Capítulo 92
CONTRADICCIONES BÍBLICAS
Yo el señor, que aparecí a Abraham, a Isaac y a Jacob en Dios omnipotente. Y mi nombre de JEHOVAH no lo manifesté a ellos (5).
En cambio, tenemos contradictoriamente aquel otro pasaje que dice:
Y llamó el nombre de aquel lugar, Jehovah-jireh (el Señor ve) (6).
¿Qué pasaje es el verdadero e inspirado? ¿Cuál el mentiroso y falso (7)?
Marción y los gnósticos tenían por engañosa la idea del Dios encarnado, y negaban, en consecuencia, la realidad física del cuerpo de Cristo, que decían era pura ilusión, pues no estaba formado de carne y sangre humanas, ni había nacido de mujer, ni su naturaleza divina pudo contaminarse por el contacto de la pecadora carne. No admitía Marción más autoridad apostólica que la de Pablo, cuya predicación se ajustaba al puro evangelio de verdad, sofisticado por los demás apóstoles con mezcolanzas de la ley mosaica (8).
Podemos añadir, por último, que la exégesis moderna, cuya escrupulosidad data de fines del siglo XVIII, considera que el texto ordenado por Marción sobre el Evangelio de San Lucas, único del que supo algo, es mucho más fiel y exacto que el correspondiente de los sinópticos, y así dice muy bien el autor de Religión Sobrenatural que “a Marción le debemos el verdadero texto de la oración dominical” (9).
Si de las sectas cristianas pasamos a la de los ofitas, que estaba en su apogeo en tiempo de Marción y los basilideanos, hallaremos en ella el fundamento de las herejías de todas las otras. Como los demás gnósticos, repudiaban por completo los textos mosaicos y no obstante algunos toques originales, su filosofía derivaba de la tradición cabalística de Caldea, basada en los libros herméticos, en las enseñanzas de Manú y en las prevédicas doctrinas de la religión de sabiduría; pues aunque muy eminentes orientalistas descubran en la filosofía gnóstica semejanzas con la religión gbudista, no invalidan con ello nuestra afirmación, porque el budismo es, al fin y al cabo, la fuente originaria del induísmo, ya que Gautama no se declaró contra los Vedas, sino contra las amañadas interpolaciones y la superposición de dísticos para simular la prueba de que las castas eran de ordenación divina por haber salido cada una de ellas de los respectivos miembros de Brahma. Gautama restauró en espíritu y en verdad la doctrina que de tiempos primievales se enseñaba en el impenetrable secreto de los internos recintos de las pagodas; y por lo tanto, no es maravilla que los dogmas fundamentales de los gnósticos coincidan con los del induísmo y budismo.
Sostenían los gnósticos que el Antiguo Testamento estaba inspirado por una divinidad subalterna, sin la más mínima frase de Sophia o sabiduría, y que el Nuevo Testamento había perdido su prístina pureza por vicio de las interpolaciones, enmiendas y añadiduras de los compiladores, que pospusieron la divina verdad al logro de sus egoístas y pendencieros propósitos.
Enseñaban los ofitas la doctrina de las emanaciones, tan odiosa para quienes tan sólo conciben la unidad en la trinidad y la trinidad en la unidad. No designaban con nombre alguno al Absoluto, cuya primera emanación femenina era Bythos o el Abismo (10), de concepto análogo al de la Shekinah con que los cabalistas simbolizaban el velo encubridor de la sabiduría en la principal de las tres cabezas. La Sabiduría absoluta e innominada de los ofitas equivale a la Mónada de los pitagóricos, y al igual que estos la consideraban manantial de que emanaba la Luz (Ennoia o Mente) (11).