Metafísica

Referencias

[1] En este capítulo, difícil y de capital importancia para comprender el proyecto metafísico de Aristóteles, I) se comienza por contraponer la Ontología a las ciencias particulares (1025b2-18). A continuación II) se ofrece una clasificación de las ciencias teoréticas insistiéndose en la caracterización de la Física, dada su pretensión (rechazada por Aristóteles) de constituirse en «ciencia primera»: ésta es, más bien, la Teología (1025b18-1026a18). Por último, III) se discute la relación entre la Ontología (ciencia del òn hêi ón) y la Teología (ciencia de las entidades inmateriales e inmóviles) (1026a18-final). <<

[2] Tres son los rasgos de las ciencias particulares que Aristóteles destaca aquí al contraponerlas a la Ontología: a) en primer lugar (y de acuerdo con lo establecido en IV, 1, 1003a22-26), su característica particularidad, a lo que Aristóteles añade que tales ciencias b) no dan razón del qué-es, de la esencia, c) ni tampoco dan razón de la existencia del género de que se ocupan.

El pasaje plantea, sin duda, dificultades. Puesto que se trata de contraponer las ciencias particulares a la Ontología, todo parece indicar que esta última sí que da razón de la esencia («qué-es») y de la existencia («si es» o existe). Pero ¿de qué entidad o esencia da razón? A esta pregunta caben, en principio, dos respuestas: a) da razón de la esencia y existencia de los objetos de las distintas ciencias particulares, lo que supondría, bien la recaída de Aristóteles en el proyecto dialéctico propuesto por Platón en la República (posibilidad que debe rechazarse), bien la vinculación de la Ontología aristotélica al proceder dialéctico tal como es entendido por el propio Aristóteles (cf. Tópicos, I, 3, especialmente en 101a34-b3), línea esta última de interpretación que nos parece sugerente y adecuada; b) da razón de la entidad en general, interpretación igualmente aceptable (y conjugable con la anterior) que nos remitiría no sólo al tratamiento de la entidad y de la definición ofrecido en el libro séptimo de la Metafísica, sino también, y muy específicamente, a la afirmación de la ousía vinculada a la defensa del Principio de No-Contradicción (cf. supra, IV, especialmente el capítulo cuarto, y nota 161). <<

[3] «La entidad entendida como la definición (lógon)», es decir, la entidad entendida como la forma, ya que la forma es, según Aristóteles, lo que se recoge y expresa en la definición. <<

[4] Cf. Acerca del alma, I, 1, 403a16-28; Partes de los animales, I, 1, 641a14-b10. <<

[5] Perì achórista mèn all’ ouk akíneta: «(la física trata de) realidades que no son capaces de existir separadas <de la materia>, y que tampoco son inmóviles». Toda la tradición manuscrita presenta achórista, si bien en las ediciones (y traducciones) de nuestro siglo suele adoptarse choristá, a partir de una enmienda que propuso Schwegler y que ha alcanzado aceptación prácticamente unánime: «(la física trata de) realidades subsistentes, pero no inmóviles». (Y, de acuerdo con esta enmienda, las matemáticas tratan de realidades inmóviles, pero no subsistentes, y la Teología de realidades subsistentes e inmóviles.) Obviamente, los términos choristón/achóriston han de entenderse como «subsistente/no-subsistente», si se admite la enmienda de Schwengler, mientras que deben entenderse como «capaz de existir separado de la materia (inmaterial)/no capaz de existir separado de la materia (material)», si se mantiene el texto tal cual los manuscritos lo transmiten. Aunque hay razones a favor de la enmienda, opino que el contexto permite y aconseja mantener la lectura de los manuscritos (se nos ha dicho poco antes, en 1025b28, que el físico se ocupa de formas que no se dan separadas de la materia y unas líneas más adelante, en 1026a15, los objetos de las matemáticas serán caracterizados como «no capaces, posiblemente, de existencia separada, sino inherentes en la materia» hos en hýlei). <<

[6] «No capaces, posiblemente (ísos) de existencia separada», y seis líneas más arriba: «y si bien está sin aclarar, por el momento, si (las matemáticas) se ocupan de realidades inmóviles y capaces de existir separadas…» (1026a8-9). No se trata de fórmulas que expresen vacilación. Aristóteles rechaza abiertamente la existencia de los seres matemáticos fuera de las cosas sensibles; tales fórmulas expresan, más bien, que no es éste el momento de abordar semejante cuestión, la cual será ampliamente abordada en los últimos libros, XIII y XIV, de la Metafísica. <<

[7] En este párrafo se contiene la afirmación más explícita y tajante de la conexión entre la Ontología y la Teología, afirmación difícilmente explicable para las interpretaciones dualistas de la metafísica aristotélica. (Desde esta perspectiva cabe entender aquellos pasajes del libro IV en que se hace referencia a la entidad primera en la discusión del Principio de No-Contradicción.) Cf. 5, 1009a36-38, y nota 171; 1010a32-34; 8, 1012b22-31. <<

[8] Tras I) recordar brevemente (1026a33-b2) los distintos sentidos de «es» y «lo que es» (cf. supra, V, 7), Aristóteles comienza a ocuparse en este capítulo de lo que es accidentalmente. La tesis central del capítulo es que del accidente no hay ciencia, tesis que II) justifica primeramente de modo inductivo (1026b3-12), III) pasando a continuación a ocuparse de la naturaleza de aquél (1026b13-1027a17). Por último, IV) justifica su tesis (del accidente no hay ciencia), no ya inductivamente, sino conceptualmente, basándose en la naturaleza del mismo (1027a17-final). <<

[9] Cf. Sobre las refutaciones sofísticas, 13. <<

[10] Cf. PLATÓN, Sofista, 254a. <<

[11] Así, cuando un hombre que no es músico llega a ser músico, hay un proceso que va de aquello a esto. Por el contrario, no hay «proceso» alguno que vaya de «gramático» a «músico». Puede ocurrir, sin duda, que quien se ha hecho músico fuera ya antes gramático, en cuyo caso tendríamos la coincidencia de que quien era gramático es ahora músico también. Pero esto es «mera coincidencia» y no el resultado del proceso de aprendizaje de la música en cuanto tal. <<

[12] Cf. supra, V, 5, 1015a26 y sigs. <<

[13] Lo que acontece accidentalmente está al margen de la intención del agente, sea éste el arte o la naturaleza: que una determinada comida resulte curativa es accidental respecto del arte culinario, pero no es accidental respecto de la medicina. Puesto que toda potencia determinada produce efectos determinados, ninguna potencia produce, por sí, lo accidental: no lo produce de suyo, por sí, sino accidentalmente. <<

[14] La materia, en cuanto indeterminada por sí misma respecto de ambos contrarios, constituye la raíz y condición de posibilidad de lo accidental. <<

[15] De esto se hablará en el libro XII, 6-8. <<

[16] Aristóteles continúa en este capítulo su análisis del ser accidental, ocupándose de sus causas. La tesis fundamental que se expone y comenta es que las causas del accidente son, ellas mismas, accidentales. <<

[17] La materia constituye la condición del accidente en virtud de su potencialidad para los contrarios (cf. supra, 1027a14-16, y nota 313). Sin embargo, ha de haber una causa eficiente (accidental) del mismo, lo «automático» (generación espontánea) en los seres vivos y la «elección» en el ámbito de las acciones humanas (cf. ASCLEPIO, op. cit., 371, 32-72, 10). Cf. Física, II, 4-6, y también Sobre la interpretación, 9. (Vid. el comentario de ROSS, 1948, I, 362-363.) <<

[18] Aristóteles pasa revista a otro de los sentidos del verbo «ser», el vinculado a la afirmación y la negación, según el cual «es» significa «es verdadero que», y «no es» significa «es falso que». En este capítulo se limita a señalar que, puesto que la verdad y la falsedad no se dan en las cosas, sino en el juicio o proposición, su estudio no corresponde propiamente a la Ontología. <<

[19] ALEJANDRO, op. cit., 457, 10, remite a Metafísica, VII, 12. El asunto se trata también en Acerca del alma, III, 2, 6 y 7. <<

[20] Cf. infra, IX, 10. <<

[21] Ambos (es decir, tanto el ser accidental como verdad/falsedad) están referidos al otro género, es decir, a las categorías como ámbito primario de significaciones de «ser».

Kaì ouk éxo deloûsin oûsán tina phýsin toû óntos: «y fuera (de este género) no manifiestan que exista ninguna naturaleza de lo que es» (1028a2). Interpreto este éxo como referido a las categorías a que se ha aludido en la frase anterior. Otros (así, REALE, 1993, I, 515, nota 9, y traducción) interpretan el éxo como «fuera de la mente», extramental. Esta interpretación tendría sentido si se refiriera exclusivamente al «ser» mental de la verdad y la falsedad (como ocurre en XI, 8, 1064b23-24), pero éste no es aquí el caso: se refiere a ambos y, por tanto, al ser accidental, cuya realidad extramental no puede ponerse en duda. <<

[1] Aristóteles comienza el estudio de la ousía o entidad, estudio que se prolongará a lo largo de este libro y el siguiente.

En este capítulo, I) tras aludir a los distintos sentidos que adquiere «ser» en el ámbito de las categorías (1028a10-13), II) se afirma que el primero de todos ellos es el que corresponde a la entidad, en cuanto que con ella se expresa el qué-es de cada cosa (1028a14-31). A continuación, III) se exponen los distintos sentidos en que la entidad es primera (1028a31-b1). Por último, y en consonancia con lo establecido, IV) Aristóteles afirma la legitimidad y conveniencia de reducir la pregunta por «lo que es» a la pregunta por la entidad (1028b1-final).

Lo establecido en este capítulo encuentra su justificación en la doctrina propuesta anteriormente (IV, 2) acerca de la unidad de los distintos sentidos de «ser», unidad basada en la referencia de todos ellos a la entidad (unidad pròs hén).

Con el título Acerca de cuántos sentidos <tienen ciertos términos> (Perì posachÔs) Aristóteles se refiere al libro V de la Metafísica. (Cf. supra, V, 7.) <<

[2] La «devaluación» ontológica de lo accidental aparecía ya en el libro VI, (2, 1026b14, 21), si bien con una diferencia de matiz: en VI, 2, se atendía preferentemente al carácter de «mera coincidencia» de lo accidental; aquí se atiende, más bien, a su carencia de autonomía ontológica, en cuanto que necesariamente los accidentes se dan en la entidad. Ambos aspectos, por lo demás, están relacionados entre sí: «entidad», como veremos, es sujeto-determinado esencialmente: en tanto que «sujeto» o sustancia, en él se dan los accidentes (inhesión); en tanto que «determinado esencialmente» en su qué-es, los accidentes no constituyen su qué-es, sino algo que le ocurre o adviene a la entidad no necesariamente ni en cuanto tal (coincidencia). <<

[3] Dióti ésti ti tò hypokeímenon o autoîs horisménon… hóper emphaínetai en tÊi kategoríai tÊi toiaútei: «porque tiene un sujeto determinado… el cual se patentiza en tal forma de expresión», es decir, la propia forma de expresar los accidentes («el» que pasea, «lo» bueno, etc.) pone de manifiesto que hay algo que pasea, que es bueno, etc. Por lo común, ya desde ALEJANDRO, op. cit., 46, 23-27, suele interpretarse esto de otro modo, como una referencia a la categoría primera, de la entidad, categoría en la cual se expresa y pone de manifiesto el qué-es de tal sujeto. <<

[4] Los Milesios y los Eléatas. <<

[5] Empédocles y los Pitagóricos. <<

[6] Anaxágoras y los Atomistas. <<

[7] Aristóteles dedica este capítulo I) a plantear el problema fundamental que corresponde a la teoría de la entidad: si aparte de las sensibles, y más allá de ellas, existe alguna otra entidad, como sostienen —con distintas variantes— los Pitagóricos, Platón, Espeusipo y Jenócrates (1028b8-27). Para terminar, II) Aristóteles señala que antes de ocuparse de tal tipo de entidades resulta preciso tratar de la entidad en general (1028b27-32). <<

[8] Los Pitagóricos. <<

[9] En particular, Jenócrates. <<

[10] Aristóteles dedicará el libro XII de la Metafísica a su propia doctrina sobre la existencia y naturaleza de la entidad inmaterial, y los libros XIII y XIV a la exposición y crítica de las teorías que mantenían al respecto los Pitagóricos, Platón, Espeusipo y Jenócrates. <<

[11] En este capítulo I) se comienza señalando que los candidatos a la denominación de «ousía» son cuatro: la esencia, el universal, el género y el sujeto o sustrato, y que el tratamiento del tema comenzará por este último (1028b33.1029a1). Ahora bien, II) el mero rasgo de sujetualidad resulta insuficiente y llevaría a considerar ousía a la materia última desprovista de toda determinación, lo cual resulta rechazable (1029a1-27); III) no basta, pues, con ser sujeto: la entidad ha de ser un sujeto dotado de existencia independiente, autónoma (choristón) y determinado (tóde ti), rasgos que corresponden al compuesto con más razón que a la materia, y a la forma (eîdos) con más razón que al compuesto (1029a27-33). El capítulo concluye IV) señalando que la indagación recaerá sobre la forma y que se tomarán como punto de partida las entidades sensibles, conforme al principio metodológico de partir de lo más conocido para nosotros hasta elevarnos a lo más cognoscible en sí (1029a33-final). <<

[12] En este capítulo llega Aristóteles a la materia, como sujeto último indeterminado, por un proceso de remoción de determinaciones. Dos observaciones respecto de la materia última: a) aun cuando su existencia nos es conocida a partir del cambio sustancial o entitativo, su naturaleza nos es, de suyo, desconocida a causa de su indeterminación: solamente cabe acerca de ella un cierto «conocimiento por analogía» (cf. Física, I, 7, 191a7-11); b) la afirmación de que las demás determinaciones «se predican de la entidad y ésta, a su vez, de la materia» (1029a23-24) presenta una doble dificultad: en primer lugar, una dificultad de tipo lingüístico: ¿cómo predicar «hombre» o «caballo» de la materia? ¿Tal vez, diciendo que la materia está, en cada caso, «humanizada» o «equinizada»?; en segundo lugar, ¿en qué modo convendrían tales predicados a la materia? A esto último hay que contestar que le convendrían a modo de predicados o determinaciones «accidentales» puesto que de suyo, por sí misma, a la materia no le pertenece ninguno de ellos. (Cf. AQUINO, op. cit., 1288.) <<

[13] Cf. nota anterior. <<

[14] Esta propuesta metodológica aparece, con distintos matices, en Física, I, 1, 134a 16 y sigs.; Acerca del alma, II, 1, 413a11. Cf. también Analíticos segundos, I, 2, 73 y sigs. <<

[15] Tras ocuparse en el capítulo anterior de la ousía entendida como sujeto, Aristóteles comienza el estudio de aquélla entendida como tò tí Ên eînai, es decir, como esencia (cf. supra, 1028b33-36). I) Aristóteles establece, en primer lugar, que la esencia de una cosa es lo que se dice que esta cosa es por sí misma, con las siguientes (y coextensivas) matizaciones: a) que ha de tratarse de entidades, y b) que el enunciado que expresa la esencia ha de ser una definición en sentido estricto (1029b13-1030a17). II) No obstante, añade, cabe hablar también de esencia y definición en el caso de los accidentes, si bien no en sentido propio y primario, sino en sentido derivado (1030a17-final). <<

[16] Eípomen énia perì autoû logikÔs: «digamos algunas cosas acerca de ella atendiendo a las expresiones» (1029b13). Aristóteles contrapone usualmente el análisis de una cuestión logikÔs a su análisis physikÔs. Mientras que este último se atiene a la naturaleza misma de las cosas, aquél atiende a las nociones y a los modos de expresión. (Esta forma de análisis no se halla, pues, muy alejada del «análisis conceptual».) Al respecto, cf. supra, I, 6, 987b31, nota 38. <<

[17] De acuerdo con uno de los usos o acepciones reconocidos del término «por sí» (kath’autó) (cf. supra, V, 18, 1022a29-32; Analíticos segundos, I, 4, 73a37-b2), la superficie es blanca por sí misma, ya que a) la superficie es el sujeto inmediato del color y b) entra necesariamente en la definición de éste. Aristóteles excluye que lo que una cosa es por sí, entendiendo el «por sí» en este sentido, constituya la esencia de tal cosa. En efecto, la esencia de la superficie no consiste en a) ni en «ser blanca», b) ni tampoco en «ser superficie-blanca» (pues se incluiría el definiendum en la definición); c) ni tampoco —añade Aristóteles— cabe definir la «superficie blanca» como «superficie lisa» (según la propuesta de Demócrito), pues al defecto anteriormente señalado se añadiría el de identificar «blanco» con «liso». <<

[18] Aristóteles propone denominar con un solo término el compuesto de entidad y accidente, «hombre blanco», saliendo así dialécticamente al paso a la objeción de que «blanco» y «hombre» son dos cosas y no una (AQUINO, op. cit., 1317), o bien a la objeción de que «hombre blanco» no es un nombre (ónoma), sino un discurso o enunciado (lógos), y sólo de aquéllos, no de éstos, hay definición (ALEJANDRO, op. cit., 469, 26-29). <<

[19] «Uno por adición y el otro no», entiéndase, el otro por sustracción.

Todo el inciso que va desde 1029b20 hasta 1030a2 («Pero tampoco esto… pertenece exclusivamente a las entidades») resulta de difícil comprensión. Lo entendemos del siguiente modo: a) Aristóteles comienza señalando que compuestos como «hombre blanco» no se dicen de cosa alguna por sí, b) a lo que, se supone, podría contestarse que no es tal el caso, habida cuenta de que la expresión «no decirse por sí» tiene dos acepciones, y ninguna de ellas sería necesariamente de aplicación al supuesto; c) lo que lleva a reponer la pregunta: «en cualquier caso (álla) ¿“ser vestido” constituye una esencia en sentido pleno, o no?» (1030a2-3), pregunta a la que, según Aristóteles, hay que seguir contestando negativamente, pero insistiendo ahora en que tales compuestos (de entidad y accidente) no son algo determinado (al contrario que las entidades), y que por más que se denominen con un solo término, la explicación de éste no constituye una definición en sentido estricto. (Así, también, REALE, 1993, II, 576, nota 11; de modo distinto lo interpretan ROSS, 1948, II, 169, y TRICOT, 1962, I, 360, nota 4. <<

[20] La esencia (tò tíÊn eînai) es, pues, lo expresado en la definición; todo nombre que refiere a una entidad (por ejemplo, «hombre») significa la unidad de una esencia que, a su vez, es ex-plicada o des-plegada en la definición. <<

[21] Nuevamente, la expresión logikÔs. Cf. supra, nota 336. <<

[22] Cf. supra, IV, 2, 1003a34-b6. <<

[23] Cf. supra, IV, 2, 1003b22 y sigs. <<

[24] Una vez establecido en el capítulo anterior que de los compuestos de entidad y accidente («hombre blanco») —y de los accidentes— no hay definición en sentido estricto y primario, sino, a lo sumo, en sentido derivado, Aristóteles plantea en este capítulo el problema de los compuestos de un sujeto y una determinación que pertenezca a aquél por sí mismo. I) Tras analizar las dificultades específicas en este caso, concluye que tampoco en él cabe definición en sentido estricto, sino «por adición» del sujeto (1030b14-1031a1). II) El capítulo concluye equiparando la definición de los accidentes con la de tales compuestos (también la de los accidentes implica «adición»: la de la entidad o sustancia en su caso), y reafirmando la tesis de que en sentido estricto y primario solamente hay esencia y definición de las entidades (1031a1-final). <<

[25] Sobre este sentido de la expresión «por sí» (kath’autó), cf. capítulo anterior, nota 337. En tal sentido, al animal, al número, a la superficie y a la nariz pertenecen por sí, respectivamente, «macho/hembra», «par/impar», «color» y «chatez». <<

[26] Cf. supra, capítulo anterior, 1030a17-b13. <<

[27] Cf. también 1030a17-b13. <<

[28] En este capítulo establece Aristóteles la tesis de que las entidades individuales se identifican con su esencia. I) En primer término muestra que en el caso de las determinaciones accidentales, la esencia y la cosa no se identifican (1031a19-28); II) a continuación, analiza el caso de las entidades, de las realidades subsistentes, tomando como ejemplos las Ideas subsistentes platónicas y mostrando que éstas han de identificarse con su esencia (lo «Bueno Mismo», o Bien en sí, ha de identificarse con aquello en que consiste «ser-bueno», etc.), lo cual resulta igualmente válido y cierto para cualquier tipo de entidad, de realidad subsistente (1031a28-final). <<

[29] El argumento es el siguiente: cada cosa se identifica con su entidad; la esencia es entidad, luego cada cosa se identifica con su esencia. <<

[30] Se refiere a los términos «hombre» y «ser-hombre-blanco» del silogismo anteriormente propuesto. (Una explicación más detallada puede encontrarse en ROSS, 1948, II, 176-177.) <<

[31] Aristóteles utiliza como objeto de su argumentación las Ideas platónicas, quizá porque los resultados de su argumentación (a saber, que la entidad se identifica con su esencia) se vuelven contra la existencia misma de las Ideas: en efecto, si las Ideas constituyen la esencia de las entidades sensibles, habrán de identificarse con éstas y, por tanto, no podrán existir separadas de ellas. <<

[32] Primer argumento: si las Ideas no se identifican con sus esencias respectivas, éstas existirán más allá de aquéllas y serán entidades subsistentes con mayor razón. <<

[33] Segundo argumento: si la Idea está «separada» de su esencia, la Idea será incognoscible (pues el conocimiento es de las esencias) y la esencia no existirá (pues la subsistencia corresponde a la Idea). <<

[34] Tercer argumento: si la Idea no se identifica con su esencia, se caerá en el absurdo de que lo Bueno Mismo (el Bien en sí) no será bueno. <<

[35] Si el caballo es distinto de la esencia del caballo, habrá, a su vez, una esencia de la esencia del caballo, sin que la primera se identifique con la segunda. ALEJANDRO, op. cit., 484, 32-33, explica: «si a la esencia del Caballo en sí se le pone un nombre, por ejemplo, “vestido”, puesto que todo nombre manifiesta una esencia, habrá además una esencia del vestido distinta de éste». <<

[36] Este capítulo y los dos siguientes constituyen un bloque dedicado al estudio del cambio y sus implicaciones respecto de la entidad. Ya desde ALEJANDRO, op. cit., 486, 13-87, 2, se ha venido señalando que, en conjunto, tienen como finalidad mostrar que la forma no se genera. Por lo demás, el conjunto de estos tres capítulos es frecuentemente considerado como un tratado autónomo que interrumpe el hilo del libro VII. (Cf. ROSS, 1948, II, 181. El punto de vista opuesto es mantenido por REALE, 1993, I, 590, nota 2.

Aristóteles se ocupa en este capítulo de las condiciones generales del cambio (génesis en sentido amplio): todo lo que se genera se genera bajo la acción de algo (hypótinos), proviene de algo (ék tinos: materia/privación) y llega a ser algo (ti). I) Aristóteles analiza estos elementos a) en el caso de la generación natural o física (1032a13-25) y b) en el de las producciones (poiéseis), distinguiendo, en estas dos fases, la correspondiente al pensamiento y la correspondiente a la producción propiamente dicha (1032a25-b21), fase esta última en que se inicia la generación espontánea (1032b21-26). II) El capítulo concluye señalando que en toda generación hay un elemento o parte que preexiste, la materia, y que de ella recibe su denominación el producto final en algunos casos. <<

[37] La concepción estricta del cambio en Aristóteles establece que éste solamente tiene lugar en cuatro de las categorías, las expresamente citadas en el texto: entidad, cantidad, cualidad y lugar. El cambio (metabolé) se divide, pues, en entitativo o sustancial (génesis/phthorá), cualitativo (alloíosis: alteración), cuantitativo (aúxesis/phthísis: aumento y disminución) y local (phorá: desplazamiento). Ahora bien, en sentido riguroso, solamente los tres últimos tipos de cambio son movimiento (kínesis), no el cambio entitativo o sustancial en sentido estricto. (En relación con el análisis del cambio, cf. Física, I, 5-9, Acerca de la generación y la corrupción, I, 3-5.) <<

[38] Sobre las distintas acepciones de phýsis, cf. supra, V, 4, 1014b16-1015a19; también, Física, II, 1. <<

[39] Sobre el texto de las líneas 1032b28-30, cf. ROSS, 1948, II, 184. <<

[40] Katháper légetai: «como se viene diciendo». Seguramente se hace referencia a las afirmaciones relativas a la materia que aparecen en las primeras líneas de este capítulo (en particular, 1032a13-14, 17 y 20). ROSS, 1948, II, 185, interpreta la frase como una referencia genérica de Aristóteles a su propia doctrina: «como (en general) mantenemos», y remite, genéricamente también, a infra, XII, 1, 1069b6, y a Física, I, 6-10. <<

[41] ALEJANDRO, op. cit., 492, 19-23, y tras él BONITZ, 1848-1849, 324, y otros (cf. TRICOT, 1962, I, pág. 384, nota 2) interpretan este pasaje de otro modo: como que en la definición del círculo (en general) el género hace las veces de materia. (Sobre el género como «materia», cf. supra, V, 24, 1023b12, y también: 28, 1024b9.) Contra esta interpretación, cf. ROSS, 1948, II, 185-186.

El género es denominado «materia inteligible» (hýle noeté) en una ocasión por Aristóteles: infra, VIII, 6, 1045a34-35, y nota 465. (Puede verse también, en este mismo libro, 10, 1036a9-10, y nota 381.) <<

[42] Ou líthos allà líthinos: «no <se dice que es> piedra, sino de piedra». Aristóteles utiliza el adjetivo derivado de líthos, literalmente: «no piedra, sino pétreo». En la traducción renunciamos al uso de tales adjetivos, puesto que su utilización resultaría ajena a nuestros usos lingüísticos y, por otra parte, el sentido se conserva perfectamente utilizando la preposición «de» y el sustantivo correspondiente. <<

[43] Se continúa el estudio —iniciado en el capítulo anterior— acerca del devenir, en relación con los elementos de la entidad sensible. I) En la primera parte del capítulo se pone de manifiesto que no hay generación de la forma, como tampoco la hay de la materia (1033a24-b19); II) a continuación se critica la concepción platónica de las formas como entidades separadas, mostrando que su presunta causalidad resulta ociosa, y que en nada contribuyen a explicar la génesis y estructura de las entidades sensibles (1033b19-final). <<

[44] Cf. capítulo anterior, 1032a17-23, y 1033a8-18. <<

[45] Toûto gàr hypékeito: ha quedado establecido como tesis, como premisa firme. (Cf. supra, 1033a25, y capítulo anterior, 1032a14-17.) <<

[46] Puesto que todo lo que es generado se genera a partir de un sustrato material y, por tanto, el producto de la generación es compuesto de materia y forma, si la forma se generara, sería compuesta, a su vez, de materia y forma, y así ad infinitum. (Cf. ASCLEPIO, op. cit., 401, 23-36.) Aristóteles continúa insistiendo en la composición de lo generado en las líneas siguientes. <<

[47] Puesto que la tesis de que las formas no son generadas podría llevar a suponer erróneamente su existencia eterna y trascendente, al modo de las Formas platónicas, Aristóteles pasa a rechazar éstas desde el punto de vista de los requisitos de la generación.

Que las formas no sean generadas no implica, de suyo, que sean eternas. La doctrina de Aristóteles al respecto es la siguiente: a) las formas inmateriales (la entidad primera o Dios, etc.) son eternas; b) las formas de las entidades sensibles preexisten en la causa de la generación («en efecto, un hombre engendra a un hombre», cf. infra. 1039b29 y sigs.): las especies son, de este modo, eternas; c) las formas accidentales, en fin, no son el resultado de un proceso sucesivo y temporal, sino que resultan «instantáneamente». <<

[48] En este pasaje Aristóteles parece situar en la materia el que posteriormente se denominará «principio de individuación» (cf. AQUINO, op. cit., 1435). Hay otros pasajes aristotélicos que resultan congruentes con esta línea de pensamiento, por ejemplo, supra, V, 6, 1016b32-33, e infra, 10, 1035b27-31). Sin embargo, cabe encontrar también otros textos aristotélicos que parecen poner el principio de individuación no en la materia, sino en la forma: así infra, VII, 13, 1038b13-14; XII, 5, 1071a27-29, etc. (Cf. la discusión al respecto de TRICOT, 1962, I, pág. 392, nota 2.) <<

[49] Aristóteles I) dedica la primera parte del capítulo a estudiar la producción espontánea en relación con los procesos de producción artística y natural (1034a9-b7), y II) concluye que la forma preexiste siempre, tanto en el cambio entitativo como en el accidental, si bien en el primero preexiste actualmente, plenamente realizada, mientras que en el segundo preexiste solamente de modo potencial (1034-b7-final). <<

[50] Las tres líneas que van de «En efecto…» hasta «… desde una parte» (1034a19-21) plantean problemas de comprensión. a) En la primera oración («en efecto, serán puestas en movimiento [kinethésetai] por agentes que no poseen arte»), el sujeto gramatical (implícitamente referido) son «las cosas que pueden producirse espontáneamente»: pero, obviamente, no se trata del movimiento de éstas, sino del movimiento que inicia el proceso que llevará a su producción, movimiento que es producido por un agente carente de arte (el calor es la causa del movimiento con que se inicia la recuperación de la salud, por ejemplo); b) la oración siguiente, de relativo: «pero que pueden ser movidos por otros que no poseen arte» no parece tener mucho sentido a primera vista, y ROSS, 1948, II, pág. 191, señala que no hay rastro de ella en Alejandro. Tal vez, creemos, haya de buscarse su sentido en lo señalado en a), si lo aplicamos al ejemplo aducido posteriormente de la salud y el calor: el calor corporal es, a veces, producido por cierto calor externo (agente carente de arte), pero éste, a su vez, ¿por qué es producido? Aristóteles (cf. infra, 1034a26-27) sugiere que, tal vez, por cierto movimiento o agitación, es decir, por un agente igualmente carente de arte. (Otra interpretación en ASCLEPIO, op. cit., 407, 2-7.) <<

[51] Aquí, al igual que más abajo en la línea 1034b1, el término «homónimo» no ha de entenderse en su sentido estricto, como opuesto a «sinónimo», sino más bien en el sentido de «sinónimo»: cosas que poseen la misma denominación y la misma esencia. <<

[52] Ya anteriormente, en el cap. séptimo, ha identificado Aristóteles entidad (ousía), forma (eîdos) y esencia (tò tí ên eînai). Ahora bien, al igual que en los silogismos el punto de partida es la definición (en ella se expresa la esencia y de ella parten las demostraciones), así también ocurre con las producciones: de las que son producto del arte (téchne) el origen está en el conocimiento del qué-es (qué es la salud, qué es una casa, etc.), en la esencia o forma presente en el alma del agente; en el caso de las producciones naturales el origen se halla igualmente en la forma física, actual, del agente. <<

[53] Este párrafo final (líneas 1034b7-19) es considerado por Christ como una continuación del capítulo anterior. Jaeger opina también que su lugar más adecuado se halla en el capítulo anterior, pero no al final del mismo sino a continuación de 1033b19, y que posteriormente pasó a ocupar el lugar actual como colofón de toda la discusión llevada a cabo en los capítulos 7-9 acerca de la generación. <<

[54] En este capítulo se retoma el hilo de la discusión desarrollada en los capítulos 4-6 acerca de la esencia. Aristóteles comienza señalando las dos cuestiones de que va a ocuparse: a) ¿el enunciado del todo ha de incluir el de las partes? y b) ¿las partes son anteriores al todo? (1034b20-22). La discusión de ambas cuestiones se entrecruza, de modo que la estructura del capítulo resulta la siguiente: I) respecto de a) establece Aristóteles que las partes materiales son partes del compuesto, pero no de la forma: puesto que el enunciado lo es de la forma, aquéllas no han de ser incluidas en él (a no ser que se trate de enunciar el compuesto) (1034b32-1035b3); II) respecto de b) establece a continuación que las partes de la forma son, todas o algunas, anteriores al compuesto; las partes materiales, a su vez, son posteriores a la forma, pero anteriores al compuesto en cierto sentido (como componentes suyos), si bien en cierto sentido son posteriores a él (pues su ser como tales depende del compuesto a que pertenecen); algunas partes del compuesto, en fin, son simultáneas a éste (aquellas en que primariamente reside la forma) (1035b3-31). III) Aristóteles retorna a a) reafirmando que las partes del enunciado son solamente las partes de la forma (1035b31-1036a12). Por último, IV) Aristóteles vuelve a b) estableciendo esquemáticamente su posición al respecto (1036a12-final). <<

[55] Sobre las distintas acepciones de la palabra «parte» cf. supra, V, 25, 1023b12-25. <<

[56] Es decir, tratándose de la esfera de bronce, las partes materiales matemáticas (los segmentos) están más cerca de la forma (la esfera) que las partes materiales físicas (el bronce). <<

[57] Para comprender la compleja argumentación de este capítulo es necesario tener en cuenta que Aristóteles distingue a) la forma, la materia y el compuesto; b) dentro del compuesto, a su vez, el compuesto tomado universalmente (cuando la materia y la forma se toman, igualmente, de modo universal), y el compuesto individual (con materia y forma igualmente individuales); c) además, Aristóteles distingue entre materia sensible y materia inteligible. De acuerdo con estas distinciones tendríamos los siguientes tipos de círculos, por ejemplo:

1)forma del círculo («circularidad») (1035b1);

2)círculo inteligible (compuesto) tomado universalmente (1036a1, 18-19);

(Aristóteles tiende a identificar —o no distinguir— (1) de (2) en su tratamiento de la cuestión).

3)círculo inteligible compuesto individual (los distintos círculos de que hablan los matemáticos, cada círculo inteligible que está «presente» en cada círculo individual de madera o bronce) (1035a13-14, 1036a22-23);

4)círculo sensible compuesto tomado universalmente (p. ej., el círculo de bronce en general);

5)círculo sensible compuesto individual (p. ej., este o aquel círculo de bronce) (1035a33-34, 1036a21).

Por su parte, en el caso de las realidades físicas, por ejemplo, el hombre, tenemos:

1)la forma del hombre (el alma) (cf. 1036a1);

2)el hombre tomado universalmente (compuesto de materia y forma tomadas universalmente) (cf. 1035b21);

3)el hombre individual (Sócrates o Calias) (1035a34, 1035b30-31).

En relación con estas distinciones, cf. ROSS, 1948, II, 197. <<

[58] Cf. Acerca del alma, II, 1, 412a19-b6. <<

[59] «La forma y la entidad»: ho lógos kaì he ousía. En este caso (al igual que unas líneas más abajo: «un compuesto de tal forma y de tal materia en general») traducimos lógos como «forma» y no como «enunciado» (o «definición»). Lógos es el enunciado, pero es también lo enunciado en él: la forma (eîdos). En este caso el término «enunciado» produciría, sin duda, gran extrañeza y alguna confusión. <<

[60] «Mediante el pensamiento»: metà noéseos. Nóesis es, en este caso, el pensamiento «intuitivo», el conocimiento mediante un acto simple de pensamiento. <<

[61] La expresión «materia inteligible» (hýle noeté) aparece también en VIII, 6, 1045a34, donde significa el género como parte determinable de la definición. (Sobre el género conceptualizado como materia, cf. supra, 7, 1033a5, nota 361.) En esta ocasión, sin embargo, no se refiere al género, sino a la «materia» de los objetos matemáticos, es decir, a la extensión o espacio geométrico por cuya distensión y delimitación se constituyen las figuras (cf. ALEJANDRO, op. cit., 510, 1-5).

En relación con el texto de las líneas 1036a16-23 puede verse BONITZ, 1848-1849, 337-338. <<

[62] «Material» (metà tÊs hýles) significa, en este caso, material sensible. A su vez, «el compuesto de rectas particulares» a que se hace referencia a continuación es, obviamente, el ángulo matemático que ciertamente tiene materia, pero materia inteligible (rectas) solamente. <<

[63] En la parte primera y fundamental del capítulo I) Aristóteles insiste en la necesidad de distinguir cuidadosamente las partes de la forma de las partes (o elementos materiales) del compuesto y pone al descubierto algunos errores derivados de la falta de distinción adecuada al respecto (1036a26-1037a10); a continuación II) se hacen unas breves indicaciones acerca de la marcha general de la investigación y sobre ciertos asuntos a tratar posteriormente (1037a10-20), para concluir III) en una exposición de las posiciones teóricas alcanzadas hasta el momento (1037a20-final). <<

[64] Primer error (pitagórico, platónico) derivado de equiparar erróneamente las figuras geométricas con los compuestos sensibles cuya materia no es parte de su esencia: el prescindir en aquel caso del espacio y sus determinaciones reduciendo las figuras a números, «al carecer éstos de materia y no tener sujeto alguno material», como señala ALEJANDRO, op. cit., 512, 35-36. <<

[65] Segundo error (atribuido a Sócrates el Joven, contemporáneo de Teeteto y mencionado por PLATÓN, Teeteto, 147c, Sofista, 218b y Político, 257c), error derivado de equiparar inadecuadamente los compuestos sensibles (como el hombre) y la esfera de bronce: suponer que el hombre podría darse sin sus órganos y elementos materiales específicos, análogamente a como la esfera puede darse sin el bronce. <<

[66] Véase la discusión a propósito del círculo y de la sílaba, en el capítulo anterior, 1034b24-1035a17. <<

[67] Sobre la distinción entre la forma del círculo, el círculo (en tanto que compuesto) universalmente considerado y los círculos particulares, cf. supra, cap. anterior, nota 377; sobre la noción de materia inteligible, ibid., nota 381. Los semicírculos, dice Aristóteles, son partes integrantes de los círculos particulares, pero no del círculo universalmente considerado (que Aristóteles, como ya hemos señalado —cf. nota 377 en el cap. anterior— tiende a no distinguir de la circularidad en cuanto forma abstractamente considerada). Acerca de la inconsecuencia de este argumento, puede verse ROSS, 1948, II, págs. 203-204. <<

[68] Cf. infra, libros XIII y XIV. <<

[69] Sobre el estudio de las entidades sensibles como paso previo a la investigación relativa a la existencia y naturaleza de las entidades suprasensibles (cf. supra, 3, 1029a32-33 y b3-12; también al final del cap. 2, 1028b27-32. <<

[70] Remite al libro siguiente, VIII, 6. <<

[71] Sobre la repetición de «nariz» en la noción de «nariz chata», cf. supra, 5, 1030b28-1031a1. <<

[72] En este capítulo se plantea el problema de por qué y cómo la definición constituye un todo unitario y no una mera enumeración de rasgos sucesivamente añadidos. Aristóteles toma la definición por géneros y diferencias, y prueba su unidad I) mostrando que el género no se da fuera ni aparte de las diferencias, de modo que la unidad de aquél con éstas no es meramente accidental (1037b11-1038a9) y II) poniendo a continuación de manifiesto que las múltiples diferencias —alcanzadas por divisiones sucesivas— se reducen todas a la última (1038a9-final). <<

[73] De la definición se ocupa ARISTÓTELES, Analíticos segundos, II, 3-10 y 13. La aporía a que aquí se refiere se encuentra planteada en esta obra, en II, 6, 92a29-33. <<

[74] «Hombre-blanco» no posee el mismo tipo de unidad que, por ejemplo, «animal-bípedo»: en el primer caso la unidad es accidental; en el segundo caso, no. ROSS, 1948, II, 106-107, sintetiza adecuadamente la argumentación del siguiente modo: «Una unidad katà méthexin es la que puede existir entre A y B, y entre A y no-B, pero no entre A y ambos términos a la vez. Ahora bien, la relación del género A con la diferencia B es una relación que A tiene a la vez con B y con no-B. Por tanto, género y diferencia no forman una unidad katà méthexin». Este tipo de unidad corresponde, más bien, al compuesto de entidad y accidente. <<

[75] En otros lugares (cf. supra, II, 3, 998b12-14; también, infra, VIII, 2, 1043a19-21) distingue Aristóteles dos tipos de definición: por géneros y diferencias (de la que se ocupa en este capítulo), y por enumeración de los elementos (materiales) constitutivos. <<

[76] «Las especies, es decir, las letras»: tà eíde kaì tà stoicheîa. El kaì tiene valor explicativo. (Cf. BONITZ, 1848-1849, 345). <<

[77] Todo este pasaje comporta una crítica a ciertas divisiones platónicas. (La división de «bípedo» en «dotado de plumas [alas]» e «implume» puede verse, por ejemplo, en PLATÓN mismo, en Político, 266e.) ASCLEPIO, op. cit., 424, 18; 426, 3-4, subraya repetidamente la intención antiplatónica presente en este pasaje. <<

[78] Alguien podría objetar que la superfluidad del término «dotado de pies» en el ejemplo propuesto (animal-bípedo-dotado de pies) resulta de haber alterado el orden propio de los términos, anteponiendo una diferencia posterior (bípedo) a otra superior o anterior (dotado de pies). Frente a esta posible objeción, Aristóteles señala que no hay orden en la entidad y que, por tanto, el error no proviene de tal circunstancia (ALEJANDRO, op. cit., 522, 19-22). El defecto de tal definición, con la superflua repetición que en ella se comete, según comenta FONSECA, op. cit., III, 359, expl. ad loc., «no proviene de que una diferencia inferior se anteponga a una superior, sino de que las diferencias inferiores incluyen formalmente a las superiores». <<

[79] Al comienzo del capítulo tercero (1028b33-36), Aristóteles había propuesto cuatro posibles candidatos al título de «entidad» u ousía. Una vez tratados la esencia (tò tíÊn eînai) y el sujeto (hypokeímenon), en este capítulo (y en los tres siguientes) se emprende el estudio del universal (kathólou) y con él, el del género (génos).

I) El capítulo comienza con una breve referencia (1038b1-8) a lo tratado hasta ahora y a su propósito de ocuparse del universal. II) A continuación, en la parte central del capítulo (1038b8-1039a14), se rechaza la tesis (platónica) según la cual el universal es entidad, aduciéndose distintos argumentos y objeciones. III) Por último (1039a14-final), Aristóteles suscita una objeción contra las consecuencias que parecen derivarse de su propia posición. <<

[80] Aristóteles se ha ocupado de la esencia en los caps. 4-6 y 10-12, y del sujeto en el 3. <<

[81] Primer argumento: puesto que el universal es, de suyo, común a una pluralidad, mientras que la entidad (= esencia) no es común, el género no es entidad: no puede serlo ni de todos (de cada uno de) los miembros de la pluralidad, ya que no es común, ni de uno solo de ellos, ya que, en tal caso, todos se identificarían y serían uno solo y el mismo. <<

[82] Segundo argumento: la entidad no se dice de un sujeto; ahora bien, el universal se dice de un sujeto, luego no es entidad. <<

[83] A partir de aquí (1038b16-1039a14) Aristóteles hará frente a un posible reajuste de la tesis del adversario según el cual, aunque el universal no pueda ser considerado entidad en cuanto esencia de algo, sí que cabe concebirlo como entidad, en cuanto que forma parte de la esencia de algo. Contra este reajuste de la tesis ofrecerá cuatro objeciones sucesivas. <<

[84] Primera objeción (1038b17-23): Aristóteles parece iniciar un argumento contra la posición adoptada por el adversario (cf. nota anterior), basándose en que, en tal supuesto, habría definición del universal, y de los componentes de tal definición, y de los componentes de los componentes, y así ad infinitum. Sin embargo, abandona, sin desarrollarla, esta línea argumentativa para objetar que, en cualquier caso, el universal genérico sería la esencia de algo (por ejemplo, «animal» sería la esencia del animal), con lo cual «sucederá de nuevo lo mismo», es decir, se recaerá en las dificultades suscitadas por el primer argumento.

Estamos de acuerdo con ASCLEPIO, op. cit., 431, 8-10, y FONSECA, op. cit., III, 396, expl. ad loc., que interpretan la frase «sucederá de nuevo lo mismo» (38b22) como recaída de la situación a que se refería el primer argumento. Y creemos que esta recaída en la situación señalada debe llevarse hasta el final: si el universal genérico «animal» es la entidad (= esencia) del animal, o bien lo será de todas las especies animales, en cuyo caso será también esencia del «hombre», o bien lo será de una sola de ellas, en cuyo caso 1) todas las especies serán una sola, 2) lo cual no obsta para que siga siéndolo del «hombre», por más que la especie humana no se distinguiría ya, como tal, de las otras especies animales. <<

[85] Segunda objeción (1038b23-29): si, por la razón aducida (cf. nota 402), los universales no pueden ser considerados entidades, con mayor razón resultará absurdo mantener que forman parte de la esencia (conforme al supuesto adoptado, cf. nota 401) no siendo entidades, sino cualidades o afecciones de la misma, pues en tal caso resultaría que los accidentes son anteriores a la entidad. <<

[86] Esta tercera objeción (1038b29-30) debe entenderse, a mi juicio, sobre la base de lo alcanzado en la primera argumentación (cf. nota 401): puesto que «animal» se da en Sócrates, tal universal genérico será la esencia de dos cosas, de «hombre» y de Sócrates. ROSS, 1948, II, 211, y con él TRICOT, 1962, I, 427, nota 2, lo entienden de otro modo. Y de otro aún, REALE, 1993 (I, 623-624, nota 12). <<

[87] Sobre el argumento «antiplatónico» del tercer hombre, cf. supra, I, 9, 990-b17. <<

[88] Cuarta objeción (1039a3-14): la unidad propia de la entidad excluye que pueda estar compuesta de entidades actualizadas como tales, en acto, de modo análogo a como la unidad de una línea excluye su división actual en los segmentos potencialmente existentes en ella. <<

[89] De las argumentaciones utilizadas parece deducirse que la posición de Aristóteles comporta la simplicidad de las entidades, ya que no pueden estar compuestas ni de entidades ni de afecciones accidentales, lo que —a su vez— comportaría la imposibilidad de definirlas. A esto volverá en el próximo libro (VIII), cap. 6. <<

[90] Aristóteles pasa en este capítulo a criticar la doctrina platónica que concibe las Ideas como entidades. Este ataque no pretende ser exhaustivo, sino que se limita a las posibilidades críticas resultantes de las tesis alcanzadas en los dos últimos capítulos: que la definición se constituye por género y diferencia (cap. 12), y que el universal no es entidad (cap. 13). (Cf. BONITZ, 1848-1849, 349-350.) La crítica se centra en el universal genérico utilizando como ejemplo la Idea de Animal o «Animal Mismo, en sí» platónico. La parte central del capítulo se articula en torno al siguiente dilema: la Idea de Animal que se da en las distintas especies (Hombre, Caballo, etc.) ¿es una y la misma en todas ellas o es distinta en cada una de ellas? I) Contra la primera posibilidad argumenta en 1039a33-b6; II) contra la segunda, a continuación, en 1039b6-16. <<

[91] Puesto que tomará el universal genérico (Animal) como objeto de su crítica, Aristóteles comienza haciendo notar (1039a30-34) que en el platonismo hay tantas razones para admitir que el Hombre (en general, cada especie) es entidad subsistente como para admitir que lo son sus componentes, géneros y diferencias. Aun cuando Aristóteles no lo indica expresamente, obsérvese que tal hipostatización comporta la tesis rechazada en el capítulo anterior (1039a2 y sigs.) según la cual una entidad (el Hombre) podría estar compuesta de entidades actualizadas como tales. Cf. ALEJANDRO, op. cit., 527, 19-20: «habrá una entidad compuesta de entidades en acto y existentes por sí, lo cual se ha demostrado imposible». <<

[92] Este argumento que va desde 1039b9 («Además, el Animal en sí…») hasta b14 («… será Animal en sí») resulta difícil. La interpretación de Ross parece la más aceptable: el Animal Mismo carecerá de unidad siendo, en realidad, muchas cosas, tantas como sus especies. En efecto, a) puesto que es entidad (esencia) de cada especie, se identificará con cada una de ellas; pero además, b) puesto que cada elemento que compone la especie o Idea de Hombre es, a su vez, Idea, el Animal que se da en el Hombre (o en cualquier otra de su especies) es Idea. Ahora bien, no puede ser Idea de una cosa y entidad de otra. Por tanto, el Animal que es la esencia o entidad de cada especie es la Idea de Animal, lo que comporta que habrá tantas Ideas de Animal como especies animales (cf. ROSS, 1948, II, 213). <<

[93] En este capítulo se retoma el problema de la posibilidad de la definición (suscitado al final del cap. 13) estableciendo que de los individuos, de las entidades individuales, no hay definición. La argumentación se articula en dos partes. I) En primer lugar, Aristóteles se ocupa de los individuos sensibles: acerca de ellos no es posible definición o demostración alguna puesto que comportan materia, y ésta los hace susceptibles de ser y de no ser (1039b27-1040a7). II) A continuación se ocupa de las Ideas platónicas. Tampoco éstas pueden ser definidas, no por que sean materiales (que no lo son, de acuerdo con la doctrina platónica), sino porque se supone que cada una de ellas es única, individual (1040a8-final). <<

[94] «El compuesto y la forma»: tò te sýnolon kaì ho lógos. El término lógos es en este caso sinónimo de eîdos, y por ello lo traducimos como «forma». Lo mismo ocurre tres veces más en las líneas siguientes. <<

[95] Cf. supra, 8, y III, 5, 1002a30-34. <<

[96] Entiéndase: los nombres son comunes a todas las cosas nombradas por ellos. <<

[97] La maniobra del adversario platónico consiste en admitir que cada Idea que forma parte de la definición es, efectivamente, aplicable a múltiples realidades, pero que todas ellas juntas son aplicables solamente a una realidad singular, única y, por tanto, constituyen la definición de ella. A tal maniobra contesta Aristóteles doblemente. a) Todas ellas juntas son predicables, cuando menos, de cada uno de los componentes de la definición: así, «hombre» (= animal bípedo) es predicable de «animal» (al menos, lo es parcialmente, es decir, lo es del animal específicamente humano), y es predicable también de «bípedo». b) Cada Idea se compondrá, a su vez, de otras Ideas de las cuales será, a su vez, predicable: si no fuera predicable de una pluralidad, sería incognoscible, toda vez que su reconocimiento como Idea se basa precisamente en que es algo común a una pluralidad. <<

[98] Cf. supra, 14, 1039a30-33, y nota 411. <<

[99] Este capítulo (que continúa con la temática iniciada en el cap. 13) puede dividirse en dos partes. I) En la primera (1040b5-16), Aristóteles señala que las partes y elementos de los cuerpos orgánicos no son entidades: en tanto que ni ejecutan las operaciones propias ni subsisten separadas del compuesto, no son entidades actuales, sino, a lo sumo, potenciales. II) En la segunda parte se señala que ningún universal es entidad (1040b16-final). Al final del capítulo (1041a2-3), Aristóteles admite la existencia de entidades eternas, si bien no con las características de las Ideas platónicas. <<

[100] Resulta difícil establecer una conexión específica entre las dos partes de este capítulo. Tal vez forzadamente, FONSECA, op. cit., III, 411, expl. ad loc., trata de hallarla en el hecho de que «las sustancias universales (y esto es lo que pretende enseñar Aristóteles principalmente en este pasaje), al igual que las partes integrantes, no son sustancias actualmente, como Platón creía, sino potencialmente». <<

[101] «Con más razón», explica ALEJANDRO, op. cit., 536, 35-37, porque «el elemento es algo relativo, mientras que la unidad pertenece a la cosa por sí misma, y las determinaciones que pertenecen a la cosa por sí misma son más indicativas respecto de las entidades y, por así decirlo, están más cerca de la entidad que las determinaciones relativas» (cf. también BONITZ, 1848-1849, 357). <<

[102] Esta última frase constituye el resumen y epílogo no solamente de este capítulo, sino del conjunto formado por los caps. 13-16. <<

[103] Aristóteles replantea en este capítulo la cuestión de la entidad desde la perspectiva causal: puesto que la entidad es principio y causa, entidad será aquello que responda a la pregunta «¿por qué?». I) En primer lugar (1041a10-29), Aristóteles analiza el sentido de la pregunta señalando que ésta, cuando se formula adecuadamente, adquiere la forma de «¿por qué esto es tal cosa?», poniéndose así de manifiesto la composición hilemórfica de aquello sobre lo que recae la pregunta. II) A continuación (1041a29-b11) muestra cómo la causa buscada es, evidentemente, la causa formal, la forma que, a su vez, en ciertos casos se identifica con el fin, con el para-qué. En el caso de las producciones y las generaciones, por su parte, la pregunta puede dirigirse a la causa eficiente. III) Por último (1041b11-final), argumenta que en las entidades naturales la forma es el principio unificador de los elementos (materiales) del compuesto, sin ser ella misma un elemento. <<

[104] Cf. Analíticos segundos, II, 1-2. <<

[105] «Hablando lógicamente»: hÔs eipeîn logikÔs. Sobre la distinción aristotélica entre explicar algo logikÔs y explicarlo physikÔs, cf. supra, nota 336. A la esencia, en tanto que noción contenida en la definición (es decir, considerada logikÔs), corresponde la forma desde el punto de vista de la realidad (physikÔs). <<

[106] Sobre la identificación de las causas formal y final, cf. infra, VIII, 2, 1043a14-18, y 3, 1043a32-33. Sobre el recurso a la causa eficiente en la definición, cf. Analíticos segundos, II, 8, 93b7-14, y 10, 94a3-7. <<

[107] Sobre el conocimiento de las realidades simples, cf. infra, IX, 10, 1051b17-1052a4. También, Acerca del alma, III, 6, 430a26, b26-27. <<

[108] La forma como principio unificador de los elementos del compuesto no puede ser ella misma ni un elemento ni algo compuesto de elementos: si fuera un elemento, habría de buscarse otro principio que lo unificara con los demás elementos del compuesto, y así ad infinitum (1041b20-22); si fuera compuesta de elementos, el razonamiento sería el mismo y se caería igualmente en un proceso infinito (1041b22-25). <<

[1] En este capítulo, como expresamente se señala en sus dos primeras líneas, se nos ofrece una recapitulación de las tesis fundamentales alcanzadas en el libro anterior. En la última parte (1042a24-final) se insiste en la pertinencia de considerar entidad a la materia, puesto que ésta es sujeto y condición de todo cambio, y el ser sujeto constituye un rasgo característico de la entidad. <<

[2] Cf. supra, VII, 2. <<

[3] Cf. supra, VII, 3, 1028b33-36. <<

[4] «Por la misma razón», es decir, porque las consideran como algo uno e idéntico por encima de la pluralidad de las cosas singulares. <<

[5] Cf. supra, VII, 4-6, 12 y 15. <<

[6] Cf. supra, VII, 10-11. <<

[7] Cf. supra, VII, 13 y 16, 1040b6-final. <<

[8] Referencia a los dos últimos libros, XIII y XIV, de la Metafísica. <<

[9] Respecto a las entidades materiales, es posible separar conceptualmente la forma de la materia, de modo que la definición incluya solamente las partes de la forma, prescindiendo de las partes materiales del compuesto. Cf. supra, VII, 11. <<

[10] De las formas («de las entidades entendidas como forma»), algunas poseen existencia subsistente al margen de toda materia. Hay, pues, entidades inmateriales, como el Nous o Entendimiento. <<

[11] Cf. Física, V, 1, y Acerca de la generación y la corrupción, I, 2, 317a17-31. <<

[12] Tras haberse ocupado en el capítulo anterior de la ousía o entidad entendida como materia, en este capítulo pasa Aristóteles a la ousía como forma que es caracterizada, a su vez, como acto. I) En la primera parte del capítulo 1042b9-1043a4), al hilo de una crítica a Demócrito, Aristóteles señala que son muchas las diferencias por las cuales se determina el ser de aquellas realidades sensibles que no son entidades naturales. II) A continuación (1043a4-final), se señala que entre tales realidades sensibles que no son entidades naturales y las entidades naturales mismas existe analogía estructural: en uno y otro caso hay un elemento material, hay un elemento formal que es acto (las diferencias sensibles en un caso, la forma propiamente dicha en el otro) y hay, en fin, el compuesto de ambos elementos. De acuerdo con esta triple perspectiva conviene distinguir tres modos de definición. <<

[13] Cf. supra, I, 4, 985b10-19. <<

[14] En este párrafo aparecen tres tipos de realidades sensibles que no son propiamente entidades naturales, a las cuales viene refiriéndose Aristóteles: realidades artificiales (como el dintel y el umbral), estados de las sustancias naturales (como el hielo) y partes de seres naturales orgánicos (como el pie o la mano). Cf. ROSS, 1948, II, 229. <<

[15] «<Las diferencias> lo son en mayor grado», es decir: conforme a la analogía establecida, las diferencias señaladas son equiparables al acto, a la forma, con más razón que el elemento material (afectado por ellas) y que el objeto mismo (compuesto). <<

[16] Arquitas, pitagórico contemporáneo de Platón, de cuya teoría de la definición no sabemos más que lo que aquí dice Aristóteles. Sobre Arquitas, cf. DIELS-KRANZ, 47 (I, 421-39). <<

[17] En este capítulo se añaden matizaciones ulteriores acerca de la forma en los compuestos materiales. I) Aristóteles comienza (1043a29-b4) llamando la atención sobre la circunstancia de que a veces nos referimos tanto al compuesto como a la forma con el mismo término. II) A continuación (1043b4-23) insiste en que la forma ni es un elemento material del compuesto ni se compone, a su vez, de elementos materiales, razón por la cual no se genera (componiéndose) ni se destruye (descomponiéndose). III) Por último, Aristóteles se refiere al tipo de unidad que corresponde a la forma, a los constitutivos en que se despliega su definición: no es una unidad de mera agregación de partes, sino la que corresponde a la actualización plena, al acto perfecto (entelécheia). <<

[18] La unidad de los dos significados es la unidad que les presta su referencia a un mismo término que, en este caso, es la vida sensitiva. Sobre la unidad pròs hén, cf. supra, IV, 2, 1003a33 y sigs., y nota 142. <<

[19] ALEJANDRO, op. cit., 551, 29-32, comenta: «Y dice que “esto tiene su importancia en relación con algún otro asunto”, es decir, en los encuentros dialécticos proporciona ventaja el saber si la palabra expresa o no el compuesto…». <<

[20] Cf. supra, VII, 17, esp. 1041b11 y sigs. <<

[21] Supra, VII, 8, y también Acerca de la generación y la corrupción, I, 4. <<

[22] La objeción de Antístenes contra la posibilidad de las definiciones es que éstas son complejas («enunciados largos»), mientras que la esencia es simple y, por tanto, no puede descomponerse en una definición. Si la esencia fuera compleja, su definición se compondría, a su vez, de elementos simples que ya no serían susceptibles de definición. De aquí precisamente arranca la solución aristotélica a la aporía: hay definición de las entidades compuestas, «pero no la hay de sus elementos primeros». Respecto de la articulación de los elementos o partes de la definición, Aristóteles señala que el género (en tanto que determinable) funciona a modo de materia, mientras que las diferencias (en tanto que determinantes) funcionan como forma respecto de aquél. Cf. supra, V, 28, 1024b8-9 y VII, 12, 1038a6-8. <<

[23] Referencia a Pitagóricos y Platónicos. Del asunto se ocupará Aristóteles posteriormente, en XIII, 6-7. <<

[24] «[…] tampoco lo admite la entidad en tanto que forma, sino, si acaso, la unida a la materia»: oud’ he katà tò eîdos ousía, all’ eíper, he metà tês hýles. La ousía en tanto que forma, la forma como tal, no admite «el más y el menos»: nada puede quitársele o añadírsele sin que deje de ser ella misma. Este no admitir grados es un rasgo propio de la ousía, según afirma y explica Aristóteles en Categorías, 3b33-4a9. No deja de resultar sorprendente que Aristóteles admita aquí la posibilidad de que la forma admita el más y el menos «cuando se da unida a la materia». Las explicaciones al respecto que ofrece Alejandro, de una parte, y Aquino y Fonseca, de otra, resultan poco convincentes. Pienso que el sentido de la frase es el siguiente: en el caso de que (eíper) hubiera que hablar de «más y menos» en relación con la entidad, habría que hacerlo respecto de la entidad sensible, bien entendido que tales cambios afectarían a las partes materiales del compuesto y no a la forma en cuanto tal; a ésta sólo le serían atribuibles accidentalmente, es decir, en tanto que unida a la materia. (Siguiendo a L. Robin, TRICOT, 1962, II, 467, nota 4, apunta hacia esta interpretación.)

Esta interpretación es perfectamente aceptable de acuerdo con el texto transmitido. Con todo, me permito conjeturar otra lectura, con hêi en lugar de he: all’eíper, hêi metà tes hýles, «si acaso, en tanto que unida a la materia» (es decir, no en tanto que forma, no por sí, sino accidentalmente). <<

[25] Aristóteles pasa a ofrecer ulteriores precisiones acerca de las causas en el ámbito de las realidades materiales, concediendo una atención especial a la materia. Las observaciones fundamentales que se ofrecen son las siguientes: 1) en el caso de las entidades generables y corruptibles conviene distinguir su principio material último común (materia primera, cuatro elementos) y su materia propia (próxima); 2) las entidades eternas (astros y esferas celestes) solamente tienen la materia correspondiente al movimiento local (1044b6-8); 3) las realidades sensibles que no son entidades (accidentes, acontecimientos) no tienen materia: la entidad a la cual afectan es su sustrato (1044b8-10); 4) en general, y puesto que las causas son cuatro y no solamente la materia, conviene aducir, en cada caso, todas las causas que nos sea posible establecer. <<

[26] «Del mismo elemento primero, o de los mismos elementos primeros.» La cláusula inicial se refiere a la materia primera, la segunda a los cuatro elementos (ALEJANDRO, op. cit., 556, 6-8). <<

[27] En las generaciones naturales, la forma (eîdos) y el fin (télos, la plenitud a que se tiende) se identifican (cf. también Acerca de la generación y la corrupción, II, 335b6): la generación no tiene otra finalidad que la actualización misma de la forma específica. Se trata, seguramente, de la expresión más cabal de la teleología inmanente característica del pensamiento aristotélico. Cf. supra, V, 4, 1015a11 y nota 218. <<

[28] Podemos distinguir dos partes en este capítulo. I) Aristóteles comienza señalando que no todas las realidades vienen a la existencia por un proceso de generación, y que solamente tienen materia las que vienen a la existencia mediante generación (1044b21-29). II) Posteriormente se refiere a la relación de la materia respecto de los contrarios, del positivo (forma) y del negativo (privación) (1044b29-final). <<

[29] Cf. supra, VII, 15, 1039b26 y VIII, 3, 1043b15-16. <<

[30] ALEJANDRO, op. cit., 559, 35-38, comenta: «Es decir, el cuerpo es materia de la salud en tanto que ésta es un estado y una forma, y es <materia> de la enfermedad en tanto que ésta es privación y corrupción contraria a la naturaleza. E igualmente, el agua es materia del vino en tanto que éste es forma, y del vinagre en tanto que éste es privación». <<

[31] «Sino que las corrupciones son accidentales»: el proceso que va del vino al vinagre (en el ejemplo propuesto) puede considerarse como corrupción, es decir, como degeneración de aquél, y el vinagre como privación del vino, en cuanto que una forma «menos noble» (vinagre) sustituye a otra «más noble» (vino) (cf. ALEJANDRO, op. cit., 560, 4-15, y nota anterior; FONSECA, op. cit., III, 491, expl. ad loc.). Pero tal generación del vinagre no procede del vino en cuanto tal, sino del agua (el vino deviene agua y ésta deviene vinagre); del vino sólo procede accidentalmente, en cuanto que proviene del agua, que es también materia del vino. De ahí que Aristóteles califique a la generación del vinagre como corrupción accidental (del vino, se entiende). Cf. también las explicaciones de ROSS, 1948, II, 236-7, al pasaje. <<

[32] La materia es aquí los cuatro elementos. <<

[33] En este capítulo se retoma la cuestión, ya anteriormente suscitada (VII, 12 y VIII, 3), de la unidad de la definición. La definición es una, se dice desde el principio, porque la cosa definida es una (1045b13-14). A lo largo del capítulo: I) Aristóteles critica al platonismo por su incapacidad para explicar la unidad, incapacidad resultante de separar los géneros e Ideas, recurriendo después a la oscura noción de participación. II) Aristóteles, por su parte, propone la siguiente doctrina: a) la unidad de lo compuesto (entidades sensi bles, definiciones) ha de entenderse en términos de materia y forma, potencia y acto (en las definiciones el género es materia y potencia, la diferencia es forma y acto); b) aparte de la naturaleza misma de estos coprincipios, no hay, en el caso de las generaciones, otra causa de la unidad que la causa eficiente o productora; c) las cosas que carecen de materia poseen unidad inmediatamente. <<

[34] Cf. supra, VII, 12, y VIII, 3, 1044a2-6. <<

[35] Referencia crítica al método platónico de división en busca de la definición. (Cf. las indicaciones de TRICOT, 1962, II, 475, nota 1.) <<

[36] «En eso consiste la esencia de la una y de la otra»: tout’ ên tò tí ên eînai hekatéroi. Creemos que Aristóteles se refiere a la materia y a la forma: a aquélla le corresponde ser actualizada por la forma, y a ésta le corresponde la actualización de aquélla. (Así lo interpreta FONSECA, op. cit., III, 505, expl. ad loc., y, entre los contemporáneos, BONITZ, 1848-1849, 375, al cual siguen ROSS, 1948, II, 238; REALE, 1993, II, 36, nota 6, etc. Por el contrario, Alejandro refiere el hekatéroi al hombre y a la esfera propuestos como ejemplos.) <<

[37] «Materia inteligible»: se refiere al género, considerado por Aristóteles como materia en las definiciones (véase también: supra, V, 24, 1023b12, y 28, 1024b4. Para otro sentido de la expresión «materia inteligible», cf. supra, VII, 10, 1036a9, y nota 381). <<

[38] En este párrafo se enuncian las principales tesis ontológicas de Aristóteles acerca de las nociones de tò ón («algo que es») y tò hén («uno»), y su relación con las categorías: a) tales nociones no son géneros, son transgenéricas (transcendentales), siendo las categorías los géneros supremos de lo real; b) las categorías carecen de materia; carecen, en efecto, de género, puesto que ellas son los géneros supremos, lo cual significa que «algo que es» (tò ón) y «uno» (tò hén) se hallan divididos inmediatamente (euthýs) en la multiplicidad de las categorías, de modo que cada una de éstas es inmediatamente (euthýs) algo que es y algo uno; c) el carácter transgenérico de estas nociones no supone (contra cualquier intento de platonización) que se den separadas de las realidades singulares. Cf. supra, IV, 1-2. En 1004a5 aparece el término euthýs (inmediatamente) en un contexto paralelo a éste. <<

[39] Sofista, discípulo de Gorgias, citado por Aristóteles en otros lugares. Cf. DIELS-KRANZ, 83 (II, 303-8). <<

[40] «Como se ha dicho»: cf. supra, 1045a22-23. «La materia última y la forma son uno y lo mismo»: la materia «última» ha de entenderse, obviamente, no como la materia primera indeterminada, sino como la materia próxima y propia de cada entidad. <<

[1] Este libro noveno de la Metafisica está, todo él, dedicado al estudio de la potencia y el acto. (En nuestra versión distinguimos los términos entelécheia y enérgeia, ambos opuestos a dýnamis (potencia), traduciendo el primero como «actualización plena», o bien, «realización plena», y reservando para el segundo las palabras «acto» y «actividad».)

En el capítulo primero, Aristóteles expone los distintos sentidos de los términos dýnamis (potencia, capacidad) y adynamía (impotencia, incapacidad). A la explicación de las acepciones de estos términos está también dedicado el cap. 12 del libro V, al cual remitimos globalmente. (Sobre la fórmula, recurrente en el texto, «o <ello mismo, pero> en tanto que otro», cf. supra, V, 12, nota 251.) <<

[2] Aristóteles remite a su estudio acerca de la entidad (ousía). La referencia es, específicamente, a los libros precedentes, VII y VIII. Sobre la ousía como aquello que es primordialmente, cf. supra, VII, 1; además, V, 2, 1033a33-b10. Sobre la pluralidad de sentidos de «ser» y de «lo que es» (tò ón), además V, 7 y VI, 2, 1026a33-b1. <<

[3] Tò tí: «el qué», es decir, el qué-es, la esencia, la entidad. Ésta es la lectura de los manuscritos, que seguimos en vez de la enmienda de Ross, que escribe: tò tì. <<

[4] «Tras hablar de ella (sc. de la potencia relativa al movimiento)»: caps. 1-5; «al hilo de las precisiones que hagamos acerca del acto»: el estudio del acto se llevará a cabo en los caps. 6-10. <<

[5] Cf. supra, V, 12. <<

[6] Sobre las diversas acepciones de «privación» (stéresis), cf. supra, V, 22, y nota 275. <<

[7] Tres son las ideas básicas propuestas en este capítulo: 1) hay potencias irracionales (que actúan sin conocimiento), y las hay racionales (que actúan con conocimiento); 2) las irracionales solamente pueden producir un efecto determinado, nunca su contrario, mientras que las racionales pueden producir efectos contrarios; 3) esta capacidad de producir efectos contrarios proviene del conocimiento, ya que la ciencia conoce conjuntamente su objeto y la negación del mismo. <<

[8] «La privación, en su acepción primordial, es el contrario». La oposición «vidente/invidente» puede considerarse de dos maneras: a) en cuanto negación determinada, es decir, en cuanto que la falta de visión afecta a un sujeto a quien corresponde naturalmente poseerla, y b) en cuanto negación indeterminada, es decir, sin tomar en consideración la naturaleza del sujeto (así cabe decir que las piedras carecen de visión). Solamente en el primer caso hay contrariedad; en el segundo caso hay pura negación y, por tanto, mera contradicción. Y al primer caso corresponde «el sentido primordial» del término «privación». (Así, básicamente, ALEJANDRO, op. cit., 569, 31-34. Para una interpretación diferente, cf. BONITZ, 1848-1849, 383.) <<

[9] «Y puesto que los contrarios no se dan juntos en la misma cosa.» Ésta es la razón de que las potencias irracionales sólo puedan producir un efecto, y no el contrario: un agente natural no puede producir calor y frío porque no puede, él mismo, ser caliente y frío a la vez. Otro es el caso de las potencias racionales: ciertamente, no se puede, a la vez, conocer X y estar privado del conocimiento de X, pero sí que se puede, a la vez, conocer X y la privación de X. <<

[10] Aristóteles <1> comienza señalando los absurdos que acarrea la tesis megárica que no distingue la potencia del acto, cuando establece que solamente tiene potencia o capacidad de actuar el que actúa y mientras actúa (1046b29-1047a17). A continuación, <2> afirma que solamente pueden evitarse tales absurdos admitiendo la realidad de la potencia y su distinción respecto del acto (1047a17-29). Por último, <3> ofrece algunas indicaciones acerca del uso del término enérgeia (acto, actividad) (1047a29-final).

Traducimos la palabra dýnamis como «potencia» y como «capacidad»; la palabra dynatón como «capaz» y como «posible», y su opuesto, adýnaton, como «incapaz» y como «imposible». (Al respecto, cf. supra, V, 12, nota 250.) <<

[11] Sobre la tesis «actualista» de Protágoras respecto de la sensación, cf. supra, IV, 5-6. <<

[12] «Algo es posible o capaz cuando no resulta ningún imposible al realizarse en ello el acto cuya potencia se dice que posee»: ésti dè dynatòn toûto hôi eàn hypárchei he enérgeia hoû légetai échein ten dýnamin, oudèn éstai adýnaton. Dos observaciones: a) dado el realismo aristotélico, lo dynatón que aquí se explica es, a la vez, lo lógicamente posible y lo realmente posible, es decir, lo capaz, y por eso utilizamos ambas palabras; b) como observa ROSS, 1948, II, 245, no se trata tanto de una definición de dynatón (que resultaría circular), cuanto de especificar un criterio, el de la ausencia de implicaciones o consecuencias imposibles. <<

[13] «La palabra “acto”, vinculada a la realización plena…»: he enérgeia toúnoma, he pròs ten entelécheian syntitheméne, etc. Obviamente, Aristóteles no se refiere a conexión etimológica alguna entre enérgeia y entelécheia, sino a la conexión con que él mismo las usa, hasta el punto de llegar a utilizarlas como sinónimos, indistintamente, a veces. A continuación señala que, si bien en el uso común enérgeia se asocia al movimiento (en cuanto que expresa actividad), sin embargo, «se ha extendido también a otras cosas»: en efecto, Aristóteles la aplica a operaciones inmanentes, a cualidades y, en fin, a la forma esencial, específica, que es concebida como «acto» respecto de la materia. (Cf. supra, 1, 1046a1-2; además y muy especialmente, infra, cap. 6.) <<

[14] Este capítulo está estrechamente relacionado con el anterior. En el anterior se rechazaba la opinión (de los megáricos) según la cual nada es posible, excepto lo que se actualiza; en éste se rechaza la tesis opuesta según la cual todo es posible, incluso lo que nunca se actualizará. Aristóteles I) comienza, pues, reivindicando la noción de imposibilidad (1047b3-14), II) para reivindicar a continuación (1047b14-final) la noción de lo necesariamente posible. Para lo uno y lo otro se basa en la noción de dynatón ofrecida en el capítulo anterior (1047a24-26). <<

[15] Ei dé esti tò eireménon tò dynatòn hêi akolouthêi…: «si lo posible es lo dicho, en la medida en que se sigue, etc.». El texto es controvertido, y algunos han supuesto una laguna en él. ALEJANDRO, al que sigue BONITZ, 1848-1849, 389, parece sugerir que el sujeto implícito de akolouthêi es he enérgeia, o algo equivalente: «en cuanto que puede generarse, y se sigue su actualización, etc.» (574, 12). Por lo demás, seguramente baste con considerar tò dynatón como sujeto para obtener el sentido que propone Alejandro. (Cf. TRICOT, 1962, II, 493, nota 2.) ROSS, 1948, II, 247, por su parte, propone leer e (que aparece en J) en lugar de hêi (EAb). <<

[16] Aunque no formulada de modo tan complejo, la argumentación que sigue a continuación se encuentra también en Analíticos primeros, I, 14, 34a5-12. <<

[17] En este capítulo, I) tras distinguir brevemente las potencias innatas de las adquiridas (1047b31-35), II) Aristóteles retorna a la distinción, ya establecida en el capítulo segundo, entre potencias racionales e irracionales: dadas las condiciones adecuadas, aquéllas actúan necesariamente, mientras que éstas actúan mediante el deseo y la elección de uno de los contrarios (1047b35-final). <<

[18] Si, una vez puestas todas las condiciones del caso, las potencias racionales actuaran de modo inmediato, producirían ambos contrarios, puesto que son potencias de ambos. Ha de mediar, pues, la elección de uno de los contrarios. <<

[19] Aristóteles pasa a estudiar la noción de acto. I) Puesto que se trata de una noción primitiva y transgenérica (trascendental), no cabe definirla en sentido estricto, y por ello Aristóteles insiste, en la primera parte del capítulo, en su carácter analógico (1048a30-b17). II) En el párrafo final se establece una importante distinción entre «movimientos» (kinéseis) y «acciones» (práxeis). Aquéllos no son, en sí mismos, un fin, mientras que éstas son, ellas mismas, el fin (télos); por eso aquéllos se terminan una vez alcanzado el fin, mientras que éstas pueden continuar en su actualización (1048b17-35). (Este último párrafo, que presenta varios y claros síntomas de corrupción, no aparece en todos los manuscritos. Jaeger lo considera añadido por el propio Aristóteles.) <<

[20] Cf. supra, 3, 1047a30-31 y nota 481 ad loc. <<

[21] Sobre el infinito y el vacío, cf. Física, respectivamente, III, 4-8 y IV, 6-9. <<

[22] «Como, por ejemplo, del adelgazar lo es (sc. es fin) la delgadez»: hoîon toû ischnaínein he ischnasía [autó]. Así es el texto transmitido. Ross enmienda: hoîon tò ischnaínein e ischnaisía [autó]. El autó es usualmente atetizado, con razón, a partir de Christ. Su presencia se explica por un fenómeno de anadiplosis. <<

[23] A pesar de que el término «acto» (enérgeia) se vincula usual y primordialmente al movimiento (cf. supra, 3, 1047a30), Aristóteles propone aplicarlo exclusivamente a las acciones, a los actos inmanentes en que coinciden fin y actualización. <<

[24] En este capítulo, I) Aristóteles comienza especificando qué es lo que está en potencia, qué es aquello que se actualiza 1) en las producciones artificiales y 2) en las generaciones naturales (1048b37-1049a18). A continuación, II) señala que el producto final, la cosa actualizada, recibe su denominación a partir del elemento material/potencial descrito (1049a18-27). Y puesto que tal elemento potencial es sujeto, III) concluye distinguiendo dos tipos de sujeto: la materia indeterminada que es sujeto de las formas específicas, sustanciales, y las entidades determinadas esencialmente (el hombre, etc.) que son sujetos de determinaciones accidentales (1049a27-final). <<

[25] Ou tóde all’ekeíninon… ou xýlon allà xýlinon: «no que es tal cosa, sino de tal cosa… no madera, sino de madera». Sobre esta indicación aristotélica, cf. supra, VII, 7, 1033a5-23. Sobre nuestro modo de traducir estas expresiones, cf. la nota 362 ad loc. <<

[26] Tò ekeíninon légesthai katà ten hýlen kaì tà páthe: «la expresión de tal cosa se dice según la materia y según las afecciones». El punto es el siguiente: al igual que no se dice de la estatua que es bronce, sino de bronce, es decir, broncínea (no se olvide que nuestra expresión «de X» traduce un adjetivo), tampoco se dice de un hombre que sabe música que es música, sino músico. En ambos casos se utilizan formas gramaticales paralelas (adjetivos derivados del sustantivo correspondiente), y con razón, según Aristóteles, ya que tanto la materia como las afecciones accidentales son indeterminadas. <<

[27] Lo expuesto en este capítulo constituye una tesis clave en la doctrina aristotélica de la potencia y el acto: la prioridad del acto sobre la potencia. Aristóteles muestra que, y cómo, el acto es anterior a la potencia I) desde el punto de vista de la noción (lógoi) (1049b12-17), II) desde el punto de vista del tiempo (chrónoi) (1049b17-1050a3), y III) desde el punto de vista del ser, de la entidad (ousíai) (1050a3-final). <<

[28] Cf. supra, V, 11. <<

[29] Es decir, ninguna potencia puede ser conocida o definida sin recurrir a la noción del acto o actividad de que es potencia. <<

[30] «Pero no numéricamente»: entiéndase, no tratándose del mismo individuo. <<

[31] Cf. supra, VII, 7-8. <<

[32] Se refiere a la Física, VI, 6, 236b32 y sigs. Aristóteles ha señalado que, en el caso de los individuos, las potencias preceden temporalmente a los actos. Sin embargo, el caso de las potencias que se adquieren mediante ejercicio sugiere, añade Aristóteles, que la actividad, el acto, es anterior, en cierto modo, a la posesión de la potencia (siempre que, por supuesto, se comparen actos tentativos e imperfectos con potencias perfectas y plenamente adquiridas). <<

[33] Este primer argumento en favor de la prioridad del acto desde el punto de vista del ser, de la entidad, se basa fundamentalmente en la prioridad del fin, mostrando que la forma (eîdos) es acto, y el acto es fin (télos). <<

[34] «O porque no necesitan en absoluto teorizar.» Esta frase (cuya dificultad llevó a Diels a suprimirla, considerándola una glosa) ha dado lugar a múltiples conjeturas e interpretaciones (cf. ROSS, 1948, II, 262-263). Creo que el sentido es el siguiente: los que se ejercitan en la especulación, como aprendices, no teorizan propiamente hablando, a no ser de este modo (es decir, como ejercicio); y si en algún caso lo hacen, es que no necesitan teorizar para aprender (tal sería el caso, por ejemplo, de una teorización matemática sencilla). (En esta línea, FONSECA, op. cit., III, 656, expl. ad loc.) <<

[35] Referencia incierta a una estatua (o a una pintura, tal vez: Pausón es conocido como pintor) en que la figura representada, por algún juego de perspectiva, parecía, bien sobresalir de un bloque (o del fondo), bien estar encerrada en él. <<

[36] Diò kaì toúnoma enérgeia légetai katà tò érgon kaì synteínei pròs ten entelécheian: «por ello la palabra “acto” se relaciona con “actuación”, y tiende a la plena realización» (1050a22-23). Aristóteles subraya la conexión entre las palabras enérgeia y érgon, conexión que tratamos de mantener traduciéndolas, respectivamente, como acto y actuación: érgon es la obra, pero a menudo también es el ejercicio o actuación misma, cuando ésta es inmanente y no produce obra alguna distinta de ella misma (cf. supra, 6, 1048b18-35). A su vez, el acto o actualidad (enérgeia) tiende a la plenitud o perfección (entelécheia, que traducimos siempre como «realización», «plena realización» o «plena actualización»). Sobre enérgeia/entelécheia, cf. supra, 3, 1047a30 y nota 481 ad loc. <<

[37] Supra, 1049b23-29. <<

[38] Esta retrotracción siempre hacia el acto y, en último término, hacia una realidad actual primera que mueve eternamente, sin estar ella misma en movimiento, introduce el segundo argumento, que se propone a continuación, en favor de la prioridad del acto desde el punto de vista de la entidad, del ser (ousíai): las entidades eternas, incorruptibles y actuales, son anteriores a las perecederas y afectadas de potencialidad. Sobre las implicaciones teológicas de esta línea de pensamiento, cf. infra, XII, especialmente los caps. 6 y 7. <<

[39] La crítica fundamental de Aristóteles a las Formas platónicas es que no son actos, no son la ejecución de actividad alguna: ni el Caballo en sí relincha, ni el Saber en sí sabe, ni el Movimiento en sí se mueve. <<

[40] Este capítulo carece de unidad interna, y en él se ocupa Aristóteles de dos cuestiones que nada tienen que ver entre sí. I) En la primera parte se establece que la potencia, al ser capaz de recibir ambos contrarios (salud/enfermedad), no es ni buena ni mala y, por tanto, el acto bueno (salud) es mejor que ella y el acto malo (enfermedad) es peor que ella (1051a3-21). II) En la segunda parte se refiere Aristóteles a la actualización de los teoremas y verdades geométricas, actualización que tiene lugar en el pensamiento del geómetra (1051a21-final). (Esta última parte encajaría mejor, sin duda, en el capítulo anterior, en la discusión de la prioridad del acto respecto de la potencia.) <<

[41] «El mal sigue <o es posterior a> la potencia» (se entiende, en cuanto ésta lo es de los contrarios). De este principio deduce Aristóteles a) que no hay mal fuera de las cosas aquejadas de potencialidad, y b) que en los seres originarios y eternos no hay mal. Esto comporta el rechazo de cualquier dualismo de los principios, tanto pitagórico como platónico. <<

[42] Los dos teoremas a que se refiere Aristóteles están en los Elementos de EUCLIDES, I, 32 y III, 31, respectivamente. Para una exposición y discusión del pasaje, cf. ROSS, 1948, II, 268-271. <<

[43] Host’ex energeías he dýnamis: «y, por tanto, del acto proviene la potencia». Esta expresión ha causado múltiples perplejidades y conjeturas. Creemos que la frase, elíptica, ha de entenderse así: «y, por tanto, del acto proviene el conocimiento de la potencia». Las posibilidades geométricas solamente se conocen como tales cuando se actualizan en la demostración, aunque la posibilidad misma sea, en cada caso, anterior a la demostración que de ella se hace, como se recuerda en la última línea del capítulo. <<

[44] Aristóteles pasa a ocuparse de la verdad y de la falsedad o error. Tras recordar brevemente los diversos sentidos de «ser» y «lo que es» (on), <1> se ocupa, en primer lugar, de la verdad y falsedad relativas a las realidades compuestas (1051b9-17), para, a continuación, <2> analizar su sentido respecto de los términos y realidades simples (1051b17-1052a4). Por último, <3> se hace referencia al caso de las realidades inmóviles (1052a4-final). <<

[45] Tò dé kyriótata òn alethès e pseûdos: «y en otro sentido, lo que es verdadero o es falso en el sentido más fundamental». Cabría también traducir: «y además, lo que es en el sentido más fundamental, verdadero o falso». Entendida de este modo, la afirmación resulta ciertamente extraña ya que Aristóteles, de una parte, considera que el sentido primero y fundamental de «ser» y «lo que es» (ón, eînai) es el correspondiente a la entidad, a la primera categoría (cf. supra, VII, 1, 1028a14, 30-31), o bien a las categorías en general (cf. supra, VI, 4, 1027b31), y de otra parte, entiende que el ser en el sentido de «ser verdadero» es dependiente y derivado, en cuanto que tiene su lugar en el pensamiento y no en la realidad (cf. supra, VI, 4). De acuerdo con este tipo de consideraciones, Ross suprime las palabras kyriótata òn (en ello le siguen, entre otros, Reale y Tricot). Si no las suprimimos (y no veo razón definitiva para hacerlo), y las traducimos del modo que propongo, tendremos aquí una clara afirmación de la verdad «ontológica» como fundamento de la verdad lógica, es decir, de la verdad del conocimiento y del discurso. <<

[46] «Respecto de las cosas carentes de composición»: con esta expresión se refiere Aristóteles, en primer lugar, a los términos que integran las proposiciones, y a continuación, a las realidades simples, a las formas (cf. infra, 1051b26: «y lo mismo acerca de las entidades carentes de composición»). <<

[47] En la afirmación (katáphasis) se atribuye un predicado a un sujeto, mientras que la mera enunciación (phásis) no comporta atribución ni, por tanto, composición. <<

[48] La tesis de Aristóteles (cf. Acerca del alma, III, 6, 430b26-30) es que los términos (que, en cuanto tales, son simples) y las entidades simples o se captan o no se captan, pero no cabe falsedad o error, «a no ser accidentalmente», añade. No está claro en qué sentido puede producirse el error «accidentalmente». Tres son, básicamente, las explicaciones que se han ofrecido: a) la de ALEJANDRO, op. cit., 600, 16-17, que comenta: «es posible errar accidentalmente, si se quiere llamar “error” al no captar» (a esta interpretación se adhiere BONITZ, 1848-1849, 411); b) la de AQUINO, op. cit., 1908, según el cual cabe el error de aplicar incorrectamente la noción o definición a algo a lo cual no corresponde (también FONSECA, op. cit., III, 668 expl. ad loc., y, actualmente, TRICOT, 1962, II, 524, nota 4; c) la de ROSS, que vincula esta afirmación a la de la línea 1051b32 («no obstante, nos preguntamos acerca de ellas por el qué-es»), y que comenta: «Así, aunque no cabe el error respecto del término considerado como término simple, cabe el error acerca de él incidentalmente, a saber, en vista de que no es solamente un elemento del complejo de la definición, sino que él mismo es también un complejo de género y diferencia». <<

[49] «Lo que es mismo»: tò òn autó. Con esta fórmula se refiere a la forma, que no se genera ni destruye: cf. supra, VII, 8, 1033b17. <<

[50] El número dos. <<

[1] Aristóteles <1> comienza señalando los distintos sentidos en que se dice de algo que es uno no accidentalmente (1052a15-b1). A continuación, <2> se plantea la cuestión de en qué consiste ser uno (es decir, la esencia de la unidad), subrayando el concepto de unidad como medida (1052b1-20). Por último, <3> se analiza ampliamente la noción de medida (1052b20-final).

Como hacemos usualmente, traducimos (tò) hén como «uno» y «unidad» según los casos. <<

[2] Referencia al libro V, cap. 26. <<

[3] Sobre la noción de «todo» (hólon), cf. supra, V, 26. <<

[4] Aristóteles sostiene que, entre los distintos tipos de movimiento, la primacía corresponde al movimiento local (traslación) y que, entre los movimientos de tipo local, la primacía corresponde, a su vez, al movimiento circular. Cf. Física, VIII, 7-9. <<

[5] Se trata de la esencia, de la forma específica. <<

[6] «Pero aquello en que consiste ser-uno se identificará, a veces, con alguna de aquellas cosas y, a veces, con algo distinto que se halla más próximo a la palabra, si bien aquéllas se hallan más próximas a la función <correspondiente>: têi dynámei d’ekeîna.» Este pasaje ha dado lugar a múltiples y distintas interpretaciones. Lo entendemos del siguiente modo. a) Aristóteles acaba de introducir la distinción entre la connotación y la denotación de «uno». b) A veces, dice, cabe tomar como connotación de «uno» alguno de los modos usuales (los cuatro enumerados) de aplicación del término: así, cabe considerar que «ser uno» significa, por ejemplo, «ser continuo». c) Sin embargo, en otras ocasiones se considera que la connotación (la esencia) de «uno» es algo que está más cerca del significado de la palabra misma «uno»: «ser indivisible» y, sobre todo, «ser medida». d) Por lo demás, aquellas cosas (es decir, las que corresponden a los modos de unidad enumerados) se hallan cerca de la función (dýnamis) correspondiente a la unidad como tal, que no es otra que la de ser medida: en efecto, en tanto que «continuo», «todo», etc. pueden hacer de medida. (Interpretaciones distintas pueden verse en ROSS, 1948, II, 282; BONITZ, 1848-1849, 416; TRICOT, 1962, II, 529, nota 4, que se remite a Alejandro.) <<

[7] A fin de evitar confusiones con otros tipos de unidad, utilizo la palabra «mónada» allí donde Aristóteles utiliza el término específico mónas: se trata del uno, de la unidad aritmética carente de extensión y de posición, que es principio y medida de todo número, de toda pluralidad (cf. supra, V, 6, 1016b24-31). El uno aritmético, la «mónada», es medida del número, pero no es número (el primer número es el dos: cf. supra, III, 3, 999a8, y nota 109), y por ello constituye un caso distinto de los demás (la medida de las magnitudes es una magnitud, etc.), como dice Aristóteles. <<

[8] En relación con el realismo gnoseológico que comporta esta idea de que lo conocido es medida del conocimiento, cf. infra, cap. 6, 1057a7-12 y nota 554 ad loc. <<

[9] Todo el capítulo está dedicado a mostrar que «Uno» (el Uno, la unidad) no es una entidad subsistente, contra la doctrina de Pitagóricos y Platónicos. Aristóteles utiliza dos tipos de argumentación. a) Una argumentación de carácter general: ningún universal es entidad subsistente; «uno» es universal, luego no es entidad subsistente. b) Además, Aristóteles argumenta específicamente respecto de lo uno, o unidad, considerado como medida o principio dentro de un género (1053b28-54a13): en cada categoría y en cada género hay algo que es medida y principio de las cosas pertenecientes a tal género; ser unidad o medida es, pues, propiedad o predicado de algo, y no algo subsistente en sí.

A lo largo de todo el capítulo se insiste en la doctrina ya establecida, según la cual la noción de «uno» (hén) es transgenérica y coextensiva con la noción de «lo que es» (ón). <<

[10] Cf. supra, III, 4, 1001a4b25. <<

[11] Supra, VII, 13. <<

[12] Vid. supra, III, 3, 998b23-28. <<

[13] «Para todos los casos»: hólos, es decir, para el caso de todas y cada una de las categorías. <<

[14] «No basta con decir que su naturaleza consiste en ser eso mismo»: no basta con afirmar que el Uno es una realidad subsistente y añadir que su esencia consiste precisamente en «ser uno». <<

[15] Sobre la coextensión de ón y hén, cf. supra, IV, 2, esp. 1003b22-24, y VII, 4, 1030b10-12. <<

[16] El capítulo se ocupa de los opuestos Mismidad/Diversidad, Semejanza/Desemejanza, Igualdad/Desigualdad, oposiciones que, en último término, se reducen a la oposición primera entre Unidad y Pluralidad. Se incluyen, además, algunas indicaciones sobre la Diferencia, en tanto que modo determinado de la Diversidad. <<

[17] Los cuatro tipos de oposición reconocidos por Aristóteles son los que tienen lugar entre términos a) contradictorios, b) privativos (posesión/privación), c) contrarios, y d) relativos. Cf. supra, V, 10, 1018a20-21, y Categorías, 11b17 y sigs. <<

[18] Sobre el escrito aristotélico (perdido) División de los contrarios, cf. supra, IV, 2, 1004a2, nota 144. Sobre la pertenencia de estas nociones a la oposición primera de Unidad/Pluralidad, ibid., 1004a9-20. <<

[19] Esta unidad e identidad «según el número» corresponde a la unidad accidental comentada en V, 6, 1015b17-37, así como a la identidad accidental a que se refiere en V, 9, 1017b27-34. (Ésta es la interpretación de ALEJANDRO, op. cit., 615, 22-26, a quien siguen BONITZ, 1848-1849, 425, y otros.) <<

[20] La diversidad no es, sin más, contradicción, mera negación que alcanzaría tanto al ser como al no-ser: diverso de X no es, sin más, no-X. La diversidad tiene lugar solamente dentro del ámbito de lo real: lo que es diverso de X es algo, algún Y que no es X. En el ámbito de lo real, sin embargo, la diversidad, pura y simple, constituye una forma de oposición totalmente indeterminada. <<

[21] La diferencia es un tipo de diversidad (cf. supra, IV, 2, 1004a21), pero no ya indeterminada: las cosas diferentes son diversas en algo determinado. <<

[22] Cf. supra, V, 28, 1024b9-16. <<

[23] Aristóteles retoma en este capítulo el tema de la contrariedad (enantiótes). I) En primer lugar, la define y explica como diferencia máxima y completa o perfecta (1055a2-23). II) A continuación (1055a23-33), justifica la validez de otras definiciones de la contrariedad, de los contrarios. III) Por último, la relaciona con la contradicción y con la privación (1055a33-final). <<

[24] «La diferencia completa tiene en sí la plenitud final»: Télos gàr échei he teleía diaphorá. Sobre las nociones de télos (fin, plenitud final) y de téleios (completo, perfecto), cf. supra, V, 16, esp. la nota 264 (1021b24). <<

[25] Cf. supra, V, 10, 1018a25-38. <<

[26] «Y que de ellas ésta es la máxima». Entiéndase: la diferencia completa es la diferencia máxima existente entre las cosas que pertenecen al mismo género. <<

[27] En todo este pasaje, Aristóteles sitúa la privación entre las oposiciones de contradicción y de contrariedad. a) La contradicción es mera negación indefinida. b) La privación, en su sentido estricto, es negación, pero lo es relativamente a un sujeto al cual correspondería poseer aquello de que está privado: es, por tanto, negación definida, referida a un sujeto determinado. c) La contrariedad, a su vez, puede considerarse como privación (por darse en un mismo sujeto, dentro de un mismo género, etc.), pero entre los términos extremos. (La oscilación radica en la noción misma de «privación», la cual admite una amplia gama de matices y aplicaciones, desde la más radical, como mera negación o contradicción, hasta cualquier carencia parcial o de menor intensidad, en la cual no se define ya una oposición de máxima distancia y, por tanto, no alcanza a ser contrariedad: 1055a34, b15-16.) Sobre la noción de privación, cf. supra, V, 22. <<

[28] Cf. supra, V, 22. <<

[29] El capítulo se dedica a dilucidar qué clase de oposición es la existente entre Igual, Mayor y Menor. Tras rechazar que pueda tratarse de contrariedad (1056a3-15), Aristóteles concluye que Igual se opone a los otros dos términos conjuntamente, a modo de negación privativa (1056a15-final). <<

[30] Se refiere al dualismo platónico de los principios, el Uno y la Díada Indefinida de lo Grande y lo Pequeño (cf. infra, XIV, 1, 1087b9-11). <<

[31] «Pero no es privación necesariamente»: ou stéresis dè ex anánkes. La argumentación contenida en las líneas siguientes se dirige a rechazar que se trate de contradicción, de negación indefinida, y de ahí que lógicamente se esperaría que dijera: «pero no es negación necesariamente». Puesto que todas las lecturas contienen la palabra «privación», cabe suponer que este término se toma aquí en su sentido más amplio e impropio, como mera contradicción. (Así, ALEJANDRO, op. cit., 625, 5-9, a quien siguen BONITZ, 1848-1849, 437, y otros. Otra interpretación, tan ingeniosa como forzada, es la ofrecida por AQUINO, op. cit., 2069: «la negación [el “no”: ou] significa necesariamente privación». Sobre esta interpretación, cf. FONSECA, op. cit., IV, 28, expl. ad loc.)

La argumentación aristotélica es simple: no es negación, ya que «igual», «mayor» y «menor» solamente se dan en un sujeto capaz de poseer tales determinaciones; es, pues, negación determinada, es decir, privación. (Sobre estas nociones, cf. supra, 4, 1055b9, y nota 545 a 1055b4). <<

[32] En el caso de presuntos opuestos como «mano» y «zapato» no hay diferencia, sino mera diversidad (cf. supra, 3, 1054b23-27, y notas 538 y 539). <<

[33] En este capítulo se trata de la oposición hén/pollá. Ha de tenerse en cuenta que tà pollá posee dos posibles significaciones: 1) «muchos», cuando se opone a «pocos», y 2) «pluralidad», cuando se opone a «uno», a unidad. Todo este capítulo ha de entenderse desde esta distinción. a) Si no se hace la distinción señalada, dice Aristóteles, se caerá en absurdos tales como que uno es «pocos» y dos son «muchos», mientras que b) sobre la base de tal distinción se resuelven los absurdos señalados. c) Aristóteles muestra, en fin, que la oposición entre unidad y pluralidad numérica es la que corresponde a los términos correlativos que expresan la medida y lo mensurable. <<

[34] Esta observación resulta un tanto extraña. Aristóteles parece suponer (sin razón) que Anaxágoras consideraba la multitud y la pequeñez como opuestos, y a partir de este supuesto señala que debería haber hablado de «infinitas en multitud y en poquedad», en cuyo caso habría caído en la cuenta de la impertinencia de la idea de infinitud: no tiene sentido, en efecto, hablar de «infinitamente pocos», ya que «lo poco, en sentido absoluto, es dos, y dos no son infinitos» (ALEJANDRO, op. cit., 630, 18-19). <<

[35] Cf. supra, V, 15, 1021a26-b3. <<

[36] Sobre la relación entre el conocimiento, en general, y lo cognoscible, cf., además del pasaje citado en la nota anterior, supra, 1, 1053a31-35. La afirmación de que «toda ciencia es cognoscible, mientras que no todo lo cognoscible es ciencia» se interpreta usualmente (ya desde ALEJANDRO, op. cit., 631, 24-30) en relación con la doctrina aristotélica, psicológica y gnoseológica, según la cual el conocimiento actualizado es lo cognoscible actualizado (Acerca del alma, III, 4, 430a3-6, etc.). ROSS, 1948, II, 297-298, por su parte, propone leer de otra manera el texto, de modo que diga «toda ciencia es de lo cognoscible, pero no todo lo conocido es relativo a la ciencia», remitiendo a Categorías, 7, 7b22-35. <<

[37] Aunque la tesis que pretende demostrar Aristóteles es clara y está claramente enunciada: los términos intermedios se componen de los contrarios correspondientes, la estructura del capítulo es difícil. I) Aristóteles establece y demuestra, en primer lugar, las dos condiciones que considera necesarias y suficientes para la verdad de su tesis: a) que los intermedios pertenezcan al mismo género que los extremos, y b) que la oposición entre tales extremos sea de contrariedad (1057a19-30 y a31-b3, sucesivamente). II) Puesto que se habla de composición, Aristóteles distingue entre las especies contrarias dentro de un género (blanco y negro, en el género «color») y las diferencias contrarias constituyentes de aquellas especies contrarias. A partir de tales diferencias contrarias se constituyen, en último término, tanto las diferencias intermedias (por composición entre aquéllas), como las especies contrarias (por composición de una de aquéllas con el género), como las especies intermedias (por composición del género con las diferencias intermedias correspondientes) (1057a30-final). <<

[38] Cf. supra, 6, 1056b35-36. <<

[39] Esta teoría de los colores procede de PLATÓN (cf. Timeo, 67d-e), y a ella se hace referencia en los Tópicos, I, 15, 107b26-31 y III, 5, 119a30-31. «Dilatante» y «contrayente» (de la vista) son las diferencias contrarias que constituyen, respectivamente, al blanco y al negro como especies contrarias dentro del género «color». <<

[40] En este capítulo se ocupa Aristóteles de la diversidad en cuanto a la especie, señalando I) que tal diversidad afecta al mismo género, diversificándolo (1057b35-1058a8), y II) que la oposición correspondiente es de contrariedad (1058a8-final). <<

[41] Aun cuando solemos hablar del «mismo género» con «especies diversas», Aristóteles subraya que es el género, siendo el mismo, el que se diversifica, el que es diverso en las distintas especies: el caballo es un animal diverso del hombre. <<

[42] Cf. supra, cap. 4. <<

[43] Cf. supra, 3, 1054b35-1055a2, y V, 6, 1016b31-35. <<

[44] Aristóteles aplica el término «indivisible» (átomon) tanto a las especies como a los individuos. En este caso se trata, obviamente, de las especies: las oposiciones aparecen en todo el recorrido de la división que va desde el género más alto hasta las especies, que ya no pueden ser divididas ulteriormente. <<

[45] Es decir, el género no entendido como la sucesión de generaciones que se remonta a un progenitor común (cf. supra, V, 28, 1024a32-37), sino como elemento constitutivo de las especies naturales. <<

[46] Tras tratar la diferenciación del género en especies en el capítulo anterior, Aristóteles se pregunta por qué la diferenciación sexual no produce especies distintas de animales. Su posición es la siguiente: a) ciertamente, la diferenciación sexual constituye una propiedad (disyuntiva) del género «animal» y, por tanto, no es accidental respecto de él, b) pero tal diferencia no pertenece a la forma, sino al compuesto de materia y forma, y radica en la materia. <<

[47] La tesis sostenida por Aristóteles en este capítulo es que «corruptible» e «incorruptible», lejos de ser diferencias accidentales, constituyen una contrariedad que determina géneros diversos. El capítulo termina con una crítica a las Formas platónicas. <<

[48] «Han de ser, necesariamente, diversos en cuanto al género.» Lo establecido en las premisas parece exigir lógicamente la conclusión de que son «diversos en cuanto a la especie». BONITZ, 1848-1849, 449, ha propuesto la enmienda correspondiente (eídei en lugar de génei). ROSS, 1948, II, 305, por su parte, sugiere que estos términos no están utilizados en sentido técnico, riguroso, sino con cierta laxitud. Ninguna de estas propuestas resulta convincente. Por lo demás, la tradición comentarista anterior aceptó y explicó por qué, y cómo, el argumento es válido y correcto, aun reconociendo que su expresión resulta aparentemente extraña. Así, AQUINO, op. cit., 2137, comenta: «Aun cuando parecería que ha de concluirse que lo corruptible y lo incorruptible difieren en cuanto a la especie, concluye que son diversos en cuanto al género. Y esto porque, así como la forma y el acto pertenecen a la especie, la materia y la potencia pertenecen al género. Por tanto, así como la contrariedad según la forma y el acto produce diferencia en cuanto a la especie, la alteridad según la potencia produce diversidad de género». Y FONSECA, op. cit., IV, 43, expl. ad loc.: «Ha de decirse que, si bien la forma de concluir no es apropiada, concluye correctamente en cuanto al contenido… Puesto que la conclusión ha de entenderse referida al género-sujeto, que es la materia, no hay duda de que cabe concluir adecuadamente que lo corruptible y lo incorruptible son diversos no sólo en cuanto a la especie, sino también en cuanto al género». <<

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