La teoría de la evolución

II. Extracto de una carta de Charles Darwin al profesor Asa Gray

II

EXTRACTO DE UNA CARTA DE CHARLES DARWIN AL PROFESOR ASA GRAY

DE BOSTON, EE. UU., DATADA EN DOWNEL 5 DE SEPTIEMBRE DE 1857

Es prodigioso lo que el hombre puede conseguir con el principio de la selección, es decir, la separación de los individuos poseedores de alguna cualidad deseada para criarlos y elegir entre ellos de nuevo. Los propios criadores están asombrados con sus logros. Pueden actuar sobre diferencias que no son apreciables para el ojo sin el adecuado entrenamiento. La selección se ha venido realizando de forma metódica en Europa desde hace sólo un siglo; pero se ha seguido ocasionalmente, e incluso en cierta medida metódicamente, desde los tiempos más antiguos. Debe haberse producido también alguna forma de selección inconsciente desde un período remoto, a saber, la preservación de los animales individuales (sin pensar para nada en su descendencia) de mayor utilidad para cada raza de hombres en sus particulares circunstancias. El proceso de roguing, como denominan los criadores a la destrucción de las variedades que se apartan de su tipo, es una forma de selección. Estoy convencido de que la selección intencional y ocasional ha sido el principal agente de producción de nuestras razas domésticas; sea como fuere, su gran poder de modificación se ha puesto de manifiesto de manera indiscutible en los últimos tiempos. La selección actúa solamente por acumulación de variaciones ligeras o mayores, causadas por condiciones externas o por el simple hecho de que en la generación el hijo no es totalmente parecido a su progenitor. Con la ayuda de este poder para acumular variaciones, el hombre adapta seres vivos a su voluntad, por ejemplo para hacer que la lana de una oveja sea buena para alfombras, la de otra para tejidos, etcétera.

Supongamos ahora que existe un ser que no juzga por simples apariencias externas sino que puede estudiar toda la organización interna, que nunca es caprichoso y que continúa seleccionando con un objetivo firme durante millones de generaciones; ¡qué no podría conseguir! En la naturaleza se producen ocasionalmente ligeras variaciones en todas las partes; y creo que puede demostrarse que los cambios en las condiciones de la existencia son la principal causa de que los hijos no se parezcan exactamente a sus padres; en la naturaleza, la geología nos revela los cambios que han tenido lugar y los que todavía se producen. Tenemos una cantidad de tiempo casi ilimitada; nadie como un geólogo práctico puede comprender esto mejor. Piénsese en el período glacial, durante toda la extensión del cual han existido por lo menos las mismas especies de moluscos con concha; deben haberse sucedido durante este período millones y millones de generaciones.

Creo que puede mostrarse que ese infalible poder actúa en la Selección natural (el título de mi libro), que selecciona exclusivamente por el bien de cada ser orgánico. De Candolle, padre, W. Herbert y Lyell han escrito excelentes páginas sobre la lucha por la vida, pero ni siquiera ellos la han expresado con la suficiente crudeza. Piénsese en que todo ser (incluso el elefante) se reproduce con una tasa suficiente para que al cabo de unos pocos años, o a lo sumo unos pocos siglos, no quede espacio suficiente sobre la faz de la Tierra para albergar la progenie de una sola pareja. Me ha resultado difícil tener siempre presente que el aumento de todas y cada una de las especies se ve frenado en alguna parte de su vida, o en alguna generación, con un corto período de recurrencia. Sólo una fracción de los que nacen cada año consigue vivir para propagar su estirpe. ¡Qué nimia diferencia debe determinar a menudo quién sobrevive y quién perece!

Tomemos ahora el caso de una región que esté experimentando algún cambio. Éste tenderá a causar ligeras variaciones en algunos de sus habitantes, pues creo que la mayoría de los seres varían en todo momento lo bastante como para que la selección pueda actuar sobre ellos. Algunos de sus habitantes serán exterminados; el resto quedará expuesto a la acción mutua de un conjunto distinto de habitantes, lo cual considero mucho más importante para la vida de un ser que el simple clima. Considerando los métodos infinitamente variados de que se valen los seres vivos para obtener alimento luchando con otros organismos, para escapar del peligro en diferentes momentos de su vida, para diseminar sus huevos o sus semillas, etcétera, no me cabe duda de que durante millones de generaciones nacerán ocasionalmente individuos de una especie con alguna ligera variación que les resulte de algún modo beneficiosa para su economía. Esos individuos tendrán una probabilidad mayor de sobrevivir y de propagar su estructura nueva y ligeramente distinta, y la modificación, en la medida en que sea beneficiosa, podrá aumentar lentamente por la acción acumulativa de la selección natural. La variedad así formada coexistirá con su forma progenitora o, con mayor frecuencia, la exterminará. Así pues, un ser orgánico como el pájaro carpintero o el muérdago puede adaptarse a todo tipo de contingencias gracias a la acumulación, por selección natural, de aquellas ligeras variaciones de todas las partes de su estructura que de algún modo le sean útiles durante algún momento de su vida.

Todo el mundo verá toda suerte de dificultades en esta teoría. Creo que se puede dar una respuesta satisfactoria a muchas de ellas. Natura non facit saltum da respuesta a algunas de las más obvias. A otras da respuesta la lentitud del cambio y el hecho de que sólo unos poquísimos individuos experimentan cambios en un momento dado, y aún a otras la extrema imperfección de nuestros registros geológicos.

Otro principio, al que podemos denominar principio de divergencia, desempeña, según creo, un papel importante en el origen de las especies. Un mismo lugar puede sustentar más vida si está ocupado por formas muy diversas. Así lo vemos en la multitud de formas genéricas que aparecen en un metro cuadrado de campo, y en las plantas o insectos de cualquier islote uniforme, que casi invariablemente pertenecen a tantos géneros y familias como especies. Podemos comprender mejor el significado de este hecho en los animales superiores, cuyos hábitos entendemos. Como sabemos, se ha demostrado experimentalmente que una parcela de tierra producirá más en peso si se siembra con varias especies y géneros de hierba que si se siembra con sólo dos o tres especies. Además, por el hecho de propagarse tan rápidamente, puede decirse de todo ser orgánico que lucha al máximo para aumentar su número. Lo mismo ocurrirá con los descendientes de cualquier especie una vez haya quedado diversificada en variedades, o subespecies, o verdaderas especies. A mi entender, se sigue de los hechos precedentes que los variados descendientes de una especie intentarán (aunque pocos lograrán) ocupar tantos y tan diversos lugares en la economía de la naturaleza como les sea posible. Por regla general, cada nueva variedad o especie, una vez formada, tomará el lugar de su progenitor, menos apto, y lo exterminará. Éste es, a mi parecer, el origen de la clasificación y de las afinidades de los seres orgánicos de todos los tiempos; pues los seres orgánicos parecen dividirse una y otra vez como las ramas de un árbol de un tronco común, de manera que las ramitas que crecen y divergen van destruyendo a las menos vigorosas, y las ramas muertas y perdidas nos ofrecen una tosca representación de los géneros y familias extintos.

Este bosquejo es tremendamente imperfecto, pero en tan corto espacio no puedo hacerlo mejor. Su imaginación habrá de llenar las enormes lagunas.

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