Capítulo IX. Órganos abortivos y rudimentarios
CAPÍTULO IX
ÓRGANOS ABORTIVOS Y RUDIMENTARIOS
LOS ÓRGANOS ABORTIVOS DE LOS NATURALISTAS
Se dice de las partes de una estructura que son «abortivas» o, si se encuentran en un estado de desarrollo aún inferior, «rudimentarias», cuando el mismo poder de razonamiento que nos convence de que en algunos casos las partes semejantes están bellamente adaptadas a ciertos fines, declara en otros que son absolutamente inútiles. Así, el rinoceronte, la ballena, etcétera, tienen, cuando son jóvenes, dientes pequeños pero bien formados que nunca sobresalen de las mandíbulas; ciertos huesos, incluso extremidades enteras, están representados simplemente por pequeños cilindros o bultos óseos, a menudo soldados con otros huesos; muchos escarabajos poseen alas diminutas pero bien formadas bajo los élitros, que más tarde quedan unidos para siempre; muchas plantas poseen, en lugar de estambres, simples filamentos o pequeñas protuberancias, pétalos reducidos a escamas o flores enteras reducidas a yemas que (como en el jacinto de penacho) nunca se abren. Los casos parecidos a éstos son casi innumerables y son justamente considerados portentosos: es probable que no exista ningún ser orgánico en el que alguna parte no lleve el sello de la inutilidad; pues ¿qué puede ser más claro, hasta donde alcanza el poder de nuestro razonamiento, que el hecho de que los dientes son para comer, las extremidades para desplazarse, las alas para volar, los estambres y las flores enteras para reproducirse?; y, sin embargo, las partes en cuestión son manifiestamente inútiles para estos claros fines. Los órganos abortivos se consideran a menudo simples representantes (una expresión metafórica) de partes semejantes de otros seres orgánicos; pero en algunos casos son más que representantes, puesto que parecen ser el propio órgano sin un crecimiento o desarrollo completo; así, la existencia de mamas en los machos de los vertebrados es uno de los casos de aborto aducidos con mayor frecuencia; pero sabemos que en el hombre (y en el toro) estos órganos a veces realizan su función y secretan leche, y la vaca normalmente tiene cuatro mamas y dos abortivas, pero estas últimas están en algunos casos muy desarrolladas en incluso [??] producen leche. De igual modo en las flores, los representantes de los estambres y los pistilos pueden llegar a reconocerse como las partes auténticas pero no desarrolladas; Kölreuter ha demostrado, mediante el cruzamiento de una planta dioica (un Cucubalus) de pistilo rudimentario con otra especie con este órgano perfecto, que en la descendencia híbrida la parte rudimentaria está más desarrollada, aunque siga siendo abortiva; esto muestra cuán íntimamente relacionados deben estar en la naturaleza el pistilo plenamente desarrollado y el simple rudimento.
Los órganos abortivos, que deben considerarse inútiles por lo que se refiere a su propósito ordinario y normal, en algunas ocasiones están adaptados a otros fines. Así, los huesos de los marsupiales, cuya función propia es servir de apoyo para las crías en la bolsa de la madre, están presentes también en el macho y sirven de fulcro a músculos asociados únicamente con las funciones del macho; en el macho de la flor de la caléndula el pistilo es abortivo respecto a su fin habitual de ser fecundado, pero sirve para barrer el polen de las anteras para que éste sea transportado a los pistilos perfectos de otros flósculos. Es probable que en muchos casos que todavía desconocemos los órganos abortivos realicen alguna función útil; pero en otros casos, por ejemplo el de los dientes incrustados en el hueso sólido de la mandíbula, o de las simples protuberancias que son rudimentos de los estambres y pistilos, ni siquiera la más osada imaginación se aventuraría a asignarles una función. Incluso cuando son totalmente inútiles para la especie individual, las partes abortivas tienen un gran significado en el sistema de la naturaleza, pues a menudo son de gran importancia para la clasificación natural; así, la presencia y posición de flores abortivas enteras no puede pasarse por alto en las gramíneas cuando se intenta agruparlas de acuerdo con sus verdaderas afinidades. Esto corrobora la afirmación realizada en un capítulo anterior, a saber, que la importancia fisiológica de una parte no es indicadora de su importancia para la clasificación. Por último, los órganos abortivos a menudo sólo se desarrollan, en proporción a las otras partes, en el estado embrionario o juvenil de cada especie; también esto, si se considera la importancia de los órganos abortivos para la clasificación, es claramente parte de la ley (enunciada en el capítulo anterior) de que a menudo las mayores afinidades entre los organismos se aprecian con mayor claridad en las fases por las que pasa el embrión hacia la madurez. En el marco de la teoría usual de las creaciones individuales, creo que difícilmente se podría encontrar en la historia natural otra clase de hechos más prodigiosos y menos susceptibles de recibir explicación.
LOS ÓRGANOS ABORTIVOS DE LOS FISIÓLOGOS
Los fisiólogos y los hombres de medicina usan el término «abortivo» en un sentido algo diferente que los naturalistas, y su forma de aplicarlo posiblemente sea la original, a saber, para referirse a partes que, por accidente o enfermedad antes del nacimiento, no se desarrollan o no crecen. Así, cuando un animal nace con un pequeño bulto en lugar de cabeza, una simple cadena de cuentas de materia ósea en lugar de dientes o un muñón en lugar de cola, se dice de estas partes que son abortivas. Los naturalistas, por otro lado, aplican este término a partes que no han quedado atrofiadas durante el crecimiento del embrión, sino que se producen de manera regular en generaciones sucesivas del mismo modo que cualesquiera partes esenciales de la estructura del individuo; usan este término, por tanto, en un sentido metafórico. Estas dos clases de hecho, sin embargo, se entremezclan cuando partes abortadas por accidente durante la vida embrionaria de un individuo se tornan hereditarias en sucesivas generaciones. Así, un perro o un gato que nazca con un muñón en lugar de cola tenderá a transmitir muñones a su descendencia, y lo mismo con muñones que representen las extremidades o, en el caso de flores, con partes defectuosas o rudimentarias producidas anualmente en nuevos capullos florales e incluso en plantas sucesivas. La fuerte tendencia hereditaria a reproducir cada estructura, ya sea congénita o lentamente adquirida, ya sea útil o perjudicial para el individuo, se ha demostrado ya en la primera parte; así pues, no debe sorprendernos en lo más mínimo que estas formas verdaderamente abortivas se tornen hereditarias. Un ejemplo curioso de la fuerza de la herencia se puede apreciar a veces en la producción, en razas domésticas sin cuernas de ganado vacuno, de dos pequeños cuernos que cuelgan y que, por lo que respecta a la función habitual de los cuernos, son claramente inútiles. Pues bien, creo que no es posible establecer una verdadera distinción entre un muñón que representa una cola o un cuerno o las extremidades, o un estambre corto y reseco y sin polen, o un hoyuelo en un pétalo que representa un nectario, cuando tales rudimentos son reproducidos de forma regular en una raza o familia, y los verdaderos órganos abortivos de los naturalistas. Y si tuviéramos (que no lo creo) razón alguna para creer que todos los órganos abortivos fueron producidos en algún momento de manera súbita durante la vida embrionaria de un individuo para luego hacerse hereditarios, tendríamos entonces una explicación simple del origen de los órganos abortivos o rudimentarios. Del mismo modo que con los cambios en la pronunciación ciertas letras de una palabra pueden tornarse inútiles al pronunciarla, pero en cambio pueden ayudarnos a encontrar su derivación, así los órganos rudimentarios, aunque inútiles ya para el individuo, pueden tener una gran importancia para averiguar su línea de ascendencia, es decir, su verdadera clasificación en el sistema natural.
ABORTO POR DESUSO GRADUAL
Parece ser probable en alguna medida que el desuso continuado de una parte u órgano, y la selección de individuos con esas partes ligeramente menos desarrolladas, produzca con el tiempo, en seres orgánicos en estado de domesticación, razas con esas partes abortadas. Tenemos razones para creer que las partes y órganos de un individuo sólo se desarrollan plenamente con el ejercicio de sus funciones, que se desarrollan con menos ejercicio en menor grado y que, si por la fuerza se les impide todo ejercicio, a menudo acaban atrofiadas. Debe recordarse que toda peculiaridad, y especialmente cuando la poseen ambos progenitores, tiende a ser heredada. La menor potencia de vuelo en el pato doméstico que en el salvaje debe atribuirse en parte al desuso en sucesivas generaciones, y cómo el ala está adaptada para volar, debemos considerar que nuestro pato doméstico se encuentra en una primera fase hacia el estado de Apteryx, en el que las alas son curiosamente abortivas. Algunos naturalistas han atribuido (posiblemente con razón) las orejas caídas de la mayoría de los perros domésticos, de algunos conejos, bueyes, gatos, caballos, etcétera, a los efectos de un menor uso de los músculos de estas partes flexibles en sucesivas generaciones de vida inactiva; y los músculos que no realizan sus funciones puede considerarse que se encuentran camino del aborto. También en las flores vemos el aborto gradual en plántulas sucesivas (aunque se trata más propiamente de una conversión) de los estambres en pétalos imperfectos y, finalmente, en pétalos perfectos. Cuando el ojo queda cegado en las primeras fases de la vida, el nervio óptico a veces queda atrofiado; ¿no podemos creer que allí donde este órgano, como en el caso del tuco-tuco (Ctenomys), un animal subterráneo parecido al topo, queda con frecuencia debilitado o se pierde, al cabo de generaciones el órgano entero puede hacerse abortivo, como en efecto lo es en algunos cuadrúpedos excavadores de hábitos muy parecidos a los del tuco-tuco?
En la medida, pues, en que se admite como probable que los efectos del desuso (junto con los ocasionales abortos verdaderos y súbitos durante el período embrionario) son causa de que una parte se desarrolle menos hasta por fin tornarse abortiva e inútil, y teniendo en cuenta los innúmeros cambios de hábitos en los muchos descendientes de un tronco común, podríamos haber esperado que los casos de órganos que se tornan abortivos fuesen numerosos. La preservación del muñón de la cola, como ocurre a menudo cuando un animal nace sin ella, sólo podemos explicarla por la fuerza del principio hereditario y por el período en que el embrión fue afectado; pero de acuerdo con la teoría de que el desuso inutiliza gradualmente una parte, podemos ver, de conformidad con los principios explicados en el último capítulo (es decir, la herencia en los períodos correspondientes de la vida, junto con el hecho de que el uso y desuso de la parte en cuestión no entra en juego en la vida embrionaria o los primeros años de vida), que los órganos o partes no tenderán a obliterarse completamente, sino a quedar reducidos al estado en que existían en la fase embrionaria. Owen se refiere a menudo a partes del animal adulto como si estuvieran en una «condición embrionaria». Podemos ver también de este modo por qué los órganos abortivos están más desarrollados en un período temprano de la vida. Además, la selección gradual nos deja ver de qué modo un órgano que haya quedado abortado en su uso primario puede ser convertido a otros propósitos; así, el ala de un pato puede pasar a utilizarse como aleta, como ocurre en el pingüino; un hueso abortivo, mediante un lento aumento y cambio de lugar de las fibras musculares, puede pasar a servir de fulcro para una nueva serie de músculos; el pistilo de la caléndula puede quedar abortado como parte reproductora, pero perdurar en la función de barrer el polen de las anteras; pues en este último caso, si la selección no hubiese actuado sobre el aborto, la especie podría haberse extinguido porque el polen quedase encerrado en las cápsulas de las anteras.
Por último, estos portentosos hechos de que órganos formados con trazas de exquisito cuidado, pero ahora absolutamente inútiles o adaptadas a fines totalmente distintos de su fin regular, estén presentes y formen parte de la estructura de casi todo habitante de este mundo, tanto en el presente como en tiempos pasados, y que estén más desarrollados y a menudo sólo sean discernibles en un estadio embrionario muy temprano, y estén llenos de significado para la ordenación de una larga serie de seres orgánicos en un sistema natural; estos portentosos hechos, debo insistir, no sólo reciben una explicación simple en la teoría de la selección continuada durante largo tiempo de muchas especies a partir de un tronco progenitor común, sino que se siguen necesariamente de esta teoría. Si ésta se rechaza, estos hechos permanecen inexplicables, salvo que contemos como explicaciones metáforas tan imprecisas como la ofrecida por De Candolle, que compara el reino de la naturaleza con una mesa bien provista en la que los órganos abortivos se consideran colocados ¡por simetría!