Capítulo 43
LAS MESAS ROTATORIAS
“Respecto a los supuestos movimientos y oscilaciones de ciertas mesas, no puede atribuírseles otra causa que las invisibles e involuntarias vibraciones del sistema muscular del experimentador, de modo que la continuada contracción de los músculos acaba por establecer una serie de vibraciones que determinan un temblor visible cuyo efecto es la rotación de la mesa, con energía bastante para acelerar el movimiento y para transmutarlo en resistencia cuando se le quiere detener. De aquí que no ofrezca dificultad alguna la clara explicación física del fenómeno” (35).
Ciertamente que esta hipótesis resulta tan clara como una nebulosa de las observadas por el astrónomo Babinet en noche de niebla. Pero, no obstante su claridad, le falta la importantísima condición del sentido común. No sabemos si Babinet acepta o no como último recurso la afirmación de Hartmann respecto a que “los visibles efectos de la materia son efectos de la fuerza”, y que para tener claro concepto de la materia debemos tenerlo previamente de la fuerza. La escuela a que pertenece Harmann, cuyos principios aceptan en parte los sabios alemanes, enseña que el problema de la materia sólo puede resolverlo aquella fuerza a cuyo conocimiento llama Schopenhauer “ciencia mágica” o “acción de la voluntad”. Por lo tanto, es preciso saber ante todo si las “vibraciones involuntarias del sistema muscular del experimentador” que al fin y al cabo son “efectos de la materia” están determinadas por una voluntad externa al experimentador o propia de él. Si lo primero, sería un epiléptico inconsciente, según Babinet; si lo segundo, atribuye las respuestas inteligentes de la mesa parlante a un “ventriloquismo inconsciente”. Sabemos que, según la escuela alemana, toda acción de la voluntad se manifiesta en fuerza, y las manifestaciones de las fuerzas atómicas son acciones individuales de la voluntad, que dan por resultado la espontánea precipitación de los átomos en imágenes concretas, ya forjadas subjetivamente por la voluntad. De acuerdo con su maestro Leucipo, enseñaba Demócrito que los átomos en el vacío fueron el principio de todas las cosas existentes en el universo, entendiendo por vacío, en sentido cabalístico, la Divinidad latente cuya primera manifestación es la voluntad que comunica el primer impulso a los átomos que, al cohesionarse, constituyen la materia. Sin embargo, el nombre de vacío es menos apropiado que su sinónimo caos, porque, según los peripatéticos, “la naturaleza tiene horror al vacío”.
Las alegorías, aparte de otros elementos de juicio, demuestran que, mucho antes de Demócrito, estaban yha familiarizados los antiguos con la idea de la indestructibilidad de la materia. Movers define el concepto fenicio de la ideal luz solar, diciendo que era la espiritual influencia emanada del supremo Dios, Iao, la luz tan sólo concebible por la mente, el principio así físico como espiritual de todas las cosas del cual emana el alma. Es la esencia masculina o sabiduría, mientras que el caos es la esencia femenina. Así tenemos, que la materia y el espíritu eran ya para los fenicios los dos principios coeternos e infinitos. Esta teoría es tan antigua como el mundo, y no fue Demócrito su autor, pues la intuición del hombre precedió al ulterior desenvolvimiento de su razón. Las escuelas materialistas son incapaces de explicar los fenómenos ocultos, porque niegan a Dios, en quien reside la Voluntad. Su desconocimiento de los fenómenos psíquicos, y lo absurdo de las hipótesis con que pretenden explicarlos, dimanan de que a priori desdeñan cuanto puede empujarles a trasponer los límites de las ciencias experimentales y entrar en los dominios de la psicología o de la que no fuera incongruente llamar fisiología metafísica. Los filósofos antiguos afirmaban que todas las cosas visibles e invisibles surgían a la existencia por manifestación de la Voluntad, a que Platón llamó Idea divina, y que así como esta Idea da existencia objetiva a la materia con sólo enfocar su voluntad en un centro de fuerzas localizadas, así también el hombre, el microcosmos respecto del macrocosmos, da forma objetiva a la materia en proporción del vigor de su voluntad. Los átomos imaginarios (36) son como operarios movidos automáticamente a influjo de la Voluntad universal que en ellos se enfoca y, manifestada en fuerza, los pone en actividad. El proyecto del futuro edificio está en la mente del Arquitecto y es reflejo de su voluntad que, abstracta desde el momento de concebirlo, se concreta en cuanto los átomos imaginarios obedecen a los puntos, líneas y formas trazadas en la mente del divino geómetra.