COMENTARIOS AL DISCURSO VI
Comentarios al discurso VI: Yoga de la contemplación
COMENTARIOS AL DISCURSO VI
YOGA DE LA CONTEMPLACIÓN
(dhyāna yoga)
Introducción (1-4)
Como resumen del Discurso anterior se insiste ahora en que la verdadera renuncia no consiste en la mera abstención del acto, sino en abandonar todo apego a los frutos de la acción. Esto es sankalpa y el sanyāsin que lo cumple es no sólo un sanyāsin sino que se comporta como un yogui que sólo será verdadero si además no deja de practicar en todo tiempo la verdadera renuncia. Conviene observar la diferencia entre el mero sanyāsin y el yogui que practica sanyāsa. El primero desecha el deseo inmediato: abandona lo presente y lo permuta por un futuro y el segundo ha extendido su no deseo, su sankalpa, a la totalidad de su acción y vive sin deseo de hoy ni de mañana.
En el sloka 3 se denomina
arurukso
al que durante las primeras etapas de la práctica del yoga trabaja con la esperanza de obtener buenos resultados. También se dice que el muni, el hombre que ama su silencio interior, comprende, después de practicar el yoga durante algún tiempo, que el resultado que espera llegará indefectiblemente porque
lo que debe llegar llegará
. Lo que ha aprendido tal muni es que el resultado no es una adquisición de orden causal, sino que es la simple revelación del puro sí mismo, de su propio ātman. A partir de entonces el yogui es un yogārūdha, un estabilizado en el yoga, que no practica por el deseo de los frutos y no abandona ese silencio interior atemporal de aquel que nada espera ni busca. Es así como conserva
sama
, la calma del pensamiento necesaria para que el ātman se manifieste.
Sección I. Fundamentos de la contemplación verdadera (5-9)
La contemplación (dhyāna) es siempre contemplación del ātman y el contemplador es siempre buddhi, el conocimiento. Si el conocimiento es impuro, lo que es contemplado desde su ignorancia no es verdaderamente el ātman sino ahamkāra, su remedo, al que identifica como el ātman, un ātman degradado. La obra del yogārūdha consiste en perfeccionar su contemplación hasta que su
idea
del ātman, el objeto contemplado, sea idéntica al ātman real. Esto se llama
elevar el atman
, una obra penosa para la que el único amigo real en verdad es el ātman, el cual cuando es contemplado purifica el conocimiento por sí mismo con sus destellos.
El ātman elevado es jitātman, sin sombra de ahamkāra. Cuando el yogārūdha consigue esa contemplación pura, se dice que se
sumerge
en el estado fijo de paz. Mora en el ātman supremo y desde allí es indiferente a todos los pares de opuestos.
La lluvia ininterrumpida de conocimiento es fuente de i bienaventuranza para el yogui. Entonces alcanza vijñana, el estado en que buddhi permanece inconmovible en ātman. Los sentidos han sido conquistados y la unión fija con Brahman se ha cumplido. La piedra que se le muestra a tal yogui puede ser un diamante o una pieza de oro, mas para él nada tiene un valor diferente de un terrón de tierra. Lo que el hombre en vijñāna ve con su mirada fija en Brahman, es Brahman solo, que todo lo llena.
Sección II. Yoga de la contemplación (10-22)
Una vez fundamentada la contemplación verdadera, el proceso para la realización del yoga va a ser explicado.
Los primeros slokas no requieren comentario. Algunos autores ven simbolizaciones en el texto y, según ellos, explica que el yogui debe asentarse con firmeza en la región media del corazón sutil (hridaya) de la derecha del pecho y contemplar una luz brillante como
la hierba al Sol de invierno
. Todo ello cubierto por Shiva que preside glorioso (11).
Si el yogui permanece estabilizado en Brahman, con manas en calma y exento de temor, llegará un momento en que nada exista para él excepto Brahman y podrá decir:
Nada soy; nada tengo
. Ese es en su sentido superior el voto de castidad, pobreza y obediencia del brahmachārī (14-15).
¿Es posible permanecer estabilizado en ese yoga y al mismo tiempo cumplir los deberes fielmente? Porque eso es lo que el discurso aconseja; llevar una vida natural, sencilla, moderada en todo, sin abandonar el yoga interior, secreto. Y así hasta la extinción del dharma propio (16-17).
Los pensamientos son inquietos, obstinados y difíciles de dominar, pero si hay consagración al ātman el deseo de los objetos se pacifica y el dominio de los pensamientos puede ser alcanzado. Libre de esos obstáculos, la conciencia (chitta), ya silenciosa, se establece en el yoga. Ese es el estado de yogārūdha, en el que hay concentración firme (dhāranā) en el objeto de contemplación (18).
El sloka siguiente sirve para confirmar el anterior. La conciencia es una chispa que ahora se ha convertido en llama, y el viento son los pensamientos empujados por el deseo. Sólo la inmovilidad de la llama (concentración firme) hace posible la consumación contemplativa (19).
Es muy probable que este sloka lo tuviera presente Patañjali al escribir el primero de sus aforismos sobre el yoga:
Yoga-chitta-vritti-nirodha
. Los pensamientos son las olas (vritti) que cuando cesan (nirodha) por la práctica del yoga, permiten que la conciencia (chitta), libre de contenidos, ya el ātman, se contemple a sí misma. El sloka dice:
el ātman es contemplado por el ātman
. Entonces, la felicidad del ātman es percibida.
Algo se puede agregar a esto: nirodha no es aquí represión, como podría interpretarse, sino supresión, una cesación que se produce de manera natural, casi espontánea, cuando el deseo de los objetos no perturba ya (20).
Lo que ahora se descubre es el estado mencionado antes (en VI, 8). Buddhi, libre ya de la acción de los sentidos, realiza la unión completa e inconmovible con el ātman. Eso es vijñana: el conocimiento, purificado por la insistente contemplación de los destellos del ātman, es uno con el ātman. Se dice que la bienaventuranza infinita del ātman inunda entonces al yogui (21-22).
Sección III. Medios para la contemplación (23-36)
La felicidad es la naturaleza propia constitutiva del hombre, y el yoga no es otra cosa que una práctica por la que se logra la desconexión con el dolor al que el hombre está unido. La obra a realizar con determinación y sin desaliento es el abandono de todo apego (24), que es causa del dolor. Hay que alcanzar poco a poco la quietud de buddhi (samabuddhi) y luego concentrarse en el ātman (25). Si manas se extravía en el propósito hay que devolver todo con paciente suavidad a la contemplación (26). La felicidad suprema está entonces al alcance más o menos inmediato del yogui (27-28).
Se explica ahora que el yogui perfecto es aquel que percibe la unidad y sólo la unidad en todo: el ātman es el ser real de todo lo creado y todos los seres están en el ātman (29). Brahman es percibido de manera sutil, y su omnipenetrabilidad es descubierta por doquier. El yogui sabe que su ser verdadero es Brahman, su compañero eterno e inseparable (30). El yogui se ha establecido en la unidad y ya mora en Brahman tal como Brahman mora en todos los seres. Por eso el yogui es morador universal en todo (31). El placer y el dolor de todos los seres son su placer y su dolor (32).
La pregunta de Arjuna: ¿Es posible dominar la inquietud de manas? expone un problema esencial para todo aprendiz de yogui. Es cierto que manas es tan difícil de dominar como el viento, a quien el pensamiento suele aventajar en violencia y rapidez (33-34).
La respuesta es: manas es inquieto pero se sosiega con la práctica, el desapego (sankalpa) y la consagración al ātman (35-36). Esto significa que el yogui debe practicar el desapego, o que en definitiva, si bien se piensa, todo es cuestión esencial de discernimiento. Cuando el yogui comprende la verdad de aquello que el Señor de la Gītā repite incansable:
Nada soy, nada tengo
, el apego termina, debe terminar si la exclamación es verdadera, porque ¿qué apegos hay para el que nada es? Entonces sankalpa es conquistado y la práctica de la supresión del pensamiento es un fácil aprendizaje no de violencia sobre el pensamiento, sino de lógica del pensamiento consigo mismo. El yogui libre de apegos comprende al fin que
todo es realmente Brahman
y su única obra consistirá en consagrarse a la tarea de elevar el ātman hasta que la idea que él tiene sea idéntica al ātman real.
Sección IV. La suerte que espera al yogui que no alcanza la perfección (37-47)
Poco comentario necesitan estos últimos slokas del Discurso. Hay que señalar la afirmación de que los esfuerzos realizados jamás se perderán, puesto que la perfección es el fin obligado como cumplimiento del dharma propio. A la postre es seguro que el morador eterno de cada uno será realizado.
Como despedida, en el último sloka afirma el señor que los mejores devotos —debe entenderse: los que más próximos están a la realización— son aquellos que practican el yoga de contemplación (dhyāna yoga), concentrados en el ātman con fe y adoración verdadera. Tales yoguis —dice— moran en el ātman, además de que el ātman mora en ellos.