Cartas a Lucilio

Carta 84: En la lectura debemos imitar a las abejas, que escogen las flores más apropiadas…

84

En la lectura debemos imitar a las abejas, que escogen las flores más apropiadas para elaborar su miel

1

Tengo por cierto que estas excursiones que me sacuden la pereza son provechosas a mi salud y a mis estudios. Cómo favorecen a mi salud, ya lo ves: como el amor a las letras me torna dejado y negligente con mi cuerpo, hago ejercicio por cuenta de otro. En qué forma favorecen a mis estudios, ya te lo diré: me distraen de las lecturas. Las cuales, pese a todo, las considero necesarias; de una parte, porque me guardan de contentarme conmigo mismo; de otra, porque, conociendo los descubrimientos de los demás, juzgo las doctrinas que ya han sido descubiertas y medito sobre las que pueden descubrirse. La lectura alimenta el pensamiento y nos recupera de la fatiga del estudio; no, empero, sin entregarnos a otro estudio.

2

Ni hemos de escribir tan sólo ni solamente hemos de leer, pues la primera cosa disipa y agota las fuerzas (hablo de la composición) y la otra las disuelve y enerva. Es menester pasar de una cosa a otra y hacer que se atemperen mutuamente, a fin de que la pluma preste una estructura de unidad a todo aquello que ha recogido la lectura.

Es menester, tal como suele decirse, imitar a las abejas, las cuales van rondando de aquí para allá en busca de las flores más apropiadas para extraer la miel, y después disponen y almacenan en panales todo lo que recogieron, y como decía Virgilio:

3

... destilan las fluidas mieles,

llenan las colmenas de néctar dulcísimo.

4

No consta de cierto si chupan el jugo de las flores ya en forma de miel, o si transforman con alguna mezcla y mediante alguna propiedad de su aliento los jugos recogidos y les prestan aquel sabor. Algunos quieren que no tengan la facultad de hacer la miel, sino de recogerla. Dicen que en la India se encuentran ciertas cañas que tienen miel en las hojas, producida por el rocío de aquel cielo o por el humor dulce y abundante de la misma caña, y que hasta en nuestras hierbas se encuentra la misma propiedad, pero de manera menos manifiesta y perceptible, miel que es la que busca el animal nacido para ello. Otros creen que es por aderezo y elaboración como las abejas prestan a los jugos extraídos de las hojas y flores más tiernas aquella calidad, añadiendo una especie de fermento que presta unión a tan diversos elementos.

5

Pero, a fin de no verme arrastrado fuera de mi asunto, te repetiré que hemos de imitar a esas abejas, separando todo lo que hemos recogido en diversas lecturas —pues las cosas ordenadas se conservan mejor—, fundiendo después en un solo sabor todas las cosas reunidas, por obra del cuidado e ingenio de nuestra inteligencia, en tal forma que no aparezca de dónde han sido tomadas, y ofrezcan bien manifiesto que poseen ahora un ser bien diferente del de antes, lo cual vemos que sin intervención nuestra es realizado por la naturaleza en nuestro cuerpo.

6

Los alimentos que tomamos, mientras se mantienen en su ser y nadan en el estómago sin disolverse, son para nosotros peso y molestia; pero cuando han terminado su transformación, se nos convierten en sangre y fuerzas. Hagamos lo mismo con los alimentos del pensamiento; no toleremos que nada de lo que hemos ingerido permanezca intacto, que todo deje de pertenecer a otro ser.

7

Digirámoslo, pues de lo contrario no pasaría a la inteligencia, sino que quedaría depositado en la memoria. Asimilémoslo confiadamente y hagámoslo nuestro, a fin de que su multiplicidad se convierta en unidad, de igual manera como de muchos se hace un solo número, como se reúnen en una sola suma otras cantidades pequeñas y desiguales. Haga esto nuestra alma: oculte todos los elementos de que se ha nutrido y muestre solamente lo que, a base de aquéllos, ha sabido elaborar.

8

Y aunque surja el parecido con alguien que haya penetrado profundamente en tu admiración, quiero que te le parezcas como un hijo, no como un retrato: el retrato es una cosa muerta. ¿Pues, qué? ¿No tiene que reconocerse de quién imitamos el estilo, el razonamiento, las sentencias? Creo que a veces ni se puede reconocer, cuando es una gran mentalidad la que, habiendo tomado las ideas de su modelo escogido, les presta el cuño de su forma para que tiendan a la unidad.

9

¿No compruebas cuántas voces forman un coro? Y, con todo, de todas ellas no resulta sino una. Una es aguda, otra grave, otra intermedia; las voces de mujer se unen con las de hombre, las flautas acompañan el conjunto: cada una de estas voces queda ahogada y sólo se percibe la de todos.

10

Hablo del coro tal como lo conocieron los antiguos filósofos. En nuestros conciertos hay más cantores que antiguamente en los teatros: todos los pasadizos aparecen llenos de filas de cantores, la platea está rodeada de trompetas y el proscenio resuena de flautas e instrumentos de toda suerte; entonces, de sonidos tan diversos resulta una armonía. Así querría que fuese nuestra alma; que contenga muchas artes, muchos preceptos, muchos ejemplos de las más diversas épocas, pero que todo tienda a la unidad.

11

«¿Cómo puede obtenerse esto?», me dirás. Con una constante solicitud, no haciendo ni evitando nada que no sea siempre bajo el consejo de la razón. Si quieres escuchar a ésta, te dirá: Deja por fin estas cosas que andas persiguiendo: deja las riquezas, peligro o carga de sus poseedores; deja las delicias del cuerpo y del alma, que ablandan y enervan; deja la ambición, hinchada de vacuidad, de vanidad, de viento, desconocedora de toda medida, tan inquieta por los que tiene delante como por los que tiene al lado, trabajada por la envidia, y por una envidia doble. Harto comprendes cuán miserable es aquel que envidia y es envidiado.

12

¿No ves las casas de los potentados, aquella lucha de los visitantes bajo los umbrales por saludar? Muchas afrentas es necesario soportar para penetrar en ellas; muchas más cuando ya lo has obtenido. Pasa de largo ante las escaleras de los ricos y ante los vestíbulos sostenidos sobre grandes terrazas: te pondrías en la pendiente de un abismo, resbaladiza por añadidura. Ven por este camino, por el que conduce a la sabiduría, en busca de bienes tranquilísimos y abundantísimos.

13

A todo aquello que emerge por encima de las cosas humanas, por más que sea pequeño y sólo se eleve por comparación con las cosas más bajas, únicamente se va por senderos difíciles y penosos. Escarpada es la vía que conduce a la cima de la dignidad, pero si te agrada ascender hasta tal cima, a la cual se rinde la fortuna, contemplarás por debajo de ti todas aquellas cosas tenidas por más elevadas, pero llegarás, sin embargo, a la cima por un camino llano.

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