Isis Sin Velo - [Tomo III]

Capítulo 130

EMBLEMAS CRISTIANOS

Ya sabemos que antes de representar plásticamente la imagen de Jesús, los emblemas empleados por los primitivos cristianos fueron el Cordero, el Buen Pastor y el Pez. De lo antes dicho se infiere con toda claridad el origen de este último emblema que tanto ha conturbado a los arqueólogos. Todo el secreto está en que mientras la Kábala llama al rey Mesías el intérprete o Revelador del misterio y lo considera como la quinta emanación, el Talmud designa al Mesías con el nombre de Dag o Pez. Este símbolo es una reminiscencia caldea relacionada, según de su mismo nombre se infiere, con el Dagón u Hombre-Pez de los babilonios, que se aparecía a las gentes para instruirlas e interpretar las enseñanzas. Abarbanel explica la significación del simbólico nombre diciendo que el Mesías vendrá cuando los planetas Júpiter y Saturno se presenten en conjunción en el signo Piscis (15). Deseosos los cristianos de divulgar la creencia de que Cristo era el Mesías prometido, no vacilaron en adoptar el emblema del pez, sin percatarse de que era un remedo del Dagón babilónico.

Los primitivos cristianos relacionaban estrechamente su concepto de Jesús con los símbolos paganos y cabalísticos, según se colige de la siguiente exhortación dirigida por Clemente de Alejandría a sus correligionarios: “Procurad que la piedra de vuestro anillo lleve grabada o bien una paloma, o un buque impelido por el viento (Argha), o bien un pez”. ¿Se acordaría el buen padre al escribir esto de aquel Joshua hijo de Nun, llamado Jesús en las versiones griegas y eslavas, o habría olvidado la verdadera significación de aquellos símbolos paganos? Joshua, hijo de Nun o Nave (Navis), pudo muy bien haber adoptado por emblema una nave o un pez, pues el nombre de Joshua o Jesús significa hijo del dios-pez; pero era muy incongruente relacionar la nave, la paloma y el pez, emblemas de Venus, Astarté y otras divinidades femeninas del induísmo con el nacimiento del que consideraban Hijo de Dios; a no ser que, según toda probabilidad, apenas distinguieran a la sazón las gentes entre Cristo, Baco, Apolo y Krishna, quien, como primer avatar de Vishnú, tuvo el pez por símbolo.

El Hari-Purâna y otros textos induístas dicen que Vishnú tomó la figura de pez con cabeza humana para recobrar los Vedas perdidos en el diluvio, pues luego de haber facilitado a Visvamitra y su tribu los medios de escapar del cataclismo, compadecióse de la ignorante humanidad y permaneció entre ellos por algún tiempo con objeto de enseñarles a edificar moradas, cultivar la tierra y adorar a la desconocida Divinidad, cuyo representante era, en templos regidos por instituciones cultuales. Todo aquel tiempo se mantuvo Vishnú en figura de pez con cabeza humana, y cada día al ponerse el sol se retiraba al fondo del mar hasta la siguiente aurora. Sobre esto, dice el Hari-Purâna:

Después del diluvio enseñó Vishnú a los hombres todo cuanto les era necesario para su dicha, hasta que un día se sumergió en el agua y no volvió a salir porque la tierra estaba ya nuevamente cubierta de plantas y animales. Pero Vishnú había enseñado a los brahmanes el secreto de todas las cosas.

De esta alegoría tomó indudablemente el caldeo Berosio el argumento de la fábula de Oannes, el hombre-pez, equivalente a Vishnú (16).

Para no afirmar nada por nuestra sola autoridad, nos apoyaremos en la de Jacolliot, a quien nadie deja de tener por muy erudito sanscritista, aunque algunos le hayan echado en cara sus deficiencias en otros puntos y más particularmente en cronología (17). Analiza Jacolliot el nombre Oannes y dice que la O hace en esta palabra oficio de interjección admirativa, y que la sílaba an es una raíz que denota espíritu o ser (18). Sobre este punto, añade Jacolliot:

La fábula de Vishnú en figura de pez es nueva prueba de la estupenda antigüedad de las subalternas Escrituras induístas, aparte de los Vedas y el Código de Manú a que los más auténticos documentos asignan veinticinco mil años de existencia. Como dice el erudito Halhed, pocos pueblos superan al indo en la exactitud de sus anales (19).

Acaso arroje alguna luz sobre esta embrollada simbología el recuerdo de que, según el Génesis, el primer animal viviente o la primera forma de vida terrestre fue el pez, es decir, las criaturas semovientes en las aguas, como se colige de este pasaje:

Produzcan las aguas reptil (pez) de ánima viviente... Y crió Dios las grandes ballenas... Y fue la tarde y la mañana el día quinto (20).

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