El Origen del Hombre

Capítulo I. Pruebas de que el hombre desciente de una forma inferior

Capítulo I. Pruebas de que el hombre desciente de una forma inferior

Para poder afirmar que el hombre es el descendiente modificado de

alguna forma preexistente, es menester averiguar antes si varia ó no en

sí mismo, por poco que sea, en su conformacion corporal y facultades

mentales, y, caso de ser así, si las variaciones se trasmiten á su prole

con arreglo á las leyes que rigen para los animales inferiores, tales

como la de la transmision de los caracteres á la misma edad ó sexo. Por

lo que podemos juzgar, dada nuestra ignorancia, ¿son dichas variaciones

debidas á las mismas causas, ó dependen de idénticas leyes que los demás

organismos, por ejemplo: las de correlacion, efectos hereditarios del

uso y de la falta de uso, etc.? ¿Está sujeto el hombre á las mismas

deformaciones, debidas á paralizacion de desarrollo, duplicacion de

partes, etc.; y presenta en sus anomalías alguna reversion á un tipo de

conformacion anterior y antiguo? Natural es tambien preguntar, si el

hombre como tantos otros animales, ha dado origen á variedades y razas

tan distintas entre si, que deban clasificarse como especies dudosas.

¿De qué modo están distribuidas estas razas sobre la tierra, y cómo

influyen unas sobre otras, tanto en la primera como en las demás

generaciones, cuando hay entre ellas cruzamientos?

Una vez averiguado esto, deberíase dilucidar después la importante

cuestion de si el hombre propende á multiplicarse con bastante rapidez

para que resulten rigorosas luchas por la vida, cuyo resultado ha de ser

la conservacion en la especie de las variaciones ventajosas del cuerpo y

del espíritu, y la consiguiente eliminacion de las que son

perjudiciales. Las razas ó especies humanas, llámeselas como quiera, ¿se

sobreponen mutuamente y se reemplazan unas á otras, de manera que

lleguen algunas á extinguirse? Ya veremos que la respuesta á todas ó á

la mayor parte de estas preguntas, tanto por lo que al hombre se refiere

como por lo relativo á los animales inferiores, debe de ser

indudablemente afirmativa en la mayoría de los casos. Haciendo, por

ahora, caso omiso de las consideraciones que preceden, pasemos á ver

hasta qué punto presenta la conformacion corporal del hombre vestigios

más ó ménos claros de su descendencia de alguna forma inferior. En los

dos capítulos siguientes examinaremos las facultades mentales del

hombre, comparadas con las de los animales inferiores á él en la escala

zoológica.

Conformacion corporal del hombre.—Sabido es de todos que el

hombre está construido sobre el mismo tipo general ó modelo que los

demás mamíferos. Todos los huesos de su esqueleto son comparables á los

huesos correspondientes de un mono, de un murciélago, ó de una foca. Lo

mismo se puede afirmar de sus músculos, nervios, vasos sanguíneos y

vísceras internas. El cerebro, el más importante de todos los órganos,

sigue la misma ley, como lo han probado Huxley y otros anatómicos.

Bischoff, testigo hostil, admite con todo que cada hendidura principal y

cada repliegue del cerebro humano tiene su análogo en el del orangután;

pero añade que los dos cerebros no concuerdan completamente en ningun

período de su evolución; concordancia que, por otra parte, no puede

existir, ya que de ser así serian iguales las facultades mentales de

ambos. Vulpian hace la observacion siguiente: «Las diferencias reales

que existen entre el encéfalo del hombre y el de los monos superiores,

son excesivamente ténues. Sobre este particular no podemos hacernos

ilusiones. Por los caracteres anatómicos de su cerebro el hombre se

asemeja más á los monos antropomorfos, que estos, no sólo á ciertos

mamíferos, sino tambien á ciertos cuadrumanos, como los macacos.» Pero

aquí seria supérfluo dar más detalles sobre la correspondencia entre el

hombre y los mamíferos superiores, en lo tocante á la estructura del

cerebro y de todas las demás partes del cuerpo.

Tal vez será útil especificar algunos puntos, que aunque ni directa

ni aparentemente se relacionan con la conformacion, atestiguan con

evidencia esta correspondencia ó parentesco.

El hombre puede adquirir de los animales inferiores, ó comunicarles á

su vez, enfermedades tales como la rabia, las viruelas, etc., hecho que

prueba la gran similitud de sus tejidos, tanto en su composicion como

en su estructura elemental, con mucha más evidencia que la comparacion

hecha con el auxilio del microscopio, ó del más minucioso análisis

químico. Los monos están sujetos á muchas de nuestras enfermedades no

contagiosas; Kengger, que ha observado durante mucho tiempo el Cebus Azaræ

en su pais natal, le ha visto padecer catarros, con sus ordinarios

síntomas, que degeneraban en tisis cuando se repetian con demasiada

frecuencia. Estos monos sufren tambien apoplejías, inflamaciones y

cataratas. Los remedios producen en ellos los mismos efectos que en el

hombre. Muchas especies de monos tienen una aficion decidida al té, al

café y á las bebidas espirituosas; fuman tambien el tabaco con placer,

como he tenido ocasion de observar yo mismo. Brehm asegura que los

habitantes del África Norte-Oriental cazan mandriles, poniendo en los

lugares por donde suelen pasar cacharros con una cerveza fuerte, que les

embriaga. Ha observado algunos de estos animales cautivos, en estado de

embriaguez, y dá un relato curioso de los extraños gestos y visajes que

hacen. Al dia siguiente parecian sombríos y de mal humor, cogiéndose la

cabeza entre las manos y presentando una expresion lastimera; se

apartaban con disgusto cuando se les ofrecia cerveza ó vino, y sólo

apetecian zumo de limon. Estos hechos poco importantes prueban cuán

análogos son los nervios del gusto en el hombre y en los monos, y de qué

modo tan parecido puede ser afectado el sistema nervioso de ambos.

Infestan el cuerpo del hombre parásitos internos, que á veces

producen funestos efectos, atormentándole tambien parásitos externos;

todos pertenecen á los mismos géneros ó familias que los que se

encuentran en los demás mamíferos. Los mismos procedimientos curativos

cicatrizan sus heridas.

En todos los mamíferos la marcha en conjunto de la importante funcion

de la reproduccion presenta las mayores similitudes, desde las primeras

asiduidades del macho para con la hembra hasta el nacimiento y la cria

de la prole. Los monos nacen en un estado tan débil como nuestros

propios hijos. El hombre difiere de la mujer por su estatura, su fuerza

muscular, su vellosidad, etc., como tambien por su inteligencia, como

sucede entre los dos sexos de muchos mamíferos. En una palabra, no puede

darse mayor correspondencia que la que existe entre el hombre y los

animales superiores, principalmente los monos antropomorfos, tanto en la

conformacion general y la estructura elemental de los tejidos, como en

la composicion química y la constitucion.

Desarrollo del embrion.—El hombre se desarrolla en un óvalo de

cerca de dos centímetros de diámetro, que no difiere en ningun punto

del que dá orígen á los demás animales. Con dificultad se puede

distinguir el embrion humano mismo, en un período precoz, del de otros

individuos del reino de los vertebrados. En este período las arterias

terminan en las ramas arqueadas, como para llevar la sangre á branquias

que no existen en los vertebrados superiores, por más que las hendiduras

laterales del cuello persistan marcando su posicion anterior. Algo

despues, cuando se han desarrollado las extremidades, como hace notar el

célebre de Bäer, «las patas de los lagartos y mamíferos, las alas y

patas de las aves, como las manos y los piés del hombre, todos derivan

de una misma forma fundamental.» «Sólo, dice el profesor Huxley, en las

últimas fases del desarrollo es cuando el nuevo sér humano presenta

diferencias marcadas con el jóven mono, mientras este último se aleja

por su elevacion del perro, tanto como el hombre se diferencia de él.

Por extraordinaria que parezca esta asercion, está demostrada como

verdadera.»

Despues de estas citas es inútil descender á más detalles para probar

la gran semejanza que ofrece el embrion humano con el de los otros

mamíferos. Añadiré, sin embargo, que se parece igualmente, por machos

puntos de su conformacion, á ciertas formas que, en estado adulto, son

inferiores. El corazon, por ejemplo, no es al principio sino un simple

vaso pulsátil; efectúanse las deyecciones por un conducto cloacal; el

hueso coxis sobresale como una verdadera cola «extendiéndose mucho más

que las piernas rudimentarias.» Ciertas glándulas conocidas con el

nombre de cuerpos de Wolf, que existen en los embriones de todos los

animales vertebrados de respiracion aérea, corresponden á los riñones de

los peces adultos, y funcionan de un modo semejante. Puede llegarse á

observar, en un período embrionario más avanzado, algunas semejanzas

sorprendentes entre el hombre y los animales inferiores. Bischoff

asegura que á fines del séptimo mes, las circunvoluciones del cerebro de

un embrion humano se presentan en el mismo estado de desarrollo que en

el babuino adulto. Terminaré copiando la respuesta que dá Huxley á la

pregunta de si el hombre debe su orígen á una marcha distinta de la que

presenta el orígen del perro, del ave, de la rana ó del pez: «Es

incontestable que el modo de orígen y las primeras fases del desarrollo

humano son idénticos á los de los animales que ocupan los grados

inmediatamente inferiores á él en la série zoológica, y que, bajo este

punto de vista, está mucho más cerca de los monos, que estos lo están

del perro.»

Rudimentos.—No se podria encontrar un solo animal superior que

no presentase alguna parte en un estado rudimentario, y en esta regla

no se advierte excepcion ninguna á favor del hombre. Deben distinguirse,

lo que no es siempre fácil en ciertos casos, los órganos rudimentarios

de los que sólo se ven en estado naciente. Los primeros son

absolutamente inútiles, como las mamas de los cuadrúpedos machos, ó los

incisivos de los rumiantes, que no llegan á perforar la encía; ó prestan

tan ligeros servicios á sus posesores actuales que no podemos suponer

de ningun modo que se hayan desarrollado en las condiciones en que hoy

existen. Los órganos, en este último estado, no pueden llamarse

estrictamente rudimentarios, pero propenden á serlo, los órganos

rudimentarios son eminentemente variables; circunstancia que fácilmente

se comprende ya que siendo inútiles ó poco menos, no están sujetos á la

accion de la seleccion natural. A menudo desaparecen por completo; con

todo, cuando así sucede, pueden reaparecer por reversion, en ciertas

ocasiones, hecho que merece una atencion especial.

Los principales agentes que parecen suscitar el estado rudimentario

en los órganos, son la falta de uso, que se ejerce generalmente durante

la edad adulta, y la herencia en los periodos correspondientes de la

vida.

En muchos puntos del cuerpo humano se han observado rudimentos de

músculos diversos; los hay entre ellos que, existiendo regularmente en

algunos animales inferiores, pueden volverse á encontrar accidentalmente

en estado muy reducido en el hombre. Nadie ignora la aptitud que tienen

muchos animales, y especialmente el caballo, para mover ciertas partes

de la piel, por la contraccion del panículo muscular. Se encuentran

restos de este músculo en estado de actividad, en algunos puntos del

cuerpo humano; en la frente, por ejemplo, donde hace fruncir el

entrecejo. Los músculos que sirven para mover el aparato externo del

oido, y los músculos especiales que determinan los movimientos de las

distintas partes pertenecientes al sistema paniculoso, se presentan en

estado rudimentario en el hombre. En su desarrollo, ó á lo ménos en sus

funciones, ofrecen variaciones frecuentes. He tenido ocasion de ver un

individuo que podia mover hácia adelante sus orejas, y otro que podia

echarlas hácia atrás. La facultad de enderezar las orejas y moverlas en

distintos sentidos, presta indudablemente grandes servicios á muchos

animales, que pueden así conocer el punto por donde les amenaza algun

peligro, pero nunca he oido hablar de hombre alguno dotado de la

facultad de enderezar las orejas, único movimiento que le pudiera ser

útil. Toda la parte externa de la oreja, en forma de concha, puede ser

considerada como un rudimento, lo propio que los diversos repliegues y

prominencias que en los animales inferiores la sostienen y refuerzan,

cuando está tiesa, sin aumentar en mucho su peso. Las orejas de los

chimpanzés y orangutanes son sumamente parecidas á las del hombre, y los

guardianes del Jardin zoológico de Lóndres me han asegurado que estos

animales no las mueven ni las enderezan nunca; por lo tanto,

consideradas en cuanto á sus funciones, se hallan en el mismo estado

rudimentario que en el hombre. No sabemos decir por qué estos animales,

como los antepasados del hombre, han perdido la facultad de enderezar

las orejas. Es posible, aunque esta idea no me satisface por completo,

que poco expuestos al peligro, á consecuencia de su costumbre de vivir

en los árboles, y de su fuerza, hayan movido con poca frecuencia las

orejas durante un largo período, perdiendo así la facultad de hacerlo.

Este caso seria semejante al que ofrecen las aves grandes y de peso que

habitando las islas oceánicas, donde no estaban expuestas á los ataques

de los animales carniceros, han perdido la facultad de servirse de sus

alas para huir.

Existe muy desarrollado en los ojos de las aves un tercer párpado,

colocado en el ángulo interno que, por medio de músculos accesorios,

puede subir rápidamente por la parte delantera del ojo. Algunos Reptiles

y Anfibios, y varios Peces, como el tiburon, tienen asimismo este

tercer párpado. Se le vé tambien, bastante desarrollado, en las dos

divisiones inferiores de la série de los Mamíferos, los Monotremos y los

Marsupiales, y en algunas mas elevadas. En el hombre, los cuadrúpedos y

mamíferos restantes, existe, como admiten todos los anatómicos, bajo la

forma de un simple rudimento: el pliegue semi-lunar.

El sentido del olfato tiene una gran importancia para la mayor parte

de los mamíferos, ya advierta á unos el peligro, como á los rumiantes;

ya permita á otros descubrir su presa, como á los carnívoros; ya sirva

para ambos objetos, como al jabalí. Pero son pocos los servicios que

presta aun á los salvajes, entre los que está más desarrollado

generalmente que entre las razas más civilizadas. Ni les advierte el

peligro, ni les guia hacia donde pueden encontrar su sustento; no impide

á los Esquimales dormir en una atmósfera de las más fétidas, ni á

muchos salvajes comer la carne medio podrida. Los que creen en el

principio de la evolucion gradual no admitirán fácilmente que este

sentido, tal como existe hoy, haya sido adquirido originariamente por el

hombre. Sin duda ha heredado esta facultad debilitada y rudimentaria de

algun antecesor antiquísimo, á quien era útil y que de ella hacia

contínuo uso. Esto nos permite comprender por qué; como justamente

observa Mandsley, el sentido del olfato está en el hombre «notablemente

sujeto á recordar la idea y la imágen de las escenas y de los sitios

olvidados;» porque en los animales que tienen este mismo sentido muy

desarrollado, como los perros y los caballos, vemos tambien una

asociacion muy marcada entre antiguos recuerdos de lugares y de personas

y su olor.

El hombre difiere notablemente por su desnudez, de todos los demás

primales. Con todo, en la mayor parte del cuerpo de los individuos del

sexo masculino se ven algunos pelos cortos y esparcidos, y en el del

otro sexo un finísimo vello. No puede caber duda alguna de que los pelos

diseminados por el cuerpo sean rudimentos del revestimiento velloso

uniforme de los animales inferiores. Confirma la verosimilitud de esta

opinion el hecho de que el vello corto puede transformarse, en casos

dados, en «pelo largo, unido, más basto y oscuro» cuando está sometido á

una nutricion anormal, debida á su situacion, á la proximidad de

superficies que sean de mucho tiempo atrás asiento de una inflamacion.

El fino bozo lanudo de que está cubierto el feto humano en el sexto

mes, presenta un caso más curioso. En el quinto mes se desarrolla en las

cejas y la cara, principalmente alrededor de la boca, donde es mucho

más largo que en la cabeza. Eschricht ha observado esto último en un

feto hembra, circunstancia ménos sorprendente de lo que á primera vista

parece, porque los dos sexos se parecen generalmente por todos los

caracteres exteriores durante las primeras fases de la evolucion. La

direccion y colocacion de los pelos en el cuerpo del feto son las mismas

que en el adulto, pero están sujetas á una gran variabilidad. La

superficie entera, comprendiendo hasta la frente y las orejas, está

cubierta de este modo de un espeso revestimiento, pero es un hecho

significativo el que las palmas de las manos y las plantas de los piés

quedan completamente desnudas de pelo, como las partes anteriores de las

cuatro extremidades en la mayor parte de los animales inferiores. No

pudiendo ser accidental semejante coincidencia, hemos de considerar la

cubierta vellosa del embrion como un representante rudimentario de la

primera capa de pelos, permanente en los animales que nacen vellosos.

Esta explicacion es mucho más completa y más conforme con la ley

habitual del desarrollo embrionario que la que se ha basado en los raros

pelos diseminados que se encuentran en el cuerpo de los adultos.

Parece que las muelas más posteriores tienden á convertirse en

rudimentarias en las razas humanas más civilizadas. Son más pequeñas que

las demás muelas, caso igual al que ofrecen las muelas correspondientes

del chimpanzé y el orangután, y sólo tienen dos raíces distintas. No

salen antes de tener el individuo diez y siete años, y me han asegurado

que son susceptibles de cariarse más pronto que los demás dientes, cosa

que algunos niegan.

En lo que concierne al tubo digestivo sólo he encontrado un caso de un simple rudimento: el apéndice vermiforme del cæcum.

En los cuadrumanos y algunos otros órdenes de mamíferos, sobre todo

en los carnívoros, existe cerca de la extremidad inferior del húmero una

abertura supracondiloidea, al través de la cual pasa el gran nervio del

miembro anterior y á menudo su arteria principal. Ahora bien; conforme

ha demostrado el doctor Struthers y otros, existen en el húmero del

hombre vestigios de este conducto, que llega á estar algunas veces bien

desarrollado y formado por una apófisis encorvada y completada por un

ligamento. Cuando se presenta, el nervio del brazo lo atraviesa siempre,

lo cual indica evidentemente que es el homólogo y el rudimento del

orificio supra-condiioideo de los animales inferiores. El profesor

Turner calcula que este caso se observa en cerca del 1 por 100 de los

esqueletos actuales.

Hay otra perforacion del húmero, que se puede llamar la

inter-condiloidea, y se observa en distintos géneros de antropoideos y

otros monos, presentándose algunas veces en el hombre. Lo notable es que

este conducto parece haber existido mucho más á menudo en los tiempos

pasados que en los recientes.

En muchos casos las razas antiguas presentan, en ciertas

conformaciones, mayores semejanzas con las de los animales más

inferiores, que las razas modernas, lo cual no deja de ser interesante.

Una de las causas más principales de ello puede consistir en que las

razas antiguas, en la larga línea de la descendencia, se encuentran algo

más próximas que las modernas de sus antecesores primordiales, ménos

distintos de los animales por su conformacion.

Aunque el coxis del hombre no funciona en modo alguno como cola,

representa sin embargo claramente este apéndice de los demás animales

vertebrados. En el primer período embrionario es libre, y como hemos

visto, sobresale de las extremidades posteriores. En ciertos casos raros

y anómalos, segun I. Geoffroy Saint-Hilaire y otros, sábese que ha

llegado á formar un pequeño rudimento externo de cola. El hueso coxis es

corto, no constando ordinariamente más que de cuatro vértebras que

aparecen en estado rudimentario, ya que, exceptuando la de la base,

únicamente presentan la parte central sola. No poseen sino algunos

pequeños músculos, uno de los cuales, segun me ha indicado el profesor

Tumer, ha sido descrito por Theile, viendo en él una reproduccion

rudimentaria del extensor de la cola, tan marcadamente desarrollado en

muchos mamíferos.

En el hombre la médula espinal no pasa de la última vértebra dorsal, ó de la primera lumbar, pero hay un cuerpo filamentoso (filum terminale) que continúa por el eje de las sacras y aun por lo largo de la parte

posterior de la seccion caudal ó region coxígea del espinazo. La parte

superior de este filamento, segun Turner, es, sin duda alguna, el

homólogo del cordon espinal, pero la parte inferior está aparentemente

formada tan sólo por la membrana vascular que la rodea. Aun en este caso

el coxis puede considerarse como si poseyendo un vestigio de una

conformacion tan importante como lo es la de un cordon espinal, aunque

ya sólo esté contenido en un canal huesoso. El hecho siguiente, que me

ha dado á conocer tambien Turner, prueba claramente que el coxis

corresponde á la verdadera cola de los animales inferiores: Luschka ha

descubierto recientemente, en la extremidad de la parte coxígea, un

cuerpo muy particular, enrollado, contínuo con la arteria sacra media.

Este descubrimiento ha inducido á Krause y á Meyer á examinar la cola de

un mono (macaco) y la de un gato, y han encontrado en ambas, aunque no

en la extremidad, un cuerpo enrollado semejante.

El sistema de reproduccion ofrece diversas estructuras rudimentarias,

pero que difieren de los casos precedentes en un punto importante. Ya

no se trata de vestigios de partes que no pertenecen á la especie en

ningún estado efectivo, sino de una parte que está siempre presente y es

activa en un sexo, mientras en el otro aparece como un simple

rudimento. Con todo, la existencia de rudimentos de esta clase es tan

difícil de explicar como los casos precedentes, cuando se quiere admitir

la creacion separada de cada especie. Sabido es que los machos de todos

los mamíferos, incluso el hombre, tienen mamas rudimentarias. Su

identidad esencial está probada por el crecimiento accidental que

ofrecen durante un ataque de sarampion. La construccion homológica de

todo el sistema de miembros de la misma clase es comprensible, si

admitimos su descendencia de un antecesor comun, unida á la adaptacion

subsiguiente de las condiciones diversificadas. No considerándolo de

este modo, la similitud del plan sobre el que están construidas la mano

del hombre ó del mono, el pié del caballo, la paleta de la foca, las

alas del murciélago, etc., es completamente inexplicable. Afirmar que

todas estas partes han sido formadas sobre un mismo plan ideal, no es

dar ninguna explicacion científica. Por lo que hace al desarrollo, segun

el principio de que las variaciones que sobrevienen en un período

embrionario algo tardío son heredadas en una época correspondiente,

podemos explicarnos claramente por qué los embriones de formas muy

distintas conservan aún, más ó ménos perfectamente, la conformacion de

su antecesor comun. Nunca se ha podido explicar de otra manera el hecho

maravilloso de que el embrion de un hombre, perro, foca, murciélago,

reptil, etc., apenas presenten entre sí diferencias apreciables. Para

comprender la existencia de los órganos rudimentarios, basta suponer que

un progenitor de una época remota haya poseído los órganos en cuestion

de una manera completa, y que, bajo la influencia de cambios en las

costumbres vitales, se hayan reducido dichas partes considerablemente,

bien sea por falta de uso, bien por la seleccion natural de los

individuos ménos embarazados con órganos ya supérfluos, junto con los

medios anteriormente indicados.

Así podemos darnos cuenta del modo cómo el hombre y todos los demás

vertebrados han sido construidos con arreglo á un mismo modelo general;

de por qué pasan por las mismas fases primitivas de desarrollo, y de

cómo conservan algunos rudimentos comunes. Deberíamos, por lo tanto,

admitir francamente su comunidad de descendencia, ya que toda otra

opinion sólo puede conducirnos á considerar nuestra conformacion y la de

los animales que nos rodean, como una asechanza preparada para

sorprender nuestro juicio. Basta considerar rápidamente el conjunto de

los miembros de la série animal, y las pruebas que de sus afinidades nos

suministra su clasificacion, su distribucion geográfica y su sucesion

geológica, para que dicha conclusion tenga un sólido apoyo en todas

estas circunstancias. Tan sólo las preocupaciones y la vanidad que

indujeron á nuestros padres á declarar que descendian de semi-dioses,

nos incitan hoy á protestar de una afirmacion contraria. Pero no está

lejano el momento en que se ha de considerar sorprendente que ciertos

naturalistas, perfectos conocedores de la conformacion comparativa del

hombre y de los demás mamíferos, hayan podido creer tanto tiempo que

cada uno de ellos fuese producto de un acto separado de creacion.

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