Hamlet

Escena IX

Hamlet

Escena IX

POLONIO, OFELIA

Polonio

¿Y qué es lo que te ha dicho, Ofelia?

Ofelia

Si gustáis de saberlo, cosas eran relativas al Príncipe Hamlet.

Polonio

Bien pensado, en verdad. Me han dicho que de poco tiempo a esta parte te ha visitado varias veces privadamente, y que tú le has admitido con mucha complacencia y libertad. Si esto es así (como me lo han asegurado, a fin de que prevenga el riesgo) debo advertirte que no te has portado con aquella delicadeza que corresponde a una hija mía y a tu propio honor. ¿Qué es lo que ha pasado entre los dos? Dime la verdad.

Ofelia

Últimamente me ha declarado con mucha ternura su amor.

Polonio

¡Amor! ¡Ah! Tú hablas como una muchacha loquilla y sin experiencia, en circunstancias tan peligrosas. ¡Ternura la llamas! ¿Y tú das crédito a esa ternura?

Ofelia

Yo, señor, ignoro lo que debo creer.

Polonio

En efecto es así, y yo quiero enseñártelo. Piensa bien que eres una niña, que has recibido por verdadera paga esas ternuras que no son moneda corriente. Estímate en más a ti propia; pues si te aprecias en menos de lo que vales (por seguir la comenzada alusión) harás que pierda el entendimiento.

Ofelia

Él me ha requerido de amores, es verdad; pero siempre con una apariencia honesta, que...

Polonio

Sí, por cierto, apariencia puedes llamarla. ¿Y bien? Prosigue.

Ofelia

Y autorizó cuanto me decía con los más sagrados juramentos.

Polonio

Sí, esas son redes para coger codornices. Yo sé muy bien, cuando la sangre hierve, con cuanta prodigalidad presta el alma juramentos a la lengua; pero son relámpagos, hija mía, que dan más luz que calor; estos y aquellos se apagan pronto y no debes tomarlos por fuego verdadero, ni aun en el instante mismo en que parece que sus promesas van a efectuarse. De hoy en adelante cuida de ser más avara de tu presencia virginal; pon tu conversación a precio más alto, y no a la primera insinuación admitas coloquios. Por lo que toca al Príncipe, debes creer de él solamente que es un joven, y que si una vez afloja las riendas pasará más allá de lo que tú le puedes permitir. En suma, Ofelia, no creas sus palabras que son fementidas, ni es verdadero el color que aparentan; son intercesoras de profanos deseos, y si parecen sagrados y piadosos votos, es sólo para engañar mejor. Por último, te digo claramente, que desde hoy no quiero que pierdas los momentos ociosos en hablar, ni mantener conversación con el Príncipe. Cuidado con hacerlo así: yo te lo mando. Vete a tu aposento.

Ofelia

Así lo haré, señor.

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