Hamlet

Escena XIV

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Escena XIV

CLAUDIO, GERTRUDIS

Claudio

¡Oh! Todo es efecto de un profundo dolor, todo nace de la muerte de su padre, y ahora observo, Gertrudis, que cuando los males vienen, no vienen esparcidos como espías; sino reunidos en escuadrones. Su padre muerto, tu hijo ausente (habiendo dado él mismo, justo motivo a su destierro), el pueblo alterado en tumulto con dañadas ideas y murmuraciones, sobre la muerte del buen Polonio; cuyo entierro oculto ha sido no leve imprudencia de nuestra parte. La desdichada Ofelia fuera de sí, turbada su razón, sin la cual somos vanos simulacros o comparables sólo a los brutos; y por último (y esto no es menos esencial que todo lo restante) su hermano, que ha venido secretamente de Francia, y en medio de tan extraños casos, se oculta entre sombras misteriosas, sin que falten lenguas maldicientes que envenenen sus oídos, hablándole de la muerte de su padre. Ni en tales discursos, a falta de noticias seguras, dejaremos de ser citados continuamente de boca en boca. Todos estos afanes juntos, mi querida Gertrudis, como una máquina destructora que se dispara, me dan muchas muertes a un tiempo.

Gertrudis

¡Ay! ¡Dios! ¿Qué estruendo es éste?

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