Capítulo 60
PANACEAS Y ESPECÍFICOS
El autor de una obra antigua titulada: Demonología, cita muchas medicinas que volvieron a emplearse después de largos años de olvido, de suerte que la mayor parte de los descubrimientos terapéuticos vienen a ser sencillamente la rehabilitación de antiguos remedios. En el siglo XVIII, una curandera llamada Nouffleur encomiaba las virtudes que para la expulsión de la tenia posee la raíz del helecho macho, y vendió el secreto a Luis XV por una cuantiosa suma; pero los médicos averiguaron que ya lo había empleado Galeno en el tratamiento de la misma enfermedad. Los famosos polvos del duque de Portland, contra la gota, eran el diacentaureón de Celio Aureliano, y luego se vio que ya lo mencionaron los primitivos médicos en sus obras, tomándolo de los autores griegos. Lo mismo sucede con el agua medicinal de Husson, famoso remedio de la gota, que, no obstante su nuevo disfraz, es el Colchicum autumnale, o villorita, muy semejante a una planta llamada Hermodactylus, cuyas propiedades antigotosas ponderaron Oribario, famoso médico del siglo IV y Etio Amideno, que floreció en el siglo V. Después cayó en desuso tan sólo porque era medicamento demasiado antiguo para ser tenido en cuenta por los médicos del siglo XVIII.
El sabio fisiólogo Magendie no descubrió nada que ya no conocieran los médicos de la antigüedad. Su específico contra la tisis, en que entraba como ingrediente el ácido prúsico, está descrito en las obras de Lumeo (26), donde afirma que la infusión de laurel se empleaba con excelentes resultados en el tratamiento de tan terrible enfermedad. Plinio asegura que el extracto de almendras y huesos de cereza curaba las toses más pertinaces. Concluye diciendo el autor de Demonología, que puede afirmarse con toda seguridad, que las diversas preparaciones secretas a base de opio, tenidas por descubrimientos de la moderna farmacopea, están descritas en las obras de los autores antiguos, tan desdeñados en nuestros días.
Nadie niega ya que, desde tiempo inmemorial, estuvo concentrada en el lejano Oriente la sabiduría humana, hasta el punto de que ni en Egipto se cultivaban las ciencias naturales tan asiduamente como en el Asia central. El mismo Sprengel, no obstante su cautelosa prevención contra todo indicio, lo reconoce así en su Historia de la Medicina, y cuando discute los puntos relacionados con la magia, deja a salvo la de la India por menos conocida que la de cualquier otro país de la antigüedad, pues entre los indios era más esotérica, si cabe, que entre los egipcios, y por tan sagrada se la tenía que el vulgo apenas sospechaba su existencia y sólo se ejercía públicamente en las graves crisis nacionales o en circunstancias de temerosa trascendencia. Era la magia una ciencia divina que más intensamente resplandecía en los ascetas gimnósofos, cuya austeridd de vida, pureza de costumbres y desprendimiento de las cosas mundanas aventajaba a la de los más ejemplares hierofantes egipcios y era tenidos en mayor veneración que los magos caldeos. Vivían solitarios (27) en yermo, mientras que los sacerdotes egipcios formaban comunidades y, no obstante las preocupaciones históricas contra magos y adivinos, poseían valiosos secretos médicos y sobresalían insuperablemente en el arte de curar, según se infiere de los numerosos tratados que todavía se conservan en los monasterios de la India. No nos detendremos a dilucidar si los gimnósofos fueron los primeros magos de la India o si recibieron este conocimiento en herencia de los rishis (28), porque los científicos experimentales lo tendrían por estéril especulación.
Un autor moderno dice al hablar de los gimnósofos: “Les honra sobremanera el celo con que educaban a los jóvenes en la virtud, despertando en sus corazones generosos sentimientos; y sus máximas y pláticas, transmitidas por los historiadores, demuestran lo muy versados que estaban en filosofía, astronomía, religión y moral. Mantuviéronse dignamente independientes de la soberanía temporal de los príncipes más poderosos, cuyo favor jamás solicitaban ni tampoco iban a lisonjearles con visitas de adulación, y cuando el príncipe necesitaba de sus oraciones o de consejos, no tenía más remedio que ir en persona a consultarles o enviar mensajeros en su busca. Conocían las propiedades útiles de minerales y plantas, pues estaban familiarizados con los secretos de la naturaleza, y tanto la fisiología como la psicología eran para ellos libros abiertos en que libaban la ciencia mágica llamada entonces machagiotia.