Isis Sin Velo - [Tomo I]

Capítulo 25

PRETENSIONES DE ROMA

A pesar de no haber hecho caso ninguno los protestantes de los decretos y encíclicas del papa ni de las invitaciones a los concilios ecuménicos ni de las excomuniones despectivamente recibidas, persiste la iglesia romana en su temeraria conducta, que llegó a grado máximo de insensatez cuando en 1864 excomulgó Pío IX con público anatema al emperador de Rusia por cismático indigno de pertenecer al gremio de la Iglesia católica (42). Sin embargo, desde la conversión de los eslavos al cristianismo, no han consentido ni los zares ni el pueblo ruso unirse a la iglesia de Roma. ¿Por qué no alega también el papa jurisdicción eclesiástica sobre los budistas tibetanos o sobre los espectros de los antiguos hyk-sos?

Los fenómenos mediumnímicos ocurren en todas partes sin distinción de religiones, nacionalidades e individuos, y la fuerza que los produce puede manifestarse, igualmente en el monarca y en el mendigo. Ni siquiera el vicario de Dios, el pontífice Pío IX, logró rehuir la visita del incómodo huésped, pues desde los cincuenta años de su edad se vio acometido de frecuentes arrebatos y transportes, que en el Vaticano atribuían a visiones divinas y los médicos diagnosticaban de ataques epilépticos, no faltando entre el pueblo quienes los achacasen a la obsesión espectral de Peruggia, Castelfidardo y Mentana.

Se le podía aplicar la famosa execración de Shakespeare:

Brillan las azuladas luces. Ya es media noche y frío temblor estremece mis carnes. Hacia mí llegan las almas de mis víctimas (43).

El príncipe de Hohenlohe tuvo mucha fama a principios del siglo XIX por sus dotes saludadoras, y era muy notable médium. Ciertamente, las aptitudes mediumnímicas y los fenómenos por su virtud producidos, no son privativos de ninguna época ni país, sino cualidades inherentes a la naturaleza psicológica del microcosmos.

Los que en Rusia llaman klikuchy (energúmenos) y yourodevoy (semiidiotas) se ven asaltados frecuentemente por perturbaciones nerviosas que el clero y el populacho atribuyen a posesión diabólica. Estos infelices se agolpan a las puertas de las catedrales sin atreverse a entrar por temor de que el demonio que les posee no los derribe al suelo. En Voroneg, Kiew, Kazan y en todas las poblaciones donde se veneran reliquias de santos milagrosos, abundan este linaje de médiums inconscientes de repugnante aspecto, que se agrupan en los vestíbulos y atrios de los templos. Durante la celebración del oficio divino, en el acto de alzar, o cuando el coro entona el Ejey Cheruvim, todos aquellos maniáticos empiezan a dar voces semejantes a aullidos, cacareos, ladridos, rebuznos y rugidos entre espantosas convulsiones. El clero y el vulgo explican piadosamente este fenómeno diciendo que el espíritu inmundo no puede resistir la santidad de la oración. Algunas almas caritativas acuden en socorro de aquellos infelices, con pócimas calmantes y oportunas limosnas. A menudo solicita el público la intervención de un sacerdote para exorcizar a los poseídos, y así lo hace aquél, unas veces por caridad y otras mediante el estipendio de unas cuantas monedas de plata. Sin embargo, entre los supuestos energúmenos hay tal o cual clarividente y vaticinador, aunque por lo general trafican con sus aptitudes, sin que nadie les moleste al ver el lastimero estado en que les pone el arrebato. mAs, por otra parte, ¿qué razón habría para que el clero concitase contra ellos los ánimos de las gentes diciendo que son brujos? Es de sentido común y al par de justicia, que en todo caso el culpable no es la víctima poseída, sino el demonio poseedor. Si el exorcismo no tiene otras consecuencias que proporcionar al paciente un fuerte resfriado, entonces se le abandona en manos de Dios y de la caridad pública. Sin embargo, por muy ciega y supersticiosa que sea la fe conducente a semejantes extravíos, no entraña ofensa para el hombre ni para el verdadero Dios. No sucede lo mismo en los cleros romano y protestante, de los que nos ocuparemos en el transcurso de esta obra, con excepción de algunos eminentes pensadores de ambas confesiones. Necesitamos saber en qué se fundan para tratar como infieles predestinados al infierno eterno a los indos, chinos, espiritistas y cabalistas.

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