I. La bandera, primer acto
Los Miserables
I. La bandera, primer acto
Habían dado las diez y aún no llegaba nadie. De súbito en medio de aquella calma lúgubre, se oyó en la barricada una voz clara, juvenil, alegre, que parecía provenir de la calle de Saint—Denis, y que empezó a cantar, con el tono de una antigua canción popular, otra que terminaba por un grito semejante al canto del gallo.
—Es Gavroche —dijo Enjolras.
—Nos avisa —dijo Combeferre.
Una carrera precipitada turbó el silencio de la calle desierta; Gavroche saltó con agilidad y cayó en medio de la barricada, sofocado y gritando:
—¡Mi fusil! ¡Ahí están!
Un estremecimiento eléctrico recorrió toda la barricada; y se oyó el movimiento de las manos buscando las armas.
—¿Quieres mi carabina? —preguntó Enjolras al pilluelo.
—Quiero el fusil grande —respondió Gavroche.
Y cogió el fusil de Javert.
Cuarenta y tres insurgentes estaban arrodillados en la gran barricada, con las cabezas a flor del parapeto, los cañones de los fusiles y de las carabinas apuntando hacia la calle.
Otros seis comandados por Feuilly se habían instalado en las dos ventanas.
Pasaron así algunos instantes; después se oyó claramente el ruido de numerosos pasos acompasados. Sin embargo, no se veía nada. De repente desde la sombra una voz gritó:
—¿Quién vive?
Enjolras respondió con acento vibrante y altanero:
—¡Revolución Francesa!
—¡Fuego! —repuso una voz.
Estalló una terrible detonación. La bandera roja cayó al suelo. La descarga había sido tan violenta y tan densa, que había cortado el asta. Las balas que habían rebotado en las fachadas de las casas penetraron en la barricada e hirieron a muchos hombres.
El ataque fue violento; era evidente que debían luchar contra todo un regimiento.
—Compañeros —gritó Courfeyrac—, no gastemos pólvora en balde. Esperemos a que entren en la calle para contestarles.
—Antes que nada —dijo Enjolras—, icemos de nuevo la bandera.
Precisamente había caído a sus pies, y la levantó.
Se oía afuera el ruido de la tropa cargando las armas.
Enjolras añadió:
—¿Quién será el valiente que vuelva a clavar la bandera sobre la barricada?
Ninguno respondió. Subir a la barricada en el momento en que estaban apuntando de nuevo era morir y hasta el más decidido dudaba.