La Doctrina Secreta Tomo III

Comentarios De las doce estancias y sus expresiones, siguiendo el orden de numeración de aquéllas y de las Slokas

Comentarios De las doce estancias y sus expresiones, siguiendo el orden de numeración de aquéllas y de las Slokas

ESTANCIA I

PRINCIPIOS DE LA VIDA SENCIENTE

1. El Lha, o Espíritu de la Tierra. 2. Invocación de la Tierra al Sol. 3. Lo que contesta el Sol. 4. Transformación de la Tierra.

1. EL LHA (a). QUE DIRIGE AL CUARTO[30], ES EL SERVIDOR DE LOS LHA (S) DE LOS SIETE[31] (b), LOS QUE GIRAN CONDUCIENDO SUS CARROS ALREDEDOR DE SU SEÑOR, EL OJO ÚNICO[32] DE NUESTRO MUNDO. SU ALIENTO DIO VIDA A LOS SIETE[33]. DIO VIDA AL PRIMERO.

«Todos son Dragones de Sabiduría» —añade el Comentario (d).

a) «Lha» es el término antiguo en las regiones transhimaláyicas para «Espíritu», cualquier Ser celestial o superhumano, y abarca toda la serie de jerarquías celestes, desde un Arcángel, o Dhyâni, descendiendo hasta un Ángel de las tinieblas, o Espíritu terrestre.

b) Esta expresión muestra en lenguaje corriente que el Espíritu-Guardián de nuestro Globo, que es el cuarto en la Cadena, está subordinado al Espíritu principal (o Dios) de los Siete Genios o Espíritus Planetarios. Como ya se ha explicado, los antiguos, en su Kyriel de Dioses, tenían siete Dioses principales del Misterio, cuyo jefe era, exotéricamente, el Sol visible o el octavo; y esotéricamente, el Segundo Logos, el Demiurgo. Los Siete —que ahora en la religión cristiana se han convertido en los «Siete Ojos del Señor»— eran los Regentes de los siete planetas principales; pero éstos no se contaban con arreglo a la numeración imaginada más tarde por gentes que habían olvidado los verdaderos Misterios, o que tenían nociones erróneas de los mismos, y no incluían ni al Sol, ni a la Luna, ni a la Tierra. El Sol era, exotéricamente, el jefe de los doce Grandes Dioses o constelaciones zodiacales; y, esotéricamente, el Mesías, el Christos —el sujeto «ungido» por el Gran Aliento, o el Uno— rodeado por sus doce poderes subordinados, también subordinados, por turno, a cada uno de los siete «Dioses del Misterio» de los planetas.

«Los Siete Superiores hacen a los Siete Lhas crear al mundo» declara un Comentario; lo cual significa que nuestra Tierra —dejando a un lado lo demás— fue creada o formada por Espíritus Terrestres; pues los «Regentes» solo fueron los supervisores. Éste es el primer germen de lo que se convirtió después en el Árbol de la Astrología y Astrolatría. Los Superiores eran los Cosmocratores, los constructores del Sistema Solar. Esto se halla sostenido por todas las antiguas Cosmogonías, tales como la de Hermes, la caldea, la de los arios, la egipcia y hasta por la de los judíos. Los Signos del Zodíaco —los Animales Sagrados o el «Cinturón del Cielo»— son, a la vez, los Bne’ Alhim —Hijos de los Dioses o de los Elohim— y los Espíritus de la Tierra; pero ellos son anteriores a éstos. Soma y Sin, Isis y Diana, son todos Dioses o Diosas lunares, llamados los Padres y Madres de nuestra Tierra, la cual les está subordinada. Pero éstos, a su vez, están subordinados a sus «Padres» y «Madres» —siendo estos últimos intercambiables y variando con cada nación— los Dioses y sus Planetas, tales como Júpiter, Saturno, Bel, Brihaspati, etc.

c) «Su Aliento dio Vida a los siete», se refiere tanto al Sol, que da vida a los Planetas, como al «Superior», el Sol Espiritual, que da vida a todo el Kosmos. Las llaves astronómica y astrológica, que abren el pórtico que conduce a los misterios de la Teogonía, solo pueden encontrarse en los glosarios ulteriores que acompañan a las Estancias.

En las Slokas apocalípticas de los Anales Arcaicos, es el lenguaje tan simbólico, si bien menos místico que en los Purânas. Sin la ayuda de los Comentarios posteriores compilados por generaciones de Adeptos, sería imposible comprender correctamente el significado. En las antiguas Cosmogonías, los mundos visibles e invisibles son los dobles eslabones de una misma cadena. Así como el Logos Invisible, con sus Siete Jerarquías —representada o personificada cada una por su Ángel principal o Rector— forma un PODER, el interno e invisible; del mismo modo en el mundo de las formas, el Sol y los siete Planetas principales constituyen la potencia activa y visible; siendo la última «Jerarquía», por decirlo así, el Logos visible y objetivo de los Ángeles Invisibles, siempre subjetivos, excepto en los grados inferiores.

Así —anticipando un poco para mayor claridad—, cada Raza en su evolución se dice que nace bajo la influencia directa de uno de los Planetas; la Raza Primera recibió su soplo de vida del Sol, como se verá más adelante; ¡mientras que! —Tercera Humanidad— los que cayeron en la generación, o que de andróginos se convirtieron en entidades separadas, una varón y otra hembra, se dice estar bajo la influencia directa de Venus, «el “pequeño Sol”, en el cual el orbe solar almacena su luz».

El Resumen de las Estancias en el volumen I mostraba el génesis[34] de los Dioses y de los hombres, teniendo origen en uno y el mismo Punto, que es la UNIDAD Absoluta, Eterna, Inmutable y Universal. En su aspecto primario manifestado, la hemos visto venir a ser:

  • 1
  • 2

Este Logos es el ápice del Triángulo Pitagórico. Cuando el Triángulo se completa, se convierte en la Tetraktys, o el Triángulo en el Cuadrado, y es el símbolo doble del Tetragrammaton de cuatro letras en el Kosmos manifestado, y de su triple Rayo radical en lo inmanifestado —su Nóumeno.

Expresado más metafísicamente, la clasificación que se da aquí de las Causas Finales Cósmicas, es más de conveniencia que de absoluta exactitud filosófica. Al principio de un gran Manvantara, Parabrahman se manifiesta como Mûlaprakriti y luego como el Logos. Este Logos es equivalente a la «Mente Inconsciente Universal», etc., de los panteístas occidentales. Constituye la base del aspecto-sujeto del Ser manifestado, y es el origen de todas las manifestaciones de la conciencia individual. Mûlaprakriti o la Substancia Cósmica Primordial, es el fundamento del aspecto-objeto de las cosas —la base de toda la evolución y cosmogénesis objetivas. La Fuerza, pues, no surge con la Substancia Primordial de la latencia Parabrahmánica. Es ella la transformación en energía del pensamiento supraconsciente del Logos, infundido, por decirlo así, en la objetivación de este último, salida de la latencia potencial en la Realidad Única. De aquí emanan las leyes maravillosas de la Materia; de aquí la «marca primordial» tan inútilmente discutida por el obispo Temple. Así, pues, la Fuerza no es síncrona con la primera objetivación de Mûlaprakriti. Sin embargo, como esta última, aparte de aquélla, es absoluta y necesariamente inerte —una mera abstracción— es innecesario tejer una trama demasiado fina de sutilezas respecto del orden de sucesión de las Causas Finales Cósmicas. La Fuerza sucede a Mûlaprakriti; pero Mûlaprakriti, minus Fuerza, es inexistente para todos los propósitos y objetos prácticos[35].

El «Hombre Celeste» o Tetragrammaton, el cual es el Protogonos, Tikkoun, el Primogénito de la Deidad pasiva y la primera manifestación de la Sombra de esta Deidad, es la Forma e Idea Universal que engendra el Logos Manifestado, Adam Kadmon o el símbolo de cuatro letras, en la Kabalah, del Universo mismo, llamado también el Segundo Logos. El Segundo surge del Primero y desarrolla el Tercer Triángulo[36]; y de este último (la hueste inferior de Ángeles) son generados los HOMBRES. De este tercer aspecto es del que ahora trataremos.

El lector debe tener presente que hay una gran diferencia entre el Logos y el Demiurgo, pues el uno es Espíritu y el otro es Alma; o como lo expresa el doctor Wilder:

Dianoia y Logos son sinónimos, siendo Nous superior y estando en estrecha afinidad con , siendo el uno la concepción superior y el otro la comprensión: uno noético, el otro frénico[37].

Por otra parte, el Hombre era considerado en varios sistemas como el Tercer Logos. El significado esotérico de la palabra Logos —Lenguaje o Palabra, Verbo— es la conversión del pensamiento oculto en expresión objetiva, como sucede con la imagen en la fotografía. El Logos es el espejo que refleja a la MENTE DIVINA, y el Universo es el espejo del Logos, aunque este último es el esse de aquel Universo. Así como el Logos refleja todo en el Universo del Pleroma, así también el Hombre refleja en sí mismo todo lo que ve y encuentra en su Universo, la Tierra. Es las Tres Cabezas de la Kabalah: «unum intra alterum, et alterum super alterum[38]». «Todo Universo (Mundo o Planeta) tiene su Logos propio», dice la Doctrina. El Sol siempre fue llamado por los egipcios el «Ojo de Osiris, —y él mismo era el Logos, el Primer-engendrado, o la Luz manifestada al mundo—, la cual es la Mente y la Inteligencia divina de lo Oculto». Solo por el Rayo séptuple de esta Luz, podemos llegar a conocer el Logos por medio del Demiurgo, considerando a este último como el «Creador» de nuestro Planeta y de todo lo que a él pertenece, y al primero como la Fuerza directora de este «Creador» —bueno y malo al mismo tiempo— origen del bien y origen del mal. Este «Creador»; no es ni bueno ni malo per sé; pero sus aspectos diferenciados en la Naturaleza le hacen asumir uno u otro carácter. Con los Universos invisibles y desconocidos, diseminados a través del espacio, ninguno de los Dioses-Soles tienen nada que ver. La idea está expresada muy claramente en los Libros de Hermes y en todas las tradiciones antiguas. Está simbolizada generalmente por el Dragón y la Serpiente: el Dragón del bien y la Serpiente del mal, representados en la Tierra por la Magia de la derecha y la de la izquierda. En el poema épico de Finlandia, el Kalevala[39], se expone el origen de la Serpiente del Mal: nace ella de la saliva de Suoyatar, y es dotada con un Alma Viviente por el Principio del Mal, Hisi. Se describe una lucha entre los dos, la «cosa mala», la Serpiente o Brujo, y Ahti, el Dragón o el mago blanco, Lemminkainen. El último es uno de los siete hijos de Ilmatar, la virgen «hija del aire», aquella «que cayó del cielo en el mar», antes de la Creación; esto es, el Espíritu transformado en la materia de la vida afectiva. Existe un mundo de significado y de pensamiento oculto en las siguientes pocas líneas, admirablemente vertidas por el doctor J. M. Crawford. El héroe Lemminkainen,

Hiende el muro con poder de magia,

rompe en pedazos la empalizada,

reduce a átomos siete piquetes,

deshace en fragmentos el muro-serpiente.

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Cuando el monstruo, poco atento,

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lánzase con su boca venenosa

sobre la cabeza de Lemminkainen.

Pero el héroe, evitándole con presteza,

pronuncia las palabras del conocimiento del maestro,

palabras que venían de edades remotas,

palabras que sus antepasados le enseñaran…

d) En China los hombres de Fohi, o el «Hombre Celeste», son llamados los doce Tien-Hoang, las doce Jerarquías de Dhyânis o Ángeles, con rostros humanos y cuerpos de dragón; representando el Dragón a la Sabiduría Divina o el Espíritu[40]; y ellos crearon a los hombres encarnándose en siete figuras de barro —tierra y agua— hechas a semejanza de estos Tien-Hoang, una tercera alegoría[41]. Los doce Æsers de los Eddas de los escandinavos, hacen lo mismo. En el Catecismo Secreto de los drusos de Siria —leyenda que es repetida palabra por palabra por las tribus más antiguas en las cercanías del Éufrates— los hombres fueron creados por los «Hijos de Dios», que descendieron sobre la tierra, y que después de reunir siete Mandrágoras, animaron las raíces, que se convirtieron en el acto en hombres[42].

Todas estas alegorías se dirigen hacia un solo y mismo origen: hacia la naturaleza doble y triple del hombre; doble, como varón y hembra: triple, por ser internamente de esencia espiritual y psíquica, y externamente de una fábrica material.

2. DIJO LA TIERRA: «SEÑOR DE LA FAZ RESPLANDECIENTE[43] MI CASA ESTÁ VACÍA… ENVÍA TUS HIJOS A POBLAR ESTA RUEDA[44]. HAS ENVIADO TUS SIETE HIJOS AL SEÑOR DE LA SABIDURÍA (a). SIETE VECES TE VE ÉL MÁS PRÓXIMO A SÍ, SIETE VECES MÁS ÉL TE SIENTE (b). HAS PROHIBIDO A TUS SERVIDORES, LOS ANILLOS PEQUEÑOS, RECOGER TU LUZ Y TU CALOR, INTERCEPTAR A SU PASO TU GRAN MUNIFICENCIA. ENVÍA AHORA LA MISMA A TU SERVIDOR».

a) El «Señor de la Sabiduría» es Mercurio, o Budha.

b) El Comentario moderno explica las palabras como una referencia al hecho astronómico bien conocido, de que Mercurio recibe siete veces más luz y calor del Sol que la Tierra, y hasta la hermosa Venus, la cual solo recibe el doble que nuestro insignificante Globo. Si el hecho era o no conocido en la antigüedad, puede inferirse del ruego del «Espíritu de la Tierra», al Sol, según lo expresa el texto[45]. El Sol, sin embargo, rehúsa poblar el Globo, toda vez que no está aún dispuesto para recibir la vida.

Mercurio, como Planeta astrológico es aún más Oculto y misterioso que Venus. Es él idéntico al Mithra mazdeísta, el Genio o Dios «establecido entre el Sol y la Luna, el compañero perpetuo del “Sol de Sabiduría”». Pausanias (Lib. V) lo muestra, como teniendo un altar en común con Júpiter. Tenía alas para expresar que acompañaba al Sol en su curso, y era llamado el Nuncio y el Lobo del Sol, «solaris luminis particeps». Era el guía y evocador de las Almas, el gran Mago y el Hierofante. Virgilio lo describe empuñando su varita para evocar las almas precipitadas en el Orco: tum virgam capit, hac animas ille evocat Orco[46]. Es el Dorado Mercurio, el , a quien los Hierofantes prohibían nombrar. Está simbolizado en la mitología griega por uno de los «perros» (vigilancia) que cuidan del rebaño celeste, la (Sabiduría Oculta), o Hermes Anubis, o también Agathodæmon. Es el Argos que vela sobre la Tierra, y que ésta toma equivocadamente por el Sol mismo. El emperador Juliano oraba todas las noches al Sol Oculto por la intercesión de Mercurio; pues como dice Vossius:

Todos los teólogos aseguran que Mercurio y el Sol son uno… Era el más elocuente y el más sabio de todos los dioses, lo cual no es de admirar, pues Mercurio se halla tan cerca de la Sabiduría y de la Palabra de Dios [el Sol], que era confundido con ambas[47].

Vossius dice aquí una verdad Oculta mayor de lo que creía. El Hermes de los griegos se halla estrechamente relacionado con el Saramâ y Sârameya indos, el divino vigilante «que guarda el ganado dorado de estrellas y rayos solares».

Según las más claras palabras del Comentario:

El Globo, impulsado hacia adelante por el Espíritu de la Tierra y sus seis Auxiliares, obtiene todas sus fuerzas vitales, su vida y poderes, del Espíritu del Sol, por medio de los siete Dhyânis planetarios. Son ellos sus mensajeros de Luz, y de Vida.

Y así como cada una de las Siete Regiones de la Tierra, cada uno de los siete[48] primogénitos [los Grupos Humanos primordiales] recibe espiritualmente su luz y vida de su propio Dhyâni especial, y físicamente del Palacio [la Casa, el Planeta] de este Dhyâni; lo mismo sucede con las siete grandes Razas a nacer en ella. La Primera nace bajo el Sol; la Segunda bajo Brihaspati [Júpiter], la Tercera bajo Lohitânga [Marte, el de «Cuerpo ígneo», y también bajo Venus o Shukra]; la Cuarta, bajo Soma [la Luna, también nuestro Globo, pues la Cuarta Esfera nació bajo la Luna y de ella] y Shani, Saturno, el Krûra-lochana [Ojo-Maléfico], y el Asita [el Obscuro]; la Quinta, bajo Budha (Mercurio).

Lo mismo tiene lugar con el hombre y con cada «hombre» [cada principio] en el hombre. Cada uno obtiene su cualidad específica de su Primario, [el Espíritu Planetario], y, por tanto, cada hombre es un septenario [o una combinación de principios, cada uno de los cuales tiene su origen en una cualidad de aquel Dhyâni especial]. Cada Poder activo o fuerza de la Tierra viene a ella de uno de los siete Señores. La Luz viene por medio de Shukra [Venus], que recibe una triple provisión y da un tercio de ella a la Tierra[49]. Por tanto, las dos son llamadas las «Hermanas gemelas» pero el Espíritu de Tierra está subordinado al «Señor» de Shukra. Nuestros sabios representan a los dos Globos, uno sobre, el otro bajo el doble Signo [la Svastika primitiva sin sus cuatro brazos, o sea la cruz +][50].

El «doble signo» es, como sabe todo estudiante de Ocultismo, el símbolo de los principios masculino y femenino en la Naturaleza, de lo positivo y lo negativo; pues la Svastika o es todo esto y mucho más. Toda la antigüedad, desde el nacimiento de la Astronomía —comunicada a la Cuarta Raza por uno de los Reyes de la Dinastía Divina— y también de la Astrología, representaba a Venus, en sus tablas astronómicas, como un Globo en equilibrio sobre una Cruz, y a la Tierra como un Globo bajo una Cruz. El significado esotérico de esto es la caída de la Tierra en la generación, o la producción de sus especies por medio de la unión sexual; pero las naciones occidentales no han dejado de asignar a esto una interpretación completamente distinta. Han explicado el signo por medio de sus místicos —guiados por la luz de la Iglesia Latina— con el significado de que nuestra Tierra, y todo en ella, fue redimido por la Cruz, mientras que Venus —o sea, dicho de otro modo, Lucifer o Satán— la pisoteaba. Venus es el más oculto, potente y misterioso de todos los Planetas; aquel cuya influencia sobre la Tierra y su relación con la misma es lo más prominente. En el brahmanismo exotérico, Venus o Shukra —una deidad masculina[51]— es el hijo de Bhrigu, uno de los Prajâpati y sabio védico, y es Daitya-Guru, o el sacerdote instructor de los gigantes primitivos. Toda la historia de Shukra en los Purânas, se refiere a la Tercera y Cuarta Razas. Según dice el Comentario:

Por medio de Shukra «los dobles» [los hermafroditas] de la Tercera [Raza Raíz] descendieron del primer «Nacido del sudor». Par lo tanto se le representaba con el símbolo [el círculo y el diámetro] durante la Tercera [Raza] y con , durante la Cuarta.

Esto requiere una explicación. El diámetro, cuando se ve aislado en un círculo, representa la Naturaleza femenina; el primer mundo ideal, por sí mismo generado y por sí mismo impregnado del Espíritu de Vida universalmente difundido, y, por tanto, se refiere también a la Raza-Raíz primitiva. Se convierte en andrógino cuando las Razas, y todo lo demás en la Tierra, se desarrolla en sus formas físicas, transformándose el símbolo en un círculo con un diámetro del que parte una línea vertical, expresión de lo masculino y femenino, aún no separados, la primera y más antigua Tau egipcia ; después de lo cual se convierte en +, o masculino-femenino caído en la generación[52]. Venus (el Planeta) es simbolizado por el signo de un globo sobre una cruz, lo que muestra que preside sobre la generación natural del hombre. Los egipcios simbolizaban el Ankh, «la vida», por la cruz ansata o , la cual es solo otra forma de Venus (Isis), , y significaba, esotéricamente, que la humanidad y toda la vida animal había salido del círculo espiritual divino y había caído en la generación física masculino-femenina. Este signo tiene, desde el fin de la Tercera Raza, el mismo significado fálico que el «Árbol de la Vida» en el Edén. Anouki, una forma de Isis, es la diosa de la Vida; y el Ankh fue tomado por los hebreos de los egipcios. Fue introducido en el lenguaje por Moisés, que estaba instruido en la Sabiduría de los sacerdotes de Egipto, con muchas otras palabras místicas: La palabra Ankh en hebreo, con el sufijo personal, significa «mi vida» —mi ser— que «es el pronombre personal Anochi», derivado del nombre de la Diosa egipcia Anouki[53].

En uno de los catecismos más antiguos de la India del Sur, en la Presidencia de Madrás, la Diosa hermafrodita Ardhanâri[54] tiene la cruz ansata, la Svastika, el «signo masculino y femenino», precisamente en la parte central, para denotar el estado presexual de la Tercera Raza. Vishnu, representado ahora con un loto saliendo de su ombligo —o el Universo de Brahmâ naciendo del punto central, Nara— se muestra en uno de los más antiguos grabados como de doble sexo (Vishnu y Laksmî), de pie sobre una hoja de loto flotando en el agua, cuya agua se eleva en un semicírculo y fluye por la Svastika, «el origen de la generación», o de la caída del hombre.

Pitágoras llama a Shukra-Venus el Sol alter, el «otro Sol». De los «siete Palacios del Sol», el de Lucifer-Venus es el tercero en la Kabalah cristiana y judía, haciendo de él el Zohar la mansión de Samael. Según la Doctrina Oculta, este Planeta es el primario de nuestra Tierra y su prototipo espiritual. De aquí que el carro de Shukra (el de Venus-Lucifer) se diga que lo arrastra una Ogdoada de «caballos nacidos de la tierra», mientras que los corceles de los carros de los otros Planetas son diferentes.

Todo pecado que se comete en la Tierra lo siente Ushanas-Shlukra. El Gurú de los Daityas es el Espíritu Guardián de la Tierra y de los Hombres. Todos los cambios que tienen lugar en Shukra se sienten y se reflejan en la Tierra.

Shukra o Venus es, pues, presentada como el Preceptor de los Daityas, los gigantes de la Cuarta Raza, quienes, en la alegoría inda, obtuvieron una vez la soberanía de toda la Tierra y derrotaron a los Dioses menores. Los Titanes de la alegoría occidental están también tan estrechamente relacionados con Venus-Lucifer, que los cristianos posteriores los identificaron con Satán. Y como Venus, lo mismo que Isis, era representada con cuernos de vaca en la cabeza, el símbolo de la Naturaleza mística —que se podía convertir en el de la Luna y representarla, puesto que todas éstas eran Diosas lunares—, la configuración de este planeta se coloca actualmente por los teólogos entre los cuernos del Lucifer místico[55]. Debido a la caprichosa interpretación de la tradición arcaica, que dice que Venus cambia simultáneamente (geológicamente) con la Tierra; que todo lo que sucede en el uno tiene lugar en la otra, y que muchos y grandes fueron sus cambios comunes —por estas razones— San Agustín lo repite aplicando los diferentes cambios de configuración, de color y hasta de los cursos de órbita, a ese carácter fabricado teológicamente de Venus-Lucifer. En su piadosa fantasía llega hasta el punto de relacionar los últimos cambios del Planeta con el mítico Diluvio de Noé, que se supone tuvo lugar en 1796 antes de Cristo[56].

Como Venus no tiene satélites, se dice alegóricamente que Âsphujit (este «Planeta») adoptó a la Tierra, la progenie de la Luna, «la cual creció más que su madre y causó muchos disturbios», lo cual es una referencia a la relación oculta entre las dos. El Regente (del Planeta) Shukra[57] amaba tanto a su hijo adoptivo, que encarnó como Ushanas, y le dio leyes perfectas que fueron desatendidas y rechazadas en edades posteriores. Otra alegoría, en el Harivamsha, es que Shukra se dirigió a Shiva y le pidió que protegiese a sus discípulos, los Daityas y Asuras, de los Dioses guerreros; y que para asegurar su objeto ejecutó un rito Yoga, «aspirando, cabeza abajo, humo de paja durante 1000 años». Esto se refiere a la gran inclinación del eje de Venus —que alcanza 50 grados— y a estar envuelto en nubes eternas. Pero se relaciona esto tan solo con la constitución física del Planeta. El Misticismo Oculto solo se ocupa de su Regente, el Dhyân Chohan que lo anima. La alegoría que declara que Shukra lanzó a Vishnu la maldición de que tenía que nacer siete veces en la Tierra en castigo de haber matado a su madre (la de Shukra), está llena de significado filosófico oculto. No se refiere a los Avatâras de Vishnu, toda vez que éstos son nueve —estando el décimo aún por venir—, sino a las Razas de la Tierra. Venus o Lucifer —también Shukra y Ushanas— el Planeta, es el portador de luz en nuestra Tierra, tanto en el sentido físico como en el místico. Los cristianos lo sabían muy bien en los primeros tiempos, puesto que uno de los primitivos Papas de Roma es conocido como Pontífice con el nombre de Lucifer.

Cada mundo tiene su Estrella madre y su Planeta hermano. Así, la tierra es el hijo adoptivo y hermano menor de Venus, pero sus habitantes son de su especie propia… Todos los seres sencientes completos [hombres septenarios completos o seres superiores] son provistos, en sus principios, con formas y organismos en completa armonía con la naturaleza y estado de la Esfera que habitan[58].

Las Esferas del Ser, o Centros de Vida, que son núcleos aislados produciendo sus hombres y animales, son innumerables; no hay una que se parezca a su hermana-compañera ni a otra alguna en su progenie especial propia[59].

Todas tienen una doble naturaleza física y espiritual.

Los nucléolos son eternos e imperecederos; los núcleos, periódicos y finitos. Los nucléolos forman parte del absoluto. Son las aberturas de aquella negra e impenetrable fortaleza par siempre oculta a la vista humana y hasta a la Dhyânica. Los núcleos son la luz de la eternidad que se escapa de allí.

Esa LUZ es la que se condensa en las formas de los «Señores del Ser» —de los cuales los primeros y más elevados son, colectivamente, JÎVÂTMÂ, o Pratya gâtmâ [que en sentido figurado se dice que sale de Paramâtmâ. Es el Logos de los filósofos griegos, que aparece al principio de cada nuevo Manvantara]. De éstos, en escala descendente— formados de las ondas más y más consolidadas de esta Luz, que se convierte en Materia densa en nuestro Plano objetivo —proceden las numerosas Jerarquías de las Fuerzas Creadoras; algunas informes; otras con su forma propia distintiva; otras, en fin, las más inferiores [Elementales], sin forma alguna propia, pero asumiendo toda clase de formas con arreglo a las condiciones que les rodean.

Así, pues, no hay más que un solo Upâdhi [Base] Absoluto en el sentido espiritual, del cual, sobre el cual, y en el cual son construidas para fines manvantáricos los básicos centros innumerables, en que tienen lugar las Evoluciones individuales cíclicas y universales durante el período activo.

Las Inteligencias iluminadoras, que animan a estas diversos Centros del Ser, son nombradas indistintamente por los hombres que habitan más allá de la Gran Línea[60] los Manus, los Rishis, los Pitris[61], los Prajâpati y así sucesivamente; y Dhyâni-Budhas, los Chohans, Melhas [Dioses del Fuego], Bodhisattvas[62] y otros, al lado de acá. Los verdaderamente ignorantes los llaman Dioses; los profanos instruidos, el Dios Uno; y los sabios, los Iniciados, veneran en ellos tan solo las manifestaciones manvantáricas de AQUELLO sobre lo que ni nuestros Creadores [los Dhyân Chohans] ni sus criaturas, pueden jamás discutir ni saber nada. El ABSOLUTO no se define, y ningún mortal ni inmortal lo ha visto ni comprendido jamás durante los períodos de Existencia. Lo mutable no puede conocer lo Inmutable, ni lo que vive puede percibir la Vida Absoluta.

«Por lo tanto, el hombre no puede conocer Seres más elevados que sus propios Progenitores». «Ni debe adorarlos», pero sí debe saber cómo ha venido él al mundo.

El número Siete, la cifra fundamental entre todas las demás en todas las religiones nacionales, desde la Cosmogonía hasta el hombre, tiene su razón de ser. Encuéntrase entre los antiguos americanos de un modo tan evidente como entre los arios y egipcios arcaicos. Este asunto será tratado de lleno en la segunda parte del volumen IV; pero, mientras tanto, expondremos aquí algunos hechos. Dice el autor de los Sacred Mysteries among the Mayas and the Quiches, 11 500 years ago[63]:

El siete parece haber sido el número sagrado por excelencia entre las naciones civilizadas de la antigüedad. ¿Por qué? Esta pregunta jamás ha sido contestada satisfactoriamente. Cada pueblo, por separado, ha dado una explicación distinta con arreglo a las doctrinas peculiares de su religión [exotérica]. Que él era el número de los números para los iniciados en los misterios sagrados, no cabe la menor duda. Pitágoras… lo llama el «Vehículo de la vida», conteniendo cuerpo y alma, puesto que está formado de un Cuaternario, esto es, Sabiduría e intelecto, y de una Trinidad, o acción y materia. El emperador Juliano, en Matrem y en Oratio[64], se expresa como sigue: «Si yo tocara a los sagrados misterios de nuestra Iniciación, que los Caldeos baquizaron con respecto al dios de siete rayos, iluminando el alma por su medio, diría cosas desconocidas de la plebe, muy desconocidas, pero bien sabidas por los benditos Teurgistas[65]».

¿Y quién que conozca los Purânas, el Libro de los Muertos, el Zend-avesta, los ladrillos asirios y, finalmente, la Biblia, y haya observado la constante aparición del número siete en estos anales de pueblos desde los tiempos más remotos desconocidos entre sí y tan apartados, puede considerar como coincidencia el hecho siguiente, expuesto por el mismo explorador, de los Misterios antiguos? Hablando de la preponderancia del siete como número místico, entre los habitantes del «Continente Occidental», de América, añade que no es menos notable, pues:

Aparece con frecuencia en el Popul-Vuh. Lo encontramos, además, en las siete familias, que según Sahagun y Clavijero, acompañaron al personaje místico llamado Votan, el reputado fundador de la gran ciudad de Nachan, identificada por algunos con Palenque. En las siete cuevas[66], de donde se dice que salieron los antecesores de los Nahualts. En las siete ciudades de Cíbola, descritas por Coronado y Niza… En las siete Antillas; en los siete héroes que, según se nos dice, escaparon al Diluvio.

«Héroes», por otra parte, cuyo número se encuentra ser el mismo en todas las historias de los Diluvios (desde los siete Rishis que se salvaron con el Manu Vaivasvata, hasta el Arca de Noé, en la cual las bestias, las aves y las criaturas fueron tomadas por «setenas»). Así, pues, consideramos perfectos los números 1, 3, 5, 7, porque son por completo místicos, y tienen parte principalísima en toda la Cosmogonía y evolución de los Seres vivientes. En la China, el 1, 3, 5 y 7 son llamados «números celestiales» en el canónico «Libro de las Transformaciones»: Yi King, o transformación dentro de la «evolución».

La explicación de ello se hace evidente cuando se examinan los símbolos antiguos: todos ellos están basados y provienen de las cifras que se han dado, tomadas del Manuscrito Arcaico, en el Proemio del volumen I. , el símbolo de la evolución y de la caída en la generación o Materia, se ve en las antiguas esculturas y pinturas mexicanas, lo mismo que en el Sephiroth kabalístico y en la Tau egipcia. Examínense los manuscritos mexicanos (Add MSS. Museo Británico, 9789)[67], y se le verá en un árbol cuyo tronco está cubierto con diez frutos que van a ser cogidos por un hombre y una mujer que se hallan a cada lado del mismo, mientras que del extremo superior salen dos ramas horizontales a la derecha y a la izquierda, formando así una perfecta (Tau); además, los extremos de ambas ramas sostienen dos racimos, y un ave —el ave de la inmortalidad, Âtmâ o el Espíritu Divino— posada entre las dos, haciendo así el séptimo. Esto representa la misma idea que el Árbol Sephirotal, diez en junto, pero, sin embargo, dejando solo siete al separarlo de su tríada superior. Éstos son los frutos celestiales, los diez o , 10, producidos por las dos semillas invisibles masculina y femenina, haciendo el número 12, o el Dodecaedro del Universo. El sistema místico contiene el el punto central; el 3 o ; el 5, ; y el 7 o ; o también , el triángulo en el cuadrado y el punto sintetizador en los dos triángulos entrelazados. (Esto para el mundo de los arquetipos). El mundo fenomenal culmina y recibe el reflejo de todo, en el HOMBRE. Por tanto, él es el cuadrado —en su aspecto metafísico—, la Tetraktys; y se convierte en el Cubo en el plano creativo. Su símbolo es el cubo desarrollado[68], y el 6 convirtiéndose en 7 o la , 3 horizontalmente (el femenino) y 4 verticalmente; y éste es el hombre, la meta de la deidad en la tierra, cuyo cuerpo es la cruz de carne, sobre la cual, por medio de la cual y en la cual está siempre crucificado y haciendo morir al Logos divino, o su YO SUPREMO. Todas las Cosmogonías y Filosofías dicen:

El Universo tiene un Soberano [Soberanos colectivamente] sobre él, que se llama el VERBO (Logos); el Espíritu constructor es su Reino; y los dos son el Primer Poder después del UNO.

Éstos son el Espíritu y la Naturaleza, que entre los dos forman nuestro Universo Ilusorio. Los dos permanecen inseparables en el Universo de las Ideas mientras él dura, y luego vuelven a sumergirse en Parabrahman, lo Uno siempre inmutable. «El Espíritu, cuya esencia es eterna, una y existente por sí misma», emana una Luz pura etérea —una luz doble imperceptible para los sentidos elementarios— según los Purânas, la Biblia, el Sepher Yetzirah, los Himnos griegos y latinos, el Libro de Hermes, el Libro de los Números caldeo, el Esoterismo de Lao-tsé, y todos los demás. En la Kabalah, que explica el sentido secreto del Génesis, esta Luz es el HOMBRE-DUAL, o los Ángeles Andróginos (mejor dicho, sin sexo), cuyo nombre genérico es ADAM KADMON. Ellos son los que completan al hombre, cuya forma etérea es emanada por otros Seres divinos, bien que mucho más inferiores, quienes solidifican el cuerpo con barro o «polvo del suelo» —una alegoría verdaderamente, pero tan científica como cualquier evolución darwinista y más verdadera.

El autor de Source of Measures dice que el fundamento de la Kabalah y de todos sus libros místicos se apoya en los diez Sephiroth; lo cual es una verdad fundamental. Él muestra a estos Diez Sephiroth o los 10 Números, como sigue:

El círculo es la nada; la línea vertical del diámetro es el UNO primero o primitivo [el Verbo o Logos], del cual surgen el 2, el 3, y así sucesivamente hasta el 9, límite de los dígitos. El 10 es la primera Manifestación Divina[69] que contiene todos los poderes posibles de la expresión exacta de la proporción: el Jod sagrado. Esta Cabbalah nos enseña que estos Sephiroth eran los números o emanaciones de la Luz celeste (20612:6561), eran las 10 Palabras, DBRIM, 41224, siendo la luz de la cual emanaban el hombre Celeste, el Adam-KDM (el 144-144); y la Luz, según el Nuevo Testamento (41224) creó a Dios; lo mismo que en el Antiguo Testamento, Dios (Alhim, 31415) creó la Luz (20612:6561)[70].

Ahora bien: hay tres clases de Luz en Ocultismo, lo mismo que en la Kabalah:

  • 1
  • 2
  • 3

Pero en la Kabalah —reeditada y cuidadosamente arreglada para ajustarse a las doctrinas cristianas por los kabalistas del siglo XIII—, las tres Luces se describen como:

  • 1
  • 2
  • 3

Esta Luz, tomada abstractamente (en sentido metafísico o simbólico), es Alhim (Elohim, Dios), mientras que la Luz clara y penetrante es Jehová. La luz de Alhim pertenece al mundo en general, en su totalidad y general plenitud, pero la luz de Jehová es la que pertenece a la producción más principal, el hombre, a quien esta luz penetró e hizo[71].

El autor de Source of Measures envía muy pertinentemente el lector a Ancient Faiths Embodied in Ancient Nantes, de Inman, II, 648. Hay allí un grabado de

La vesica piscis, María, y el emblema femenino, copiado de un Rosario de la bendita Virgen María, que fue impreso en Venecia, 1542.

Y, por lo tanto, como observa Inman, «con licencia de la Inquisición, y, por consiguiente, ortodoxo», que demostrará al lector lo que la Iglesia Latina entendía por este «poder penetrante de la luz y sus efectos». ¡Cuán tristemente desnaturalizadas han sido bajo la interpretación cristiana —aplicadas, como lo han hecho, a los más groseros conceptos antropomórficos— las ideas más nobles y más grandes, así como las más exaltadas de la Deidad de la Filosofía Oriental!

Los Ocultistas en el Oriente llaman a esta Luz Daiviprakriti, y en Occidente la Luz de Christos. Es la Luz del LOGOS, el reflejo directo de lo siempre Incognoscible en el plano de la Manifestación Universal. Pero he aquí la interpretación de la misma que dan los cristianos modernos, de la Kabalah. Según declara el autor antes citado:

El término Elohim-Jehová se aplica al mundo en general en su totalidad, con su principal contenido, el hombre. En sus extractos del Sohar, el Rey, Dr. Cassell [un Kabalista], para probar que la Cabbalall expone la doctrina de la Trinidad, dice entre otras cosas: «Jehová es Elohim (Alhim)»… Por tres pasos Dios (Alhim) y Jehová se convierten en lo mismo, y aunque separados, cada uno por sí y juntos son del mismo UNO[72].

Del mismo modo, Vishnu se convierte en el Sol, el símbolo visible de la Deidad Impersonal. A Vishnu se le describe como «atravesando las siete regiones del Universo en tres pasos». Pero esto, entre los indos, es una versión exotérica, una doctrina superficial y una alegoría, mientras que los Kabalistas lo exponen como el sentido Esotérico y final. Pero, continuando:

Ahora bien; la Luz, como se ha dicho, es 20612 a 6561, como la enunciación propia de la relación integral y numérica del diámetro a la circunferencia de un círculo. Dios (Alhim, esto es, 31415: Uno, una forma modificada de lo anterior) es la reducción de esto, para obtener la unidad modelo Uno, como base, en general, de todo cálculo y toda medida. Pero para la producción de la vida animal, y para la especial medida del tiempo, o año lunar, esa influencia, que causa la concepción y el desarrollo del embrión, los números de la medida de Jehová (de la medida del «hombre igual a Jehová») o sea 113 a 355, tienen que ser singularizados[73]. Pero esta última razón no es sino una forma modificada de la Luz, o 20612:6561 como un valor de pi, siendo únicamente una variante de lo mismo (esto es, 20612:6501:31415: uno, y 355:113 = 31415 o Alhim o Dios), y de este modo el uno puede ser incluido en el otro y derivado del mismo: —y éstos son los tres pasos por cuyo medio puede demostrarse la Unidad y semejanza de los nombres Divinos; esto es, ambos son variaciones de la misma razón, o sea la de pi. El objeto de este comentario es mostrar que la misma medida simbólica de la Cabbalah, según se enseña, se usa en las tres Alianzas de la Biblia y en la Masonería, como ya se ha dicho.

En primer término, pues, los Sephiroth se describen como Luz, esto es, ellos mismos son, verdaderamente, una función de aquélla como manifestación de Ain Soph; y lo son por el hecho de que la Luz representa la razón 20612:6561, como parte de las «Palabras» DBRIM, o en cuanto a la Palabra, Dabar, 206 (= 10 codos). La «Luz» es una cosa tan propia de la Cabbalah en la explicación de los Sephiroth, que el libro más famoso de la Cabbalah es llamado Sohar o «Luz». En éste se encuentran expresiones tales como las siguientes: «El infinito era completamente desconocido y no difundía luz alguna hasta que el punto luminoso se abrió violentamente camino a la visión. Cuando Él asumió primeramente la forma (de la corona o el primer Sephira), hizo que 9 luces espléndidas emanasen de ella, las cuales, brillando por su medio, difundieron una luz resplandeciente en todas direcciones» —esto es, estas 9 más la suya (la cual era el origen, como arriba, de las 9), constituían juntas el 10, o sea , o , el Diez sagrado (los diez números o Sephiroth), o Jod— y estos números eran «la Luz»; lo mismo que en el Evangelio de San Juan, Dios (Alhim 31415: uno) era aquella luz (20612:6561) por medio de la cual todas las cosas fueron hechas[74].

En el Sepher Yetzirah, o «Número de la Creación», se expone en números todo el proceso de la evolución. En sus «treinta y dos Senderos de Sabiduría», el número 3 es repetido cuatro veces, y el número 4 cinco veces. Por tanto, la Sabiduría de Dios está contenida en números (Sephrim o Sephiroth); pues Sepher (o S-ph-r sin vocales) significa «numerar»; y por esto, también vemos que Platón afirma que la Deidad «geometriza» al construir el Universo.

El libro kabalístico, Sepher Yetzirah, principia con una declaración de la sabiduría oculta de Alhim en Sephrim, esto es, los Elohim en los Sephiroth.

En los treinta y dos senderos, sabiduría oculta estableció Jah, JHVH, Tzabaoth, Elohi de Israel, Alhim de Vida, El de Gracia y Misericordia —Morador exaltado elevado de lo alto, y Rey de la Eternidad, y Su nombre— ¡Santo! en Tres Sephrim, esto es, B-S’ph-r, V-S’ph-r, V-Siph-o-r.

Mr. Ralston Skinner llega a decir que:

Este comentario manifiesta la «oculta sabiduría» del texto original por medio de sabiduría oculta, esto es, por el uso de palabras que tienen una serie especial de números y una fraseología particular que exponen el mismo sistema explicatorio que vemos concuerda tan exactamente en la Biblia hebrea… Al exponer su esquema, el autor, a fin de reforzarlo y de completar su exposición en un postulado general, esto es, la palabra única «Sephrim (Sephiroth) del Número Jezirah, explica la separación de esta palabra en otras tres subordinadas, un juego sobre una palabra común, s-ph-r, o número».

El príncipe Al-Chazari[75] dice al Rabí: «Deseo que ahora me comuniques algunos de los más importantes principios de la Filosofía Natural, que, según dices, fueron encontrados en los primeros tiempos por ellos (los sabios antiguos)»; —a lo cual el Rabí contesta: «A tales principios pertenece el Número de la Creación de nuestro padre de la raza Abraham» (esto es, Abram y Abraham, o los números 41224 y 41252). Él entonces dice que este libro de números trata de enseñar la «Alhim-idad y la Un-idad por medio de (DBRIM)», esto es, los números de la palabra «Palabras». O sea, que enseña el uso de la razón 31415: Uno, por medio de 41224, el cual, en la descripción del Arca de la Alianza, estaba dividido en dos partes por las dos tablas de piedra en la que estos DBRIM o 41224 estaban escritos o grabados— o 20612 X 2. Hace luego comentarios sobre el uso subordinado de estas tres palabras, y cuida de que una de ellas haga el comentario, «y Alhim (31415: Uno) dijo hágase la Luz (20612: 6561)».

Las palabras, según están en el texto, son:

y el Rabí, al comentarlas, dice: «Enseña la Alhim-idad (31415) y la Un-idad (el diámetro para Alhim) por medio de palabras (DBRIM = 41224), por las cuales hay de un lado expresión infinita en creaciones heterogéneas, y de otro una tendencia armónica final hacia la Un-idad» (lo cual, como es sabido, es la función matemática del pi de las cátedras, que mide, pesa y numera las estrellas del cielo, y, sin embargo, las resuelve en la unidad final del Universo), «por medio de Palabras». Su acuerdo final se perfecciona en aquella Un-idad que las ordena y que consiste en

esto es, el Rabí, en su primer comentario, deja el jod o i fuera de una de las palabras, mientras que después lo vuelve a colocar. Si tomamos los valores de aquellas palabras subordinadas, vemos que son 340, 340 y 346; éstos sumados hacen 1026, y la división de la palabra general en ellas ha sido para producir estos números, los cuales, por T’mura, pueden cambiarse de varios modos, para distintos objetos[76].

Se recomienda al lector que vuelva a la Estancia IV del volumen I, sloka 3 y Comentario[77] para ver que el 3, 4, (7) y el triple siete, o 1065, el número de Jehová, es el número de los 21 Prajâpati mencionado en el Mahâbhârata, o los tres Sephrim (palabras en cifras o números). Y esta comparación entre los Poderes Creadores de la Filosofía Arcaica y el Creador antropomórfico del judaísmo exotérico (dado que el Esoterismo de los judíos muestra su identidad con la Doctrina Secreta) conducirá el estudiante a percibir y descubrir que Jehová no es, en verdad, sino un Dios «lunar» y de la «generación». Es un hecho muy conocido de todo concienzudo estudiante de la Kabalah, que cuanto más se profundiza en ella, más convencimiento se adquiere de que, a menos de que la Kabalah —o lo que de ella ha quedado— se lea a la luz de la Filosofía Esotérica Oriental, su estudio solo conduce al descubrimiento de que, en las sendas trazadas por el judaísmo exotérico y el cristianismo, el monoteísmo de ambos no es nada más elevado que la antigua Astrolatría, actualmente vindicada por la Astronomía moderna. Los kabalistas no cesan nunca de repetir que la Inteligencia Primaria no puede ser comprendida jamás. No puede ser comprendida, ni tampoco localizada, y, por lo tanto, tiene que permanecer innombrable y negativa. De aquí que el Ain Soph —el «INCOGNOSCIBLE» Y el «INNOMBRABLE»— como no podía ser puesto de manifiesto, fue imaginado como emanando Poderes Manifestadores. Así, pues, la inteligencia humana solo puede tratar de sus Emanaciones. La teología cristiana, por haber rechazado la doctrina de las Emanaciones y puesto en su lugar Creaciones conscientes directas de Ángeles y el resto creado de la nada, se encuentra ahora embarrancada sin esperanza entre lo Sobrenatural, o Milagroso, y el Materialismo. Un Dios extra-cósmico es fatal para la Filosofía; una Deidad intra-cósmica —esto es, el Espíritu y la Materia inseparablemente unidos—, es una necesidad filosófica. Sepáreselos, y lo que queda será una superstición grosera bajo una máscara de emocionalismo. Pero ¿por qué «geometrizar» —como dice Platón—, por qué representar a estas Emanaciones bajo la forma de una inmensa tabla aritmética? La cuestión hállase bien contestada por el citado autor, que dice:

Para que la percepción mental pueda convertirse en percepción física, necesita del principio cósmico de la Luz; y, por esto, nuestro círculo mental tiene que hacerse visible por medio de la luz, o, para su manifestación completa, el círculo tiene que ser el de la visibilidad física o la luz misma.

Estos conceptos, así formulados, se convirtieron en los cimientos de la filosofía de lo Divino manifestándose en el Universo[78].

Esto es filosofía. No sucede lo mismo cuando el Rabí dice en Al-Chazari:

Bajo s’ph-r debe entenderse el cálculo y peso de los cuerpos creados. Pues el cálculo por medio del cual tiene que construirse un cuerpo con armonía o simetría, por el cual su construcción debe ser debidamente proporcionada y ajustada al objeto designado, consiste, en último término, en número, extensión, masa, peso; la relación coordinada de movimientos, luego armonía de la música, tienen que consistir por completo en el número, esto es, s’ph-r… Por Sippor (s’phor) deben entenderse las palabras de Alhim (206–1 de 31415: uno), por las cuales se junta o adapta el plan a la forma de construcción; por ejemplo, se dijo «Hágase la Luz». La obra se hizo a medida que las palabras se pronunciaron, esto es, a medida que se mostraban los números de la obra[79].

Esto es materializar lo espiritual sin escrúpulos. Pero la Kabalah no ha sido siempre tan bien adaptada a conceptos antropomonoteístas. Compárese con esto cualquiera de las seis escuelas de la India. Por ejemplo, en la Filosofía Sânkhya de Kapila, a menos que, alegóricamente hablando, Purusha monte en los hombros de Prakriti, esta última permanece irracional, mientras que el primero queda inactivo sin ella. Por tanto, la Naturaleza (en el hombre) tiene que ser un compuesto de Espíritu y Materia antes de llegar él a ser lo que es; y el Espíritu latente en la Materia tiene que ser despertado a la vida y a la conciencia gradualmente. La Mónada tiene que pasar por sus formas mineral, vegetal y animal antes de que la Luz del Logos se manifieste en el hombre animal. Por tanto, hasta entonces, este último no puede ser considerado como «hombre», sino como una Mónada aprisionada en formas siempre variables. La Evolución, no la Creación, por medio de PALABRAS, se reconoce en la Filosofía del Oriente, hasta en sus anales exotéricos, Ex oriente lux. Hasta el nombre del primer hombre en la Biblia Mosaica tuvo su origen en la India, a pesar de la negativa del Profesor Max Müller. Los judíos tomaron su Adam de la Caldea; y Adam-Adami es una palabra compuesta, y, por tanto, un símbolo múltiple, y prueba los dogmas Ocultos. Éste no es lugar para disquisiciones filológicas; pero se puede recordar al lector que las palabras Âdi significa —en sánscrito— el «primero»; —en arameo— «uno» (Ad-ad, el «uno único»); —en asirio— «Padre», de donde Ak-ad o «padre-creador[80]». Y una vez que se vea la exactitud de esta afirmación, se hace difícil limitar Adam a la Biblia Mosaica, y ver en él tan solo un nombre judío.

Con frecuencia se nota confusión en los atributos y genealogías de los Dioses en sus Teogonías, el Alfa y el Omega de los anales de la ciencia simbólica, según la han dado al mundo los escritores brahmánicos y bíblicos medio iniciados. Sin embargo, no pudo haber tal confusión de parte de las naciones primitivas, los descendientes y discípulos de los Instructores Divinos; pues tanto los atributos como las genealogías estaban inseparablemente ligados con símbolos cosmogónicos, siendo los «Dioses» la vida y el «principio-alma» animador de las diferentes regiones del Universo. En ninguna parte y a nadie se permitía que la especulación pasase más allá de esos Dioses manifestados. La Unidad sin límites, infinita, permaneció en todas las naciones como terreno virgen prohibido, que ningún pensamiento ni especulación inútil holló jamás. La única referencia que se hacía era la concisa noción de su propiedad diastólica y sistólica, de su expansión periódica, o dilatación y contracción en el Universo, con todas sus incalculables miríadas de Sistemas y Mundos desapareciendo y reapareciendo en la eternidad, los Poderes antropomórficos, o Dioses, sus Almas, tienen que desaparecer de la vista con sus Cuerpos. Según dice nuestro Catecismo:

«El Aliento volviendo al Seno Eterno que los exhala e inhala».

La Naturaleza ideal, el Espacio Abstracto en el cual todo en el Universo es misterioso e invisiblemente engendrado, es el mismo aspecto femenino del poder procreativo de la Naturaleza, tanto en la Cosmogonía Védica como en todas las demás. Aditi es Sephira, y la Sophía de los gnósticos, e Isis, la Virgen Madre de Horus. En todas las Cosmogonías encuéntrase, tras la Deidad «Creadora» y más alta que ella, una Deidad Superior, un Ideador o Arquitecto, de quien el Creador no es más que el agente ejecutivo. Y todavía más elevado, por encima y alrededor, dentro y fuera, hay lo Incognoscible y lo Desconocido, la Fuente y Causa de todas estas Emanaciones.

Así, pues, es fácil comprender la razón por la cual Adam-Adami se encuentra en la Escritura caldea, seguramente más antigua que los Libros Mosaicos. En asirio, Ad es el «padre» y en arameo Ad es «uno» y Ad-ad el «uno único», mientras que Ak en asirio es «creador». Así Ad-am-ak-ad-mon se convirtió en Adam-Kadmon en la Kabalah (Zohar) significando el Uno «(Hijo) del Padre divino, o el Creador», pues las palabras am y om significaban en un tiempo, en casi todas las lenguas, lo divino, o la deidad. De este modo Adam-Kadmon y Adam-Adami llegaron a significar «la primera Emanación del Padre-Madre o la Naturaleza Divina», y literalmente, el «primer Uno Divino». Y fácil es ver que Ad-Argat (o Aster’t la Diosa siria, la esposa de Ad-on, el Señor Dios de Siria o el Adonaí judío), y Venus, Isis, Ister, Milita, Eva, etc., son idénticas a la Aditi y Vâch de los hindúes. Todas son las «Madres de todo lo que vive» y «de los Dioses». Por otra parte —cósmica y astronómicamente— todos los Dioses masculinos fueron primeramente «Dioses Soles»; luego, teológicamente, los «Soles de Rectitud» y los Logos, todos simbolizados por el Sol[81]. Todos son Protogonos —Primogénitos— y Microposopos. Para los judíos, Adam-Kadmon era lo mismo que Athamaz, Tamaz, o el Adonis de los griegos —«el Uno con, y de su Padre»— convirtiéndose el Padre durante las últimas Razas, en Helios, el Sol, como Apolo Karneios[82] por ejemplo, que era el «nacido del Sol»; Osiris, Ormuzd, y los demás, fueron todos transformados en los tipos aún más terrestres que más tarde les siguieron, tales como Prometeo, el crucificado del Monte Kajbee, Hércules y tantos otros Dioses-Soles y Héroes, hasta que todos ellos llegaron a no tener otro significado mejor que el de símbolos fálicos.

En el Zohar se dice:

El hombre fue creado por los Sephiroth (también, Elohim-Javeh), y engendraron por poder común el Adam terrestre.

Por consiguiente, en el Génesis, los Elohim dicen: «Mirad, el Hombre ha llegado a ser como uno de nosotros». Pero en la Cosmogonía Hindú o «Creación», Brahmâ-Prajâpati crea a Virâj y a los Rishis, espiritualmente; por tanto, estos últimos son llamados distintivamente los «Hijos nacidos de la mente de Brahmâ»; y este modo especificado de engendrar excluye toda idea de Falicismo, por lo menos en las naciones humanas primitivas. Este ejemplo demuestra claramente la respectiva espiritualidad de las dos naciones.

3. DIJO EL SEÑOR DE LA FAZ RESPLANDECIENTE: «YO TE ENVIARÉ UN FUEGO CUANDO HAYA COMENZADO TU OBRA. ELEVA TU VOZ A OTROS LOKAS; ACUDE A TU PADRE, EL SEÑOR DEL LOTO[83] (a) EN DEMANDA DE SUS HIJOS… TU GENTE ESTARÁ BAJO EL MANDO DE LOS PADRES[84]. TUS HOMBRES SERÁN MORTALES. LOS HOMBRES DEL SEÑOR DE LA SABIDURÍA[85], NO LOS HIJOS DE SOMA[86], SON INMORTALES. CESA EN TUS QUEJAS. (b) TUS SIETE PIELES ESTÁN AÚN SOBRE TI… TÚ NO ESTÁS PREPARADA. TUS HOMBRES NO ESTÁN PREPARADOS» (c).

a) Kumuda-Pati es la Luna, la madre de la Tierra, en su región de Somaloka. Aun cuando los Pitris, o Padres, son Hijos de los Dioses, además Hijos de Brahmâ y hasta Rishis, son ellos generalmente conocidos como los Antecesores Lunares.

b) Pitri-Pati es el Señor o Rey de los Pitris, Yama, el Dios de la Muerte y el Juez de los Mortales. Los hombres de Budha, Mercurio, son metafóricamente «inmortales» por su Sabiduría. Tal es la creencia común entre los que sustentan la opinión de que todas las estrellas o planetas están habitados; y hay hombres de ciencia, C. Flammarión entre otros, que creen en esto fervientemente, fundándose tanto en datos lógicos como en astronómicos. Siendo la Luna un cuerpo inferior, aun respecto de la Tierra, sin hablar de otros planetas, los hombres terrestres producidos por sus Hijos (los Hombres Lunares o los Antecesores), de su corteza o cuerpo, no pueden ser inmortales. No pueden ellos llegar a ser hombres verdaderos, conscientes e inteligentes a menos de ser «acabados», por decirlo así, por otros creadores. Así, en la leyenda Purânica, el hijo de la Luna (Soma) es Budha (Mercurio), el inteligente y el sabio, porque es el linaje de Soma, el Regente de la Luna [in] visible, no de Indo, la Luna física. Así, Pues, Mercurio es el hermano mayor de la Tierra, metafóricamente, su medio hermano, por decirlo así, el linaje del Espíritu, mientras que la Tierra es la progenie del Cuerpo. Estas alegorías tienen un sentido más profundo y más científico, astronómica y geológicamente, que el que quieren admitir nuestros físicos modernos. Todo el ciclo de la primera «Guerra en los Cielos», el Târakâ-maya, está tan lleno de verdades filosóficas como cosmogénicas y astronómicas. Puede uno encontrar en ellas la biografía de todos los planetas, por la historia de sus Dioses y Regentes. Ushanas (Shukra o Venus), el íntimo amigo de Soma y el enemigo de Brihaspati (Júpiter), el «Instructor de los Dioses», cuya esposa Târâ, o Târakâ, había sido robada por la Luna, Soma —«de quien tuvo a Budha»— tomó también una parte activa en esta guerra contra los «Dioses», e inmediatamente fue rebajado a una Deidad Demonio (Asura), y así permanece hasta hoy[87].

Aquí la palabra «hombres» se refiere a los hombres Celestes, o lo que llaman en la India los Pitaras o Pitris, los Padres, los Progenitores de los hombres. Esto no aparta la aparente dificultad, en opinión de las hipótesis modernas, de la enseñanza que muestra a estos Progenitores o Antecesores creando a los primeros Adanes humanos de sus costados, como sombras astrales. Y aun cuando es ello una mejora sobre la costilla de Adam, sin embargo, no dejarán de presentarse dificultades geológicas y climáticas. Tal es, sin embargo, la enseñanza del Ocultismo.

c) El organismo del hombre se adaptó en cada raza a todo lo que le rodeaba. La primera Raza-Raíz fue tan etérea como la nuestra es material. La progenie de los Siete Creadores, que desenvolvieron los Siete Adanes Primordiales[88], no necesitaba, seguramente, gases purificados para respirar y vivir. Por tanto, por mucho que proclamen los devotos de la Ciencia Moderna la imposibilidad de esta doctrina, el Ocultismo sostiene que tal fue el caso evos de años antes de la evolución de los lemures, los primeros hombres físicos, que tuvo lugar hace 18 000 000 de años.

La Escritura Arcaica enseña que al principio de cada Kalpa local, o Ronda, la Tierra vuelve a nacer, y la evolución preliminar se describe en uno de los Libros de Dzyan, y en sus Comentarios como sigue:

«Así como el Jîva humano [la Mónada] al pasar a una nueva matriz, se vuelve a cubrir con el otro cuerpo, asimismo sucede con el Jiva de la Tierra: obtiene él una cubierta más perfecta y sólida a cada Ronda después de volver a surgir una vez más de la matriz del espacio a la objetividad».

Este procedimiento, por supuesto, se halla acompañado por los dolores del nuevo nacimiento, o convulsiones geológicas.

La única referencia a este punto se encuentra en un versículo del volumen del Libro de Dzyan que tenemos a la vista, en donde se lee:

4. DESPUÉS DE GRANDES SUFRIMIENTOS DESECHÓ ELLA[89] SUS TRES PIELES VIEJAS, SE PUSO LAS SIETE PIELES NUEVAS, Y AFIRMÓSE EN LA PRIMERA.

Esto se refiere al progreso de la Tierra, pues que en la Estancia que trata de la Primera Ronda, se dice en el Comentario:

«Después que la Naturaleza sin cambios [Avikâra] inmutable [la Esencia Sadaikarûpa] hubo despertado y se hubo alterado [diferenciado] en [un estado de] causalidad [Avyakta], y de causa [Kârana] se hubo convertido en su propio efecto discreto [Vyakta], de invisible se convirtió en visible. Lo más pequeño de lo pequeño [el más atómico de los átomos o anîyânsan anîyasâm] se convirtió en uno de los muchos [Ekânekarûpa]; y al producir el Universo produjo también el cuarto Loka [nuestra Tierra] en la guirnalda de los siete lotos. El Achyuta se convirtió entonces en el Chyula[90]».

Se dice que la Tierra desechó «sus tres viejas» Pieles, porque esto se refiere a las tres Rondas precedentes, por las que había ya pasado; siendo la presente la cuarta Ronda de las siete. Al principio de cada nueva Ronda, después de un período de «obscuración», la Tierra, como también lo hacen las otras seis «Tierras», desecha o se supone que desecha sus Pieles viejas como lo hace la serpiente; y, por tanto, es llamada en el Aitareya-Brâhmana el Sarpa-Râjni, la «Reina de las Serpientes», y «la madre de todo lo que se mueve». Las «Siete Pieles», en la primera de las cuales se afirma entonces, se refieren a los siete cambios geológicos que acompañan y corresponden a la evolución de las Siete Razas-Raíces de la Humanidad.

La Estancia II, que habla de esta Ronda, principia con algunas palabras de información respecto de la edad de nuestra Tierra. La cronología se dará oportunamente. En el Comentario añadido a la Estancia se mencionan dos personajes, Nârada y Asuramaya, especialmente este último. Todos los cálculos se atribuyen a esta celebridad arcaica; y lo que sigue hará conocer superficialmente al lector algo de estas figuras.

Dos astrónomos antediluvianos: Narada y Asuramaya

Ante la mente del estudiante oriental de Ocultismo, dos figuras se hallan indisolublemente relacionadas con la Astronomía mística, la Cronología y sus ciclos. Dos grandes y misteriosas figuras, que se elevan gigantescas en el Pasado Arcaico, surgen ante él, siempre que tiene que referirse a Yugas y Kalpas. Cuándo, en qué período de la prehistoria vivieron, nadie, a excepción de unos cuantos hombres en el mundo, lo sabe ni lo podrá saber jamás con la certeza que requiere la cronología exacta. Ello puede haber sido hace 100 000 años, o 1 000 000 de años, cosa que el mundo externo jamás lo sabrá. El Occidente místico y la Francmasonería clamorosamente hablan de Enoch y de Hermes. El Oriente místico habla de Nârada, el antiguo Rishi védico, y de Asuramaya, el Atlante.

Ya se ha indicado que de todos los caracteres incomprensibles en el Mahâbhârata y los Purânas, Nârada, el hijo de Brahmâ en el Matsya Purâna, el descendiente de Kashyapa y la hija de Daksha, en el Vishnu Purâna, es el más misterioso. Se le nombra con el título honorífico de Deva-Rishi (Rishi Divino, más bien que Semidios) por Parâshara, y, sin embargo, es maldecido por Daksha y hasta por Brahmâ. Él anuncia a Kansha que Bhagavân, o Vishnu en el exoterismo, encarnaría en el octavo hijo de Devakî, atrayendo así el furor del Herodes indo sobre la madre de Krishna; y luego, desde la nube en que se halla sentado —invisible como un verdadero Mânasaputra— alaba a Krishna, gozoso de la proeza del Avâtar al matar al monstruo Keshin. Nârada está aquí, allí y en todas partes; y, sin embargo, ninguno de los Purânas da las verdaderas características de este gran enemigo de la procreación física. Sean aquéllas lo que fuesen, en el Esoterismo indo, Nârada (llamado en el Ocultismo Cishimaláyico, Pesh-Hun, al «Mensajero», o el Angelos griego), es el único confidente y ejecutor de los decretos universales de Karma y de Adi-Budha: una especie de Logos activo y que constantemente encarna, que guía y dirige los asuntos humanos desde el principio al fin del Kalpa.

Pesh-Hun no es una propiedad inda especial, sino general. Es el poder inteligente, misterioso, director, que da el impulso a los Cielos, Kalpas y sucesos universales, y regula sus ímpetus[91]. Es el ajustador visible del Karma en una escala general; el inspirador y guía de los héroes más grandes de este Manvantara. En las obras exotéricas le dan algunos nombres poco satisfactorios, tales como Kalikâraka, promovedor de disputas, Kapi-vaktra, Cara de mono y hasta Pishuna, el Espía, aun cuando en otra parte es llamado Deva-Brahmâ. Al mismo Sir William Jones le hizo mucha impresión este carácter misterioso, por lo que coligió en sus estudios sánscritos. Lo compara con Hermes y Mercurio, y lo llama el «mensajero elocuente de los Dioses[92]». Todo esto, añadido a que los indos lo creen un gran Rishi «que permanece para siempre errante en la tierra, dando buen consejo», indujo al difunto Dr. Kenealy[93] a ver en él a uno de sus doce Mesías. Quizás no estuviera él tan lejos del buen camino como algunos se imaginan.

Lo que Nârada es realmente, no puede explicarse en un libro; ni tampoco ganarían gran cosa las generaciones modernas de los profanos con que se les dijera. Pero puede hacerse la observación de que, si en el Panteón Hindú hay una Deidad que se parezca a Jehová, tentando por «sugestión» de pensamientos, y «endureciendo» los corazones de aquellos que quiere convertir en sus instrumentos y víctimas, ella es Nârada. Solo que este último no lo hace por deseo de tener un pretexto para «echar plagas» y demostrar con ello que «Yo soy el señor Dios». Ni tampoco por ninguna ambición ni motivo egoísta; sino verdaderamente para servir y guiar el progreso y la evolución universales.

Nârada es uno de los pocos caracteres prominentes, exceptuando algunos Dioses de los Purânas, que visitan las llamadas regiones inferiores o infernales, Pâtâla. Sea o no verdad que Nârada aprendiese todo lo que sabía de sus relaciones con el Shesha de mil cabezas, la Serpiente que lleva los Siete Pâtâlas y el mundo entero como una diadema sobre sus cabezas, y que es el gran maestro de Astronomía[94], lo cierto es que supera al Guru de Garga en su conocimiento de los embrollos cíclicos. Él es quien tiene a su cargo nuestro progreso y nuestra prosperidad o desdicha nacional. Él es quien trae las guerras y les pone término. En las antiguas Estancias, se atribuye a Pesh-Hun el haber calculado y registrado todos los Ciclos astronómicos y cósmicos futuros, y haber enseñado la Ciencia a los primeros que contemplaron la estrellada bóveda, y se dice que Asuramaya basó todas sus obras astronómicas en estos anales: que determinó la duración de todos los períodos pasados geológicos y cósmicos, y la duración de todos los Ciclos futuros, hasta el fin de este Ciclo de Vida, o el fin de la Séptima Raza.

Entre los Libros Secretos hay una obra llamada el Espejo del Futuro, en donde todos los Kalpas dentro de Kalpas, y los Ciclos en el seno de Shesha, o el tiempo infinito, se hallan registrados. Esta obra se atribuye a Pesh-Hun-Nârada. Hay otra obra antigua que se atribuye a varios Atlantes. Estos dos registros nos suministran las cifras de nuestros Ciclos, y la posibilidad de calcular la fecha de los Ciclos futuros. Los cálculos cronológicos que se darán ahora son, sin embargo, los de los brahmanes, como se explicará más adelante; pero la mayoría de ellas son también los de la Doctrina Secreta.

La cronología y los cómputos de los brahmanes Iniciados están basados en los anales zodiacales de la India y en las obras del mencionado Astrónomo y Mago Asuramaya. Los anales zodiacales Atlantes no pueden errar, puesto que fueron compilados bajo la dirección de aquellos que fueron los primeros en enseñar, entre otras cosas, la Astronomía a la Humanidad.

Pero en este punto también nos estamos creando deliberada y temerariamente una nueva dificultad. Se nos dirá que nuestro aserto lo contradice la Ciencia, en la persona de un hombre considerado como una gran autoridad (en Occidente) en todos los asuntos de literatura sánscrita: el profesor Albrecht Weber, de Berlín. Esto, con gran sentimiento nuestro, no puede evitarse, y estamos prontos a sostener lo que ahora declaramos. Asuramaya, a quien la tradición épica señala como el primer Astrónomo en Âryâvarta, aquel a quien «el Dios-Sol comunicó el conocimiento de las estrellas» in propia persona, como declara el mismo Dr. Weber, es identificado por éste, de un modo muy misterioso, con el «Ptolomeo» de los griegos. No se da otra razón más válida para esta identificación sino la de que:

Este último nombre (Ptolomeo), como vemos en la inscripción de Piyadasi, se convirtió en el «Turamaya» indio, de cuyo nombre pudo muy fácilmente haberse derivado «Asura Maya».

No hay duda que «pudo» ser, pero la cuestión vital es: ¿hay algunas buenas razones que prueben que se derivó? La única prueba que se presenta, es que debe ser así:

Puesto que… este Maya está claramente asignado a Romakapura en Occidente[95].

La Mâyâ es evidente, puesto que ningún sanscritista europeo puede decir en dónde estaba esa localidad de Romakapura, excepto, a la verdad, que se hallaba en alguna parte, «en Occidente». En todo caso, como ningún miembro de la Sociedad Asiática, ni orientalista Occidental, querrá jamás hacer caso de las enseñanzas brahmánicas, es inútil tomar en consideración las objeciones de los orientalistas europeos. Romakapura estaba «en Occidente», ciertamente, puesto que formaba parte del perdido continente Atlante. Y es igualmente cierto que en los Purânas indios se designa la Atlántida como el punto donde nació Asuramaya, «tan gran Mago como Astrólogo y Astrónomo». Además, el Profesor Weber rehúsa asignar ninguna gran antigüedad al Zodíaco indio, y se siente inclinado a creer que los indios no conocieron Zodíaco alguno hasta que:

Lo tomaron de los griegos[96].

Este aserto contradice las tradiciones más antiguas de la India, y, por tanto, debemos pasarlo por alto[97]. Y estamos tanto más justificados en no tomarlo en consideración, por cuanto el sabio profesor mismo nos dice en la introducción de su obra que:

… Además de los obstáculos naturales que impiden la investigación [en la India], existe aún allí una densa niebla de prejuicios y opiniones preconcebidos que pende sobre el país, y lo cubre como con un velo[98].

Cogido en ese velo, no hay que admirarse que el Dr. Weber mismo haya sido inducido a cometer algunos errores involuntarios. Esperemos que en el presente se encuentre mejor enterado.

Ahora bien; ya sea que Asuramaya deba ser considerado como un mito moderno, un personaje que floreció en los días de los griegos macedonios, o bien lo que los ocultistas aseguran, en todo caso, sus cálculos concuerdan por completo con los de los Anales Secretos.

El calendario en otra parte mencionada fue compilado en 1884 y 1885 por dos sabios Brahmanes[99], de los fragmentos de obras inmensamente antiguas, atribuidas al Astrónomo Atlante, y encontrados en la India del Sur. Esta obra ha sido declarada perfecta por los mejores Pandits (desde el punto de vista brahmánico), y se refiere a la cronología de las enseñanzas ortodoxas. Si comparamos sus asertos con los hechos algunos años antes en Isis sin Velo, con las enseñanzas fragmentarias publicadas por algunos teósofos, y con los datos presentes sacados de los Libros Secretos del Ocultismo, el todo se encontrará que concuerda perfectamente, salvo en algunos detalles que no pueden ser explicados; pues tendrían que revelarse secretos de una Iniciación superior (tan desconocida para la escritora como para el lector), y esto no puede hacerse.

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