Capítulo 10
EL CULTO DE LA VIRGEN
El “Varón de las tristezas” perdonó desde la cruz a sus verdugos y enseñó a sus discípulos el amor al enemigo; pero los sucesores de San Pedro, que se arrogan en la tierra la representación del dulce Jesús, maldicen sin reparo a cuantos se resisten a sus despóticos caprichos. Además, desde hace mucho tiempo han pospuesto el Hijo a la Madre porque, según enseñanzas también reveladas por “el mismo Dios”, es la única mediadora entre cielo y tierra (18).
Bien pudiéramos afirmar que con el último apóstol de Jesús murió el último cristiano verdadero. Pregunta a este punto Max Müller:
¿Cómo podrá un misionero desvanecer las dudas de sus catecúmenos a no ser que les represente el verdadero espíritu del cristianismo y les diga que, como las demás religiones, también tiene su historia, y que el del siglo XIX no es el de la Edad Media, y que el de la Edad Media no fue el de los primeros concilios, y que el de los concilios no fue tampoco el de los apóstoles, y que únicamente lo que Cristo dijo estuvo bien dicho? (19).
De esto cabe inferir que entre el cristianismo moderno y el paganismo antiguo no hay otra característica diferencial que la creencia en el diablo y en el infierno, imbuidas por el dogma cristiano.
Y añade Müller:
Las naciones arias no tienen diablo. Plutón, aunque de carácter sombrío, era personaje muy respetable, y el escandinavo Loki no era divinidad infernal, a pesar de su maligno temperamento. La diosa teutona Hell, como su equivalente Proserpina, vieron mejores días. Así es que cuando a los germanos se les hablaba del semítico Seth, Satán o el diablo, no les infundía temor ninguno.