es un personaje de (1823) y de (1834), de Antier y Saint-Amant.

«Vos, aunque sacrifiquéis vuestro título de barón, siempre quedaréis millonario». «Ese título me parece el más hermoso, en estos tiempos por lo menos —dijo Danglars». «Por desgracia —dijo Montecristo—, no dura tanto ese título como el de barón, el de par de Francia o el de académico» (p. 739).

, op. cit., p. 65.

En , Baudelaire dedicó tres páginas a la imaginación de Dumas aplicada a la crítica de arte, y a su admiración por Delacroix.

Cf. «no he practicado bastante hasta ahora, sino las costumbres orientales» (p. 455) y «un sultán de » (p. 539).

Según comenta Julie Morrel, estos ricos «habían olvidado en el cálculo sobre el que establecieron su fortuna […] la parte del genio malo» (p. 1112).

Cap. IX de la tercera parte (p. 573), Montecristo a la señora Villefort.

Al que clasifica entre quienes le inspiran admiración, pero no amor. «No era ni un amigo ni un hermano, sino más bien un rival, y casi un enemigo» (, n.º 41, 30 de diciembre de 1853, citado en C. Schopp, «Quid d’Alexandre Dumas», Dumas, , París, Robert Laffont, 1989, t. II, p. 1320).

Dumas, (1867), cap. I.

Sobre la señora Villefort: «Nuestra enemiga está vencida, puesto que se la conoce» (p. 1029).

La expresión aparece muchas veces, tanto sobre la casa de Auteuil como sobre la de los Villefort (por ejemplo en la p. 1015; en la p. 1033, tras la aparente muerte de Valentina, los criados abandonan «la casa maldita»).

Cap. IV de la cuarta parte, «Los fantasmas».

De hecho, Dumas asegura ser incapaz de describir un sitio sin haberlo visto: «Para hacer volví a los Catalanes y al castillo de If» ( I, 21 de mayo de 1857).

Villefort en Auteil, con su cofre (p. 493).

W. Collins, , prólogo de T.S. Eliot, Oxford University Press, World’s Classics, 1963.

Tema de (1844).

Son frecuentes las alusiones a Nerón o Calígula.

Cap. VIII de la quinta parte y ss.

J.A. Gentil, , París, 1849.

, op. cit., vol. IV, p. 424; citado por C. Schopp en A. Dumas, , París, Robert Laffont, 1993, p. 1050.

., p. 426; p. 427: «Al quedar sola, Edith despierta como Julieta». De este mito es una versión suavizada .

Véase Ch. Badouin, , París, Plon, 1952, pp. 9-10 y 227-232. Desde este enfoque psicoanalítico, el héroe se arranca de su madre (representada aquí por Mercedes, y como «madre terrible» por la sima), del principio del placer, para conquistar el principio de realidad. «Es el arrancamiento siempre necesario de los prestigios seductores del pasado para la conquista del futuro, nuevo nacimiento» (Baudouin, p. 228). Perseo mata al dragón para liberar a Andrómeda, que es Haydée.

Véase T. Cave, .

Dumas, «Sur Gérard de Nerval» (1866), , París, Complexe, 1990, p. 230. En esta página, Dumas compara la libertad de la imaginación con las ataduras de la memoria.

Campesina.

Literalmente: «De tu padre la suerte, mas no el nombre del traidor ni la traición, cuéntanos».

Cuenta.

Presidio, en argot.

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