Bhagavad Gita

COMENTARIOS AL DISCURSO III

Comentarios al discurso III: Yoga de la acción

COMENTARIOS AL DISCURSO III

YOGA DE LA ACCIÓN

(karma yoga)

Introducción (1-3)

La acción pura, desinteresada, es yoga en la misma medida en que la práctica para el conocimiento es yoga si se cumple como acción pura, con renuncia al fruto. Por su parte, también esta práctica es yoga en la misma medida en que es yoga la acción pura, desinteresada, si tiene como fin supremo la realización del conocimiento. Dicho de otra manera: buddhi-yoga es acción que por conocimiento conduce al cumplimiento del dharma propio, y karmayoga, cuando es acción pura, desinteresada, es conocimiento que culmina en el cumplimiento del dharma. Así es como parece ver el Señor fundidos, sin contradicción, en una sola vía, la práctica del buddhi yoga, propia del sānkhya y el karmayoga de los yoguis.

Quede muy claro que el yoga del conocimiento y el de la acción están tan entrañados entre sí que no es posible andar por un camino sin hollar el otro al mismo tiempo; para cualquier propósito de cumplimiento del dharma propio, no sólo no son contradictorios ambos yogas sino que hay que entenderlos como necesariamente complementarios.

Por eso, el Discurso que va a empezar está dedicado a explicar el yoga de la acción, pues pretende esclarecer bien los términos en que debe moverse toda acción si es que ha de ser pura, desinteresada, sin apego a los frutos.

Al empezar su Discurso califica el guru a su discípulo de

Inmaculado

, exclamación tal vez no exenta de ironía por el mucho escrúpulo de Arjuna al pedir datos muy precisos para las señales de su camino.

Sección I. La acción sin apego (4-9)

Vivir es acción impulsada por la vida de prakriti y sus gunas y nadie puede permanecer inactivo en ese vivir de lo creado; incluso el camino hacia el cumplimineto del dharma es acción y de ahí que se haya dicho que la acción es superior a la inacción.

Pero hay que distinguir la acción de los órganos de acción con apego a los objetos de los sentidos y la acción para lograr la fijación en Brahman. En el primer caso, la acción es exterior, con apego, con deseo y sin caminos hacia la perfección; cualquier intento de renunciar a esta acción mientras subsisten el apego y el deseo es una represión vana, inútil, que a nada conduce salvo a la falsedad.

La otra acción es interior y tiene por fin la fijación en Brahman. Esta es la acción recta que por sí sola pacifica los pensamientos y aporta la cesación del deseo de los objetos porque los pensamientos están lejos del deseo; y porque los motivos del deseo son conocidos y el deseo se aleja de los pensamientos. La acción exterior es inevitable porque es propia del vivir, pero con esto queda libre de apegos, reducida a ser una acción estrictamente corporal, externa. Los órganos cumplen sus acciones como quien hace una ofrenda ritual, el sacrificio, y nadie queda encadenado a estas acciones.

Por otra parte, la fijación en Brahman sólo será verdadera si está exenta de deseo y apego al cumplimiento del dharma. Por eso se ha dicho que la fijación exige no sólo renunciar a la acción, sino a uno mismo, pues hay que entender y realizar que no es uno quien actúa sino los gunas de prakriti tras engendrar el deseo y la ira, ni es uno quien vive en verdad, sino Brahman, el Inmutable.

Sección II. La acción como sacrificio (10-16)

El relato de Prajāpati ilustra el hecho de que el sacrificio (yajña) existe desde la eternidad como una forma de acción conformada por la ley, por lo que puede decirse que la acción y el mundo fueron creados al mismo tiempo.

Son muchos los misterios del sacrificio de los que el último es la mesa ceremonial acompañada de ofrendas. El sacrificio obedece a una ley universal por la que a cada ser creado le es dado progresar hasta la consumación de su dharma. Esa es, en toda la enorme amplitud de su grandeza, la propagación y el crecimiento de los que habla Prajāpati. El sacrificio es la ley de la Vida, porque todo se manifiesta y se desarrolla por la ley universal del sacrificio; y no como algo esencialmente penoso, sino como una natural y gozosa efusión de Vida de la que todo lo creado participa.

Pero el sacrificio, como es un misterio, es necesario estudiarlo en sus muchas formas para que su acción no engendre cadenas. En verdad, el mundo está encadenado por la acción y cada acción realizada es un nuevo eslabón que se suma a los precedentes; y de esa rueda de la acción sacrificial sólo es posible salir

cuando la acción se hace por sacrificio con fervor y sin apego

(9).

El sacrificio acompañado de ofrendas de arroz y manteca es también un sacrificio inmaterial de adoración, de austeridades (tapas), de glorificación y de alabanzas. Todo eso es sacrificio que se mueve en sincronía con una cadena sin fin de causa y efecto en la que el efecto es a su vez una nueva causa hasta el infinito. Toda acción sacrificial se sustenta en la vaca de los deseos y todo deseo se alimenta con la acción sacrificial.

Pero lo que dice el Discurso es que esta sucesión natural de la acción y el deseo puede ser truncada y convertirse en ley de realización. Eso es lo que ocurre cuando el hombre se entrega al sacrificio sometido al recto y desinteresado cumplimiento de la acción y sacrifica su acción sin pensar en el fruto de ella; o va al sacrificio sometido a la busca del conocimiento por el conocimiento mismo y sacrifica su conocimiento por amor al conocimiento, sin esperar nada a cambio más que la dicha incomparable de su entrega al sacrificio.

En tal caso, con Brahman presente en el sacrificio (15), la ley del universo se alza triunfante y las cadenas se rompen, porque esa es la acción única, natural y gozosa, por la que el hombre, y el mundo con él, alcanzan la perfección.

Sección III. La acción unida al ātman (17-26)

La unión con el ātman es yoga y la acción que lleva a esa unión es el dharma verdadero de todo hombre.

El camino del yoga está hecho de complacencia, de plenitud y concentración en el ātman (17), en una acción sin apego que es una acción superior que en los pasos hacia el yoga actúa como un viento denso interior; dicen que ése es el poder de Vāyu que aventa el deseo cuando hay apego y exalta la acción cuando hay concentración en el ātman. Vāyu convierte la chispa en llama en la que se incendia el deseo o consume su dharma la acción que debe ser cumplida.

Así es, según el Discurso, como alcanza el hombre lo Supremo (19). La unión con el ātman es el deber esencial, pero toda acción a cumplir es siempre el deber y hay que cumplirla sin apego, sin desear el fruto y sin olvido del ātman, cosa que ayuda a amar el deber.

En tal caso, se coopera al sostenimiento del mundo con el ejemplo de los actos propios (26) y además, el Purusha Supremo, su presencia,

que permanece incansable en toda acción

(23), se hace cada vez más plena y venturosa hasta que se consuma esa unión total con el ātman, que es el yoga.

Sección IV. La acción de los gunas (27-35)

Es muy importante saber que en ningún caso es el hombre el que actúa sino los gunas de prakriti, los cuales ejercen sus funciones sobre los sentidos, incluido manas, los pensamientos, que constituyen el sexto sentido.

Lo que dice el Discurso con su peculiar teoría del conocimiento no muy difundida, es que los sentidos y los objetos de los sentidos no son cosas radicalmente distintas como en general se cree. Los gunas son idénticos en todo a los objetos. La distinción entre los gunas de los objetos y los de los sentidos es errónea porque las funciones de los gunas son las mismas en ambos casos y por eso actúan en reciprocidad y acordados con un canon común de acción. Unas veces los gunas actúan como receptivos y otras como impulsivos, pero siempre actúan mientras tienen vida porque la acción es su naturaleza propia prakrítica, su vivir. Todos los gunas tienen vida en mayor o menor grado de desarrollo prakrítico, pero no son la Vida, sino que viven porque se fundan sobre los átomos o partículas de Vida verdadera, envueltas en la naturaleza peculiar de prakriti (33).

La Vida de los gunas impulsora del vivir de los sentidos y de los objetos, los faculta como virtuales ejecutores de las acciones; ellos son los que actúan, a través de cualquiera de los seis sentidos (los cinco y el uno), y por eso dice el Discurso que

todo son funciones de los gunas

(28).

En cambio, el hombre, en cuanto a su ātman propio, en cuanto a su sí mismo, es una porción de lo Supremo revestida de prakriti, y por eso el ātman es la Vida, lo Imperecedero, jamás nacido, lo que significa que nunca podría cambiar a ser Vida, que ya lo es, sino sólo a ser muerte, lo que es su negación imposible.

Algunos hombres se miran a sí mismos como la suma del ātman más prakriti y dicen que eso es el hombre completo; y hay otros hombres que aun tienen la conciencia más densa y su buddhi penetra menos en sí mismos, que dicen que el hombre es sólo los gunas de prakriti y que eso es todo; pero esto lo piensan porque las funciones de los gunas las ven, y si niegan su ātman es porque el ātman carece de acción y no puede ser conocido más que por el conocimiento desarrollado.

Como el hombre cree que en mayor o menor medida él es las funciones de los gunas que él mueve con sus sentidos, siente apego por esas funciones. Para tal hombre, la idea del ātman es algo confuso, oscuro, casi inexistente, un ātman degradado, si es que existe para él alguna idea del ātman, y en consecuencia, se identifica a sí mismo como prakriti, como sentidos, como los gunas y dice:

Yo soy el que actúa

(27).

Pero

Yo soy el que actúa

es una afirmación errónea, aunque es profesada por la mayoría de los hombres. Es el producto de una identificación inadecuada que el Discurso denomina

ahamkāra

; una afirmación tan común que la Gītā la menciona como una de las ocho divisiones en que aparece prakriti (VII, 4).

Dice el Discurso que la mayoría sigue su propia prakriti sin darse cuenta de que en realidad es conducido por los gunas; eso es ahamkāra. Sin embargo, el hombre conocedor —dice— discierne la acción de los gunas como acción externa a su sí mismo, y no intenta reprimir la potencia expansiva de prakriti, cosa que sabe que no es posible, sino que actúa de acuerdo con ella hasta cumplir el dharma peculiar de su propia prakriti. En tal caso, contempla los

otros

objetos sin apego, porque no pretende cumplir, además, el dharma ajeno (35).

El consejo superior lo da el Señor en el Discurso:

Consagra en Mí todas tus acciones; concéntrate en el ātman elevado

(en adhyātma, el ātman puro, tal como es en verdad), y…

lánzate al combate

(30).

Sección V. La acción sin deseo (36-43)

La acción realizada sin deseo del fruto, sin propósito de obtener algo a cambio, es la única acción que trae libertad.

Dice el Discurso que el guna rajas engendra el deseo y la ira, la cual viene con él por el deseo truncado. El deseo es

esto

, todo, porque todo lo oculta. Si se asienta sobre el pensamiento, prevalece el engaño; si sobre los sentidos, impulsa el mal; si sobre el conocimiento, lo obnubila. En cualquier lugar donde se establezca esto impide la contemplación del ātman.

La Gītā aconseja vencer el deseo para asentar el conocimiento purificado en la frontera del ātman (41); pero el deseo es un adversario difícil de vencer por la práctica del no deseo y es mejor reducirle por la acción del conocimiento.

Hay que entender que no hay ninguna causa distinta del ātman que pueda conducir hasta el ātman; ni hay ningún deseo valedero para alcanzar el ātman, pues el ātman no es ni podrá ser nunca un objeto de deseo. Cuando hay deseo del ātman, el deseo cubre al ātman como la niebla oscurece el sol de la mañana. En verdad, el ātman sólo se alcanza por el conocimiento puro que se recibe del ātman. Así pues, bien libre del deseo del ātman, el cual es tu último y definitivo adversario, concéntrate en el ātman, contempla el ātman por el ātman mismo. El sol despuntará para ti.

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