Estancia IV Las jerarquías septenarias
Estancia IV Las jerarquías septenarias
1. …HIJOS DE LA TIERRA, ESCUCHAD A VUESTROS INSTRUCTORES LOS HIJOS DEL FUEGO (a). SABED QUE NO HAY NI PRIMERO NI ÚLTIMO; PORQUE TODO ES UN NUMERO UNO, QUE PROCEDE DE LO QUE NO ES NÚMERO (b).
(a). Las palabras los «Hijos del Fuego», los «Hijos de la Niebla de Fuego» y las análogas requieren explicación. Se relacionan con un gran misterio primitivo y universal, y no es fácil aclararlo. Existe un párrafo en el Bhagavad-Gîta en donde hablando Krishna simbólica y esotéricamente, dice”:
Yo indicaré los tiempos [condiciones]… en que los devotos al partir [de esta vida], lo hacen, para no volver jamás [a renacer], o para volver [a encarnarse de nuevo]. El fuego, la llama, el día, la quincena brillante [feliz], los seis meses del solsticio del Norte, partiendo, [muriendo]… en éstos, los que conocen a Brahman [los Yogis], van al Brahman. El humo, la noche, la quincena sombría [desgraciada], los seis meses del solsticio Meridional [muriendo]… en éstos, el devoto va a la luz lunar [o mansión, también la Luz Astral], y vuelve [renace]. Estos dos senderos, el brillante y el sombrío, se dice que son eternos en este mundo [o Gran Kalpa (edad)]. Por el uno se va [el hombre] para no volver jamás, por el otro vuelve[252].
Ahora bien, estos nombres «el fuego», «la llama», «el día», la «quincena resplandeciente», etc.; y «el humo», «la noche» y así sucesivamente, que conducen tan solo al fin del sendero Lunar, son incomprensibles sin conocimientos del Esoterismo. Todos ellos son nombres de varias deidades que presiden sobre los Poderes Cosmopsíquicos. Hablamos con frecuencia de la Jerarquía de «las Llamas», de los «Hijos del Fuego», etc. Sankarâchârya, el más sabio de los Maestros Esotéricos de la India, dice que el Fuego significa una deidad que preside sobre el Tiempo (Kâla). El hábil traductor del Bhagavad-Gitâ, Kâshinâth Trimbak Telang, M. A. de Bombay, confiesa que él «no posee idea alguna clara de la significación de estos versos». Por el contrario, para el que conoce la doctrina oculta, resultan completamente claros. El sentido místico de los símbolos solares y lunares se halla relacionado con estos versos. Los Pitris son Deidades Lunares y nuestros antecesores; pues ellos crearon al hombre físico. Los Agnishvatta, los Kumâras (los siete místicos sabios), son deidades Solares, si bien son también Pitris; y éstos son los «Formadores del Hombre Interno». Ellos son «Los Hijos del Fuego», porque son los primeros Seres llamados «Mentes» en la Doctrina Secreta, desenvueltos del Fuego Primordial. «El Señor… es un Fuego devorador»[253]. «El Señor aparecerá… con sus ángeles poderosos en fuego llameante»[254]. El Espíritu Santo descendió sobre los Apóstoles a manera de «lenguas de fuego»[255]. Vishnu volverá sobre Kalki, el Caballo Blanco, como último Avatâra, en medio de fuego y de llamas; y Sosiosh descenderá igualmente en un Caballo Blanco en medio de un «tornado de fuego». «Y vi el cielo abierto, y contemplé un Caballo Blanco en el que estaba montado… y su nombre llámase el Verbo de Dios»[256], en medio de Fuego llameante. El fuego es Æther en su forma más pura, y de aquí que no se le considere como materia; es la unidad del Æther —la segunda deidad manifestada— en su universalidad. Pero existen dos «Fuegos», y en las enseñanzas ocultas se establece una distinción entre ambos. Del primero, o sea del Fuego puramente sin forma e invisible, oculto en el Sol Central Espiritual, se habla como siendo Triple (metafísicamente); al paso que el Fuego del Cosmos manifestado, es Septenario en el Universo y en nuestro sistema solar. «El fuego del conocimiento consume toda acción en el plano de las ilusiones» —dice el comentario—. «Por lo tanto, quienes lo han adquirido y están emancipados, son llamados Fuegos. —Hablando de los siete sentidos simbolizados por Hotris o Sacerdotes, Nârada dice en el Anugîtâ—: Así, estos siete [sentidos, olfato, gusto, color, sonido, etc.] son las causas de la emancipación»; y el traductor añade «De estos siete es de los que el Yo interno tiene que emanciparse. “Yo” [en la sentencia, Yo estoy… desprovisto de cualidades] debe significar este Yo interno y no el Brâhmana que habla»[257].
(b). La expresión «Todo es Un Número, que procede de lo que no es Número», se refiere de nuevo al principio universal y filosófico que se acaba de explicar en el comentario de la Sloka 4 de la Estancia III. Lo absoluto no tiene, por supuesto, Número; pero en su último significado tiene una aplicación tanto en el Espacio como en el Tiempo. Significa que no solamente cada incremento de tiempo es parte de otro mayor, hasta la duración más prolongada concebible por la inteligencia humana, sino, además, que no puede pensarse acerca de ninguna cosa manifestada, sino como parte de un todo; siendo la agregación total el Universo Uno Manifestado que procede de lo Inmanifestado o Absoluto, llamado No-Ser o «No-Número», para distinguirlo del Ser o del «único Número».
2. APRENDED LO QUE NOSOTROS QUE DESCENDEMOS DE LOS SIETE PRIMEROS, LO QUE NOSOTROS, QUE NACIMOS DE LA PRIMITIVA LLAMA, HEMOS APRENDIDO DE NUESTROS PADRES…
Esto se explica en el Libro II, y este nombre, «Llama Primordial», corrobora lo que se ha dicho en el primer párrafo del comentario precedente de la Estancia IV.
La diferencia entre los Constructores «Primordiales» y los Siete subsiguientes es que los primeros son el Rayo y la emanación directa del primer «Cuatro Sagrado», la Tetraktys, o sea el eternamente Existente por Sí Mismo —eterno en esencia, nótese bien— no en manifestación, y distinto del Uno Universal. Latentes durante el Pralaya y activos durante el Manvantara, los «Primordiales» han procedido del «Padre-Madre» (Espíritu-Hyle o Ilus) mientras que el otro Cuaternario Manifestado y los Siete han procedido de la Madre solamente. La última es la Virgen-Madre inmaculada, que es cobijada, no fecundada, por el Misterio Universal, cuando ella surge de su estado de Laya o condición indiferenciada. En realidad, todos son, por supuesto, uno; pero sus aspectos en los diversos planos del Ser son diferentes.
Los primordiales son los Seres más elevados en la Escala de la Existencia. Son los Arcángeles del Cristianismo, los que se niegan a crear o más bien a reproducirse, como lo hizo Miguel en este último sistema, y como lo hicieron los «Hijos mayores nacidos de la Mente» de Brahmâ (Vedhas).
3. DEL RESPLANDOR DE LA LUZ EL RAYO DE LAS ETERNAS TINIEBLAS SURGEN EN EL ESPACIO LAS ENERGÍAS DESPERTADAS DE NUEVO[258]; EL UNO DEL HUEVO, EL SEIS Y EL CINCO (a). DESPUÉS EL TRES, EL UNO, EL CUATRO, EL UNO, EL CINCO, EL DOBLE SIETE, LA SUMA TOTAL (b). Y ÉSTAS SON LAS ESENCIAS, LAS LLAMAS, LOS ELEMENTOS, LOS CONSTRUCTORES, LOS NÚMEROS (c), LOS ARÛPA[259], LOS RÛPA[260] Y LA FUERZA, O EL HOMBRE DIVINO, LA SUMA TOTAL. Y DEL HOMBRE DIVINO EMANARON LAS FORMAS, LAS CHISPAS, LOS ANIMALES SAGRADOS (d) Y LOS MENSAJEROS DE LOS SAGRADOS PADRES[261] DENTRO DEL SANTO CUATRO[262].
(a). Esto se refiere a la Ciencia Sagrada de los Números, tan sagrada a la verdad y tan importante en el estudio del Ocultismo, que el asunto apenas es susceptible de ser bosquejado aun en una obra tan extensa como la presente. Sobre las Jerarquías y los números correctos de estos seres, invisibles (para nosotros), excepto en muy raras ocasiones, está edificado el misterio de la estructura del Universo entero. Los Kumâras, por ejemplo, son llamados los «Cuatro», si bien son, en realidad, siete en número; porque Sanaka, Sananda, Sanâtana y Sanatkumâra son los principales Vaidhâtra (su nombre patronímico) que surgieron del «cuádruple misterio». Para aclarar más el conjunto, tenemos que acudir a principios más familiares para algunos de nuestros lectores, especialmente para los brahmánicos.
Según Manu, Hiranyagarbha es Brahmâ, el primer ser masculino formado por la incomprensible Causa sin Causa, en un «Huevo de Oro resplandeciente como el Sol», como dice el Hindu Classical Dictionary; Hiranyagarbha significa la Matriz de Oro, o más bien la Matriz resplandeciente o Huevo. La significación se acomoda muy mal con el epíteto de «masculino», pero seguramente el significado esotérico de la sentencia es bastante claro. En el Rig-Veda se dice: «Aquello, el Señor único de todos los seres… el principio animador de los dioses y de los hombres», se originó en el principio en la Matriz de Oro, Hiranyagarbha, que es el Huevo del Mundo o la Esfera de nuestro Universo. Aquel Ser es seguramente andrógino, y la alegoría de Brahmâ, separándose en dos y creándose en una de sus mitades (la hembra Vâch), como Virâj, es una prueba de ello.
«El Uno del Huevo, el Seis y el Cinco» dan el número 1065, el valor del Primogénito (posteriormente el Brahmâ-Prajâpati, varón y hembra), que responde a los números 7, 14 y 21, respectivamente. Los Prajâpati, lo mismo que los Sephiroth, son únicamente siete, incluyendo la Sephira sintética de la Tríada que los produce. Así, de Hiranyagarbha o Prajâpati, el Trino y Uno (la Trimurti Védica primitiva, Agni, Vâyu y Sûrya), emanan los otros siete, también diez, si separamos a los tres primeros que existen en uno, y uno en tres; estando todos, sin embargo, comprendidos dentro de aquel uno y «Supremo» Parama, llamado Guhya o «Secreto» y Sarvâtman la «Super-Alma». «Los siete Señores del Ser permanecen ocultos en Sarvâtman como los pensamientos en un cerebro». Lo mismo sucede con los Sephiroth. Son siete cuando se cuenta desde la Tríada superior, presidida por Kether, o diez —exotéricamente. En el Mahâbhârata, los Prajâpati son en número de 21, o diez, seis y cinco (1065), tres veces siete[263].
(b). «El Tres, el Uno, el Cuatro, el Uno, el Cinco», en su totalidad dos veces siete, representan 31 415, la Jerarquía numérica de los Dhyân Chohans de los distintos órdenes, y del mundo interno o circunscripto[264]. Este número, colocado en la frontera del gran Círculo «No se Pasa» —llamado también el Dhyânipâsha el «Cable de los Ángeles», el «Cable» que separa el Cosmos fenomenal del noumenal, y que no se halla dentro del límite de percepción de nuestra conciencia presente objetiva—, cuando no es aumentado por permutación y expansión, es siempre 31 415 anagramática y kabalísticamente; siendo a la vez el número del círculo y el de la mística Svástica, otra vez el «Doble Siete»; pues en cualquier sentido que se cuenten las dos combinaciones de las cifras, sumadas un número tras otro, siempre resultarán catorce. Matemáticamente, representan el cálculo bien conocido de que la razón del diámetro a la circunferencia de un círculo, es como 1 a 3,1415, o sea el valor p (pi) como se le llama. Esta disposición de las cifras debe poseer la misma significación, desde el momento que 1:316 159, y además 1:31 415 927 son combinados en los cálculos secretos para expresar los varios ciclos y épocas del «primogénito», o 311 040 000 000 000 con fracciones, y dan el mismo 13 415 gracias a un procedimiento cuya exposición no es ahora pertinente. Puede demostrarse que Mr. Ralston Skinner, autor de The Source of Measures (Origen de las Medidas), lee la palabra hebrea Alhim con los mismos valores numéricos 13 514, omitiendo, como se ha dicho, los ceros, y por permutación, puesto que (a) es 1; (l) es 3 (30); (h) es 5; (i) es 1 (10), y (m) es 4 (40); y anagramáticamente 31 415, como él explica.
Así, mientras en el mundo metafísico el Círculo con el Punto central no posee ningún número y es llamado Anupâdaka —sin padre y sin número porque es incalculable—, en el mundo manifestado, el Huevo o Círculo del mundo hállase circunscripto dentro de los grupos llamados la Línea, el Triángulo, el Pentágono, la segunda Línea y el Cuadrado (o 13 514); y cuando el Punto ha engendrado una Línea, y se convierte en un diámetro que representa al Logos andrógino, entonces los números se convierten en 31 415, o un triángulo, una línea, un cuadrado, una segunda línea y un pentágono. «Cuando el Hijo se separa de la Madre, se convierte en el Padre, —pues el diámetro representa la Naturaleza, o el principio femenino. Por lo tanto se dice—: En el mundo del Ser, el Punto fructifica la Línea, la Matriz Virgen del Kosmos [el cero en forma de huevo], y la Madre inmaculada da nacimiento a la forma que combina todas las formas». Prajâpati es llamado el primer macho procreador, y «el marido de su Madre»[265]. Esto da la nota fundamental respecto de todos los últimos «Hijos Divinos» nacidos de «Madres Inmaculadas»; y está clarísimamente confirmado por el hecho significativo de que Ana, el nombre de la Madre de la Virgen María, en la actualidad representada por la Iglesia Católica Romana como habiendo dado a luz a su hija de un modo inmaculado, «María, sin pecado concebida», es derivada del Ana caldea, Cielo o Luz Astral, Anima Mundi: de donde proviene Anaitia, Devîdurgâ, la esposa de Shiva, que es también llamada Annapurna y Kanyâ, la Virgen; siendo su nombre esotérico Umâ-Kanyâ, que significa la «Virgen de Luz», la Luz Astral en uno de sus múltiples aspectos.
(c). Los Devas, Pitris, Rishis; los Suras y los Asuras; los Daityas y los Âdityas; los Dânavas y Gandharvas, etc., tienen todos ellos sus sinónimos en nuestra Doctrina Secreta, lo mismo que en la Kabalah y en la Angelología hebrea; pero inútil es citar los antiguos nombres, pues no conduciría más que a crear confusión. Muchos de éstos pueden encontrarse también ahora hasta en la jerarquía cristiana de Poderes celestiales y divinos. Todos esos Tronos y Dominaciones, Virtudes y Principados, Querubines, Serafines y Demonios, habitantes diversos del Mundo Sideral, son las modernas copias de prototipos arcaicos. El mismo, simbolismo de sus nombres, aun cuando desfigurados y arreglados en griego y en latín, es suficiente para demostrarlo, como se probará más adelante en varias ocasiones.
(d). Los «Animales Sagrados» se encuentran en la Biblia lo mismo que en la Kabalah, y tienen su significación (por cierto también muy profunda) en la página de los orígenes de la Vida. En el Sepher Yetzirah se dice que: «Dios grabó en el Santo Cuatro el Trono de su Gloria, los Auphanim [las Ruedas o Esferas-Mundos], los Seraphim y los Animales Sagrados, como Ángeles Ministros, y de éstos [el Aire, el Agua y el Fuego o el Éter] formó su habitación».
He aquí la traducción literal de las Secciones IX y X:
¿Diez números sin qué? Uno: ¡el Espíritu del Dios vivo… que vive en las eternidades! ¡La Voz y el Espíritu y el Verbo; y éste es el Espíritu Santo… Dos, el Aire salido del Espíritu… Él dibujó y esculpió con ello veintidós letras de fundación, tres madres, siete dobles y doce sencillas, y un Espíritu salido de ellas. Tres: el Agua salida del Espíritu; Él dibujó y esculpió con ellas lo estéril y lo vacío; el lodo y la tierra. Él las dibujó como un lecho de flores, las esculpió como un muro y las cubrió como un pavimento. Cuatro: el Fuego salido del Agua. Él dibujó y esculpió con ello el trono de gloria, y las ruedas, y los seraphim, y los santos animales como ángeles ministros; y de los tres, Él fundó su vivienda como se ha dicho. Él hace sus ángeles espíritus, y sus sirvientes llamas de fuego!
Las palabras «fundó su vivienda» demuestran claramente que en la Kabalah, lo mismo que en la India, la Deidad era considerada como el Universo, y no era, en su origen, el Dios extracósmico que es ahora.
Así fue el mundo formado «por medio de Tres Seraphim —Sepher, Saphar y Sipur», o «por medio del Número, Números y Numerado». Con la clave astronómica, estos «Animales Sagrados» se convierten en los signos del Zodiaco.
4. ÉSTE ERA EL EJERCITO DE LA VOZ, LA DIVINA MADRE DE LOS SIETE. LOS DESTELLOS DE LOS SIETE ESTÁN SOMETIDOS, Y SON LOS SERVIDORES DEL PRIMERO, DEL SEGUNDO, DEL TERCERO, DEL CUARTO, DEL QUINTO, DEL SEXTO Y DEL SÉPTIMO DE LOS SIETE (a). ESTOS[266] SON LLAMADOS ESFERAS, TRIÁNGULOS, CUBOS, LÍNEAS Y MODELADORES; PUES ASÍ SE SOSTIENE EL ETERNO NIDÂNA EL OI-HA-HOU (b)[267].
(a). Esta Sloka da de nuevo un breve análisis de las jerarquías de los Dhyân Chohans, llamados Devas (Dioses) en la India, o sean los Poderes Conscientes e Inteligentes de la Naturaleza. A esta Jerarquía corresponden los tipos actuales en que la Humanidad puede ser dividida; porque la Humanidad, como un todo, es en realidad una expresión materializada de aquélla, aunque todavía imperfecta. El «Ejército de la Voz» es una frase que se halla íntimamente relacionada con el misterio del sonido y del lenguaje, como un efecto y un corolario de la Causa: el Pensamiento Divino. Como lo ha expresado con belleza P. Christian, el ilustrado autor de la Histoire de la Magie y de L’Homme Rouge des Tuileries, tanto las palabras pronunciadas por los individuos como sus nombres, influyen grandemente en su destino futuro. ¿Por qué? Porque:
Cuando nuestra alma [Mente] crea o evoca un pensamiento, el signo representativo de este pensamiento existe grabado por sí mismo en el fluido astral, que es el receptáculo, y por decirlo así, el espejo de todas las manifestaciones de la existencia.
El signo expresa la cosa; la cosa es la virtud [escondida u oculta] del signo.
Pronunciar una palabra es evocar un pensamiento y hacerlo presente; la potencia magnética del lenguaje humano es el principio de todas las manifestaciones en el Mundo Oculto. El pronunciar un Nombre es no solo definir un Ser [una Entidad] sino que lo expone y lo condena por medio de la emisión de la palabra [Verbum] a la influencia de una o más potencias ocultas. Las cosas son, para cada uno de nosotros, aquello en que él [el Verbo] las convierte mientras las nombramos. La Palabra [Verbum] o el lenguaje de cada hombre es inconscientemente para él una bendición o una maldición; por esto, nuestra ignorancia presente acerca de las propiedades o atributos de la idea, lo mismo que respecto de los atributos y propiedades de la materia, es con frecuencia fatal para nosotros.
Sí; los nombres [y las palabras] son benéficos o maléficos; son, en cierto sentido, o venenosos o dispensadores de salud, con arreglo a las influencias ocultas unidas por la Sabiduría suprema a sus elementos, esto es, a las letras que los componen y a los números correlativos a estas letras.
Esto es un todo cierto como enseñanza esotérica, aceptada por todas las escuelas orientales de Ocultismo. En el sánscrito, lo mismo que en el hebreo y en todos los demás alfabetos, cada letra posee su significación oculta y su razón de ser; es una causa y un efecto de otra causa precedente, y la combinación de éstas produce con mucha frecuencia los más mágicos efectos. Las vocales, especialmente, contienen las potencias más ocultas y formidables. Los Mantras (esotéricamente, invocaciones más bien mágicas que religiosas) son cantados por los brahmanes, y lo mismo sucede con el resto de los Vedas y otras Escrituras.
El «Ejército de la Voz» es el prototipo de la «Hueste del Logos» o el «Verbo» del Sepher Yetzirah, llamado en la Doctrina Secreta «el Número único salido del No-Número» —el Principio Uno Eterno—. La Teogonía Esotérica comienza con el Uno Manifestado (por lo tanto no eterno en su presencia y ser, si bien eterno en su esencia); el Número de los Números y Numerado, procediendo este último de la Voz, la Vâch femenina «de las cien formas», Shatarûpâ o la Naturaleza. De este número 10 o la Naturaleza Creadora, la Madre (la cifra oculta, o «0», siempre procreando y multiplicando en unión con la unidad «1», o el Espíritu de la Vida), procede todo el Universo.
En el Anugîtâ[268] se cita una conversación entre un brahmán y su esposa, acerca del origen del Lenguaje y de sus propiedades ocultas. La mujer pregunta cómo vino el Lenguaje a la existencia, y cuál de los dos era anterior al otro, si el Lenguaje o la Mente. El brahmán le dice que el Apâna (soplo de inspiración), convirtiéndose en señor, cambia aquella inteligencia, que no comprende el lenguaje o las palabras, en el estado de Apâna, y así abre la Mente. Luego él le refiere una historia, un diálogo entre el Lenguaje y la Mente. Ambos fueron al Yo del Ser (o sea al Yo Superior individual, como cree Nîlakantha; a Prajâpati, según el comentador Arjuna Mishra), y le pidieron solventara sus dudas y decidiera cuál de ellos tenía la precedencia y era el superior. A esto dijo el Señor: «La Mente (es superior). —Pero el Lenguaje respondió al Yo del Ser, diciendo—: Yo, verdaderamente, cedo a (vos) vuestros deseos»; queriendo significar que por medio del Lenguaje, él había adquirido lo que deseaba. Entonces el Yo le dijo que existen dos Mentes, la «mutable» y la «inmutable». «La inmutable está conmigo» —le dijo—; «la mutable se halla bajo vuestro dominio» (o sea del Lenguaje), en el plano de la materia. «A ésta le sois superior».
Pero desde el momento en que ¡oh hermosa! has venido a hablarme personalmente (del modo que lo has hecho, esto es, con orgullo), ¡oh Sarasvatî!, jamás hablarás después de la exhalación (penosa). La diosa Lenguaje (Sarasvatî, forma o aspecto último de Vâch, diosa también de los conocimientos secretos o Sabiduría Esotérica) mora verdaderamente siempre entre el Prâna y el Apâna. Pero ¡oh noble ser!, yendo con el viento Apâna [aire vital], aunque impulsada… sin el Prâna [soplo de espiración], ella corrió a Prajâpati [Brahmâ], diciendo: «¡Complaceos, oh, venerable señor!». Entonces, el Prâna apareció de nuevo alimentando al Lenguaje. Por lo tanto, el Lenguaje jamás habla después de la exhalación (penosa). Es siempre ruidoso o sin ruido. De estos dos, el (Lenguaje) sin ruido es superior al ruidoso… El (Lenguaje) producido en el cuerpo por medio del Prâna, y que luego va a [es transformado en] Apâna, y después asimilándose al Udâna [órganos físicos del Lenguaje]… reside entonces finalmente en el Samâna [«en el ombligo, en la forma de sonido, como causa material de todas las palabras» —dice Arjuna Mishra]—. Así habló primeramente el Lenguaje. De aquí que la mente se distingue por razón de su existencia inmutable, y la Diosa (el Lenguaje), por razón de su existencia mutable.
Esta alegoría es de las fundamentales de la ley Oculta, que prescribe el silencio en lo referente al conocimiento de ciertas cosas secretas e invisibles, que únicamente pueden ser percibidas por la mente espiritual (el sexto sentido), y que no pueden expresarse con lenguaje «ruidoso» o pronunciado. Este capítulo del Anugîtâ explica —dice Arjuna Mishra— el Prânâyâma, o sea la metodización de la respiración en las prácticas de Yoga. De todos modos este sistema, sin la adquisición previa, o al menos sin la plena comprensión de los dos sentidos elevados (de los siete que existen según se verá), pertenecen más bien al Yoga inferior. El Hatha, así llamado, era y es todavía desaprobado por los Arhats. Es perjudicial a la salud, y por sí solo jamás puede desenvolverse en Râja Yoga. Esta historia se cita para demostrar cuánto inseparablemente unidos se hallan, en la metafísica de la antigüedad, los seres inteligentes, o más bien las «inteligencias», con todos los sentidos o funciones, ya físicos o mentales. La pretensión ocultista de que existen siete sentidos en el hombre, así como en la Naturaleza, y de que existen siete estados de conciencia, es corroborada en la misma obra, capítulo VII, que se ocupa de Pratyâhâra (la restricción y regulación de los sentidos, siendo Prânâyâma la de los «vientos vitales» o respiración). El brahmán, hablando de la institución de los siete Sacerdotes del sacrificio (Hotris), dice: «La nariz y los ojos, y la lengua y la piel, y el oído como el quinto [u olfato, vista, gusto, tacto y oído], la mente y el entendimiento, son los siete sacerdotes del sacrificio, dispuestos separadamente»; los que «viviendo en un espacio diminuto (sin embargo), no se perciben uno a otro» en este plano sensual ninguno de ellos excepto la mente. Pues la mente dice: «La nariz no huele sin mí, el ojo no distingue el color, etc. Yo soy el eterno jefe entre los elementos todos [o sean los sentidos]. Sin mí, los sentidos jamás brillan; son como casa desierta, o como fuegos apagados. Sin mí, todos los seres, a manera de combustible semiseco, semihúmedo, no logran hacerse cargo de las cualidades o de los objetos, a pesar de que los sentidos mismos se esfuercen»[269].
Esto, por supuesto, se refiere únicamente a la mente en el plano de lo sensual. La Mente Espiritual ritual, la parte o aspecto superior del Manas impersonal, no traba conocimiento con los sentidos del hombre físico. Lo bien que conocían los antiguos la correlación de fuerzas y todos los fenómenos recientemente descubiertos, relativos a facultades y funciones mentales y físicas, así como muchos más misterios, puede verse leyendo los capítulos VII y VIII de este libro, inapreciable en filosofía y en ciencia mística. Véase la disputa de los sentidos acerca de su respectiva superioridad, y cuándo toman como árbitro al Brahman, el Señor de todas las criaturas, «Vosotros sois todos de máxima grandeza, y no lo más grande» [o superiores a los objetos, como dice Arjuna Mishra, no siendo ninguno de ellos independiente del otro]. Todos vosotros poseéis las cualidades de los otros. Todos son máximos en su respectiva esfera, y todos se sostienen unos a otros. Existe uno inmóvil [viento vital o soplo, llamado la inhalación Yoga, que es el soplo del Uno o Yo Supremo]. Este es mi propio Yo, acumulado en numerosas (formas).
Este Soplo, Voz, Yo o Viento (¿Pneuma?) es la Síntesis de los Siete Sentidos; noumenalmente, todos deidades menores, y esotéricamente, el Septenario y el «Ejército de la Voz».
(b). Después de esto vemos a la Materia Cósmica diseminándose y formándose en Elementos, agrupados en el místico Cuatro, dentro del quinto Elemento, el Éter, el «revestimiento» de Âkâsha, el Anima Mundi o Madre del Cosmos. «Puntos, Líneas, Triángulos, Cubos, Círculos», y finalmente «Esferas»; ¿por qué o cómo? Porque, dice el comentario, tal es la primera ley de la Naturaleza, y porque la Naturaleza geometriza universalmente en todas sus manifestaciones. Existe una ley inherente, no solo en el plano primordial, sino además en la materia manifestada de nuestro plano fenomenal, por medio de la cual correlaciona la Naturaleza sus formas geométricas, y posteriormente también sus elementos compuestos; y con la cual no ha lugar tampoco para lo accidental o casual. Es una ley fundamental en Ocultismo la de que no existe en la Naturaleza ni reposo ni cesación de movimiento[270]. Lo que parece reposo es tan solo el cambio de una forma a otra; el cambio de substancia siendo paralelo al cambio de forma; así al menos se nos enseña en la física ocultista, que por lo visto se ha anticipado en mucho al descubrimiento de la «conservación de la materia». El antiguo comentario[271] a la Estancia IV, dice:
La Madre es el ígneo Pez de la Vida. Ella extiende su Hueva y el Soplo [el Movimiento] la calienta y aviva. Los gránulos [de la Hueva] pronto se atraen unos a otros, y forman los Coágulos en el Océano [del Espacio]. Las masas y mayores se unen y reciben nueva Hueva, en ígneos Puntos, Triángulos y Cubos, que maduran, y a su debido tiempo, algunas de las masas se desprenden y asumen forma esferoidal, operación que realizan solo cuando las otras no se inmiscuyen. Después de lo cual, la Ley N.º*** entra en funciones. El Movimiento [el Soplo] se convierte en Torbellino y las pone en rotación[272]
5. …EL OI-HA-HOU, QUE ES LAS TINIEBLAS, EL ILIMITADO O EL NO-NÚMERO. ÂDI-NIDÂNA SVABHÂVAT; EL 0[273]:
I. EL ÂDI-SANAT, EL NUMERO; PUES ÉL ES UNO (a).
II. LA VOZ DE LA PALABRA, SVABHÂVAT, LOS NÚMEROS; PUES ÉL ES UNO Y NUEVE[274].
III. EL «CUADRADO SIN FORMA»[275].
Y ESTOS TRES, ENCERRADOS DENTRO DEL 0[276] SON EL CUATRO SAGRADO; Y LOS DIEZ SON EL UNIVERSO ARÛPA (b)[277]. LUEGO VIENEN LOS HIJOS, LOS SIETE COMBATIENTES, EL UNO, EL OCTAVO EXCLUIDO, Y SU ALIENTO QUE ES EL HACEDOR DE LA LUZ (c)[278].
(a). «Âdi-Sanat», traducido literalmente, es el Primero o «Primitivo Anciano», cuyo nombre identifica al «Anciano de los Días» de que se habla en la Kabalah, y al «Santo Anciano» (Sephira y Adam Kadmon) con Brahmâ, el Creador, llamado Sanat, entre otros de sus nombres y títulos.
Svabhâvat es la Esencia mística, la Raíz plástica de la Naturaleza física: «Los Números» cuando manifestado; el «Número», en su Unidad de Substancia, en el plano más elevado. El nombre es de uso buddhista y sinónimo de la cuádruple Anima Mundi, el Mundo Arquetipo de la Kabalah, de donde han procedido los Mundos Creativo, Formativo y Material; las Scintillæ o Chispas, los otros varios mundos contenidos en los tres últimos. Los Mundos se hallan todos sujetos a Gobernadores o Regentes: Rishis y Pitris entre los indos, Ángeles para los judíos y cristianos, y Dioses en general entre los antiguos.
(b). 0 Esto significa que el «Círculo Sin Límites», el cero, se convierte en un número únicamente cuando una de las nueve cifras le precede, manifestando entonces su valor y su potencia; el «Verbo» o Logos en unión con la «Voz» y el Espíritu[279] (la expresión y origen de la conciencia) significa las nueve cifras, y forma así con el cero la década, que contiene en sí misma todo el Universo. La tríada forma dentro del círculo la Tetraktys o el «Cuatro Sagrado», siendo el Cuadrado inscripto en el Círculo la más potente de todas las figuras mágicas.
(c). El «excluido» es el Sol de nuestro sistema. La versión exotérica puede encontrarse en las más antiguas Escrituras sánscritas. En el Rig Veda, Aditi, «El Ilimitado» o el Espacio Infinito —traducido por Max Müller, «el infinito visible, visible a simple vista (!)—, la expansión sin límites más allá de la tierra, más allá de las nubes, más allá de los cielos», es el equivalente de «la Madre Espacio» coeva con las «Tinieblas». Se la llama con mucha propiedad «La Madre de los Dioses», Deva-Mâtri, puesto que de su matriz Cósmica han nacido todos los cuerpos celestes de nuestro sistema, el Sol y Planetas. Alegóricamente se la describe de este modo: «Ocho Hijos nacieron del cuerpo de Aditi; ella se acercó a los dioses con siete, pero arrojó de sí al octavo, Mârtanda», nuestro sol. Los siete hijos llamados los Âdityas, son, cósmica o astronómicamente, los siete planetas; y estando el sol excluido de su número, se demuestra claramente que los indos pueden haber conocido, y realmente conocían, un séptimo planeta, sin llamarle Urano[280]. Pero esotérica y teológicamente, por decirlo así, los Âdityas son, en sus significaciones primitivas más antiguas, los ocho, y los doce grandes dioses del Panteón indo. «Los Siete permiten a los mortales que vean sus moradas, pero se muestran únicamente a los Arhats» —dice un antiguo proverbio—; por «sus moradas» debiendo entenderse los planetas. El Comentario antiguo da la siguiente alegoría y la explica:
«Ocho casas fueron construidas por la Madre: ocho casas para sus ocho Hijos Divinos: cuatro grandes y cuatro pequeñas. Ocho brillantes Solos, en armonía con su edad y méritos. Bal-i-lu [Mârtanda] no estaba satisfecho, aunque su casa era la mayor. Empezó [a trabajar] como lo hacen los grandes elefantes. Él inspiró dentro de [atrajo a] su estómago los aires vitales de sus hermanos. Él trató de devorarlos. Los cuatro mayores se hallaban muy lejos, allá en la frontera de su reino[281]. Ellos no fueron despojados [afectados], y se rieron. Haced todo cuanto queráis, Señor; no nos podéis alcanzar, dijeron. Pero los más pequeños lloraron. Ellos se quejaron a la Madre. Ella desterró a Bal-i-lu al centro de su reino, de donde no podía moverse. [Desde entonces] él [únicamente] vigila y amenaza. Los persigue girando lentamente en torno de sí mismo, apartándose ellos rápidamente de él, y él siguiendo desde lejos la dirección en la cual sus hermanos se mueven en el sendero que rodea sus casas[282]. Desde aquel día se alimenta con el sudor del cuerpo de la Madre. Se llena con su aliento y desechos. Por lo tanto, ella le rechazó».
Así pues, siendo nuestro Sol, de modo evidente, el «Hijo Rechazado», como antes se demuestra, los «Hijos Soles» se refieren, no solamente a nuestros planetas, sino a los cuerpos celestes en general. El mismo Sûrya, siendo tan solo reflexión del Sol Central Espiritual, es el prototipo de todos aquellos cuerpos que se han desenvuelto después de él. En los Vedas es llamado Loka-Chakshuh el «Ojo del Mundo» (nuestro mundo planetario), y es una de las tres principales deidades. Se le llama indiferentemente el Hijo de Dyaus o de Aditi, puesto que no se hace distinción alguna con referencia a la significación esotérica, ni se le concede lugar en ella. Así es que se le representa como arrastrado por siete caballos y por un caballo con siete cabezas: los primeros refiriéndose a sus siete planetas, y el segundo a su origen común del Elemento Cósmico Uno. Este «Elemento Uno» es llamado «Fuego» en sentido figurado. Los Vedas enseñan que el «fuego es verdaderamente todas las deidades»[283].
El significado de la alegoría es claro, pues tenemos para explicarla el Comentario de Dzyan y la ciencia moderna, aunque los dos difieren en más de un particular. La Doctrina Oculta desecha la hipótesis nacida de la teoría nebular, de que los (siete) grandes planetas procedan de la masa central del Sol, de este nuestro Sol visible, en todo caso. La primera condensación de la materia cósmica tuvo lugar, por supuesto, en torno de un núcleo central, su Sol padre; pero nuestro Sol, según se enseña, se separó meramente antes que todos los demás al contraerse la masa en rotación, y es, por lo tanto, su «hermano» mayor y de mayor tamaño, y no su «padre». Los ocho Âdityas, los «dioses» están todos formados de la substancia eterna (la materia cometaria[284], la Madre), o la «tela de mundos» que es a la vez el quinto y el sexto Principio Cósmico, el Upâdhi o Base del Alma Universal, justamente como en el hombre, el Microcosmo, Manas[285], es el Upâdhi de Buddhi[286].
Hay todo un poema en las batallas pregenéticas libradas entre los planetas en desenvolvimiento antes de la formación final del Cosmos, explicándose con ello la posición, al parecer perturbada, de los sistemas de varios planetas; el plano de los satélites, de algunos (de Neptuno y de Urano, por ejemplo, de los cuales nada sabían los antiguos, según se dice), habiendo sufrido una declinación, aparentan con ello tener un movimiento retrógrado. Estos planetas son llamados los Guerreros, los Arquitectos, y son aceptados por la Iglesia Romana como los jefes de las Huestes celestiales, mostrando así las mismas tradiciones. Habiéndose el Sol desenvuelto, se nos enseña, del Espacio Cósmico (antes de la formación final de los primarios y de la anulación de la nebulosa planetaria), absorbía en las profundidades de su masa toda la vitalidad cósmica que podía, amenazando tragarse a sus «Hermanos» más débiles, antes que la ley de atracción y de repulsión quedase finalmente fijada; después de lo cual, comenzó a alimentarse con «el sudor y desechos de la Madre»; en otras palabras, con aquellas partes del Æther (el «Hálito del Alma Universal») de cuya existencia y constitución se halla la Ciencia todavía en la más completa ignorancia. Habiendo sido presentada una teoría de esta especie por Sir William Grove[287], que decía que los sistemas «están cambiando gradualmente gracias a adiciones o sustracciones atmosféricas, o a causa de incrementos y disminuciones procedentes de la substancia de la nebulosa»; y además, que «el sol puede condensar materia gaseosa a medida que viaja por el espacio, y producir con ello calor» —la enseñanza arcaica parece bastante científica aún en esta época[288]—. Mr. W. Mattieu Williams ha sugerido que la materia difusa o Éter, que es el recipiente de las radiaciones de calor del Universo, es por esta razón arrastrada a las profundidades de la masa solar; y expulsando de allí al Éter ya anteriormente condensado y agotado termalmente, se comprime y cede su calor, para ser a su vez conducido a un estado de enrarecimiento y de enfriamiento, para absorber después una nueva cantidad de calor, que supone el ser así arrebatada por el Éter, y de nuevo concentrada y redistribuida por los Soles del Universo.
Esto viene a ser una aproximación tan grande a las enseñanzas ocultistas como jamás se ha imaginado la Ciencia; pues el Ocultismo lo explica por el «soplo muerto» devuelto por Mârtanda, y su alimentación con el «sudor y desechos» de la «Madre Espacio». Lo que podía afectar solo muy poco a Neptuno[289], a Saturno y a Júpiter, hubiera dado muerte a «Mansiones» relativamente pequeñas, como Mercurio, Venus y Marte. Como Urano no era conocido antes del fin del siglo XVIII, el nombre del cuarto planeta mencionada en la alegoría tiene que continuar siendo un misterio para nosotros.
El «Hálito» de todos los «Siete» se dice que es Bhâskara, el Hacedor de la Luz, porque (los planetas) eran todos cometas y soles en su origen. Se desenvuelven a la vida manvantárica desde el Caos Primitivo (ahora el nóumeno de las nebulosas irresolubles), por la agregación y la acumulación de las diferenciaciones primarias de la Materia eterna, según la hermosa expresión del comentario: «Así los Hijos de la Luz se revisten con la tela de las Tinieblas». Alegóricamente son llamados los «Caracoles Celestiales», en razón de que sus (para nosotros) informes Inteligencias habitan invisibles sus mansiones estelares y planetarias, y por decirlo así, las llevan consigo, a manera de caracoles, en su revolución. La doctrina de un origen común para todos los cuerpos celestes y planetas fue, como hemos visto, inculcada por los astrónomos arcaicos, antes de Kepler, Newton, Leibnitz, Kant, Herschel y Laplace. El Calor (el «Hálito»), la Atracción y la Repulsión —los tres grandes factores del Movimiento— son las condiciones bajo las cuales todos los miembros de esta familia primitiva nacen, se desarrollan y mueren; para renacer después de una Noche de Brahmâ, durante la cual la materia eterna recae periódicamente en su estado primario indiferenciado. Los gases más enrarecidos no pueden dar ninguna idea acerca de su naturaleza al físico moderno. Centros de Fuerzas al principio, las invisibles Chispas, o átomos primordiales, se diferencian en moléculas y se convierten en Soles (pasando gradualmente a la objetividad), gaseoso, radiante, cósmico, el «Torbellino Uno» (o Movimiento) que da finalmente el impulso hacia la forma, y el movimiento inicial, regulado y sostenido por los «Soplos» que jamás descansan: los Dhyân Chohans.
6. …DESPUÉS LOS SEGUNDOS SIETE, QUE SON LOS LIPIKA, PRODUCIDOS POR LOS TRES[290]. EL HIJO DESECHADO ES UNO. LOS «HIJOS-SOLES» SON INNUMERABLES.
Los «Lipika, —de la palabra lipi—, escrito», significan literalmente los «Escribientes»[291]. Místicamente estos Seres Divinos se hallan relacionados con Karma, la Ley de Retribución, pues son los Registradores o Cronistas que imprimen en las tablillas invisibles (para nosotros) de la Luz Astral, «el gran museo de pinturas de la eternidad», un registro fiel de cada acción, y aun de cada pensamiento del hombre; de todo cuanto era, es o será, en el Universo fenomenal. Como se dice en Isis sin Velo, este lienzo divino e invisible es el Libro de la Vida. Como los Lipika son los que desde la Mente Universal pasiva proyectan a la objetividad el plan ideal del Universo, sobre el cual los «Constructores» reconstruyen el Kosmos después de cada Pralaya, son ellos los que sostienen el paralelo con los Siete Ángeles de la Presencia, que los Cristianos reconocen en los Siete «Espíritus Planetarios» o los «Espíritus de las Estrellas»; siendo así los amanuenses directos de la Ideación Eterna, o como la llama Platón, el «Pensamiento Divino». Los Anales Eternos no son ningún sueño fantástico; pues los mismos anales los encontramos en el mundo de la materia grosera. Dice el Dr. Draper:
Jamás cae una sombra sobre un muro sin dejar en él una huella permanente que puede hacerse visible recurriendo a procedimientos adecuados… Los retratos de nuestros amigos o paisajes pueden permanecer ocultos a la vista en la superficie sensitiva, pero dispuestos se hallan a aparecer tan pronto como se acude a lo medios propios para desarrollarlos. Un espectro hállase oculto en una superficie de plata o de cristal, hasta que por medio de nuestra nigromancia lo hacemos aparecer en el mundo visible. En los muros de nuestras habitaciones más recónditas, en que creemos no haya penetrado jamás el ojo del intruso, y donde nos figuramos que nadie puede perturbar nuestro retiro, existen los vestigios de todos nuestros actos, las siluetas de todo cuanto hemos hecho[292].
Los Dres. Jevons y Babbage creen que cada pensamiento desplaza las partículas del cerebro, y poniéndolas en movimiento, las disemina a través del Universo: creen también que «cada partícula de la materia existente debe de ser un registro de todo cuanto ha sucedido»[293]. Así la antigua doctrina ha comenzado a adquirir derechos de ciudadanía en las especulaciones del mundo científico.
Los cuarenta «Asesores» que permanecen en la región del Amenti, como acusadores del Alma ante Osiris, pertenecen a la misma clase de deidades que los Lipika; y serían considerados como semejantes si no fueran tan poco comprendidos los dioses egipcios en su significación esotérica. El Chitragupta indo que lee la relación de la vida de cada Alma en su registro, llamado Agra-Sandhânî; los Asesores que leen los suyos en el corazón del difunto, que se convierte en un libro abierto ante Yama, Minos, Osiris o Karma, no son más que otras tantas copias y variantes de los Lipika y de sus Anales Astrales. Sin embargo, los Lipika no son deidades relacionadas con la Muerte, sino con la Vida Eterna.
Relacionados como se hallan los Lipika con el destino de cada hombre, con el nacimiento de cada niño, cuya vida se halla ya trazada en la Luz Astral —no de un modo fatalista, sino porque el Futuro, lo mismo que el Pasado, permanece siempre vivo en el Presente—, puede decirse también que ejercen una influencia en la ciencia del Horóscopo. Tenemos que admitir la verdad de esta última, que queramos o no; pues según ha observado uno de los modernos adeptos de la Astrología:
Ahora que la fotografía nos ha revelado la influencia química del sistema sideral, fijando en la placa sensible del aparato millares de estrellas y de planetas que hasta la fecha habían burlado los esfuerzos de los telescopios más poderosos para descubrirlos, se hace más fácil comprender cómo puede nuestro sistema solar en el nacimiento de un niño influir en su cerebro —virgen de toda impresión— de una manera definida y en armonía con la presencia en el cenit de una u otra constelación zodiacal[294].