Capítulo 161
CANDELABRO DRUSO
Dice Mackenzie:
Se establecieron en el Líbano hacia el siglo X y parecen ser una amalgama de kurdos, maridárabes y otras tribus semicultas. Su religión es una mezcolanza de judaísmo, cristianismo e islamismo. Tienen jerarquía sacerdotal y un sistema regular de signos y consignas. A la iniciación precede un año de noviciado y los dos sexos pueden aspirar a ella.
Entresacamos este pasaje para que se vea cuán poco saben acerca de estos místicos orientales, eruditos tan fidedignos como Mackenzie. El orientalista Mosheim, que sabe tanto, o por mejor decir, tan poco como sus colegas, cae en la candidez de apuntar que la religión de los drusos es peculiar de ellos y está envuelta en el misterio. Valiera más decir que lo estuvo.
Es natural que en la religión de los drusos haya vestigios de mazdeísmo y gnosticismo, pues en el fondo coincide con el sistema ofita. Pero el dogma capital de los drusos es la absoluta unidad de Dios, esencia de toda vida, incomprensible e invisible, aunque a veces se manifiesta en forma humana (76), y que se ha encarnado varias veces en la tierra (77). Según los drusos, fue Hamsa el antecesor de la futura manifestación o décimo Mesías (78), que se llamará Hakem. En sus escritos da Bohaedin a su maestro Hamsa el título de Mesías, y lo considera como personificación de la Sabiduría universal. Sus discípulos, que en distintas épocas comunicaron sabiduría a los hombres, aunque estos la olvidaran, fueron en número de ciento sesenta y cuatro (79).
De aquí que haya entre los drusos cinco grados de iniciación, simbolizados los tres primeros por los tres pies del candelabro del santuario interno que sostiene la luz de los cinco elementos correspondientes a los cinco grados, de los que los dos últimos son los más terroríficos por corresponder al orden superior de iniciación. Dice un libro druso que los tres pies del candelabro llevan los simbólicos nombres de Aplicación, Entrada y espectro, para dar a entender que el cuerpo es un fantasma, una sombra espectral interpuesta entre las almas externa e interna del hombre. tAmbién llaman al cuerpo el rival, porque es ministro del pecado y del mal y siempre suscita disensiones entre la celestial inteligencia (espíritu) y el alma, a que sin cesar está tentando. Las ideas de los drusos acerca de la transmigración son pitagóricas y cabalísticas. Según ellos, el temeami (espíritu o alma divina) estaba infundido en Elías y Juan el Bautista, y el alma de Jesús era del mismo grado de pureza que la de Hamsa. El día de la resurreción, los vehículos espirituales de los hombres quedarán absorbidos en la divina Esencia (80); pero las almas conservarán sus formas astrales, excepto los escogidos, que desde el momento de separarse de sus cuerpos tendrán ya existencia puramente espiritual.
Distinguen los drusos en la constitución del hombre: cuerpo, mente y espíritu. La mente es el vehículo de la divina chispa de su Hamsa (Christos).
Su credo consta de siete artículos capitales que, no obstante su divulgación entre los profanos, han sido lastimosamente tergiversados por los autores extranjeros, como por ejemplo, Appleton en su Enciclopedia americana, según aparece en el siguiente cuadro sinóptico: