La Doctrina Secreta Tomo I

Estancia V Fohat, el hijo de las jerarquías septenarias

Estancia V Fohat, el hijo de las jerarquías septenarias

1. LOS SIETE PRIMORDIALES, LOS SIETE PRIMEROS SOPLOS DEL DRAGÓN DE LA SABIDURÍA, PRODUCEN A SU VEZ EL TORBELLINO DE FUEGO CON SUS SAGRADOS ALIENTOS DE CIRCULACIÓN GIRATORIA.

Ésta es, quizás, la más difícil de explicar de todas las Estancias. Su lenguaje es comprensible únicamente para el que esté muy versado en la alegoría oriental y en su fraseología, de propósito obscura. Con seguridad que se nos hará la pregunta siguiente: ¿Creen los ocultistas en todos estos «Constructores» «Lipika» e «Hijos de la Luz», como Entidades, o no son más que meras imágenes? A esto se contesta claramente: Tras la concesión debida a la serie de imágenes de Poderes personificados, tenemos que admitir la existencia de estas Entidades, si es que no queremos desechar la Existencia de la Humanidad Espiritual dentro de la humanidad física. Pues las huestes de estos Hijos de la Luz, los Hijos nacidos de la Mente del primer Rayo manifestado del Todo Desconocido, constituyen la raíz misma del Hombre Espiritual. A menos de creer en el dogma antifilosófico de un alma especial creada para cada nacimiento humano, y que desde «Adán» nuevas colecciones de almas fluyen diariamente, tenemos que admitir las enseñanzas ocultistas. Esto será explicado en su lugar debido. Veamos ahora cuál puede ser el significado de esta Estancia oculta.

Enseña la Doctrina que, para llegar a convertirse en un Dios divino y plenamente consciente (sí, aun las más elevadas), las Inteligencias Espirituales Primarias tienen que pasar por la fase humana. Y cuando decimos humana, no debe aplicarse únicamente a nuestra humanidad terrestre, sino a los mortales que habitan cualquier mundo, o sea a aquellas Inteligencias que han alcanzado el equilibrio apropiado entre la materia y el espíritu, como nosotros ahora, desde que hemos pasado al punto medio de la Cuarta Raza Raíz de la Cuarta Ronda. Cada entidad debe haber conquistado por sí misma el derecho de convertirse en divina, por medio de la propia experiencia. Hegel, el gran pensador alemán, debe de haber conocido o sentido, intuitivamente esta verdad, cuando dice que lo Inconsciente ha desenvuelto el Universo únicamente «con la esperanza de alcanzar conciencia clara de sí mismo», o en otras palabras, de convertirse en Hombre; pues éste es también el significado secreto de la frase puránica usual acerca de Brahmâ, que se halla constantemente «movido por el deseo de crear. —Esto explica también la significación oculta de la frase kabalística—: El aliento se convierte en piedra; la piedra en planta; la planta en animal; el animal en hombre; el hombre en espíritu, y el espíritu en un dios». Los Hijos nacidos de la Mente, los Rishis, los Constructores, etc., fueron todos ellos hombres cualesquiera hayan sido sus formas y aspecto, en otros mundos y en Manvantaras precedentes.

Siendo este asunto de carácter tan sumamente místico, es de muy difícil explicación en todos sus detalles y consecuencias; pues todo el misterio de la creación evolucionaría se halla contenido en él. Una frase o dos de la Sloka recuerdan de un modo vívido otras similares de la Kabalah y de la fraseología del Rey Salmista[295]; pues ambos, hablando de Dios, le presentan haciendo al viento su mensajero, y a sus «ministros un fuego flamígero». Pero en la Doctrina Esotérica se emplea en sentido figurado. El «Viento de fuego Circular» es el polvo cósmico incandescente, que sigue tan solo magnéticamente, como las limaduras de hierro al imán, el pensamiento director de las «Fuerzas Creadoras». Sin embargo, este polvo cósmico es algo más; pues cada átomo en el Universo posee en sí la potencialidad de la propia conciencia, y es, como las Mónadas de Leibnitz, un Universo en sí mismo y por sí mismo. Es un átomo y un ángel.

Relacionado con esto, debe hacerse observar que una de las lumbreras de la moderna escuela evolucionista, Mr. A. R. Wallace, al discutir lo inadecuado de la «selección natural» como factor único en el desenvolvimiento del hombre físico, admite prácticamente y por completo este punto examinado. Sostiene que la evolución del hombre fue dirigida e impulsada por Inteligencias superiores, cuya agencia es un factor necesario en el esquema de la Naturaleza. Pero desde el momento en que la acción de estas Inteligencias se admite en un lugar, es una deducción lógica al extenderla todavía más. No puede trazarse ninguna limitación divisoria rígida.

2. ELLOS HACEN DE ÉL EL MENSAJERO DE SU VOLUNTAD (a). EL DZYU SE CONVIERTE EN FOHAT: EL HIJO VELOZ DE LOS HIJOS DIVINOS, CUYOS HIJOS SON LOS LIPIKA[296], LLEVA MENSAJES CIRCULARES. FOHAT ES EL CORCEL, Y EL PENSAMIENTO EL JINETE[297]. ÉL ATRAVIESA COMO EL RAYO LAS NUBES DE FUEGO (b)[298]; DA TRES Y CINCO Y SIETE PASOS A TRAVÉS DE LAS SIETE REGIONES SUPERIORES Y DE LAS SIETE INFERIORES[299]. ALZA LA VOZ, Y LLAMA A LAS CHISPAS INNUMERABLES[300] Y LAS REÚNE (c).

(a). Esto presenta a los «Siete Primordiales» usando como vehículo (Vâhana o sujeto manifestado que se convierte en el símbolo del Poder que le dirige) a Fohat, llamado en consecuencia el «Mensajero de su Voluntad» el «Torbellino de Fuego».

(b). «Dzyu se convierte en Fohat»; la expresión misma lo dice. Dzyu es el único Conocimiento Verdadero (mágico) o la Sabiduría Oculta, la cual, estando en relación con las verdades eternas y con las causas primarias, se convierte casi en omnipotencia cuando se aplica debidamente. Su antítesis es Dzyu-mi; los que se ocupan únicamente de ilusiones y de apariencias falsas, como sucede con nuestras ciencias modernas exotéricas. En este caso, Dzyu es la expresión de la Sabiduría colectiva de los Dhyâni-Buddhas.

Suponiendo que el lector no conoce nada respecto de los Dhyâni-Buddhas, conviene decir desde luego que, según los orientalistas, hay cinco Dhyânis, que son los Buddhas Celestiales, cuyas manifestaciones en el mundo de la forma y la materia, son los Buddhas humanos. Esotéricamente, sin embargo, los Dhyâni-Buddhas son siete, de los cuales tan solo cinco se han manifestado hasta el presente[301], y dos tienen que venir en las Razas Raíces Sexta y Séptima. Ellos son, por decirlo así, los eternos prototipos de los Buddhas que aparecen en esta tierra, cada uno de los cuales posee su divino prototipo particular. Así, por ejemplo, Amitâbha es el Dhyâni-Buddha de Gautama Shâkyamuni, manifestándose por medio de él siempre que esta gran Alma encarna en la tierra, como lo hizo en Tsong-kha-pa[302]. Como síntesis de los siete Dhyâni-Buddhas, Avalokiteshvara fue el primer Buddha (el Logos), y Amitâbha es el «Dios» interno de Gautama, a quien en China llaman Amida (Buddha). Ellos son, como dice bien el profesor Rhys Davids, «los gloriosos complementos en el mundo místico, libres de las condiciones depresivas de esta vida material», de cada Buddha mortal y terreno —los Mânushi-Buddhas libertados y designados para gobernar la Tierra durante esta Ronda—. Son los «Buddhas de Contemplación», y todos son Anupâdaka (sin padre), o sea nacidos por sí mismos de la esencia divina. La enseñanza exotérica de que cada Dhyâni-Buddha posee la facultad de producir de sí mismo un hijo igualmente celestial, un Dhyâni-Bodhisattva, quien después de la muerte del Mânushi-Buddha tiene que continuar la obra de este último, se apoya en el hecho de que, mediante la Iniciación más elevada, llevada a efecto por un protegido del «Espíritu de Buddha» —¡de quien dicen los orientalistas que creó los cinco Dhyâni-Buddhas!—, un candidato se convierte virtualmente en Bodhisattva, creado tal por el sumo Iniciador.

(c). Siendo Fohat uno de los más, si no el más importante carácter de la cosmogonía esotérica, debe ser minuciosamente descrito. Así como en la cosmogonía griega más antigua, se difiere por completo de la posterior, Eros es la tercera persona de la trinidad primitiva, Caos, Gæa, Eros [que corresponde a la Trinidad kabalística: Ain Suph, el Todo Sin Límites (pues Caos el Espacio, de caìn, abrir por completo, estar vacío), Shekinah y el Anciano de los Días o el Espíritu Santo], del mismo modo Fohat es una cosa en el Universo aún sin manifestar, y otra en el Mundo fenomenal y cósmico. En el último, es el poder oculto, eléctrico y vital, que, bajo la Voluntad del Logos Creador, une y relaciona todas las formas, dándoles el primer impulso, que se convierte con el tiempo en ley. Pero en el Universo Inmanifestado, Fohat ya no es esto, como Eros no es el ulterior y brillante Cupido, alado, o el Amor. Fohat nada tiene que ver todavía con el Cosmos, puesto que éste no ha nacido, y los Dioses duermen aún en el seno del «Padre-Madre». Es una idea abstracta filosófica. No produce todavía nada por sí mismo; es sencillamente el poder creador potencial, en virtud de cuya acción el Nóumeno de todos los fenómenos futuros se divide, por decirlo así, solo para reunirse en un acto místico suprasensible y emitir el Rayo creador. Cuando el «Hijo Divino» se destaca, entonces se convierte Fohat en la fuerza propulsora, en el Poder activo, que es causa de que el Uno se convierta en Dos y en Tres (en el plano cósmico de la manifestación). El triple Uno se diferencia en los Muchos, y entonces Fohat se transforma en la fuerza que reúne a los átomos elementales, y hace que se agreguen y combinen. Hallamos un eco de estas enseñanzas antiquísimas en la primitiva mitología griega. Erebos y Nux nacen del Caos, y, bajo la acción de Eros, dan nacimiento a su vez a Æther y a Hemera, la luz de la región superior y la de la inferior o terrestre. Las Tinieblas generan luz. Compárese esto con la Voluntad o el «Deseo» de crear, de Brahmâ, en los Purânas; y en la Cosmogonía fenicia de Sanchuniathon, con la doctrina de que el Deseo, es el principio de la creación.

Fohat hállase íntimamente relacionado con la «Vida Una». Del desconocido Uno, emana la Totalidad Infinita, el Uno Manifestado o la Deidad Manvantárica periódica; y ésta es la Mente Universal, que separada de su Fuente-Origen, es el Demiurgo o Logos Creador de los kabalistas occidentales, y el Brahmâ de cuatro caras de la religión hindú. En su totalidad, y considerado en la doctrina esotérica desde el punto de vista del Pensamiento Divino manifestado, representa las Huestes de los más elevados Dhyân Chohans Creadores. Simultáneamente con la evolución de la Mente Universal, la Sabiduría oculta de Âdi-Buddha —el Supremo y eterno— se manifiesta como Avalokiteshvara (o Ishvara manifestado), que es el Osiris de los egipcios, el Ahura-Mazda de los zoroastrianos, el Hombre Celeste de los filósofos herméticos, el Logos de los platónicos y el Âtman de los vedantinos[303]. Por la acción de la Sabiduría Manifestada, o Mahat —representada por estos innumerables centros de energía espiritual en el Kosmos—, la Reflexión de la Mente Universal, que es la Ideación Cósmica y la Fuerza Intelectual que acompaña a esta Ideación, se convierte objetivamente en el Fohat del filósofo Buddhista esotérico. Fohat, corriendo a lo largo de los siete principios del Âkâsha, actúa sobre la Substancia manifestada, o el Elemento único, como se ha dicho antes; y, diferenciándolo en varios centros de energía, pone en movimiento la ley de Evolución Cósmica que, en obediencia a la Ideación de la Mente Universal, trae a la Existencia todos los diversos estados del Ser, en el Sistema Solar manifestado.

El Sistema Solar traído a la existencia por estos agentes está constituido por Siete Principios, como todas las cosas que existen en estos centros. Tal es la enseñanza del Esoterismo transhimaláyico. Cada filosofía, sin embargo, tiene su sistema para la división de estos principios.

Fohat, pues, es el poder eléctrico vital personificado, la unidad trascendental que enlaza a todas las energías cósmicas, tanto en los planos invisibles como en los manifestados, cuya acción se parece (en una escala inmensa) a la de una Fuerza viva creada por la Voluntad, en aquellos fenómenos en que lo que parece subjetivo obra sobre lo que parece objetivo, y lo impulsa a la acción. Fohat es no solo el Símbolo viviente y el Receptáculo de aquella Fuerza, sino que es mirado además por los ocultistas como una Entidad, siendo las fuerzas sobre que obra cósmicas, humanas y terrestres, y ejerciendo su influencia sobre todos estos planos respectivamente. En el plano terrestre se siente su influencia en la fuerza magnética y activa generada por el enérgico deseo del magnetizador. En el cósmico, hállase presente en el poder constructor que, en la formación de las cosas —desde el sistema planetario a la luciérnaga y a la simple margarita—, lleva a efecto el plan que está en la mente de la Naturaleza o en el Pensamiento Divino, en lo referente al desarrollo y crecimiento de una cosa especial. Es, metafísicamente, el Pensamiento objetivado de los Dioses, el «Verbo hecho carne» en una escala inferior, y el mensajero de la Ideación cósmica y humana; la fuerza activa en la Vida Universal. En su aspecto secundario, Fohat es la Energía Solar, el fluido eléctrico vital, y el Cuarto Principio de conservación, el Alma Animal, por decirlo así, de la Naturaleza, o la Electricidad.

En 1882, el Presidente de la Sociedad Teosófica, el Coronel Olcott, fue criticado por asegurar en una de sus conferencias que la Electricidad es materia. Tal es, sin embargo, la enseñanza de la Doctrina Oculta. «La Fuerza», «la Energía» pueden ser nombres más a propósito para ella, mientras la ciencia europea sepa tan poco respecto a su naturaleza verdadera; sin embargo es materia, del mismo modo que lo es el Éter, puesto que es atómica, si bien a varios grados de distancia de aquél. Parece ridículo argüir que porque una cosa es imponderable para la Ciencia, no pueda ya ser llamada materia. La Electricidad es «inmaterial» en el sentido de que sus moléculas no se hallan sujetas a la percepción y al experimento; sin embargo, puede ser (y el Ocultismo dice que es) atómica; y por lo tanto, es materia. Pero aun suponiendo que fuera anticientífico el hablar de ella en tales términos, desde el momento que la Ciencia llama a la Electricidad fuente de Energía, o simplemente Energía y Fuerza, ¿en dónde existe una Fuerza o Energía que pueda concebirse prescindiendo de la materia? Maxwell, un matemático y una de las mayores autoridades en cuestión de Electricidad y sus fenómenos, dijo hace años que la Electricidad era materia, y no meramente movimiento. «Si aceptamos la hipótesis de que las substancias elementales están compuestas de átomos, no podemos evitar la consecuencia de que la Electricidad también, tanto positiva como negativa, está dividida en partes elementales definidas, que se conducen como átomos eléctricos»[304]. Nosotros vamos aún más allá, y aseguramos que la Electricidad no solamente es Substancia, sino que es emanación de una Entidad, la cual no es ni Dios ni Diablo, sino una de las innumerables Entidades que rigen y guían nuestro mundo, de acuerdo con eterna ley del Karma.

Volviendo a Fohat, hállase relacionado con Vishnu y Sûrya en el carácter primitivo del primero; pues Vishnu no es un Dios elevado en el Rig Veda. El nombre Vishnu procede de la raíz vish, «penetrar», y Fohat es llamado «El que penetra» y el Fabricante, porque da forma a los átomos procedentes de la materia informe[305]. En los textos sagrados del Rig Veda, también es Vishnu de una manifestación de la Energía Solar, y se le describe dando tres pasos a través de las Siete regiones del Universo”, teniendo el Dios védico muy poco de común con el Vishnu de los tiempos posteriores. Por lo tanto, ambos son idénticos en este rasgo particular, y el uno es la copia del otro.

Los Tres y Siete «Pasos» se refieren tanto a las siete esferas, según la Doctrina Esotérica habitadas por el hombre, como a las siete regiones de la Tierra. No obstante las frecuentes objeciones hechas por pretendidos orientalistas, las escrituras indas exotéricas hacen claramente referencia a los Siete Mundos o Esferas de nuestra Cadena Planetaria. El modo sorprendente con que todos estos números se hallan relacionados con números parecidos en otras cosmogonías y sus símbolos, puede verse en las comparaciones y paralelismos hechos por quienes han estudiado las antiguas religiones. «Los tres pasos de Vishnu», a través de las «siete regiones del Universo» del Rig Veda, se han explicado de varias maneras por los comentadores, como significando cósmicamente el fuego, el rayo y el sol, como habiendo sido dados en la tierra, en la atmósfera y en el cielo; se explican por Aurnavâbha de un modo más filosófico, y, muy correcto desde el punto de vista astronómico, como significando las distintas posiciones del sol, el orto, el cenit y el ocaso. Solo la Filosofía Esotérica lo explica con claridad, aunque el Zohar lo expone de un modo muy filosófico y comprensible. En éste se muestra claramente que en el principio los Elohim (Alhim) eran llamados Echad, «Uno», o la «Deidad, Uno en Muchos»; idea muy sencilla en el concepto panteísta; por supuesto, panteísta en su sentido filosófico. Entonces vino el cambio: «Jehovah es Elohim», unificando así la multiplicidad y dando el primer paso hacia el Monoteísmo. Ahora, en cuanto a la pregunta «¿cómo es Jehovah Elohim?, —la contestación es—: Por Tres Pasos» desde abajo. La significación es clara. Los Pasos son símbolos y emblemas, mutua y correlativamente del Espíritu, Alma, y Cuerpo (Hombre); del Círculo transformado en Espíritu, el Alma del Mundo, y de su Cuerpo (o Tierra). Saliendo fuera del Círculo del Infinito, que ningún hombre comprende, Ain-Suph, el sinónimo kabalístico de Parabrahman, del Zeroâna Akerne de los mazdeístas, o de cualquier otro «Incognoscible», se convierte en «Uno» (el Echad, el Eka, el Ahu); luego él (o ello) es transformado por la evolución en el «Uno en Muchos», los Dhyâni-Buddhas o los Elohim, o también los Amshaspends, dando su tercer Paso en la generación de la carne u Hombre. Y desde el Hombre o Jah-Hovah, «macho-hembra», la entidad interna y divina se convierte, en el plano metafísico, otra vez en los Elohim.

Los números 3, 5 y 7 son preeminentes en la masonería especulativa, como se hace ver en Isis sin Velo. Dice un masón:

Existen los 3, 5 y 7 pasos para manifestar un paseo circular. Las tres caras de 3, 3; 5, 3; y 7. 3; etc., etc. Algunas veces viene en esta forma: 753/2 = 376’5, y 7635/2 = 3817’5, y la razón de 20 612/6561 pies por medida cúbica, da las dimensiones de la Gran Pirámide.

Tres, cinco y siete son números místicos; y el último y el primero son en gran manera respetados, tanto por los masones como por los parsis, siendo el Triángulo en todas partes un símbolo de la Deidad[306]. Por supuesto, hay doctores en teología —Cassel, por ejemplo— que presentan al Zohar explicando y sosteniendo la Trinidad cristiana (!). Esta última, sin embargo, es en definitiva la derivada en su origen del , en el Ocultismo y Simbología arcaica de los paganos. Los Tres Pasos se refieren metafísicamente al descenso del Espíritu en la Materia, del Logos cayendo como un resplandor en el espíritu, después en el alma, y por último en la forma físico-humana del hombre, en la cual se convierte en Vida.

La idea de la Kabalah es idéntica al Esoterismo del período arcaico. Este Esoterismo es la propiedad común de todos, y no pertenece ni a la Quinta Raza aria, ni a ninguna de sus numerosas subrazas. No puede ser reclamado por los llamados turanios, ni por los egipcios, chinos y caldeos, o por alguna de las siete divisiones de la Quinta Raza-Raíz, sino que en realidad pertenece a las Razas Raíces Tercera y Cuarta, cuyos descendientes encontramos en el origen de la Quinta: los arios primitivos. El Círculo era en todas las naciones el símbolo de lo Desconocido —«El Espacio Sin Límites», el aspecto abstracto de una abstracción siempre presente—, la Deidad Incognoscible. Él representa al Tiempo sin límites en la Eternidad. El Zeroâna Akerne es también el «Círculo Sin Límites del Tiempo Desconocido»; de cuyo Círculo brota la Luz radiante —el Sol Universal u Ormuzd[307]—; éste es idéntico a Cronos en su forma Æolia, la de un Círculo. Pues el Círculo es Sar y Saros, o Ciclo. Era el Dios babilónico, cuyo horizonte circular era el símbolo visible de lo invisible, mientras que el Sol era el Círculo Uno, de donde procedían los orbes cósmicos, de los que era considerado como el jefe. Zeroâna es el Chakra o Círculo de Vishnu, el emblema misterioso que es, según la definición de un místico, «una curva de tal naturaleza, que cualquiera y la menor posible de sus partes, si la curva se extendiera en cualquier sentido, proseguiría y finalmente volvería a entrar en sí misma, formando una curva que sería la misma, o lo que llamamos el círculo». No puede darse mejor definición del símbolo propio y de la naturaleza evidente de la Deidad, la cual, teniendo su circunferencia en todas partes (lo ilimitado), tiene, por lo tanto, su punto central también en todas partes; en otras palabras, existe en cada punto del Universo. La Deidad invisible es también así los Dhyân Chohans, o los Rishis, los siete primitivos, los nueve (sin unidad sintética) y diez incluyendo a ésta, desde la cual pasa al Hombre.

Volviendo al Comentario 4 de la Estancia IV, comprenderá el lector por qué mientras el Chakra transhimaláyico tiene inscriptos dentro de él —el triángulo, la primera línea, el cuadrado, la segunda línea y un pentágono con un punto en el centro, bien sea así , o alguna otra variación—, el Círculo kabalístico de los Elohim revela, cuando las letras de la palabra (Alhim o Elohim) son leídas numéricamente, los famosos números 13 514, o por anagrama 31 415, el (pi) astronómico o el significado oculto de los Dhyâni-Buddhas, de los Gebers, los Giburim, los Kabeiri, y los Elohim, todos significando «Grandes Hombres», «Titanes», «Hombres Celestiales, —y, en la tierra—, Gigantes».

El Siete era un Número Sagrado en todas las naciones; pero ninguna lo ha aplicado a usos más fisiológicamente materialistas que los hebreos. Entre éstos, el 7 era por excelencia el número generativo, y el 9 el número masculino, el de la causa, formando, como hacen ver los kabalistas, el otz (90,70) o el «Árbol del jardín del Edén», la «vara doble hermafrodita» de la Cuarta Raza. Éste era el símbolo del Sanctasantórum, el 3 y el 4, de separación sexual. Casi todas las 22 letras hebreas son símbolos meramente fálicos. De las dos letras que se han mostrado, la ayin es una letra femenina negativa, simbólicamente un ojo; la otra una letra masculina, tzâ, un anzuelo o dardo para peces. En cambio, entre los indos y arios en general, el significado era múltiple y se refería casi por completo a las verdades puramente metafísicas y astronómicas. Sus Rishis y Dioses, sus Demonios y Héroes, poseen significados históricos y éticos.

Sin embargo, he aquí lo que nos dice un kabalista, quien, en una obra aún inédita, compara la Kabalah y el Zohar con el Esoterismo ario:

El sistema hebreo, claro, breve, acabado y exacto, sobrepuja con mucho a la enmarañada palabrería de los hindúes, justamente como por medio de paralelismo, dice el Salmista: «Mi boca habla con mi lengua, no conozco tus números» (LXXI, 15)… El emblema hindú demuestra por su insuficiencia en la gran mezcla de aspectos anormales, los mismos plumajes prestados que han tenido los griegos (los embusteros griegos), y que posee la masonería; lo cual, en la ruda pobreza monosilábica (aparente) del hebreo, demuestra que este último ha procedido de una antigüedad mucho más remota que cualquiera de ellos, y que ha sido el origen (?) o que ha estado más cerca de la antigua fuente original que ellos.

Esto es erróneo por completo. Nuestro ilustrado hermano y corresponsal juzga, por lo visto, los sistemas religiosos indos por sus Shâstras y Purânas, probablemente por los últimos, y además en sus traducciones modernas, desfiguradas por los orientalistas de tal modo que es imposible conocerlos. Si se quiere comparar, hay que dirigirse a sus sistemas filosóficos y a sus enseñanzas esotéricas. No hay duda que el simbolismo del Pentateuco y aun el del Nuevo Testamento vienen del mismo origen. Pero seguramente la pirámide de Cheops, cuyas medidas todas ha encontrado repetidas el profesor Piazzi Smyth en el pretendido y mítico Templo de Salomón, no es de fecha posterior a la de los libros mosaicos. De aquí que si existe una identidad tan grande como se pretende, tiene que ser debida a una copia servil de parte de los judíos, no de los egipcios. Los emblemas judíos —y aun su lenguaje, el hebreo— no son originales. Son tomados de los egipcios, de quienes Moisés adquirió su sabiduría; de los coptos, los parientes probables, si no padres, de los antiguos fenicios, y de los hyksos, sus (pretendidos) antecesores, como hace ver Josefo[308]. Pero ¿quiénes son los pastores hyksos, y quiénes los egipcios? La historia nada sabe, y especula y teoriza desde las profundidades de la conciencia respectiva de sus historiadores[309]. «El khamismo, o antiguo copto, procede del Asia Occidental y contiene algún germen del semítico, dando así testimonio de la unidad primitiva de parentesco de las razas aria y semítica», dice Bunsen, quien coloca los grandes sucesos acaecidos en Egipto 9000 años antes de nuestra Era. El hecho es que en el esoterismo arcaico y en el pensamiento ario encontramos una gran filosofía, mientras que en los anales hebreos solo vemos la más sorprendente ingeniosidad para inventar apoteosis del culto fálico y de la teogonía sexual.

Que los arios jamás basaron su religión tan solo en símbolos fisiológicos, como lo han hecho los antiguos hebreos, puede verse en las Escrituras hindúes exotéricas. Que estas relaciones son velos, lo demuestra la contradicción entre unas y otras, encontrándose una explicación diferente en casi todos los Purânas y poemas épicos. Sin embargo, si se leen esotéricamente, se hallará en todos el mismo significado. Así, una relación enumera siete mundos, excluyendo los mundos inferiores, también en número de siete; estos catorce mundos superiores e inferiores nada tienen que ver con la clasificación de la Cadena Septenaria, y pertenecen a los mundos puramente etéreos e invisibles. De éstos se hablará en otra parte. Baste decir, por ahora, que de propósito se hace referencia a ellos como si perteneciesen a la Cadena. «Otra enumeración llama a los siete mundos tierra, firmamento, cielo, región media, lugar de nacimiento, mansión de bienaventuranza y residencia de la verdad; colocando a los Hijos de Brahmâ en la sexta división, y diciendo que la quinta, Janaloka, es aquella en donde los animales destruidos en la conflagración general nacen de nuevo»[310]. En los capítulos siguientes, sobre Simbolismo, se da alguna enseñanza realmente esotérica. Quien esté preparado para ello, comprenderá el significado oculto.

3. ÉL ES SU CONDUCTOR, EL ESPÍRITU QUE LAS GUÍA. CUANDO COMIENZA SU OBRA, SEPARA LAS CHISPAS DEL REINO INFERIOR[311], QUE SE CIERNEN Y TIEMBLAN GOZOSAS EN SUS RADIANTES MORADAS[312], Y FORMA CON ELLAS LOS GÉRMENES DE LAS RUEDAS. LAS COLOCA EN LAS SEIS DIRECCIONES DEL ESPACIO, Y UNA EN EL CENTRO: LA RUEDA CENTRAL.

«Ruedas» como ya se ha explicado, son los centros de fuerza en torno de los cuales se esparce la materia cósmica primordial, y pasando por todos los seis grados de consolidación, se convierte en esferoidal y termina por transformarse en globos o esferas. Es uno de los dogmas fundamentales de la cosmogonía Esotérica, que durante los Kalpas (o Evos) de Vida, el Movimiento, que en los períodos de Reposo «pulsa y vibra a través de cada átomo dormido», asume una tendencia hacia el movimiento circular, que siempre va en aumento, desde el despertar primero del Kosmos hasta un nuevo «Día». «La Deidad se convierte en un Torbellino». Puede preguntarse, como lo ha hecho también la autora: ¿Quién podrá averiguar la diferenciación de aquel Movimiento, si toda la Naturaleza se halla reducida a su esencia primera, no existiendo allí nadie —ni siquiera uno de los Dhyâni Chohans, puesto que están todos en Nirvâna— que lo pueda ver? La contestación a esto es: «Todo, en la Naturaleza tiene que juzgarse por analogía. Aunque las más elevadas Deidades (Arcángeles o Dhyâni-Buddhas) sean incapaces de penetrar los misterios demasiado alejados de nuestro Sistema Planetario y del Cosmos visible, sin embargo han existido en los tiempos antiguos grandes videntes y profetas que pudieron percibir el misterio del Hálito y del Movimiento retrospectivamente, cuando los sistemas de Mundos permanecían en reposo y sumidos en su sueño periódico».

Las Ruedas también son llamadas Rotæ (las Ruedas movientes de los orbes celestiales que toman parte en la creación del mundo), cuando el significado se refiere al principio animador de las estrellas y planetas; pues en la Kabalah se las representa por los Auphanim, los Ángeles de las Esferas y Estrellas, de las cuales son las Almas animadoras[313].

Esta ley de movimiento giratorio en la materia primordial es una de las más antiguas concepciones de la filosofía griega, cuyos primeros sabios históricos eran casi todos Iniciados en los Misterios. Los griegos la debían a los egipcios, y estos últimos a los caldeos, quienes habían sido discípulos de brahmanes de la Escuela esotérica. Leucipo y Demócrito de Abdera —el discípulo de los Magos— han enseñado que este movimiento giratorio de los átomos y esferas, ha existido desde la eternidad[314]. Hicetas, Heráclides, Ecphantus, Pitágoras y todos sus discípulos enseñaron la rotación de la tierra; y Âryabhata de la India, Aristarco, Seleuco y Arquímedes calcularon su revolución tan científicamente como lo hacen los astrónomos hoy día; al paso que la teoría de los Vórtices Elementales era conocida por Anaxágoras, que la sostenía 500 años antes de nuestra Era, o casi 2000 antes que fuese admitida por Galileo, Descartes, Swedenborg, y finalmente, con ligeras modificaciones, por Sir W. Thomson[315]. Todos esos conocimientos, haciendo tan solo justicia, son un eco de la doctrina arcaica, que se intenta explicar en la actualidad. Cómo hombres de los últimos siglos han llegado a las mismas ideas y conclusiones que, como verdades axiomáticas, eran enseñadas en el secreto de los Adyta docenas de millares de años ha, es cuestión que se tratará aparte. Algunos fueron conducidos a ello por el progreso natural de la ciencia física y por medio de la observación independiente; otros, tales como Copérnico, Swedenborg y algunos pocos más, no obstante sus grandes conocimientos, debieron su saber más a sus ideas intuitivas que a las adquiridas y desarrolladas de la manera habitual por el estudio Swedenborg, que no podía haber conocido nada de lo referente a las ideas esotéricas del Buddhismo, llegó por sí solo muy cerca de la enseñanza ocultista en sus concepciones generales, y lo demuestra su ensayo acerca de la Teoría de los Vórtices. En la traducción de la misma por Clissold, citada por el profesor Winchel[316], encontramos el siguiente resumen:

La primera causa es lo infinito o ilimitado. Ésta concede existencia al primer finito o limitado. [El Logos en su manifestación y el Universo]. Lo que produce un límite, es análogo al movimiento. [Véase Estancia I supra]. El límite producido es un punto, cuya esencia es el movimiento; pero careciendo de partes, esta esencia no es movimiento efectivo, sino únicamente un conato hacia él mismo. [En nuestra doctrina, no es un «conato» sino un cambio de Eterna Vibración en lo inmanifestado, al Movimiento en vórtices en el Mundo fenomenal o manifestado]. De este principio han procedido la expansión, el espacio, la figura y la sucesión o tiempo. Así como en geometría un punto genera una línea, una línea una superficie, y una superficie un sólido, del mismo modo aquí el conato del punto tiende hacia líneas, superficies y sólidos. En otras palabras, el Universo se halla contenido in ovo en el primer punto natural.

El Movimiento hacia el cual el conato tiende, es circular, puesto que el círculo es la más perfecta de todas las figuras… «La figura más perfecta del movimiento antes descrito, debe ser perpetuamente circular; mejor dicho, debe proceder del centro a la periferia, y de la periferia al centro»[317].

Esto es pura y sencillamente Ocultismo.

Las «Seis direcciones del Espacio» significan aquí el «Doble Triángulo», la unión y fusión del Espíritu puro y de la Materia, de lo Arûpa y de lo Rûpa de los cuales los Triángulos son un Símbolo. Este Doble Triángulo es un símbolo de Vishnu; es el Sello de Salomón y el Shrî-Antara de los brahmanes.

4. FOHAT TRAZA LÍNEAS ESPIRALES PARA UNIR LA SEXTA A LA SÉPTIMA: LA CORONA (a). UN EJÉRCITO DE LOS HIJOS DE LA LUZ SE SITÚA EN CADA UNO DE LOS ÁNGULOS: LOS LIPIKA SE COLOCAN EN LA RUEDA CENTRAL (b). DICEN ELLOS[318]: «ESTO ES BUENO». EL PRIMER MUNDO DIVINO ESTÁ DISPUESTO; EL PRIMERO, EL SEGUNDO[319]. ENTONCES, EL «DIVINO ARÛPA»[320] SE REFLEJA EN CHHÂYÂ LOKA[321], LA PRIMERA VESTIDURA DE ANUPÂDAKA (c).

(a). Este trazar de «líneas espirales» se refiere tanto a la evolución de los Principios del Hombre como a la de los de la Naturaleza; evolución que tiene lugar gradualmente, como sucede con todas las demás cosas en la Naturaleza. El Sexto Principio en el Hombre (Buddhi, el Alma Divina), si bien un mero soplo en nuestras concepciones, es, sin embargo, algo material, cuando se le compara con el Espíritu Divino (Âtmâ), del cual es el mensajero o vehículo. Fohat, en su calidad de Amor Divino (Eros), el poder eléctrico de afinidad y de simpatía, se representa alegóricamente como tratando de unir el Espíritu puro, el Rayo inseparable del Uno Absoluto, con el Alma, Constituyendo los dos la Mónada en el Hombre, y en la Naturaleza el primer eslabón entre lo siempre incondicionado y lo manifestado. «El Primero es ahora el Segundo [Mundo]» —de los Lipikas— se refiere a lo mismo.

(b). El «Ejército» en cada ángulo es la Hueste de Seres Angélicos (Dhyân Chohans), designados para guiar y velar sobre cada región respectiva, desde el principio hasta el fin del Manvantara. Ellos son los «Místicos Vigilantes» de los kabalistas cristianos y alquimistas, y están numérico nados tanto simbólica como cosmogónicamente, con el sistema numérico del Universo. Los números con que estos Seres celestiales se hallan relacionados, son sumamente difíciles de explicar; pues cada número se refiere a varios grupos de distintas ideas, según el grupo particular de «Ángeles» que se pretende representar. En esto está el nodus del estudio del simbolismo, respecto del cual tantos sabios, incapaces de desatarlo, han preferido conducirse como Alejandro con el nudo gordiano; de aquí, como resultado directo, conceptos y enseñanzas erróneos.

(c). El «Primero es el Segundo», porque el «Primero» no puede realmente ser numerado o considerado como tal, pues es el reino del nóumeno en su manifestación primaria, el umbral del Mundo de la Verdad, o Sat, al través del cual la energía directa que radia de la Realidad Una (la Deidad Sin Nombre) llega a nosotros. Aquí el intraducible término Sat (Seidad) es probable que de nuevo origine un concepto erróneo, desde el momento que aquello que es manifestado no puede ser, Sat, sino algo fenomenal no eterno, ni aun, en verdad, sempiterno. Es coevo y coexistente con la Vida Una, «Sin Segundo»; pero, como manifestación, es aún Mâyâ, como el resto. Este «Mundo de la Verdad» puede únicamente describirse, según el Comentario, como «una estrella resplandeciente desprendida del Corazón de la Eternidad; el faro de esperanza, de cuyos Siete Rayos penden los Siete Mundos del Ser». Verdaderamente es así, puesto que éstos son las Siete Luces cuyas reflexiones constituyen las inmortales Mónadas humanas, el Âtmâ, o el Espíritu irradiador de cada criatura de la familia humana. Primero esta Luz Septenaria; después el «Mundo Divino» —las innumerables luces encendidas en la Luz primitiva—, los Buddhis o Almas Divinas sin forma, del último Mundo Arûpa (informe); la «Suma Total», según el lenguaje misterioso de la antigua Estancia.

En el Catecismo, el Maestro pregunta al discípulo:

«Levanta tu cabeza, ¡Oh Lanú!; ¿ves una o innumerables luces encima de ti, ardiendo en el cielo obscuro de la medianoche?».

«Yo percibo una Llama, ¡oh Gurudeva!; veo innumerables y no separadas centellas que en ella brillan».

«Dices bien. Y ahora mira en torno de ti, y en ti mismo. Aquella luz que arde dentro de ti, ¿la sientes de alguna manera diferente de la luz que brilla en tus hermanos los hombres?».

«No es en modo alguno diferente, aunque el prisionero es mantenido en cautiverio por el Karma, y aunque sus vestiduras exteriores engañan al ignorante al decir: “Tu alma y Mi Alma”».

La ley fundamental en la Ciencia Oculta es la unidad radical de la última esencia de cada parte constituyente de los compuestos de la Naturaleza, desde la estrella al átomo mineral, desde el más elevado Dhyân Chohan hasta el más pequeño infusorio, en la acepción completa de la palabra, y ya se aplique al mundo espiritual, al intelectual o al físico. «La Deidad es un despliegue infinito, sin límites» —dice un axioma oculto—; de aquí, como se ha hecho observar, procede el nombre de Brahmâ[322].

En el culto más primitivo del mundo, el del Sol y del Fuego, existe una profunda filosofía. De todos los Elementos conocidos por la ciencia física, el Fuego es el que siempre eludió un análisis definido. Se asegura confiadamente que el aire es una mezcla que contiene los gases oxígeno y nitrógeno. Consideramos al Universo y a la Tierra como materia constituida por moléculas químicas definidas. Hablamos de las diez Tierras primitivas, dándole a cada una un nombre griego o latino. Decimos que el agua es, químicamente, un compuesto de oxígeno y de hidrógeno. Pero ¿qué es el Fuego? Se nos contesta gravemente que es el efecto de la combustión. Es calor, luz, movimiento, y, en general, una correlación de fuerzas físicas y químicas. Esta definición científica es filosóficamente complementada por la teología del Diccionario de Webster, que explica el fuego como «el instrumento de castigo, o el castigo del impenitente en otro estado»; el «estado» —sea dicho de paso— se supone que es espiritual; pero ¡ay!, la presencia del fuego parecería una prueba convincente de su naturaleza material. Sin embargo, hablando de la ilusión de mirar a los fenómenos como sencillos a causa de ser familiares, dice el profesor Bain:

Hechos muy familiares parecen no necesitar explicación alguna, y ser al propio tiempo medios para explicar cualquier cosa que les pueda ser asimilada. Así, la ebullición de un líquido y su evaporación, se supone que es un fenómeno muy sencillo y que no requiere ninguna aclaración, y se le considera como una explicación satisfactoria de fenómenos más raros. Que el agua tenga que agotarse, es para la mente ignorante una cosa por completo inteligible; mientras que para el hombre que conoce la ciencia física, el estado líquido es anómalo e inexplicable. El encender fuego con una llama es una gran dificultad científica, aunque pocas personas lo creen así[323].

¿Qué es lo que dice la enseñanza esotérica respecto del Fuego? «El Fuego es la reflexión más perfecta y no adulterada, tanto en los Cielos como en la Tierra, de la Llama Una. Es la Vida y la Muerte, el origen y el fin de todas las cosas materiales. Es Substancia divina». Así es que no solo el adorador del Fuego, el parsi, sino que aun las mismas tribus nómadas salvajes de América, que se proclaman a sí mismas «nacidas del fuego», demuestran más ciencia en sus creencias y más verdad en sus supersticiones, que todas las especulaciones de la física y de la erudición modernas. El cristiano que dice «Dios es un Fuego viviente», y habla de las «Lenguas de Fuego» del Pentecostés, y de la «zarza ardiendo» de Moisés, es tan adorador del fuego como cualquier otro «pagano». Los rosacruces, entre los místicos y kabalistas, han sido los que han definido el Fuego del modo más exacto. Procuraos una lámpara de poco coste; alimentadla solo con aceite, y podréis encender en su llama las lámparas, velas y fuegos del globo entero, sin que la llama disminuya. Si la Deidad el Radical Uno, es una Substancia eterna e infinita que jamás se consume («Señor tu Dios es un fuego consumidor»), no parece entonces razonable considerar a la enseñanza oculta como antifilosófica, cuando dice: «Así fueron, formados los Arûpa y los Rûpa [Mundos]: de una Luz Siete Luces; de cada una de las Siete, siete veces Siete, etc.»

5. FOHAT DA CINCO PASOS (a)[324], Y CONSTRUYE UNA RUEDA ALADA EN CADA ÁNGULO DEL CUADRADO PARA LOS CUATRO SANTOS… Y SUS HUESTES (b).

(a). Los «Pasos», como ya se ha explicado en el último Comentario, se refieren tanto a los Principios cósmicos como a los humanos; siendo los últimos, según la división exotérica, tres (Espíritu, Alma y Cuerpo); y según los cálculos esotéricos, siete Principios: tres Rayos de la Esencia y cuatro Aspectos[325]. Los que hayan estudiado el Esoteric Buddhism de Mr. Sinnett, fácilmente podrán comprender la nomenclatura. Existen más allá de los Himalayas, dos escuelas esotéricas, o más bien una escuela dividida en dos secciones: una para los Lanús internos y la otra para los Chelâs externos o semilaicos; la primera enseña una división Septenaria, y la otra una séxtuple de los Principios humanos.

Desde un punto de vista cósmico, Fohat, dando «Cinco Pasos», se refiere aquí a los cinco planos superiores de la Conciencia y del Ser; siendo el sexto y el séptimo (contando hacia abajo), el astral y el terrestre, o los dos planos inferiores.

(b). Cuatro «Ruedas Aladas en cada ángulo… para los Cuatro Santos y sus Ejércitos (Huestes)». Éstos son los «Cuatro Mahârâjas» o grandes Reyes, de los Dhyân Chohans, los Devas, que presiden sobre cada uno de los cuatro puntos cardinales. Son los Regentes o Ángeles que gobiernan las Fuerzas Cósmicas del Norte, Sur, Este y Oeste; Fuerzas que poseen cada una distinta propiedad oculta. Estos Seres están también relacionados con el Karma; pues éste necesita para poner en práctica sus decretos, de agentes físicos y materiales, tales como las cuatro clases de vientos, por ejemplo, que la Ciencia admite poseen sus respectivas influencias malas y benéficas sobre la salud de la humanidad y de todas las cosas vivientes. Existe filosofía oculta en la doctrina católica romana, que atribuye las distintas calamidades públicas, tales como epidemias, guerras, etc., a los invisibles «Mensajeros —del Norte y del Oeste—. La gloria de Dios viene por la vía del Oriente» dice Ezequiel; mientras que Jeremías, Isaías y el Salmista, aseguran a sus lectores que todo el mal que existe bajo el Sol, viene del Norte y del Oeste; lo cual, si se aplica a la nación judía, suena como profecía innegable. Y esto explica también el que San Ambrosio[326] declare que precisamente es por esta razón, que «nosotros maldecimos al Viento Norte, y por lo que durante la ceremonia del bautismo empezamos por volvernos hacia el Occidente [sideral], para renunciar aún más a aquel que habita allí; después de lo cual nos volvernos al Oriente».

La creencia en los «Cuatro Mahârâjas» —los Regentes de los cuatro puntos cardinales— era universal, y es ahora creencia de los cristianos, los cuales les llaman, según San Agustín, «Virtudes Angélicas» y «Espíritus» cuando denominados por ellos, y «Diablos» cuando nombrados por los paganos. Pero ¿en dónde está la diferencia entre paganos y cristianos en este caso? El erudito Vossius, dice:

Aun cuando San Agustín ha dicho que todas las cosas visibles en este mundo tenían una virtud angélica como un vigilante cerca de ella, no debe entenderse que se refiere a los individuos, sino a las especies completas de las cosas, poseyendo verdaderamente cada una de estas especies su ángel particular que vela sobre ella. Él se halla conforme en esto con todos los filósofos… Para nosotros, estos ángeles son espíritus separados de los objetos… mientras que para los filósofos [paganos] eran dioses[327].

Considerando el Ritual establecido por la Iglesia Católica Romana, para los «Espíritus de las Estrellas», éstos presentan un aspecto muy sospechoso de «dioses», y no se les honraba más ni se les rendía más culto por las muchedumbres paganas, antiguas y modernas, que lo que se hace ahora en Roma por cristianos católicos muy ilustrados.

De acuerdo con Platón, ha explicado Aristóteles que el término era comprendido únicamente como significando los principios incorpóreos colocados en cada una de las cuatro grandes divisiones de nuestro mundo cósmico, para inspeccionarlas. Así es, que los paganos no adoran ni veneran a los Elementos y a los puntos cardinales (imaginarios) más que los cristianos, sino a los «dioses» que los rigen respectivamente. Para la Iglesia existen dos especies de Seres siderales: los Ángeles y los Diablos. Para el kabalista y el ocultista, tan solo existe una clase; y ninguno de ellos hace diferencia alguna entre «los Rectores de Luz» y los «Rectores Tenebrarum» o Cosmocratores, a quienes la Iglesia Romana imagina y descubre en los «Rectores de Luz», tan pronto como se les denomina de otro modo que ella lo hace. No es el Rector o Mahârâja quien castiga o premia, con o sin el permiso o la orden de Dios, sino el hombre mismo —sus acciones o el Karma—; atrayendo individual y colectivamente (como sucede a veces en el caso de naciones enteras), toda clase de males y calamidades. Nosotros originamos Causas, y éstas despiertan los poderes correspondientes en el Mundo Sideral, los cuales son magnética e irresistiblemente atraídos hacia los que han dado lugar a aquellas causas, y reaccionan sobre ellos; ya sea que tales personas verifiquen el mal prácticamente, o ya sean simples «pensadores» que mediten maldades. El pensamiento es materia, nos dice la ciencia moderna; y «cada partícula de materia existente debe ser un registro de todo cuanto ha sucedido», como dicen al profano Jevons y Babbage en sus Principles of science. La ciencia moderna penetra cada día más en el maelstrom del Ocultismo; inconscientemente sin duda, pero sin embargo de un modo muy sensible.

«El Pensamiento es materia» —no por supuesto en el sentido del materialista alemán Moleschott, que nos asegura que «el pensamiento es el movimiento de la materia» afirmación absurda casi sin igual—. Los estados mentales y los corporales, se hallan en completo contraste. Pero esto no influye en el hecho de qué cada pensamiento, además de su acompañante físico (cambio cerebral), presente un aspecto objetivo en el plano astral, si bien para nosotros es una objetividad suprasensible[328].

Las dos principales teorías de la Ciencia, sobre las relaciones entre la mente y la materia, son el Monismo y el Materialismo. Estas dos cubren por completo el terreno de la psicología negativa, con la excepción de las opiniones casi ocultistas de las escuelas panteístas alemanas.

Las opiniones de nuestros pensadores científicos actuales, respecto de las relaciones entre la mente y la materia, pueden reducirse a las siguientes dos hipótesis. Ambas excluyen igualmente la posibilidad de un alma independiente, distinta del cerebro físico por medio del cual funciona.

Estas hipótesis son:

  • 1
  • 2

Volviendo al Comentario sobre los Cuatro Mahârâjas, en todo caso, en los templos Egipcios, según Clemente de Alejandría, una cortina colosal separaba el tabernáculo del lugar para el público. Lo mismo sucedía entre los judíos. En ambos, la cortina se extendía sobre cinco columnas (el Pentágono), simbolizando nuestros cinco sentidos, y esotéricamente, las cinco Razas-Raíces, mientras que los cuatro colores de la cortina representaban los cuatro puntos cardinales y los cuatro elementos terrestres. El conjunto era un símbolo alegórico. Por medio de los cuatro Regentes superiores de los cuatro puntos cardinales y de los elementos, pueden conocer nuestros cinco sentidos las verdades ocultas de la Naturaleza; y de ningún modo como Clemente quería demostrar, que los elementos per se eran los que proporcionaban a los paganos el Conocimiento Divino o el Conocimiento de Dios[329]. Mientras que el emblema egipcio era espiritual, el de los judíos era puramente materialista, y a la verdad, solo honraba a los elementos ciegos, y a los «puntos» imaginarios. Pues, ¿cuál era la significación del Tabernáculo cuadrado levantado por Moisés en el desierto, si no poseía el mismo significado cósmico? «Harás una colgadura… de azul, púrpura y escarlata…, cinco columnas de madera de shittim para las colgaduras…, cuatro anillos de bronce en los cuatro ángulos del mismo… tableros de maderas finas para los cuatro costados, Norte, Sur, Oeste y Este… del Tabernáculo…, con Querubines de labor primorosa»[330]. El Tabernáculo y el recinto cuadrado. Querubines y todo, eran precisamente los mismos que los de los templos egipcios. La forma cuadrada del Tabernáculo tenía exactamente la misma significación que hoy tiene aún en el culto exotérico de los chinos y tibetanos. Los cuatro puntos cardinales, lo mismo que los cuatro costados de las pirámides, obeliscos y otras semejantes construcciones cuadradas significan lo que Josefo cuida de explicar del asunto. Declara que las columnas del Tabernáculo son las mismas que las erigidas en Tiro a los cuatro Elementos, las cuales se hallaban colocadas en pedestales, cuyos cuatro ángulos miraban a los cuatro puntos cardinales; añadiendo que «los ángulos de los pedestales tenían las cuatro figuras del Zodíaco», que representaban la misma orientación[331].

Pueden encontrarse vestigios de esta idea en las cuevas zoroastrianas, en los templos cortados en la roca de la India, así como en todos los edificios cuadrados de la antigüedad que han sobrevivido hasta nuestros días. Esto ha sido demostrado definitivamente por Layard, quien encuentra los cuatro puntos cardinales y los cuatro elementos primitivos en la religión de todas las naciones, bajo la forma de obeliscos cuadrados, los cuatro lados de las pirámides, etc. Los cuatro Mahârâjas eran los regentes y directores de estos elementos y de sus puntos. Al que quiera saber más acerca de ellos, le bastará comparar la Visión de Ezequiel (cap. I), con lo que se conoce del Buddhismo chino, aun en sus enseñanzas exotéricas, y examinar el aspecto exterior de estos «Grandes Reyes de los Devas. —Según la opinión del reverendo Joseph Edkins—, ellos presiden respectivamente sobre cada uno de los cuatro continentes en que los hindúes dividen al mundo… Cada uno de ellos está a la cabeza de un ejército de seres espirituales, para proteger a la humanidad y al Buddhismo»[332]. Exceptuando la predilección hacia el Buddhismo, los Cuatro Seres Celestiales son precisamente eso. Los hindúes, sin embargo, dividen al mundo en siete continentes, tanto exotérica como esotéricamente; y sus cuatro Devas Cósmicos son ocho, que presiden sobre los ocho rumbos de la brújula y no sobre los continentes.

Los «Cuatro» son los protectores del género humano, así como los agentes del Karma en la Tierra, mientras que los Lipika se hallan relacionados con el más allá de la Humanidad. Al mismo tiempo, aquéllos son las cuatro criaturas vivientes «que se parecen a un hombre» de la visión de Ezequiel, y son llamados por los traductores de la Biblia «Cherubim», «Seraphim», etcétera; por los ocultistas «Globos Alados», «Ruedas Flamígeras»; y por diferentes nombres en el Panteón hindú. Todos estos Gandharvas, los «Melodiosos Cantores», los Asuras, Kinnaras y Nâgas, son las descripciones alegóricas de los Cuatro Mahârâjas. Los Seraphim son las Serpientes flamígeras de los Cielos, que encontramos en un párrafo descriptivo del Monte Meru, como «la exaltada masa de gloria, la venerable residencia favorita de los dioses y de los cantores celestiales… adonde no llegan hombres pecadores… porque se halla guardada por Serpientes». Son llamados los Vengadores y las «Ruedas Aladas».

Explicados ya su misión y su carácter, veamos lo que dicen de los Cherubim los intérpretes cristianos de la Biblia: «La palabra significa en hebreo, plenitud de conocimiento; estos ángeles son llamados así a causa de su Conocimiento perfecto, y fueron, por lo tanto, dedicados al castigo de los hombres que aspiraban a poseer el Conocimiento divino». (Interpretado por Cruden en su Concordance, acerca del Génesis, III, 24). Muy bien; y a pesar de lo vago de la explicación, demuestra que el Querubín colocado a la puerta del jardín del Edén después de la «Caída» ha sugerido a los venerables intérpretes la idea del castigo relacionado con la ciencia prohibida o Conocimiento divino; conocimiento que generalmente conduce a otra «Caída» la de los dioses o «Dios» en la estimación del hombre. Pero como el bueno de Cruden no sabía nada de Karma, se le puede perdonar. Sin embargo, la alegoría es significativa. Desde el Meru, la mansión de los dioses, al Edén, la distancia es muy corta; y entre las Serpientes hindúes y los Cherubim ofitas, de los cuales el tercero de los siete era el Dragón, la distancia es aún menor, porque ambos velaban a la entrada del reino del Conocimiento Secreto. Además, Ezequiel describe claramente a los cuatro Ángeles Cósmicos:

Yo miré, y vi un torbellino… una… nube y fuego envolviéndola… y también del centro de esto se destacaba el parecido de cuatro criaturas vivientes… tenían la apariencia de un hombre. Y cada una tenía cuatro caras y cuatro alas… la cara de un hombre[333] y la cara de un león; la cara de un buey y la cara de un águila… Y mientras contemplaba yo las criaturas vivientes, vi una rueda sobre la Tierra… con sus cuatro caras… como si fuese una rueda en medio de otra rueda… pues el espíritu de la criatura viviente estaba en la rueda[334].

Existen tres grupos principales de Constructores, y otros tantos de los Espíritus Planetarios y los Lipika, estando cada grupo subdividido a su vez en siete subgrupos. Imposible, aun en una obra tan extensa como ésta, el entrar en un examen detallado, siquiera de los tres grupos principales; pues esto exigiría otro volumen más. Los Constructores son los representantes de las primeras Entidades «nacidas de la Mente», y por lo tanto, de los primitivos Rishi— Prajâpatis; también lo son de los Siete grandes Dioses del Egipto, de los cuales Osiris es el jefe; de los Siete Amshaspends de los zoroastrianos, con Ormuzd a su cabeza; de los «Siete Espíritus de la Faz»; de los Siete Sephirot separados de la primera Tríada, etc.[335]. Ellos construyen, o más bien reconstruyen cada «Sistema» después de la «Noche». El Segundo Grupo de los Constructores ejerce de Arquitecto de nuestra Cadena Planetaria exclusivamente; y el Tercero es el Progenitor de nuestra Humanidad, el prototipo macrocósmico del microcosmo.

Los Espíritus Planetarios son los espíritus que animan a los Astros en general y a los Planetas especialmente. Rigen los destinos de los hombres, que han nacido en su totalidad bajo una u otra de sus constelaciones; el Segundo y Tercer Grupo que pertenecen a otros sistemas, desempeñan las mismas funciones, y todos rigen varios departamentos de la Naturaleza. En el Panteón hindú exotérico, son las deidades vigilantes que presiden sobre los ocho rumbos de la brújula (los cuatro puntos cardinales y los cuatro intermedios), y son llamados Lokapâlas, «Sostenedores o Guardianes del Mundo» (en nuestro Cosmos visible), de los cuales Indra (Oriente), Yama (Sur), Varuna (Oeste) y Kuvera (Norte), son los jefes; sus elefantes y sus esposas pertenecen, por supuesto, a la imaginación y a ideas posteriores, aunque todos ellos tienen una significación oculta.

Los Lipika, que se describen en el Comentario número 6 de la Estancia IV, son los Espíritus del Universo; mientras que los Constructores son únicamente nuestras propias deidades planetarias. Los primeros pertenecen a la parte más oculta de la cosmogénesis, acerca de la cual no se puede hablar aquí. Si los Adeptos —aun los más elevados— conocen a este orden angélico en la plenitud de sus triples grados, o tan solo el inferior relacionado con los anales de nuestro mundo, cosa es que la escritora no puede decir; pero más bien se inclina a la última suposición. Acerca del grado más elevado, una sola cosa es lo que se enseña: los Lipika se hallan relacionados con el Karma, siendo sus Registradores directos. El símbolo universal en la antigüedad del Conocimiento Sagrado y Secreto, era un Árbol, lo cual significaba también una Escritura o un Registro. De aquí la palabra Lipika, los Escritores o Escribientes; los Dragones, símbolos de la Sabiduría, que guardan los Árboles del conocimiento; el Manzano «áureo» de las Hespérides; los «Árboles Frondosos» y la vegetación del Monte Meru, guardados por Serpientes. Juno dando a Júpiter, en su matrimonio, un Árbol con fruto de oro, es otra forma de Eva ofreciendo a Adán la manzana del Árbol del Conocimiento.

6. LOS LIPIKA CIRCUNSCRIBEN EL TRIÁNGULO, EL PRIMER UNO[336], EL CUBO, EL SEGUNDO UNO Y EL PENTACLO DENTRO DEL HUEVO (a)[337]. ÉSTE ES EL ANILLO LLAMADO «NO SE PASA», PARA LOS QUE DESCIENDEN Y ASCIENDEN[338]; PARA LOS QUE DURANTE EL KALPA ESTÁN MARCHANDO HACIA EL GRAN DÍA «SÉ CON NOSOTROS» (b)… ASÍ FUERON FORMADOS LOS ARÛPA Y LOS RÛPA[339]: DE LA LUZ ÚNICA, SIETE LUCES; DE CADA UNA DE LAS SIETE, SIETE VECES SIETE LUCES. LAS RUEDAS VIGILAN EL ANILLO…

La Estancia prosigue con una descripción minuciosa de los órdenes de la jerarquía Angélica. Del Grupo de Cuatro y Siete, emanan los Grupos de Diez nacidos de la Mente; los de Doce, de Veintiuno, etc., estando todos éstos divididos a su vez en subgrupos de Septenas, Novenas, Docenas, y así sucesivamente, hasta confundirse la mente en esta enumeración interminable de Huestes y Seres celestiales, teniendo cada uno su función distinta en el gobierno del Cosmos visible durante la existencia del mismo.

(a). El significado esotérico de la primera sentencia de la Sloka, es que los llamados Lipika, los Registradores del Gran Libro Kármico, constituyen una barrera infranqueable entre el Ego personal y el Yo impersonal, Nóumeno y Origen-Padre del primero. De aquí la alegoría. Ellos circunscriben al mundo manifestado de materia, dentro del Anillo «No se Pasa». Este mundo es el símbolo objetivo del Uno dividido en los Muchos, en los planos de Ilusión, de Âdi (el «Primero»), o de Eka (el «Uno»); y este Uno es la agregación colectiva o totalidad de los principales creadores o arquitectos de nuestro Universo visible. En el Ocultismo hebreo, su nombre es, a la par, Echath femenino, «Uno, —y Echad—, Uno» también, pero masculino. Los monoteístas se han aprovechado, y todavía se aprovechan, del profundo esoterismo de la Kabalah para aplicar el nombre por el cual la Esencia Una y Suprema es conocida a su manifestación, el de Sephiroth-Elohim, y la llaman Jehovah. Pero esto es por completo arbitrario y está reñido con toda razón y lógica; pues la palabra Elohim está en plural, y es idéntica al plural Chiim, combinado frecuentemente con ella. La sentencia que se lee en el Sepher Yetzirah y en otras partes, «Achath-Ruarch— Elohim-Chiim», denota, cuando más, a los Elohim como andróginos, predominando casi el elemento femenino, pues se leería: «UNO es Ella, el Espíritu de los Elohim de Vida». Como se ha dicho antes, Achat (o Echath) es femenino, y Achad (o Echad) es masculino, y ambos significan Uno.

Además, en la metafísica Oculta existen, propiamente hablando, dos «Unos»: el Uno en el plano inalcanzable de lo Absoluto y de lo Infinito, acerca de lo cual no es posible especulación alguna; y el segundo Uno en el plano de las Emanaciones. El primero no puede ni emanar ni ser dividido, pues es eterno, absoluto e inmutable; pero el segundo, siendo, por decirlo así, la reflexión del primer Uno (pues es el Logos, o Ishvara, en el Universo de Ilusión), puede verificarlo. Emana de sí mismo los Siete Rayos o Dhyân Chohans (del mismo modo que la Tríada Sephirotal superior produce a los Siete Sephiroth inferiores); en otras palabras, lo Homogéneo se convierte en lo Heterogéneo; el Protilo se diferencia en los Elementos. Pero éstos, a menos de que vuelvan a su elemento primario, jamás pueden cruzar más allá del Laya o punto cero. Este principio metafísico, difícilmente puede describirse mejor que lo ha hecho Mr. Subba Row, en sus conferencias sobre el «Bhagavad-Gîtâ».

Mûlaprakriti [el velo de Parabrahman], obra como la energía una al través del Logos [o Ishvara]. Ahora bien: Parabrahman… es la esencia única de la cual brota a la existencia un centro de energía a que por ahora llamaremos el Logos… Es llamado el Verbo… por los cristianos, y es el Christos divino, que es eterno en el seno de su Padre. Es llamado Avalokiteshvara por los buddhistas… En casi todas las doctrinas se ha formulado la existencia de un centro de energía espiritual, innato y eterno, que existe en el seno de Parabrahman durante el Pralaya, y que surge como centro de energía espiritual, innato y eterno, que existe en el seno de Parabrahman durante el Pralaya, y que surge como centro de energía consciente en el tiempo de la actividad cósmica…[340].

Porque, como el conferenciante comienza por decir, Parabrahman no es esto ni aquello; no es ni siquiera conciencia, pues no puede ser relacionado con la materia ni con nada condicionado. No es ni Yo ni No Yo; ni siquiera Âtmâ, sino en verdad el origen único de todas las manifestaciones y modos de existencia.

Así, en la alegoría, los Lipika separan al mundo (o plano) del Espíritu puro de la Materia. Aquellos que «descienden y que ascienden» (las Mónadas que encarnan, y los hombres luchando por la purificación y «ascendiendo», pero que no han alcanzado todavía la meta) pueden cruzar el Círculo «No Se Pasa», únicamente en el Día «Sé con Nosotros»; aquel día en que el hombre, libertándose por sí mismo de los lazos de la ignorancia, y reconociendo por completo la no separatividad del Ego que está dentro de su Personalidad (erróneamente considerada como a sí mismo), del Yo Universal (Anima Supra-Mundi), se sumerge por ello en la Esencia Una, para convertirse, no solo en uno con «Nosotros» las Vidas universales manifestadas, que son una Vida, sino en aquella Vida misma.

Astronómicamente, el Anillo «No Se Pasa» que los Lipika trazan en torno «del Triángulo, del Primer Uno, del Cubo, del Segundo Uno y del Pentágono», circunscribiendo estas figuras, se muestra nuevamente así, que contiene los símbolos dé 31 415, o sea el coeficiente usado constantemente en las matemáticas, el valor de p (pi), representando aquí las figuras geométricas cifras numéricas. Según las enseñanzas filosóficas generales, este Anillo se halla más allá de la región, de lo que se llama en astronomía las nebulosas. Pero éste es un concepto tan erróneo como el de la topografía y descripciones dadas en los Purânas y en otras Escrituras exotéricas, acerca de 1008 mundos de los firmamentos y mundos Deva-loka. Existen mundos, por supuesto, tanto según las enseñanzas esotéricas como según las profanas y científicas, a distancias tan incalculables, que la luz del más próximo de ellos, aunque justamente acabada de llegar a nuestros modernos «caldeos» pudo haber partido de su origen largo tiempo antes del día en que se pronunciaron las palabras «Hágase la Luz»; pero no son estos mundos pertenecientes al plano Deva-loka, sino a nuestro Cosmos.

Llega el químico al punto cero o laya del plano material de que se ocupa, y se detiene. El físico y el astrónomo cuentan billones de millas más allá de las nebulosas, y también se detienen. También el ocultista semiiniciado se representará este punto laya como existiendo en algún plano que, si no es físico, es, sin embargo, concebible a la inteligencia humana. Pero el Iniciado perfecto sabe que el Anillo «No se Pasa» no es ni una localidad, ni puede ser medido por la distancia, sino que existe en lo absoluto del Infinito. En este «Infinito» del perfecto Iniciado, no existen ni altura, ni ancho, ni espesor; todo es profundidad insondable, profundizando desde lo físico a lo «parametafísico». Al emplear la palabra «profundidad» abismo esencial, quiere significarse «en ninguna y en todas partes»; no la profundidad de la materia física.

Si se analizan cuidadosamente las alegorías exotéricas y antropomórficas groseras de las religiones populares, aun en éstas puede percibirse, si bien con vaguedad, la noción del Círculo de «No se Pasa», guardado por los Lipika. Se encuentra hasta en las enseñanzas de la secta vedantina de los Visishthadvaita, la más tenazmente antropomórfica de toda la India. Pues leemos con referencia al alma libertada, que después de alcanzar Moksha, estado de bienaventuranza que significa “liberación de Bandha” o esclavitud, goza de la bienaventuranza en un lugar llamado Paramapada, cuyo lugar no es material, sino que está constituido por Suddasattva, la esencia de que está formado el cuerpo de Ishvara, el «Señor». Allí los Muktas o Jîvâtmâs (Mónadas) que han alcanzado Moksha, jamás vuelven a encontrarse sujetos a las cualidades de la materia ni del Karma. «Pero si quieren, con objeto de hacer bien al mundo, pueden encarnarse en la Tierra»[341]. El camino desde este mundo a Paramapada o los mundos inmateriales, es llamado Devayâna. Cuando el hombre ha alcanzado Moksha y el cuerpo muere:

El Jiva (el Alma) va con Sukshma-Sharira[342] desde el corazón del cuerpo al Brahmarandra en la coronilla de la cabeza, atravesando Sushumnâ, nervio que une al corazón con el Brahmarandra. El Jiva atraviesa el Brahmarandra y va a la región del Sol (Sûryamandala) por medio de los rayos solares. Entonces va al través de una mancha obscura del Sol, a Paramapada. Al Jiva la dirige en su camino la Sabiduría Suprema adquirida por medio de Yoga[343]. El Jiva prosigue así a Paramapada con el auxilio de los Adhivâhikas (portadores durante el tránsito), conocidos con los nombres de Archi, Ahas… Aditya… Prajâpatis, etc. Los Archis, etc., que aquí se mencionan, son ciertas Almas puras, etc., etc.[344].

Ningún espíritu, excepto los «Registradores» (Lipika), ha cruzado jamás la línea prohibida de este Anillo, ni la cruzará ninguno hasta el día del próximo Pralaya, porque es la frontera que separa a lo finito —por infinito que sea a los ojos del hombre— de lo verdaderamente Infinito. Los Espíritus, por lo tanto, a que se hace referencia, como aquellos que «ascienden y descienden», son las «Huestes» de los que llamamos en términos generales «Seres Celestiales». Pero en realidad no son nada de esto. Son Entidades pertenecientes a mundos más elevados en la jerarquía del Ser, y tan inconmensurablemente exaltadas, que para nosotros deben de parecernos Dioses, y colectivamente Dios. Pero así nosotros, hombres mortales, debemos parecerle a la hormiga, que piensa en el grado que corresponde a su capacidad especial. También es posible que la hormiga vea el dedo vengador de un Dios personal en la pata del erizo, que en un momento, y bajo el deseo de hacer daño, destruye su hormiguero, el trabajo de muchas semanas, o sean largos años en la cronología de los insectos. Sintiendo intensamente la hormiga la inmerecida calamidad, puede, lo mismo que el hombre, atribuirla a una combinación de la Providencia y del pecado, y ver en ella la consecuencia del pecado de su primer padre. ¿Quién lo sabe, y quién puede afirmarlo o negarlo? El negarse a admitir que en todo el sistema solar no existan más seres racionales e intelectuales en la esfera humana que nosotros, constituye la mayor de las presunciones de nuestra época. Todo cuanto tiene derecho a afirmar la Ciencia, es que no existen inteligencias invisibles que vivan bajo las mismas condiciones que nosotros vivimos. No puede negar en redondo la posibilidad de que existan mundos dentro de mundos, bajo condiciones por completo diferentes de las que constituyen la naturaleza del nuestro, ni puede negar la posibilidad de que exista cierta limitada comunicación entre algunos de estos mundos y el nuestro. El más grande de los filósofos de origen europeo, Emmanuel Kant, nos asegura que semejante comunicación no es, en manera alguna, improbable.

Confieso que me siento muy dispuesto a asegurar la existencia de naturalezas inmateriales en el mundo, y a colocar a mi propia alma en la clase de estos seres. En lo futuro, no sé ni cuándo ni cómo, se demostrará que el alma humana pertenece, aun durante esta vida, en conexión indisoluble con todas las naturalezas inmateriales del mundo espiritual, y que recíprocamente obra sobre ellas, y de ellas recibe impresiones[345].

Al más elevado de estos mundos, según se nos enseña, pertenecen los siete órdenes de Espíritus puramente divinos; a los seis inferiores corresponden las jerarquías que pueden en ocasiones ser vistas y oídas por los hombres, y que se comunican, con su generación de la Tierra; generación que se halla unida a ellas de modo indisoluble, teniendo cada principio en el hombre su origen directo en la naturaleza de estos grandes Seres, que nos proporcionan nuestros respectivos elementos invisibles. La Ciencia Física puede especular acerca del mecanismo fisiológico de los seres vivientes, y continuar sus inútiles esfuerzos para tratar de explicar nuestros sentimientos, nuestras sensaciones mentales y espirituales, suponiéndolas funciones de sus vehículos orgánicos. Sin embargo, todo cuanto tenía que lograrse en este sentido está ya alcanzado, y la Ciencia no irá más lejos. Se halla frente a un muro frío, donde traza, según se imagina, grandes descubrimientos fisiológicos y psíquicos que, como se demostrará después, no son sino telarañas, hiladas con su fantasía e ilusiones científicas. Únicamente los tejidos de nuestra armazón objetiva, se prestan al análisis e investigaciones de la ciencia fisiológica. Nuestros Seis Principios superiores serán siempre inaccesibles para la mano guiada por espíritu hostil, que de propósito ignora y desprecia a las Ciencias Ocultas. Todo cuanto posee la moderna investigación fisiológica en conexión con los problemas psicológicos, y que debido a la naturaleza de las cosas puede haber mostrado, es que todos los pensamientos, sensaciones y emociones, son acompañados por una nueva disposición de las moléculas de ciertos nervios. La consecuencia deducida por sabios del tipo de Büchner, Vogt y otros, de que el pensamiento es vibración molecular, exige que se haga abstracción completa de la realidad de nuestra conciencia subjetiva.

El Gran Día «Sé con Nosotros», es pues, una expresión cuyo único mérito consiste en su traducción literal. Su significación no se revela tan fácilmente al público, que ignora los principios místicos del Ocultismo, o más bien de la Sabiduría Esotérica o «Buddhismo». Es una frase peculiar de este último, y tan obscura para el profano como la de los egipcios, que lo denominaban el Día de «Ven a Nosotros», que es idéntico al primero, aunque la palabra «sé» en este sentido, pueda reemplazarse mejor con cualquiera de los dos términos: «permanece o “reposa con nosotros”, —puesto que se refiere al largo período de Reposo llamado Paranirvâna—. ¡Le Jour de Viens a Nous! ¡C’est le jour où Osiris a dit au Soleil: Viens! Je te vois rencontrant le Soleil dans l´Amenti»[346]. El Sol aquí representa al Logos (o Christos, u Horus) como Esencia central sintéticamente, y como esencia difundida de Entidades radiadas, diferentes en substancia, pero no en esencia. Según fue expresado por el autor de las conferencias sobre el Bhagavad-Gîtâ, «no hay que suponer que el Logos es un solo centro de energía manifestado por Parabrahman. Existen otros innumerables. Su número es casi infinito en el seno de Parabrahman». De aquí las expresiones «El Día de Ven a Nosotros» y «El Día de Sé con Nosotros», etc. Así como el Cuadrado es el Símbolo de las Cuatro Fuerzas o Poderes sagrados —la Tetraktys—, del mismo modo el Círculo manifiesta el límite en el seno de lo Infinito, que ningún hombre puede cruzar, ni aun en espíritu, así como tampoco ningún Deva ni Dhyân Chohan. Los Espíritus de aquellos que «descienden y ascienden» durante el curso de la evolución cíclica, cruzarán el «mundo rodeado de hierro», tan solo el día en que se aproximen a los umbrales de Paranirvâna. Si llegan a él, reposarán en el seno de Parabrahman o las «Tinieblas Desconocidas», las cuales se convertirán entonces para todos ellos en Luz, durante todo el período del Mahâpralaya, la «Gran Noche», o sea los 311 040 000 000 000 años de absorción en Brahman. El Día de «Sé con Nosotros», en este período de Reposo, o Paranirvâna, corresponde al Día del juicio Final de los cristianos, que tan materializado ha sido, por desgracia, en su religión[347].

Así como en la interpretación exotérica de los ritos egipcios, el alma del difunto —descendiendo desde el Hierofante hasta el buey sagrado Apis se convertía en un Osiris, o era osirificado (si bien la Doctrina Secreta enseña que la verdadera osirificación era destino de todas las Mónadas, solo después de 3000 ciclos de Existencia); lo mismo sucede en el caso presente. La Mónada, nacida de la naturaleza y de la esencia misma de los «Siete» (y cuyo Principio más elevado permanece en el Séptimo Elemento Cósmico), tiene que verificar su vuelta Septenaria a través del Ciclo de la Existencia y las Formas, desde la más elevada a la más inferior; y luego nuevamente desde el hombre a Dios. En los umbrales del Paranirvâna, reasume su Esencia primitiva y se convierte de nuevo en lo Absoluto.

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