Acerca del cielo - Meteorológicos

LIBRO II

LIBRO II

1 El mar

Hablemos ahora del mar y de cuál es su naturaleza y de por qué causa una cantidad tan grande de agua es salada, así como de su formación inicial.

Pues bien, los antiguos, que también se ocupaban de 35cuestiones teológicas, le atribuyen unas fuentes, a fin de que 353bhubiera unos orígenes y unas raíces para la tierra y el mar; pensaron que así lo afirmado <por ellos> era quizá más serio y solemne, <considerando> que ésta[226] era una gran parte del universo; también que el resto del cielo[227] todo se ha constituido en torno a este lugar y gracias a él, como si fuera <éste> 5el más digno y el principio <de todo>.

En cambio, los que son más versados en el saber humano le atribuyen <al mar> un nacimiento: dicen, en efecto, que al principio todo el espacio en torno a la tierra estaba <lleno> de agua[228] y que, al secarse por efecto del sol, el <agua> evaporada produce los vientos y los giros del sol[229] y de la luna, 10mientras que la que queda es el mar; por eso también creen que, al secarse, <el mar> se hace más pequeño y que al final, en algún momento, se secará del todo. Algunos de ellos, a su vez, dicen que al ser calentada la tierra por el sol se produce como una exudación[230]; por eso <el mar> es salado: porque el sudor lo es. Otros dicen que la causa de la salinidad 15es la tierra[231]: en efecto, del mismo modo que <el agua> filtrada a través de la ceniza se vuelve salada, así también éste[232] es salado por mezclarse con él una tierra de esta clase.

Hay que ver ahora, a través de los hechos, que es imposible que haya fuentes del mar.

En efecto, de las aguas que hay en torno a la tierra unas 20son corrientes y otras, estancadas. Pues bien, todas las corrientes <nacen> de fuentes; y hemos dicho antes acerca de las fuentes que no hay que pensar que la fuente es como el origen de unas <aguas que salen> racionadas de un recipiente, sino el <punto> inicial hacia donde converge el <agua> que está continuamente generándose y confluyendo. De las <aguas> estancadas, unas <han sido> reunidas de todas partes y permanecen <en su sitio>, v. g.: las pantanosas y las lacustres, 25que se diferencian sólo en la gran cantidad <de unas> y la pequeña cantidad <de otras>; otras <proceden> de fuentes. Ahora bien, estas últimas <son> todas de origen artificial; quiero decir, por ejemplo, las llamadas <aguas> de pozo: en efecto, es preciso que la fuente de todas ellas esté más alta que la corriente[233]. Por eso las <aguas> de manantial y de río fluyen por sí mismas, mientras que estas otras precisan de una técnica de construcción.

Todas éstas, pues, y de esta clase son las diferencias entre 30las aguas; clasificadas éstas así, <resulta> imposible que existan unas fuentes del mar, pues no es posible que éste se halle en ninguno de esos géneros <de aguas>: en efecto, ni es <agua> corriente ni artificialmente reunida>, mientras que todas las <aguas> de fuente tienen una u otra de estas características; y no conocemos ninguna masa tan grande de 35agua de por sí inmóvil que salga de una fuente.

Además, está claro que existen varios mares no mezclados 354aentre sí en lugar alguno, de los que el <Mar> Rojo parece comunicarse por un pequeño <estrecho> con el mar <situado> fuera de las Columnas[234], y el de Hircania y el Caspio[235] <se hallan> separados de este último y habitados en todo su perímetro, de modo que no pasarían inadvertidas sus fuentes si 5éstas existieran en algún sitio.

Ahora bien, es patente que el mar fluye a través de estrechos siempre que a partir del gran mar abierto pasa a quedar confinado en un pequeño <espacio> por la tierra circundante, debido a que oscila de aquí para allá reiteradamente. En gran parte del mar, sin embargo, esto no se manifiesta; pero donde debido a la estrechez de la tierra se 10extiende en poco espacio, es forzoso que la oscilación, pequeña en mar abierto, allí parezca grande[236].

Todo el <mar situado> dentro de las Columnas de Heracles[237] fluye según la concavidad de la tierra[238] y el caudal de los ríos: en efecto, el Meotis desemboca en el Ponto y 15éste, en el Egeo. En cambio, el mar abierto <situado> fuera de aquéllas hace esto menos claramente. Pero con los mencionados <mares> sí que ocurre esto, debido al caudal de los ríos (en efecto, en el Euxino y en el Meotis desembocan más ríos que en regiones varias veces más grandes) y a la escasa profundidad: pues <cada> mar parece ser más profundo 20<que el otro>, a saber, el Ponto, <más> que el Meotis, y el Egeo, <más> que aquél, y el de Sicilia, <más> que el Egeo; y el de Cerdeña y el Tirreno <son> los más profundos de todos. Las <aguas> de fuera de las Columnas son de poco calado debido al barro, pero protegidas del viento, por estar el mar dentro de una concavidad.

Así, pues, como resulta patente, en un caso particular, que los ríos fluyen desde los <lugares> elevados, así también 25en el conjunto de la tierra la mayoría de las corrientes se forman a partir de los <lugares> más altos, situados hacia la Osa[239]: de modo que unos <mares> no son profundos debido a su <constante> vaciamiento, mientras que los mares abiertos exteriores son más profundos. Un indicio de que las partes de la tierra <situadas> hacia la Osa son altas es también que muchos de los antiguos estudiosos de los meteoros 30estaban convencidos de que el sol no se desplaza por debajo de la tierra, sino alrededor de ella y por ese lugar[240], y que desaparece y produce la noche por ser la tierra alta en dirección a la Osa.

Así, pues, <sobre el hecho de> que no es posible que existan fuentes del mar y por qué causa <éste> parece fluir de ese modo, tales son todas las cosas que hay que decir.

2 Origen, salinidad y evaporación del mar

Hay que hablar ahora de su generación, 354bsi es que ha sido generado, y de su sabor, <a saber, de> cuál es la causa de su salinidad y amargor.

Pues bien, la causa que hizo que los predecesores creyeran que el mar es el principio y el cuerpo <principal> de toda el agua es la siguiente: parecería, en 5efecto, que es razonable, al igual que con los demás elementos, que una gran masa concentrada sea también principio gracias a su cantidad, a partir de la cual, fragmentándose, cambia y se mezcla con los demás <cuerpos>, v. g.: <hay> una masa de fuego en las regiones de arriba, de aire en la región contigua a la del fuego y un cuerpo <principal> de tierra en 10torno al cual se hallan, evidentemente, todos esos <cuerpos>; de modo que está claro que hay que investigar acerca del agua con el mismo criterio. Ahora bien, no parece encontrarse ninguna masa concentrada <de agua>, como <es el caso> de los demás elementos, aparte de la extensión del mar: en efecto, la <masa> de los ríos ni es compacta ni estable, sino que parece como si se estuviera transformando sin cesar cada día. Debido a esta dificultad, pareció <a algunos> que el 15principio de los líquidos y de toda el agua era el mar. Por eso dicen algunos que los ríos no sólo fluyen hacia él, sino también de él: pues el <agua> salada, filtrada, se vuelve potable. 20Pero a esta opinión se le opone otra dificultad: ¿por qué, entonces, todo ese conjunto de agua no es potable, ya que es principio de toda el agua, sino salado? La causa <de ello> será a la vez la solución de aquella dificultad y <la prueba de> que <nuestra> primera concepción acerca del mar la hemos adquirido correctamente.

En efecto, estando situada el agua en torno a la tierra, 25así como en torno a aquélla la esfera del aire y en torno a ésta la llamada <esfera> de fuego (pues ésta es la última de todas, tanto al decir de la mayoría como al nuestro propio[241]), al trasladarse el sol de ese modo[242] y producirse por ello el cambio, la generación y la corrupción, lo más ligero 30y dulce <del agua> se eleva cada día y se desplaza disuelto y en forma de vapor hacia el lugar superior, y allí, condensado de nuevo por enfriamiento, cae otra vez a tierra. Y así <es como> quiere hacerlo siempre la naturaleza, tal como se ha dicho antes.

Por eso causan irrisión todos aquellos de los antiguos que suponían que el sol se alimenta de humedad; y dicen también algunos que por ello hace éste sus giros[243]: pues no 355asiempre pueden procurarle alimento los mismos lugares[244]; ahora bien, es necesario que esto se dé en torno a él[245], so pena de perecer; y, en efecto, es evidente que el fuego está vivo mientras tiene alimento, y sólo lo húmedo es alimento 5para el fuego (como si <la parte> de lo húmedo que se eleva llegara hasta el sol o su ascenso fuera exactamente igual que el de la llama al formarse, basándose en la apariencia de la cual llegaron a una concepción así acerca del sol).

Pero esto no es lo mismo: pues la llama se forma a través del cambio constante entre lo húmedo y lo seco y no se 10alimenta <de nada> (en efecto, no sigue siendo la misma ni un momento, por así decir), mientras que es imposible que esto suceda con el sol, puesto que, si se alimentara del mismo modo, como dicen aquéllos, es obvio que el sol no sólo sería nuevo cada día, tal como afirma Heráclito, sino nuevo en cada momento sin interrupción. Además, la elevación 15de lo húmedo por el sol es similar al calentamiento de las aguas por el fuego: si, pues, el fuego que arde debajo no se alimenta[246], tampoco es adecuado concebir <así> el sol, ni aunque, calentándola, evaporara toda el agua. Por otro lado, es absurdo que ellos piensen sólo en el sol y pasen por alto la conservación de los demás astros, siendo tantos en cantidad 20y en tamaño.

Idéntica es la irracionalidad que se da en aquellos que afirman que también la tierra era húmeda al principio y que, al ser calentado por el sol el mundo circundante de la tierra, se formó el aire y el conjunto del cielo creció, y aquél dio 25lugar a los vientos y produjo los giros de éste[247]: pues, evidentemente, vemos que el agua que ha sido elevada cae siempre de nuevo; aunque no sea devuelta dentro del mismo año ni exactamente a la misma región, sin embargo, dentro de un cierto período, <toda el agua> arrebatada es devuelta, 30así que ni se alimentan <con ella> los <cuerpos> de arriba, ni una parte sigue siendo aire después de transformarse en él, mientras otra parte se transforma <en aire> y se deshace nuevamente en agua, sino que toda por igual se disuelve <en aire> y se condensa de nuevo en agua.

Así, pues, toda <el agua> potable y dulce, debido a su ligereza, se eleva, mientras que la salada, por su peso, permanece, 35aunque no en su lugar propio; esta dificultad, en efecto, hay 355bque abordarla convenientemente (pues sería ilógico que no hubiera un lugar <propio> del agua como <lo hay> de los demás elementos) y la solución es la siguiente: en efecto, el lugar que vemos que ocupa el mar no es el <propio> del mar, sino 5más bien del agua. Parece que es el del mar porque el <agua> salada permanece debido al peso, mientras que la dulce y potable se eleva debido a su ligereza, tal como <ocurre> en los cuerpos de los animales. En éstos, en efecto, aunque el alimento que entra es dulce, el sedimento y residuo del alimento líquido parece claramente que es amargo y salado: 10pues lo dulce y potable, arrastrado por el calor natural <del cuerpo>, penetra en la carne y en el restante conjunto de los miembros, como corresponde en cada caso. Igual, pues, que <sería> absurdo que en ese caso alguien no admitiera que es el vientre el lugar <propio> del alimento potable, porque <éste> desaparece rápidamente, sino <el lugar propio> del residuo, porque ve que éste permanece, y no lo entendería correctamente, así también en este <otro> caso: en efecto, tal como 15decimos, aquél es el lugar <propio> del agua; por eso también todos los ríos y toda el agua que se genera fluyen hacia él, pues la corriente va hacia lo más hondo y el mar ocupa esa región de la tierra; pero una parte <de esa agua> se eleva toda rápidamente por efecto del sol, otra, en cambio, queda atrás 20por la causa mencionada.

En cuanto a investigar la vieja dificultad de por qué una cantidad de agua tan grande no aparece por parte alguna (pues a pesar de que cada día fluyen <hacia él> innumerables ríos de enorme tamaño, el mar no se hace en absoluto mayor), no es extraño que algunos toparan con ella, pero no es 25difícil de ver para el que observe con atención. En efecto, la misma cantidad de agua extendida en superficie no se secará en el mismo tiempo que concentrada, sino que hay tanta diferencia que esta última permanecería el día entero, mientras la primera, igual que si uno derramara un cazo de agua sobre una gran mesa, desaparecería toda tan rápido como el pensamiento. Lo cual sucede también con los ríos: 30pues al fluir continuamente concentrados, el que llega a un lugar completamente abierto y llano se seca enseguida y de manera imperceptible.

Lo escrito en el Fedón acerca de los ríos y del mar es imposible. Dice, en efecto, que todos están comunicados entre 35sí bajo tierra y que el principio y fuente de todas las aguas es 356ael llamado Tártaro, una gran cantidad de agua <situada> en el centro <de la tierra> de la que manan todas las <aguas> corrientes y no corrientes; y que el flujo en cada una de las corrientes se produce debido a la constante agitación de aquel principio 5y primera <masa de agua>: pues no tiene sitio fijo, sino que está siempre oscilando en torno al centro, y al moverse arriba y abajo produce el desbordamiento de las corrientes. Otras <aguas> forman lagos en muchas partes, como, por ejemplo, el mar <que> hay junto a nosotros[248], pero todas ellas giran en círculo hasta volver al principio de donde empezaron a fluir, muchas al mismo lugar, otras, al lado contrario de aquél de 10donde manaron, v. g.: si empezaron a fluir desde abajo, desembocan desde arriba; y la caída es <sólo> hasta el centro: en efecto, el desplazamiento restante[249] es para todas <las aguas> cuesta arriba. Y el agua tiene sabores y colores <correspondientes> a los tipos de tierra por donde le toca pasar.

15Pero ocurre que[250], según esta exposición, los ríos no fluyen siempre hacia el mismo sitio: en efecto, puesto que fluyen hacia el centro, del que también salen, no fluirán menos de abajo <arriba> que de arriba <abajo>, sino en cualquiera de los dos sentidos en que se incline el Tártaro al agitarse. Pues bien, de ocurrir eso, se realizaría el proverbio de los ríos <que fluyen> hacia arriba, lo cual es imposible.

20Además, ¿de dónde saldrá el agua que se forma[251] y que se eleva de nuevo? Pues ésa es necesario suprimirla por completo si se mantiene siempre la igualdad: en efecto, todo lo que fluye fuera[252] vuelve de nuevo al punto de partida.

Por otro lado, es obvio que todos los ríos que no <confluyen> 25entre sí acaban en el mar, ninguno en la tierra, y que, si alguno desaparece <en ella>, aflora de nuevo. Y se hacen grandes los ríos que fluyen largo trecho por un valle: pues recogen los caudales de muchos <otros> ríos al interceptar el curso <de éstos> debido a la topografía y a su longitud; por eso el Istro[253] y el Nilo son los mayores de los ríos que desembocan en este mar. Y acerca de las fuentes, cada 30uno propone una causa diferente para cada uno de esos ríos, debido a que confluyen muchos en el mismo. Pues bien, es evidente que todo esto es imposible que suceda[254], sobre todo si el mar tiene su origen allí[255].

Que éste, pues, es el lugar <propio> del agua y no del mar[256], y por qué causa el <agua> potable no aparece sino 35como corriente y la otra[257] como estancada, y por qué el 356bmar es el final del agua más bien que su principio, tal como <ocurre> en los cuerpos <con> el residuo de todo alimento, y especialmente del <alimento> húmedo, considérese suficientemente explicado por nosotros.

3 Persistencia y evolución del mar y de su salinidad

Hay que hablar <ahora> de la salinidad de éste y de si siempre es el mismo o si 5<antes> no existía y <más adelante> no existirá sino que desaparecerá: así, en efecto, lo creen algunos.

Pues bien, todos parecen mostrarse de acuerdo en esto: que <el mar> ha sido engendrado si también lo ha sido la totalidad del mundo; pues hacen su generación simultánea a la de aquél. Está claro, por consiguiente, que, si el universo es 10eterno, también hay que pensar así acerca del mar. En cuanto a creer que va disminuyendo de tamaño, como dice Demócrito, y que finalmente desaparecerá, en nada parece apartarse de las fábulas de Esopo quien esté convencido de eso: aquél, en efecto, fabuló que Caribdis, engullendo dos veces agua <de mar>, la primera hizo aparecer las montañas, 15y la segunda, las islas, y que la última vez que engulla agua <de mar> lo secará por completo. Ahora bien, contar semejante fábula le estaba bien a él en su indignación contra un barquero, pero menos a los que buscan la verdad; en efecto, por la misma causa por la que quedó en reposo la primera 20vez, ya sea por su peso, como dicen también algunos de aquéllos[258] (pues <está> bien a nuestro alcance ver ahí la causa de esto), ya sea por cualquier otra <razón>, está claro que por eso aquél[259] permanece necesariamente <donde está> por el resto del tiempo. Pues o bien habrían de decir ellos que el agua elevada por el sol no vuelve a caer, o bien, si se da esto último, que necesariamente el mar ha de subsistir 25siempre, o <al menos> mientras se dé aquello[260], y que aquella <parte> potable se ha de elevar de nuevo antes <que el resto>. De modo que nunca se secará: pues aquel <agua> que previamente se ha elevado se adelantará <a la desecación> cayendo de nuevo sobre él[261]; y no hay ninguna diferencia en decir <que ocurre> esto una vez o muchas.

Si alguien, pues, hiciera detenerse al sol en su traslación, ¿qué sería lo que secaría <el agua>? En cambio, si deja que siga su revolución, al acercarse hará subir siempre el 30<agua> potable, tal como dijimos, y la soltará de nuevo al alejarse.

Adoptaron <algunos> esta concepción del mar a partir del <hecho> de que muchos lugares están patentemente más secos ahora que antes. Acerca de la causa de lo cual dijimos que este <fenómeno> se da al producirse durante cierto tiempo excesos de agua, pero no por la generación del universo y de sus partes[262]; y de nuevo se dará lo contrario[263]: 35y cuando suceda, volverá a secarse <el mar>. Y 357aesto proseguirá necesariamente siempre así, de manera cíclica: en efecto, es más razonable concebirlo así que <pensar> por ello que cambia el cielo en su conjunto.

Pero la discusión acerca de estas cosas se ha prolongado más de lo que merecen. Por lo que respecta a la salinidad, 5para quienes pretenden que <el mar> se generó de una sola vez y, en general, para los que pretenden que se genera, resulta imposible hacerlo salado. En efecto, <tanto> si se convirtió en mar el sedimento de toda la humedad existente en torno a la tierra y llevada hacia lo alto por el sol, <como> si en la gran masa de agua dulce quedó todo ese sabor[264] por 10haberse mezclado con ella tal o cual clase de tierra, no por ello es menos forzoso que, al volver <a caer> de nuevo el agua que se había evaporado y siendo igual la cantidad[265], <fuera salado> ya al principio; o, si no lo era al principio, <forzoso es> que tampoco sea salado después. Pero, si lo era 15directamente al principio, hay que decir cuál es la causa, así como por qué, si ya entonces se elevaba[266], ahora no le pasa lo mismo. En cuanto a todos aquellos que hacen causa de la salinidad <del agua> a la tierra que se le mezcla (pues dicen que ésta tiene muchos sabores, de modo que, al ser arrastrada por los ríos aguas abajo, hace salino <el mar> gracias a la mezcla), es absurdo que no sean también salados los ríos: pues ¿cómo es posible hacer perceptible la mezcla de esa 20clase de tierra en una gran cantidad de agua, pero no en cada uno <de los ríos>? Pues está claro que el mar es todo él agua de río: en efecto, no se diferencia de los ríos en nada más que en ser salado, y esa <salinidad> va en aquéllos hasta el lugar en que confluyen.

25Igualmente grotesco sería que alguien que dice que el mar es el sudor de la tierra, como Empédocles[267], creyera haber dicho algo comprensible; pues quizá hablando así a efectos poéticos se ha expresado satisfactoriamente (la metáfora, en efecto, es poética), pero no a efectos de conocer la naturaleza: en efecto, ni siquiera aquí[268] está claro cómo a 30partir de una bebida dulce se vuelve salado el sudor, si simplemente por marcharse sólo algo <de ella>, a saber, lo más dulce, o por mezclarse <con ella> algo, como en las aguas filtradas con ceniza.

La causa parece ser la misma que para el residuo que se acumula en la vejiga: también aquél, en efecto, se vuelve 357bamargo y salado pese a que la bebida y el líquido <que hay> en el alimento es dulce. Si, por consiguiente, al igual que el agua filtrada con cal se vuelve amarga, también <se produce así> el sedimento salobre que aparece en las vasijas <de alcoba> al precipitarse con la orina cierta substancia[269] de ese tipo, o al segregarse de las carnes con el sudor, como si la humedad 5que sale expulsara semejante <substancia> del cuerpo disolviéndola, entonces está claro que también en el mar es causa de la salinidad aquello que <procedente> de la tierra se mezcla con el líquido. Pues bien, así <de salado> se vuelve en el cuerpo, debido a la indigestión, el depósito de alimento; pero hay que decir de qué modo se dio <tal cosa> en la 10tierra. En general: ¿cómo es posible que haya sido segregada tan gran cantidad de agua al secarse y calentarse <la tierra>? En efecto, ésta ha de ser una parte insignificante de lo que queda en la tierra. Además, ¿por qué actualmente la tierra, cuando se seca en mayor o menor <proporción>, no exuda (en efecto la exudación resulta amarga[270])? En efecto, si 15entonces <ocurría>, también habría de darse ahora. Pero no parece que esto ocurra, sino que cuando <la tierra> está seca se empapa, pero cuando está húmeda no le sucede nada de eso[271]. ¿Cómo habría podido, pues, la tierra en su génesis, estando húmeda, exudar al secarse? En realidad es más verosímil que, como dicen algunos, al escaparse y elevarse en 20el aire la mayor parte de la humedad por efecto del sol, lo que quedara fuera el mar: pues es imposible que exudara estando húmeda.

Así, pues, las causas de la salinidad mencionadas parecen escapar a la argumentación de aquellos; expongamos nosotros, retomando el principio, lo que <dijimos> antes.

En efecto, puesto que está ya establecido que la exhalación 25es doble, una húmeda y otra seca, hay que pensar que ésta es el principio de ese tipo de cosas.

No obstante, es necesario <tratar> primero de aquello con lo que hemos tropezado: si el mar se mantiene siempre constituido por partes idénticas en número o en especie y cantidad, aun cuando las partes cambien constantemente, tal como 30el aire y el agua potable y el fuego (pues cada uno de éstos se vuelve distinto cada vez, aunque la especie del conjunto de cada uno de ellos se mantiene, como en el caso de las aguas corrientes y del flujo de la llama); esto es, pues, manifiesto y verosímil[272], ya que es imposible que no sea 358aidéntico el argumento acerca de todos estos <elementos>, aunque difieran en la rapidez y lentitud del cambio, y en todos ellos hay corrupción y generación, pero ésta tiene lugar en todos ellos con arreglo a un determinado orden.

Siendo así estas cosas, hay que intentar exponer también 5la causa de la salinidad. Pues bien, es evidente por muchos indicios que esa clase de sabor se produce por la mezcla de algo. En los cuerpos, en efecto, lo más indigesto es lo salado y amargo, como ya dijimos antes: pues el residuo del alimento líquido es el más indigesto; de este tipo es todo 10depósito acumulado, sobre todo en la vejiga (un indicio <de ello> es que <ésta> es muy ligera, mientras que todo lo digerido es natural que se condense); también <lo es> el sudor: en ambos[273] se segrega el mismo cuerpo, que produce ese sabor.

De manera semejante también en lo que se quema: pues <aquello> con lo que el calor no puede se convierte en residuo en los cuerpos[274] y en ceniza en las cosas quemadas. Por eso dicen también algunos que el mar se ha formado a 15partir de tierra quemada. Lo cual es absurdo expresarlo así, pero es verdad <que se forma> a partir de <una tierra> por el estilo: en efecto, igual que en los casos expuestos, así también hay que concebir siempre las cosas en su totalidad con arreglo a la naturaleza, a partir de lo que nace y se transforma; así como lo que queda de las cosas que han ardido es una tal clase de tierra, así también <queda> toda exhalación en la <tierra> seca: pues ésta[275] proporciona la gran mayor 20parte de aquélla[276]. Al mezclarse, como dijimos, la exhalación vaporosa con la seca, cuando se condensa en <forma de> nubes y agua, necesariamente ha de contener siempre una cierta cantidad de esta última potencia y precipitarse de nuevo a tierra cuando llueve, y esto siempre sucede con 25arreglo a cierto orden, en la medida en que las cosas de acá[277] pueden participar de orden. Queda dicho, pues, de qué depende la formación de lo salado en el agua.

Y por eso son más salobres las aguas del sur[278] y las primeras otoñales: pues el viento sur es el más cálido, tanto 30en magnitud como en fuerza[279], y sopla de lugares secos y cálidos y, por consiguiente, con poco vapor[280]. Por eso mismo es caliente: pues aunque no <fuera> tal, sino que allá donde empieza a soplar <fuera> frío, no por ello dejaría, atrapando al avanzar gran cantidad de exhalación seca de 35los lugares inmediatos, de ser caliente: el norte, en cambio, al <venir> de lugares húmedos, es rico en vapor, y por ello 358bmismo, frío; y por apartar <las nubes>, es despejado aquí[281], mientras que en los lugares contrarios <a éstos>[282] es lluvioso. De manera semejante, el <viento> sur es despejado para los <habitantes> de Libia.

Así, pues, en el agua que cae hay contenida gran cantidad de ello[283], y las aguas del otoño <son> salobres: pues forzosamente serán arrastradas en primer lugar las cosas 5más pesadas. De modo que todas aquellas <aguas> en las que hay abundancia de esa clase de tierra se precipitan hacia abajo mucho más rápidamente. Y por eso mismo el mar es caliente: pues todas aquellas cosas que han ardido tienen en sí mismas el calor en potencia. Conviene mirar también la cal y la ceniza y el excremento de los animales, tanto el seco 10como el líquido; y que el excremento de los animales de vientre más caliente es también el más caliente.

Así, pues, <el mar> se vuelve cada vez más salobre por esta causa, aunque con lo dulce se eleva[284] siempre una parte de él[285] (pero tanto menor cuanto menor es lo salado y 15salobre que lo dulce en el agua de lluvia: por lo que en términos generales se mantiene igual, por así decir). Digamos, por haberlo comprobado, que el <agua de> mar al evaporarse se hace potable, y el vapor, cuando se condensa de nuevo, no va a mezclarse con el mar[286]. También a otras cosas les ocurre lo mismo: el vino, en efecto, y todos los demás <líquidos> 20sabrosos[287] que tras haberse evaporado se condensan nuevamente en forma líquida, se convierten en agua; pues las demás propiedades se dan por algún tipo de mezcla con el agua[288], y tal como sea lo mezclado, así hace el sabor. Pero la investigación acerca de estas cosas ha de hacerse en otra ocasión más adecuada. De momento digamos simplemente que siempre una <parte> del mar existente se eleva y se vuelve potable, y cae <luego> desde arriba con la 25lluvia, convertida en otra cosa distinta de la que se elevó; y por su peso va a colocarse bajo el <agua> potable. Por eso ni <el mar> decrece, como los ríos, salvo en ciertos lugares (en cuyo caso forzosamente ha de ocurrir igual con uno y otros[289]), ni siempre las mismas partes siguen siendo de tierra 30y de mar[290], sino en todo caso la masa total[291] (en efecto, de igual manera hay que pensar acerca de la tierra): pues una parte se levanta, otra baja de nuevo, y cambian según el lugar las que quedan por encima y las que se van al fondo.

35Que la salinidad consiste en una mezcla queda claro no 359asólo por lo dicho, sino también si uno, tras haber moldeado una vasija de cera, la introduce en el mar atando un tapón a su boca de tal manera que no deje entrar <el agua> del mar: en efecto, el agua que penetraba través de las paredes de cera se vuelve potable, pues la <materia> terrosa y que produce la salinidad al mezclarse se separa como <si pasara> a través de 5un tamiz. Esa <materia> es también la causa del peso (pues el <agua> salada pesa[292] más que la potable) y de la densidad: en efecto, la densidad difiere tanto[293] que los barcos, con el mismo peso de mercancías, casi se hunden en los ríos, 10mientras que en el mar van holgados y con buen navegar; por eso algunos de los que cargan <barcos> en los ríos han pagado cara su ignorancia al respecto. Prueba de que la masa de un <líquido> con mezcla es más densa: si uno hace agua muy salada mezclándola con sal, los huevos flotan <en 15ella> aunque estén llenos; en efecto, <el agua> se vuelve casi como barro; el mar contiene una cantidad equivalente de <materia> sólida[294]. Esto mismo hacen también en las salazones[295].

Si es tal como cuentan algunos <que sucede> en un lago de ese tipo <situado> en Palestina[296], en el que, si uno arroja a un ser humano o a una bestia de carga tras haberlos atado, 20flotan y no se hunden en el agua, eso sería un testimonio a favor de lo dicho <por nosotros>; en efecto, dicen que ese lago es tan amargo y salado que ningún pez se cría en él y que, si uno sumerge y remueve <en él> los vestidos, los lava. También <otros> casos semejantes son todos ellos indicios a favor de lo dicho, a saber, que la salinidad la produce un cierto cuerpo y que su constitución es terrosa: hay, en efecto, 25en Caonia[297] una fuente de agua salobre, y ésta va a parar a un río próximo <de agua> dulce, pero que no tiene peces; en efecto, según cuentan en aquel lugar, habiéndoles sido dada la opción por Heracles cuando éste pasó conduciendo los bueyes desde Eritia, prefirieron que de la fuente les saliera sal en lugar de peces: pues cociendo una parte de 30esa agua, la exponen y, al enfriarse, cuando la humedad se evapora junto con el calor, se convierte en sales, no granuladas sino sueltas y ligeras como nieve. <Esas sales> son menos fuertes que las demás y <sólo> sazonan echándolas en mayor cantidad, y de aspecto no son exactamente blancas. 35Algo parecido ocurre también en <el país de> los umbros; 359bpues hay un lugar en que nacen cañas y juncos: queman <parte> de éstos y, arrojando la ceniza al agua, la cuecen; cuando <sólo> queda una parte del agua, al enfriarse ésta se produce una gran cantidad de sales.

Hay que pensar que la mayor parte de los caudales de 5ríos y manantiales salados estuvieron alguna vez calientes, que después se extinguió <en ellos> el principio del fuego pero en la tierra a través de la que se filtran queda algo que es como cal y ceniza. Y hay en muchos lugares fuentes y corrientes de ríos que tienen toda clase de sabores, de todos los cuales hay que dar como causa la potencia del fuego que 10está presente o se produce en ellas; en efecto, la tierra al quemarse toma en mayor o menor <grado> toda clase de formas y apariencias de sabores: pues se llena de alumbre, arena y todas las demás potencias, al pasar a través de las cuales las aguas, que son dulces, cambian y algunas se 15vuelven picantes, como en Sicania, de Sicilia; allí, en efecto, se produce <agua> picante y salada y la usan como picante para algunos de sus platos. Existe también en las inmediaciones del Lineo una fuente de agua picante, y una de agua amarga en la zona de Escitia: y el <agua> que mana de ésta vuelve completamente amargo el río en el que desemboca. 20Las diferencias entre estas <aguas> quedan claras desde el momento en que <se sabe> qué sabores se producen a partir de cada mezcla; pero ya se ha hablado expresamente de esto en otro lugar[298].

Acerca, pues, del agua y del mar, de las causas por las que existen de manera continuada y de cómo cambian y cuál es su naturaleza, así como de las características con que 25por naturaleza les corresponde comportarse activa o pasivamente, hemos tratado ya de manera casi exhaustiva.

4 Los vientos

Hablemos de los vientos, tomando el punto de partida ya expuesto[299]. Hay, en efecto, como dijimos, dos especies de 30exhalación, la húmeda y la seca: la primera se llama vapor, la segunda carece de nombre genérico, por lo que hemos de designarla en general usando, por ejemplo, el <nombre> particular de humo; no existe, sin embargo, ni lo húmedo sin lo seco ni lo seco sin lo húmedo, sino que ambas cosas se llaman así según <cuál de ellas> predomine.

Pues bien, al desplazarse el sol en círculo, cuando se aproxima <a la tierra>, con su calor hace ascender lo húmedo, mientras que al alejarse condensa de nuevo en 35agua, por el frío, el vapor que se había elevado (por eso 360alos aguaceros se producen más en invierno, y de noche más que de día; pero esto no se hace patente porque los <fenómenos> nocturnos pasan inadvertidos más frecuentemente que los diurnos), y el agua que cae se distribuye toda por la 5tierra, pero en la tierra hay mucho fuego y calor, y el sol no sólo atrae la humedad superpuesta a la tierra, sino que también seca la tierra al calentarla; y al ser la exhalación de dos tipos, como se ha dicho, una vaporosa y la otra humeante, es forzoso que se produzcan ambas. De entre éstas, la 10exhalación que contiene más cantidad de humedad es el principio del agua de lluvia, tal como se ha dicho anteriormente[300], mientras que la <exhalación> seca es el principio y la naturaleza <constitutiva> de todos los vientos. Y es evidente 15a partir de los hechos mismos que esto ha de ocurrir de este modo: en efecto, es forzoso que las exhalaciones sean diferentes, y no sólo es posible, sino necesario, que las produzca el sol y el calor <contenido> en la tierra.

Puesto que la especie de cada una es distinta <de la otra>, es evidente que difieren y que no es la misma la naturaleza del viento y la del agua de lluvia, como algunos dicen <sosteniendo> 20que el mismo aire, en movimiento, es el viento, y al condensarse, agua[301]. En efecto, sería absurdo que este aire 28que nos rodea se convirtiera en viento al moverse y fuera viento con independencia del origen de su movimiento, a diferencia de los ríos, que no consideramos que sean cualquier masa de agua que fluye, tenga el volumen que tenga, 30sino que la corriente ha de salir de un manantial; así ocurre también con los vientos: en efecto, una gran cantidad de aire 33podría ser movida por la caída de una gran masa, sin por ello tener un origen ni una fuente[302].

21El aire, pues, tal como hemos dicho en capítulos precedentes[303], se produce a partir de esos <elementos>: en efecto, el vapor es húmedo y frío (pues es fácilmente definible como húmedo, por ser frío por la naturaleza propia del agua, 25como agua no calentada), mientras que el humo es caliente 27y seco; de modo que el aire, como si estuviera constituido de piezas que encajan una en otra[304], es húmedo y caliente. 34-35 Y los hechos dan fe de lo expuesto: pues debido a que la exhalación está continuamente aumentando y disminuyendo, 360bexpandiéndose y contrayéndose, se producen constantemente nubes y vientos, cada uno en su estación propia; y debido a que unas veces se hace mucho más abundante la <exhalación> vaporosa y otras veces la seca y fumante, unos 5años resultan lluviosos y húmedos, otros, ventosos y secos. Así, pues, ocurre unas veces que abundan las sequías o las lluvias pertinaces en toda una región entera, otras veces en zonas reducidas: en efecto, a menudo la zona en su conjunto recibe las lluvias <normales> de la estación, o incluso más, 10mientras que en alguna parte de ella hay sequía; otras veces, por el contrario, mientras la <zona> en su casi totalidad suele contar con lluvias moderadas, o incluso sufre sequía, una parte de ella recibe una copiosa cantidad de agua. La causa de ello es que la mayoría de las veces es previsible que por casi toda la zona se extienda el mismo fenómeno, al hallarse 15los <lugares> contiguos en una relación semejante con el sol, a no ser que tengan alguna peculiaridad que los diferencie; y, por supuesto, unas veces predomina en tal parte la exhalación seca y en tal otra la vaporosa, mientras otras veces <ocurre> lo contrario. Y la causa de esto es que cada exhalación 20va a dar con la de la región contigua; v. g.: la seca fluye a través de su propia zona, mientras la húmeda <va a parar> a la vecina, o incluso es expulsada por los vientos hacia algún lugar lejano; otras veces, en cambio, esta última permanece <en su zona> mientras que la opuesta hace aquello mismo. Y ocurre muchas veces esto, a saber, que así como en el cuerpo <humano>, si el vientre superior está seco, el inferior se halla en la situación opuesta, y si éste está 25seco, el superior está húmedo y frío, así también las exhalaciones se alternan y cambian de sitio.

Además, después de las lluvias se produce la mayoría de las veces viento en aquellos lugares en los que coincidió que se produjeron las lluvias, y los vientos cesan al producirse la lluvia. En efecto, es necesario que esto ocurra por 30las causas ya mencionadas: pues tras haber llovido, la tierra, al secarse por efecto del calor <que hay> en ella y del <que viene> de arriba, exhala, y esto es la masa del viento; y cuando se da esta clase de separación[305], los vientos predominan, <mientras que> al cesar <éstos> por irse separando 35el calor y elevarse constantemente al lugar superior[306], el vapor se condensa por enfriamiento y se convierte en agua[307]; y cuando las nubes son arrastradas y concentradas 361aen un mismo lugar y el frío queda confinado en su interior, se forma agua y <ésta> enfría la exhalación seca. Así, pues, las lluvias al formarse hacen cesar los vientos y, al cesar <éstos>, se producen aquéllas por las causas recién citadas.

5Por otro lado, la causa de que los vientos procedan sobre todo de la Osa[308] y del mediodía es la misma; en efecto, la mayoría de los vientos <que> se forman <son> del norte y del sur: pues sólo sobre esos lugares el sol no pasa, sino que <simplemente> se acerca o se aleja de ellos, y en cambio pasa siempre sobre el poniente y el levante; por eso las nubes 10se concentran en los flancos <de su trayectoria> y, al acercarse <el sol>, se produce la exhalación de lo húmedo, mientras que, al alejarse hacia el lugar opuesto, se producen las lluvias y tormentas. Así, pues, debido al movimiento del sol acercándose y alejándose de los trópicos[309] se produce el verano y el invierno, y el agua es llevada hacia arriba y 15vuelve de nuevo <a caer>; y puesto que la mayor parte del agua cae en aquellos lugares hacia los cuales y desde los cuales se vuelve <el sol>, y éstos están hacia la Osa y hacia el mediodía, y <puesto que> allí donde recibe la tierra la mayor parte del agua es necesario que se produzca la mayor parte de la exhalación, aproximadamente como de los leños verdes <surge la mayor cantidad de> humo, y <puesto que> 20esa exhalación es viento, es lógico que de allí surjan los vientos más numerosos e importantes. Los <procedentes> de <la zona de> la Osa se llaman septentrionales, los del mediodía, australes.

Su desplazamiento es horizontal: pues soplan en torno a la tierra <pese a que> la exhalación se produce verticalmente, porque todo el aire envolvente sigue la traslación <del cielo>. Por eso podría también uno dudar de cuál es el punto de 25partida de los vientos, si <vienen> de arriba o de abajo; pues su movimiento <viene> de arriba y, antes de soplar, el aire <se hace> manifiesto, aunque sea una nube o niebla: <éstas,> en efecto, significan que comienza a soplar el aire antes de hacerse notar la llegada del viento, por cuanto aquéllas tienen 30su arranque desde arriba. Ahora bien, dado que el viento es una masa de exhalación seca, <salida> de la tierra, que se mueve en torno a ésta, es evidente que el principio del movimiento <viene> de arriba, mientras que el de la materia y la generación[310] <viene> de abajo: en efecto, la causa <viene> de aquel <lugar> hacia el que ha de fluir la <exhalación> ascendente: pues la traslación <de los cielos> es la que domina 35sobre lo que está bastante alejado de la tierra; y al mismo tiempo <la exhalación> se eleva desde abajo en vertical, ya que todo <impulso> es más fuerte desde cerca y el 361bprincipio de la generación[311] es evidente que viene de la tierra.

Que <los vientos se forman> a partir de la reunión de muchas pequeñas exhalaciones, al igual que se forman las cabeceras de los ríos al empaparse la tierra, <resulta> patente también en los hechos: en efecto, allá de donde soplan es donde son todos más débiles, mientras que al avanzar soplan 5con fuerza creciente. Asimismo, las <regiones> en torno a la Osa[312] <están> en invierno calmas y sin viento, <exactamente> en aquel mismo lugar[313]. Pero el viento que sopla tan poco que pasa inadvertido, al alejarse de allí, se convierte ya en un viento fuerte.

Queda dicho, pues, cuál es la naturaleza del viento y 10cómo se genera, así como de las sequías y los aguaceros, y por qué causa cesan <los vientos> y se forman tras las lluvias, por qué la mayoría de los vientos son del norte o del sur; además de esto, <se ha hablado> también de su desplazamiento.

5 Los vientos (continuación)

El sol detiene e impulsa los vientos: en efecto, si las exhalaciones son débiles 15y escasas, extingue con su mayor calor el poco que hay en la exhalación y lo dispersa. Además llega a secar la tierra misma antes de que su secreción[314] pueda concentrarse, al igual que, si se introduce un poco de combustible en un gran fuego, 20queda consumido mucho antes de producir humo. Por estas causas, pues, detiene los vientos o impide desde el principio su formación, <a saber,> deteniéndolos con la extinción[315] o impidiendo que se formen con la rapidez de su acción desecadora; por eso están especialmente en calma en torno al orto de Orion[316] y hasta <la llegada de> los etesios[317] 25y sus precursores[318]. En general, las calmas se producen por dos causas: bien al apagarse la exhalación por el frío, como cuando se produce una fuerte helada, bien al extinguirse por <efecto de> un calor sofocante. Por otro lado, la mayoría de las <calmas que tienen lugar> en las estaciones intermedias[319] <se producen> bien por no haber en absoluto exhalación, bien por haber pasado ésta y no haberla reemplazado 30ninguna otra.

<El período de> Orion parece ser variable y tormentoso, tanto al salir como al ponerse, porque su orto y su ocaso[320] coinciden con un cambio de estación, verano o invierno, y debido al tamaño del astro[321] duran muchos días: ahora 35bien, los cambios de todas las cosas son turbulentos debido a su indefinición.

Los etesios soplan después de los giros <del sol>[322] y la salida del Can[323], pero no cuando el sol está más cerca ni 362acuando está lejos; y soplan durante el día, pero cesan durante la noche. La causa es que, cuando <el sol> está más cerca, llega a secar <la tierra> antes de que se produzca la exhalación; en cambio, cuando se aleja un poco, la exhalación y el 5calor se hacen ya comparables, de modo que las aguas congeladas se funden, y al secarse la tierra por efecto de su propia temperatura y de la del sol es como si humeara y exhalara gas. De noche, en cambio, remiten, debido a que, por el frío de la noche, dejan de fundirse las <aguas> congeladas. Ni lo que está congelado ni lo que carece totalmente 10de sequedad exhalan gas; por el contrario, cuando lo seco contiene humedad, al calentarse exhala gas.

Algunos no se explican por qué los <vientos> del norte, a los que llamamos etesios, se hacen continuos después de los giros <del sol> en verano, mientras que los del sur no son así después de los <giros> de invierno. Ahora bien, <ello> no 15ocurre de manera inexplicable: en efecto, los llamados terrales del sur[324] se forman en la estación opuesta, pero no llegan a ser tan constantes; por eso, al pasar inadvertidos, causan perplejidad. La causa es que el <viento> norte[325] sopla desde las regiones <que hay> bajo la Osa, que están llenas de 20agua y de abundante nieve, y al fundirse ésta tras los giros de verano por efecto del sol, los etesios soplan más que durante los <giros> mismos; así también, en efecto, se producen los calores sofocantes no cuando <el sol> se acerca más a la Osa, sino cuando ha tenido más tiempo para calentar y todavía <está> cerca <de ella>[326]. De manera semejante, tras los giros de invierno soplan los vientos de las aves[327]; en efecto, éstos son etesios débiles; soplan más flojos y más 25tarde que los etesios: empiezan a soplar, en efecto, al septuagésimo día[328], pues el sol, al estar lejos, tiene menos fuerza. No soplan tan constantes, porque por entonces se separan[329] las <exhalaciones> superficiales y débiles, mientras que las más heladas necesitan mayor temperatura. Por eso soplan éstos intermitentemente, hasta que, al llegar los 30giros de verano, soplan de nuevo los etesios, pues a partir de entonces el viento tiende a soplar siempre con la mayor constancia.

El viento sur[330] sopla desde el <punto de> giro de verano[331], no desde el opuesto a la Osa[332]. Pues al ser dos las zonas de territorio habitable, una hacia el polo superior, la 35nuestra[333], y otra hacia el opuesto, hacia el mediodía, y al 362bser <dichas zonas> como un tambor (en efecto, las <líneas> trazadas desde el centro de la tierra delimitan sobre ésta una figura de ese tipo[334]), forman dos conos, uno que tiene por base el trópico, otro <que tiene> el <círculo> visible de todas partes[335], y el vértice, en el centro de la tierra; de igual modo, 5otros dos conos forman <otros tantos> cortes de la tierra hacia el polo inferior.

Solamente esas <regiones> pueden ser habitadas, y no las que están más allá de los giros (pues no habría sombra en dirección a la Osa[336], y actualmente los territorios resultan inhabitables ya antes de que la sombra cese o cambie <su inclinación> hacia el mediodía[337]), y las <regiones situadas> hacia la Osa son inhabitables a causa del frío.

10La Corona[338] pasa también por esta zona[339]: en efecto, parece surgir sobre nuestra cabeza cuando está situada a mediodía[340].

Por ello hoy día se dibujan de manera absurda los mapas de la tierra: en efecto, dibujan la <tierra> habitable con forma circular, pero eso es imposible, tanto con arreglo a lo observable 15como con arreglo al razonamiento. Pues el razonamiento muestra que es limitada en latitud, pero que sus extremos pueden tocarse formando un círculo por lo que hace al clima —en efecto, los calores y el frío no aumentan con la longitud sino con la latitud, de modo que, si no lo impidiera la masa del mar, toda ella sería transitable <sin interrupción>—, y <lo 20mismo> con arreglo a la observación <obtenida> de los viajes por mar y por tierra: pues la longitud difiere mucho de la latitud. En efecto, la distancia desde las Columnas de Heracles hasta la India es, con respecto a la <que va> desde Etiopía hasta el lago Meotis[341] y los últimos confines de Escitia, más de cinco a tres, si uno calcula las jornadas de navegación y de 25marcha, en la medida en que cabe admitir la exactitud de semejantes <cálculos>. Sin embargo, conocemos la anchura de la <tierra> habitada hasta las <regiones> inhabitables: pues allá ya no habita nadie a causa del frío, acullá, a causa del calor. En cambio, las <regiones> más allá de la India y de las Columnas de Heracles <sólo> a causa del mar parece que no enlazan para 30constituir una <zona> habitada ininterrumpidamente.

Puesto que por fuerza ha de haber igualmente una región hacia el otro polo como la que nosotros habitamos hacia el que está sobre nosotros, es evidente que la disposición de sus vientos, así como de todo lo demás, será análoga a la nuestra; de modo que, al igual que aquí hay un viento norte, también 35para ellos habrá un viento procedente de la Osa de allá[342], que en modo alguno es posible que llegue hasta acá, ya que tampoco este viento norte <nuestro> alcanza toda la <región> habitada de allá: es, en efecto, el viento norte como un terral, en la 363amedida en que este viento norte <nuestro> sopla hasta la <tierra> habitada de allá[343]. Pero, debido a que esta región habitada <nuestra> se halla hacia la Osa, la mayoría <de los vientos> soplan del norte. Sin embargo, también aquí se desvanecen y 5no pueden llegar lejos, puesto que en el mar meridional más allá de Libia, así como aquí soplan los del norte y del sur, así también allí soplan siempre, alternándose continuamente, los euros[344] y los céfiros[345].

Que el viento sur no es el que sopla desde el otro polo es evidente. Pues no sólo no es aquél, sino tampoco el <que sopla> 10desde el <punto del> giro de invierno (pues debería haber entonces otro desde el <punto del> giro de verano: así, en efecto, se daría la justa proporción; ahora bien, de hecho no existe <tal viento>[346]: pues es manifiesto que sólo uno sopla desde aquellos lugares[347]); de modo que el que sopla desde la región tórrida forzosamente ha de ser el viento sur. Aquella 15región, debido a la proximidad del sol, no tiene <corrientes de> agua ni pastos, los cuales, al helarse[348], producirían los etesios; pero por ser aquella región muy extensa y despejada, el viento sur es más intenso, duradero y cálido que el norte, y llega más aquél hasta aquí que éste hasta allá.

Queda dicho, pues, cuál es la causa de estos vientos y 20cómo se relacionan entre sí.

6 Los vientos (continuación)

Hablemos ahora de sus direcciones, de cuáles son contrarios a cuáles y de qué clases de ellos pueden soplar a la vez y qué clases no, así como de cuáles y cuántos 25son, y, además de esto, de todas las demás características que no ha habido lugar a tratar por separado entre los problemas[349].

Es preciso seguir las consideraciones en torno a la dirección <de los vientos> con ayuda del grabado[350]. Se ha dibujado, para mayor claridad, la circunferencia del horizonte: por eso es <una figura> redonda. Hay que considerar que ésta es aquélla de las dos secciones[351] que está habitada por 30nosotros; sería posible, en efecto, dividir también la otra <sección> del mismo modo.

Consideremos ante todo contrarias en cuanto al lugar las <regiones> que más distan entre sí en cuanto al lugar, igual que son contrarias en cuanto a la forma las cosas que más distan entre sí en cuanto a la forma: ahora bien, las <regiones> que más distan entre sí en cuanto al lugar son las que se hallan opuestas por el diámetro.

Sea, pues, el <punto designado> por A el ocaso equinoccial, 363by el lugar contrario a éste, <designado> por B, el orto equinoccial; hay otro diámetro que corta a éste en ángulo recto, del que se supone que el <punto designado> por H es la Osa[352] y el diametralmente opuesto a éste, <designado> por 5Θ, el mediodía; el <designado> por Z, el orto estival, el <designado> por E, el ocaso estival, el <designado> por Δ, el orto invernal, y el <designado> por Γ, el ocaso invernal. Desde Z, trácese un diámetro hasta Γ, y desde Δ, hasta E. Comoquiera, pues, que los <puntos> que distan más en cuanto al lugar son contrarios en cuanto al lugar, y distan más los <opuestos> 10por el diámetro, necesariamente serán contrarios entre sí aquellos vientos <que se oponen> por el diámetro.

Los vientos, según su localización, se llaman así: céfiro, el <que viene> de A; este <punto>, en efecto, es el ocaso equinoccial. Contrario a éste, el apeliotes, de B: este <punto>, en 15efecto, es el orto equinoccial. Bóreas y aparctias[353], de H: allí, en efecto, está la Osa. Contrario a éste, el noto, de Θ: en efecto, la <parte> de la que sopla es el mediodía, y Θ es el contrario de H, pues están <opuestos> por el diámetro. De Z <viene> el cedas: este <punto>, en efecto, es el orto estival. Su contrario no es el que sopla de E, sino el libe, de Γ: éste, en efecto, <viene> del ocaso invernal y es contrario a aquél 20(pues se halla <opuesto a él> por el diámetro). De Δ <viene> el euro: éste, en efecto, sopla del orto invernal, y es vecino del noto: por eso muchas veces se dice que soplan euronotos. El contrario de éste no es el libe, de Γ, sino el de E, al que unos llaman argestes, otros, Olimpias y otros, en fin, escirón: éste, en efecto, sopla del ocaso estival y es el único 25que se opone a aquél por el diámetro.

Éstos, pues, son los vientos opuestos por el diámetro y aquéllos a los que son contrarios; pero existen otros para las que no hay vientos contrarios. En efecto, de I <viene> el que llaman trascias: pues éste es intermedio entre el argestes y el 30aparctias; de K <viene> el que llaman meses: pues éste es intermedio entre el cecias y el aparctias. La cuerda[354] IK tiende a coincidir con el <círculo> siempre visible, pero no lo hace exactamente. Para estos vientos no existen contrarios, 364ani para el meses (pues soplaría del <punto designado> por M, ya que éste <se le opone> por el diámetro), ni para el <de> I, el trascias (pues soplaría de N: éste, en efecto, es el punto <opuesto> por el diámetro, salvo que de éste sopla también un viento de poco alcance al que los <habitantes> de aquella región llaman fenicias).

Éstos son, pues, los vientos principales y bien diferenciados 5y se distribuyen de este modo; y la causa de que haya más vientos <procedentes> de las regiones situadas hacia la Osa que de las situadas hacia mediodía es que la <tierra> habitada se halla más bien hacia ese lugar, y que hacia esa parte[355] va a parar mucha más agua y nieve porque aquella 10otra está bajo el sol y su trayectoria, y al fundirse y filtrarse éstas[356] en la tierra y ser calentadas por el sol y por la tierra <misma>, forzosamente ha de surgir más exhalación y extenderse más, por esta causa.

Los principales de los denominados vientos norte son el 15aparctias, el trascias y el meses[357]; el cecias tiene parte de apeliotes y parte de bóreas; notos[358] son tanto el realmente originario del mediodía como el libe; apeliotes[359] son tanto el <que viene> del orto equinoccial como el euro; el fenicias es mezcla[360]; es llamado céfiro tanto el genuino como el argestes. En conjunto, unos se llaman vientos del norte, y 20otros, vientos del sur: al viento del norte se le añaden los céfiros (pues son más fríos por soplar desde el ocaso) y al del sur, los apeliotes (pues son más calientes por soplar desde el orto). De este modo, pues, se ha dado en llamar a los vientos diferenciándolos por el frío y el calor o calidez. Son más calientes los <que vienen> de oriente que los de poniente, 25dado que los <procedentes> del orto están más tiempo bajo el sol; en cambio, a los <procedentes> del ocaso <el sol> los abandona antes y se acerca al lugar más tarde.

Ordenados así los vientos, es obvio que no pueden soplar a la vez los contrarios (pues <se oponen> diametralmente, y uno de los dos cesaría tras perder su fuerza), pero nada impide <que lo hagan> los no dispuestos entre sí de ese modo, 30v. g.: Z y Δ. Por eso a veces soplan a la vez dos <vientos> favorables sobre el mismo punto, <aunque> no del mismo <origen> ni con un mismo soplo.

En estaciones contrarias suelen soplar vientos contrarios, v. g.: en torno al equinoccio de primavera, el cecias y, 364ben general, los de más allá del giro de verano[361], en otoño, los libes, en torno a los giros de verano, el céfiro, y en los de invierno, el euro.

Los que más irrumpen sobre los otros y los detienen son los aparctias, los trascias y los argestes[362]: en efecto, al ser 5su punto de partida el más cercano <a nosotros>, éstos <son los que> soplan con más frecuencia y fuerza. Por eso también son los más claros[363] de entre los vientos: pues al soplar desde cerca <son los que> más debilitan a los demás vientos y los detienen, y dispersando con su soplo la nubes acumuladas, producen tiempo despejado, a no ser que resulten 10ser al mismo tiempo extremadamente fríos, en cuyo caso no son claros; pues si son más fríos que intensos, hielan antes que despejar <las nubes>. En cuanto al cecias, no es claro, ya que gira sobre sí mismo; de donde viene el proverbio: «tirar para sí como una nube de cecias».

Las sucesiones <de vientos> se producen <pasando> de los que cesan a los contiguos en el sentido del desplazamiento 15del sol, ya que lo contiguo al punto de partida <es lo que> más se mueve: ahora bien, el punto de partida de los vientos se mueve como el sol.

Los contrarios hacen lo mismo o lo contrario, v. g.: el libe y el cecias, al que algunos llaman helespontias[364], son húmedos, y secos el argestes y el euro, al que <algunos llaman> 20apeliotes[365]: éste al principio es seco y al final, húmedo.

El arctias y el meses son los más nevosos; también son éstos los más fríos. Portadores de granizo son el aparctias, el trascias y el argestes. Ardientes, el noto, el céfiro y el euro. 25El cedas llena el cielo de espesas nubes; el libe, de nubes más tenues; el cedas, por girar sobre sí mismo y por ser parte del bóreas y del euro, de modo que, al ser frío, condensa el aire lleno de vapor helándolo y, al ser localmente próximo al apeliotes, tiene mucho vapor como materia para 30acarrear. Son claros el aparctias, el trascias y el argestes: la causa se ha dicho más arriba[366]. Producen relámpagos, sobre todo, éstos y el meses; en efecto, por soplar desde cerca son fríos, y el relámpago se produce gracias al frío: pues se desprende al condensarse las nubes. Por eso también algunos 365ade estos mismos son portadores de granizo: en efecto, se hielan rápidamente.

Los huracanes se producen sobre todo en otoño, y después en primavera, y <los producen> sobre todo el aparctias, el trascias y el argestes. La causa es que los huracanes se producen sobre todo cuando, estando algunos de los otros 5<vientos> soplando, éstos irrumpen sobre ellos; también la causa de esto se ha dicho anteriormente.

Los etesios, para los que habitan en occidente, rolan de arctias a trascias, argestes y céfiros[367], partiendo de la Osa y terminando en los <puntos> más alejados; en cambio, para 10los <situados> hacia oriente, rolan hasta el apeliotas[368].

Demos, pues, por tratado todo lo relativo a los vientos, a su origen y naturaleza y a sus características tanto comunes como específicas de cada uno.

7 Los terremotos

Tras esto hay que hablar del seísmo o movimiento de tierra: pues la causa del fenómeno es próxima a la de este último 15genero <de meteoros>.

Las <explicaciones> conocidas hasta el momento son tres, procedentes de tres <autores diferentes>. En efecto, Anaxágoras de Clazómenas y, antes de él, Anaxímenes de Mileto se manifestaron <al respecto>, y después de ellos, Demócrito de Abdera.

Anaxágoras, pues, dice que, siendo propio del aire seco[369] 20elevarse, al precipitarse en partes bajas y huecas de la tierra, mueve a ésta, por haber quedado las partes altas apelmazadas por las lluvias (ya que toda <la tierra> es igualmente porosa), considerando <Anaxágoras> que hay una parte alta y una parte baja del conjunto de la esfera[370], y que la de arriba es la parte sobre la que habitamos, y la de abajo, la 25restante <no habitada>.

Pues bien, contra esta explicación causal seguramente no hay nada que decir, al ser tan simplista: pues creer que el arriba y el abajo son de tal manera que los cuerpos dotados de peso no se desplazan de todas partes hacia la tierra, en tanto que los ligeros, y <entre ellos> el fuego, lo hacen hacia arriba es ingenuo, y eso aun viendo que el horizonte, a lo 30largo de toda la <tierra> habitada y conocida, cambia continuamente a medida que nos trasladamos, como si <la tierra> fuera convexa y esferoidal; también <es ingenuo> decir que, debido a su tamaño, se mantiene sobre el aire y afirmar que se estremece toda ella al ser golpeada de abajo arriba. Aparte de esto no dan razón de ninguna de las características de 35los seísmos: pues no son cualesquiera las regiones y las épocas que experimentan este fenómeno.

365bDemócrito dice que la tierra está llena de agua y que, al recibir además mucha más agua de lluvia, es movida por ésta: pues cuando <dicha agua> llega a ser excesiva por no poder admitirla las cavidades <subterráneas>, al abrirse paso 5por la fuerza provoca el seísmo, y que cuando <la tierra> está seca y atrae <agua> de los lugares llenos a los vacíos, el <agua> que cambia de sitio, al irrumpir, mueve <la tierra>.

Anaxímenes, por su parte, dice que la tierra, al empaparse y al secarse, se resquebraja y se estremece por efecto de esos montículos <de tierra> partidos al desplomarse; por eso los seísmos se producen en las épocas de sequía y también 10en las lluviosas: pues en las de sequía, tal como se ha dicho, se resquebraja <la tierra> al secarse, y al empaparse excesivamente por efecto de las lluvias, se desmorona.

Ahora bien, si ocurriera esto, habría de verse la tierra hundiéndose por muchos sitios. Además, ¿por que razón 15este fenómeno se produce muchas veces en ciertos sitios que no difieren en absoluto de otros en cuanto al exceso de humedad <o sequedad>, como debería ser[371]? En general, los que así opinan deberían decir que los seísmos se han de producir cada vez con menos frecuencia, hasta que finalmente <la tierra> cese de estremecerse: pues lo que se 20compacta tiene esa naturaleza[372]. De modo que, si esto es imposible[373], es evidente que también es imposible que sea ésa la causa.

8 Los terremotos (continuación)

Ahora bien, puesto que es manifiesto que ha de formarse una exhalación tanto a partir de lo húmedo como de lo seco, como dijimos anteriormente[374], forzosamente se producirán los seísmos por <el hecho de> existir dichas <exhalaciones>. En efecto, la tierra 25es, de por sí, seca, pero debido a las lluvias contiene en sí mucha humedad[375], de modo que, al ser calentada por el sol y por el fuego <que hay> en ella, se forma fuera y dentro de ella gran cantidad de viento; y éste unas veces fluye todo él continuamente hacia fuera, otras veces hacia dentro, y alguna que otra vez se divide en dos partes[376].

Entonces, si es imposible que esto ocurra de otro modo, lo siguiente que habría que examinar sería cuál de los cuerpos 30es más capaz de mover: en efecto, necesariamente lo será el que por naturaleza se desplace más y más violentamente. Pues bien, por fuerza será más violento el que se desplace más rápidamente: pues debido a la velocidad golpeará con más fuerza; y por naturaleza llegará más lejos el que 35más fácilmente pueda atravesarlo todo, a saber, el más fino. De modo que, si tal es la naturaleza del viento, éste será, de 366aentre los cuerpos, el más capaz de mover: en efecto, el fuego, cuando va acompañado del viento, se convierte en llama y se desplaza rápidamente. Así, pues, la causa del movimiento <de tierra> no será el agua ni la tierra, sino el viento 5cuando por azar fluye hacia dentro la exhalación externa.

Por eso la mayoría y los más grandes de los seísmos se producen durante las calmas: pues la exhalación, al ser continua, sigue casi siempre el impuso inicial, de modo que se lanza toda hacia dentro o toda hacia fuera. Ahora bien, no es inconcebible que algunos se produzcan mientras hay viento: pues vemos que algunas veces soplan a la vez varios vientos, 10y cuando uno de ellos se precipita hacia el interior de la tierra, se dará el seísmo mientras hay viento. Éstos son de menor magnitud, debido a que su principio y causa se halla dividido. La mayoría y los más grandes de los seísmos se producen de noche, y los que se producen de día <tienen lugar> 15a mediodía: en efecto, el mediodía suele ser el <momento> de mayor calma del día (pues el sol, cuando más poder tiene, confina la exhalación en el interior de la tierra: y tiene su máximo poder a mediodía), y las noches son más calmas que los días, debido a la ausencia del sol; de modo que el 20flujo <de la exhalación> se produce de nuevo hacia dentro, a modo de bajamar, a la inversa que la pleamar <,que va> hacia fuera, y la mayoría de las veces hacia el alba: pues es normalmente en ese momento cuando los vientos empiezan a soplar. Así, pues, si ocurre que su primer impulso se vuelve hacia dentro, como el Euripo[377], debido a la mayor fuerza de su masa provoca el seísmo.

Además los más fuertes de los seísmos se producen en 25aquellos lugares en que el mar tiene muchas corrientes o el terreno es poroso y cavernoso; por eso <se producen> en el Helesponto, Acaya, Sicilia y Eubea: pues en esos lugares parece que el mar se filtra bajo tierra; de ahí que las fuentes termales de Edepso[378] hayan surgido por la misma causa. En los lugares mencionados, los seísmos se producen sobre 30todo debido a la estrechez <del espacio>: pues al surgir un viento violento, debido a la gran masa de <agua de> mar que le sale al paso, es rechazado de nuevo hacia el interior de la tierra el que por naturaleza debía salir soplando de ella. Y todas las regiones que tienen el subsuelo poroso, al admitir 366bmucho viento, se estremecen más.

Y por la misma causa se producen <seísmos> sobre todo en primavera y otoño, en épocas de lluvia y de sequía: pues dichas épocas son muy ventosas; en cambio, el verano y el invierno, éste debido a la congelación y aquél debido al gran calor, provocan la inmovilidad <del aire>; el uno, en efecto, 5es demasiado frío, el otro, demasiado seco; también en las épocas de sequía es el aire ventoso: pues eso es precisamente la sequía, <la época> en que se produce más exhalación seca que exhalación húmeda; en las épocas de grandes lluvias, en cambio, <se> produce más exhalación en el interior <de la tierra> y, al quedar confinada en espacios más estrechos 10y ser forzada <a concentrarse> semejante evaporación en un menor espacio por estar las cavidades llenas de agua, cuando comienza a hacer fuerza por haber sido comprimida una gran cantidad en un pequeño espacio, el viento al fluir mueve y golpea <la tierra> con gran fuerza; en efecto, hay 15que pensar que, así como en nuestro cuerpo la fuerza del viento confinado es causa de estremecimientos y palpitaciones, así también en la tierra hace el viento algo parecido, y unos seísmos son como estremecimientos y otros, como palpitaciones, y tal como ocurre muchas veces tras la micción (en efecto, se produce a través del cuerpo como un estremecimiento 20al pasar una concentración de viento de fuera adentro), algo semejante ocurre en la tierra. La fuerza toda que tiene el viento no hay que considerarla sólo a partir de lo que ocurre en el aire (pues uno podría suponer que allí es 25capaz de hacer lo que hace gracias a su gran masa), sino también en los cuerpos de los animales: en efecto, los ataques de rigidez y los espasmos son movimientos <producto> del viento y tienen tanta fuerza que, aun cuando muchos intenten a la vez contrarrestarlos, no pueden controlar el movimiento de los afectados. Pues bien, hay que pensar que 30tal ocurre también en la tierra, comparando lo grande a lo pequeño.

Indicios de esto para nuestra percepción se han producido en muchas partes: en efecto, ya <ha ocurrido que> un seísmo producido en ciertos lugares no cesó hasta que el viento que lo impulsaba estalló y salió a la superficie de la 367atierra con la apariencia de un huracán, como ocurrió recientemente en Heraclea del Ponto, y antes en la isla de Hiera (es ésta una de las islas llamadas de Eolo[379]): en ella, en efecto, se hinchó una porción de tierra y se alzó con estrépito 5como un conglomerado de colinas; tras estallar finalmente, salió mucho viento y levantó chispas y ceniza, y ésta cubrió totalmente la ciudad de los liparios, que no está lejos, y llegó hasta algunas ciudades de Italia; y aún ahora es patente el lugar donde se produjo aquella erupción. Hay que suponer también que ésta es la causa del fuego que se genera 10en la tierra, cuando, al desmenuzarse el aire en pequeñas partículas, <el viento> choca y se inflama de repente.

Una prueba de que los vientos fluyen bajo tierra es también lo que ocurre en aquellas islas; pues cuando está a punto de soplar el viento sur, da un indicio previo: en efecto, los lugares de donde se originan las erupciones retumban, debido a que el mar es empujado desde gran distancia y, por 15efecto de éste, <el viento> que iba a salir despedido de la tierra es rechazado de nuevo hacia dentro, justo donde el mar se le echa encima. Y produce ruido sin seísmo, gracias a la amplitud del lugar (pues se difunde hacia el espacio abierto exterior) y a la pequeña cantidad de aire repelido.20

Además, <el hecho de> que el sol se vele y se ponga más oscuro sin nubes y que a veces, antes de los seísmos de madrugada, haya calma y fuertes heladas es indicio de la mencionada causa. En efecto, forzosamente ha de estar el sol apagado y oscuro al empezar a perderse bajo tierra el viento 25que disuelve y desmenuza el aire y <ha de haber> calma y tiempo frío hacia el alba y la madrugada. Pues necesariamente sobrevendrá la calma casi siempre, tal como ya se ha dicho antes[380], al producirse, por así decir, un reflujo del viento hacia dentro, y sobre todo antes de los seísmos más 30importantes: en efecto, si <el viento> no se escinde <yendo> parte hacia fuera y parte hacia dentro, sino que se concentra <en un mismo lugar>, forzosamente ha de ser más fuerte <el seísmo>. En cuanto al frío, sobreviene porque la exhalación, que en sí misma es caliente por naturaleza, se vuelve hacia dentro <de la tierra>. No parece que los vientos sean cálidos 367bpor mover el aire, que está lleno de abundante vapor frío, como el aliento despedido con la boca abierta: en efecto, aquél, cerca <de ésta>, es caliente, como cuando exhalamos, pero por su escasez no es tan manifiesto, en cambio, lejos <de la boca>, es frío por la misma causa que en el caso de los vientos. 5Así, pues, al desaparecer en la tierra dicha potencia, la emanación vaporosa, condensándose en forma de humedad, produce el frío en los lugares en que tiene lugar ese fenómeno. Idéntica es la causa del signo que suele darse a veces antes de los seísmos. En efecto, bien de día, bien poco 10antes del ocaso, estando despejado, aparece una tenue nubecilla extendida a lo largo, como un trazo longitudinal perfectamente rectilíneo, al extinguirse el viento debido a su desplazamiento[381]. Algo semejante ocurre también en el mar sobre la costa: en efecto, cuando se agita con grandes 15olas, las rompientes son gruesas y desiguales, pero cuando hay bonanza, debido a que se produce poca evaporación, <las rompientes> son suaves y rectas. Pues bien, lo que el mar hace en torno a la tierra, eso mismo hace el viento en torno a las <masas> oscuras del aire[382], de modo que, cuando sobreviene la calma, las nubes adelgazan y se estiran en línea totalmente recta como si fueran rompientes de aire.

20Por eso ocurre también a veces que se producen seísmos durante los eclipses de luna: en efecto, cuando está ya cerca la interposición[383] y todavía no ha desaparecido totalmente del aire la luz y el calor <procedente> del sol, pero ya se están extinguiendo, sobreviene una calma al desplazarse el 25viento hacia el interior de la tierra, lo cual provoca el seísmo antes del eclipse. En efecto, muchas veces se levantan vientos antes de los eclipses, al anochecer, antes de los eclipses de medianoche, a medianoche, antes de los del amanecer. Eso ocurre porque se debilita el calor <procedente> de la luna cuando su trayectoria se acerca a <aquel punto> 30donde, una vez llegados <los astros>, se producirá el eclipse. Desaparecido, pues, aquello por lo que el aire era retenido y se mantenía en reposo, vuelve <éste> a moverse y se produce viento, tanto más tarde cuanto más tarde <se produce> el eclipse.

Cuando el seísmo es fuerte, no cesa inmediatamente del todo, sino que, en primer lugar, muchas veces continúa durante cuarenta días y, por último, incluso da señales a lo largo 368ade uno o dos años en los mismos lugares. La causa de su envergadura es la cantidad de viento y la configuración del terreno por el que pasa: pues allá donde choca y no puede atravesar fácilmente, sacude más fuerte y necesariamente 5queda atrapado en las anfractuosidades, como agua <encerrada> en una vasija sin poder salir. Por eso, así como en el cuerpo las palpitaciones no cesan de pronto ni rápidamente, sino de manera gradual, a medida que desaparece la afección, así también es obvio que el principio del que se genera la exhalación y el desencadenante del viento no agotan inmediatamente toda la materia a partir de la que producen el 10viento, lo que llamamos seísmo. Así, pues, hasta que no agote todos sus restos, necesariamente sacudirá <la tierra>, cada vez más suavemente, y hasta el punto en que lo exhalado sea tan poco que no pueda ya mover <la tierra> perceptiblemente.

Los ruidos que se producen bajo tierra los provoca también el viento, incluso antes de los seísmos; también sin 15seísmo se han producido a veces <ruidos> bajo tierra: pues, al igual que el aire azotado emite toda clase de ruidos, así también cuando él mismo golpea; en efecto, no hay ninguna diferencia: pues todo lo que golpea es a la vez golpeado. El ruido precede al movimiento porque es más sutil y pasa más 20fácilmente a través de todo que el propio viento. Cuando <éste> es demasiado escaso como para mover la tierra debido a su sutileza, porque, al filtrarse fácilmente, no puede mover, sin embargo, al chocar contra masas compactas o huecas 25y de múltiples figuras, emite toda clase de sonidos, de tal modo que a veces parece que, como dicen los narradores de cuentos, la tierra ruge.

Ya <ha ocurrido que> ha brotado agua a borbotones al producirse <algunos> seísmos; pero no por eso ha sido el agua la causa del movimiento, sino que, tanto si el viento hace fuerza desde la superficie como si la hace desde abajo, 30él es el <principio> motor, igual que son los vientos la causa de las olas, no las olas de los vientos, pues <si no>, incluso podría uno hacer a la tierra causante del fenómeno: en efecto, al ser sacudida se da la vuelta, como el agua[384] (pues volcarse es algo así como darse la vuelta). Pero ambas[385] son causas en tanto que materia (en efecto, padecen <el efecto>, pero no <lo> producen), mientras que el viento es el principio[386].

Allá donde se produce una ola a la vez que un seísmo, la 35causa es que se encuentran vientos contrarios. Esto ocurre 368bcuando el viento que sacude la tierra no puede apartar del todo el <agua de> mar traída por otro viento, sino que empujándola y concentrándola en un mismo punto, produce una gran acumulación; entonces, en efecto, es forzoso que, al 5disminuir aquel <primer> viento, dicha acumulación, empujada por el viento contrario, rompa <sobre la tierra> y produzca la inundación. Esto sucedió también en Acaya: allá, en efecto, había viento sur y fuera[387], viento norte, y al sobrevenir la calma[388] y fluir hacia dentro el <otro> viento[389], se produjo la ola a la vez que el seísmo, tanto más que el mar no dejó escapatoria al viento que se había metido bajo 10tierra, sino que le hizo de obstáculo; pues, al chocar entre sí, el viento provocó el seísmo, y el <agua> dejada por la ola, la inundación.

Los seísmos se producen <sólo> en una parte de la tierra, y muchas veces, en un pequeño espacio, mientras que los vientos, no; <se producen aquéllos> en una parte cuando las 15exhalaciones de ese mismo lugar y las de las inmediaciones convergen en una, tal como dijimos que se producían las sequías y las lluvias torrenciales localizadas. También los seísmos se producen de este modo, los vientos, en cambio, no: pues aquéllos[390] tienen su principio en la tierra, de modo que dirigen todas <las exhalaciones> a un mismo <punto>; el 20sol, en cambio, no puede <dirigirlas> igual, pero sí algo más a las del aire, de modo que fluyen hacia un mismo <punto> cuando toman impulso de la traslación del sol, según las diferentes características de cada lugar[391].

Así, pues, cuando el viento es mucho, mueve la tierra a lo ancho, como un estremecimiento; pero en unas pocas ocasiones y en ciertos lugares sobreviene a modo de palpitación, de abajo arriba; por eso sacude con menos frecuencia 25de ese modo: pues no es fácil que se reúna así mucho empuje; en efecto, la evaporación a lo largo es mucho mayor que la evaporación en profundidad. Pero donde llega a producirse este tipo de seísmo, aflora gran cantidad de piedras, 30como las que se hace saltar hacia arriba en las cribas; en efecto, al producirse un seísmo de este modo, quedaron destruidas las inmediaciones del Sípilo[392] y la llamada llanura Flegrea[393], así como la región de Liguria.

En las islas de alta mar se producen menos seísmos que en las cercanas a tierra: en efecto, la masa del mar enfría las 35exhalaciones y las contrarresta y obstaculiza con su peso; 369aademás, <el mar> fluye y no se estremece bajo la fuerza de los vientos; y al ocupar <el mar> mucho espacio, las exhalaciones no salen hacia él, sino de él, y las de la tierra las acompañan. Las <islas> cercanas al continente son parte de 5éste: pues el <agua> que hay en medio, debido a su escasez, no tiene fuerza ninguna; en cambio, no es posible mover las islas de alta mar sin mover todo el mar por el que están rodeadas.

Se ha tratado, pues, acerca de los seísmos y de cuál es su naturaleza y por qué causa se producen, así como de las demás circunstancias que los rodean, al menos de las más importantes.

9 Las tormetas

10Tratemos ahora del relámpago y el trueno, así como del tifón, la tormenta y los rayos: en efecto, hay que suponer que la causa de todos estos <fenómenos> es la misma <que antes>[394].

15Pues, al ser la exhalación de dos clases, como ya dijimos[395], una húmeda y otra seca, y al contener su combinación a ambas en potencia y condensarse en <forma de> nube, como se ha dicho antes[396], y al hacerse la condensación de nubes más densa hacia su límite extremo (pues, allí donde el calor disminuye por desprenderse hacia la región superior, la condensación será necesariamente más densa y más fría; por eso los rayos y los huracanes y todos los <fenómenos> 20de ese tipo se mueven hacia abajo, a pesar de que todo lo caliente tiende por naturaleza a moverse hacia arriba; pero es forzoso que la expulsión se produzca en sentido contrario a la <mayor> densidad[397], como las pepitas que salen despedidas de entre los dedos: éstas, en efecto, pese a tener peso, 25se mueven muchas veces hacia arriba), entonces el calor desprendido se difunde hacia la región superior; pero toda aquella <parte de la> exhalación seca que queda atrapada en el proceso de enfriamiento del aire se desprende al condensarse las nubes y, desplazándose y chocando con violencia contra las nubes circundantes, produce un impacto, cuyo ruido se llama trueno. El impacto se produce del 30mismo modo (por comparar un fenómeno pequeño con otro mayor) en que se origina en la llama el ruido que unos llaman «reír de Hefesto», otros, «de Hestia», otros, «amenaza» de estos mismos. Ello se produce cuando la exhalación viene a apelotonarse en la llama al reventar y secarse los leños: así 35también la evaporación del viento que tiene lugar en las nubes, al chocar contra la densidad de las nubes, produce el 369btrueno. Debido a la irregularidad de las nubes, y a las cavidades <que hay> en medio de ellas, allá donde falla la continuidad de su densidad, se producen ruidos de todas clases.

5El trueno, pues, es esto y se produce por esta causa; en cuanto al viento expulsado, arde la mayor parte de las veces en una combustión tenue y débil, y eso es lo que llamamos relámpago, <lo que ocurre> cuando el viento se ve como si cayera revestido de color. Se produce después del impacto y 10al final del trueno: pero parece <producirse> antes porque la vista se anticipa al oído[398]. Ello se pone de manifiesto en el remar de las trirremes: en efecto, cuando ya los remos están retrocediendo de nuevo, llega finalmente el ruido de su golpear <contra el agua>.

Algunos, sin embargo, dicen que en las nubes se genera fuego: dice Empédocles que éste es lo que queda atrapado 15<en las nubes> de los rayos del sol; Anaxágoras, del éter superior, al que él llama fuego descendido de arriba abajo. Así, pues, <consideran que> el relámpago es el resplandor, y el trueno, el ruido y el silbido de ese fuego al extinguirse, al igual que si se produjera tal como aparece y fuera el relámpago antes que el trueno.

El confinamiento del fuego es poco razonable <como 20causa> en ambos casos[399], pero aún lo es más la precipitación del éter de arriba <abajo>. En efecto, es preciso decir la causa de que se desplace hacia abajo lo que por naturaleza ha de hacerlo hacia arriba, y por qué eso ocurre sólo cuando el cielo está nublado y no de manera continua: pues cuando hace sereno, no ocurre. En efecto, parece que esto se ha dicho 25demasiado precipitadamente. Igual de poco convincente es decir que la causa de estos <fenómenos> es el calor <procedente> de los rayos solares que queda aislado en las nubes: en efecto, esta afirmación se ha hecho demasiado descuidadamente; pues es necesario que la causa de que suceda así sea siempre algo bien delimitado y preciso, tanto la del 30trueno como la del relámpago y los demás <fenómenos> de este tipo. Esta <explicación>, en cambio, dista mucho de ello: pues es como si alguien creyera que el agua, la nieve y el granizo existen previamente <juntos> y luego se separan[400], pero no se generan, como si la condensación <tuviera> a mano cada uno de ellos para irlos produciendo; en 35efecto, hay que suponer que éstos son condensaciones como aquéllos son dispersiones[401], de modo que si unos no se generan, 370asino que existen <ya>, el mismo razonamiento podrá aplicarse a ambos. En cuanto al confinamiento <del fuego> en las nubes, ¿por qué habría uno de decir que es algo muy distinto de lo <que ocurre> en los <cuerpos> más densos? En efecto, también el agua, por efecto del sol y del fuego, se pone caliente; y sin embargo, cuando nuevamente se condensa 5y se enfría hasta congelarse, no ocurre que se produzca ninguna precipitación como la que dicen aquéllos; y, en cambio, debería <producirse>, en proporción a la magnitud[402]. Y <hay que considerar que> la ebullición la produce el viento generado por el fuego, por lo que no es posible que estuviera presente antes, ni tampoco aquéllos consideran el ruido como una ebullición, sino como un silbido; ahora bien, el silbido es como una ebullición en pequeño: pues allí 10donde el <fuego> que golpea domina <a la humedad> aun apagándose, produce el ruido con su silbido.

Hay algunos que, como Clidemo, dicen que el relámpago no existe, sino que es una apariencia, comparándolo con lo que ocurre cuando uno golpea el mar con una vara: en efecto, de noche parece que el agua lanza un destello; así también, <dicen,> el relámpago es la aparición de un fulgor 15de la humedad al ser golpeada en la nube. Éstos, pues, no estaban en absoluto familiarizados con las teorías[403] sobre la reflexión, que parece ser la causa de este tipo de fenómeno: en efecto, el agua parece lanzar un destello al ser golpeada porque nuestra visión es desviada de ella hacia alguna cosa brillante. 20De ahí que esto ocurra sobre todo de noche: pues de día no se manifiesta porque el resplandor del día, al ser mayor, lo oculta.

Éstas son, pues, las afirmaciones hechas por los demás <autores> acerca del trueno y el relámpago: según unos, el relámpago es un reflejo, según otros, el relámpago es un resplandor del fuego, y el trueno, su extinción, de manera que no se genera el fuego en cada uno de esos fenómenos, 25sino que ya existe previamente. Nosotros, en cambio, decimos que el mismo <elemento> natural es, sobre la tierra, viento, en el interior de la tierra, seísmo, en las nubes, trueno: pues todas esas cosas son la misma substancia, <a saber,> exhalación seca, que al fluir de determinada manera es viento, de esta otra, provoca los seísmos, y en las nubes, al transformarse[404] 30y ser expulsada, por concentrarse y condensarse aquéllas en <forma de> agua, <produce> truenos y relámpagos y todos los demás <fenómenos> que son de esa misma naturaleza. Se ha tratado <así> del trueno y el relámpago.

Descargar Newt

Lleva Acerca del cielo - Meteorológicos contigo