Bhagavad Gita

COMENTARIOS AL DISCURSO XVI

Comentarios al discurso XVI: Yoga de la discriminación de la cualidad dévica y la asúrica

COMENTARIOS AL DISCURSO XVI

YOGA DE LA DISCRIMINACIÓN DE LA CUALIDAD DÉVICA Y LA ASÚRICA

(daivāsura sampad vibhāga yoga)

Lo que explica el Señor en este Discurso es de la mayor importancia. Los hombres —dice— deben ser clasificados en dos naturalezas distintas: los que saben lo que hay que hacer y lo que no hay que hacer y los que no saben ninguna de ambas cosas. Los primeros de estos son dévicos, es decir, divinos, y los otros son asúricos, exentos del principio divino.

El principio divino no falta en ningún hombre, porque es su Vida, su Ser, y por eso dice el Señor:

Conóceme como la semilla eterna en todos los seres

(VII, 20). Lo que ocurre es que hay hombres que aplican su cualidad divina para buscar el Fin supremo, y estos son los dévicos; y otros sólo usan su cualidad asúrica y no abandonan las tres puertas tamásicas (21-22). Estos son los asúricos, aquellos de los que se dice que carecen del principio divino, pero la única verdad es que lo ignoran.

Está dedicada la Gītā casi por entero a los hombres dévicos y por eso se recuerda en el Discurso que las cualidades dévicas

han sido extensamente descritas

(6); pero lo que ahora se explica es el comportamiento habitual de los hombres asúricos y sus creencias, fundadas siempre, por cierto, en el no creer. Y no es que el hombre asúrico sea un fiel reflejo de las

caídas

asúricas que el Discurso señala, ni que el hombre dévico sea siempre una transparencia de virtudes, tal como las tres estrofas primeras del Discurso pudieran sugerir. Lo que el Señor relaciona son las cualidades que en una y otra frontera pueden ser practicadas.

Entre creer y no creer hay un espacio muy prolongado y oscuro, dedicado a semidudar y mediocreer. Ese es el espacio más poblado de criaturas animadas y también el tiempo en que florecen más cualidades de uno y otro signo en el hombre medio. Como en general se trata de cualidades de apariencia gris, no relevantes, pocos piensan que a la postre pueden guardar relación de proximidad con las tres puertas tamásicas antes mencionadas.

Sin embargo,

las cualidades dévicas conducen a la liberación y las asúricas a la esclavitud

(5). Es verdad que todo hombre suele, desde su nacimiento, comportarse como un esclavo, y eso porque todo hombre trae al mundo la ignorancia como bagaje; y la ignorancia es esclavitud en la misma medida que el conocimiento es libertad.

Pero he aquí que el reconocimiento de la esclavitud propia es en sí mismo el comienzo de la libertad. En definitiva, no es esclavo el que ignora sino el que no conoce su ignorancia y, por ende, su esclavitud. Saberse esclavo es, por el contrario, el acto superior de humildad, sobre todo si la anonadación experimentada es completa, total.

El hombre humilde, el que sabe que no es nada y a cada paso recuerda:

Nada soy, nada tengo

, rubrica con sus actos y pensamientos la más alta cualidad dévica, aquella que le conduce, por sí sola, al descubrimiento del ātman que había negado siempre en los otros y en sí mismo (18). El ātman es lo único que

realmente es

y de ahí que a consecuencia del vacío creado con la anonadación encuentra su respuesta al otro lado de uno mismo, y florece el cumplimiento del dharma propio, lo que hay que hacer, la realización del yoga supremo.

Y todo ello es una sola y misma cosa: creer y vivir en el ātman, el único distintivo dévico.

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