Estancia II La idea de Diferenciación
Estancia II La idea de Diferenciación
1.…¿DONDE ESTABAN LOS CONSTRUCTORES, LOS BRILLANTES HIJOS DE LA AURORA DEL MANVANTARA? (a)… EN LAS TINIEBLAS DESCONOCIDAS EN SU AH-HI[183] PARANISHPANNA. LOS PRODUCTORES DE LA FORMA[184], DERIVADA DE LA NO-FORMA[185] —QUE ES LA RAÍZ DEL MUNDO—, LA DEVÂMATRI[186] Y SVABHÂVAT, REPOSABAN EN LA FELICIDAD DEL NO-SER (b).
(a). Los «Constructores», los «Hijos de la aurora del Manvantara», son los verdaderos creadores del Universo; y en esta doctrina, que se ocupa solamente de nuestro sistema planetario, ellos, como arquitectos del mismo, son también llamados los «Vigilantes» de las Siete Esferas, que exotéricamente son los siete planetas, y esotéricamente, también las siete tierras o esferas (Globos) de nuestra Cadena. La frase de la Estancia I cuando hace mención de las «Siete Eternidades», se refiere tanto al Mahâkalpa o «la (gran) Edad de Brahmâ», como al Pralaya Solar y resurrección subsiguiente de nuestro Sistema Planetario en un plano más elevado. Existen muchas clases de Pralaya (disolución de una cosa visible), como se demostrará en otro lugar.
(b). Recuérdese que Paranishpanna es el summum bonum, lo Absoluto, y por tanto, lo mismo que Paranirvâna. Además de ser el estado final, es aquella condición de subjetividad no relacionada más que con la Verdad Una Absoluta (Paramârthasatya), en su propio plano. Es el estado que conduce a la apreciación verdadera de todo el significado del No-Ser, que, como se ha explicado, es el Absoluto Ser. Más pronto o más tarde, todo cuanto ahora al parecer existe, existirá real y verdaderamente en el estado de Paranishpanna. Pero hay una gran diferencia entre el Ser consciente y el inconsciente. La condición del Paranishpanna sin Paramârtha, la conciencia que se analiza a sí misma (Svasamvedâna), no es felicidad alguna, sino sencillamente la extinción durante Siete Eternidades. Así una bala de hierro se calienta al ser expuesta a los rayos ardientes del sol, pero no siente o aprecia el calor, como lo hace el hombre. Solo «con una inteligencia clara no obscurecida por la personalidad, y con la asimilación del mérito de múltiples existencias consagradas al Ser en su colectividad [todo el Universo viviente y senciente], se libra uno de la existencia personal, sumergiéndose en lo Absoluto, identificándose con él[187], y continuando en plena posesión de Paramârtha».
2. ¿DÓNDE ESTABA EL SILENCIO? ¿EN DÓNDE LOS OÍDOS PARA PERCIBIRLO? NO; NO HABÍA SILENCIO NI SONIDO (a); NADA, SALVO EL INCESANTE HÁLITO ETERNO[188], PARA SÍ MISMO IGNOTO (b).
(a). La idea de que las cosas pueden cesar de existir, y sin embargo ser, es fundamental en la psicología oriental. Bajo esta aparente contradicción de términos, hay un hecho de la Naturaleza; y lo importante es comprenderlo, más bien que discutir acerca de las palabras. Un ejemplo familiar de una paradoja parecida, nos lo da una combinación química. La cuestión acerca de si el hidrógeno y el oxígeno cesan de existir cuando se combinan para formar el agua, se halla todavía sobre el tapete; algunos dicen que desde el momento en que se les encuentra de nuevo al ser descompuesta el agua, es porque deben continuar existiendo durante la combinación; mientras otros opinan que al convertirse en algo completamente distinto, deben cesar de existir como tales elementos durante todo aquel tiempo; pero ni unos ni otros son capaces de formar el más ligero concepto de la condición verdadera de una cosa que se ha convertido en otra diferente, y que, sin embargo, no ha cesado de ser la misma. Con respecto al oxígeno y al hidrógeno, puede decirse que la existencia como agua es un estado de No-Ser, el cual es un ser más real que su existencia como gases; y puede simbolizar, aunque vagamente, la condición del Universo cuando se sume en el sueño o cesa de ser, durante las Noches de Brahmâ, para despertar o reaparecer nuevamente, cuando la aurora del nuevo Manvantara le vuelve a llamar a lo que nosotros denominamos existencia.
(b). Se dice el «Hálito» de la Existencia Una, tan solo en sus aplicaciones al aspecto espiritual de la Cosmogonía, por el esoterismo arcaico; en otros casos es reemplazado por su equivalente en el plano material, el Movimiento. El Elemento Eterno y único, o el Vehículo contenedor de los elementos, es el Espacio sin dimensiones en ningún sentido; coexistente con la Duración Interminable, con la Materia Primordial (por tanto, indestructible), y con el Movimiento, «Movimiento Perpetuo», Absoluto, que es el «Hálito» del Elemento único. Este Hálito, como se ve, no puede cesar jamás, ni aun durante las Eternidades Praláyicas.
Pero el Hálito de la Existencia única no se aplica del mismo modo a la única Causa Sin Causa, o la Omniseidad [All-Be-ness en el texto], en oposición al TodoSer (All-Being), que es Brahmâ o el Universo. Brahmâ, el dios de cuádruple faz, que después de haber levantado la Tierra del seno de las aguas, «llevó a efecto la Creación», es considerado tan solo como la Causa Instrumental, y no, como claramente se implica, la Causa Ideal. Ningún orientalista parece haber comprendido por completo hasta ahora el sentido verdadero de los versos de los Purânas, que tratan de la «creación».
Allí Brahmâ es la causa de las potencias que tienen que ser generadas subsiguientemente para la obra de la «creación». Por ejemplo, en el Vishnu Purâna[189] cuando se traduce: «Y de él han procedido las potencias que tienen que ser creadas, después de haberse ellas convertido en la causa real, —sería quizás más correcto traducir—: Y de ELLO han procedido las potencias que crearán, al convertirse en la causa real [en el plano material]. —A ninguna otra más que a la Causa sin Causa Ideal única puede atribuirse el Universo—. El más digno de los ascetas, por medio de su potencia —o sea por medio de la potencia de aquella causa— cada cosa creada viene por su naturaleza inherente o propia». Si, «en la Vedânta y Nyâya, nimitta es la causa eficiente en contraposición con upâdâma, la causa material [y] en la Sânkhya, pradhâna implica las funciones de ambas»; en la filosofía esotérica, que reconcilia a todos estos sistemas, y cuya exposición más próxima es la Vedânta, tal como la presentan los vedantinos advaitis, no se puede especular acerca de nada que no sea el upâdâna. Lo que para los vaishnavas (los Visishthadvaitas) es como lo ideal en oposición a lo real —o Parabrahman e Îshvara— no puede tener lugar alguno en las especulaciones publicadas, puesto que aun aquel ideal es una palabra errónea cuando se aplica a lo que ninguna razón humana, ni siquiera la de un Adepto, puede concebir.
El conocerse a sí mismo exige que sean reconocidas la conciencia y la percepción —ambas facultades limitadas en la relación a todo sujeto excepto Parabrahman. De aquí el «El Hálito eterno para sí mismo ignoto». La Infinitud no puede concebir lo Finito. Lo Ilimitado no puede tener relación con lo limitado y lo condicionado. En las enseñanzas ocultas, el Motor Desconocido e Incomprensible, o el Existente por Sí Mismo, es la Esencia Absoluta y Divina. Y así, siendo Conciencia Absoluta y Absoluto Movimiento —para los sentidos limitados de los que describen lo que es indescriptible— es inconsciencia e inmovilidad. La conciencia concreta no puede ser atribuida a la conciencia abstracta, como no puede atribuirse al agua la cualidad de humedad, desde el momento que la humedad es su propio atributo, y la causa de la cualidad húmeda reside en otras cosas. La conciencia implica limitaciones y calificaciones; algo de que ser consciente, y alguien que sea consciente de ello. Pero la Conciencia Absoluta contiene al conocedor, a la cosa conocida y al conocimiento; los tres en sí misma, y los tres uno. Nadie es consciente más que de aquella porción de sus conocimientos que recuerde en cualquier tiempo dado; pero, tal es la pobreza del lenguaje, que no poseemos término alguno para distinguir el conocimiento en que no pensemos activamente, del conocimiento irrecordable. El olvidar es sinónimo del no recordar. ¡Cuánto mayor no debe de ser la dificultad de encontrar términos descriptivos y diferenciales de los hechos abstractos y metafísicos! No debe olvidarse tampoco que nosotros damos nombres a las cosas según sus apariencias. A la Conciencia Absoluta la llamamos «inconsciencia», porque nos parece que debe ser necesariamente así; del mismo modo que llamamos a lo Absoluto «Tinieblas» porque para nuestro entendimiento finito resulta por completo impenetrable, y, sin embargo, comprendemos plenamente que nuestra percepción de semejantes cosas no se ajusta a las mismas. Involuntariamente distinguimos, por ejemplo, entre la Absoluta Conciencia inconsciente y la inconsciencia, atribuyendo en nuestro fuero interno a la primera alguna cualidad indefinida que corresponde, en un plano más elevado de lo que podernos concebir, a lo que conocemos como conciencia en nosotros mismos. Pero esto no tiene nada que ver con ninguna clase de conciencia que podamos distinguir de lo que se nos representa como inconsciencia.
3. LA HORA NO HABÍA SONADO TODAVÍA; EL RAYO NO SE HABÍA LANZADO AÚN DENTRO DEL GERMEN (a); LA MÂTRIPADMA[190] AÚN NO SE HABÍA HENCHIDO (b)[191].
(a). El «Rayo» de las «Tinieblas Eternas» conviértese, al ser emitido, en un Rayo de Luz resplandeciente o de Vida, y penetra dentro del «Germen» —el Punto en el Huevo del Mundo, representado por la materia en su sentido abstracto—. Pero la palabra «Punto» no debe entenderse como aplicándose a ninguno particular en el Espacio, puesto que en el centro de cada átomo existe un germen, y éstos colectivamente constituyen el «Germen»; o más bien, como ningún átomo puede hacerse visible a nuestros ojos físicos, la colectividad de aquéllos (si el término puede aplicarse a lo que es ilimitado e infinito), constituye el «nóumeno» de la Materia eterna e indestructible.
(b). Una de las figuras simbólicas del Poder Dual y Creador en la Naturaleza (materia y fuerza en el plano material), es «Padma». El lirio de agua de la India. El Loto es el producto del calor (fuego) y del agua (vapor o éter); representando el fuego en cada uno de los sistemas filosóficos y religiosos, aun en el Cristianismo, el Espíritu de la Deidad, el principio activo, masculino y generador; y el éter, o el Alma de la materia, la luz del fuego simbolizando el principio femenino pasivo, del cual han emanado todas las cosas de este Universo. De ahí que el éter o agua sea la Madre, y el fuego el Padre. «Sir William Jones (y antes que él la botánica antigua) ha demostrado que las semillas del Loto contienen, aun previamente a la germinación, hojas perfectamente formadas, la miniatura de las plantas perfectas en que se convertirán algún día,: concediéndonos la Naturaleza de este modo un ejemplo de la preformación de sus productos…; pues las semillas de todas las fanerógamas que poseen flores propiamente dichas, contienen un embrión de planta ya formado»[192]. Esto explica la sentencia: «La Mâtri-Padma no se había aún henchido»; siendo generalmente sacrificada la forma a la idea interna o radical, en el simbolismo arcaico.
El Loto o Padma es, además, un símil antiquísimo y favorito para el Cosmos mismo, y también para el hombre. Las razones populares dadas son, en primer lugar, el hecho justamente mencionado, o sea que la semilla del Loto contiene dentro de sí una miniatura perfecta de la planta futura, lo cual simboliza el hecho de que los prototipos espirituales de todas las cosas existen en el mundo inmaterial antes que se materialicen en la Tierra; y en segundo lugar, el hecho de que el Loto crece a través del agua, con su raíz en el Ilus o fango, y abre sus flores en el aire. El Loto simboliza así la vida del hombre y también la del Cosmos, puesto que la Doctrina Secreta enseña que los elementos de ambos son los mismos, y que ambos están desarrollándose en el mismo sentido. La raíz del Loto hundida en el cieno representa la vida material; el tallo lanzándose hacia arriba a través del agua, simboliza la existencia en el mundo astral; y la flor flotando sobre el agua y abriéndose hacia el cielo, es emblema de la existencia espiritual.
4. SU CORAZÓN NO SE HABÍA ABIERTO TODAVÍA PARA RECIBIR EL RAYO ÚNICO, Y CAER DESPUÉS, COMO TRES EN CUATRO, EN EL REGAZO DE MÂYÂ.
La Substancia Primordial no había pasado todavía de su latencia precósmica a la objetividad diferenciada, ni siquiera para convertirse en el Protilo invisible (para el hombre al menos) de la ciencia. Pero en cuanto «suena la hora» y se vuelve receptora de la impresión Fohática del Pensamiento Divino (el Logos, o aspecto masculino del Anima Mundi, Âlaya), su «Corazón» se abre. Se diferencia, y los tres (Padre, Madre, Hijo) se convierten en Cuatro. He aquí el origen del doble misterio de la Trinidad y de la Inmaculada Concepción. El dogma primero y fundamental del Ocultismo es la Unidad Universal (u Homogeneidad) bajo tres aspectos. Esto conduce a una concepción posible de la Deidad, la cual, como Unidad absoluta, tiene que permanecer por siempre incomprensible para las inteligencias finitas.
«Si quieres creer en el Poder que actúa en la raíz de una planta, o imaginar a la raíz oculta bajo el suelo, tienes que pensar en su tallo o tronco y en sus hojas y flores. No puedes imaginar aquel Poder independientemente de estos objetos. La Vida puede ser únicamente conocida por el Árbol de Vida…»[193].
La idea de la Unidad Absoluta quedaría por completo quebrantada en nuestro concepto, si no tuviéramos algo concreto ante nuestros ojos para contener aquella Unidad. La Deidad, siendo absoluta, tiene que ser omnipresente; de aquí que no exista ni un átomo que no La contenga. Las raíces, el tronco y sus muchas ramas son tres clases de objetos distintos, y sin embargo, constituyen un árbol. Los kabalistas dicen: «La Deidad es Una, porque es Infinita. Es Triple, porque siempre se está manifestando». Esta manifestación es triple en sus aspectos, puesto que requiere, como dice Aristóteles, tres principios para que cada cuerpo natural se convierta en objetivo: privación, forma y materia[194]. Privación significa, para el gran filósofo, lo que llaman los ocultistas los prototipos impresos en la Luz Astral, el mundo y plano más inferiores del Anima Mundi. La unión de estos tres principios depende de un cuarto: la Vida que radia desde las cúspides de lo Inalcanzable, para convertirse en una Esencia universalmente difundida en los planos manifestados de la Existencia. Y este Cuaternario (Padre, Madre, Hijo, como Unidad, y un Cuaternario como manifestación viviente), es el fundamento que ha conducido a la antiquísima idea de la Inmaculada Concepción, cristalizada ahora finalmente en un dogma de la Iglesia Cristiana, que ha carnalizado esta metafísica idea, fuera de todo sentido común. Pues no hay sino que leer la Kabalah y estudiar sus métodos numéricos de interpretación, para encontrar el origen de aquel dogma. Es puramente astronómico, matemático y preeminentemente metafísico: el Elemento masculino en la Naturaleza (personificado por las deidades masculinas y por los Logos – Virâj o Brahmâ, Horus u Osiris, etc.), nace a través, no de un origen inmaculado, personificado por la «Madre», porque aquel Varón, teniendo una «Madre» no puede tener un «Padre», pues la Deidad abstracta carece de sexo y no es ni siquiera un ser, sino la Seidad o la Vida misma. Expresemos esto en el lenguaje matemático del autor de The Source of Measures (El Origen de las Medidas). Hablando de la «Medida de un Hombre» y de su valor numérico (kabalístico), escribe que en el Génesis cap. IV:
Es llamada la Medida del «Hombre igual a Jehovah», y esto se obtiene del modo siguiente: 113 X 5 = 565; y el valor de 565 puede colocarse bajo la forma de 56’5 X 10 = 565. De aquí que el número del Hombre, 113, se convierta en un factor de 56’5 X 10, y la lectura (kabalística) de esta última expresión, es Jod, He, Van, He, o Jehovah… La expansión de 565 en 56’5 X 10 tiene por objeto demostrar la emanación del principio masculino (Jod) del femenino (Eva); por decirlo así, el nacimiento de un elemento masculino de un origen inmaculado; en otras palabras, una inmaculada concepción.
De este modo se repite en la Tierra el misterio verificado, según los videntes, en el plano divino. El Hijo de la Virgen Celestial Inmaculada (o el Protilo Cósmico no diferenciado, la Materia en su infinitud), nace de nuevo en la tierra como Hijo de la Evaterrestre, nuestra madre Tierra, y se convierte en Humanidad como un total —pasado, presente y futuro—; pues Jehovah o Jod-Hé-Vau-Hé, es andrógino, o a la par masculino y femenino. Arriba, el Hijo es todo el Kosmos; abajo es la Humanidad. La Tríada o Triángulo se convierte en la Tetraktys, el sagrado Número pitagórico, el Cuadrado perfecto, y un Cubo de seis caras sobre la Tierra. El Macroprosopus (la Gran Faz) es ahora el Microprosopus (la Faz Menor); o como dicen los kabalistas, el «Anciano de los Días», descendiendo sobre Adam Kadmon, de quien se sirve como de su vehículo para manifestarse, queda transformado en el Tetragrammaton. Hállase ahora en el «Regazo de Mâyâ», la Gran Ilusión, y entre Él y la Realidad existe la Luz Astral, la Gran Receptora de los sentidos limitados del hombre, a menos que el conocimiento por medio del Paramârthasatya acuda en su auxilio.
5. LOS SIETE[195] NO HABÍAN NACIDO TODAVÍA DEL TEJIDO DE LUZ. EL PADRE-MADRE, SVABHÂVAT, ERA SOLO TINIEBLAS; Y SVABHÂVAT ESTABA EN TINIEBLAS (a).
(a). La Doctrina Secreta, en las Estancias dadas aquí, se ocupa principalmente, si no por completo, de nuestro sistema solar y en especial de nuestra Cadena Planetaria. Los «Siete Hijos», por lo tanto, son los creadores de esta última. Esta enseñanza será explicada más adelante con mayor amplitud.
Svabhâvat, la «Esencia Plástica» que llena el Universo, es la raíz de todas las cosas. Svabhâvat es, por decirlo así, el aspecto buddhista concreto de la abstracción denominada Mûlaprakriti en la filosofía hindú. Es el cuerpo del Alma, y aquello que el Éter sería con respecto a Âkâsha, siendo este último el principio animador del primero. Los místicos chinos han hecho de él el sinónimo del «Ser». «En la traducción china del Ekashloka-Shâstra de Nâgârjuna (el Lung-shu de China), llamado por los chinos el Yih-shulu-kia-lun, se dice que la palabra “Ser” o “Subhâva” (Yu en chino), significa “la Substancia dando substancia a sí misma”; también lo explica como significando “sin acción y con acción”, la naturaleza que no posee naturaleza propia». Subhâva, del cual viene Svabhâvat, está compuesto de dos palabras: Su, bello, hermoso, bueno; y bháva, existencia o estado de existencia.
6. ESTOS DOS SON EL GERMEN, Y EL GERMEN ES UNO. EL UNIVERSO ESTABA AUN OCULTO EN EL PENSAMIENTO DIVINO Y EN EL DIVINO SENO.
El «Pensamiento Divino» no implica la idea de un Pensador Divino. El Universo, no solo pasado, presente y futuro —lo cual es una idea humana y finita, expresada por un pensamiento finito—, sino en su totalidad, el Sat (término intraducible), el Ser Absoluto, con el Pasado y el Futuro cristalizados en un eterno Presente, es aquel Pensamiento mismo reflejado en una causa secundaria o manifestada. Brahman (neutro), como el Misterium Magnum de Paracelso, es un misterio absoluto para la mente humana. Brahmâ, el varón-hembra, el aspecto e imagen antropomórfica de Brahman, es concebible para la fe ciega, si bien es rechazado por la razón humana cuando ésta llega a su madurez.
De aquí la afirmación de que durante el prólogo, por decirlo así, del drama de la Creación, o el principio de la evolución cósmica, el Universo o el Hijo, permanece todavía oculto «en el Pensamiento Divino», que no había penetrado todavía «en el Divino Seno». Esta idea, obsérvese bien, es la fundamental, y constituye el origen de todas las alegorías acerca de los «Hijos de Dios», nacidos de vírgenes inmaculadas.