La voz del silencio

Fragmento II Los dos senderos

Fragmento II Los dos senderos

Y ahora, ¡oh Maestro de Compasión! indica el camino a los demás hombres. Contempla a todos aquellos que, llamando para ser admitidos, esperan en la ignorancia y en las tinieblas para ver abierta repentinamente la puerta de la Dulce Ley.

La voz de los Candidatos:

¿No revelarás tú, Maestro de tu propia Clemencia, la Doctrina del Corazón[53]? ¿Rehusarás guiar a tus servidores hasta el Sendero de la Liberación?

Dice el Maestro:

Los Senderos son dos; las grandes Perfecciones tres; seis son las Virtudes que transforman al cuerpo en el Árbol del Conocimiento[54].

¿Quién se aproximará a ellos?

¿Quién será el primero que entrará en ellos?

¿Quién oirá primero la doctrina de los dos Senderos en uno, la verdad sin velo acerca del Corazón Secreto[55]? La Ley que, rehuyendo el estudio, enseña la Sabiduría, revela una historia de angustias.

¡Ah! ¡Triste cosa es que todos los hombres posean Âlaya[56], que sean uno con la gran Alma, y que, poseyéndola, Âlaya les aproveche tan poco!

Contempla cómo, a semejanza de la luna que se refleja en las aguas tranquilas, Âlaya es reflejada por lo pequeño y por lo grande, se reverbera en los átomos más diminutos y, sin embargo, no logra alcanzar el corazón de todos. ¡Ah! ¡Qué tan pocos hombres se aprovechen del don, del inapreciable beneficio de aprender la verdad, de lograr la verdadera percepción de las cosas existentes, el conocimiento de lo no existente!

Dice el Discípulo:

Oh, Maestro, ¿qué debo hacer para alcanzar la Sabiduría? Oh tú, Sabio, ¿qué haré para obtener la perfección?

Dice el Maestro:

Vé en busca de los Senderos. Pero ¡oh Lanú! sé limpio de corazón antes de emprender el viaje. Antes de dar el primer paso, aprende a discernir lo verdadero de lo falso, lo transitorio de lo perdurable. Aprende, sobre todo, a distinguir la Sabiduría de la Cabeza, de la Sabiduría del Alma; la doctrina del «Ojo», de la doctrina del «Corazón».

Verdaderamente, la ignorancia es como una vasija cerrada y sin aire; el alma es como un pajarillo preso en su interior. No gorgojea ni puede ahuecar una pluma; mudo y entumecido el pájaro cantor, se reclina y muere exhausto.

Pero incluso la ignorancia es preferible a la Sabiduría de la Cabeza, si ésta no tiene la Sabiduría del Alma para iluminarla y guiarla.

Las semillas de la Sabiduría no pueden germinar ni desarrollarse en un espacio sin aire. Para vivir y cosechar experiencia, la mente necesita anchura y profundidad y fines que la conduzcan hacia el Alma-Diamante[57]. No busques estos fines en el reino de Mâyâ; más bien remóntate más allá de las ilusiones, busca al eterno e inmutable SAT[58], desconfiando de las falsas sugestiones de la fantasía.

Porque la mente es como un espejo; se cubre de polvo mientras refleja[59]. Necesita las suaves brisas de la Sabiduría del Alma para que barran el polvo de nuestras ilusiones. Procura, oh principiante, armonizar tu Mente con tu Alma.

Huye de la ignorancia, huye igualmente de la ilusión. Aparta tu faz de los desengaños del mundo; desconfía de tus sentidos, porque son falsos. Pero en el interior de tu cuerpo, en el sagrario de tus sensaciones, busca en lo Impersonal al «Hombre Eterno[60]»; y una vez que lo hayas encontrado, mira hacia adentro: tú eres Buddha[61].

Huye del aplauso, ¡oh, Devoto! El aplauso conduce a la propia desilusión. Tu cuerpo no es el Yo; tu YO existe por sí mismo independientemente del cuerpo, y no le afectan ni los elogios ni los vituperios.

La propia satisfacción ¡oh discípulo! es a manera de una torre elevada, a la cual ha subido un loco presuntuoso, que permanece allí en orgullosa soledad e inadvertido de todos, excepto de él mismo.

El falso saber es rechazado por el Sabio y esparcido a los Vientos por la Buena Ley. Su rueda gira para todos, tanto para el humilde como para el soberbio. La «Doctrina del Ojo[62]» es para la multitud. La «Doctrina del Corazón», es para los elegidos. Los primeros repiten con orgullo «Mirad, yo sé. —Los segundos, aquellos que humildemente han recogido la cosecha confiesan en voz baja—: Así he oído yo[63]».

«Gran Tamiz» es el nombre de la «Doctrina del Corazón», oh, discípulo.

La rueda de la Buena Ley se mueve velozmente. Muele de noche y de día. Aventa la cáscara inservible del grano dorado, los desechos de la harina. La mano del Karma guía la rueda, y sus revoluciones marcan los latidos del corazón kármico.

El verdadero conocimiento es la harina; la falsa enseñanza es la cascarilla. Si quieres comer el pan de la Sabiduría, tienes que amasar tu harina con las límpidas aguas de Amrita[64]; pero si amasas las cáscaras con el rocío de Mâyâ, no harás sino preparar alimento para las negras palomas de la muerte, las aves de nacimiento, degeneración y sufrimiento.

Si te dicen que, para convertirte en un Arhan[65] tienes que dejar de amar a todos los seres, diles que mienten.

Si te dicen que, para conseguir la liberación, has de odiar a tu madre y descuidar a tu hijo, negar a tu padre y llamarle «cabeza de familia[66]», renunciar a toda compasión por el hombre y por las bestias, diles que su lengua es falsa.

Esto enseñan los Tîrthikas[67], y los incrédulos.

Si te enseñan que el pecado nace de la acción, y la bienaventuranza de la inacción absoluta, diles entonces que yerran. La impermanencia de la acción humana; la liberación de la servidumbre de la mente por medio de la cesación del pecado y de los defectos, no son para «Egos-Deva[68]». Eso dice la «Doctrina del Corazón».

El Dharma[69] del «Ojo» es la encarnación de lo externo y de lo no existente.

El Dharma del «Corazón» es la encarnación de Bodhi[70]; lo Permanente y lo Imperecedero.

La lámpara arde con brillantez cuando la mecha y el aceite están limpios. Para limpiarlos es menester un purificador. La llama no experimenta el proceso de purificación. «Las ramas de un árbol son sacudidas por el viento; el tronco permanece inmóvil».

La acción y la inacción ambas pueden hallar cabida en ti: tu cuerpo agitado, tu mente tranquila, tu Alma tan nítida como un lago de la montaña.

¿Quieres convertirte en un Yogui del «Círculo del tiempo»? Entonces, oh Lanú:

No creas que, viviendo en selvas sombrías, en orgulloso aislamiento y aparte de los hombres, no creas que, alimentándote de raíces y plantas, mitigando la sed con la nieve de la gran Cordillera[71]; no creas, oh Devoto, que esto te conducirá a la meta de la liberación final.

No pienses que rompiendo tus huesos y lacerando tus carnes y tus músculos te unas a tu «Yo silencioso[72]». No pienses que una vez vencidos los pecados de tu forma densa, oh víctima de tus Sombras[73], queden cumplidos tus deberes acerca de la Naturaleza y del hombre.

Los bienaventurados han rehusado actuar de esa manera. El León de la Ley, el Señor de Misericordia[74] percibiendo la verdadera causa del infortunio humano, abandonó inmediatamente el dulce pero egoísta reposo de los bosques tranquilos. De Âranyaka[75] pasó a ser el Instructor de la humanidad. Después de que como Julaï[76] hubo entrado en el Nirvâna, predicó en la montaña y en la llanura, y pronunció discursos en las ciudades, para los Devas, los hombres y los dioses[77].

Siembra buenas acciones, y recogerás el fruto de ellas. La inacción en una obra de caridad, viene a ser acción en un pecado mortal.

Así habla el Sabio:

¿Te abstendrás de la acción? No es así como alcanzará tu alma su libertad. Para llegar al Nirvâna, debe uno conseguir el conocimiento de Sí mismo; y el conocimiento de Sí mismo es hijo de las buenas obras.

Ten paciencia, Candidato, como aquel que no teme ningún fracaso, ni busca triunfo alguno. Fija la mirada de tu alma en la estrella cuyo rayo eres tú[78], la flamígera estrella que resplandece en las oscuras profundidades de la existencia eterna, las regiones infinitas de lo Desconocido.

Ten perseverancia, como aquel que sufre eternamente. Tus sombras viven y se desvanecen[79]; aquello que en ti vivirá siempre, aquello que en ti conoce, porque es el conocimiento[80], no está dotado de vida efímera, es el Hombre que fue, es y será, y para quien jamás sonará la hora.

Si pretendes lograr dulce paz y reposo, Discípulo, siembra con las semillas del mérito los campos de las futuras cosechas. Acepta las miserias del nacimiento.

Pasa de la luz del sol a la sombra para hacer más sitio a otros. Las lágrimas que riegan el árido suelo de dolores y tristezas, hacen brotar las flores y los frutos de la retribución kármica. Del horno de la vida humana y de su negro humo se elevan raudas llamas, llamas purificadas que, remontándose por debajo del ojo kármico, tejen al fin la tela gloriosa de las tres vestiduras del Sendero[81].

Estas vestiduras son: Nirmânakâya, Sambhogakâya y Dharmakâya, la Sublime vestidura[82].

La vestidura Shangna[83], puede verdaderamente proporcionar la luz eterna. La vestidura Shangna solo proporciona el Nirvâna de destrucción; pone fin al renacimiento, pero ¡oh Lanú! también mata la compasión. Los Buddhas perfectos que están revestidos de la gloria de Dharmakâya, no pueden ya ayudar a la salvación del hombre.

¡Ah!, ¿serán todos los YOES sacrificados al Yo; la humanidad al bienestar de las Unidades?

Has de saber, oh, principiante, que éste es el SENDERO Abierto, el camino que conduce a la felicidad egoísta, rehuida por los Bodhisattvas del «Corazón Secreto», los Buddhas de Compasión.

Vivir para el bien de la humanidad, es el primer paso.

Practicar las seis virtudes gloriosas[84], es el segundo.

Ponerse la humilde vestidura del Nirmânakâya, es renunciar a la eterna felicidad para uno mismo, para ayudar a la salvación del hombre. Alcanzar la bendición del Nirvâna y sin embargo renunciar a ella, es el paso supremo, el último, el más alto en el Sendero de la Renunciación.

Has de saber, oh Discípulo, que éste es el SENDERO «Secreto» escogido por los Buddhas de Perfección que han sacrificado el Yo a los Yoes más débiles.

Pero, si la «Doctrina del Corazón» es de un vuelo excesivamente elevado para ti, si tú mismo necesitas ayuda y temes ofrecer ayuda a los demás, entonces, oh, tú de corazón tímido, date cuenta a tiempo: conténtate con la «Doctrina del Ojo» de la Ley. Espera, todavía. Porque si el «Sendero Secreto» es inalcanzable para ti en éste «día», está dentro de tus posibilidades «mañana[85]». Aprende que ningún esfuerzo, ni el más insignificante, tanto que sea en una buena como en una mala dirección, puede desvanecerse del mundo de las causas. Ni siquiera el disipado humo queda sin huella. «Una palabra dura pronunciada en vidas pasadas, no se destruye, sino que siempre vuelve[86]». No nacerán rosas del pimentero, ni la blanca estrella del oloroso jazmín se convertirá en espina o en cardo.

Puedes crear en éste «día» tus oportunidades para tu «mañana». En el «Gran Viaje[87]», las causas a cada hora sembradas conllevan su cosecha de efectos, porque la estricta Justicia rige el Mundo. Con poderoso alcance de acción que nunca se equivoca, aporta a los mortales vidas de felicidad o de infortunio, progenie kármica de todos nuestros anteriores pensamientos y actos.

Atesora, pues, tanto mérito como hay en reserva para ti, ¡oh, tú de corazón paciente! Ten buen estado de ánimo y conténtate con tu suerte. Tal es tu Karma[88], el Karma del ciclo de tus nacimientos, el destino de aquellos que en su dolor y tristeza, han nacido al mismo tiempo que tú; regocíjate y llora de vida en vida, encadenado a tus acciones pasadas.

*

Trabaja para ellos «hoy», y ellos trabajarán para ti «mañana».

De la flor de la Renunciación del Yo, es de donde, brota el dulce fruto de la Liberación final.

Condenado a perecer está aquel que, por miedo a Mâra, se abstiene de ayudar al hombre, como no sea en provecho propio. El peregrino que ansía refrescar sus secos labios en las aguas de la corriente, y sin embargo, no se atreve a lanzarse en ellas por temor a la misma, se expone a morir de calor. La inacción basada en el miedo egoísta, no puede producir sino malos frutos.

El devoto egoísta sirve sin objeto alguno. El hombre que no desempeña la tarea que tiene asignada en la vida, ha vivido en vano.

Sigue la rueda de la vida, sigue la rueda del deber para con la raza y la familia, el amigo y el enemigo, y cierra tu mente tanto a los placeres como al dolor. Agota la ley de retribución kármica. Atesora Siddhis[89] para tu futuro nacimiento.

Si no puedes ser Sol, entonces sé el humilde planeta. Si no te es posible resplandecer como el Sol de mediodía sobre la montaña coronada de nieve de pureza eterna, entonces, oh neófito, elige una vía más humilde.

Muestra el «Camino», aunque sea débilmente y confundido entre la multitud, como lo muestra la estrella vespertina a aquellos que siguen su ruta en medio de la oscuridad.

Contempla a Migmar[90], cómo con sus rojizos velos, su «ojo» pasa sobre la adormecida Tierra. Observa el aura ígnea de la «Mano» de Lhagpa[91] extendida en señal de amorosa protección sobre las cabezas de sus ascetas. Ambos son ahora servidores de Nyima[92], dejados en su ausencia como centinelas silenciosos de la noche. Sin embargo, en pasados Kalpas, ambos fueron resplandecientes Nyimas, y puede que en «Días» venideros se conviertan de nuevo en dos Soles. Tales son las caídas y las ascensiones de la Ley Kármica de la naturaleza.

Sé cómo ellos, oh Lanú. Dale luz y consuelo al fatigado peregrino, y busca a aquel que sabe todavía menos que tú; aquel que, en su infeliz desolación, espera hambriento el pan de la Sabiduría y el pan que alimenta la sombra, sin un Instructor, sin esperanza ni consuelo, y haz que oiga la Ley.

Dile, ¡oh Candidato!, que aquel que hace del orgullo y del amor propio unos esclavos de la devoción; que aquel que, aferrándose a la existencia, deposita, no obstante, su paciencia y obediencia a la Ley, como una fragante flor depositada a los pies de Shâkya-Thub-pa[93], se convierta en un Srôtâpatti[94] en esta encarnación. Los Siddhis de perfección pueden aparecer tarde, muy tarde; pero se ha dado el primer paso, se ha entrado en la corriente y puede alcanzarse la visión del ojo del águila de las montañas y el oído de la tímida corza.

Dile, ¡oh Aspirante!, que la verdadera devoción puede devolverle el conocimiento, aquel conocimiento que fue suyo en remotas encarnaciones. La visión del deva y el oído del deva no se logran en una breve existencia.

Sé humilde, si quieres alcanzar la Sabiduría.

Sé más humilde todavía, aun cuando seas dueño de la Sabiduría.

Sé cómo el océano, que recibe todas las corrientes y los ríos. La poderosa calma del océano permanece inalterable; sin sentirlos.

Refrena tu Yo inferior mediante tu YO divino. Refrena lo Divino por medio de lo Eterno.

Grande, en verdad, es aquel que aniquila el deseo.

Más grande todavía es aquél en quien el YO Divino ha destruido hasta la noción del deseo.

Guárdate de lo Inferior, no dejes que mancille lo Superior. El camino hacia la Liberación final está dentro de tu YO. Ese camino empieza y termina más allá del Yo[95].

Menospreciada de los hombres y, humilde ante la orgullosa mirada del Tirthika[96], es la madre de todos los ríos; vacía la humana forma, aunque llena de las placenteras aguas de Amrita, a los ojos de los necios. Con todo, el origen de los ríos sagrados es la región sagrada[97] y, aquel que posee la Sabiduría, es honrado por todos los hombres.

Los Arhans y los Sabios de ilimitada visión[98] son tan escasos como la flor del árbol Udumbara. Los Arhans nacen a medianoche, al mismo tiempo que la sagrada planta de nueve y siete tallos[99], la flor santa que se abre y florece en la oscuridad surgiendo del límpido rocío y del lecho helado de las nevadas cumbres, no holladas por ningún pie pecador.

Ningún Arhan, oh Lanú, llega a serlo en aquella encarnación en que, por vez primera, empieza el Alma a prepararse para la Liberación final. Sin embargo, oh tú de corazón ansioso, a ningún guerrero que voluntariamente luche en la feroz batalla entre los vivos y los muertos[100], a ningún recluta se le puede negar el derecho a entrar en el Sendero que conduce al campo de Batalla.

Porque, o vencerá, o sucumbirá.

Pero, si vence, el Nirvâna será suyo. Antes de que suelte la sombra de su envoltura mortal, ese motivo lleno de angustias y de dolor sin límites en él venerarán los hombres a un Buddha santo y sabio.

Y si sucumbe, entonces tampoco sucumbe en vano; los enemigos que mató en la última batalla, no volverán a la vida en su siguiente nacimiento.

Pero, si quieres alcanzar el Nirvâna, o renunciar al premio[101], que no sea el motivo el fruto de la acción y de la inacción, oh tú, de corazón intrépido.

Sabe que al Bodhisattva que trueca la Liberación por la Renunciación para asumir los sufrimientos de la «Vida Secreta[102]», se le llama el «tres veces Honrado», oh tú, candidato al sufrimiento a través de los ciclos.

El SENDERO es uno, Discípulo; no obstante, a su término es doble. Marcadas están sus etapas por cuatro y siete Portales. En un extremo, la felicidad inmediata, y en el otro, la bienaventuranza diferida. Ambas son la recompensa del mérito: la elección es tuya.

El Sendero Uno se convierte en dos: el Sendero Franco y el Sendero Secreto[103]. El primero conduce a la meta; el segundo a la Auto-Inmolación.

Cuando lo Mutable se sacrifica a lo Permanente, tuyo es el premio; la gota vuelve al punto de donde procedió. El SENDERO «Franco» conduce al cambio sin cambios, al Nirvâna, al estado glorioso de lo Absoluto, a la Bienaventuranza más allá del pensamiento humano.

Así, pues, el primer Sendero es LIBERACIÓN.

Pero el segundo Sendero es RENUNCIACIÓN, y por esto se le llama «Sendero de Dolor».

El Sendero Secreto conduce al Arhan a sufrimientos mentales indecibles; sufrimientos por los Muertos vivientes[104], y compasión impotente por los hombres que gimen en la kármica amargura; sin embargo, los Sabios no se atreven con los resultados del Karma.

Porque está escrito: Deja que siga su curso el efecto del rizo de las aguas, así como la gran marejada. «Enseña a evitar todas las causas».

El «Camino Franco», tan pronto como hayas alcanzado su meta, te llevará a desechar el cuerpo Bodhisáttvico, y te hará entrar en el estado tres veces glorioso de Dharmakâya[105], que es el olvido del mundo y de los hombres para siempre.

El «Sendero Secreto» conduce igualmente a la felicidad Paranirvânica, pero al final de Kalpas sin cuento; de Nirvânas ganados y perdidos por la piedad y compasión sin límites hacia el mundo de los frustrados mortales.

Pero se ha dicho: «El último será el más grande». Samyak Sambuddha, el Maestro de Perfección, abandonó su YO por la salvación del Mundo, deteniéndose en los umbrales del Nirvâna, el estado puro.

*

Ahora ya posees el conocimiento que se refiere a los dos Caminos. Llegará el día de tu elección, oh tú de alma ansiosa, cuando hayas alcanzado al fin y pasado los siete Portales. Tu mente está iluminada. Ya no te encuentras enredado en pensamientos ilusorios, porque tú lo has aprendido todo. La Verdad ha sido develada y te mira con firmeza a la cara. Y dice:

«Dulces son los frutos del Reposo y la Liberación para el provecho del Yo; pero más dulces todavía son los frutos de un prolongado y amargo deber. Sí, la Renunciación en beneficio de los demás, de tus semejantes que sufren».

Aquel que se convierte en Pratyêka-Buddha[106] presta obediencia solo a su Yo. El Boddhisattva que ha ganado la batalla, que en su mano sostiene el premio de la victoria, sin embargo, dice en su divina compasión:

«Por los demás, renuncio a esta gran recompensa», lleva a cabo la gran Renuncia:

ES UN SALVADOR DEL MUNDO.

*

¡Mira! La meta de la bienaventuranza y el largo Sendero de Amargura están en el último extremo. Puedes elegir lo uno o lo otro, oh aspirante al Dolor, a lo largo de siglos venideros.

OM VAJRAPANI HUM

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