Desobediencia civil y otros textos

Conclusión

Conclusión

Al enfermo los médicos le recomiendan sabiamente un cambio de aire y de escenario. Gracias al cielo, aquí no está todo el mundo. El castaño de la India no crece en Nueva Inglaterra, y el ruiseñor rara vez se oye por aquí. El ganso salvaje es más cosmopolita que nosotros; se desayunan en Canadá, toman su merienda en Ohio, y se peinan las plumas por la noche, en un canalizo del sur. También el bisonte, hasta cierto punto, marcha al mismo paso que las estaciones, paciendo los pasos del Colorado solamente hasta que una hierba más verde y más dulce lo espera en Yelowstone. Pero todavía creemos que si se derribaran las cercas de rieles y se levantaran muros de piedra en nuestras chacras, se pondrían al instante límites a nuestras vidas, y nuestro destino se habría decidido. Si eres elegido secretario del ayuntamiento, ciertamente no podrás ir a Tierra del Fuego este verano, pero puedes ir, sin embargo, a la tierra del fuego infernal. El universo es más grande que la visión que tenemos de él.

Con todo, podríamos mirar más a menudo por sobre el coronamiento de nuestro barco, como los pasajeros curiosos, y no hacer el viaje como unos marineros estúpidos preparando estopa. El otro lado del globo no es más que la patria de nuestro corresponsal. Nuestro viaje es solamente una navegación circular, y los médicos lo prescriben sólo para las enfermedades de la piel. Uno tiene prisa por ir a Sud África a cazar jirafas, pero seguramente esta no es la caza que desearía después. ¿Por cuánto tiempo un hombre alcanzaría jirafas, si pudiera? Los becardones y las chochas también proporcionarían un raro deporte, pero creo que sería más noble caza pegarse un tiro.

Vuelve recta la mirada a tu interior, Y mil regiones hallarás en ti Aún no descubiertas. Hazte experto, Viajando por allí, en tal cosmografía.

¿Para qué África; para qué el Oeste? ¿No está blanco en la carta de marear nuestro interior, por negro que pueda mostrarse, como la costa, al ser descubierta? ¿Son las fuentes del Nilo, el Níger, o el Misisipi, o el Pasaje del Noroeste en torno a este continente, lo que querríamos encontrar? ¿Son estos los problemas que más conciernen a la humanidad? ¿Es Franklin el único hombre que se ha perdido, para que su mujer esté tan ansiosa de encontrarlo? ¿Sabe el señor Grinnell dónde está él mismo? Sé, más bien, el Mungo Park, el Lewis y Clarke y Frobisher de tus propias corrientes y océanos; explora tus propias altas latitudes, con cargamentos de viandas conservadas para sustentarte, si es necesario, y apila los vacíos portaviandas hacia el cielo, como un signo. ¿Se inventaron acaso las viandas conservadas meramente para conservar viandas? No; sé un Colón para todos los nuevos continentes y mundos dentro de ti, abriendo nuevos canales, no al comercio, sino al pensamiento. Cada hombre es el señor de un reino, comparado al cual el imperio del zar no es más que un estado insignificante, un mogote dejado por el hielo. Sin embargo, algunos que no se respetan a sí mismos, pueden ser patriotas, y sacrificar lo más grande a lo menos grande. Ellos aman el suelo que les sirve de tumba, pero no tienen ninguna simpatía por el espíritu que podría animar su arcilla. El patriotismo es un antojo en sus cabezas. ¿Cuál fue el significado de aquella Expedición Exploradora a los Mares del Sur, con todo su aparato y gastos, sino el indirecto reconocimiento del hecho de que hay continentes y mares en el mundo moral, de los cuales cada hombre es un istmo o una entrada, todavía inexplorados por él, y de que es más fácil navegar muchos miles de millas a través de fríos, tormentas y caníbales, en una nave del gobierno, con quinientos hombres y muchachos para ayudarle a uno, que explorar el mar privado, el Atlántico y el Pacífico del ser de uno mismo?

Que vaguen y que escruten la remota Australia, Yo tengo más de Dios, y ellos más de camino.

No vale la pena dar la vuelta al mundo para contar los gatos de Zanzíbar. Sin embargo, hacedlo hasta que podáis hacer cosa mejor, y podréis, quizás, hallar algún "Symmes' Hole", por el cual llegar al fin de vuestro interior. Inglaterra y Francia, España y Portugal, la Costa de Oro y la Costa de los Esclavos, todo eso frente a este mar privado; pero ningún barco de esas partes se aventuró a perder de vista la tierra aunque esto era, sin duda, el camino directo a las Indias. Si quieres aprender a hablar todas las lenguas y acomodarte a las costumbres de todas las naciones, si quieres viajar más lejos que todos los viajeros, y ser naturalizado en todos los climas, y hacer que la Esfinge de con su cabeza contra una piedra, obedece el precepto del viejo filósofo, y explórate a ti mismo. Aquí dentro, se requieren ojo y nervio. Solamente los derrotados y los desertores van a las guerras, los cobardes que huyen y se alistan. Parte ahora mismo, por el camino al más lejano oeste que no se detiene en el Mississippi o en el Pacífico, ni conduce hacia una agotada China o Japón, sino que va en línea recta a esta esfera de invierno y verano, día y noche, donde el sol se pone, la luna se pone, y al fin la tierra también se pone.

Se dice que Mirabeau ensayó ser "salteador de caminos a fin de cerciorarse del grado de resolución necesario para ponerse uno mismo en formal oposición a las leyes más sagradas de la sociedad". Y declaró que "un soldado que lucha en las filas no necesita ni la mitad del coraje de un salteador de caminos"; que "el honor y la religión nunca han cerrado el paso a una resolución bien considerada y firme". Esto era varonil, dado como iba el mundo; pero era no obstante inútil, sino desesperado. Un hombre más sano se habría hallado bastante a menudo "en formal oposición" a lo que se imagina son "las leyes más sagradas de la sociedad", por la obediencia a leyes todavía más sagradas; y así, habría comprobado su resolución sin salirse de su camino. No corresponde a un hombre el colocarse en tal actitud para con la sociedad, sino mantenerse en la actitud que obedezca las leyes de su ser, que no será nunca de oposición a un gobierno justo, si él tuviera la suerte de encontrarlo.

Dejé los bosques por una razón tan buena como la que tuve para ir a ellos. Tal vez me pareció que tenía varias otras vidas que vivir, y no podía emplear más tiempo en ésa. Es notable cuán fácil e insensiblemente caemos en una ruta particular, y la hacemos nuestra senda trillada. No había vivido allí una semana sin que mis pies trazaran una senda desde mi puerta al lago, y aunque hace ya unos cinco o seis años desde que andaba yo por ella, es todavía muy visible. Verdad es, lo temo, que otros habrán pasado por ella, contribuyendo a conservarla abierta. La superficie de la tierra es blanda y se deja marcar por los pies de los hombres; lo mismo sucede con las sendas por donde viaja la mente. ¡Qué gastados y polvorientos deben estar, entonces, los caminos del mundo; qué profundas deben ser las rutinas de la tradición y de la conformidad! No deseo tomar pasaje en una cabina, sino, más bien, viajar junto al mástil sobre la cubierta del mundo, pues allí puedo ver mejor la luz de la luna brillar entre las montañas. No deseo bajar ahora.

Gracias a mi experimento, aprendí esto por lo menos: que si uno viaja confiadamente en la dirección de sus sueños y trata de vivir la vida que ha imaginado, se encontrará con un éxito inesperado en las horas comunes. Dejará atrás algunas cosas, cruzará un límite invisible; leyes nuevas, universales, y más liberales empezarán a establecerse por sí mismas en torno a él y en su interior; o bien las viejas leyes se habrán ensanchado, e interpretado en su favor en un sentido más liberal, y vivirá con la licencia propia de un orden de seres más altos. En la medida en que simplifique su vida, las leyes del universo se le presentarán menos complejas, y la soledad no será soledad, ni la pobreza pobreza, ni la debilidad debilidad. Si has construido castillos en el aire, tu trabajo no debe quedar perdido; ése era el lugar en que debían levantarse. Pon ahora los cimientos debajo de ellos.

Es una exigencia ridicula de Inglaterra y América la de que tú les hables de modo que ellas puedan comprenderte. Ni los hombres ni los hongos crecen de ese modo. Como si eso fuera importante, y no hubiese bastantes para comprenderlo a uno, sin ellos. Como si la Naturaleza no admitiera más que un solo orden de entendimiento, y no tuviese pájaros lo mismo que cuadrúpedos, criaturas que vuelan y otras que se arrastran; como si las palabras que Bright puede comprender fueran el mejor inglés. Como si solamente hubiera seguridad en la estupidez. Yo temo, principalmente, que mi expresión no sea bastante extravagante; que no vague bastante más allá de los estrechos límites de mi experiencia diaria, como para ser adecuada a la verdad de que estoy convencido. ¡La extravagancia!

Ella sólo depende de lo acorralado que esté uno. El búfalo, que emigra en busca de nuevos pastos hacia otras latitudes, no es extravagante como la vaca que patea el balde, salta el cerco y corre a donde está su ternero, en el momento de ordeñarla. Deseo hablar de algo sin límites; como un hombre en sus momentos de vela a los hombres en sus momentos de vela; pues estoy convencido de que no puedo exagerar lo bastante siquiera como para poner la base para una verdadera expresión. ¿Quién, luego de oír un trozo de música, temería hablar de un modo extravagante? Al considerar lo futuro o lo posible, deberíamos vivir completamente sueltos e indefinidos al respecto con nuestros contornos oscuros y nebulosos vueltos hacia esa dirección; como nuestras sombras revelan una insensible tendencia hacia el sol. La volátil verdad de nuestras palabras debería revelar continuamente lo inadecuado del resto de la exposición. La verdad de ellas es instantáneamente traducida; sólo queda su monumento literal. Las palabras que expresan nuestra fe y nuestra piedad no son definidas; sin embargo, son expresivas y fragantes como incienso, para las naturalezas superiores.

¿Por qué hemos de bajar el nivel de nuestra más obtusa percepción, y alabar esto como sentido común? El sentido común es el sentido de los hombres dormidos, que ellos expresan roncando. A veces nos inclinamos a clasificar a los que tienen entendimiento y medio, como si tuvieran entendimiento a medias, porque sólo apreciamos la tercera parte de su talento. Algunos hallarán defectos en el rojo de la aurora si se levantasen muy temprano. "Algunos pretenden" según he oído, "que los versos de Kabir tienen cuatro sentidos diferentes: la ilusión, espíritu, intelecto y la doctrina exotérica de los Veda; pero, en esta parte del mundo, se considera motivo para lamentarse si los escritos de un hombre admiten más de una interpretación. Mientras Inglaterra trata de curar la enfermedad de las papas, ¿por qué nadie trata de curar la podredumbre del cerebro, que prevalece de modo tanto más vasto y fatal?

No creo haber llegado a la oscuridad, pero estaría orgulloso si, en cuanto a ella, no se hallara en mis páginas una falta mayor que la que se le encuentra al hielo del Walden. Los parroquianos del sur le objetaban su color azul, que es la evidencia de su pureza, y preferían el hielo de Cambridge, que es blanco, pero tiene gusto a yuyos. La pureza que aman los hombres es semejante a las nieblas bajas que envuelven la tierra y no al éter azul de las alturas.

Algunos nos aturden los oídos diciendo que nosotros los americanos, y en general los modernos, somos enanos intelectuales comparados con los hombres antiguos o con los isabelinos. Pero ¿qué se proponen? Un perro vivo es mejor que un león muerto. ¿Deberá ahorcarse un hombre por el hecho de pertenecer a la raza de los pigmeos, en lugar de tratar de ser el más grande entre éstos? Cada uno atienda sus asuntos, y trate de ser tal como fue hecho.

¿Por qué tenemos tan desesperado afán de éxito, y en empresas tan desesperadas? Si un hombre no marcha al mismo paso que sus compañeros, quizás sea porque él oye un tambor diferente. Marche según la música que oiga, cualquiera sea su compás y lejanía. No es importante que madure tan pronto como un manzano o un roble. ¿Deberá él cambiar su primavera en verano? Si la condición de las cosas para la que fuimos hechos no existe todavía, ¿cuál sería la realidad con que pudiéramos reemplazarla? No naufraguemos en una realidad vana. ¿Hemos de erigir con trabajo y penas, un cielo de vidrio azul sobre nosotros, aunque, una vez hecho, sea seguro que todavía contemplaremos el verdadero cielo etéreo, muy por encima, como si el primero no existiese?

En la ciudad de Kouroo, había una vez un artista que estaba dispuesto a luchar buscando la perfección. Un día se le ocurrió hacer un bastón. Habiendo considerado que en una obra imperfecta el tiempo es un ingrediente, pero en una obra perfecta el tiempo no entra en cuestión, se dijo: "ha de ser perfecta mi obra en todo sentido, aunque no haga otra cosa en toda mi vida. En el acto marchó al bosque por madera, resuelto a que el bastón no fuese hecho de material inadecuado, y mientras la buscaba, desechando palo tras palo, sus amigos iban dejándolo poco a poco, porque envejecían y morían, pero él, en cambio, no envejecía en lo más mínimo. La unidad de propósito y resolución, y su elevada piedad, le daban, sin que él lo supiera, perenne juventud. Como no hizo trato con el Tiempo, el Tiempo, apartado del camino del artista, suspiraba a distancia porque no podía vencerlo. Antes de que hubiera hallado un tronco enteramente apropiado, la ciudad de Kouroo era una antigua ruina; en un montículo de ésta se sentó a descortezar el palo, y antes de que le hubiera dado la forma adecuada, la dinastía de los Candahars tocaba a su fin; con la punta del palo escribió en la arena el nombre del último de esa estirpe, y reanudó su trabajo. Por el tiempo en que había alisado y pulido el bastón, Kalpa ya no era la estrella polar; y antes de que le hubiera puesto la férula y adornado el puño con piedras preciosas, Brahma había despertado y se había dormido varias veces. Pero, ¿para qué estoy mencionando estas cosas? Al dar el toque final a su obra, ésta, súbitamente, se desplegó ante los ojos del artista atónito, como la más bella de todas las creaciones de Brahma. El había ideado un nuevo sistema de hacer un bastón, un mundo de plenas y bellas proporciones, en el cual, aunque viejas ciudades y dinastías habían fenecido, otras más bellas y más gloriosas las habían reemplazado. Y entonces él vio, por el montón de virutas todavía frescas a sus pies, que para él y su obra, aquel tiempo transcurrido había sido una ilusión, y no había durado más que lo requerido para que una sola centella del cerebro de Brahma cayera a inflamar la yesca de un cerebro mortal. El material era puro, y su arte era puro; ¿cómo podría no ser maravilloso el resultado?

Ningún aspecto que demos a una materia puede al fin ayudarnos tanto como la verdad. Esta sola perdura. En general, no estamos donde estamos, sino en una posición falsa. Por una incapacidad de nuestras naturalezas, suponemos un caso y nos ponemos en él, y, por consiguiente, estamos en dos casos a la vez, y es doblemente difícil nuestra salida. En los momentos de clara visión, miramos solamente los hechos, el caso real. Dice uno lo que tiene que decir, y no lo que debe decir. Cualquier verdad es mejor que un artificio. Tom Hyde, el calderero, fue interrogado en el patíbulo sobre si tenía algo que decir. "Decid a los sastres", dijo, "que se acuerden de hacer el nudo en el hilo antes de dar la primera puntada". El ruego de su compañero cayó en el olvido.

Por mezquina que sea tu vida, afróntala y vívela; no la esquives, ni la califiques con duros nombres. No es tan mala como tú. Parece la más pobre cuando tú eres el más rico. El criticón hallará faltas aun en el paraíso. Ama tu vida, pobre como es. Puedes quizá tener algunas horas placenteras, emocionantes, gloriosas, hasta en un hospicio. El sol al ponerse se refleja en las ventanas de un asilo como en las de la morada del hombre rico; la nieve se derrite ante su puerta con igual premura que en otras partes. No veo por qué una mente serena no ha de vivir allí tan contenta y tener tan alegres pensamientos como en un palacio. Me parece que los pobres de la villa viven a menudo las vidas más independientes. Acaso son ellos, simplemente, lo bastante grandes para recibir todo sin recelo. En su mayor parte piensan que están por encima de necesitar ser sustentados por la villa, pero a menudo ocurre que no están por encima de sustentarse por medios deshonestos, lo cual sería más deshonroso. Cultiva la pobreza como una hierba de jardín, como la juncia. No te preocupes mucho por obtener nuevas cosas, ya sean vestidos o amigos. Da vuelta las viejas; retorna a ellas. Vende tus vestidos y conserva tus pensamientos. Dios verá que no necesitas sociedad. Si yo estuviera encerrado en el rincón de un desván por todos mis días, como una araña, el mundo sería justamente tan grande para mí como antes, mientras tuviese mis pensamientos conmigo. El filósofo dijo: "A un ejército de tres divisiones se lo puede hacer morder el polvo tomándole a su general; al hombre más abyecto y vulgar no se le pueden quitar sus pensamientos". No busques tan ansiosamente tu desarrollo, ni someterte a muchas influencias que te manejen; todo esto es disipación. La humildad, como la oscuridad, revela las luces celestiales. Las sombras de la pobreza y de lo mísero se agolpan en torno de nosotros, y, ¡mirad!, la creación se ensancha ante nuestra vista. Siempre se nos recuerda que si se nos diese la riqueza de Creso, nuestras aspiraciones deben ser las mismas, y nuestros medios esencialmente iguales. Además, si tu campo de acción es restringido por la pobreza, si no puedes comprar libros o periódicos, por ejemplo, estarás encerrado en medio de las experiencias más significativas y vitales; estarás obligado a tratar con los materiales que más azúcar y más almidón proporcionan. La vida que está cerca de los huesos es la más dulce. Estarás libre del peligro de ser frivolo. Ningún hombre cae nunca a un nivel más bajo, por magnanimidad hacia uno superior. La riqueza superflua sólo puede comprar superfluidades. No se requiere dinero para comprar una cosa necesaria al alma.

Vivo en el ángulo de un muro de plomo, en cuya composición se ha vertido un poco del metal de las campanas. A menudo, en el reposo del mediodía, llega a mis oídos un confuso tintinnablum desde afuera. Es el ruido de mis contemporáneos. Mis vecinos me cuentan sus aventuras con famosos caballeros y damas, y las notabilidades que encuentran en una comida; pero tales cosas no me interesan más que las contenidas en el Daily Times. El interés de la conversación gira sobre los trajes y las maneras, principalmente; pero un ganso es un ganso, vístaselo como se quiera. Me hablan de California y Texas, de Inglaterra y las Indias, del honorable Sr , de Georgia o de Massachusetts, todos fenómenos pasajeros y fugaces, hasta que pronto termino por saltar las tapias de su patio como el bey mameluco. Me deleito en acudir a mis ocupaciones, no en caminar en procesión con pompa y alardes en un lugar visible de todos, sino en pasearme con el Constructor del Universo, si me es dado hacerlo; no en vivir en este trivial Siglo Diecinueve, inquieto, nervioso y bullicioso, sino en quedarme parado o sentado, reflexionando, mientras pasa. ¿Qué están celebrando los hombres? Están todos en un comité de arreglos, y a cada hora esperan un discurso de alguien. Dios es solamente el presidente del día, y Webster es el orador. Amo pesar, considerar, decidir, gravitar hacia aquello que más fuerte y directamente me atrae; no colgarme del astil de la balanza, tratando de pesar menos; no suponer un caso, sino tomar el caso tal cual es; viajar por la única senda en que me es posible, y en la cual ningún poder puede resistirme. No me proporciona ninguna satisfacción principiar el arranque de un arco antes de obtener un sólido fundamento. No juguemos a patinar sobre hielo delgado. Hay un fondo sólido en cualquier parte. Leemos que el viajero preguntó al muchacho si el pantano que tenía delante era de fondo duro. El muchacho contestó que sí; pero el caballo se hundió hasta la cincha, y el viajero observó al muchacho: "Creí que decías que este pantano tenía un fondo duro". "Así es", contestó el último, "pero usted no ha llegado todavía a la mitad de donde lo es". Lo mismo pasa con los pantanos y arenas movedizas de la sociedad; sólo que es un muchacho viejo el que los conoce. Únicamente lo pensado, dicho o hecho en cierta rara coincidencia es bueno. Yo no quisiera ser uno de aquellos que pretenden locamente meter un clavo en algo que no es más que listón y revoque; tal acto me tendría despierto durante noches. Déseme un martillo, y que yo sienta donde puede hacerse el agujero. No cuentes con la masilla. Mete un clavo hasta el fondo y remáchalo, de modo que puedas despertar en la noche y pensar en tu obra con satisfacción; una obra ante la cual uno no se avergonzaría de invocar a la Musa. Así, y sólo así, Dios te ayudará. Cada clavo metido debe ser como un roblón más en la máquina del universo, donde tú haces el trabajo.

Antes que amor, o que dinero, o fama, dadme verdad. Me senté a una mesa en la que había ricos manjares, vino en abundancia, y obsequiosos ayudantes; pero la sinceridad y la verdad no estaban allí, y me escapé, hambriento, de aquella mesa inhospitalaria. La hospitalidad es tan fría como los helados; pensé que no había necesidad de hielo para prepararlos. Me hablaban de la edad del vino, y de la fama del viñedo; pero yo pensaba en un vino más añejo, más nuevo y más puro, de una vendimia más gloriosa, que ellos no habían tenido, ni lo podían comprar. El estilo, la casa y sus terrenos, y los "entretenimientos", nada eran para mí. Fui a visitar al rey, pero me hizo esperar en su hall, y se condujo como un hombre incapacitado para la hospitalidad. Había un hombre en mis vecindades que vivía en un árbol hueco. Sus maneras eran, en verdad, reales. Yo habría hecho mejor en visitarlo a él.

¿Hasta cuándo nos sentaremos en nuestros pórticos, practicando virtudes inútiles y mustias, que cualquier trabajo volvería impertinentes? ¡Como si uno debiera comenzar su día con paciencia en el sufrimiento, y pagar a un hombre para azadonar sus papas; y al caer la tarde fuese a practicar la mansedumbre y la caridad cristianas con bondad premeditada! Considere uno el orgullo chino y la estancada complacencia de sí mismo del género humano. Esta generación se reclina un poco para congratularse de ser la última de un ilustre linaje; y en Boston, y Londres, y París, y Roma, pensando en su larga descendencia, hablan de su progreso en el arte, la ciencia y la literatura, con satisfacción. ¡Existen Memorias de las Sociedades Filosóficas, y las públicas Apologías de los Grandes Hombresl

Esto es lo del buen Adán contemplando su propia virtud. "Sí, hemos realizado grandes hechos y cantado cantos divinos, que nunca morirán"; esto es, mientras nosotros podamos recordarlos. ¿Dónde están las sociedades sabias y los grandes hombres de Asiria? ¡Qué jóvenes filósofos y experimentalistas somos! No hay uno de mis lectores que haya vivido ya una vida humana entera. Los presentes sólo pueden ser los meses primaverales de la vida de la raza. Si hubiéramos tenido la comezón de los siete años, no habríamos visto todavía la cigarra de diecisiete años, en Concord. Conocemos solamente la película del globo en que vivimos. La mayor parte de nosotros no hemos clavado seis pies bajo su superficie, ni saltado otro tanto por encima de ella. No sabemos dónde nos hallamos. Además, permanecemos profundamente dormidos por más de la mitad de nuestro tiempo. No obstante, nos estimamos sabios, y tenemos un orden establecido sobre la superficie. ¡Verdaderamente somos unos pensadores profundos, unos espíritus ambiciosos! Cuando me detengo ante el insecto que se arrastra en medio de las pinochas sobre el suelo del bosque, tratando de esconderse de mi vista, me pregunto por qué abriga esos humildes pensamientos y oculta su cabeza de mí, que, tal vez, puedo ser su bienhechor y dar a su raza alguna información alegre, me acuerdo de ese mayor Bienhechor e Inteligencia que está sobre mí, insecto humano que soy.

Hay una incesante afluencia de lo novedosos en el mundo, y todavía toleramos una increíble estupidez. Me basta sólo aludir a la especie de sermones que todavía se escuchan en los países más cultos. Hay palabras tales como gozo y dolor, pero que sólo son el estribillo de un salmo cantado en tono nasal, mientras en verdad creemos en lo vulgar y ruin. Pensamos que podemos cambiar solamente nuestros vestidos. Se dice que el Imperio Británico es muy grande y respetable, y que los Estados Unidos son una potencia de primer orden. No creemos que debajo de cada hombre sube y baja una marea que pueda hacer flotar como una astilla al Imperio Británico, si la recibiera en su mente. ¿Quién sabe qué especie de cigarra de diecisiete años saldrá del suelo próximamente? El gobierno del mundo en que yo vivo no fue formado, como el británico, en conversaciones de sobremesa mientras se bebe el vino.

La vida en nosotros es como el agua en un río. Puede subir este año más alto de lo que hasta ahora haya presenciado el hombre, e inundar las resecas tierras altas. Hasta este mismo puede ser el año memorable que ahogue a todas nuestras ratas almizcleras. No siempre fueron tierras secas las que hoy habitamos. Veo, a lo lejos, tierra adentro, las riberas que la corriente bañaba en otros tiempos, antes de que la ciencia empezara a registrar sus crecidas. Todos han oído la historia que circuló en Nueva Inglaterra acerca de una fuerte y bella chinche que salió de la hoja seca de una vieja mesa de manzano que había estado en la cocina de un campesino durante sesenta años, primero en Connecticut, y después en Massachusetts, de un huevo depositado en el árbol vivo aún muchos años antes, como resultó al contarse las capas anulares. Se la oyó roer por varias semanas, incubada, tal vez, por el calor de un calentador. ¿Quién no siente fortalecida su fe en una resurrección e inmortalidad oyendo esto? ¡Quién sabe qué vida bella y alada, cuyo huevo estuvo sepultado durante siglos bajo muchas capas concéntricas de estupidez en la muerta y seca vida de la sociedad, habiendo sido depositado primero en la albura del árbol verde y viviente -que fue gradualmente convirtiéndose en una como bien endurecida tumba-y cuyo roer fue acaso oído durante años por la atónita familia del hombre sentada en torno a la festiva mesa, puede salir inesperadamente del mueble más trivial y más usado, para gozar, al fin, su perfecta vida estival!

No digo que John o Jonathan comprenderán todo esto; pero tal es el carácter de ese mañana, al que un mero correr del tiempo nunca haría amanecer. La luz que ciega nuestros ojos es oscuridad para nosotros. Sólo puede alborear el día para el cual estamos despiertos. Hay muchos días aún por amanecer. El sol no es más que un lucero del alba.

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