Isis Sin Velo - [Tomo I]

Capítulo 42

FUERZA CONTRA FUERZA

Dicen los Oráculos caldeos: “El Dios del mundo es eterno, ilimitado, joven y viejo y de forma sinuosa” (31).

La frase “forma sinuosa” es símbolo de la vibración de la luz Astral que los sacerdotes de la antigüedad conocían perfectamente, aunque no tuvieran del éter el mismo concepto que los modernos, pues por éter significaban la Idea eterna, compenetrada en el universo, es decir, la Voluntad que actualizada en energía organiza la materia.

Dice Van Helmont: “La voluntad es la potencia capital y superior de todas. La voluntad del creador puso en movimiento todas las cosas. La voluntad es atributo de todas las entidades espirituales y se desenvuelve con tanta mayor actividad cuanto más libre está de la materia”.

Y Paracelso, por sobrenombre “el divino”, añade: “La fe ha de ser la corroboradora de la imaginación, pues por la fe se establece la voluntad... en todas las obras mágicas, es requisito indispensable la firmeza de voluntad... Las artes no tienen reglas fijas y ciertas, porque los hombres no saben imaginar ni creer en el resultado eficaz de lo que imaginan”. La negativa energía de la incredulidad y el escepticismo, aplicada en la misma dirección, pero en sentido contrario y con igual intensidad, es la única potencia capaz de resistir a la positiva energía del espiritualismo y de equilibrarla dinámicamente. No les ha de maravillar, por lo tanto, a los espiritistas que la presencia de escépticos empedernidos o de quienes asistan a las sesiones con preconcebida animosidad, sea impedimento para la manifestación fenoménica, pues si no hay en la tierra ningún poder consciente sin otro opuesto a su acción, ¿qué tiene de extraño quje el poder inconsciente de un médium quede paralizado de pronto por otro poder opuesto y también inconscientemente ejercido? Tyndall y Faraday se engrieron de que no ocurriera fenómeno alguno mientras estuvieron presentes en las sesiones. Sin embargo, esto debiera haber demostrado a tan eminentes físicos la existencia de una fuerza merecedora de su atención, pues si las manifestaciones hubiesen sido fraudulentas en grado bastante para engañar a los concurrentes, no se librara del engaño ni el mismo Tyndall, a pesar de su valía científica, no acorde por cierto con su falta de maliciosa observación. Nadie ha superado en obras milagrosas a Jesús, y sin embargo, la corriente de su voluntad tropezó a veces con el escepticismo de las gentes, según corrobora aquel pasaje que dice: “Y no obró allí prodigios a causa de la incredulidad de las gentes”.

En la filosofía de Schopenhauer se vislumbran estos mismos conceptos, y no harían mal los modernos investigadores si la estudiaran, pues en ella encontrarían singulares hipótesis basadas en ideas antiguas, aparte de especulaciones acerca de los nuevos fenómenos psíquicos que les ahorraran el trabajo de pergeñar otras. Las fuerzas psíquica, ecténica y electro-biológica, el pensamiento latente, la cerebración inconsciente y todas las hipótesis forjadas por los modernos investigadores, pueden resumirse en dos palabras: la luz astral de los cabalistas.

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