Bhagavad Gita

COMENTARIOS AL DISCURSO VII

Comentarios al discurso VII: Yoga de la sabiduría y el conocimiento

COMENTARIOS AL DISCURSO VII

YOGA DE LA SABIDURÍA Y EL CONOCIMIENTO

(jñāna vijñāna yoga)

Introducción (1-2)

Buddhi es conocimiento en la misma medida en que ātman es sabiduría. El conocimiento (jñāna) llega y se recibe, y esto es buddhi, como una lluvia transformadora que viene del ātman; pero lo que en verdad se expande del ātman no es conocimiento sino sabiduría que calificamos como conocimiento cuando hay un conocedor que recibe la sabiduría.

Cuando el yogui se ha establecido con firmeza en el yoga —en la unión fija de buddhi con ātman— se dice que permanece inconmovible en la sabiduría, y esto es vijñāna (VI, 8.21), el estado que sobreviene por el

Yoga de la sabiduría y el conocimiento

, por la unión firme de ātman con buddhi, que en este Discurso VII se va a describir.

Parece como si en los seis Discursos primeros que ya llevamos recorridos se hubieran explicado todos los yogas necesarios para cerrar un primer ciclo, y ahora, una vez cumplido ese círculo básico, parece que el Señor de la Gītā se propone dar los medios convenientes para que se abra la conciencia del yogui a la percepción sutil de una naturaleza superior y última de las cosas. Por eso dice que lo que va a revelar es el conocimiento completo, la sabiduría, tras lo cual

nada queda por conocer

.

Sección I. El tattva del universo (3-11)

En cuanto a conocimiento superior, lo que hay que descubrir es el tattva del Señor. Tattva es el ser de lo que cada cosa es, el principio eterno sobre el que cada cosa se sustenta y que puede ser discernido y conocido como un trasfondo permanente de cada unidad de la naturaleza y del hombre.

Todos conocen la óctuple división de prakriti inferior: los cinco elementos, sentidos; manas, el sentido de pensar; buddhi, la inteligencia o facultad de conocer, y ahamkāra, la identificación errónea según la cual el hombre cree que es él el que actúa. Pero hay otra prakriti superior, el principio de Vida que anima a los seres y los convierte en formas vivientes (jīvabhūtas).

El principio de Vida es el primer tattva que todo hombre que busca la perfección ha de discriminar y conocer. El tattvajñāni avezado aprende a discernir al jīvabhūta, lo viviente, del jīva, el principio de Vida que anima a lo que vive. Por esta distinción descubre que la forma (bhūta) no nace ni muere, sino que sólo parece nacer cuando está sostenida por el jīva y parece morir cuando el jīva la abandona; pero el ser de lo que cada cosa es, su tattva, es la Vida, y esta Vida viene del ātman imperecedero, del Señor por el que sé origina y se disuelve el universo entero (3-6).

Todos los seres vivientes están en la Vida como perlas ensartadas en un hilo. Y ese hilo es siempre el ser de lo que cada cosa es, el tattva que hay que discernir y conocer (7). Ese ser es el Señor, y lo que pide el Señor es ser conocido como el Ser de cada cosa que es, puesto que Él es el pranava y la semilla eterna, lo que hace que cada cosa sea como es.

Quien ve el ser de cada cosa, ve al Señor en todo; y esa es la resonancia universal interior, el despertar del conocimiento del tattva en la conciencia, lo que hay que descubrir (8-11).

Sección II. Dificultad de realizar el tattva (12-19)

Cualquier identificación con los modos de los gunas es errónea e impide realizar el conocimiento del tattva.

Puesto que vienen de prakriti, los gunas proceden de Brahman, están en el Señor, pero el Señor dice que Él no está en las modalidades de los gunas (12). Eso significa que cada uno puede contemplar, como si fueran brotes de sí mismo, las pasiones: ira, miedo, odio, deseo, etc…; pero cualquier identificación con las pasiones es inadecuada porque no son brotes de uno mismo sino modalidades de los gunas en las que no está el Señor, el ātman, el tattva que hay que conocer(13).

Divina en verdad es la māyā que, como un tejido de engaño y confusión difícil de franquear, forman los gunas. Por causa de esta māyā muchos hombres carecen de discriminación para descubrir que el ātman mora en ellos y se comportan como asuras, como entidades carentes de ātman. En consecuencia no moran en el ātman, ni tienen fuerza para consagrarse al ātman en el que no creen (14).

Pero māyā sólo puede ser reconocida por aquellos que moran en el ātman constantemente, pues jamás será discernida por entero por la conciencia ajena al ātman.

La vía de los asuras

es el caminar impreciso y torturado de los que aún no han descubierto que el sí mismo de ellos, el sí mismo puro, es Brahman. Estos no permanecen en Brahman, ni caen a los pies de Brahman para que Él conduzca sus pasos. No practican el yoga, ni cumplen el dharma propio; no

elevan

su ātman, sino que lo mantienen degradado, identificado con el guna rajas (15).

En cuanto a los que creen en el ātman, el Discurso dice que hay cuatro tipos de hombres que se ponen a los pies de Brahman: los ārtha que viven inmersos en el placer y el dolor del mundo y piden a Brahman que aleje de ellos el sufrimiento; los jijñasu, que estudian o investigan acerca de Brahman para lograr el saber; los arthárthí que buscan la liberación para alcanzar riqueza; y por último, los jñāni que buscan el conocimiento perfecto para absorberse en Brahman (16).

Después se describen las virtudes que conforman al verdadero jñāni, muy querido del Señor: a) Concentrado con firmeza en su devoción al Uno (eka bhaktih); b) Con amor intenso al ātman hasta el punto de no establecer diferencia entre el sí mismo y el ātman, pues es uno con el ātman como el ātman es siempre uno con él (17); c Tiene al ātman supremo como fin y vive

refugiado

en el ātman (18); y d) Sabe con firmeza que Vāsudeva (Krishna) es todo lo que existe, puesto que Él es el Señor de la Vida, la Luz suprema que está en todos los seres como todo en el todo (19). Tal es el jñāni completo, el tattvajñāni, que al final, con su conciencia en el ātman, debe ser calificado de mahātmā, el ātman en paramātman.

Sección III. Descripción de los no conocedores del tattva (20-26)

Es la naturaleza, impulsada por los gunas de prakriti, la que mueve al hombre desviado del ātman a adorar como a dioses a todas las formas que son objeto de sus deseos y, en virtud de ello, a adoptar los ritos que su adoración requiere. Tales adoradores permanecen reducidos al ámbito de las ocho divisiones de prakriti. Pero lo que dice el Discurso es que para cualquier forma dé adoración que el devoto adopte necesita estar provisto de fe y que esa fe nunca viene del devoto mismo —pues él es prakriti— sino del ātman que la concede y la refuerza para que el devoto pueda satisfacer sus deseos. Cuando el hombre de prakriti adora las formas de prakriti, no es él sino Brahman, Brahman tan sólo, quien le da la fe y la firmeza para su adoración (20-22).

Los hombres cuya conciencia permanece sólo en prakriti inferior son incapaces de suponer que algo que es sea inmanifestado. Sólo conocen el estado manifestado y piensan que lo no manifestado no es estado alguno; no pueden permanecer en el Brahman no manifestado y piensan que Brahman sólo es posible si ha tenido manifestación. Sin embargo, el estado superior de Brahman inmutable e imperecedero es forzosamente no manifestado, pues en caso de manifestarse eso sería una mutación y una forma de ser perecedero, incompatible con su inmutabilidad.

Sólo algunos hombres que son devotos intensos del ātman obtienen la revelación del estado superior (bhāva) más allá del yogamāyā. Estos hombres, estabilizados en el yoga, encuentran su refugio en el Brahman no manifestado y allí permanecen inconmovibles en la sabiduría, en la contemplación del ātman supremo cuya revelación han obtenido: ellos ya no ven diferencia entre el Brahman manifestado y el no manifestado que contemplan por igual en la unidad de ser Brahman (23-26).

Sección IV. Distintos modos del tattva (27-30)

Lo que el entendimiento del hombre limitado ve son seres temporales sujetos a los estados de nacimiento, juventud, vejez y muerte; pero pocos conocen al morador imperecedero e intemporal de todos los seres temporales. Son los gunas de prakriti y la identificación con ellos los que conducen a este engaño, a este no ver, en la māyā divina. Lo que dice ahora el Discurso es que si los hombres de actos virtuosos dejan que se extingan sus apegos y adoran con firmeza al ātman, van más allá de los estados de vejez y muerte propios de la temporalidad. Cuando se realiza el conocimiento de Brahman como ātman supremo de todos los seres —adhyātma, el tattva del ātman— el karma se extingue en su totalidad (27-29).

El morador supremo en prakriti es adhibhūta, el tattva de todas las formas densas o sutiles. El morador supremo en los seres es adhidaiva —el tattva de los devas, Brahman—. Y el morador supremo en el sacrificio es adhiyajna, el Señor bienaventurado que, en cuanto morador del cuerpo, acepta para sí las acciones de los seres en sus cuerpos como sacrificio (yajña) puro de sí mismo. Adhiyajña es el tattva del sacrificio.

Todo esto es lo que hay que comprender de los tattvas, y con la mención de los moradores supremos, después de haber explicado adhyātma, el tattva del ātman, queda completo el Discurso dedicado a despertar en la conciencia del yogui el conocimiento de los tattvas. El tattva del ātman, el principio de Vida, era el primero a conocer, a manera de introducción en la prakriti superior de Brahman imperecedero (30).

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