Bhagavad Gita

COMENTARIOS AL DISCURSO XV

Comentarios al discurso XV: Yoga del purushotamma

COMENTARIOS AL DISCURSO XV

YOGA DEL PURUSHOTAMMA

(purushotamma yoga)

Introducción

Se va a penetrar ahora algo más en lo que acerca de los tattvas o moradores supremos se dijo en el Discurso VIII. El purushottama es explicado por muchos como adhyātma, el ser personal supremo, en sus varios niveles de morador, y eso significa que Brahman absoluto, imperecedero, va a ser estudiado en su forma más íntima, en las formas en que a la conciencia le resulta más directa la identificación propia.

El emblema tomado para esta explicación es el ashvattha, la higuera sagrada de la India,

ficus religiosa

, de la que se dice que es un emblema, un conjunto de símbolos, porque en su especial

figura

de árbol se intenta describir el universo y el hombre interior y exterior.

Sección I. El ashvattha indestructible y el purusha primordial (1-6)

La raíz del ashvattha es la cabeza, sus ramas son las manos y sus hojas las cosas que deben ser conocidas.

En el universo, las raíces son el ser supremo, la causa primera, la raíz del cosmos; y en el hombre, la raíz está en la cabeza, la cual es la sede del ātman elevado por la acción realizada sin desear los frutos, pues eso es yoga.

Del ashvattha visible se dice que es lo impermanente,

aquello que no permanecerá mañana

, y las ramas que desde la raíz, que está arriba, descienden hasta el suelo, donde echan raíces para volver a subir, semejan de este modo la corriente rotatoria de la vida terrenal, el samsāra, la sucesión ininterrumpida de vida, muerte, y otra vez vida, de la existencia individual.

En el hombre, las ramas son representación bastante fiel de los nādis sagrados que corren a lo largo del sushumnā y que unen hridaya, el corazón, con el Brahmarandhra. En cuanto a las hojas, se dice que son los cantos védicos, porque de ellos adquiere el hombre el conocimiento.

El ashvattha es indestructible como universo, pero limitado, pues tiene su pralaya, y sólo es imperecedero como Vida y como ātman. Como higuera es destructible y como árbol Bo, como árbol del conocimiento, es abatible cuando ha entregado su conocimiento, pues ese es su dharma, a quien le ama y se le acerca con el hacha del desapego.

La forma verdadera de ese árbol no puede ser aprehendida, porque es la forma

informe

de Brahman, difundida en la totalidad del mundo, aunque sin lugar fijo, sin hogar propio. Por eso una vez abatido este ashvattha hay que construirle su morada, esa morada de la que ya no hay retorno. Para ello hay que practicar con firmeza concentrada (dhāranā), el yoga de la contemplación (dhyāna), bien fortalecido con las armas de la devoción, del desprendimiento, de la renuncia a ser algo y de la acción sin deseo de frutos.

En todo ashvattha impermanente existe Brahman permanente, pero recluido en la Cima, en kūtastha imperecedero (XV, 16). Allí, en la cabeza, es donde la conciencia, transformada en kūtastha-chaitanya, como en el gran Yoga de buddhi con ātman, encuentra su refugio para permanecer como testigo pasivo de paramātman.

Desde allí, desde ese lugar sin lugar desde el que no existe el retorno, el purusha primordial, ¡bendito sea!, puede ser visto, a veces fugazmente, a los pies del kūtastha, hecho Uno con el yogui, con aquello del yogui que ha llegado a la

Cima

(4).

Algunos alcanzan el yoga del purushottama, y luego buscan refugio, su refugio, en ese lugar de la

Cima

del que se dice que es la Morada suprema y bienaventurada (6).

Sección II. El jīva inmortal (7-11)

Un jīva es una porción, un anu, de esa Vida-Conciencia . que el Señor tiene depositada en prakriti superior (VII, 5); y si se dice que es una porción es porque el jīvabhūta es Vida inmortal e individualizada, recubierta de prakriti (7).

Los que toman o abandonan el cuerpo son los jīvabhūtas, pero el Señor va siempre con ellos, los lleva consigo, tanto si toman el cuerpo como si lo abandonan (8).

Una vez han tomado el cuerpo, los jīva gozan de los objetos de los sentidos, pegados a los gunas, pues el jīva preside (adhishthaya) la acción de los sentidos, convencido de que él es el agente que obra sobre prakriti. Los jīva, engañados, no perciben al Señor que va con ellos y sólo contemplan al Señor los que han desarrollado el ojo del conocimiento (9-11).

Sección III. Consejos para ver al Señor (12-15).

Para ayudar a que los jīvabhūtas, aquellos que aún no han desarrollado el ojo del conocimiento para ver al Señor, sepan dónde y cómo le han de buscar, el Señor bienaventurado da unos consejos sencillos, de no difícil captación.

Él es la luz resplandeciente que sale del Sol y que ilumina al mundo. De igual forma, Él es la sabiduría que desciende del ātman y que es la luz de que dispone todo hombre (12).

Él es la energía de vida (ojas) que sostiene a todo lo viviente, la savia por la que el hombre es fecundo y se hace un creador; y esa misma energía, cuando se la deja que ascienda, es la que hace posible que el hombre se relacione con lo dévico (13).

Él es vaishvānara, el fuego de la Vida, el calor de Vida interior, de todo hombre, que asociado con los soplos vitales: prāna, la inspiración y apāna, la espiración, hace posible la digestión de los alimentos. Cuando el cuerpo vive, el fuego está en él, y muere el cuerpo cuando el fuego se aleja (14).

El Señor es, desde el corazón de todos, el impulsor de la memoria o el olvido, del conocimiento o la ignorancia. Por eso, cuando la conciencia del hombre queda fija en hridaya, el deseo de conocer termina. Todo se convierte en Uno y ya no hay dos entidades: el conocedor y el objeto a conocer. Eso es lo que dice el Señor:

Yo soy lo que puede ser conocido, el autor de lo que se puede conocer y el único conocedor de todo ell

o (15). (Nota: Veda, viene de la raíz vid, conocer).

Sección IV. El purushottama (16-20)

Hay dos purushas, dos hombres distintos, en cada hombre en el mundo: el perecedero y el imperecedero. El purusha apegado a los objetos es perecedero; él es todos los hombres tal como los vemos, construidos de prakriti y vividores de prakriti. El purusha imperecedero es el que mora en el kūtastha siempre, de Día y de Noche.

La conciencia de purusha imperecedero es kūtastha-chaitanya, un testigo entre paramātman y purusha perecedero (Cf: Uttara Gītā, I, 6). Purusha imperecedero es invisible y sólo puede ser visto por los ojos interiores, cuando esa visión es revelada por la gracia del sadguru. Nadie puede verle en tanto no se haya mostrado él mismo.

Purusha imperecedero puede ser visto como adhibhūta, el morador con forma; como adhidaiva, el morador dévico; como adhiyajña, el morador que toma para sí todos los sacrificios de purusha perecedero, y está siempre presente en todo sacrificio (Cf: VIII, 1-4 y coment.); pero siempre, en todos los casos, purusha imperecedero es el morador del kūtastha, y la conciencia que lo ve es kūtastha-chaitanya (16).

Lo que dice el Discurso es que purusha imperecedero puede ver desde kūtastha-chaitanya a paramātman, pues él es el testigo pasivo entre paramātman y el hombre perecedero. Cuando lo

ve

, puede chitta, la conciencia en samādhi, percibir su visión. Y éste es el purushottama, ¡bendito sea!, que vive simultáneamente, por el poder de su Yoga, en los tres mundos que coexisten y son sostenidos en su cuerpo: svarga, el llamado cielo; manya, este mundo prakrítico, y pātāla, el llamado

otro mundo

(17).

Sobre este purusha supremo han escrito muchos sabios que lo han experimentado. Es llamado OM por el Veda y los sabios dicen que este purusha nace del OM. El purushottama, ¡bendito sea!, es el ser personal supremo y tiene una particular condición: es difícil de entender y resulta una cosa lejana cuando no se cree que él es el ser verdadero y personal, el único ser; y sin embargo, está muy cerca y resulta fácil y sencillo cuando su existencia ha sido aprehendida. Todo consiste en una inexplicable mutación de la conciencia que de improviso se cambia en Él, como si cruzara a la otra orilla del río de la Vida y naciera de nuevo. Esto es lo que antiguamente se quería significar cuando se decía de alguien que era un

dvija

, un dos veces nacido (Ver: I, 7).

Para conocer al purushottama es necesario estar libre de engaño. Esto no es difícil de entender: el purushottama es todo lo que tú realmente eres.

Él es todo y tú nada eres, nada tienes

. Saber esto y comportarse de acuerdo con ello es el principio del cumplimiento del dharma propio. Si ves que el purushottama es el conocedor que en ti conoce y que tú no eres más que prakriti perecedera, puede que empieces a comprender el larguísimo sacrificio de Su presencia en ti, una presencia que tú has ignorado siempre, vida y muerte tras vidas y muertes. Como adhibhūta, edificó Él siempre tus pensamientos; como adhidaiva, despertó y protegió en ti las luces de tu busca de Brahman; como adhiyajña soportó por ti, sin protesta alguna, todos tus errores, ingratitudes y engaños.

Y ahora, el purushottama, ¡bendito sea siempre!, espera sin prisa, sin tiempo. Él, que

ve

a Brahman, sólo quiere que permanezcas en Él y que Le adores con toda tu firmeza y con la total renuncia a ti mismo. Que dejes de creer que eres tú y aprendas a saber que eres Él. Esa es la única recompensa que Él espera (19).

Dice el Discurso que esta doctrina que aquí se ha enseñado, expuesta por el Señor bienaventurado, es muy secreta. Y dice que quien la realiza es un sabio, un buddhimán. Ser buddhimán significa ser un hombre sin mancha, un Inmaculado, que vive en lo más elevado de buddhi, en la pura Inteligencia, junto al ātman, y además, cumple con humildad su dharma diario, por pobre que éste sea. Y vive así, pero refugiado, —y eso sólo él lo sabe— en kūtastha.

Ese purusha inmaculado que realiza una doctrina tan secreta, adora con todo su ser al purushottama, ¡bendito sea siempre!, y permanece establecido, inconmovible y fijo en esa adoración, sin ser nada (20).

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