Capítulo 95
TERTULIANO CONTRA BASÍLIDES
Ireneo y Tertuliano no opinaron lo mismo que Clemente. Las principales obras de Tertuliano contra los herejes rebosan de fanática animosidad y mala fe, aunque las escribió afiliado ya a la secta de Montano (87), desfigurando en ellas el sistema gnóstico, hasta convertirlo en absurda monstruosidad, sin más fundamento que la obcecación del fanatismo sectario. De Basílides (88), dice Tertuliano:
El hereje (89) Basílides pierde el tino al decir que Abraxas es el Supremo Dios de quien emanó la Mente, llamada Nous por los griegos, y que de la Mente emanó el Verbo y del Verbo la Providencia y de la Providencia la Virtud y la Sabiduría y de estas dos los Principados y Potestades (90) con infinidad de emanaciones angélicas, en cuya inferior categoría coloca a los que formaron el mundo, y el último de todos ellos a Jehovah, que según Basílides no es Dios sino uno de los ángeles (91).
Inútil es aducir la argumentación de las Homilías clementinas (92) en prueba de que Jesús no distinguió jamás entre su “Padre” y el “Señor Dios” de Moisés, pues está demostrado que no fueron escritas por el autor a quien se atribuyen sino por un ebionita, en opinión de algunos comentadores (93), y en tal caso dataría de mucho antes de la época de San Pablo, so pena de que se interpolaran posteriormente los pasajes relativos a la identidad de Jehovah y el Padre de Jesús; pues los ebionitas, que según ha demostrado Epifanio, eran discípulos inmediatos de los nazarenos, nunca consideraron a Jehovah como el supremo Dios, sino que le llamaron Adonai-Iurbo (94).
Pero tan cuidadosamente celaban sus doctrinas los nazarenos, que el mismo Epifanio, no obstante escribir a últimos del siglo IV, no está seguro de cuáles fuesen sus dogmas, pues dice a este propósito:
Prescinden del nombre de Jesús y no se llaman iesaenos ni judíos ni cristianos, sino nazarenos. Creen en la resurrección de los muertos..., pero respecto de Cristo, no sé si lo consideran tan sólo como hombre o si creen, cual debieran creer, que nació de la Virgen María por obra del Santo Pneuma (95).
El autor de las Homilías pone en boca de Simón el Mago argumentos de índole gnóstica, mientras que Pedro trata de conciliar la ley mosaica y el rito de la circuncisión con la divinidad de Jesucristo, sin menoscabo de su fe en el “Señor Dios” que había dejado de “proteger” al “pueblo escogido”.
Según demuestra el autor de la Religión sobrenatural, el Epítome de las Homilías refunde la doctrina del texto con la conjeturable intención de eliminar los puntos heréticos (96). Simón el Mago opina, según las Homilías, que el Demiurgo, el constructor o Arquitecto del universo, no es el supremo Dios, y se apoya para ello en las palabras del mismo Jesús, que dice: “Ningún hombre conoció al Padre”. La misma obra nos representa a Pedro muy indignado contra la opinión de que los patriarcas no hubiesen podido “conocer al Padre”, pero Simón le replica, aduciendo en prueba de su aserto aquel pasaje en que Jesús da gracias al Señor de cielos y tierra por “haber revelado a los niños lo que encubrió a los sabios”, y a esto redarguye Pedro que lo encubierto a los sabios se refiere a los misterios de la creación (97).
Pero aunque en vez de supuesta por el autor de las Homilías hubiese sido real esta argumentación de Pedro, no demostraría la identidad de Jehovah con el “Padre” de Jesús, sino a lo sumo la adhesión de Pedro a la ley mosaica, al rito de la circunsición y a la letra del Antiguo Testamento sin que, no obstante su íntimo trato con Jesús, pueda aducir pruebas convincentes de que el misericordioso y omnipotente Padre fuese el colérico, vengativo y tonante Dios del Sinaí.