Isis Sin Velo - [Tomo III]

Capítulo 141

LAS CUATRO EDADES

Efectivamente, en la tabla anterior vemos trazada la gradual evolución y transformación de las especies desde el sedimento preselúrico de Darwin o ilus de Sanchoniathon y Berosio.

Del período azoico, correspondiente al ilus, en que planta Brahmâ el germen creador, pasamos por los períodos paleozoico, mesozoico (simbolizados en los avatares del pez y la tortuga) y cenozoico (que lo está en el verraco y el hombre-león), hasta llegar al quinto y culminante período geológico (era de la mente o época del hombre), simbolizada por la mitología induísta en el enano o primera tentativa de la creación del hombre. Por lo tanto, en los avatares de Vishnú ha de inquirirse la idea capital y no juzgar por el aspecto alegórico con que nos la representa poéticamente el Mahbharata. Asimismo, las cuatro edades de la cronología índica (Krita, Treta, Dwapara y Kali) encubren una idea mucho más profunda de lo que a primera vista parece, pues corresponden a los respectivos grados de evolución psíquica, mental y física del hombre. Kritayuga es la edad de oro y de dicha, que corresponde a la espiritual inocencia del hombre. Tretayuga es la edad de plata y de fuego, cuando predominan los hijos de Dios. Dwaparayuga es la edad de bronce, mezcla de pureza e impureza, de espíritu y materia; la edad de la duda. Kaliyuga es la edad de hierro, nuestra mísera, triste y tenebrosa edad, en que Vishnú hubo de encarnarse en Krishna para salvar al género humano del poder de la diosa Kali, esposa de Siva y presidente de la destrucción, la miseria y la muerte. Kali es el emblema más apropiado de la “caída del hombre”, o sea el descenso del espíritu a la materia con sus terribles consecuencias. Todo hombre ha de librarse de Kali antes de alcanzar el espiritual estado de paz y bienaventuranza (94).

Los budistas sólo admiten cinco avatares de Vishnú (95). En el quinto y último encarnará en el buda Maitreya, cuya venida será presagio de la destrucción de nuestro mundo y la aparición de otro nuevo (96). Los cuatro brazos de las imágenes indas significan las cuatro condicionalidades geológicas que ha ido tomando nuestro planeta desde su nebuloso estado, antes de llegar al quinto avatar (Kalki), cuyo emblema es la cabeza de la imagen, cuando el mundo quedará destruido y el poder de Buddhi o sabiduría (según los induístas el poder de Brahmâ) se manifestará en el Logos creador del mundo futuro.

En los avatares de Vishnú las divinidades masculinas simbolizan los deíficos atributos del Espíritu, mientras que las divinidades femeninas, o elementos sakti, representan las activas energías de dichos atributos. La Durga (virtud activa) es una sutil e invisible fuerza equivalente a Shekinah, la vestidura de En-Soph. Es la sakti por cuyo medio el inactivo Eterno lleva a cabo la manifestación del universo visible, según el plan trazado desde un principio en su mente. Las tres personas de la Trimurti exotérica tienen por vehículo (vahan) su respectiva sakti, o sea la forma sentada en el misterioso carro de Ezequiel.

En los avatares se echa de ver claramente el concepto filosófico de la evolución del universo y del hombre. Desde el pez, a través de la tortuga, el verraco y el hombre-león que simbolizan la evolución de la forma, llegamos al pigmeo humano, y de él al hombre físicamente perfecto, pero espiritualmente imperfecto, representado en Parasu Rama, de quien nos elevamos hasta el punto culminante de la perfección humana, simbolizada en el dios-hombre. Krishna y demás salvadores del mundo personifican el filosófico dualismo de las evoluciones física y espiritual, cuyo punto de coincidencia es el hombre. Así dice muy profundamente el Zohar que el Hombre celeste, el Protogonos (Tikkun), el Primogénito de Dios, la Idea y Forma universales y arquetípicas, engendra a Adam, o sea un dios hecho carne y dotado con los atributos de sabiduría, inteligencia, justicia, amor, belleza, esplendor, firmeza, etc., correspondientes respectivamente a los diez Sephirotes. Estos atributos capacitan a Adam para ser el fundamento, la base, el poderoso ser viviente (...) que remata y corona la creación como alpha y omega y reina sobre su reino (Malchuth). “El hombre es el más perfecto y más elevado ser de la Creación, porque en él quedó todo completo, incluso los mundos superiores y los inferiores que están comprendidos en él” (97).

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