ESCENA PRIMERA.
Romeo y Julieta
ESCENA PRIMERA.
Plaza pública, cerca del jardin de Capuleto.
ROMEO, BENVOLIO y MERCUTIO.
ROMEO.
¿Cómo me he de ir de aquí, si mi corazon queda en esas tápias, y mi cuerpo inerte viene á buscar su centro?
BENVOLIO.
¡Romeo, primo mio!
MERCUTIO.
Sin duda habrá recobrado el juicio é ídose á acostar.
BENVOLIO.
Para acá viene: le he distinguido á lo lejos saltando la tápia de una huerta. Dadle voces, Mercutio.
MERCUTIO.
Le voy á exorcizar como si fuera el diablo. ¡Romeo, amante insensato, esclavo de la pasion! Ven en forma de suspiro amoroso: respóndeme con un verso solo en que aconsonen bienes con desdenes, y donde eches un requiebro á la madre del Amor y al niño ciego, que hirió con sus dardos al rey Cofétua, y le hizo enamorarse de una pobre zagala. ¿Ves? no me contesta ni da señales de vida. Conjúrote por los radiantes ojos, y por la despejada frente, y por los róseos labios, y por el breve pié y los llenos muslos de Rosalía, que te aparezcas en tu verdadera forma.
BENVOLIO.
Se va á enfadar, si te oye.
MERCUTIO.
Verás cómo no: se enfadaria, si me empeñase en encerrar á un demonio en el círculo de su dama, para que ella le conjurase; pero ahora vereis cómo no se enfada con tan santa y justa invocacion, como es la del nombre de su amada.
BENVOLIO.
Sígueme: se habrá escondido en esas ramas para pasar la noche. El amor como es ciego, busca tinieblas.
MERCUTIO.
Si fuera ciego, erraria casi siempre sus tiros[2]. Buenas noches, Romeo. Voyme á acostar, porque la yerba está demasiada fria para dormir. ¿Vámonos ya?
BENVOLIO.
Vamos, ¿á qué empeñarnos en buscar al que no quiere ser encontrado?