Prólogo
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El salón está en la oscuridad más absoluta. De pronto, como ojos verticales y angulosos, varias puertas se dibujan sobre la densa oscuridad. Sus goznes chirrían al abrirse, como anunciando secretos que guardan los umbrales más olvidados. Desde el otro lado de las puertas brilla una luz blanca e intensa. Lentamente aparecen varias figuras que han surgido de las puertas. Siluetas que se asemejan a esas formas exhibidas en los museos de cera, perfectas en su composición, pero de naturaleza efímera y frágil. Una de las presencias revividas es un caballero belga, que no francés, elegantemente vestido y acicalado hasta el último detalle. Otro de los personajes es alto y huesudo, de porte aristocrático; sus ojos parecen analizar hasta la última partícula de materia encontrada en el salón. La siguiente aparición sorprende por sus maneras cordiales: una viejecita de mirada inteligente que con un simple ademán parece dispuesta a invitarnos a una taza de té. La cháchara amigable de la anciana resta prestancia a la entrada melodramática de un hombrecillo moreno cubierto con un capote de Westpoint, que parece escorado por la vida y cuyos ojos poseen una eterna tristeza. A su lado, como un gigante, se ha colocado un fornido y orondo Victoriano que aún busca una piedra lunar.
Todos parecen intrigados ante una puerta que permanece cerrada y que debe de guardar un secreto que se ha mantenido oculto durante décadas. La hoja, de recia madera, muestra las siguientes iniciales: A. K. G.
Hércules Poirot, Sherlock Holmes, la señorita Marple, Poe y Wilkie Collins rinden homenaje a Anna Katharine Green, la madre de la novela de detectives o novela problema.
Esta gran y desconocida autora nació el nueve de noviembre de 1846 en Brooklyn (Nueva York). Sus padres fueron Catharine Ann Whitney y el abogado James Wilson Green. En 1878 publicó , un éxito fulminante que se convirtió enseguida en un superventas. A partir de ese momento, Green fue considerada en Estados Unidos y Europa una importante autora de novelas de detectives.
La autora pasó su vida en un entorno marcadamente victoriano en el que predominaban los fuertes valores morales, hecho que queda reflejado muchas veces en sus novelas.
La importancia de su obra llamó la atención de Arthur Conan Doyle, el genial creador de Sherlock Holmes, que a finales de 1880, cuando los Green ya se habían mudado a Búfalo, les envió una carta en la cual solicitaba un encuentro con Anna aprovechando su viaje a Estados Unidos.
Green murió el 11 de abril de 1934, en plena era dorada de la novela detectivesca, el género que ella misma había dado a luz.
(1878), la obra que el lector tiene en sus manos, supuso para Anna Katharine Green un éxito sin precedentes y llegó a convertirse en un auténtico superventas del que se vendieron 250 000 ejemplares. A partir de este momento, la autora fue bautizada como la madre estadounidense del misterio. Su obra se desarrolló entre 1878 y 1923, fecha de publicación de su última novela: .
Uno de los grandes méritos de la obra de Green es haber sido una precursora en cuanto a la estructura de sus novelas. Green fue la primera mujer que escribió novelas de detectives con un encuadre moderno, y por ello puede ser considerada la auténtica creadora de un género posteriormente cultivado por infinidad de autores. La profesión de su padre propició que Anna viviera su juventud rodeada de fiscales, jueces y jefes de policía. Como consecuencia, la joven autora acabó muy versada en el conocimiento de leyes y procedimientos policiales y judiciales, lo que le permitió crear un escenario, una trama y un ritmo narrativo más cercanos a la literatura del siglo que a la del .
Anna Green aplicó en sus escritos los procedimientos modernos de investigación de la época, además de crear y desarrollar lo que posteriormente sería una de las constantes del género detectivesco: un proceso gradual de presentación de pruebas y aportación de pistas que va atrapando al lector y lo coloca en igualdad de condiciones con el detective protagonista, lo que le permitiría, tras un elaborado proceso de deducción, esclarecer el misterio y descubrir al culpable antes de que el autor lo desvele.
Esta especie de crucigrama intelectual es, sin duda, uno de los principales alicientes de la novela problema, y ya está claramente presente en la obra de Green. La autora reinventa la estructura clásica de la novela de detectives manteniendo la atención del lector a través de una dosificada exposición de datos y una estudiada presentación de sospechosos, lo que le permite provocar ese duelo intelectual entre autor y lector.
El detective más famoso creado por Green fue Ebenezer Gryce, que aparece por primera vez en y, posteriormente, en (1894), (1895), el relato (1896) y la novela (1900). En sus apariciones, Gryce tuvo una gran cantidad de asistentes y amigos que le ayudaron en sus investigaciones y que luego tuvieron a su vez novela propia.
Green escribió también una serie de narraciones protagonizadas por la detective Violet Strange, que puede considerarse la primera mujer detective de la historia y que se presenta en la novela corta (1915). Violet es una joven de clase acomodada que trabaja en secreto para una agencia profesional de detectives; su objetivo es conseguir dinero e independencia y rebelarse contra la tiranía paterna. Otra de las creaciones de Green es la solterona arquetípica y detective aficionada señorita Amelia Butterworth, cuya primera aparición fue en (1897), y que también colaboró con el inspector Gryce en (1898).
Los casos de las novelas de Green suelen empezar con un asesinato cometido durante un encuentro nocturno en cuya resolución siempre están presentes intensas pasiones, como celos, conflictos entre padres e hijos o venganzas. La trama de las novelas se «entra en el proceso de investigación por parte primero del detective protagonista, y segundo del curioso y sagaz aficionado, cuyas observaciones suelen ser fundamentales para la resolución del misterio».
Otra de las constantes en la obra de Green es el uso de los , que a veces son tan extensos que pueden ser considerados una novela corta dentro de la propia obra. Sin embargo, esos no son de género detectivesco, sino verdaderos melodramas Victorianos que nos relatan el pasado de los protagonistas —hasta ese momento desconocido para los investigadores y para el lector— y que suelen aportar una información valiosísima a la trama.
Green heredó esta técnica de Émile Gaboriau, y, a su vez, inspiró a Doyle en sus novelas 1887), 1890) y 1914).
La obra de Green, claramente precursora de todo un género literario, influyó de forma capital en los escritores del siglo . Agatha Christie, la gran dama del crimen, revela en su autobiografía que el trabajo de Green la inspiró para convertirse en una escritora de misterio. Esta influencia es especialmente llamativa en la novela , 1933). Mary Roberts Rinehart, la llamada Agatha Christie estadounidense, confesó la influencia de Green en su trabajo como novelista de misterio.
La enorme influencia de Green queda constatada al observar con detalle cómo están construidos dos de los personajes más famosos de ambas escritoras citadas: la señorita Rachel Innes, fruto de la imaginación de Mary Roberts Rinehart, y la señorita Marple, esa entrañable y astuta ancianita capaz de desenmarañar los crímenes más sórdidos sólo aplicando el profundo conocimiento de la naturaleza humana que ha desarrollado a base de observar con detenimiento el mundo que la rodea. Ambas están directamente inspiradas en la Amelia Butterworth de Green.
Es por ello un orgullo presentar al lector español , la novela que sentó las bases de todo un género y que convirtió a Anna Katharine Green es un referente obligatorio para cualquier aficionados a la novela de detectives. Ella inició el camino que posteriormente recorrerían todos los que se dedicaron al género del misterio.
A S P F