Isis Sin Velo - [Tomo I]

Capítulo 111

LA PSICOMETRÍA

Uno de los más notables descubrimientos de los tiempos modernos, es la facultad que algunas personas receptivas poseen de describir el carácter y aspecto de una persona o los sucesos ocurridos, con tal de retener en la mano y pasárselo por la frente un objeto cualquiera relacionado con la persona o el suceso, por mucho que sea el tiempo transcurrido. Así, una piedra ruinosa le representará la historia del edificio a que perteneciera, con las escenas ocurridas en su interior y alrededores; un pedazo de mineral despertará en su alma la visión retrospectiva de la época de su formación. Esta facultad fue descubierta por el profesor Buchanan de Louisville (Kentucky), quien le dio el nombre de psicometría. A este sabio debe el mundo tan importante complemento de las ciencias psicológicas, y de seguro que merecerá ser honrado en estatua cuando la frecuencia de los experimentos psicométricos acaben de una vez con el escepticismo. Al publicar su descubrimiento se contrajo Buchanan a la utilidad de la psicometría para bosquejar el carácter de las personas, y dice a este propósito: “Parece que es indeleble la influencia mental y fisiológica que recibe un manuscrito, pues los más antiguos ejemplares de que me valí en las experiencias revelaban precisa y vigorosamente sus impresiones, apenas debilitadas por el tiempo. Por virtud de la psicometría fue posible leer, sin dificultad alguna, manuscritos antiguos cuya ordinaria interpretación hubiese requerido el auxilio de los paleólogos. Pero no únicamente los manuscritos retienen las impresiones mentales, sino que también los dibujos, pinturas y cualquier otro objeto que haya recibido el contacto mental y volitivo de una persona, le pueden servir a otra de medio de descripción psicométrica... Este descubrimiento tendrá incalculables consecuencias en su aplicación a las artes y a la historia” (23).

Los primeros experimentos de psicometría se llevaron a cabo en 1841, y desde entonces los han repetido muchísimos psicómetras en todo el mundo, demostrando con ellos que cuanto ocurre en la naturaleza mental, por mínimo e insignificante que sea, queda indeleblemente impreso en la naturaleza física, y como no se advierte alteración molecular en ella, forzosamente se infiere que las imágenes psicométricas provienen del éter o luz astral.

En su hermosa obra: El alma de las cosas, trata de esta cuestión el geólogo Denton y cita multitud de ejemplos de las notables facultades psicométricas de su esposa. Entre ellos refiere que, puesto sobre la frente un pedazo de piedra de la casa de Cicerón en Túsculo, pero sin saber de donde procedía, describió no sólo el ambiente físico del gran orador romano, sino el del dictador Sila, a quien antes había pertenecido aquella casa. Un trozo de mármol del primitivo templo cristiano de Smirna, le representó a los fieles en oración y a los sacerdotes oficiantes. Otros fragmentos de objetos procedentes de Asiria, Palestina, Grecia, el monte Ararat y otros puntos, le permitieron describir sucesos de la vida de personajes muertos miles de años antes. Un hueso o un diente de animales antediluvianos le daban a la psicómetra, por breves momentos, la visión del animal vivo con todas sus sensaciones. En muchos de estos casos, comprobó Denton las descripciones de su esposa, cotejándolas con los relatos históricos. La psicometría descubre los más recónditos secretos de la naturaleza y los acontecimientos remotos se reproducen con tan vívida impresión como los de ayer.

Añade Denton en la misma obra: “No se mueve una hoja ni se levanta una onda ni se arrastra un insecto, sin que registren sus movimientos mil fieles escribanos en infalibles e indelebles escrituras. Así ocurre con lo sucedido en pasados tiempos. Continuamente ha estado la naturaleza fotografiándolo todo, desde que brilló la luz sobre la tierra, cuando sobre la cuna del recién nacido planeta flotaban vaporosas cortinas, hasta el momento actual. ¡Y qué fotografías!”

Nos parece el colmo de la imposibilidad que en la materia atómica hayan quedado grabados los hechos ocurridos en la antigua Tebas o en algún templo prehistórico. Sin embargo, las imágenes de estos hechos están saturadas de aquel agente universal que todo lo penetra y todo lo retiene, llamado por los filósofos “alma del mundo” y por el geólogo Denton el “alma de las cosas”. Al aplicarse el psicómetra a la frente un objeto determinado, relaciona su yo interno con el alma del objeto (24) y se pone en contacto con la corriente de luz astral que, relacionada con dicho objeto, retiene las descrpciones de los sucesos concernientes a su historia los cuales, según Denton, pasan ante la vista del psicómetra con la velocidad del rayo, en vertiginosa sucesión de escenas que tan sólo con mucha fuerza de voluntad es posible detenerlas en el campo visual para describirlas.

El psicómetra es clarividente, pues ve con la vista interna; pero su visión de personas, lugares y sucesos resultará confusa, a menos que con potente fuerza de voluntad haya educado la percepción visual. Sin embargo, en los casos de hipnotismo, la clarividencia del sujeto depende de la voluntad del hipnotizador, quien, por lo tanto, puede detener la atención de aquél en determinada imagen todo el tiempo necesario para describirlo en sus más prolijos pormenores. Por otra parte, el sujeto sometido a la influencia de un hábil hipnotizador aventaja al psicómetra espontáneo en la clara y distinta predicción del porvenir.

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