Isis Sin Velo - [Tomo III]

Capítulo 133

CAPÍTULO VI

Bajan las cortinas del Ayer y se alzan las del

Mañana; pero el Ayer y el Mañana existen.

SARTOR RESARTUS: Sobrenaturalismo natural.

¿No ha de permitírsenos depurar la autenticidad de la

Biblia, que desde el siglo II sirvió de criterio a la verdad

científica? Para mantenerse en tal alto puesto,

debe desañar a la crítica humana.

DRAPER: Conflictos entre la religión y la ciencia.

Un beso de Nara en los labios de Nari despierta a la

Naturaleza toda.-VINA SNATI (poeta indo).

No debemos olvidar que los actuales Evangelios canónicos, y por tanto el dogmatismo cristiano, dimanan del sortes sanctorum, pues en la duda de cuál de los numerosos textos corrientes en su tiempo fuese el inspirado por Dios, el concilio de Nicea resolvió someter tan embrollada cuestión a los milagros de la suete. Bien podemos calificar de misterioso el concilio de Nicea, porque asistieron trescientos dieciocho obispos, número místico al que Barnabas (1) atribuye capital importancia; aparte de que los autores de la época discrepan en cuanto al lugar y fecha de su celebración y al obispo que presidió las sesiones. No obstante el grandilocuente elogio de Constantino (2), afirma Sabino, obispo de Heracles, que, exceptuando al emperador y a Eusebio Panfilio, todos los miembros de la asamblea eran gentes indoctas y sencillas que no entendían nada de lo que se trataba, es decir, que eran una grey de mentecatos. Igualmente opinaba Pappus (3), quien refiere cómo los obispos de Nicea se valieron de un procedimiento con ribetes de magia para decidir cuáles eran los Evangelios auténticos, pues colocaron todos los textos sometidos a examen sobre el ara del altar e impetraron de Dios la gracia de que cayeran al suelo los textos apócrifos y quedaran en el altar los inspirados, como así sucedió, por supuesto (4).

Apoyados en la autoridad de un testigo presencial y eclesiástico por añadidura, podemos afirmar que el mundo cristiano debe su “palabra de Dios” a un procedimiento adivinatorio, por cuyo empleo quemó posteriormente la Iglesia a miles de evocadores, magos, hechiceros, encantadores y adivinos. Sin embargo, los Padres de la Iglesia dicen que el mismo Dios preside las sortes sanctorum, y según ya indicamos, confiesa San Agustín que se valía de este procedimiento de adivinación. Pero las opiniones están expuestas a iguales mudanzas que los dogmas religiosos; y los textos atribuidos durante quince siglos a inspiración del Espíritu Santo, sin que se pudiera alterar en ellos ni punto ni coma, han sido en etos últimos tiempos revisados, corregidos y amputtados de modo que, no sólo versículos, sino capítulos enteros se eliminaron de las primitivas ediciones. No obstante, la Iglesia exige que tengamos por Escritura revelada el texto salido de manos de los revisores, so pena de excomulgarnos por herejes. Así vemos que tanto dentro como fuera de sus recintos pretende la infalible Iglesia que se confíe en ella más de lo razonable y conveniente.

Los teólogos medioevales cohonestaban la práctica del sortes sanctorum en el siguiente versículo:

Las suertes se meten en el seno, mas el Señor dispone de ellas (5).

En cambio, los teólogos contemporáneos aseguran que toda traza de sortilegio es obra del diablo. Tal vez se amoldan inconscientemente en este punto a la doctrina de los bardesanos, según la cual, tanto las obras de Dios como las del hombre están sujetas a la necesidad.

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