Notas
Notas
[1] Podríamos citar, además, la monografía de Kirby y Spence en su Introduction to Entomology, pero es casi exclusivamente técnica. <<
[2] Llámese colmena de observación a una colmena con cristales provista de cortinas negras o moradas. Las mejores no contienen más que un panal, lo cual permite observarlo por ambos lados. Sin peligro y sin inconvenientes pueden instalarse estas colmenas, provistas de una salida exterior, en un salón, una biblioteca, etcétera. Las abejas que habitan la que tengo en París en mi gabinete de trabajo, recogen en el desierto de piedra de la gran ciudad lo necesario para vivir y prosperar. <<
[3] Las cifras que aquí damos, rigurosamente exactas, son las de una colmena grande en plena actividad. <<
[4] Ordinariamente se introduce la reina extraña encerrándola en una jaulita de alambre que se cuelga entre dos panales. La jaula se halla provista de una puerta de cera y miel que las obreras roen cuando ha pasado su cólera, libertando así a la prisionera, a quien con bastante frecuencia acogen sin malevolencia. Mr. S. Simmins, director del gran colmenar de Rottingdean, ha encontrado recientemente otro modo de introducción, sumamente sencillo, que casi siempre da buen resultado y que se generaliza entre los apicultores cuidadosos de su arte. Ordinariamente, lo que hace difícil la introducción, es la actitud de la reina. Ésta se espanta, huye, se oculta, se conduce como una intrusa, inspira sospechas que el examen de las obreras no tarda en confirmar. Mr. Simmins aísla desde luego completamente y hace ayunar durante media hora a la reina que se trata de introducir. Levanta luego un ángulo de la cubierta interior de la colmena huérfana y coloca la reina extraña sobre uno de los panales. Desesperada por su aislamiento anterior, se alegra de encontrarse de nuevo entre abejas y, hambrienta, acepta con avidez los alimentos que le ofrecen. Las obreras, engañadas por aquella tranquilidad, no se meten en averiguaciones, se imaginan probablemente que su antigua reina ha vuelto y la acogen con alegría. Parece resultar de esta experiencia que, contrariamente a la opinión de Huber y de todos los observadores, no son capaces de reconocer a su reina. Sea como fuere, las dos explicaciones igualmente plausibles —aunque la verdad se encuentra quizás en una tercera que aún no conocemos— demuestran una vez más cuán compleja y oscura es la psicología de las abejas. Y de esto, como de todas las cuestiones de la vida, no hay más que una conclusión que sacar, y es que, en espera de otra cosa mejor, es preciso que nuestro corazón reine la curiosidad. <<
[5] El cerebro de la abeja, según los cálculos de Dujardin, forma la 1/174 parte del peso total del insecto; el de la hormiga, la 1/296. En cambio, los cuerpos pedunculados que parecen desarrollarse a proporción de los triunfos de la inteligencia sobre el instinto, son menos importantes en la abeja que en la hormiga. Como lo uno compensa lo otro, resulta de estas estimaciones, respetando en ellas la parte de hipótesis y teniendo en cuenta la oscuridad de la materia, que el valor intelectual de la hormiga y de la abeja debe de ser casi igual. <<
[6] Renové la experiencia en los primeros días de sol de esta ingrata primavera y me dio el mismo resultado negativo. Por otra parte, un apicultor amigo mío, observador muy hábil y muy sincero, a quien yo había sometido el problema, me escribe que acaba de obtener, empleando el mismo procedimiento, cuatro comunicaciones irrecusables. El hecho necesita ser comprobado y la cuestión no está resuelta. Pero estoy convencido de que mi amigo se dejó inducir a error por su deseo, muy natural, de ver su experiencia coronada por el éxito. <<
[7] Desechóse, no sin motivos, este modelo. El diámetro de los alvéolos es de una regularidad admirable; pero, como todo lo producido por un organismo vivo, no es matemáticamente invariable en la misma colmena. Además, como lo hace observar Monsieur Maurice Girand, las diversas especies de abejas tienen una apotema de alvéolo distinta, de modo que el modelo sería diferente de una colmena a otra, según la especie de abejas que las habitan. <<
[8] Réaumur había propuesto al célebre matemático Koening el problema siguiente: «Entre todas las celdas hexagonales de fondo piramidal compuesto de tres rombos semejantes e iguales, determinar la que pueda ser construida con menos materia». Koening encontró que la celda tenía el fondo hecho de tres rombos, cada uno de cuyos ángulos mayores era de 109º y 26’ y cada uno de los pequeños de 70º y 34’. Pues bien: otro sabio, Maraldi, que midió lo más exactamente posible los ángulos de los rombos construidos por las abejas, fijó los mayores en 109º y 28’ y los menores en 70º y 32’. No había pues, entre las dos soluciones más que una diferencia de 2’. Es probable que el error, si lo hay, deba ser imputable más bien a Maraldi que a las abejas, pues ningún instrumento permite medir con precisión infalible los ángulos de las celdas no definidos con bastante exactitud.
Otro matemático, Cramer, a quien se había sometido el mismo problema, dio una solución que se aproxima aún más a la de las abejas, es decir, 109º y 28 1/2’ para los ángulos obtusos, y 70º y 31 1/2’ para los agudos. Maclaurin, rectificando a Koening, da 70º y 32’ y 109º y 28’. Monsieur Léon Lalanne, 109º 28’ 16” y 70º 81’ 44”. Véase sobre tan debatida cuestión: Maclaurin: Philos. Trans. of London, 1743. Brougham: Rech, anal, et exper. sur les alv. des ab. L. Lalanne: Note sur l’Arch. des abeilles, etcétera. <<
[9] La tablilla de abordaje, que a menudo no es más que la prolongación del tablero sobre el cual está colocada la colmena, forma una especie de meseta o descanso, delante de la entrada principal. <<
[10] Ciertos apidólogos sostienen que obreras y reinas, después de la salida del huevo, reciben el mismo alimento, una especie de leche muy rica en ázoe, que segrega una glándula especial de que está provista la cabeza de las nodrizas. Pero al cabo de algunos días las larvas de obreras son destetadas y sometidas al más grosero régimen de miel y polen, mientras que la futura reina es alimentada hasta su completo desarrollo con la preciosa leche llamada «papilla real». Sea como fuere, el resultado y el milagro son iguales. <<
[11] Es imposible dar aquí el detalle de ese lazo maravilloso descrito por Darwin. He aquí el resumen: El polen, en el Orquis Morio, no es pulverulento, sino aglomerado en forma de pequeñas mazas llamadas, polinias. Cada una de estas mazas (son dos) tiene en su extremidad inferior una rodaja viscosa (el retinácleo), encerrado en una especie de saco membranoso (el rostelo) que el menor contacto hace estallar. Cuando una abeja se posa sobre la flor, su cabeza, al adelantarse para chupar el néctar, toca el saco membranoso, que se rasga y pone al descubierto las dos rodajas viscosas. Las polinias, gracias a la liga de las rodajas, se pegan a la cabeza del insecto, el cual, al retirarse de la flor, se las lleva como dos cuernos bulbosos. Si esos dos cuernos cargados de polen permaneciesen derechos y rígidos, en el momento en que la abeja penetra en una orquídea vecina, tocarían y harían estallar simplemente el saco membranoso de la segunda flor, pero no alcanzarían al estigma u órgano hembra que se trata de fecundar y que está colocado debajo del saco membranoso. El genio del Orquis Morio ha previsto la dificultad, y al cabo de treinta segundos, es decir, en el poco tiempo necesario al insecto para acabar de chupar el néctar y trasladarse a otra flor, el mando de la pequeña maza se seca y se encoge, siempre por el mismo lado y en el mismo sentido; el bulbo que contiene el polen se inclina y su grado de inclinación está calculado de tal manera que en el momento en que la abeja entre en la flor vecina se encontrará justamente al nivel del estigma sobre el cual debe esparcir su polvo fecundante. (Véase para todos los detalles de este drama íntimo del mundo inconsciente de las flores el admirable estudio de Ch. Darwin: De la fecundación de la orquídea por los insectos y de los buenos efectos del cruzamiento, 1862). <<
[12] El profesor Monsieur Lain ha conseguido no ha mucho tiempo fecundar artificialmente algunas reinas; pero después de una verdadera operación quirúrgica, delicada y complicada. Por lo demás, la fecundidad de dichas reinas fue restringida y efímera. <<
[13] Una colmena de las grandes, durante la invernada, que en nuestras comarcas dura unos seis meses, es decir, de octubre a principios de abril, consume de ordinario de veinte a treinta libras de miel. <<
[14] He aquí el puesto que ocupa la abeja doméstica en la clasificación científica:
Especie…………… Insectos. Género…………… Himenópteros. Familia…………… Apides. Orden…………… Apis Clase……………… Melífica.
El término melífica es el de la clasificación linneana. No es de los más felices, pues todas las Apides, salvo quizás algunas especies parásitas, son melíficas. Scopoli dice cerífera; Réaumur, doméstica, Geoffroy, gregaria. La Apis ligustica, la abeja italiana, es una variedad de la Apis melífica. <<
[15] El caso es hasta frecuente entre los enjambres secundarios y terciarios, porque tienen menos experiencia y son menos prudentes que el enjambre primario. Tienen al frente una reina virgen y veleidosa y se componen casi enteramente de abejas jóvenes, en las cuales el instinto primitivo habla tanto más alto cuanto que ignoran todavía el rigor y los caprichos de nuestro cielo bárbaro. Por lo demás, ninguno de esos enjambres sobrevive a los primeros cierzos otoñales, y van a juntarse con las innumerables víctimas de las lentas y oscuras experiencias de la Naturaleza. <<
[16] Puesto que nos ocupamos por última vez de las construcciones de la abeja, señalemos de paso una particularidad curiosa del Apis flórea. Ciertas paredes de sus celdillas para machos son cilíndricas en vez de ser hexagonales. Parece que aún no ha concluido de pasar de una a otra forma y de adoptar definitivamente la mejor. <<
[17] Hecho análogo señalado por Büchner y que prueba la adaptación a las circunstancias, no lenta, secular, inconsciente y fatal, sino inmediata e inteligente: en la Barbada, en medio de las refinerías en que durante todo el año encuentran azúcar en abundancia, cesan completamente de visitar las flores. <<
[18] Conviene no confundir los tres términos: apiens, ápides y apitas, que emplearemos sucesivamente, y que tomamos de la clasificación de Émile Blanchard. La tribu apiens comprende todas las familias de abejas. Las ápides forman la primera de estas familias y se subdividen en tres grupos: las meliponitas, las apitas y las bombitas (abejorros). En fin, las apitas contienen las diversas variedades de nuestras abejas domésticas. <<
[19] Ejemplos. Los abejorros, que tienen por parásitos a los psithyros; los estélides, que viven a costa de los antidios. «Es necesario admitir —dice con mucha razón J. Pérez (Las abejas) a propósito de la identidad frecuente del parásito y de su víctima—, es necesario admitir que los dos géneros no son más que dos formas de un mismo tipo y se hallan unidos entre sí por la más estrecha afinidad. Para los naturalistas partidarios de la doctrina del transformismo ese parentesco no es puramente ideal, sino real. El género parásito parece ser una casta oriunda del género recolector, que ha perdido los órganos de a recolección a consecuencia de su adaptación a la vida parásita». <<
[20] No es seguro que el principio de la realeza o de la maternidad única sea rigurosamente respetado entre las meliponitas. Blanchard piensa, con razón, que hallándose desprovistas de aguijón y no pudiendo, por consiguiente, matarse entre sí tan fácilmente como las reinas-abejas, varias hembras viven probablemente en la misma colmena. Pero el hecho no ha podido ser comprobado hasta ahora a causa del gran parecido entre hembras y obreras y de la imposibilidad de criar a las meliponas en nuestro clima. <<