Escena VIII
Hamlet
Escena VIII
HAMLET, RICARDO, GUILLERMO
Ricardo
Buenos días, señor.
Guillermo
Dios guarde a vuestra Alteza.
Ricardo
Mi venerado Príncipe.
Hamlet
¡Oh! Buenos amigos. ¿Cómo va? ¡Guillermo, Ricardo, guapos mozos! ¿Cómo va? ¿Qué se hace de bueno?
Ricardo
Nada, señor; pasamos una vida muy indiferente.
Guillermo
Nos creemos felices en no ser demasiado felices. No, no servimos de airón al tocado de la fortuna.
Hamlet
¿Ni de suelas a su calzado?
Ricardo
Ni uno ni otro.
Hamlet
En tal caso estaréis colocados hacia su cintura: allí es el centro de los favores.
Guillermo
Cierto, como privados suyos.
Hamlet
Pues allí en lo más oculto... ¡Ah! Decís bien, ella es una prostituta... ¿Qué hay de nuevo?
Ricardo
Nada, sino que ya los hombres van siendo buenos.
Hamlet
Señal que el día del juicio va a venir pronto. Pero vuestras noticias no son ciertas... Permitid que os pregunte más particularmente. ¿Por qué delitos os ha traído aquí vuestra mala suerte, a vivir en prisión?
Guillermo
¿En prisión decís?
Hamlet
Sí, Dinamarca es una cárcel.
Ricardo
También el mundo lo será.
Hamlet
Y muy grande: con muchas guardas, encierros y calabozos, y Dinamarca es uno de los peores.
Ricardo
Nosotros no éramos de esa opinión.
Hamlet
Para vosotros podrá no serlo, porque nada hay bueno ni malo, sino en fuerza de nuestra fantasía. Para mí es una verdadera cárcel.
Ricardo
Será vuestra ambición la que os le figura tal, la grandeza de vuestro ánimo le hallará estrecho.
Hamlet
¡Oh! ¡Dios mío! Yo pudiera estar encerrado en la cáscara de una nuez y creerme soberano de un estado inmenso... Pero, estos sueños terribles me hacen infeliz.
Ricardo
Todos esos sueños son ambición, y todo cuanto al ambicioso le agita no es más que la sombra de un sueño.
Hamlet
El sueño, en sí, no es más que una sombra.
Ricardo
Ciertamente, y yo considero la ambición por tan ligera y vana, que me parece la sombra de una sombra.
Hamlet
De donde resulta, que los mendigos son cuerpos y los monarcas y héroes agigantados, sombras de los mendigos... Iremos un rato a la corte, señores; porque, a la verdad, no tengo la cabeza para discurrir.
Los dos
Os iremos sirviendo.
Hamlet
¡Oh! No se trata de eso. No os quiero confundir con mis criados que, a fe de hombre de bien, me sirven indignamente. Pero, decidme por nuestra amistad antigua, ¿qué hacéis en Elsingor?
Ricardo
Señor, hemos venido únicamente a veros.
Hamlet
Tan pobre soy, que aun de gracias estoy escaso, no obstante, agradezco vuestra fineza... Bien que os puedo asegurar que mis gracias, aunque se paguen a ochavo, se pagan mucho. Y ¿quién os ha hecho venir? ¿Es libre esta visita? ¿Me la hacéis por vuestro gusto propio? Vaya, habladme con franqueza, vaya, decídmelo.
Guillermo
¿Y qué os hemos de decir, señor?
Hamlet
Todo lo que haya acerca de esto. A vosotros os envían, sin duda, y en vuestros ojos hallo una especie de confesión, que toda vuestra reserva no puede desmentir. Yo sé que el bueno del Rey, y también la Reina os han mandado que vengáis.
Ricardo
Pero, ¿a qué fin?
Hamlet
Eso es lo que debéis decirme. Pero os pido por los derechos de nuestra amistad, por la conformidad de nuestros años juveniles, por las obligaciones de nuestro no interrumpido afecto; por todo aquello, en fin, que sea para vosotros más grato y respetable, que me digáis con sencillez la verdad. ¿Os han mandado venir, o no?
Ricardo
¿Qué dices tú?
Hamlet
Ya os he dicho que lo estoy viendo en vuestros ojos, si me estimáis de veras, no hay que desmentirlos.
Guillermo
Pues, señor, es cierto, nos han hecho venir.
Hamlet
Y yo os voy a decir el motivo: así me anticiparé a vuestra propia confesión; sin que la fidelidad que debéis al Rey y a la Reina quede por vosotros ofendida. Yo he perdido de poco tiempo a esta parte, sin saber la causa, toda mi alegría, olvidando mis ordinarias ocupaciones. Y este accidente ha sido tan funesto a mi salud, que la tierra, esa divina máquina, me parece un promontorio estéril; ese dosel magnifico de los cielos, ese hermoso firmamento que veis sobre nosotros, esa techumbre majestuosa sembrada de doradas luces, no otra cosa me parece que una desagradable y pestífera multitud de vapores. ¡Que admirable fábrica es la del hombre! ¡Qué noble su razón! ¡Qué infinitas sus facultades! ¡Qué expresivo y maravilloso en su forma y sus movimientos! ¡Qué semejante a un ángel en sus acciones! Y en su espíritu, ¡qué semejante a Dios! Él es sin duda lo más hermoso de la tierra, el más perfecto de todos los animales. Pues, no obstante, ¿qué juzgáis que es en mi estimación ese purificado polvo? El hombre no me deleita... ni menos la mujer... bien que ya veo en vuestra sonrisa que aprobáis mi opinión.
Ricardo
En verdad, señor, que no habéis acertado mis ideas.
Hamlet
Pues ¿por qué te reías cuando dije que no me deleita el hombre?
Ricardo
Me reí al considerar, puesto que los hombres no os deleitan, qué comidas de Cuaresma daréis a los cómicos que hemos hallado en el camino, y están ahí deseando emplearse en servicio vuestro.
Hamlet
El que hace de Rey sea muy bien venido, Su Majestad recibirá mis obsequios como es de razón, el arrojado caballero sacará a lucir su espada y su broquel, el enamorado no suspirará de balde, el que hace de loco acabará su papel en paz, el patán dará aquellas risotadas con que sacude los pulmones áridos, y la dama expresará libremente su pasión o las interrupciones del verso hablarán por ella. Y ¿qué cómicos son?
Ricardo
Los que más os agradan regularmente. La compañía trágica de nuestra ciudad.
Hamlet
¿Y por qué andan vagando así? ¿No les sería mejor para su reputación y sus intereses establecerse en alguna parte?
Ricardo
Creo que los últimos reglamentos se lo prohíben.
Hamlet
¿Son hoy tan bien recibidos como cuando yo estuve en la ciudad? ¿Acude siempre el mismo concurso?
Ricardo
No, señor, no por cierto.
Hamlet
¿Y en qué consiste? ¿Se han echado a perder?
Ricardo
No, señor. Ellos han procurado seguir siempre su acostumbrado método; pero hay aquí una cría de chiquillos, vencejos chillones, que gritando en la declamación fuera de propósito, son por esto mismo palmoteados hasta el exceso. Esta es la diversión del día, y tanto han denigrado los espectáculos ordinarios (como ellos los llaman) que muchos caballeros de espada en cinta, atemorizados de las plumas de ganso de este teatro, rara vez se atreven a poner el pie en los otros.
Hamlet
¡Oiga! ¿Conque sin muchachos? ¿Y quién los sostiene? ¿Qué sueldo les dan? ¿Abandonarán el ejercicio cuando pierdan la voz para cantar? Y cuando tengan que hacerse cómicos ordinarios, como parece verosímil por su edad si carecen de otros medios, ¿no dirán entonces que sus compositores los han perjudicado, haciéndoles declamar contra la profesión misma que han tenido que abrazar después?
Ricardo
Lo cierto es que han ocurrido ya muchos disgustos por ambas partes, y la nación ve sin escrúpulo continuarse la discordia entre ellos. Ha habido tiempo en que el dinero de las piezas no se cobraba, hasta que el poeta y el cómico reñían y se hartaban de bofetones.
Hamlet
¿Es posible?
Guillermo
¡Oh! Sí lo es, como que ha habido ya muchas cabezas rotas.
Hamlet
Y qué, ¿los chicos han vencido en esas peleas?
Ricardo
Cierto que sí, y se hubieran burlado del mismo Hércules, con maza y todo.
Hamlet
No es extraño. Ya veis mi tío, Rey de Dinamarca. Los que se mofaban de él mientras vivió mi padre, ahora dan veinte, cuarenta, cincuenta y aun cien ducados por su retrato de miniatura. En esto hay algo que es más que natural, si la filosofía pudiera descubrirlo.
Guillermo
Ya están ahí los cómicos.
Hamlet
Pues, caballeros, muy bien venidos a Elsingor; acercaos aquí, dadme las manos. Las señales de una buena acogida consisten por lo común en ceremonias y cumplimientos; pero, permitid que os trate así, porque os hago saber que yo debo recibir muy bien a los cómicos, en lo exterior, y no quisiera que las distinciones que a ellos les haga, pareciesen mayores que las que os hago a vosotros. Bienvenidos. Pero, mi tío padre, y mi madre tía, a fe que se equivocan mucho.
Guillermo
¿En qué, señor?
Hamlet
Yo no estoy loco, sino cuando sopla el nordeste; pero cuando corre el sur, distingo muy bien un huevo de una castaña.