Capítulo 96
HUMANIDAD DE JESÚS
Nueva prueba de que Jesús no se arrogó la identidad con el Padre nos la da el pasaje siguiente:
...No me toques, porque aun no he subido a mi Padre; mas ve a mis hermanos y diles: Subo a mi Padre y vuestro Padre; a mi Dios y vuestro dios (105).
La frase mi Padre y vuestro Padre, mi Dios y vuestro Dios denota igualdad de condición, aunque superioridad de evolución respecto de sus discípulos. Dice Teodoreto sobre este punto:
Los herejes coinciden con nosotros en el concepto de la Causa inicial de todas las cosas; pero dicen que no hay un solo Cristo-Dios, sino dos entidades, una superior y otra inferior, que precedentemente moró en varios. En cuanto a Jesús, unas veces dicen que procede de Dios y otras le llaman espíritu (106).
Este espíritu es el Christos, el mensajero de vida, que algunos llaman también arcángel Gabriel (107), equivalente al Logos de los neoplatónicos; pero no se le debe confundir con el Espíritu Santo o Vida (108), considerado como Potestad femenina (109) por las escuelas gnósticas, excepto la nazarena, para quien era el aspecto femenino del Espíritu, la luz astral generadora de todas las cosas materiales, o sea el caos contrarrevuelto por el Demiurgo.
Sobre esto dice el Zohar:
Al crear al hombre había luz (espiritual) junto al Padre y había luz (material) junto a la Madre. Tal es el hombre dual (110).
Por su parte dice el Código de los nazarenos.
El último día perecerán los siete astros mal ordenados y también los hijos del hombre que confesaron al Spiritus, al falso Mesías, al Deus. Perecerá también la madre del Spiritus (111).
Jesús acompañó sus predicaciones de señales y obras maravillosas; pero contra el excesivo entusiasmo de quienes lo divinizan, se opone la consideración de que no hizo ni más ni menos que lo que hicieron otros cabalistas en aquella época en que, por haberse agotado las fuentes de profecía, no estaban acostumbradas las gentes a los fenómenos mágicos y el escepticismo culminaba en la secta de los saduceos.
Dice Teodoreto:
Los gnósticos afirman que el mensajero o delegado de Dios cambia periódicamente de cuerpo de suerte que va de uno en otro y cada vez se manifiesta de distinto modo... Y los profetas iluminados usan conjuros e invocan a los demonios y practican la ceremonia del bautismo en la confesión de sus doctrinas... Profesan la astrología, la magia y los errores matemáticos (112).
El don de sanar a los enfermos y de operar prodigios, que Jesús comunicaba a sus discípulos, demuestra que estos iban aprendiendo a su lado la teoría y la práctica de la nueva ética, al paso que fortalecían su fe a medida que acrecentaban sus conocimientos (113). De esta gradación en el adelanto de los discípulos nos da ejemplo el caso de Pedro, quien, no obstante su débil fe al principio (114), llegó por fin a sobresalir en la taumaturgia, hasta el punto de que, según dicen los Hechos, le ofreció dinero Simón el Mago para que le comunicara el don de obrar milagros. Por otra parte, el apóstol Felipe fue un etrobático tan excelente como el pitagórico Abaris, aunque menos experto que Simón el Mago.
Ni en las Homilías ni en el texto original de los Evangelios ni en los Hechos de los Apóstoles hay prueba alguna de que los discípulos de Jesús viesen en su Maestro algo más que un profeta superior a todos los profetas. Las Homilías son un alegato en pro del monoteísmo, aparte de la disquisición puesta en boca de Pedro con intento de probar la identidad del Dios de Moisés con el “Padre” de Jesús. El autor de las Homilías parece tan opuesto al paganismo como a la divinidad de Jesucristo (115), y como si desconociera el concepto del Logos, trata únicamente de Sophía, la Sabiduría según los gnósticos, diciendo que la dualidad Christos-Sophía se infundió en Jesús como antes se había infundido en Adán, Enoch, Noé, Abraham, Isaac, Jacob y Moisés (116), a quienes coloca a un mismo nivel de espiritualidad y les llama “verdaderos profetas” y las “siete columnas del mundo”. Por otra parte, el autor niega resueltamente por boca de Pedro la caída de Adán, y en consecuencia el dogma de la redención según lo expone la teología cristiana, cuyos conceptos en este punto tilda de blasfemos, aceptando en cambio la doctrina cabalística y en cierto modo platónica de la permutación. De acuerdo con ella, dice el autor de las Homilías por boca de Pedro, que Adán no sólo no pecó sino que era incapaz de pecar, porque, como verdadero profeta, estaba poseído del mismo espíritu de Dios que después se infundió en Jesús (117).