Metafísica

Notas Introducción

Notas Introducción

[1] Como es sabido, la palabra «metafísica» no aparece en el propio Aristóteles. El «más allá» del prefijo (metá) apunta, según la interpretación tradicional, tanto al orden de la realidad (estudio acerca de las realidades inmateriales e inmóviles que se hallan más allá de las cosas físicas) como al orden del conocimiento (estudio teórico que ha de iniciarse con posterioridad al estudio de la física).

La Metafísica fue publicada por el peripatético Andrónico de Rodas (s. I a. C.) a quien se debe la ordenación y edición del Corpus Aristotelicum. <<

[2] Sobre la naturaleza y carácter «literarios» de los libros que componen la Metafísica, la aportación de W. Jaeger ha sido y continúa siendo, sin duda, la más notable. (Cf. sus libros ya clásicos Studien zur Entstehunggeschichte der Metaphysik des Aristóteles, Berlín, Weidmann, 1912) y Aristóteles. Grundlegung einer Geschichte seiner Entwicklung (= Aristóteles, trad. de José Gaos, México, F. C. E., 1946). <<

[3] La autenticidad de este libro ha sido cuestionada tradicionalmente, al igual que la autenticidad del libro XI (K), al que más adelante nos referiremos. (La atribución usual de alpha minor a Pasicles de Rodas sobre la base de una nota contenida en el manuscrito E es cuestionable: tal nota no parece referirse a este libro, sino a Alpha Maior (libro primero), según la investigación más reciente.)

Sobre algunos problemas relativos a la autenticidad de los libros II y XI pueden verse los trabajos correspondientes incluidos en: P. MORAUX-J. WIESNER (eds.), Zweifelhalfies im Corpus Aristotelicum, Berlín, Walter de Gruyter, 1983. <<

[4] La investigación acerca del orden «cronológico» de los distintos libros y parles de la Metafísica no se plantea, para W. Jaeger. independientemente de la cuestión de la orientación doctrinal de los mismos. Véase, más abajo, en esta misma Introducción, II, C. I («La dualidad irreconciliable de Ontología y Teología»). <<

[5] Estos diez libros son seguramente los que conformaban la Metafísica en diez libros que aparece en la lista del «Anonymus Menagii». <<

[6] Este cambio en el punto de partida operado a partir de VI 2 ha sido notado por J. OWENS, The Doctrine of Being in the Arisiotelian Metaphysics, Toronto. Pontifical Institute of Mediaeval Studies, 3.ª ed., 1978, pág. 86. <<

[7] La búsqueda de un orden secuencial para los libros metafísicos viene impuesta, no sólo por la búsqueda de su coherencia global, sino también históricamente por la publicación de todos ellos como una única «obra» en la cual cada libro ha de ir antes o después de cada uno de los otros. Me pregunto si no convendría sustituir (o, al menos, complementar) la ordenación secuencial mediante una perspectiva radial en que los distintos méthodos se desplegarían a partir de un centro (o centros): las aporías del libro III y la doctrina de los múltiples sentidos de «ser» y de «lο que es». <<

[8] La utilización del término «ontología» no comporta en absoluto que la ontología haya de entenderse conforme a su concepción moderna, de origen racionalista, como «metaphysica generalis» (Wolff), o bien como «analítica del entendimiento» al modo kantiano (Crítica de la Razón Pura B303, A247; ya antes BAUMGARTEN, en Ontología I. 4 y 5, la había definido como «ciencia de los primeros principios en el —o del— conocimiento humano»), o bien como ciencia formal del objeto qua objeto o de «la objetividad» en general, al modo de HUSSERL (Ideas 8. 10. 119), etc. Por el momento, nos limitamos a reivindicar el uso del término sin prejuzgar la naturaleza de la ontología aristotélica, asunto del que me ocuparé más adelante. <<

[9] Cf. P AUBENQUE, Le Problème de l’Être chez Aristote. París, P. U. F., 1962 (= El problema del ser en Aristóteles, Madrid. Taurus, 1974, 2.ª parte, II, 4, pág. 214). <<

[10] Sobre la afirmación aristotélica de que las categorías expresan, por sí. distintos sentidos de «ser», cf. infra. V 7, n. 31 ad loc. <<

[11] Aristóteles subraya que la entidad posee una triple prioridad respecto del resto de las cosas que son, las cuales no son sino determinaciones de la entidad: prioridad en cuanto a la noción, en cuanto al conocimiento y en cuanto al tiempo, a) En cuanto al tiempo, porque solamente la ousía es «capaz de existencia separada» (choristé), es decir, solamente ella es subsistente, mientras que el resto (cantidad, cualidad, etc.) carecen de subsistencia, dependen de la entidad en su ser. b) La entidad posee prioridad en cuanto a la noción, ya que en la noción de las demás está incluida necesariamente la noción de la entidad. Estas dos formas de prioridad se corresponden seguramente con los dos rasgos de «lo primero» que aparecen en el texto de IV 2 más arriba citado: «la ciencia se ocupa fundamentalmente de lo primero, es decir, de (a) aquello de que las demás cosas dependen y (b) en virtud de lo cual reciben la denominación correspondiente» (1003b16-17). <<

[12] Cf. infra, VII 3. 1029a11-27, y n. 12 ad loc. <<

[13] Materia y forma son dos de las cuatro causas reconocidas por Aristóteles. Las otras dos son, como es sabido, el agente (aquello de donde proviene el inicio del movimiento) y el fin o causa final (aquello para lo cual). La metafísica ha de ocuparse de las causas de lo que es, en tanto que algo que es, y por tanto, de las causas de la entidad (ya que «en todos los casos la ciencia se ocupa fundamentalmente de lo primero… Por tanto, si esto es la entidad, el filósofo deberá hallarse en posesión de los principios y de las causas de las entidades»: IV 2. 1003b16-19). Sobre las cuatro causas, cf. Met. I 3. 983a24-32; también Física II 3. 194b23 ss. y 7, 198a14 ss. <<

[14] Cf. De Anima II I, 412a6-9. <<

[15] La palabra «forma» se utiliza para traducir dos términos griegos: eîdos y morphé. Sobre la importante diferencia de matiz entre estos dos términos en la filosofía de Aristóteles, cf. mi «Introducción» a Acerca del alma, Madrid, Gredos (B. C. G., núm. 14), 1978 (2.ª reimp. 1988), pág. 109. <<

[16] Respecto de la expresión logikÔs, cf. infra VII 4, 1029b13-20, y n. 16 ad loc. <<

[17] Muchos especialistas actuales (especialmente en el mundo anglosajón) pasan por alto totalmente este aspecto esencial de la concepción aristotélica de la ousía, limitando el estudio de ésta a sus aspectos lógico-categoriales. Con semejante modo de proceder (es decir, prescindiendo totalmente de la noción de acto, de actualidad), es imposible captar adecuadamente el sentido de la teoría aristotélica de la forma y de la entidad. <<

[18] La identificación de la forma (eîdos) con la causa final o fin (hoû héneka) en el ámbito de los seres y procesos naturales señala el sentido de la teleología aristotélica: teleología inmanente de acuerdo con la cual el fin de la Naturaleza es la actualidad de las formas y éstas no tienen fin alguno fuera ni más allá de sí mismas. Sobre esta identificación de forma y fin, cf. también Física II 7. 198a22-27 y De Anima II 4, 415b7-416a9. <<

[19] La discusión aristotélica sobre la existencia y naturaleza de las entidades inmateriales se desarrolla en el marco de una continuada polémica con las doctrinas sostenidas al respecto por prominentes miembros de la Academia, en particular, por el propio Platón, Jenócrates y Espeusipo. Cf XII 1, 1069a33-b2, También VII 2. 1028b18-32, y los libros XIII y XIV passim. <<

[20] Sobre el texto y traducción de este pasaje, cf. infra VI I. n. 5 ad loc. <<

[21] Cf. su conocido y tantas veces citado trabajo «Thema und Disposition der anstotelischen Metaphysik», Philosophische Monatshefte 24 (1887), 17-65. 540-74. <<

[22] Las interpretaciones dualistas —desde perspectivas diversas y asociadas o no a criterios evolutivos de inspiración jaegeriana— han continuado manteniéndose en importantes estudios sobre el pensamiento de Aristóteles. Como muestras significativas podemos citar a: I. DÜRING (Aristóteles. Darstellung und Interpretation seines Denkens, Heidelberg. Cari Winter, 1956); W. LESZJ. (Aristotle’s Conception of Ontology, Padua. Antenore, 1975); C. H. CHEN (Sophia. The Science Aristotle sought, N. York, 1976). Merece destacarse la estimulante monografía de P. AUBENQUE (Le problème de l’être chez Aristote. París, PUF, 1962 (= El problema del ser en Aristóteles, Madrid, Taurus, 1974)). También L. CENCILLO (Hyle. La materia en el Corpus Aristotelicum. Madrid, C. S. I. C., 1958) y V. GÓMEZ-PIN (El orden aristotélico, Barcelona, Ariel. 1984), aunque más recientemente parece aproximarse a la posición unitarista. <<

[23] Algunas observaciones sobre la propuesta jaegeriana pueden verse en mi «Introducción general» al ya citado ARISTÓTELES, Acerca del Alma, págs. 26-37. Por lo demás, distintos estudiosos han llegado a resultados absolutamente dispares adoptando la perspectiva y el método de Jaeger. (Véanse, por ejemplo, las indicaciones de G. REALE al respecto en Il concetto di filosofía prima e l’unita della Metafísica di Aristotele, 5.ª ed., Milán, Vita e Pensiero, 1993, págs. 4-8.) <<

[24] Esta afirmación aristotélica según la cual las cuestiones ontológicas han de estar asociadas al estudio de un determinado tipo de entidad, la entidad primera, no es un hápax legómenon, Aparece también en el libro IV 3, 1005a27-b2. en relación con el principio de no-contradicción: puesto que este principio es universal, dice Aristóteles, su estudio corresponderá a la ciencia de «lo que en, en tanto que algo es» y no a ciencia alguna particular; algunos «físicos», sin embargo, se han ocupado de él, y con razón, añade Aristóteles, ya que pensaban que las únicas entidades existentes son las físicas, las naturales; no obstante, concluye Aristóteles, «puesto que hay alguien por encima del físico… su investigación corresponderá al que investigue lo universal y la entidad primera». <<

[25] PH. MERLAN, From Platonism to Neopíatonism, 3.ª ed., La Haya, Martinus Nijhoff, 1975 (la 1.ª edición es de 1953), y J. OWENS, The doctrine of Being in the Arisotelian Metaphysics, 3.ª ed., Toronto, 1978 (la 1/ edición es de 1951). <<

[26] Sobre la unidad de referencia pròs hén, cf. o. c., págs. 279-87, especialmente. Sobre la fórmula òn hêi ón, cf. pág. 456. J. Owens no comparte la afirmación (por lo demás, en mi opinión también, insostenible) de Ph. Merlán según la cual la célebre fórmula se refiere siempre a la entidad primera, inmaterial. Respecto del uso aristotélico de esta fórmula, la posición que actualmente me parece más correcta es la siguiente: A) En principio, la fórmula es aplicable —y se aplica— a todo lo que es. B) La fórmula puede aplicarse ulteriormente —y de hecho se aplica— a las entidades, a la entidad, pero esta aplicación no comporta que la fórmula como tal, en su totalidad, defina a la ousía, a la entidad. Creo que en este punto se introduce con frecuencia excesiva confusión. La situación es, más bien, la siguiente: si la expresión òn hêi ón puede aplicarse a la ousía es porque la unidad de referencia ha establecido que ón, el primer ón de la fórmula, es primariamente la ousía. No se trata, por tanto, de que toda la fórmula equivalga a la ousía (òn hêi ón = ousía), no, sino que la ontología estudia La ousía (expresada por el primer ón de la fórmula) «en tanto que algo que es», es decir, estudia tÈn ousían hêi oûsa. C) Mucho menos ha de entenderse que la fórmula como tal se utilice para definir a la entidad primera, inmaterial. (Sobre la expresión epistéme toû óntos hêi òn kaì choristón de XI 7. 1064a29-30, cf. infra n. 42 ad loc.) <<

[27] O. c., pág. 300. También, pág. 455. <<

[28] No creo que haya de renunciarse a hablar de ontología porque, contra J. Owens, no pienso que el tratamiento de cuestiones como la pluralidad de sentidos de «ser», las categorías, el Principio de No-contradicción, la ousía y la forma, la potencia y el acto, etc., sea meramente proemial a la ciencia del òn hêi ón (en el estudio de estas cuestiones se está respondiendo, sin duda, a aporías suscitadas en el libro III. Pero esta circunstancia no significa que no se esté va en la ciencia del òn hêi ón). Obviamente, con esta discrepancia está relacionada mi discrepancia sobre el sentido de la fórmula misma òn hêi ón. <<

[29] Abundan los comentaristas y expositores de Aristóteles que echan en falta una unidad más rigurosa en su metafísica, unidad que habría de basarse en una relación de dependencia más radical del Universo respecto de la Causa Primera. Esta actitud supone, en mi opinión, juzgar a Aristóteles, no desde el aristotelismo, sino desde posiciones metafísicas ajenas (emanatistas o creacionistas). Al final de XII 6, tras alcanzar la causa primera del movimiento, Aristóteles concluye: «Así, pues, son los movimientos. ¿Qué necesidad hay, por tanto, de buscar otros principios?» (1072a17-18). Esta expresión (como ha señalado E. BERTI, o. c., pág. 428) muestra bien a las claras que Aristóteles se da por plenamente satisfecho con la unidad alcanzada. <<

[30] El paralelismo entre los dos movimientos de «remisión» (de las distintas categorías a la entidad, de las distintas entidades a la entidad suprema) se mantendría si tas categorías constituyeran una serie. Algo así parece insinuarse en XII 1 cuando se dice: «si el conjunto de las cosas es como un todo (hôs hólon ti), la entidad será la parte primera; y si constituye una serie (tôi ephexés), también en tal caso lo primero sería la entidad, después la cualidad, después la cantidad» (1069a20-21). Pero ni aquí ni en ningún otro lugar encontramos una afirmación tajante de que las categorías constituyan una serie. Y. por otra parte, la estructura pròs hén no comporta de suyo, ordenación senada alguna entre los distintos elementos que se unifican mediante ella. (H. CHERNISS, Aristotle’s Criticism of Plato and the Academy, Nueva York, Russell & Russell, 1942, pág. 339) interpreta que la unidad de serie es una especie de la unidad (pròs hén). <<

[31] La interpretación unitaria de la Metafísica de Aristóteles (interpretación común entre los comentaristas antiguos, por otra parte) ha encontrado numerosos defensores en el s. XX. a partir de la década de los cincuenta. Entre los intérpretes unitaristas existen, ciertamente, notables diferencias de matiz y énfasis que no me es posible comentar, ni siquiera señalar, en el marco de este estudio. Sin pretensión alguna de exhaustividad, por supuesto, cabe citar entre ellos a: S. GÓMEZ NOGALES. Horizonte de la Metafísica Aristotélica. Madrid. 1955, y «The meaning of ‘Being’ ín Aristotle». International Philosophical Quarterly XII (1972), 317-39; G. PATZIG (que insiste, como J. Owens, en el doble funcionamiento de la estructura pròs hén), «Theologie und Ontologie in der ‘Metaphysik’ des Aristóteles». Kant-Studien LII (1961), 185-205 («Theology and Ontology in Aristotle’s Metaphysics». en J. BARNES-M. SCHOFIELD y R. SORAJBI (eds.). Articles on Aristotle. 3. Metaphysics. Londres, Duckworth, 1979, 33-49); W. MARX, Einführung in Aristóteles’ Theorie vom Seienden. Friburgo, Rombach. 1972; G. REALE (que muestra cómo las cuatro definiciones de la filosofía primera presentes en la Metafísica —aitiología, ontología, ousiología y teología— remiten estructural mente unas a otras y, todas ellas, configuran un «horizonte unitario»), Il concetto di filosofía prima e l’unità della Metafísica di Aristotele. 5.ª ed., Milán, Vita e Pensiero. 1993 (la 1.ª edición data de 1961). Más próximos a la interpretación que propongo cabe citar a: V. DECARIE, L’objet de la Métaphysique selon Aristote, París. VRIN. 1961; L. ROUTILA, Die Aristotelische Idee der Ersten Philosophie. Amsterdam, North Holland Pub. Com., 1969; E. BERTI. Aristotele, dalla dialettica alla filosofía prima, Padua, Cedam, 1977. Compárese con el anterior L’unita del Sapere in Aristotele, Padua, Cedam, 1965. Cabe citar también a M. BEUCHOT. Ensayos marginales sobre Aristóteles, México. UNAM, 1985, que sigue a REALE. y J. VIAL LARRAÍN. Una ciencia del ser, Santiago de Chile, Ed. Univ. Cat. de Chile. 1987, que busca la unidad preferentemente en las nociones de sustancia y de acto. <<

[32] En W D ROSS, Aristotle’s Metaphysics I. Intr., CLV-CLXII, pueden verse indicaciones detalladas acerca de las concordancias y discrepancias entre los tres manuscritos citados. <<

[33] Sobre este punto, cf. las indicaciones contenidas en mi trabajo «Sobre la traducción y la tradición latinas de Aristóteles: ser, ente, lo que es», en Actas del Congreso Internacional Extraordinario de Filosofía III. Córdoba (Argentina), 1988, págs. 1237-51. <<

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