Capítulo 19
DESCONOCIDOS, PERO PODEROSOS ADEPTOS
Vemos, por lo tanto, que los filósofos positivistas de nuestros días tuvieron sus precursores hace miles de años. El adepto hermético proclama que el simple sentido común excluye toda contingencia de que el universo sea obra del acaso, pues equivaldría este absurdo a suponer que los postulados deEuclides los dedujo un mono entretenido en jugar con figuras geométricas.
Muy pocos cristianos comprenden la teología hebrea, si es que algo saben de ella. El Talmud es profundamente enigmático, aún para la mayor parte de los mismos judíos; pero los hebraístas que lo han descifrado, no se engríen de su erudición. Los libros cabalísticos son todavía menos comprensibles para los judíos, y a su estudio se dedican, con mayor asiduidad que estos, los hebraístas cristianos. Sin embargo, ¡cuán menos conocida todavía es la cábala universal de Oriente! Pocos son sus adeptos; pero estos privilegiados herederos de los sabios que “descubrieron las deslumbradoras verdades que centellean en la gran Shemaya del saber caldeos (23) han solucionado lo “absoluto” y descansan ahora de su fatigosa tarea. No pueden ir más allá de la línea trazada por el dedo del mismo Dios en este mundo, como límite del conocimiento humano. Sin darse cuenta, han topado algunos viajeros con estos adeptos en las orillas del sagrado Ganges, en las solitarias ruinas de Tebas, en los misteriosamente abandonados aposentos de Luxor, en las cámaras de azules y doradas bóvedas cuyos misteriosos signos atraen sin fruto posible la atención del vulgo. Por doquiera se les encuentra, lo mismo en las desoladas llanuras del Sahara y en las cavernas de Elefanta, que en los brillantes salones de la aristocracia europea; pero sólo se dan a conocer a los desinteresados estudiantes cuya perseverancia no les permite volver atrás. El insigne teólogo e historiador judío Maimónides, a quien sus compatriotas casi divinizaron, para después acusarle de herejía, afirma que lo en apariencia más absurdo y extravagante del Talmud, encubre precisamente lo más sublime de su significado esotérico. Este eruditísimo judío ha demostrado que la magia caldea profesada por Moisés y otros taumaturgos, se fundaba en amplios y profundos conocimientos de diversas y hoy olvidadas ramas de las ciencias naturales, pues conocían por completo los recursos de los reinos mineral, vegetal y animal, aparte de los secretos de la química y de la física, con añadidura de las verdades espirituales que les daban tanta idoneidad en psicología como tuvieron en fisiología. No es maravilla, pues, que los adeptos educados en los misteriosos santuarios de los templos, obraran portentos en cuya explicación fracasaría la infatuada ciencia contemporánea. Es denigrante para la dignidad humana motejar de imposturas la magia y las ciencias ocultas, pues si hubiera sido posible que durante miles de años fuesen unas gentes víctimas de los fraudes y supercherías amañados por otras gentes, necesario sería confesar que la mitad de los hombres son idiotas y la otra mitad bribones. ¿En qué país no se ha practicado la magia? ¿En qué época se olvidó por completo?
Los Vedas y las leyes de Manú, que son los documentos literarios más antiguos, describen muchos ritos mágicos de lícita práctica entre los brahmanes (24). Hoy mismo se enseña en el Japón y en China, sobre todo en el Tíbet, la magia cladea, y los sacerdotes de estos países corroboran con el ejemplo las enseñanzas relativas al desenvolvimiento de la clarividencia y actualización de las potencias espirituales, mediante la pureza y austeridad de cuerpo y mente, de que dimana la mágica superioridad sobre las entidades elementales, naturalmente inferiores al hombre. En los países occidentales es la magia tan antigua como en los orientales. Los druidas de la Gran Bretaña y de las Galias la ejercían en las reconditeces de sus profundas cavernas, donde enseñaban ciencias naturales y psicológicas, la armonía del universo, el movimiento de los astros, la formación de la tierra y la inmortalidad del alma (25). En las naturales academias edificadas por mano del invisible arquitecto, se congregaban los iniciados al filo de la media noche para meditar sobre lo que es y lo que ha de ser el hombre (26). No necesitaban de iluminación artificial en sus templos, porque la casta diosa de la noche hería con sus rayos las cabezas coronadas de roble y los sagrados bardos de blancas vestiduras sabían hablar con la solitaria reina de la bóveda estrellada (27).