Amor y Pedagogía

Anatomía

Anatomía

La razón de ser, en efecto, de la pajarita de papel es su

perfección geométrica, perfección a que todas ellas tienden, aunque no logren alcanzarla jamás.

La perfecta pajarita ha de poder ser inscrita en un cuadrado perfecto, como en la figura adjunta vemos, y si recordamos que el óvulo de que salió era un cuadrado de papel, veremos que su perfección consiste en poder inscribirse en su propio óvulo-cuadrado, en mantenerse fiel a su origen. Y de aquí deduciremos que la perfección de todo ser consiste en que se inscriba y atenga a su óvulo generador, en que se mantenga en los límites de su origen.

Claro está que en las precarias y miserables condiciones de nuestra vida terrestre y dados entre otros inconvenientes los que la materia presenta —el grosor y otras imperfecciones del papel—, no hay pajarita alguna que cumpla con toda exactitud rigurosa su ideal, su ideal geométrico; ideal que se cierne en el mundo platónico de las ideas puras. El divino arquetipo de la pajarita es una especie geométrica que yace desde la eternidad en el seno de la Geometría.

Cuanto más una pajarita se acerca a su arquetipo y cuanto se inscribe en más perfecto cuadrado, tanto más perfecta es ella y tanto más se acerca a la superpajarita inaccesible.

Y aquí se nos presenta una interesantísima y muy sugestiva cuestión, es a saber, la de que lo que hace la individualidad de cada pajarita, lo que de las demás pajaritas de su tamaño la distingue es precisamente su imperfección. Porque si todas las pajaritas fuesen perfectas, esto es, inscribibles en cuadrados perfectos, no habrían de distinguirse unas de otras más que cuantitativamente, por el tamaño, y no cualitativamente, y además por el diferente lugar que ocupasen en el espacio. No serían idénticas pero sí semejantes o iguales, como son  semejantes siempre dos cuadrados o dos triángulos equiláteros.

Vése, pues, que la perfección se adquiere a costa de personalidad, y que cuanto más perfecto o arquetípico es un ser, tanto menos personal es, y veamos por aquí, mirándonos en las pajaritas como en espejo, si nos conviene aspirar al sobrehombre, al hombre inscribible en óvulo perfecto, y si para lograr semejante perfección hemos de renunciar a nuestra personalidad cada uno. Cierto es que se nos ha dicho que seamos perfectos como nuestro Padre celestial, pero esto es como un término inaccesible a que debemos tender.

Y en último caso, sí, renunciemos a nuestra personalidad en aras de la perfección y aspiremos a ser semejantes, real y verdaderamente semejantes, perfectos, y a fundirnos en el arquetipo.

Porque si es Dios, como algunos sostienen, mi proyección al infinito, como nuestras vidas paralelas en el infinito se encuentran y en el infinito coincide mi proyección con la tuya y con la del otro y la de el de más allá y las de todos, es una sola la proyección allí, es Dios el lugar en que nuestros yos todos se identifican y confunden y perfeccionan. Es, pues, el Yo colectivo, el Yo universal, el Yo-todo.

Y dígaseme ahora que la cocotología no es una ciencia importantísima y que abre vastísimos horizontes a la mente humana llevándola a espléndidas contemplaciones.

Después de haber desarrollado debidamente estos tan importantes problemas que la cocotología plantea, convendrá que me fije en las partes que la pajarita vista en proyección lateral nos ofrece, y que son, como se ve en la figura adjunta, ocho, dos en la cabeza, tres en la pata y tres en la cola, pues la pajarita no consta al exterior más que de cabeza, patas y cola. Las dos partes de la cabeza son respectivamente protocéfalo o cabeza anterior (núm. 1), metacéfalo o cabeza posterior (núm. 2); las tres de la pata son: protópodo (núm. 3), mesópodo (núm. 4) y metápodo (núm. 5), y las tres de la cola: protocerco (núm. 6), mesocerco (núm. 7) y metacerco (núm. 8). Todas ocho partes son triangulares y de triángulos iguales,triángulos rectángulos isósceles, siendo por consiguiente la pajarita un ser esencial y eminentemente triangular, un ser triánguli-rectánguli-isoscélico.

Y aquí tenemos una nueva, admirable, providencial y teleológica armonía al ver la perfección suma de nuestra pajarita, compuesta como de primeros elementos o células de sesenta y cuatro triángulos rectángulos isósceles, tal y como se ve en la adjunta figura en que están marcados aquellos dieciséis que forman la parte exterior de la pájara bien plegada.

Y aquí tenemos como lo anatómico surge de lo histológico, lo macroscópico de lo microscópico, y como todo ser depende en cuanto a su organización y forma de los elementos primarios que le constituyen.

Sabido es, en efecto, que la diferencia entre la célula vegetal y la animal, encerrada aquella entre duras paredes y como anquilosada y presa entre ellas y más libre la célula animal, a modo de ameba —el glóbulo de la sangre nos ofrece un caso de célula animal libre— sabido es, digo, como tal diferencia es lo que principalmente condiciona las diferencias de estructura que entre el vegetal y el animal existen. Del elemento primario arranca la fábrica toda de un ser.

Lo vemos en la arquitectura, en que las formas de conjunto están condicionadas por el elemento, por la célula arquitectónica, que se emplee, y así tenemos arquitectura en madera, imitada luego en piedra, arquitectura en piedra o de sillares, arquitectura del ladrillo y hasta arquitectura del hierro. Para desarrollar este punto, consultaré las obras especiales de arquitectura y me dará lugar a ilustrar esta parte de mi obra con profusión de grabados de los principales monumentos egipcios, asirios, caldeos, frigios, griegos, etc., etc.

Y la pajarita es, a no dudarlo, la forma arquitectónica, digámoslo así, que el papel pide y exige, la forma que del papel surge naturalmente, la perfección de la figura en papel, el perfecto ser papiráceo.

Todo en ella es admirable, no siendo de agotar la serie de armonías y misteriosas relaciones que nos presenta. La pajarita es, ante todo, un ser triangular, o, mejor dicho, triánguli-rectánguli-isoscélico, y como el triángulo rectángulo isósceles es la mitad de un cuadrado, vemos su relación íntima y profunda con el cuadrado que tanto papel juega en nuestra mensuración. En las líneas de la pajarita unas, como las que van de la coronilla al pico o de la rodilla al pie, son como lados del cuadrado, y otras, cual las tres líneas que partiendo del centro van a parar al pico y a los extremos de la pata y la cola, son como diagonales del mismo cuadrado, es decir que tomando a aquellas, como se las debe tomar, de unidad, equivalen estas a √2, cantidad inconmensurable con la unidad. Y que aquí cómo se introduce en la esencia de la pajarita la misteriosa relación de la inconmensurabilidad.

Esta inconmensurabilidad es a la pajarita lo que la espiritualidad al hombre, y ella nos dice que debe la pajarita tener una vida suprasensible, porque ¿es de creer que el Supremo Autor de todo lo creado la dotara sin objetivo alguno de semejante inconmensurabilidad?

¿hemos de suponer que no tenga fin alguno trascendente esta misteriosa relación de √2? Todo en la pajarita revela bien a las claras un plan preconcebido, todo nos demuestra un oculto designio, y como no hemos de ser tan toriles que supongamos que el niño que materialmente la construye sepa de triángulos isósceles ni de inconmensurabilidades ni de √2, forzoso nos es admitir que no es el tal niño más que instrumento ciego de un Poder Supremo, que a más altos destinos que el de entretenerle endereza a la pajarilla. Y aún nos atrevemos a sospechar que se haya hecho al niño para la pajarita y no a esta para aquel, aun cuando tan plausible sospecha pueda herir la vidriosa susceptibilidad del rey de la creación. Mas de esto del origen y finalidad de la pajarita, hablaré más adelante.

Otra maravillosa armonía es que la pajarita, vista en proyección, llena un área que equivale a la mitad del cuadrado en que se inscribe, ya que, como vimos en anteriores figuras, consta de ocho triángulos de los dieciséis de que el cuadrado consta. Es decir que es su área la mitad del área del cuadrado en que se inscribe, lo mismo que el área de cada uno de los triángulos de que consta es la mitad del área de un cuadrado; ¡admirable armonía! Además si consultamos la 2.ª figura de la misma página, veremos que los triángulos marcados en oscuro, son 16, siendo 64 el número total de los que componen el óvulo primitivo, surgido del protoplasma papiráceo, el número total de células triangulares de la mórula embriónica papirácea, es decir, que el área exterior, que la piel de la pajarita es la cuarta parte, y ni más ni menos que la cuarta parte, del área del óvulo cuadrado, ¡nueva y misteriosa armonía!

Así continuaré analizando en mi obra las distintas y maravillosas relaciones métricas, conmensurables e inconmensurables, que de la estructura admirable de la pajarita se derivan, y luego de analizar sus relaciones estáticas, me fijaré en las dinámicas. En las dinámicas he escrito, aunque haya quien crea, equivocadamente, que en la pajarita no cabe dinamismo.

¿Y cuál es el dinamismo de la pajarita, el dinamismo cocotológico?

Pues es el que resulta de mantenerse ella en pie, porque la función de la pajarita consiste en mantenerse en pie. Este mantenimiento es su fisiología.

Y no se me diga que el mantenerse en pie es algo estático y no dinámico; no, es dinámico y muy dinámico. Más esfuerzos hacen falta muchas veces, para mantenerse en pie que para avanzar. ¿Es que un cadáver puede mantenerse en pie como un hombre vivo? Luego la pajarita que se mantiene en, pie, es una pajarita viva. Y no se me diga, no, que en tal sentido nada hay que no sea dinámico y que lo es lo estático mismo, y que no sé bien la diferencia que entre lo estático y lo dinámico media, pues es estático un sistema de fuerzas en equilibrio; no se me diga esto, que no haré caso y seguiré en mis trece, pues yo me entiendo y bailo solo.

El dinamismo de la pajarita, digo, consiste en que se mantiene ella en pie y en equilibrio estable y se mantiene sobre tres puntos —puntos y no superficies, fijémonos bien en ello—, que son los dos puntos de los extremos de sus metápodos y el punto en que el protocerco, el mesocerco y el metacerco se encuentran. Se sostiene sobre tres puntos, determinantes de un plano siempre, sobre tres puntos, sobre un triángulo isósceles, aunque no rectángulo, dado que de los dos extremos de las patas al punto de apoyo de la cola, hay la misma distancia, ¡nueva, maravillosa y sorprendente armonía triangular!

Y obsérvese la perfección con que la pajarita pisa y se sostiene en tierra, véase que no toca al suelo más que con los tres puntos, determinantes de un plano, precisos para mantenerse en equilibrio estable, que tiene el menor contacto posible con la tierra, y dígasenos si no es esta una nueva y mirífica perfección de su ser, que le eleva por sobre tantos plantígrados humanos, que necesitan tocar el mayor suelo que ocupar puedan. La pajarita es un ser trípode, y la perfecta pajarita, la pajarita arquetípica o ideal, no tocaría a tierra más que en tres puntos geométricos, en tres puntos puros, determinantes de un puro plano.

No hay más que otra figura que toque a tierra con menor número de puntos que es la esfera que solo sobre uno se sostiene, pero sostiénese en equilibrio inestable y no en estable. Y ¿quién duda de que el triángulo sea figura más perfecta que el círculo? Porque si son maravillosas y sorprendentes las relaciones del círculo, tan maravillosas y sorprendentes son las del triángulo, siendo este más vario que aquella a mayor abundamiento.

Porque en el círculo apenas hay más que unidad, mientras que en el triángulo hay unidad, variedad y armonía, unidad de espacio cerrado, variedad de lados y ángulos, armonía de figura. Así ha sido siempre honrado y respetado el triángulo, y con él el número tres que de él deriva, el misterioso número tres, el primer número compuesto de un impar y de un par y precisamente del primer impar con el par primero.

Aquí haré un caluroso elogio del número tres, enumerando las principales categorías y potencias que se nos dan en terna o triada, y fijándome muy en especial en la Libertad, Igualdad y Fraternidad; Dios, Patria y Rey; Agricultura. Industria y Comercio; Verdad, Bondad y Belleza; Oriente, Grecia y Roma; etc., etc., etc.

Vamos ahora a la China, a ese país antiquísimo que guarda las más venerables reliquias de la infancia del género humano. Y una vez en China haré un caluroso elogio del interesante pueblo chino para concluir encareciendo la importancia del tangram o chinchuap, especie de rompecabezas chinesco, que sirve de distracción a los niños y que se ha adoptado en no pocas escuelas de Europa para desarrollar el sentido geométrico de los niños. Consta el tangram de siete piecitas de madera u otra materia, cortadas al modo que se ve en la figura adjunta y con las cuales puede hacerse todo género de combinaciones. Es un juego muy conocido.

Ahora bien, yo sostengo que semejante juego procede de la pajarita, y que a no más que construir la figura de la pajarita se endereza, ya que sus últimos elementos, aquellos de que sus siete piezas constan, no son ni más ni menos que los dieciséis triángulos rectángulos isósceles de que el cuadrado en que se inscribe la pajarita consta, sin más que la dislocación de dos de ellos. Y buena prueba de que el tangram chinesco se enderezaba a la comprensión de la pajarita es que, como se ve en las figuras adjuntas, se forman con sus siete piezas de un lado el óvulo papiráceo juntamente con la figura de la pajarita, pudiendo superponer esta sobre aquel, y de otro lado la pajarita toda.

Así proseguiré desarrollando la anatomía geométrica de la pajarita.

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