Apéndice vida y obra de Séneca
APÉNDICE
VIDA Y OBRA DE SÉNECA
La figura de Séneca tiene dos caras diferenciadas, la de su vida pública y la de su filosofía y su producción literaria, cuya confrontación en más de una ocasión ha creado controversia en torno a su persona, al mostrar dos personas bastante diferentes, incluso contradictorias. Fue una persona prominente bajo los gobiernos de Calígula, Claudio y, sobre todo, Nerón, y sus decisiones políticas a veces se alejaban de lo que inculcaba en sus escritos filosóficos y morales, inscritos dentro del estoicismo tardío. Tampoco su tren de vida rodeado de riquezas y codeándose muchas veces con la flor y nata romana parece ajustarse a los principios de austeridad que defendía como estoico, aunque también es justo decir que en sus propios escritos Séneca reconoció que a veces era difícil seguir todos los preceptos filosóficos que defendía.
Poco se sabe con certeza de los primeros años de la vida de Lucio Anneo Séneca. Casi exclusivamente toda la información de que disponemos sobre esta larga primera etapa vital nos la ofrece el propio Séneca en sus escritos. Nació en Córdoba, que en la época en que Augusto ejercía el poder en Roma era capital de la Bética y contaba con cierto prestigio social y cultural. El año de su nacimiento no se sabe con certeza; tradicionalmente se ha apuntado el 4 a. C., aunque la fecha podría oscilar entre ese año y los primeros del siglo I d. C. Su padre fue Marco Anneo Séneca, un rétor de posición acomodada y miembro del orden ecuestre, del que nos han llegado dos obras, las Controversias y las Suasorias, ambas al parecer pensadas para ser herramientas para la educación de sus hijos y para que los orientaran más hacia la jurisprudencia que hacia la filosofía. Lucio Anneo tuvo toda su vida una salud precaria; en más de una ocasión sufría tanto que llegó a plantearse seriamente el suicidio, opción que defiende moralmente en diversos escritos suyos. Cuando aún era muy pequeño, su familia se trasladó a Roma. Por lo que se deduce de sus escritos, a lo largo de su infancia y adolescencia, además de la de sus padres también contó con la protección de su tía materna, que no solo estuvo cerca de él en Roma, sino que más adelante lo puso bajo su protección cuando, aún joven, Séneca se trasladó a Egipto en busca de conocimientos y de un clima beneficioso para su salud.
El propio Séneca nos informa sobre la educación que recibió de maestros retóricos, cínicos, estoicos y pitagóricos, y da algunos nombres, como Papirio Fabiano, Átalo o Soción. Se desconoce cuánto tiempo estuvo en Roma y la fecha en que se trasladó a Egipto, aprovechando que el marido de su tía, Gayo Galerio, fue gobernador de esa provincia romana entre el 16 y el 31. En Egipto, no solo estudió algunas disciplinas científicas, sino que además pudo ver de primera mano cómo se administraba y gobernaba una provincia romana. Tampoco se sabe el tiempo que permaneció Séneca en Egipto, pero es seguro que fue una estancia larga. Se cree, aunque no está probado, que también viajó a Grecia para complementar sus conocimientos filosóficos y retóricos.
Una vez finalizado su largo proceso de formación, Séneca regresó a Roma en el 31, o quizás un poco después, para iniciar su carrera política (cursus honorum) ocupando el cargo de cuestor. Poco a poco fue progresando hasta ser una de las personas más influyentes del Senado gracias a su sentido político y a una gran habilidad como orador, que deja traslucir sus escritos. Tal llegó a ser el prestigio de Séneca que Dion Casio nos cuenta que, tras llegar Calígula al poder, este quiso ejecutarlo, pero paradójicamente su precaria salud le salvó la vida, ya que una mujer próxima al emperador le convenció de que el filósofo padecía tisis y que prácticamente estaba desahuciado. A pesar de haber sobrevivido a este ataque del megalomaníaco Calígula, Séneca prudentemente se retiró hacia el 39 de la vida política, aunque no dejó de frecuentar la alta sociedad romana.
Al poco de ser proclamado emperador Claudio (41 d. C.), Séneca cayó en desgracia. Fue acusado de cometer adulterio con Julia Livila, hermana de Calígula. Que dicha acusación fuera cierta o no es algo que no podemos saber, aunque con seguridad se trataba más de una maniobra política que otra cosa, para apartar a Séneca del poder. Fue sentenciado a exiliarse en la isla de Córcega, donde permaneció ocho años, desde el 41 hasta el 49. La estancia en un entorno agreste se le hizo muy dura al filósofo y, lejos de abrazar los principios estoicos, intentó por todos los medios recuperar el favor del emperador para poder regresar a Roma. Prueba de ello es su escrito Consolación a Polibio, dirigido a un liberto de Claudio, en el que no escatima alabanzas ni hacia él ni hacia el emperador. Sin embargo, todos sus esfuerzos fueron vanos.
La fortuna de Séneca cambiaría radicalmente en el 49, merced a un hábil movimiento político de Agripina, que se había casado con Claudio tras la muerte de su anterior esposa Mesalina. La segunda mujer del emperador quiso distanciarse de Mesalina y colocar en primera línea para la carrera al trono imperial a su hijo Nerón; para ello, convenció a Claudio de que el mejor candidato para ser tutor de Nerón, que entonces tenía doce años, era el prestigioso orador Séneca, que contaba aún con el favor del Senado y con seguidores en Roma. A su regreso a la capital imperial, a Séneca se le concedió el cargo de pretor y se ubicó en una posición inmejorable para ejercer el poder.
La muerte de Claudio en el 54 d. C. y la proclamación de Nerón como emperador propiciaron la etapa de mayor esplendor de Séneca, puesto que él y el prefecto Sexto Afranio Burro, que también se había ocupado de la educación de Nerón, fueron quienes gobernaron de facto el imperio durante cinco años aproximadamente. Entre otras cosas Burro y Séneca establecieron una administración fluida, una política fiscal adecuada y un sistema judicial más justo que en etapas anteriores, y contaron con el apoyo de un Senado fuerte. Mucho se ha discutido sobre la responsabilidad o no de Séneca en algunos de los hechos más sombríos sucedidos bajo su gobierno, como una malversación de dinero público o los asesinatos de Británico (55 d. C.), hijo de Mesalina y hermanastro de Nerón, y de su madre Agripina (59 d. C.), pero lo cierto es que no se puede afirmar ni desmentir nada al respecto. Lo que sí se puede asegurar es que durante ese período, Séneca amasó una inmensa fortuna, lo cual ya desde época romana se le ha criticado por ir en contra de la austeridad estoica.
Así pues, Nerón, que había empezado siendo un joven emperador bastante despreocupado respecto de los asuntos de Estado, fue poco a poco acaparando poder hasta convertirse en un tirano. Esto conllevó una progresiva pérdida de influencia en las esferas de poder de Séneca, que acabó solicitándole reiteradamente al emperador retirarse de la vida pública, cosa que consiguió en el 62. Su tranquilidad duró hasta el 65, año en que se descubrió la conspiración que tramaba el senador Gayo Calpurnio Pisón contra el emperador y con la que Séneca fue relacionado. De nuevo se desconoce si Séneca participó o no en la conjura; en cualquier caso su vinculación con ella fue fatal para él, ya que fue condenado a muerte. Como no era extraño por entonces, Séneca, antes de ser detenido y ejecutado, optó por suicidarse en su villa abriéndose las venas, rodeado por un médico, su esposa Paulina y algunos criados.
La fortuna ha sido benévola con la obra de Séneca, de la cual ha pervivido un volumen considerable, a pesar de que tengamos noticia de diversos tratados, cartas y poemas que se han perdido. Sus escritos son en general de contenido filosófico, pero una parte de su producción no lo es. En este segundo grupo se incluirían sus tragedias, su tratado Cuestiones naturales —una obra de carácter científico—, la Apocolocintosis —una sátira menipea dirigida contra el emperador Claudio y escrita poco después de la muerte de este (54 d. C.)— y unos cuantos epigramas.
Séneca, junto con Epicteto y Marco Aurelio, fue uno de los máximos representantes del estoicismo tardío, que sobre todo se centró más en la moral y no tanto en los aspectos teóricos como en los pragmáticos. La fuerza de sus escritos filosóficos no estriba tanto en la originalidad de las propuestas como en el lenguaje y el estilo de los mismos, diáfano y persuasivo. Entre sus obras de carácter filosófico se cuentan las Epístolas morales a Lucilio, el conjunto de los Diálogos y otros tratados, como Sobre la clemencia o Sobre los beneficios.
No se sabe la fecha de composición exacta de las Epístolas, pero las escribió al final de su vida, hacia el 60-65 d. C. Este conjunto de 124 cartas (que eran más, pero algunas de ellas se han perdido) es quizá la obra más lograda de Séneca, porque su formato de cartas breves y destinadas a una persona concreta se adapta muy bien a su estilo fresco e inmediato. En ellas se dirige a un amigo suyo, Lucilio (quien en realidad existió y con toda probabilidad fue un procurador de Sicilia), y lo alecciona sobre los principios morales estoicos que debe seguir.
Los Diálogos son una decena de tratados conocidos con este título unificador ya desde el final del imperio. En ellos, Séneca aborda diferentes asuntos, fundamentalmente desde una perspectiva estoica, aunque no tiene ningún problema en mostrarse ecléctico y adoptar a veces posturas e ideas epicúreas, cínicas o platónicas. Sus títulos: Sobre la providencia, Sobre la firmeza del sabio, Sobre la ira, Sobre la vida feliz, Sobre el ocio, Sobre la tranquilidad del espíritu, Sobre la brevedad de la vida, Consolación a Marcia, Consolación a Helvia y Consolación a Polibio. Se trata de textos relativamente breves, excepto en el caso del diálogo Sobre la ira, esencialmente pragmáticos y no demasiado originales en cuanto a ideas y propuestas, pero brillantes en el lenguaje, la expresión y el arte de convencer. Además de estos textos hay otros (como son los mencionados Sobre la clemencia o Sobre los beneficios) que se quedaron fuera de esta etiqueta general de Diálogos sin que se sepa muy bien por qué, ya que ni estilística ni temáticamente difieren en nada de este grupo.
En lo que al teatro se refiere, más allá de la calidad que atesoran las tragedias de Séneca, su valor literario trasciende las obras en sí mismas al situarse en el contexto en que hoy nos las encontramos. Y es que sus obras teatrales, a excepción de fragmentos aislados de autores, como Ennio, Pacuvio o Accio, son las únicas muestras del género trágico romano que han llegado hasta nuestros días. Eso quiere decir que, desde las obras atenienses del siglo V a. C. hasta el fin del Imperio romano, las tragedias de Séneca son las únicas íntegras que se han conservado; eso comporta la imposibilidad de valorarlas adecuadamente dentro de un contexto más amplio, atribuirle a Séneca la posible originalidad de cualquiera de sus aspectos, concederle la paternidad de sus virtudes o achacarle sus defectos. En cualquier caso, siempre será injusta la comparación de Séneca como tragediógrafo con los tres grandes puntales de la tragedia griega, Esquilo, Sófocles y Eurípides, porque en dicha comparación no solo Séneca saldría perdiendo, sino casi cualquier otro escritor posterior de la literatura occidental. Dicho esto, y admitiendo la inanidad de establecer cualquier parangón con los dramaturgos griegos, hay que decir que el teatro de Séneca está más relacionado con el de Eurípides que con el de ninguno de los otros dos.
Se han conservado diez dramas de Séneca, de entre los cuales algunos críticos descartan la autoría de uno o dos de ellos. Como con buena parte de la producción de Séneca, es poco menos que imposible determinar con exactitud las fechas de composición de estas obras, por lo que aquí no se consignarán sus fechas de composición, aunque muy probablemente empezó a escribir teatro durante su destierro corso y continuó su actividad de creación dramática hasta el año de su muerte. Sin embargo, las obras teatrales de Séneca se pueden organizar siguiendo otros criterios; por ejemplo, según sus títulos, como proponen estudiosos como Theodor Birt o Berthe Marti. Así, Séneca escribió dos obras centradas en la figura de Hércules (Hércules loco y Hércules en el Eta), dos obras centradas en el análisis de dos personajes femeninos que actúan impulsados por sus pasiones (Medea y Fedra), tres obras cuyos protagonistas se debaten ante dilemas morales (Agamenón, Edipo y Tiestes) y finalmente dos obras donde se abordan temas de índole religiosa (Las fenicias y Las troyanas). Estas nueve tragedias girarían siempre en torno a una temática mitológica. Pero aún hay una décima obra que bebería de fuentes estrictamente históricas: Octavia, una fabula praetexta (es decir, una obra basada en la historia de Roma) cuya protagonista es la hija de Claudio y Mesalina. Generalmente se presume que esta obra se escribió tras la muerte de Séneca y por lo tanto él no sería su autor.
CRONOLOGÍA
BIBLIOGRAFÍA
OTRAS EDICIONES EN CASTELLANO
SÉNECA (2018), Sobre la brevedad de la vida, el ocio y la felicidad, traducción de Eduardo Gil, Acantilado, Barcelona.
SÉNECA (1984), Diálogos, introducción y traducción de Carmen Codoñer, Editora Nacional, Madrid.
SÉNECA (1943-1949), Obras completas, introducciones, traducción y notas de Lorenzo Riber, Aguilar, Madrid.
ESTUDIOS
GIANCOTTI, Francesco (1953), Saggio sulle tragedie di Seneca, Società Editrice Dante Alighieri, Città di Castello-Roma.
GRIMAL, Pierre (2013), Séneca, Gredos, Madrid.
LÓPEZ KINDLER, Agustín (1966), Función y estructura de la sententia en la prosa de Séneca, EUNSA, Pamplona.
ZAMBRANO, María (1944), El pensamiento vivo de Séneca, Losada, Buenos Aires.