El Príncipe

Dedicatoria

El Príncipe

Dedicatoria

NICOLAS MAQUIAVELO,

CIUDADANO Y SECRETARIO DE FLORENCIA,

AL

Magnífico Señor

LORENZO DE MEDICIS,

DUQUE DE URBINO, SEÑOR DE PÉSARO,

ETC. ETC.

Los que desean captarse la voluntad de un príncipe suelen ofrecerle presentes de raro mérito, o aquellas cosas que son conocidamente de su agrado: unos le presentan armas o caballos, otros telas de oro, piedras preciosas, alhajas, en fin, dignas de su grandeza. Deseando yo, pues, ofreceros una prueba de mi adhesión y respetuosa obediencia, he encontrado que la alhaja de más valor, y tal vez la única que poseo, es el conocimiento de lo que han hecho los grandes hombres; conocimiento que he adquirido con una larga experiencia de la política moderna, y una lectura continua de la que seguían los antiguos. De todo esto, meditado y examinado con detención escrupulosa, he formado un pequeño volumen, que os envío, pues, aunque creo que mi obra es indigna de tamaño honor, sin embargo, confío en que será acogida con benevolencia, considerando que no puedo ofreceros mayor regalo que el conocimiento instantáneo de lo que tantos años y peligros me ha costado aprender. No he engalanado esta obra con flores retóricas, ni con palabras altisonantes, porque he creído que la gravedad de la materia bastaba para darle lustre y hacerla agradable. Tampoco quiero que se me acuse de presuntuoso, si desde la humilde esfera en que me hallo situado, me atrevo a examinar y a dar consejos a los gobiernos de los príncipes; porque, así como el artista se coloca en los llanos para pintar con más facilidad los montes y colinas, y, por el contrario, sube a las colinas para obtener mejor vista de los llanos y praderas, del mismo modo, para conocer bien la naturaleza de los pueblos, es preciso ser príncipe, y, para comprender la de los príncipes, es necesario ser hijo del pueblo. Recibid, pues, este corto presente con la misma buena voluntad con que yo os lo ofrezco, y en él hallareis una prueba del ardentísimo deseo que tengo de veros elevado a la grandeza que os prometen vuestras riquezas y vuestros talentos. Y si al mismo tiempo os dignáis bajar la vista y considerar el miserable estado a que me veo reducido, conoceréis, Señor, cuan severa e implacable ha sido y es conmigo la fortuna.

Nicolás Machiavelli.

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