Isis Sin Velo - [Tomo I]

Capítulo 47

EL ESPIRITISMO CLERICAL

¿Qué concepto formarán los espiritistas sensibles del espíritu guía que después de haberse servido año tras año de un pobre médium, lo abandona de repente cuando más necesita de su auxilio? Tan sólo seres sin alma ni conciencia pueden hacerse reos de tamaña injusticia. ¿Es acaso por la fuerza de las circunstancias? Mero sofisma. ¿Qué espíritus son esos que no convocan si es necesario un ejército de espíritus amigos para salvar al inocente médium del abismo abierto bajo sus plantas? Lo que sucedió en pasados tiempos puede también suceder en los nuestros. Apariciones hubo antes del espiritismo moderno y fenómenos análogos a los de hoy se produjeron en toda época. Si las presentes manifestaciones psíquicas son ciertas e indudables, también debieron serlo los milagros y proezas taumatúrgicas de la antigüedad, porque los de ayer no tienen mejor testimonio que los de hoy. Pero aun cuando admitamos la impostura de los dos tercios de manifestaciones psíquicas que torrencialmente van derramándose de uno a otro extremo del globo, ¿qué decir de las indudablemente auténticas? Entre los fenómenos comprobados, hay sublimes, magnas y divinas comunicaciones dadas por médiums, ya profesionales, ya espontáneos. A veces son niños y personas sencillas de cuya boca recibimos enseñanzas, máximas filosóficas, poesías, oraciones inspiradísimas, composiciones musicales y obras pictóricas dignas de los comunicantes. Con frecuencia se han cumplido sus vaticinios, y a veces se elevaron a disquisiciones morales de positiva eficacia. ¿Quiénes son estos espíritus, estas inteligentes potestades, externas sin duda alguna al médium, y con entidad per se. Verdaderamente, son inteligencias tan distintas de los trasgos y duendes, como el día de la noche.

Reconocemos la gravedad del caso. Cada vez va generalizándose más la sujeción de los médiums a esos “espíritus” falaces con apariencia, diabólica, cuyos efectos se multiplican perniciosamente. Algunos de los mejores médiums se han retirado de las sesiones públicas y el movimiento espiritista toma cariz de iglesia. Nos atrevemos a pronosticar que si los espiritistas no aprenden en la filosofía a distinguir de espíritus y precaverse de los de mala índole, antes de veinticinco años se habrán refugiado en la iglesia romana huyendo de los “guías y directores a que por tanto tiempo estuvieron aficionados”. Ya empiezan a manifestarse las señales de esta catástrofe. En el reciente Congreso de Filadelfia hubo quienes propusieron fundar una secta de espiritistas cristianos. Esto se deriva de que, separados de la Iglesia e ignorantes de la filosofía de los fenómenos y de la naturaleza de las entidades espirituales, están sumidos en un mar de incertidumbres como buque sin timón ni brújula. No pueden substraerse al dilema: o con Porfirio o con Pío IX.

Aunque científicos tan legítimos como Wallace, Crookes, Wagner, Butlerof, Varley, Buchanan, Hare, Reichenbach, Thury, Perty, Morgan, Hoffmann, Goldschmidt, Gregory, Flammarion, Cox y algunos otros creen firmemente en los fenómenos psíquicos, hay entre ellos quienes rechazan la hipótesis de que tengan por causa los espíritus de los difuntos. Por lo tanto, es lógico suponer que si la Catalina King, de Londres, de tan notoria autenticidad, no es el espíritu de un difunto, había de ser forzosamente el condensado fantasma astral de alguna entidad, o bien uno de los duendes de los rosacruces o, en último término, una fuerza natural todavía desconocida. Pero poco importa que sea espíritu angélico o maligno desde el momento en que, según rigurosas comprobaciones, no era una forma sólida y densa, sino una aparición, un aliento, un espíritu. Es una inteligencia que actúa externamente al organismo del médium y, por lo tanto, forzoso es reconocerle existencia, aunque invisible. Pero ¿qué es este alguien impalpable que piensa y habla, si no es persona humana?; ¿cómo manifestaría emoción, remordimiento, temor, alegría y demás afectos anímicos si de por sí no sintiese?; ¿por qué algunas de estas misteriosas manifestaciones se gozan en burlar al investigador sincero y menosprecian los más nobles sentimientos humanos? Tan sólo el verdadero psicólogo es capaz de desentrañar este misterio si cuida de consultar las polvorientas obras de los desdeñados herméticos y teurgos.

Dice el famoso platonista (19) Enrique More al replicar a un escéptico de su época llamado Webster, que negaba los fenómenos psíquicos:

“Respecto a la opinión sustentada por la mayor parte de los predicadores reformados, de que el demonio tomó la figura de Samuel al aparecerse a Saúl, no merece tenerla en cuenta. Sin embargo, yo creo que en muchas de estas apariciones nigrománticas intervienen espíritus burlones, pero de ningún modo se aparecen las almas de los difuntos. Respecto de la aparición del alma de Samuel, y lo mismo en otros casos de nigromancia, creo que pueden ser debidos a espíritus como los que Porfirio describe, los cuales asumen las más variadas formas y aspectos, de modo que unos aparecen en figura de demonios y otros en la de ángel o en la de algún difunto. Un espíritu de este linaje pudo muy bien personificar a Samuel, por más que Webster lo niegue con burdos y endebles argumentos”.

Descargar Newt

Lleva Isis Sin Velo - [Tomo I] contigo