Capítulo XXII
El Príncipe
Capítulo XXII
De los ministros.
La elección de ministros es una de las cosas más importantes y que da mejor a conocer la sabiduría de los que gobiernan, porque no es de príncipes ordinarios emplear bien su confianza. En esto se echa de ver al momento su talento, pues el que tuviere para otros negocios no se descubre sino al paso que se ofrece la ocasión, y esta no se presenta con frecuencia. La reputación de un príncipe pende muchas veces del mérito de las personas que le rodean. Todos los que conocían al señor Antonio de Venafro, no podían menos de hacer justicia al tino y a la sabiduría de Pandolfo Petrucci, príncipe de Sena, por la elección que hizo de un hombre tan hábil para administrar sus estados.
Hay tres especies de talentos: unos que saben descubrir cuanto les importa saber; otros que disciernen con facilidad el bien que se les propone; y en fin los hay que no entienden por sí, ni por medio de otro. Los primeros son sobresalientes, los segundos buenos, y los terceros absolutamente inútiles. Pandolfo pertenecía cuando menos a la segunda clase, porque el príncipe que sabe distinguir lo que es útil de lo que es perjudicial, puede, sin ser hombre de grande ingenio, formar juicio de la conducta de sus ministros, y aprobarla o tacharla con discernimiento, de manera que, estando estos persuadidos de que no pueden engañarle, le servirán con celo y fidelidad.
Pero ¿qué medios hay de conocer los ministros? He aquí uno infalible, que consiste en observar si se ocupan más en sus intereses propios que en los del estado. Un ministro debe dedicarse enteramente a los negocios públicos, y no entretener jamás al príncipe con sus asuntos particulares. A este le toca cuidar de los intereses del ministro que, por decirlo así, se olvida de sí mismo, y colmarle de honras y bienes: de este modo le quitará el pensamiento de buscar más riquezas y otras dignidades. Sobre todo, debe reducirle a términos de temer y alejar cualquier mudanza perjudicial o funesta al soberano, su amo; único arbitrio para establecer entre el príncipe y los ministros una confianza útil, y al mismo tiempo noble y honrosa.