Las aventuras de Huckleberry Finn

Último capítulo

Último capítulo

La primera vez que pude hablar a solas con Tom, le pregunté que qué idea tenía durante la evasión…, qué fue lo que había planeado hacer si la evasión hubiera salido bien, y él hubiera conseguido liberar a un negro que ya era libre antes. Y Tom dijo que lo que tenía planeado en la cabeza desde el principio, si sacábamos a Jim sin problemas, era que huiríamos con él río abajo en la balsa, y seguiríamos corriendo aventuras hasta llegar a la desembocadura, y luego pensaba contarle a Jim que era libre, y llevarle río arriba hasta casa a bordo de un barco de vapor, con toda la elegancia posible, y pagarle por el tiempo que había perdido; y afirmó Tom que pensaba escribir antes al pueblo para que avisaran a todos los negros de los alrededores, y que estos recibieran a Jim con una procesión de antorchas y una charanga, y entonces él sería un héroe, y nosotros también. Pero yo pensé que las cosas estaban casi igual de bien como estaban ahora.

Le quitamos a Jim las cadenas sin perder tiempo, y cuando la tía Polly y el tío Silas y la tía Sally se enteraron de lo bien que había ayudado al médico a cuidar de Tom, le hicieron fiestas, y le dieron todo lo mejor que tenían, y todo lo que él quería de comer y le ofrecieron tiempo de pasarlo bien y sin nada de trabajo. Y le llevamos al cuarto del enfermo, y pasamos charlando un rato estupendo; y Tom le dio a Jim cuarenta dólares por haber sido nuestro preso con tanta paciencia y por hacerlo tan bien, y Jim estaba la mar de complacido, y estalló de contento, y dijo:

—Ahí lo tienes, Huck, ¿qué te dije? ¿Qué te dije allá arriba en la isla de Jackson? Te dije que tengo el pecho peludo, y lo que eso indica; y te dije que había sido rico una vez y que iba a ser rico otra vez; y ha salido así de veras, ¡ahí lo tienes! Ya ves, no me digas: las señales son señales, como te lo digo; y yo sabía tan bien como sé que estoy aquí en este momento, que iba a ser rico otra vez.

Y luego Tom siguió hablando y hablando, y dijo: Vamos los tres a escaparnos de aquí una noche de estas y conseguirnos un equipo e irnos a buscar unas tremendas aventuras entre los indios allí en el territorio, durante un par de semanas o dos; y yo dije, muy bien, yo me conformo, pero no tengo dinero con qué comprar el equipo, y me imagino que no podré conseguirlo de casa, porque probablemente papá ha vuelto ya y lo ha retirado del juez Thatcher y lo ha gastado en bebida.

—No, no lo ha conseguido —dijo Tom—. Todo está allí todavía…, seis mil dólares y más. Y tu papá no ha vuelto nunca desde entonces. En todo caso, no había vuelto cuando yo salí del pueblo.

Y Jim añadió luego, un poco solemne:

—No va a volver jamás, Huck.

Dije:

—¿Por qué, Jim?

—No te preocupes del porqué, Huck…, pero no va a volver jamás.

Pero yo seguí preguntándole, así que, por fin, dijo:

—¿No te acuerdas de esa casa que flotaba río abajo, y que dentro había un hombre, tapado, y yo entré y le destapé y no te dejé mirar? Bueno, entonces puedes conseguirte tu dinero cuando quieras, porque aquel hombre era él.

Tom ya se encuentra casi bien, y tiene su bala colgada del cuello en una cadena de reloj, y siempre está mirándola a ver qué hora es; y así no hay nada más de qué escribir, y de veras estoy contento, porque si yo hubiera sabido qué fastidioso era esto de hacer un libro no lo habría intentado, y no voy a intentarlo nunca más. Pero creo que tendré que escapar hacia el territorio antes que los otros, porque la tía Sally va a adoptarme y civilizarme, y no puedo aguantarlo. Ya he pasado por eso, ya me lo sé.

F. T, H F.

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