Capítulo V. Desarrollo de las facultades morales e intelectuales en los tiempos primitivos y en los civilizados
Capítulo V. Desarrollo de las facultades morales e intelectuales en los tiempos primitivos y en los civilizados
Los asuntos de que debo tratar en este capítulo, aunque sólo de una
manera incompleta y en fragmentos, ofrecen el mayor interés. M. Wallace
en un estudio admirable admite, que el hombre, despues de haber
adquirido parcialmente las cualidades intelectuales y morales que lo
distinguen de los animales inferiores, ha debido ser muy susceptible de
modificar su estructura corporal por la seleccion natural ó por otros
medios, ya que sus facultades le ponen en estado «de conservar, en
armonía con un universo que cambia contínuamente, un cuerpo que no
cambia.» Él hombre tiene la gran facultad de adaptar sus hábitos á
nuevas condiciones de existencia. Inventa armas, herramientas, y
diversas estratagemas, con ayuda de las cuales se defiende y se procura
medios de subsistencia. Cuando emigra á un clima más frio, se hace
vestidos, construye viviendas y enciende fuego; gracias á este último
medio convierte en buenos alimentos los que de otro modo serian
imposibles de digerir. Auxilia de diversas maneras á sus compañeros, y
prevé los acontecimientos futuros. Ya desde un período muy remoto ha
debido practicar la division del trabajo.
Por otra parte, los animales inferiores deben haber modificado su
conformacion corporal para poder subsistir en condiciones notablemente
cambiadas. Ha sido necesario que hayan llegado á ser más vigorosos, ó á
estar armados de dientes ó de garras más fuertes para defenderse de sus
enemigos, ó á reducir el volúmen de su cuerpo á fin de poder escapar más
fácilmente al peligro de ser descubiertos. Cuando emigran á un clima
más frio es preciso, ó que les crezca un pelaje más espeso, ó que se
modifique su constitucion, sin lo cual dejarian de existir.
Sin embargo, segun afirma con razon M. Wallace, el caso es muy
distinto en lo que atañe á las facultades morales ó intelectuales del
hombre. Estas facultades son variables, y tenemos muchos motivos para
creer que sus variaciones tienden á ser hereditarias. Por consiguiente,
si otras veces dichas facultades han tenido una gran importancia para el
hombre primitivo y sus antecesores simio-humanos, se habrán
perfeccionado y progresado por seleccion natural. No puede ponerse en
duda la elevada importancia de las facultades intelectuales, ya que á
ella debe el hombre, sobre todo, su posicion preeminente en el mundo. En
los Estados de sociedad primitivos, los individuos más sagaces, los que
han inventado y empleado las mejores armas ó lazos, y han sabido
defenderse mejor, son los que habrán tenido más numerosa descendencia.
Las tribus que contaban con mayor número de hombres tan bien dotados,
habrán aumentado, suplantando á las demás. Su número depende, en primer
lugar, de los medios de subsistencia, y estos, en parte, de la
naturaleza física del país, y, en mayor grado, de las artes que en él se
cultiven. Cuando una tribu triunfa y se aumenta, puede acrecentarse
todavía más, absorbiendo otras tribus. La talla y la fuerza de los
hombres de una tribu deben tambien ser muy importantes para alcanzar la
victoria, y esas condiciones dependen mucho de la clase y abundancia de
alimentos de que pueden disponer. Los hombres de la edad de bronce en
Europa, fueron reemplazados por una raza más fuerte, que á juzgar por
las empuñaduras de sus sables, tenia la mano más grande; pero su triunfo
ha sido probablemente resultado de su superioridad en las artes.
Todo lo que sabemos de los salvajes, que ignoran por completo la
historia de sus antepasados, y lo que podemos inferir de sus tradiciones
y de sus monumentos antiguos, nos muestra que, desde las épocas más
remotas, unas tribus han logrado suplantar otras. En todas las regiones
civilizadas del globo, y así en las desiertas llanuras de la América,
como en las islas perdidas en el Océano Pacífico, se han hallado
vestigios y restos de tribus extinguidas ú olvidadas. Hoy las naciones
civilizadas reemplazan, en todas partes, á las bárbaras, exceptuando en
las regiones donde el clima opone á su paso una barrera mortal; y si
triunfan siempre, lo deben principal, aunque no exclusivamente, á sus
artes, producto de su inteligencia. Es, pues, muy probable que las
facultades intelectuales del género humano se hayan perfeccionado
gradualmente por seleccion natural. Seria interesante en grado máximo el
describir el desarrollo de cada facultad distinta, desde el estado en
que se encuentra en los animales inferiores, hasta el que alcanza en el
hombre; pero el realizarlo es muy superior á mis fuerzas y
conocimientos.
No debe pasar desapercibido que tan pronto como los antecesores del
hombre llegaron á ser sociales (lo que probablemente fué muy pronto), el
progreso de las facultades intelectuales habrá sido ayudado y
modificado de una manera importante, de lo cual sólo encontramos
vestigios en los animales inferiores, á saber, el principio de
imitacion, junto con la razon y la experiencia. Los monos inclínanse
sobremanera á la imitacion, lo propio que los salvajes más inferiores; y
el solo hecho ya indicado de que pasado algun tiempo es imposible coger
á un animal en un mismo sitio y con una misma clase de lazo, prueba que
saben imitar sus precauciones recíprocas, aleccionados por la
experiencia. Si en una tribu un hombre más
sagaz inventaba un lazo ó una arma nueva, ó cualquier otro medio de
ataque ó de defensa, el más simple interés, sin necesidad de un gran
raciocinio, impulsaria á los demás individuos á imitar á aquel y de este
modo todos se aprovecharian de ello. Debe tambien fortalecer en algun
grado la inteligencia, la práctica habitual de cada nuevo arte. Si la
nueva invencion era importante, la tribu aumentaria en número, se
propagaria, y suplantaria á las demás. En una tribu que haya llegado por
tal manera á ser más numerosa, habria siempre mayor probabilidad de que
naciesen otros individuos superiores é inventivos. Trasmitiendo estos á
sus hijos su superioridad mental seria algo mayor la citada
probabilidad, y aun más seguramente en una tribu pequeña. Aun en el caso
de que no dejasen hijos, sus parientes consanguíneos quedarian en la
tribu. Todos los que se dedican á la cria de animales han visto que
conservando y reproduciendo individuos de la familia del animal que, en
el matadero, se ha visto ser más abundante en libras, se han obtenido
productos que presentaban los caracteres deseados.
Pasemos á ocuparnos de las facultades sociales y morales. Para que
los hombres primitivos ó nuestros antecesores simio-humanos hayan
llegado á ser sociales, es necesario que hayan adquirido los mismos
sentimientos instintivos que impulsan á los demás animales á vivir en
comunidad, y es probable que manifestaran la misma disposicion general.
Habrán sentido pesadumbre al ser separados de sus compañeros, á quienes
tuviesen afecto; deben haberse advertido el peligro y ayudádose
recíprocamente en casos de ataque ó de defensa. Todo esto implica cierto
grado de simpatía, de fidelidad y de valor. Unas cualidades sociales de
tal naturaleza, cuya importancia para los animales inferiores nadie
puede negar, han de haber sido adquiridas por los antecesores del hombre
de la misma manera, es decir, por seleccion natural, unida al hábito
hereditario. Cuando dos tribus de hombres primitivos, habitando el mismo
país, han entrado en competencia, si una de ellas (siendo iguales para
ambas las demás circunstancias) contaba con mayor número de individuos
valerosos, dispuestos siempre á advertirse el peligro, á ayudarse y á
defenderse, no es dudoso que obtuviera la victoria, y venciese á la
otra. Conviene no olvidar la gran importancia que la fidelidad y el
valor deben tener en las guerras que contínuamente traban los salvajes.
La superioridad que las tropas disciplinadas tienen sobre las hordas que
no lo están, resulta principalmente de la confianza que cada individuo
tiene en sus camaradas. La obediencia, como prueba Bagehot, es condicion
capitalísima, dado que una forma cualquiera de gobierno es preferible á
la anarquía. Los pueblos egoistas y pendencieros carecen de esta
coherencia, sin la cual nada es posible. Una tribu que poseyese en grado
superior las cualidades precitadas, se evtenderia y triunfaria sobre
las demás; pero, á juzgar por la historia del pasado, tambien á su vez
seria vencida por otra tribu, aun mejor dotada que ella. De este modo
las cualidades morales y sociales propenden siempre á progresar
lentamente y á difundirse por el mundo.
Pero, se preguntará, ¿cómo han sido, en un principio, dotados de
estas cualidades sociales y morales, tantos individuos, en los límites
de una misma tribu? ¿De qué modo se ha elevado el nivel de perfeccion?
Es muy dudoso que los descendientes de padres más bondadosos ó más
fieles á sus compañeros, hayan sido engendrados en mayor número que los
de los individuos egoistas y pérfidos, de la tribu. El individuo que
prefiere sacrificar su vida antes que hacer traicion á los suyos,
probablemente no deja tal vez hijos que hereden su noble naturaleza. Los
hombres más valientes, que luchan siempre en la vanguardia y exponen su
vida por sus semejantes, suelen sucumbir por lo regular en mayor número
que los demás. Apenas parece posible, por lo tanto (admitiendo que sólo
nos ocupemos de una tribu victoriosa sobre otra), que el número de
hombres dotados de estas virtudes, ó el grado de perfeccion, hayan
podido aumentar por seleccion natural, ó sea por sobrevivir el más apto.
Aunque las circunstancias que determinan un aumento en el número de
hombres bien dotados en una misma tribu, sean demasiado complejas para
que las sigamos claramente, podemos recordar algunas de las etapas
probablemente recorridas. En primer lugar, mejorándose el raciocinio y
la prevision de los individuos de aquella, cada uno aprende pronto, por
experiencia, que si ayuda á sus semejantes, estos le ayudarán á su vez.
Ya este móvil poco elevado, acostumbrándole á efectuar actos de bondad,
podria fortalecer ciertamente el sentimiento de la simpatía, que imprime
la primera tendencia á las buenas acciones. Los hábitos seguidos
durante muchas generaciones, se encaminan á convertirse en hereditarios.
Hay todavía otro estímulo más poderoso para el desarrollo de las
virtudes sociales: el aplauso y la censura de nuestros semejantes. El
amor al elogio ó el temor del vituperio, débanse primitivamente al
instinto de la simpatía, el cual se ha adquirido sin duda, como todos
los demás instintos sociales, por seleccion natural. Excusado es decir
que no podemos saber en qué período del desarrollo de los antecesores
del hombre, han llegado estos á ser capaces del sentimiento que les hace
anhelar el elogio ó temer la censura de sus semejantes. Sin embargo,
los perros mismos son sensibles al estímulo; al elogio ó á la
reprobacion. Los salvajes más groseros experimentan el sentimiento de la
gloria, como lo prueba evidentemente la importancia que conceden á la
conservacion de los trofeos, frutos de sus proezas, su jactancia
extremada, y los excesivos cuidados que se toman para adornar y
embellecer, á su modo, su cuerpo: tales costumbres no tendrian razon de
ser si no hiciesen caso alguno de la opinion de sus camaradas.
Es de suponer que, ya en una época muy remota, el hombre primitivo
podia sentir la influencia del elogio y de la reprobacion de sus
semejantes, y que los miembros de la misma tribu aprobaran toda conducta
que les pareciese favorable al bien general, y probasen la que le
perjudicase. Hacer el bien á los demás—hacer con los otros lo que
quieras que te hagan ellos—es la piedra fundamental del edificio de la
moral. Es imposible amenguar la importancia que el amor al elogio y el
miedo á la reprobacion han debido tener, aun en tiempos muy atrasados.
El hombre á quien un sentimiento profundo é instintivo no impulsase á
sacrificar su vida por el bien ajeno, podia, con todo, ser impulsado á
realizar semejantes actos por un sentimiento ambicioso de gloria, para
excitar, con un ejemplo, el mismo deseo en otros, fortaleciendo así por
la práctica la noble necesidad de la admiracion. Con tales actos
favoreceria más á la tribu, que dejando en ella una prole numerosa,
heredera de su grande y orgulloso carácter.
Un aumento de experiencia y de raciocinio permite al hombre
comprender las más remotas consecuencias de sus acciones; y las virtudes
personales, como la templanza, la castidad, etc., que eran desconocidas
en los primeros períodos, acaban por ser apreciadas, y aun tenidas como
sagradas. No necesito repetirlo que sobre este particular he escrito en
el capítulo tercero. Lo que constituye en conjunto nuestro sentido
moral ó conciencia, es un sentimiento complicado, que nace de los
instintos sociales; está principalmente dirigido por la aprobacion de
nuestros semejantes; lo reglamenta la razon, el interés, y en tiempos
más recientes, los sentimientos religiosos profundos; y lo fortalece la
instruccion y el hábito.
Es preciso no olvidar que aunque un grado muy elevado de moralidad no
dá á cada individuo y á sus hijos, sino pocas ó nulas ventajas sobre
los demás hombres de la misma tribu, todo progreso llevado al nivel
medio de la moralidad, y un aumento en el número de los individuos bien
dotados bajo este aspecto, procurarian positivamente á esta tribu una
ventaja sobre otra cualquiera. No cabe duda alguna de que una tribu que
comprenda muchos miembros llenos de un gran espíritu de patriotismo, de
fidelidad, de obediencia, de valor y de simpatía, prontos á auxiliarse
mútuamente y á sacrificarse por el bien comun, triunfará sobre la gran
mayoría de las demás, realizándose una seleccion natura!. En todos los
tiempos y en el mundo entero, unas tribus han predominado sobre las
otras; y siendo la moralidad uno de los elementos para alcanzar la
victoria, el número de los hombres en quienes se eleva el nivel moral,
tiende siempre á aumentar.
Es difícil determinar, sin embargo, porqué una tribu dada habrá
logrado elevarse, con preferencia á otra, en la escala de la
civilizacion.. Muchos salvajes se encuentran en las mismas condiciones
en que se hallaban cuando se descubrió su país hace algunos siglos.
Conforme ha hecho observar M. Bagehot, nos inclinamos á considerar el
progreso como regla normal de la sociedad humana; pero la historia
refuta esta opinion. Los antiguos no tenian la menor idea de ella, como
tampoco la tienen las naciones actuales del Oriente. Según otra
autoridad, M. Maine, «la mayor parte de la humanidad no ha demostrado
nunca ningun deseo de ver mejorar sus instituciones civiles.» El
progreso parece depender de la reunion de un gran número de condiciones
favorables, demasiado complicadas para seguirlas. Hase notado, con todo,
que un clima frio ha favorecido y casi ha sido indispensable para el
logro de este resultado, dando impulso á la industria y á las diversas
artes. Los Esquimales, obedeciendo á la dura ley de la necesidad, han
llegado á hacer muchas invenciones ingeniosas; pero el rigor excesivo de
su clima ha impedido, en cambio, su progreso contínuo. Los hábitos
nómadas del hombre tanto en las dilatadas llanuras, como en los espesos
bosques de los trópicos y como en el litoral, le han sido, en todos los
casos, altamente perjudiciales. Cuando tuve ocasion de observar los
habitantes bárbaros de la Tierra de Fuego, quedé sorprendido al ver
hasta qué punto la posesion de un terreno, de un hogar fijo, y la union
de muchas familias á las órdenes de un jefe, son condiciones necesarias é
indispensables de la civilizacion. Estos hábitos más tranquilos
reclaman el cultivo del suelo, y los primeros pasos dados en el camino
de la agricultura deben haber sido el resultado probable de una
casualidad, como la de que las simientes de un árbol frutal cayeran en
un terreno favorable y produjeran una variedad más hermosa. Sea como
fuere, el problema relativo á los primeros pasos que los salvajes han
dado en la via de la civilizacion, es todavía de muy difícil solucion.
La seleccion natural en su accion sobre las naciones civilizadas.—En
el anterior capítulo, y en el principio del presente, he considerado
los progresos efectuados por el hombre, á partir de la condicion
primitiva semi-humana, hasta su estado actual en los países en que
todavía el hombre se encuentra en estado salvaje. Creo deber añadir aquí
algunas observaciones, relativas á la accion de la seleccion natural
sobre las naciones civilizadas. Este asunto ha sido muy bien discutido
por M. R. Greg, y anteriormente por Wallace y Galton. La mayor parte de
mis observaciones están basadas en las de estos autores.
Entre los salvajes, los individuos de cuerpo ó espíritu débil
desaparecen muy pronto, y los que sobreviven se distinguen
ordinariamente por su vigorosa salud. Los hombres civilizados nos
esforzamos en detener la marcha de la eliminacion; construimos asilos
para los idiotas y los enfermos, legislamos sobre la mendicidad, y
nuestros médicos apelan á toda su ciencia para conservar el mayor tiempo
posible la vida de cada individuo. Hay muchísimas razones para creer
que la vacuna ha salvado la vida á millares de personas que, á causa de
la debilidad de su constitucion, hubieran sucumbido á los ataques
variolosos. Aprovechando tales medios, los miembros débiles de las
sociedades civilizadas propagan su especie. Cuantos se han ocupado en la
reproduccion de los animales domésticos pueden calcular lo perjudicial
que debe ser esto último á la raza humana. Sorprende el ver de qué modo
la falta de cuidados, ó tan sólo los cuidados mal dirigidos, pueden
ocasionar una rápida degeneracion en una raza doméstica; y, exceptuando
los casos relativos al hombre mismo, nadie es tan ignorante que permita
que se reproduzcan sus animales más defectuosos.
Los socorros que nos inclinamos á dar á los séres enfermizos son
principalmente un resultado accesorio del instinto simpático, adquirido
originariamente como parte inherente á los instintos sociales, y que
sucesivamente ha ido siendo más compasivo y extendiéndose más. Aunque á
ello nos obligasen razones perentorias, no podríamos reprimir nuestra
simpatía, sin sentirnos acerbamente heridos en la parte más noble de
nuestra naturaleza. El médico practica una operacion quirúrgica con
cierta indiferencia é insensibilidad, pero se muestra así porque sabe
que se trata de la salud de un paciente; sólo por una ventaja fortuita
no atenderíamos adrede al socorro de los séres raquíticos y enfermizos,
pero en cambio nos resultaria de ello un perjuicio moral positivo y
duradero. Por lo tanto debemos admitir, sin protestar, los malos
efectos, á todas luces, que resultan de la supervivencia y de la
propagacion de los individuos enfermizos, toda vez que los atenúa la
circunstancia de que los miembros demasiado débiles é inferiores de la
sociedad se casan ménos fácilmente que los sanos. Este freno podria
llegar á tener una eficacia real, si los débiles de cuerpo y espíritu se
abstuviesen de contraer matrimonio, cosa más de desear que de esperar.
En todos los países civilizados el hombre acumula su propiedad y la
transmite á sus hijos. De ello resulta que no todos los hijos, en un
país, parten de un punto mismo, al emprender el camino de la lucha, á
cuyo término se encuentra la victoria; pero este mal encuentra su
compensacion en que sin la acumulacion de los capitales las artes no
progresan, debiéndose principalmente á estas el que las razas
civilizadas hayan extendido y extiendan hoy por todas partes su dominio,
reemplazando á las razas inferiores. La acumulacion moderada de la
fortuna no causa ninguna demora á la marcha de la seleccion natural.
Cuando un hombre pobre llega á ser rico, sus hijos se dedican á oficios ó
profesiones, en los que no deja de ejercerse la lucha, teniendo más
probabilidad de triunfar los individuos más favorecidos de cuerpo ó de
espíritu. La existencia de una clase de hombres que no están obligados á
ganar su subsistencia con el trabajo material, tiene una importancia
inapreciable; porque les incumbe todo el trabajo intelectual superior,
del que dependen principalmente los progresos materiales de toda clase, á
la par que otras ventajas de mayor entidad. Una fortuna considerable
tiende, sin duda, á transformar al hombre en un vago inútil, pero su
número es siempre reducido, porque, á consecuencia de cierto grado de
eliminacion, vemos cada dia personas ricas, insensatas y de una conducta
desarreglada, que disipan todos sus bienes.
El mayorazgo con sustitucion de bienes, es un perjuicio más directo,
por más que en otras épocas haya sido ventajoso, creando una clase
dominante. Los primogénitos, aunque sean débiles de cuerpo ó espíritu,
generalmente se casan, al paso que muchas veces no hacen lo propio los
demás hijos, por más que posean buenas condiciones físicas é
intelecluales. Los primogénitos, por indignos que sean, no pueden
derrochar su fortuna. Los hombres ricos por derecho de primogenitura,
pueden escoger, de generacion en generacion, por esposas las mujeres más
bellas y más encantadoras, y probablemente las que estén dotadas de
buena constitucion física á la par que de actividad intelectual. Sean
cuales fueren las consecuencias perjudiciales de la conservacion
contínua de la misma línea de descendencia, sin ninguna seleccion, las
atenúan los hombres de elevado rango que tratando de acrecentar siempre
su fortuna y su poder, lo consiguen casándose con herederas. Pero las
hijas únicas hállanse expuestas, como lo ha probado M. Galton, á ser
estériles, lo que, interrumpiendo contínuamente la línea directa de las
familias nobles, traspásala fortuna á alguna rama colateral, la cual,
desgraciadamente, no se distingue por una superioridad de ninguna
especie.
Aunque la civilizacion se oponga algunas veces, del modo citado, á la
seleccion natural, favorece por otra parte aparentemente el mejor
desarrollo del cuerpo, por la bondad de la alimentacion y la exencion de
fatigas corporales penosas. Así, al ménos, puede inferirse de que en
todas partes donde han sido comparados los hombres civilizados con los
salvajes se ha visto que los primeros eran más vigorosos que los
segundos, y que al parecer resisten mejor las fatigas y privaciones,
como lo han probado muchas expediciones aventureras y atrevidas.
Pasemos á examinar ahora las facultades intelectuales aisladamente.
Si en cada grado social se reunieran los individuos en dos grupos
iguales, incluyendo en el uno todos los que fuesen intelectualmente
superiores, y en el otro los que lo fuesen ménos, no es dudoso que los
primeros tendrian más éxito en todas sus empresas, y criarian más hijos.
Hasta en las situaciones inferiores de la vida, la habilidad y el
talento ofrecen cierta ventaja, aunque en muchas ocupaciones esta no
debe ser mucha á causa de la gran division del trabajo. Por lo tanto, se
observaria en las naciones civilizadas alguna tendencia al aumento del
número y á la elevacion del nivel de los que tendrian más capacidad
intelectual. No pretendo afirmar con esto que esta tendencia no pueda
ser neutralizada por otras circunstancias, tales como la multiplicacion
de los individuos indolentes y poco previsores, pero el talento, aun
para estos últimos, debe ser ventajoso.
Opónese con frecuencia á estas ideas el hecho de que los hombres más
eminentes no han dejado hijos que heredasen su gran inteligencia. M.
Galton dice: «Siento no poder resolver la cuestion de si los grandes
genios, hombres y mujeres, son estériles y hasta qué punto. Pero he
probado que este no es el caso de los hombres eminentes.» Los grandes
legisladores, los fundadores de religiones bienhechoras, los filósofos, y
hombres científicos, han contribuido mucho más á los progresos de la
humanidad con sus obras, de lo que lo hubieran hecho dejando una
numerosa prole. Respecto de las conformaciones físicas, lo que determina
el mejoramiento de una especie es la seleccion de los individuos mejor
dotados, la eliminacion de los que lo están ménos, pero no la
conservacion de anomalías raras y marcadas. Lo mismo sucede con las
facultades intelectuales: los hombres más inteligentes, en todas las
categorías sociales, aventajan á los ignorantes, y tienden por lo tanto á
aumentar numéricamente, si no se presentan otros obstáculos. Cuando en
una nacion se ha elevado el nivel intelectual, y ha aumentado el número
de los hombres ilustrados, es fácil ver aparecer más á menudo que antes,
hombres de génio segun un promedio indicado por. M. Galton, deducido de
la ley de desviacion.
Por lo que hace á las cualidades morales, progresan siempre bajo el
punto de vista de alguna eliminacion de las disposiciones nocivas, aun
en las naciones más civilizadas. Los malhechores son ejecutados ó bien
encarcelados mucho tiempo, lo cual les impide transmitir libremente sus
malas cualidades. Los locos y los hipocondríacos ó viven en reclusion, ó
acaban muchas veces por suicidarse. Los hombres pendencieros y de
carácter violento encuentran á menudo una temprana muerte, y los que,
volubles en demasía, no pueden ser constantes en ninguna ocupacion
(resto de barbarie que es un gran obstáculo á la civilización) suelen
emigrar á nuevos países, donde se convierten en activos trabajadores. La
intemperancia es tan destructora que, á la edad de 30 años, la
probabilidad de vida para los intemperantes es sólo de 13'8 años,
mientras que se eleva á 40'59 para el campesino inglés de la misma edad.
Las mujeres de costumbres disolutas tienen pocos hijos, los hombres
libertinos rara vez se casan; ambos sufren contínuas enfermedades En la
reproduccion de los animales domésticos, la eliminacion de los
individuos, por otra parte poco numerosos, que son decididamente
inferiores, constituye uno de los mayores elementos de éxito. Esto es
sobremanera cierto en los caracteres que tienden á reaparecer por
reversion, tales como el color negro en el carnero; y en fa humanidad
algunas malas inclinaciones, que á veces y sin causa aparente,
reaparecen en las familias, serán quizás reversiones hácia un estado
salvaje del que no nos encontramos separados por un número demasiado
grande de generaciones.
Mientras sólo se trata de un nivel elevado de moralidad, y de un
número creciente de hombres bien dotados de ella, la seleccion sólo
parece obrar débilmente en las naciones civilizadas, por más que á ella
se deba la primera adquisicion de los instintos sociales. Tratando de
las razas inferiores me he detenido bastante en las causas que motivan
el progreso de la moralidad, como son: la aprobacion de nuestros
iguales,—el afianzamiento de nuestras simpatías por el hábito,—el
ejemplo y la imitacion,—el raciocinio,— la experiencia y el interés
individual, —la instruccion en la juventud y los sentimientos
religiosos.
En las sociedades civilizadas existe un importante obstáculo que
impide el aumento de los hombres de una clase superior, sobre el cual
han insistido principalmente M. Greg y M. Galton, y este obstáculo es
que los pobres y lso indolentes, á menudo degradados por el vicio, se
casan invariablemente muy jóvenes; mientras que las personas prudentes y
económicas se casan tarde para procurarse mejor su subsistencia y la de
sus hijos. Los que que se casan pronto producen, en un período dado, no
sólo mayor número de generaciones, sino tambien, como lo ha hecho notar
el doctor Duncan, muchos más hijos. Además los hijos nacidos de madres
en la flor de su edad, crecen más y son más robustos, y, por lo tanto,
probablemente más vigorosos que los que nacen en otros períodos. De esto
resulta que los individuos perezosos, degradados y á menudo viciosos,
tienden á aumentar más rápidamente que los que son más prudentes, y
ordinariamente más razonables. Hé aquí lo que sobre este particular dice
M. Greg: «El Irlandés, súcio, inepto, poco ambicioso, se multiplica
como el conejo; el Escocés, sobrio, previsor, respetuoso consigo mismo y
noblemente ambicioso, de una moralidad rígida, espiritualista en su fé,
sagaz é inteligente, pasa los mejores años de su vida luchando con el
celibato, se casa tarde y deja pocos descendientes. Suponiendo que un
país primitivo estuviese poblado por mil Sajones y mil Celtas, al cabo
de doce generaciones, los cinco sextos de la poblacion serian Celtas,
pero los cinco sextos del aseo, de la fuerza y de la inteligencia
pertenecerian á la sexta parte de la poblacion oriunda de los Sajones.
En la eterna lucha por la existencia, la raza inferior y la ménos favorecida seria la que hubiera prevalecido, y no á causa de sus buenas cualidades, sino de sus defectos.»
Esta propension á una marcha descendente tropieza sin embargo con
algunos obstáculos. Hemos visto que la intemperancia es causa de una
gran mortalidad, y que el desarreglo de las costumbres perjudica á la
propagacion. Las clases más pobres se condensan excesivamente en los
grandes centros de poblacion, y el doctor Stark, basándose en
estadísticas de diez años referentes á Escocia, ha podido afirmar que,
para todas las edades, la mortalidad es más considerable en las ciudades
que en los distritos rurales, «y que, durante los cinco primeros años
de la vida, la cifra de la mortalidad urbana es casi exactamente doble
que la de los campos.» Comprendiendo estos datos lo mismo á los ricos
que á los pobres, no es dudoso que se requiera un número doble de
nacimientos para mantener la cifra de los habitantes pobres de las
ciudades, á la altura de la de los campesinos. El casamiento á una edad
precoz es muy perjudicial á las mujeres, porque se ha visto que en
Francia «mueren durante el año doble número de mujeres casadas antes de
los veinte años, que de solteras.» La mortalidad de los maridos menores
de veinte años es tambien considerable, pero su causa dudosa,
finalmente, si los hombres que aplazan prudentemente su casamiento hasta
que puedan subvenir con desahogo á las necesidades de la familia,
escogiesen, como lo hacen á menudo, mujeres en la flor de la edad, sólo
disminuiria ligeramente el tipo de aumento en la mejor clase.
En vista de una inmensa coleccion de documentos estadísticos
recogidos en Francia en 1853, se ha podido comprobar que en este país
los solteros, comprendidos entre los veinte y veinte cuatro años, mueren
en una proporcion mayor que los casados; por ejemplo, la proporcion de
solteros que fallecen entre los veinte y treinta años, era anualmente de
11'3 por 1,000; la de los casados de la misma edad sólo era de 6'5 por
1,000; ley que ha resultado ser exactamente la misma, durante los años
1863 y 1864, para la poblacion mayor de veinte años en Escocia. De modo
que la mortalidad de los solteros, de veinte á treinta años, era
anualmente de 14'97 por 1,000, y la de casados sólo de 7'24 por 1,000;
es decir ménos de la mitad. A propósito de esto dice el doctor Stark:
«El celibato es más perjudicial á la vida que los oficios más
anti-higiénicos, ó que la residencia en una casa ó un distrito insalubre
que nunca se hubiese intentado sanear.» Considera que la disminucion de
la mortalidad es un resultado directo del «matrimonio y de las
costumbres domésticas más regulares que acompañan á este estado.»
Admite, con todo, que las clases intemperantes, disolutas y criminales,
cuya vida es corta, por lo comun, no se casan y tampoco tratan mucho de
contraer matrimonio, ó lo efectúan los hombres enfermizos, de una
constitucion débil, ó aquejados de alguna enfermedad grave, corporal ó
intelectual. El doctor Stark parece inclinado á afirmar que el
matrimonio es en sí mismo una causa de longevidad, por haber observado
que los hombres casados viejos tenian, bajo este punto de vista, una
señalada ventaja sobre los solteros de la misma avanzada edad; pero
todos hemos visto ejemplos de hombres, que, disfrutando escasa salud
cuando jóvenes, no se han casado, y, con todo, han llegado á una edad
avanzada, aunque continuando en su primer estado, y teniendo, por
consiguiente, ménos probabilidades de vida. Otra circunstancia notable
parece venir á continuar la conclusion de Stark, y es que en Francia los
viudos y las viudas, comparados con los casados, experimentan una
mortalidad muy notable; aunque el doctor Farr la atribuye á la pobreza, á
las costumbres perjudiciales que pueden resultar de la ruptura de los
lazos de familia, y á la tristeza. En resúmen, podemos admitir con el
doctor Farr, que la menor mortalidad de las personas casadas, comparadas
con las célibes, que parece ser una ley general, «depende
principalmente de la eliminacion constante de los tipos imperfectos, y
de la seleccion hábil de los mejores individuos en cada generacion
sucesiva,» ya que la seleccion sólo puede tener efecto con el estado del
matrimonio, é influye en todas las cualidades corporales, intelectuales
y morales. Podemos, pues, inferir que los hombres sanos, que, por
prudencia, continúan por un espacio de algun tiempo solteros, no por
esto experimentan una relacion de mortalidad más elevada.
Si los diversos obstáculos que hemos detallado en los dos últimos
párrafos, y otros aun tal vez desconocidos, no impiden en algun modo que
los miembros indolentes, viciosos ó en cualquier modo inferiores de la
sociedad, aumenten en una proporcion más rápida que los superiores, la
nacion degenerará, como con demasiada frecuencia se ha visto en la
historia. Difícil en grado sumo es dar con la causa por la que una
nacion llega á ser más poderosa y se extiende en mayor escala que otra; ó
por qué una misma nacion progresa más en unas épocas que en otras. Sólo
podemos decir que semejante resultado depende de un aumento de
poblacion, del número de hombres dotados de altas facultades
intelectuales y morales, como tambien de su nivel de perfeccion. La
estructura corporal, descartando la correspondencia necesaria entre el
vigor del cuerpo y el de la inteligencia, parece ejercer muy poca
influencia.
Algunos autores han llegado hasta á afirmar que siendo ventajosas á
una nacion las elevadas aptitudes intelectuales, los antiguos Griegos,
que por ciertos conceptos descollaron sobre las demás razas, habrian
debido elevarse todavía más en la série, aumentar en número, y poblar la
Europa entera, si la fuerza de la seleccion natural hubiere sido
verdadera. Este argumento encierra una suposicion tácita, hecha con
frecuencia, relativamente á las conformaciones corporales, la de que
existiria una propension innata al desarrollo contínuo del espíritu y
del cuerpo. Pero toda especie de seleccion progresiva depende del
concurso de un cúmulo de circunstancias favorables. La seleccion natural
obra siempre tan sólo de una manera experimental. Individuos y razas
que han adquirido ventajas innegables, han podido, á pesar de ello,
sucumbir por la carencia de otros caractéres. Los antiguos Griegos
pueden haber retrogradado á causa de faltar la cohesion entre sus
pequeños y numerosos estados, á causa de la poca extension del país
entero, de la práctica de la esclavitud, ó de un excesivo sensualismo;
pues no sucumbieron sino cuando llegaron «á enervarse y corromperse
hasta la médula de los huesos.» Las naciones de la Europa occidental,
que en la actualidad aventajan en tan alto grado á sus antecesores
salvajes, y marchan al frente de la civilizacion, deben poco ó nada de
su superioridad á la herencia directa de los antiguos Griegos, por más
que hayan de estar agradecidas á las obras escritas por este pueblo
admirable.
¿Quién puede decir positivamente por qué la nacion española, tan
preponderante en otros tiempos, ha quedado tan atrasada en la senda del
progreso? El súbito despertamiento de las naciones europeas de las
épocas más atrasadas, es tambien otro problema de difícil resolucion. En
esa edad pasada, como hace notar M. Galton, casi todas los hombres
distinguidos que se consagraban á la meditacion y al cultivo de la
inteligencia, no tenian más refugio que la Iglesia, y como esta
prescribia el celibato, ejercia de este modo una influencia funestísima
en cada generacion sucesiva. Durante este período fué cuando la
Inquisicion, con un cuidado extremo, buscaba para quemarlos en los autos de fé,
ó para encerrarlos en sus calabozos, á los hombres de un espíritu más
independiente y más atrevido. Sólo en España, los hombres que formaban
la parte más selecta de la nación—los que dudaban é interrogaban, porque
sin la duda no hay progreso— fueron eliminados, por espacio de tres
siglos, á razon de un millar por año. El mal que ha causado así el
fanatismo es incalculable, por más que haya sido compensado de otros
modos, hasta cierto punto. A pesar de esto, la Europa ha progresado con
una rapidez incomparable.
Las ventajas notables que los Ingleses han tenido como colonizadores
sobre las demás naciones europeas; la superioridad demostrada por la
comparacion entre los progresos realizados por los Canadienses de orígen
inglés y francés, se han atribuido «á su energía emprendedora y audaz»;
pero, ¿quién puede decir cómo han adquirido los Ingleses esta energía?
La opinion de que los maravillosos progresos de los Estados-Unidos, como
tambien el carácter de su pueblo, son los resultados de la seleccion
natural de los hombres más atrevidos, enérgicos y emprendedores de todos
los puntos de Europa, que durante las diez ó doce últimas generaciones
han emigrado á ese gran país, prosperando rápidamente en él; esa
opinion, decimos, es bastante verosímil. Considerando el porvenir, no
creo exagerada la opinion del Reverendo M. Zincke, cuando dice; «Todas
las demás séries de acontecimientos,—como las que han resultado de la
cultura intelectual en Grecia, y las que ha ofrecido el imperio
romano—sólo parecen tener objeto y valor cuando se las enlaza ó mejor
cuando se las considera subsidiarias á la gran corriente de emigracion
anglo-sajona dirigida hácia el Oeste. Por oscuro que sea el problema del
progreso de la civilizacion, podemos siquiera ver que una nacion que,
durante un largo período, ha producido mayor cantidad de hombres de
elevada inteligencia, enérgicos, bravos, patriotas y humanitarios,
prevalecerá en general sobre las ménos civilizadas.
La seleccion natural resulta de la lucha por la existencia, y esta de
la rapidez de la multiplicacion. Es imposible que no deploremos
amargamente—dejando aparte la cuestion de si hay ó no razon para ello—
la prontitud con que el hombre tiende á aumentar en número, prontitud
que impulsa á las tribus bárbaras á la práctica del infanticidio y otros
males, y produce en las naciones civilizadas la miseria abyecta, el
celibato, y los matrimonios tardíos, en las personas previsoras.
Debiendo el hombre sufrir los mismos males físicos que los demás
animales, no tiene ningun derecho á eximirse de aquellos que resultan
del combate por la vida. Si no hubiese estado sometido á la seleccion
natural, de seguro que nunca se elevara al rango humano. Cuando vemos,
en muchas partes del globo, inmensas superficies de fertilísimo suelo
pobladas tan sólo por algunos salvajes nómadas, cuando en ellas
encontrarian cómodo albergue y alimento numerosas familias, podria
argüirse que la lucha por la vida no se ha cumplido con todo el rigor
necesario para impulsar al hombre hácia delante y remontarle á su nivel
más elevado. A juzgar por lo que sabemos del hombre y de todos los
animales inferiores, sus facultades intelectuales y morales han sido
siempre sobrado variables, para que la seleccion natural pudiese
determinar su perfeccionamiento indefinido. Esta progresion reclama, sin
duda, el concurso simultáneo de numerosas circunstancias favorables;
pero, aun en este caso, podríamos dudar de que hubiesen sido
suficientes, sin la condicion de una multiplicacion rapidísima y del
excesivo rigor del combate por la vida, que es su consecuencia
necesaria.
Pruebas de que todas las naciones civilizadas han sido salvajes en otras épocas.—Como debemos seguir los grados por los cuales alguna criatura semi-humana ha
llegado á elevarse paulatinamente á la categoría humana en un estado
más perfecto, no podemos pasar por alto este asunto. Puedo en cambio
limitarme, ya que lo han tratado tan extensa y notablemente Sir J.
Lubbock, M. Tylor, M. 'Lennan y otros, á dar un resúmen de sus
resultados. Los argumentos recientemente aducidos por el duque de Argyll
y antes por el arzobispo Whately, en apoyo de la idea de que el hombre
ha aparecido sobre la tierra en el estado de sér civilizado, y de que
todos los salvajes han degenerado posteriormente, me parecen débiles, al
compararlos con los que la parte contraria opone. Indudablemente muchas
naciones han decrecido en civilizacion y hasta puede haberlas que se
hayan sumido de nuevo en una barbarie completa; sin embargo, no he
podido encontrar en ninguna parte la prueba de ello. Es probable que los
habitantes de la Tierra de Fuego hayan sido obligados por otras hordas
conquistadoras á establecerse en su actual país inhospitalario, y que en
su consecuencia, se hayan degradado un poco; pero seria difícil probar
que han descendido á un grado más inferior que los Botocudos que habitan
las más hermosas regiones del Brasil.
La prueba de que todas las naciones civilizadas descienden de
bárbaros, está, por una parte, en los vestigios evidentes de su inferior
condicion precedente que existen aun en sus costumbres, creencias,
lenguajes, etc., y, por otra parte, en ciertos hechos que prueban que
los salvajes pueden por sí mismos elevarse algunos grados en la escala
de la civilizacion, como realmente lo han cumplido. Las pruebas de la
primera clase son muy curiosas, pero no pueden continuarse aquí: por lo
cual me limitaré á citar algunos casos concretos como, por ejemplo, el
de la numeracion, que, segun lo prueba de una manera evidente M. Tylor,
por los nombres usados aun en ciertos lugares, ha tenido su orígen
contando primero los dedos de una mano, despues los de la otra, y
finalmente los de los piés. De ello encontramos vestigios en nuestro
sistema decimal y en las cifras romanas, que, al llegar á V, cambian en
VI, etc., indicando sin duda el empleo de la otra mano. Segun una gran
escuela de filólogos, cuyo número vá aumentando, todo lenguaje presenta
huellas de su evolucion lenta y gradual. Lo mismo sucede con la
escritura, cuyas letras son rudimentos de representaciones figuradas. No
se puede leer la obra de M. 'Lennan sin admitir que casi todas las
naciones civilizadas han conservado algunos restos de ciertas costumbres
bárbaras, tales como el rapto de las mujeres. ¿Qué nacion bárbara,
pregunta el mismo autor, se puede citar que haya sido en su principio
monógama? La idea primitiva de justicia, tal como la vemos en la ley del
duelo y otras costumbres de que todavía subsisten rastros, era tambien
muy grosera. Gran número de supersticiones, hoy existentes, son los
restos de antiguas creencias religiosas falsas. La forma religiosa más
elevada—la idea de un Dios que aborrece el pecado y ama la justicia—era
desconocida en los tiempos primitivos.
Pasando á otro género de pruebas diremos: Sir J. Lubbock ha
demostrado que algunos salvajes han progresado recientemente un poco en
algunas de sus sencillas artes. Por el curiosísimo relato que hace de
las armas, herramientas y artes practicadas por los salvajes en diversas
partes del mundo, se ha de admitir forzosamente que todos estos
descubrimientos han sido independientes entre sí, exceptuando tal vez el
arte de encender fuego. Cuando los europeos llegaron á Tahiti por
primera vez, vieron que sus habitantes estaban mucho más adelantados por
diferentes conceptos, que los habitantes de la mayor parte de las demás
islas Polinesias. No hay ninguna razon para creer que la elevada
cultura de los Peruanos y Mejicanos fuese debida á un orígen extranjero,
pues que cultivaban ya muchas plantas indígenas, y estaban domesticados
algunos animales del país. Una tripulacion salida de algun país algo
civilizado, que á consecuencia de un naufragio hubiese arribado á las
costas de América, no habria podido ménos de creer (á juzgar por la poca
influencia que ejerce la mayoría de los misioneros) que estuviesen algo
civilizadas. Si nos remontamos á una época muy remota de la Historia de
la tierra, encontramos, sirviéndonos de las expresiones de Sir J.
Lubbock, un período paleolítico y otro neolítico; y nadie pretenderá que
el arte de pulir las toscas herramientas de pedernal tallado, haya sido
tomado de parte alguna. En todos los países de Europa, dirigiéndose
hácia el Este hasta Grecia, Palestina, Japon, Nueva-Zelanda y Africa,
incluso el Egipto, se han descubierto en abundancia instrumentos de
pedernal, pero sobre cuyo uso los habitantes actuales no han conservado
tradicion alguna. Hay tambien pruebas indirectas de que los Chinos y los
Indios los usaron antiguamente. Por lo tanto, no puede caber duda
alguna que los habitantes de estos numerosos países, que comprenden casi
todo el mundo civilizado, no se hayan encontrado alguna vez en
condiciones de barbarie. Creer que el hombre, primitivamente civilizado,
haya sufrido despues en tantas distintas regiones una degradacion
completa, es formarse una idea muy lastimosa del embrutecimiento de la
naturaleza humana. ¡Cuánto más verdadera y más halagüeña es la idea de
considerar el progreso como más general que el retroceso!; ¡que se ha
elevado el hombre, á pasos lentos é interrumpidos, es cierto, de un
estado inferior al tipo más superior que haya alcanzado hasta el
presente, en inteligencia, moralidad y religion!